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Zonceras
de un pensador
Se equivoca –y feo- José Pablo Feimann al confundir un expresión de deseo suya
con lo que hoy sigue siendo una realidad –y muy vigente- en cuanto a la
enseñanza de la historia en los establecimientos de educación formal. Por otro
lado, y por ciertas apreciaciones que aparecen en su discurso, salta a la vista
que él también fue una victima más de esta educación.
Por Pedro del Arrabal
INTRODUCCIÓN
Jugando con el control remoto de la “tele” buscando algo interesante para ver y
despejar mi cabeza, pase por el canal ENCUENTRO y ví a Feimann (José Pablo)
hablando de un gran patriota de la Nación Latinoamericana, oriundo de la
provincia de Catamarca, don Felipe Varela. Detuve la
búsqueda y me quede a escucharlo.
Tengo entendido que la especialidad de Feimann es la filosofía, no la historia,
y eso en esta oportunidad se notó. Aunque debo destacar que dio muestras, en la
media hora que duró el programa, de manejarse en la dirección correcta en cuanto
a lo ideológico (1), no así en lo que se refiere a su formación histórica y,
consecuentemente a la información que brindaba, especialmente por las fuentes a
las que en principio uno supone habría acudido para recopilar información. Esto
hizo que, en algunos pasajes, esa información que él trataba de brindar no fuera
tan buena, y en otros equivocada. De cualquier manera mostró tener mucho interés
y curiosidad por los temas históricos nacionales y latinoamericano, y eso es de
por si resulta muy valioso.
Se trató de una disertación que intentó ser clara pero…, lamentablemente, dejó
más de la mitad de sus contundentes y algunas muy buenas afirmaciones sin las
debidas explicaciones que las fundamenten. Y en historia estas cuestiones no
suelen resultar detalles menores. Por el contrario, son fundamentales para dar
vuelta una perversa realidad que por años se viene dando en su enseñanza desde
el ámbito pedagógico.
¿HISTORIA DE LA EDUCACIÓN O EDUCACIÓN EN HISTORIA?
Jauretche (Arturo) hablaba con total conocimiento
de causa de las cuestiones históricas y las zonceras que se introdujeron a
través de la educación en el inconciente colectivo de nuestros paisanos y de los
párvulos escolares “desde la más tierna infancia y en dosis para adulto”
–decía.(2) “Buscaban hacerle creer que lo que ellos –los del vulgo, los
laburantes- veían como «malo y jodido» para sus humanidades en realidad no lo
era, ya que se trataba de un problema de ignorancia. Algo así como que la
cuestión central se asentaba en la condición social de los trabajadores de
“fuerza bruta”, quienes por motivos que ellos desconocían (¿?), no podían
acceder a los «lentes correctos» que permitían visualizar adecuadamente la
cultura y el progreso que significaban para la Nación y la Patria, las ideas que
venía allende los mares. Y los que querían enseñar a ese vulgo el por qué de la
explotación que padecían, argumentaban algo similar (porque nuestros obreros y
laburantes no se parecían en nada a los obreros y laburantes europeos). Estos
pedagogos de la “revolución proletaria”, en vez de resolver y tratar de revertir
la explotación que los trabajadores locales padecían, se limitaban a « explicar
académicamente» que la misma se debía a la ignorancia del laburante sobre los
saberes «doctorales sobre el significado de la explotación», saber que solo lo
tenía la gente culta e instruida (o sea ellos, los intelectuales de izquierda de
la época). Vaya uno a saber por qué no se daban cuenta que por esa explotación y
su trabajo sin descanso ni horario, en realidad al pobre laburante no le quedaba
tiempo ni para tener una noche el amor plena con su mujer y lo tenía que hacer
rapidito y a las apuradas a la madrugada, antes de irse a laburar; menos le
quedaría tiempo para leer un capitulo de “El Capital”. Pero esto, ellos no lo
entendían. Se trataba de un defecto muy típico en el pensamiento de todos los «norteamericos
Ghioldis» que deambularon a lo largo del siglo XX por todo nuestro país,
especialmente en medios de comunicación, universidades y conferencias académicas
donde se despachaban a sus anchas sobre los saberes revolucionarios,
desparramando inocuas teorías, que como tales, y a los fines prácticos, solo
servían a los intereses de los verdaderos detentadores del poder y a la derecha
local. Con esto les alcanzaba para presentarse como “democráticos y tolerantes”.
En realidad y para estos personajes se trataba de la esencia de ese saber. Era
un saber foráneo que por su falta de adaptación y/o adecuación a nuestra
realidad, solo servía para alimentar el cipayismo vernáculo a costa de la
ignorancia de lo nuestro. Es aquí donde se debe buscar la naciente de una
cultura de entreguismo por un lado y de infame explotación del hombre por el
hombre practicado por los grupos de concentración económica y la oligarquía por
el otro, algo que ellos no podían entender por la propia deformación sufrida;
deformación de la cual en algún momento yo también fui victima. Eso lo digo en
uno de mis trabajos.” –me dijo en un charla informal allá por marzo de 1974,
siendo yo muy joven, uno de los creadores de FORJA. A esto, Jauretche (a él me
refería anteriormente), genialmente lo llamó “colonización pedagógica”.
Feimann tiene a su favor y como justificativo para las presumibles y
supuestamente no intencionadas omisiones que yo detecté en aquella disertación,
lo tirano que es el tiempo televisivo. Es por eso que sin ser historiador siento
necesario aclarar algunos puntos para completar su exposición y que la misma
resulte más comprensible. Desde estas ciber páginas intentaré colaborar
aportando ciertas aclaraciones sobre algunas cuestiones históricas, en la
seguridad de que ayudarán a entender el por qué de tal o cual acierto o error en
algunos acontecimientos y hechos, y las razones de muchos de los males que
aquejaron al pueblo argentino.
LA HISTORIA OFICIAL
Feimann, aseguró en aquella oportunidad, y con énfasis “La historia oficial no
existe más”. ¡Muy bello!… como expresión de deseo. Pero lamentablemente FALSO
según lo indica la propia realidad. La historia oficial sigue vivita y coleando.
Aun hoy se la sigue enseñando en escuelas y colegios de toda la República (y si
hay excepciones las mismas son contadas con los dedos de la mano). Se trata de
una historia que sigue estampada en textos escolares del primario y del
secundario habilitados ministerialmente. Es la misma historia oficial que sigue
siendo avalada por la “Academía Nacional de Historia”, pacata institución que no
quiere en sus filas a hombres valiosos como es el caso de Norberto Galasso, por
ejemplo. Pero no es casualidad; es la “Academia” que no quiere a Galasso en sus
filas porque no está dispuesta a enfrentarse y darle la razón al más serio e
importante investigador en la materia que este país haya dado en los últimos
tiempos. Hacerlo implicaría desnudarse poniendo en evidencia todas las
falsedades que ellos fabricaron. Jamás reconocerán estos señores que usaron
perversos y alevosos errores conceptuales para construir la “historia oficial”.
Me refiero a esos absurdos y obsoletos academicistas que se sienten patriarcas
veladores de los altos valores históricos de la patria y los impresentables
personajes que inflaron hasta transformarlos en hacedores de nuestra historia y
sus mejores exponentes. Inescrupulosos academicistas que no dudaron en vender
sus plumas escritoras a los intereses de turno, y ahora argumentan temer el
descalabro generalizado dentro del sistema educativo para el caso que salga a la
luz la verdadera historia, la realmente documentada. Que se descubra que la
historia enseñada en establecimientos educativos oficiales fue una historia
inventada, fraguada, para servir a los intereses de los poderosos de este país,
a los intereses porteños como bien lo definió Feimann en aquel programa, no es
un temor infundado.
Debo reconocer que como argumento humanitario, el temor por el descalabro en el
sistema educativo ante tamaña revelación utilizado por estos academicistas
podría ser comprensible y tener cierto valor. Con solo pensar lo
desestructurante y traumático que podría resultar para maestros y profesores de
historia descubrirse víctimas de un engaño y victimarios de inocentes educandos
(niños, adolescentes y jóvenes) a quienes les contaron una novela diseñada y
escrita por un perverso personaje llamado Bartolomé Mitre, monumentalizado por
la oligarquía porteña como “el padre de la historia”. Pero por otro lado
sostener la continuidad de “la historia oficial”, hoy por hoy significa nada más
y nada menos que sostener la continuidad de una perversión que sigue colocando
piedras mentales en la cabeza de mujeres, hombres y niños de nuestro país
impidiéndoles pensar libremente, pensar en y como argentinos y latinoamericanos
que son; que somos, porque yo también fui una de esas víctimas.
Esto no es casual ya que favorece la mantención del actual Status Quo
económico-social y los pedestales para sus “próceres históricos”. Lógicamente
que esto terminará una vez más deteniendo la necesaria concientización del
colectivo sobre la importancia de un proceso liberador en términos comunitarios
y regionales.
Esto hace que lo primero, como argumento para no blanquear la verdadera
historia, solo sea una perversa excusa.
Feimann habló (palabras más, palabras menos) de la historia mitrista señalándola
como la historia de una argentina construida e interpretada falazmente por los
que se decían liberales porteño y trabajada en función de sus intereses. Una
Historia escrita por el poder porteño. Absolutamente CIERTO.
¿FELIPE VARELA FUE LO QUE FUE GRACIAS A ALBERDI?
En otro momento de aquella disertación televisiva, Feimann se refirió a Varela
reiteradamente con el mote que le asigno el unitarismo: “El quijote de los
Andes”. Mezclados con otros conceptos sobre la supuesta ignorancia que
acompañaba a los caudillos provincianos, rescató la famosa proclama americanista
del caudillo catamarqueño. Pero al hacerlo me trasmitía una intensión, a mi
entender, contradictoria. Mientras elogiaba aquella proclama –que no leyó en
ningún momento y usted, señor lector, lo podrá hacer al final de la presente
nota-, adjudicó el contenido libertario de la misma a una supuesta y obligada
lectura que Varela debió hacer de las obras de Alberdi. Destacó de este último
la sólida formación adquirida ya que se había nutrido de, entre otros grandes
pensadores universales, Descartes etc, etc. Dejó entrever que para él era
imposible que Varela pudiera construir un texto de la envergadura de aquella
proclama sin haber leído a Alberdi. Por lo menos a mi me sonó chocante y
contradictorio con lo que venía sosteniendo hasta ese momento respecto del
pensamiento porteño en particular – él lo es-, y la negación en términos de
valor alguno, de un posible pensamiento provinciano, original, construido por
afuera de las tradiciones escolásticas, descalificación que siempre hizo el
pensamiento porteño. Feimann elogiaba el texto mientras menoscababa la capacidad
de pensar del hombre del interior basándose en una realidad a todas luces cierta
en determinados aspectos, la pobreza y analfabetismo por ejemplo, algo que
existió y aún hoy existe en el interior del nuestro país. Pero lamentablemente
confundió –como lo hacen muchos de sus pares- ignorancia con analfabetismo. Se
puede ser analfabeto pero no ignorante. Los padres de Irigoyen eran analfabetos
pero no ignorantes. La vida misma es una excelente escuela de aprendizaje que en
la mayoría de los casos no requiere codificación especial alguna y solo alcanza
con saber mirar para incorporar una infinidad de conocimientos y también
belleza; esto lo sostenía criteriosamente Paulo Freire.
Además se olvidó de lo que pueden los sentimientos. También se olvido de los
conocimientos previos que existieron en estas tierras ante de la llegada de los
conquistadores y colonizadores.
La obligada lectura de Alberdi que Feimann le adjudica a Varela me suena a una
suposición surgida de un “fallido” por deformación intelectual; pero entendible
viniendo de un hombre como Feimann. Según mi modesto y limitado entendimiento,
es la formación euro-centrista –para nada criticable desde ya- por él y muchos
otros recibida la que primó a la hora de emitir aquel juicio de valor. Esto hace
prácticamente imposible que puedan imaginar a un hombre de estas tierras como un
ser capaz de construirse y transformarse en un generador de pensamientos
propios, originales, crear sin haber recurrido a la formación europea. Le pasa a
la mayoría de nuestros intelectuales. Parecería ser que para Feimann es
imposible que exista un pensamiento libertario surgido de experiencias de vida,
ergo todo pensamiento que deje de lado los aportes formativos y culturales del
colonizador carece de sustento teórico, o es ilógico e irracional. Se expresan
sobre determinados temas como si el pensamiento hubiese tenido una sola cuna y
un solo barrio donde se concibió como tal y eso estuvo en la vieja Europa.
Curiosa valoración para un brillante intelectual como es su caso.
LA HISTORIA DEL PARAGUAY SEGÚN QUIEN LA CUENTE
Luego, Feimann se refirió al Gobierno del mariscal Paraguayo Francisco Solano
López como un gobierno “novedoso” y extraordinario a la vez por su política de
desarrollo nacional. Pero este logró Feimann se le adjudicó a la importación que
López hizo de “materia gris” europea (especialmente técnicos) quienes fueron
–según él- los verdaderos artífices de aquel desarrollo. FALSO. Primero por ser
un pensamiento típicamente mitri-sarmientista al cual se aferró la oligarquía
vacuna local, y que él mismo intentaba descalificar en aquella disertación; y
segundo porque lo cierto fue que López mandó a los paraguayos más capaces a
formarse en Europa para que trajeran aquellos conocimientos y los pusieran al
servicio del desarrollo de su país y el mejoramiento de la calidad de vida de
sus pueblo, algo que realmente había comenzado a concretar. Si no quería acudir
a Galasso, con leer “Las Venas abiertas de America
Latina” de Eduardo Galeano le hubiese alcanzado
para estar informado al respecto, o leer a José Maria Rosas, a
Ortega Peña, al “colorado” Jorge Abelardo Ramos; o ver
el documental realizado por esta revista [el autor se refiere a El
Emilio] titulado “Historias Vivientes” (lo puede ver en:
http://www.revistaelemilio.com.ar/?p=7881) donde un abuelo cuenta esto mismo
que yo estoy corrigiendo en él.
HERÓICA PAYSANDU, YO TE SALUDO
Pero lo más grave en aquella disertación estuvo en ignorar el alto grado de
conciencia regional que en aquella época ya existía y que llevó a Varela a
escribir su fantástica Proclama Americanista (3). Me estoy refiriendo al hecho
que desató la nefasta Guerra de la Triple Alianza, el criminal y bárbaro ataque
que sufrió el hermano pueblo de Paysandú (nuestra propia “Guernica”) a manos de
la flota brasileña con respaldo anglo-francés y de nuestro don
Bartolo Mitre,
quien facilitaba las bombas a aquella flota desde el puerto de Buenos Aires para
la destrucción de Paysandú. Urquiza siguió con sus traiciones y le facilitaba
sus caballares a las fuerzas imperiales brasileñas. Mientras tanto el traidor y
cipayo uruguayo Venancio Flores del Partido “Colorado” asediaba a esa heroica
ciudad y a su población, quienes la defendían tenazmente guiados por el general
patriota Leandro Gómez. El mariscal Francisco Solano López, cumpliendo con
pactos anteriores acordados entre uruguayos y paraguayos para ayudarse y
asistirse mutuamente, decide ir en ayuda del valiente pueblo de Paysandú. Pero
en su sana intención cometió el error que le sirvió a Mitre de excusa para
cometer la mayor traición contra la gran nación latinoamericana en favor de los
intereses del libre comercio propuesto por el imperialismo inglés; cruzó por
territorio misionero (argentino) para ir en ayuda de sus hermanos de Paysandú
que estaban siendo masacrados.
Cuando se cuenta la historia se la debe contar como fue, con la verdad, aunque
sea dolorosa, y con la visión de ambos lados que es lo que le da sentido, valor,
y facilita su comprensión.
ANTIPERONISMO CON RANGO ACADÉMICO
Hecha esta aclaración vuelvo a lo anterior. Esta desvalorización del pensamiento
nativo, original, realizada por ciertos intelectuales de renombre, no es
novedosa y su vigencia es bicentenaria. Ese desprecio estuvo siempre, pasó y
pasa con todo lo relacionado al pensamiento nacional y latinoamericano. Una
constante histórica que a ciertos defensores de la historia oficial los exime de
culpa y cargo porque en realidad ellos también fueron victimas. La verdadera
historia argentina y latinoamericana siempre estuvo ausente en las currículas de
contenidos de enseñanza primaria, media y universitaria.
Pasó y pasa en los profesorados de historia y en las universidades de hoy en
relación al abordaje que hacen, por ejemplo, del peronismo, por tomar un ejemplo
que me toca de cerca. Es un fenómeno que para muchos profesores resulta
totalmente incomprensible ya que sus características no encajan en ninguna de
las escuelas de pensamiento en las que fueron formados. Por consiguiente lo
consideran atentatorio de las formas racionales con que conciben la “política”,
el “pensamiento”, la “democracia”, una “revolución” o la “reacción”.
Dejando ya de lado la disertación de Feimann en Encuentro y para cerrar, puedo
sostener sin temor a equivocarme que para todos los otros “señores” catedráticos
universitarios y de profesorados, los fenómenos latinoamericanos son tan raros
que merecen una relativa consideración, pero realizada desde un trato
filo-peyorativo (“filo” para zafar del calificativo de “reaccionario” y/o
“gorila” por un lado, aunque en realidad lo que siempre están buscando es quedar
bien con los “antipopulistas” custodios del actual status quo académico). Me lo
corroboraron, por un lado una estudiante del profesorado de Historia del
instituto Alicia Moreau de Justo, quien me manifestó abiertamente que muchas de las
cosas que en charlas informales yo le manifestaba ella las desconocía y/o en el
profesorado no se las enseñaban. Por otro lado hace poco un joven alumno
universitario que cursa Ciencias de la Comunicación en Sociales de la UBA
definió a alguno de sus profesores como tipos “prejuiciosos” respecto del
peronismo. ¡Brillante! Era la palabra justa usada inteligentemente por un pibe
joven para realizar una síntesis sobre pensamientos y posturas académicas. ¡Y
sí! Se trató de la sensación de un joven que carga con el estigma de ser y
sentirse peronista por decisión y sentimientos propios ya que según él su viejo
siempre lo había dejado optar libremente en cuestiones político-ideológicas. A
este joven le resulta tan claro el “cuadrado” abordaje de sus profesores que lo
definió de la siguiente manera: “Parten de juicios previos; juicios adquiridos
en su formación; formación enciclopedista y repetitiva. Les resulta difícil
tener criterios propios a la hora de pensar el peronismo. Repiten muletillas y
discursos antiperonistas construidos por la oligarquía allá lejos y hace tiempo.
Les cuesta darse cuenta que en este país es esa oligarquía la que avaló y avala,
desautorizo y desautoriza el valor de cualquier pensamiento que se aproxime o
aparte del por ellos fijado. Para eso pusieron –y ponen- sus más fabricadamente
“notables hombres” en las Academias Nacionales: la de Historia, la de Moral, la
de Educación o la de Ciencia”. remató aquel estudiante. Cuando uno escucha esto,
siente que no todo está perdido. Que hay esperanza.
FINAL EN FORMA DE TANGO
Esta anécdota me trajo a la memoria el pensamiento y comportamiento
revolucionario del cual yo hacia gala en algún periodo de mi vida, al comienzo
de los “70”. Amigos y compañeros que provenían del marxismo me habían hablado
tanto de la revolución cubana y rusa que en algún momento hasta me llegue a
imaginar que los obreros rusos y cubanos se levantaban a la mañana y antes de ir
al trabajo –lo mismo que a la noche y antes de acostarse- leían y releían
capítulos de EL CAPITAL. Que los fines de semana, en vez de descansar, los
obreros rajaban para las asambleas fabriles o campesinas sin olvidarse de llevar
un libro de Marx o Engels bajo el brazo (como el “Ole”) para leer en el camino. Y
como un gil me comí el verso de que los “verdaderos obreros” nunca podían pensar
en el placer del descanso después de romperse el culo laburando durante 6 de los
7 días de la semana; que no podían comerse un asadito y chuparse un vino, por
puro placer nomás, porque el placer era una debilidad burguesa. Y cuando fui a
Wilde por quinta vez, llevado por un descolgado revolucionario compañero de
facultad, que no trabajaba en la semana por ser estudiante universitario
mantenido por papá y mamá, pero que hablaba de los obreros como si hubiese
laburado desde el mismo momento que su madre lo había parido, me dí cuenta de
muchas de mis torpezas políticas. Fue un aprendizaje por ensayo-error. El que me
llevaba era realmente un típico “personaje” universitario. Lo hacía para que
“bajara línea” en asambleas de obreros barriales porque según él yo manejaba
bien el lenguaje “peronista” por ser “cabecita negra”, pero que por tener
formación universitaria los podía concientizar del valor y la importancia de las
revoluciones hechas por las clases proletarias. ¡Y yo como un gil de 20 años
“disertaba” sobre lo que era la “revolución (de paso metía “peronista”) a laburantes peronistas que me escuchaban a los bostezos y con ganas de rajarse a
la mierda para hacer algo más interesante. Hasta que uno dijo ¡Viva Perón
carajo! Y ahí terminó todo, porque todos se retiraron sin disimulo alguno.
Tiempo después me dí cuenta que era estúpido querer enseñarles lo que era
explotación a los explotados, lo que era miseria a los miserables, lo que era
despojo a los desposeídos, lo que debía ser y hacer el peronismo cuando los
padres de los allí presentes lo habían disfrutado y se lo habían transmitido.
Y esto no lo ví ni lo aprendí en la facultad, pero me sirvió para entender aún
más, aquello que maravillosamente el maestro Leonardo Favio llamó “Sinfonía de
un sentimiento”.
Notas:
(1) Desde el punto de vista marxista lo ideológico está asociado a las
elaboraciones y/o elucubraciones mentales donde se pone en tela de juicio lo
religioso, el derecho, la moral de los sujetos; o de las sociedades si se lo
toma desde la sociología.
(2)La gente utiliza la ideología para pensar y discutir sobre el mundo social y,
por su parte, la ideología determina a su vez la naturaleza tales argumentos y
la forma retórica que adquieren
(3) Proclama:
¡Viva la Unión Americana!
“¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde
los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó
fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre, ha sido
cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyuty, Curuzú y
Curupayty. Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan
rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava,
quedando empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre a la vez
que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que
después de la derrota de Cepeda lagrimeando juró respetarla.
Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que
muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los
aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero,
Campos, Irrazával y otros varios dignos de Mitre.
¡Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin
conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificable dan
testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que
es tiempo de contener!
¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los
mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre
argentina y oriental!
Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden
común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas
americanas.
¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí
los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y
amigo.”
FELIPE VARELA
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