POLITICA DE LA MEMORIA


Contradicciones de la "memoria completa"

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Numerosos libros que reclaman la memoria completa de la violencia de los 70 reivindican abiertamente el terrorismo de Estado. Este artículo analiza el tramado ideológico que vincula reconciliación con retórica de feroz confrontación; represión y mano dura; los militares y Juan Carlos Blumberg.


Por Marcos Mayer

Durante mucho tiempo, los defensores de la represión durante la dictadura optaron por el silencio escritural, o por los textos de circulación restringida entre acólitos y seguidores, que sirvieran más que nada para mantener las viejas místicas. Hay una amplia lista de esos libros, que no suelen aparecer bajo un sello editorial reconocido —con unas pocas excepciones—, que repiten argumentos, fórmulas y retóricas, cuando no párrafos enteros para justificar o negar lo ocurrido o para buscar una especie de equilibrio entre violencias donde todo resulte doloroso pero inevitable. Después de más de quince años de democracia, hoy parece haber llegado, de la mano de la modernización, de los sitios de Internet y de una formulación más prolija y ordenada del material, un nuevo deseo de superar los límites de la interna y alcanzar públicos más masivos. Un deseo que parecería confirmar el número de lectores de La otra parte de la verdad de Nicolás Márquez (en su sitio se habla de 25.000 ejemplares).

Hasta entonces, lo que se escribía estaba destinado a la interna, aunque hubo algunas circunstancias puntuales que marcaron la aparición de algunos libros. Fue el caso del hoy condenado ex comisario bonaerense Miguel Angel Etchecolatz, quien al quedar exonerado por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida de la condena de 23 años de prisión que le había impuesto la Justicia, puso en los quioscos La otra campana del Nunca Más. Acompañó esa edición con un operativo de prensa que incluyó un penoso episodio junto a Alfredo Bravo en el programa de Mariano Grondona. Por otro lado, luego de la repercusión de El Vuelo, en el que Horacio Verbitsky volcaba el relato de los vuelos de la muerte que le había hecho Adolfo Scilingo, el mismo militar consideró que tal vez no le vendrían mal unos pesos e hizo circular sin éxito por varias editoriales el manuscrito de Para siempre nunca más, donde copiaba párrafos enteros de sus propias y anteriores declaraciones. Finalmente el libro apareció en edición de autor y durante el juicio que se le celebró en España, Scilingo, cuando se le leyeron párrafos que lo inculpaban, dijo desconocer el contenido que se le atribuía y que había puesto su firma en la obra a cambio de 300 dólares. Como puede verse, se trataba de responder con un texto a una circunstancia acotada, a un hecho puntual, al que se aludía sin mayores eufemismos. A esto, se sumaba un desorden particular, lo que llevaba a pensar que sus autores los habían escrito sin ánimo alguno de perdurabilidad.

Esto es uno de los aspectos que ha cambiado tanto en los recientes textos de Vicente Massot y Nicolás Márquez como en In Me moriam, tres tomos editados por el Círculo Militar en el que, como una especie de negativo del Nunca Más, se da la lista de las víctimas del accionar guerrillero, con datos personales y circunstancias en que se produjeron los atentados. Por un lado, puede pensarse que efectivamente el lento proceso que llevó del anuncio de la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida a su concreción planteó para los seguidores del Proceso la necesidad de un debate público que saliera en defensa de los militares e integrantes de las fuerzas de seguridad que debieran concurrir a los estrados. Pero si se atiende a los links de los sitios de la Web, se ve que uno de los que aparece de manera constante, además de sitios vinculados a organizaciones anticastristas con base de operaciones en Miami, es el de Juan Carlos Blumberg. Esto implica el trazado de un mapa ideológico y la idea de una asociación con un personaje del presente. Al mismo tiempo, asocia el discurso de la mano dura con el de la represión de la dictadura, pues hay elementos en común entre ambos.

El fascismo eterno

Umberto Eco

Ha sido Umberto Eco quien ha dado una de las mejores definiciones del pensamiento fascista. Este texto, en su versión acabada, se encuentra en el libro "Cinco escritos morales", y su nombre es "El fascismo eterno". En ese texto, y recordando el origen histórico de la emergencia del término, Eco nos hace ver que el fascismo, más allá de ser una dictadura, nunca pudo ser un pensamiento totalitario si no más bien tibio y débil filosóficamente, apoyado sobre todo en una retórica, Eco nos dice:

"El fascismo no poseía ninguna quintaesencia, y ni tan siquiera una sola esencia. El fascismo era un totalitarismo fuzzy. No era una ideología monolítica, sino, más bien, un collage de diferentes ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones."

Sin embargo, es posible reconocer una serie de características típicas de este pensamiento a las cuales llama "Ur-fascismo" o fascismo eterno. Tales características no podrían ser encuadradas en un sistema, muchas son contradictorias (de ahí que el fascismo no pueda ser totalitario) y son típicas de otras formas de despotismo y fanatismo, sin embargo propone estar atentos por que basta una de ellas para que el fascismo empiece a coagularse. Invito a los lectores a estar atentos a estos "síntomas" sociales, estos son:

1. Culto de la tradición, de los saberes arcaicos,
(Interesante pensar esto en perspectiva de los modas new age que invade nuestro país).
2. Rechazo del modernismo. La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo puede definirse como irracionalismo. Es decir, rechazo al intelectualismo, al pensamiento progresista, al ejercicio de discutir seriamente y con argumentos sobre algún asunto específico, etc.
3. Culto de la acción por la acción. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas. (Es decir: mirar con sospecha todo acto de no acción, el rechazo a la teoría, en algún punto).
4. Rechazo del pensamiento crítico. El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.
5. Miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, pues, racista por definición.
6. Llamamiento a las clases medias frustradas. En nuestra época el fascismo encontrará su público en esta nueva mayoría. ¿Qué pensar al respecto cuando vemos medios y programas que esperan ser representativos de estas clases medias marginadas? ¿Cuando la retórica política intenta identificar estos fenómenos para sacar provecho político?
7. Nacionalismo y xenofobia. Obsesión por el complot hacia otra(s) naciones o "imperios".
8. Envidia y miedo al "enemigo".
9. Principio de guerra permanente, antipacifismo.
10. Elitismo, desprecio por los débiles.
11. Heroísmo, culto a la muerte, a la épica.
12. Transferencia de la voluntad de poder a cuestiones sexuales. Machismo, odio al sexo no conformista. Transferencia del sexo al juego de las armas, donde las armas representan la virilidad.
13. Populismo cualitativo, oposición a los "podridos gobiernos parlamentarios". Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la voz del pueblo, podemos percibir olor de Ur-Fascismo.
14. Neolengua. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos estar preparados para identificar otras formas de neolengua, incluso cuando adoptan la forma inocente de un popular reality-show.

Eco concluye:

"El Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo"

Fascismo es una ideología política fundamentada en un proyecto de unidad monolítica denominado corporativismo, por ello exalta la idea de nación frente a la de individuo o clase; suprime la discrepancia política en beneficio de un partido único y los localismos en beneficio del centralismo; y propone como ideal la construcción de una utópica sociedad perfecta, denominada cuerpo social, formado por cuerpos intermedios y sus representantes unificados por el gobierno central, y que este designaba para representar a las sociedad.

Para ello el fascismo inculcaba la obediencia de las masas (idealizadas como protagonistas del régimen) para formar una sola entidad u órgano socio espiritual indivisible. El fascismo utiliza hábilmente los nuevos medios de comunicación y el carisma de un líder dictatorial en el que se concentra todo el poder con el propósito de conducir en unidad al denominado cuerpo social de la nación.

El fascismo se caracteriza por su método de análisis o estrategia de difusión de juzgar sistemáticamente a la gente no por su responsabilidad personal sino por la pertenencia a un grupo. Aprovecha demagógicamente los sentimientos de miedo y frustración colectiva para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda, y los desplaza contra un enemigo común (real o imaginario, interior o exterior), que actúa de chivo expiatorio frente al que volcar toda la agresividad de manera irreflexiva, logrando la unidad y adhesión (voluntaria o por la fuerza) de la población. La desinformación, la manipulación del sistema educativo y un gran número de mecanismos de encuadramiento social, vician y desvirtúan la voluntad general hasta desarrollar materialmente una oclocracia que se constituye en una fuente esencial del carisma de liderazgo y en consecuencia, en una fuente principal de la legitimidad del caudillo.

El fascismo es expansionista y militarista, utilizando los mecanismos movilizadores del irredentismo territorial y el imperialismo que ya habían sido experimentados por el nacionalismo del siglo XIX. De hecho, el fascismo es ante todo un nacionalismo exacerbado que identifica tierra, pueblo y Estado con el partido y su líder.

Fuente: http://laletraindomita.blogspot.com

Esta posibilidad de reencontrar de manera explícita un sistema de alianzas, que por ahora no va más allá de una adhesión simbólica o de la presencia de algún político reconocible en algún acto de Memoria Completa, ha llevado a un aggiornamiento de la manera en que los textos organizan el material ideológico. El libro de Etchecolatz es un permanente caos, sin una línea que articule retratos biográficos, justificaciones ideológicas, presentaciones judiciales y argumentos en los que se mezclan supuestos documentos de la guerrilla con noticias de los diarios de la época. Escrito con un llamativo descuido, es justamente ese desorden el que lleva a que se repita palabra por palabra un párrafo, con connotaciones sobre las que vale la pena detenerse: "No luchamos para quitar vidas, sino para desterrar un mal que quería someterla (supuestamente se refiere a la patria) a la opresión, para desechar una implementación ideológica jamás aceptada por los argentinos o una sutil intención de desvirtuar nuestra identidad Cristiana. Porque no nos gusta la intromisión de insectos foráneos". El "argumento" remite a una prosapia de larga data inaugurada en la segunda mitad del siglo XIX por el positivismo con su sistema de metáforas médicas para describir el funcionamiento social: organismos, anticuerpos, curas radicales, las cirugías sin anestesia que poblaron los discursos de Menem. Según esta perspectiva, que fue hegemónica durante el Proceso y que aparecía de manera persistente en la publicidad oficial, la subversión era una invasión de ideas e idiosincrasias foráneas y ajenas al sentir de los argentinos. Etchecolatz se inscribe claramente dentro de esa línea y sus acciones se describen como una guerra santa, en la que se defendía a la vez la cruz y la bandera.

El primer libro de Nicolás Márquez —que irónicamente es homónimo del tío abuelo de García Márquez, en cuya historia se inspiró El coronel no tiene quien le escriba— persiste algo de ese caos, surgido también de la necesidad de sumar argumentos, la mayoría de los cuales ya son muy conocidos: que se trató de una guerra no convencional y por lo tanto lo ocurrido no puede juzgarse con parámetros de la Convención de Ginebra, que el golpe del 76 contó con el beneplácito de una parte mayoritaria de la población, que la práctica de la desaparición de personas había comenzado durante el gobierno de Isabel Perón. Pero aparecen en su libro dos conceptos que si bien no son nuevos resultan especialmente problemáticos y difíciles de comprender: la reconciliación y la verdad.


Disparos a ciegas

Hay algo que se mantiene entre La otra parte de la verdad y La mentira oficial: no hay personaje que aparezca que no esté acompañado de su correspondiente epíteto: "la terrorista Alicia Eguren de Cooke", "el dirigente gramsciano Juan Carlos Portantiero", "el lamentable figurón Aníbal Ibarra" "el eterno cachafaz Antonio Cafiero" son sólo unos pocos ejemplos de la larga lista, donde sólo se salvan los "pensadores" Mariano Grondona y Bernardo Neustadt y aquellos que, aún perteneciendo a los bandos enemigos, sostienen conceptos o informan hechos que se adecuan a las ideas generales del libro, como es el caso de Juan Gasparini, de reconocida militancia montonera y que logra librarse de toda calificación. El tono beligerante general se extiende a situaciones (se compara al gabinete de Cámpora con un "bolsillo de payaso", se caracteriza a diputados y senadores oficialistas actuales como "fundas de látex a sueldo") y vacila alrededor de algunas personas, como el caso de Juan José Sebreli, a quien se execra o reivindica según convenga a los argumentos planteados. Es tan fuerte ese tono de confrontación, que en un momento el texto habla de sí mismo como "el libro de marras", como si ignorara que referirse a algo de esa manera implica una forma muy intensa de menoscabo. Este cedazo descalificador no se queda en una lista de personajes, cuya bestia negra es, previsiblemente, Miguel Bonasso, sino que se extiende a formas de pensamiento y de accionar político. Se critica ferozmente al "progresismo", a los medios de comunicación, a lo que se considera un inmovilismo congénito de la derecha nacional y a ciertos "mitos democráticos" como aquel que supone que se trata del gobierno del pueblo.

Todo este minucioso escrutinio hace difícil imaginar cuáles serían los sectores que habrían de reconciliarse. Salvo que, aunque los libros no lo digan y por puro descarte, lo que esté en juego sea una reconciliación entre corporaciones, que son las únicas que no son puestas en tela de juicio en estos libros, ni siquiera aquellas que se supondría criticables desde esta perspectiva, como podría ser el caso de los sindicatos. Otra pista sobre los significados posibles de la reconciliación, la brinda Vicente Massot en su libro Matar o morir: "Toda guerra irregular que apela al terrorismo implica un proceso de regresión hacia lo tribal, cuya naturaleza radica en la no distinción entre violencia y crimen. Con estas coincidencias particulares e insalvables: que el ejercicio del terror como arma política supone transformar a las personas contra las que se apunta, de sujetos cuya existencia se valora, en meros objetos destinados a ser destruidos. Cuando una organización política se militariza y se vertebra bajo las características de guerrilla, en realidad está rompiendo los fundamentos de la guerra convencional. (...) los aparatos armados clandestinos recusan las insignias fijas y visibles en las ropas de sus combatientes, no portan armas abiertamente y jamás respetan las costumbres del Derecho de Guerra, características que los igualarían a los ejércitos regulares. Al violarlas, el guerrillero pasa a convertirse en criminal. Y la guerra, a partir de ese momento, adopta las formas de la enemistad absoluta, que nunca se da entre ejércitos clásicos". Además, de estar muy lejos de la ausencia total de sofisticación de Etchecolatz, este planteo establece que la lucha antisubversiva ha dejado una marca indeleble y que en verdad no hay reconciliación posible más que en la eliminación del enemigo y de sus expresiones ideológicas. La reconciliación implicaría la destrucción (el famoso término aniquilación, tan discutido) del otro en tanto tal.


¡Reconciliémonos!

Se puede encontrar una cierta renuncia a este afán de desaparición del otro en Un canto a la patria, escrito por Arturo C. Larrabure en homenaje a su padre, muerto por el ERP en 1974. El problema es que Larrabure pareciera no poder salir de la trama de Memoria Completa, y a pesar de sostener en muchos capítulos de su extenso libro que la enseñanza que le entregó su padre fue la necesidad de perdonar, aceptó que su libro fuera beligerantemente presentado por Bernardo Neustadt.

En el contexto planteado y dada la imposibilidad de resolver el tema de la reconciliación cuyo espíritu está en contradicción con la retórica, el contenido y el sistema de alianzas en que entran estos textos, lo que parecería importar es la verdad. De modo similar a lo que ocurre con el revisionismo del Holocausto —con su reciente episodio en Irán—, se trata de relativizar las cifras, discutir en términos semánticos (en el caso argentino, la noción de genocidio) y desviar los ejes de debate: por ejemplo, suele afirmarse en estos libros que, como resume Márquez, "no fueron 30.000 ni inocentes". Pero, ante esta repetición de procedimientos, si de verdad se trata, sorprende que se citen frases improbables de Gramsci sin referencia bibliográfica alguna, como hace Márquez en su primer libro, un error que repara en parte en el segundo, pero cuando se busca en las innumerables referencias a qué texto de Lenin pertenece la frase "Nunca hemos rechazado el terror ni podemos rechazarlo (...) esencial en un momento dado del combate" se comprueba que ha sido extraída de La rebelión de la nada o los ideólogos de la subversión cultural, de Enrique Díaz Araujo y cuyo título es explícito respecto de sus inclinaciones ideológicas. Es el mismo tipo de arrebato que recorre las páginas de cada uno de estos textos y que no parece la mejor premisa metodológica si la tarea propuesta es la de establecer verdades.

Frente a esta actitud cabe pensar en dos hipótesis, o la verdad, pese a las declaraciones, es un valor absoluto o no puede decírsela. Hay momentos en La mentira oficial donde se la roza en un par de párrafos cuya ambigüedad no deja de producir cierto escozor. Luego de aludir a los inconvenientes con la prensa y los poderes mundiales que hubiera acarreado dar a publicidad las ejecuciones a guerrilleros, Márquez sostiene que "el cuestionamiento que debe hacerse al respecto recae sobre la forma del procedimiento pero no sobre la legitimidad y necesidad del combate en sí. Vale decir: las críticas pueden caer sobre aspectos de tinte doméstico, o sea en cuanto a lo accesorio, pero no sobre lo principal". Es casi admitir que hubo ejecuciones en masa, algo que también declararía uno de los principales impulsores de esta defensa, Ramón Genaro Díaz Bessone, director del Colegio Militar, en la película Escuadrones de la muerte - La Escuela Francesa, dirigida por la periodista francesa Marie-Monique Robin. Una sinceridad que recuerda al célebre discurso de Himmler ante las SS en Posen y que contiene una especie de resumen de la llamada "solución final" y que culminó en el Holocausto. Reconciliaciones imposibles y verdades a medias pero siempre brutales. Una forma de ver el mundo que no se resigna al exilio y que parece creer encontrar hoy una brecha para volver a decirse. No siempre el huevo de la serpiente logra tener cría, pero no deja de aspirar a sobrevivir como especie cuando encuentra un nido donde pueda llegar a establecerse.


Fue Don Dinero

En esta lista de libros, a los que acaba de agregarse Yo asumo, de Norberto Cozzani, ex integrante de la Bonaerense que fue el único en rechazar los beneficios de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, hay poco lugar para la ficción. Tal vez una rara excepción sea Victoria, texto al que su autor, Enrique Gassiebayle, define como "una novela, simplemente una novela", aunque descrea del género, pues anuncia en la contratapa que sus dos próximos libros serán una indagación en el mundo del poder periodístico y una reflexión sobre la democracia. Tras saltearse algunas zonas de racismo explícito ("Tenía aspecto de chinita boliviana, pero sin embargo era muy linda") y de humor involuntario, como no querer hablar de "bueyes perdidos" con un ganadero, Victoria trata de indagar, a la manera de los novelistas de 1880, en los motivos que llevaron a los integrantes de la alta burguesía a unirse al enemigo. Al hacerlo, apela a todos los lugares comunes adjudicados a la guerrilla: perversión (hay un incesto entre hermanos), falta de afectos y vinculaciones a la droga; sin aportar otra hipótesis que cierta debilidad de la clase ante el dinero. Lo que reafirma su parentesco con la zona de no ficción; el dinero es lo único reprobable.


Fuente: Revista Eñe, Clarin, 30/12/06

Represión online 2006

Algunos sitios que defienden el terrorismo de Estado:

www.memoriacompleta.com.ar
Parece el lugar desde donde se organiza la nueva movida pro-proceso.

www.ladecadadel70.com.ar
Un perfil más militar tanto en su iconografía como en su tono.

www.aunar-informa.com.ar
Aquí la "Asociación unidad argentina" informa las novedades de los represores presos.

www.circulomilitar.org
En un perfil profesional, permite bajar marchas militares en mp3, es sitio de expresión de su presidente, Díaz Bessone. Armando Ribas es columnista.

www.fortunecity.com
Tiene foros destinados a refutar a los organismos de Derechos Humanos o a defender al sacerdote Christian von Wernich.

www.apropoba.com.ar
De la Asociación profesional de policías de la provincia de Bs. As., si bien parece embarcado en una disputa personal con el gobernador Solá, hace curiosos comentarios acerca del destino de Julio López.

Fuente: Revista Eñe, Clarin, 30/12/06


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