PAROLAS, ESPICHES Y CHAMUYOS

NOTAS EN ESTA SECCION:
El tango alegre    |    El ciruja    |    Sobre lunfardo    |    Notilunfa

NOTAS RELACIONADAS:
El Habla de los argentinos  |  1000 palabras que no están en el Diccionario del Habla de los argentinos  |  Los tangos censurados

ENLACES RELACIONADOS
El tango y sus invitados  |  http://ar.geocities.com/lunfa2000/queesellunfardo.html

LECTURA RECOMENDADA
Luis Alposta - Mosaicos porteños (fragmentos)

El tango alegre

"Sacudime la persiana", "Qué polvo con tanto viento" y "Dos sin sacar" son algunos de los títulos de los primeros tangos, tangos que hoy no reconoceríamos como tales, pues aún el bandoneón no se había instalado en medio de la escena, y la música tenía un rasgo alegre y festivo antes que melancólico.


Muchos dicen que el nombre original de "El Choclo" era "El Choto", cosa imposible de poder asegurar, pero no hay dudas que "choclo", alude sin ninguna complicada elipsis al pene.


Otros títulos: "La concha de la lora", cambiado a "La cara de la luna" (lora se le decía a las prostitutas gringas que en general eran europeas), "El fierrazo", "Colgate del aeroplano", "El 69", "Siete pulgadas", "Qué polvo con tanto viento", tema éste último del cual el pibe Ernesto tomó la primera parte para escribir "Don Juan".


Generalmente estos tangos se editaban con una ilustración en su carátula que tenía un carácter equívoco. Así en "Afeitate el 7 que el 8 es fiesta" , tango de Lagomarsino, podía verse un almanaque en el que caía la hoja del día siete y se dejaba ver la del ocho. "Va Celina en la punta", otro título del tango primitivo, donde en la carátula se veía una yegua de nombre Celina, ganando una carrera en el hipódromo. Hay un tango de Terés titulado "Tocame La Carolina". En la carátula el dibujo representa una pareja sentada en el sillón. Al lado hay un piano. En el atril se ve una partitura titulada "La Carolina". El hombre algo le está diciendo a la dama. La duda es si lo que dice el hombre es el título de la obra, o le está diciendo " Tocamelá, Carolina".


Ernesto Zóboli da a conocer un tango en 1905 que titula "Hacele el rulo a la vieja". La sustitución de la palabra "rulo", daría el verdadero sentido a este tango. Y que decir de "Cara Sucia". Se dice que su título original sería la sustitución de "cara" por "concha". Su autor sería un músico olvidado, que murió en la miseria: el violinista Casimiro, llamado " El negro Casimiro".


Concluimos con esta incompleta lista de tangos primitivos con títulos de doble intención con "Tocamelo que me gusta" de Mazzoni, "El Fierrazo" de Macchi y "¿Dónde topa que no dentra?" de Gobbi.


La intención festiva y burlona, un tanto elemental y que carga las tintas en la grosería más vulgar sin ningún tipo de disimulo, fue dejando paso a la letra más elaborada y profesional. Hoy en día estos títulos apenas si harían esbozar una sonrisa a algún adolescente, pero hay que tener en cuenta que a fines del siglo XIX y principios del XX eran toda una transgresión cultural hacia los valores establecidos de una sociedad represora y reprimida en relación a lo sexual.


De "Hacele el rulo a la vieja" a "Nieblas del Riachuelo" el tango ha recorrido, en menos de 100 años, un larguísimo camino. ¿Es el mismo tango? Sin duda, pero aquello era la infancia, y a los chicos, ya se sabe, les gusta repetir palabrotas hasta el hartazgo y bromear con el mundo lejano, oscuro, misterioso y profundamente deseado de la sexualidad. 
 


El ciruja

El Ciruja, tango escrito por Francisco López Merino en 1926, es quizás uno de los tangos en lunfardo por excelencia. Nos han escrito preguntando cuál es el significado de su letra. Hemos intentado aquí una especie de "traducción" al español corriente. El Ciruja es la historia de una hombre que sale de la cárcel, recuerda su pasado, su relación sentimental y el crímen cometido. Ciruja significa recolector de residuos, pero en este contexto, donde también se lo define como matón, debe entenderse como marginal y transgresor, aunque algunos opinan que ciruja sería apócope de "cirujano", debido a la habilidad del personaje con el cuchillo... Asimismo Cafiolo, que en lunfardo significa proxeneta, debería entenderse aquí como como "vividor" o aprovechado de las mujeres. Si aún te resulta poco transparente podés consultar el Mataburro Lunfa  o el Glosario del libro Lunfardo en el tango, de Eduardo Pérsico.
 

EL CIRUJA

Como con bronca y junando (Como enojado y mirando; junar: mirar, reconocer)

de rabo de ojo a un costado, (de rabillo de ojo)

sus pasos ha encaminado

derecho pa'l arrabal. (directo a las afueras de la ciudad)

Lo lleva el presentimiento

de que en aquel potrerito (potrero: solar o terreno baldío)

no existe ya el bulincito (bulín: casa, habitación o cuarto de hombre solo)

que fue su único ideal. (que apreciaba o tenía por valioso)


Recordaba aquellas horas de garufa (garufa: juerga)

cuando minga de laburo, se pasaba (cuando no trabajaba; minga: nada)

meta punguia, al codillo escolaseaba (robaba y jugaba juegos de azar; punguear: robar)

y a los burros se ligaba un metejón: (y en el hipódromo se entusiasmaba; burros: caballos)

cuando no era tan junado por los tiras, (no era reconocido por los agentes policiales; junar: reconocer)

la lanceaba sin tener el manyamiento, (robaba sin ser reconocido; lancear: robar)

una mina le shacaba todo el vento (una mujer le quitaba todo el dinero; vento: dinero)

y jugó con su pasión. (y se burló de él)


Era un mosaico diquero (era una joven presumida; mosaico: moza; darse dique: alardear)

que yugaba de quemera, (que vivía en La Quema, zona suburbana donde se quemaban residuos)

hija de una curandera (hija de una bruja)

mechera de profesión, (ladrona profesional; mechar: esconder lo robado entre la vestimenta)

pero vivía engrupida (vivía engañada o seducida; grupo: mentira, engaño)

de un cafiolo vidalita (proxeneta o "vividor" sin recursos)

y le pasaba la guita (le entregaba el dinero)

que le shacaba al matón. (que le robaba al ciruja)


Frente a frente, dando muestras de coraje,

los dos guapos se trenzaron en el Bajo, (se enfrentaron en el Bajo, zona adyacente al puerto)

y el ciruja, que era listo para el tajo, (que era hábil en el manejo del cuchillo)

al cafiolo le cobró caro su amor...


Libre ya de la gayola y sin la mina, (libre de la cárcel y sin la mujer)

campaneando un cacho 'e sol en la vereda, (mirando de soslayo un rayo de sol en la acera)

piensa un rato en el amor de la quemera

y solloza en su dolor.

Algunas versiones de El Ciruja han sufrido irritantes y, a la distancia, risibles modificaciones en la voz de los cantantes, por ejemplo la excelente versión de Julio Sosa y Leopoldo Federico peca no solo de infidelidad a la letra original sino también de pacatería de señora indignada, al modificar aquellas partes de la letra que en su momento parecieron, a los intérpretes o a quienes los asesoraban (seguramente algunos fruncidos moralistas de ocasión de las discográficas), transgresoras en demasía. Más información en este sitio


Sobre lunfardo

Dijimos en otro lugar que este website no tiene el propósito de ser una página sobre el lunfa, sino, simple y llanamente, hacer uso de él. Jodón, si se prefiere; humorístico, si se entiende; irreverente, si se soporta. Estirando este argumento, tal vez hasta el mismo término no resulte conveniente, y debamos hablar más de lengua popular antes que de lunfardo.

Debemos ser, quizás, la única web con un mataburros que constantemente se enriquece con el aporte de sus visitantes. El mataburros de El Ortiba tal vez carezca de rigor lexicográfico o de definiciónes gramaticalmente intachables. PERO ESTA VIVO. Recibimos más o menos un email por semana con sugerencias, que no siempre son nuevas o acertadas, pero llegan. Tratamos de separar la paja del trigo, con sentido común, y descartar los neologismos adolescentes, las flores de un día o las ocurrencias momentáneas. Podría decirse que el nuestro no pretende ser el "diccionario oficial" (que no puede haberlo), pero pertenece a la gente, está en Internet para todos y no cuesta un solo mango. Cuando los hablantes se expresan libremente no están pendientes de lo que opinan la Academia Argentina de Letras o la Real Academia Española, pero parece que cuando uno se manda con una poesía o una letrita lunfa debería estar expectante del visto bueno de una academia de cartón pintado y de unos académicos con actas y sillones copiados de la otra, quizás -solo quizás- más seria y más real, la de las letras. Resulta irónico que unos señores que han puesto manos en un asunto tan popular como el lunfardo se invistan de tanto decoro y solemnidad. La pregunta del millón es: ¿Por qué la Academia del lunfardo, si tanto quiere parecerse a la de las letras (con actas, sillones y todo) no se copia de y pone -gratis- en Internet un diccionario de lunfardo como la gente, como lo hace la RAE? Sería el lugar indicado y enlace obligado de tantas páginas del mundo entero dedicadas al lunfardo y que, en la mayoría de los casos, tocamos de oído. De refilón otra pregunta: ¿Por qué la Academia de las Letras Argentinas no sube a Internet el Diicionario del Habla de los argentinos? Una Academia de Letras no puede tener fines de lucro, no puede ser una empresita capitalista, si no lo hace suponemos que debe ser porque no tienen guita para hacerlo. Pero entonces ¿por qué no manguean un subsidio al Estado? La Ciudad de Buenos Aires, por un decir, gasta un platal en boludeces informáticas, por estar en Internet, y garpan por cada sistema operativo Windows instalado en sus máquinas (deberían usar Linux que es gratis). Preguntas, preguntas, lector, que tal vez algún día tendrán respuestas.

Tal vez haya tenido razón Borges al decir que el lunfardo es un invento de cierto señor chupavela y reaccionario. Claro, el lunfardo que suponía el bueno de Borges, un lunfardo obsecuente con el poder, prolijito, descaradamente alejado de la gente y revestido de argumentos chupamedias hacia la Real Academia Española. Bien clarito ha expresado esa academia que no se trata de romper con la unidad del español sino que el lunfardo es algo así como un jueguito, una chanza, casi un pasatiempo de escolares. Lo mismo que pensaba el bueno de Borges. Y a este señor -chupavela y reaccionario si los hay- después de todo no le fue tan mal con el invento (por la jubilación de privilegio, digo). Y no me digan que la posición política tiene poco que ver, casualmente don Mario Teruggi, uno de los mejores conocedores y estudiosos del lunfardo, fallecido en 2002, no pisó jamás la Academia, así como muchos de los más grandes escritores argentinos ignoraron olímpicamente la existencia de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores). Las instituciones no hacen a las personas, sino exactamente al vesre.

¿Por qué debemos garantizarles a los gallegos que no es nuestra intención romper con la unidad del idioma? Por qué tenemos que dar explicaciones de lo que acá y como acá decimos y escuchamos? ¿Qué sabemos nosotros y qué saben los académicos para dónde va a disparar la lengua popular en 50, 100 o 500 años, si apenas sabemos lo que vamos a comer esta noche, y algunos, muchos, ni eso?

Causa tanta perplejidad escuchar hablar a cierta gente del lunfardo, refiriéndose a lo que es y a lo que no es, que uno no puede menos que asociarlo a la opinión de los músicos "serios" sobre la cumbia villera: no es música de verdad, es un bochinche grosero e intolerable. ¡Qué cagada, esta la noche Los Pibes Chorros no van a poder dormir por la preocupación!   

Es que todo es tan almidonado y estructurado en el tema lunfardo, que a los legos nos intimida tanta ostentosa sapiencia, tanta sabihondez, erudición y acartonamiento, como si de veras el lunfardo se tratara de un precioso don de generaciones seculares. Hay cierto papismo exagerado en los lunfardólogos oficiales u oficialistas, tan dispuestos a velar por la "corrección y pureza", cuando la misma Academia Nacional de Letras, por boca de la fallecida presidente Ofelia Kovacci, abandonó ese ridículo propósito de los años 30, cuando fue fundada, reconociendo que la lengua es dinámica, no tiene dueños y cambia constantemente. 

En fin, por lunfardo entendemos un amplio r
epertorio de voces y modismos populares del Río de la Plata surgido hacia fines del siglo XIX.

Según lo define el Diccionario de la Real Academia Española de Letras : LUNFARDO. 1. m. Habla que originariamente empleaba, en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, la gente de clase baja. Parte de sus vocablos y locuciones se introdujeron posteriormente en la lengua popular y se difundieron en el español de la Argentina y el Uruguay. 2. m. Arg. y Ur. p. us. delincuente (Con respecto a eso de "clase baja", ya nos suponemos con los valores de qué clase se identifican los lexicógrafos que pretender determinar como debería hablar la gente, si se acusa de sexista a la RAE, también se la debería acursar de elitismo clasista). 

Esto es lo que dice el Gran Diccionario Enciclopédico Grijalbo : LUNFARDO (del francés lombard, 'lombardo', por la mala fama mercantil de los de dicha nación) adj. y m. Jerga delincuente de Buenos Aires; sus diferencias con el castellano son meramente léxicas, con aportaciones del ingles, francés, italiano y de germanías españolas; otras palabras surgieron por inversión, metáforas, etc. Popularizado por el tango, ha perdido parte de su función original y en cambio, ha adquirido cierto carácter literario; existe una academia del lunfardo en Buenos Aires. || Ladrón, rufián.

Esto es lo que dice José Gobello en el website El Sur del Sur www.surdelsur.com

El tango y el lunfardo ciertamente no son hermanos. El tango tiene sangre negra y el lunfardo la tiene gringa. No estoy tomando partido, en cuanto al tango concierne, en la polémica trabajada entre hispanistas y negrólogos; digo, simplemente, que lo que de español tiene el tango es también de estirpe africana; inclusive el tango andaluz había sido afrocubano. Más claro tengo la cepa lunfarda injertada al árbol del hablar popular de Buenos Aires, en la que tan fuerte tallaban las voces y los giros campesinos.

Considero impropio hablar del tango como una unidad. Sospecho, más bien, que el tango del compadrito -alegre, zafado, veloz en el baile y jacarandoso en el canto- no es el mismo tango del hijo de inmigrantes -triste, sentimental, reconcentrado en el baile, frecuentador de torvas historias de amores y traiciones en su letra-. Al primero lo personifico en Villoldo; al otro, en Contursi. Y bien, ya el tango de Villoldo abrevó en el lunfardo, aunque no muy copiosamente, inclusive porque para aquella época el lunfardo no era muy copioso. Si el lunfardo hubiera sido la conmixtión del habla del compadrito con la del inmigrante, habría derivado al papiamento, a créole, a lengua mixta. Pero, aunque la escuela pública, al afianzar el idioma nacional, que era el castellano, impidió un desaguisado lingüístico más propio de un puerto franco que de una nueva y gloriosa nación, no pudo evitar que algunas voces oriundas de Italia -del italiano mismo, del genovés, del napolitano, del furbesco- se prendieran a los labios del compadrito, que comenzó a italianizar y a mezclar voces de Europa y de la campaña, como el protagonista del tango Ivette, de Pascual Contursi:
"¿No te acordás que conmigo / usaste el primer sombrero / y aquel cinturón de cuero / que a un esmujenle amuré? / ¿No te traje pa tu santo / un par de zarzos debute, / que una noche a un farabute / del cotorro le pianté? / Y con ellos unas botas / con la caña de gamuza / y una pollera papusa / hecha de seda crepé".

El tango -no el cuplé que lo prefigura, sino el tango hecho y derecho, tomado de los pies de los bailarines para llevarlo a los labios- comienza a tener letra cuando Contursi se la escribe. La primera, si no cronológicamente, al menos por su importancia, es la del tango Lita, rebautizado Mi noche triste. Aquellos octosílabos memorables comienzan con un vocablo lunfardo, "percanta que me amuraste". Sobre el modelo de Contursi, muchos otros letristas lunfardizaron, sobre todo Celedonio Esteban Flores, quien lo hizo con gran talento. Homero Manzi -en cuya genealogía poética se encuentran González Castillo y Borges- prescinde de ese vocabulario chúcaro, y lo mismo hace Discépolo en sus años postreros. Homero Expósito tampoco lunfardizó, salvo por excepción. Y el tango moderno, cuyo príncipe es Horacio Ferrer, acude a él con sabiduría, más que como lenguaje, como toque literario.
 


Submarinos, perejiles y jergas insurreccionales

El habla popular desde la óptica policial

Por Horacio Sacco

Un aporte interesantísimo sobre el habla popular rioplatense es el del comisario retirado Adolfo Enrique Rodríguez en el Diccionario de Lunfardo que pone a disposición de sus lectores la prestigiosa web Todo Tango. En la introducción a su diccionario el comisario hace una prolija enumeración de las abreviaturas que utilizará:  "Siguiendo a Escobar, hemos incluido la abreviatura ins. comprensiva de lo referido a la jerga terrorista, subversiva y/o insurreccional; y de acuerdo a la tendencia concretada por Gobello en su último diccionario, diferenciamos la jerga lunfarda de la carcelaria y de la delincuente, que generalmente eran incluidas en la primera." Joya.

Las abreviaturas son muchas, por ejemplo delinc. (delincuente) pertenece a la jerga delincuencial; pol. (policial); a la de la policía, est. (estudiante) a la de los estudiantes, etc.

El comisario define bastante bien el término "picana": Elemento para torturar aplicando corriente eléctrica, ¡pero se olvidó de poner su origen, que debería ser, según él mismo, pol. (policial)! La verdad de la milanesa es que el comisario lunfardólogo obvió insertar el origen policial en su definición de picana porque hacerlo equivaldría a señalar y aceptar (aunque sea a través de un diccionario de lunfardo) que las fuerzas de seguridad y el orden hicieron y/o hacen uso de ese tormento. 

Lo mismo hace con "parrilla": Mesa o cama metálica sobre la que se coloca a una persona para aplicarle picana eléctrica. ¿Quiénes inventaron y nombraron primero a la picana y la parrilla, los delincuentes? ¿Quiénes hablaban de esta manera: "A vos, hijo de puta, te vamos a emparrillar", ¿acaso los que él llama subversivos? ¿O los mismos represores?

"Perejil" es definido por el comisario como "(ins) Fanático ingresado a una organización extremista al que se inicia en la comisión de actos de violencia// (pop.) confiado (JC.), crédulo (JC.), tonto (JC.), gil, otario// (medic.), aborto intencional", la abreviatura "ins", al principio de la palabra, significa que para el comisario el término proviene de la "jerga insurreccional". Nótese con qué facilidad fluye raudamente de la pluma del comisario el lenguaje de bando militar de los años de plomo.

Veamos ahora lo que dice Wikipedia sobre el término submarino en su acepción no académica ni lexicográfica sino popular: "Forma de tortura aplicada en cárceles de diversos países como método para lograr ablandar a los reos y extraerles información". El submarino presenta dos variantes: el "submarino seco" y el "submarino mojado":
- El submarino seco consiste en colocarle una funda plástica en la cabeza del imputado, hasta que su propia respiración lo ahoga.
- El submarino mojado consiste en maniatar al reo e introducirlo de cabeza en un tanque con agua salada, orina u otro líquido, con las piernas suspendidas hacia arriba hasta que empieza a ahogarse. Esta tortura también puede incluir descargas eléctricas inducidas por cables conectados a un tomacorrientes o un foco."

Pero entre los casi 13.000 términos que define el erudito comisario, en un diccionario que pretende reflejar el habla popular, el submarino es nada más que un "Vaso de leche caliente servido con una barra de chocolate que se disuelve lentamente revolviendo con cuchara".  Como elemento de tortura no dice ni mú.

O el hombre es muy ingenuo, poco informado, o nunca quiso saber o hacernos saber a través de su diccionario, que submarino (sobre todo en Argentina) significa algo más que un vaso de leche caliente con una barrita de chocolate.

La información del comisario es, en primera instancia, parcial, recortada e incompleta. Y en segunda falaz y tendenciosa. Una lástima que el comisario, o los responsables del espacio web donde se halla alojado el diccionario, no se hayan percatado de estas pequeñeces, que sería oportuno enmendar después de 27 años de democracia.

De todos modos reproducimos íntegramente la introducción porque nos parece interesante:

Según ha establecido Soler Cañas, el primer vocabulario lunfardo en nuestro medio, se publicó el 6 de julio de 1878 en el diario La Prensa, bajo el título "El dialecto de los ladrones". El autor anónimo del mismo -que él reprodujo ("Antología del Lunfardo", Cuaderno 28 de Crisis, Cielosur Editora S.A., Buenos Aires 1976)- mencionó como fuente de información de la nueva lengua que se incuba en el seno mismo de Buenos Aires, a un comisario de la Policía de la Capital (hoy Policía Federal Argentina) que no identificó, consignando 29 voces y locuciones con sus respectivas traducciones. Entre las primeras figura lunfardo=ladrón, con lo que. apareció por primera vez escrita la expresión como comprensiva del delincuente que hurta o roba, más tarde ampliada a estafador (cuentero), y luego a malviviente en general, pasando después el nuevo léxico a ser utilizado por el compadrito (Individuo del suburbio porteño provocativo, pendenciero, vanidoso, valentón, de actuar afectado y vestimenta llamativa -pantalón a la francesa, saco corto y ajustado ribeteado con trencilla, pañuelo largo anudado al cuello, sombrero de ala ancha y baja adelante, y botines de taco militar) bonaerense, y más tarde por el bajo pueblo, para luego avanzar sobre el centro de la ciudad, terminando por ser una forma coloquial y popular porteña de comunicación, en constante aumento y desarrollo en todas las clases sociales, a punto de que quienes no lo usan en su habla, al menos lo comprenden en gran parte. Así dejó de ser exclusiva jerga delincuente e irradió al Gran Buenos Aires, a las principales ciudades del interior del país, y al Uruguay.

Su extraordinaria difusión en nuestro medio y aún su condición de exportador de vocablos al resto de América Hispana y Portuguesa, ha dado lugar a que la Real Academia Española, se viera obligada a registrar referencias a él, actualmente en la siguiente forma (REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, Madrid 1984, Vigésima Edición, 2 tomos, Talleres Gráficos de la Editorial Espasa Calpe):

LUNFARDO. Argent. Ratero, ladrón.// 2. Argent. Chulo, rufián.// 3. Jerga que originariamente empleaba, en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, la gente de mal vivir. Parte de sus vocablos y locuciones se difundieron posteriormente en las demás clases sociales y en el resto del país.

Inicialmente la R.A.E. definición la voz lunfardo solo como: "Argent. Ratero, ladrón. Argent. Chulo, rufián, Caló o jerga de la Argentina". Ello dio lugar a que del Valle, considerándola deficiente, elaborara otra de mayor amplitud y precisión, que fue publicada en el diario Democracia del 5 de febrero de 1953, que remitió al Secretario Perpetuo de la Real Academia Española, D. Julio Casares, quien al acusar recibo el 23 de marzo siguiente, ampliado el 11 de abril del mismo año, le adelantase sería incluida en la edición 18ª. del Diccionario grande, lo que en efecto ocurrió en 1956, consignándose en el mismo: Argent. Ratero, ladrón. 2. Argent. Chulo, rufián 3. Lenguaje de la gente de mal vivir, propio de Buenos Aires y sus alrededores, y que posteriormente se ha extendido entre algunas gentes del pueblo (Del VALLE, Enrique Ricardo, Lunfardología, Editorial Freeland, Buenos Aires 1966, pp. 43_44, y Comunicación M 10 de la Academia Porteña del Lunfardo), con la variación que consignamos en el párrafo anterior, para la 20ª. edición de 1984.

En cuanto al origen de la voz lunfardo, Villanueva ha precisado que deriva del dialecto romanesco (de Roma), del vocablo Lombardo que significa ladrón, corrompido en Lumbardo, y éste en Lunfardo (VILLANUEVA, Amaro, El Lunfardo, en revista "Universidad" N° 20, abril-junio 1962 de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe 1962, pp. 13-42). El nombrado autor expresa haber encontrado en el Vocabulario Romanesco de Filippo Chiappini, (Edizione postuma delle Schede a cura di Bruno Migliorini, Seconda Edizione, Roma 1945: Lombardo, Lombardare, verbo attivo, Rubare. Lombardo. Ladro.)

Después de la publicación anónima citada en el primer párrafo, sigue cronológicamente Benigno B. Lugones, quien en el diario La Nación publicó el 17 de marzo y el 6 de abril de 1879, sus artículos Los Beduinos Urbanos, y Los Caballeros de la Industria, ambos con el subtítulo de Bocetos Policiales, en los que registró 54 voces del que llamó caló de los Ladrones. De ellas 12 habían sido dadas por el autor anónimo antes citado, con lo que aumentó el léxico de los lunfardos con 42 nuevos términos. Gobello, nos ha dado ordenadas alfabéticamente las voces utilizadas por Lugones (GOBELLO, José, Vieja y Nueva Lunfardía, Editorial Freeland, Buenos Aires 1964, pp. 14-15) y además ha reproducido por primera vez textualmente los dos artículos citados.

Lugones, era por entonces integrante del personal de la Policía de la Capital, y se ha dicho que la publicación de que fue autor dio lugar en la Jefatura del coronel José Ignacio Garmendia, a que el Oficial 1º Máximo Paz, a cargo interinamente de la jefatura, de la Institución.

El diario La Nación, a raíz de ello comentó desfavorablemente la medida y reprodujo una carta de Lugones del 14 de octubre de 1879 en la que el mismo precisó que la arbitrariedad de que había sido objeto, y que atribuyó a Garmendia, no a Paz, se debió -sin que constara en documentos oficiales- a la publicación el día 5 anterior, en el número 18 de la Revista Literaria, de un artículo en el cual, tomando rasgos de distintos empleados de Policía, presentó un comisario y un oficial que siendo tipos ideales son la caricatura de algunos vicios de que adolece el personal de nuestra Policía. Continuaba diciendo que se le había destituido del puesto que había ocupado durante seis años (Diario "LA NACIÓN" del 15 de octubre de 1879).

Buscando en el Centro de Estudios Históricos Policiales "Comisario Inspector Francisco L. Romay, de la Policía Federal Argentina, antecedentes al respecto, hemos hallado las siguientes constancias de ingresos y egresos de Lugones (CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS POLICIALES "Comisario Inspector Francisco L. Romay", Carpeta N° 44):

LUGONES BENIGNO 1875 Febrero 26. Nombrado Oficial Escribiente

LUGONES BENIGNO 1876 Agosto 24. Dejó su empleo

LUGONES BENIGNO 1878 Agosto S. Nombrado Oficial de Mesa

LUGONES BENIGNO 1879 Octubre 14. Renunció de Oficial de Mesa

Es decir que su baja figura oficialmente como consecuencia de una renuncia al cargo y no como separación o cesantía, y que su antigüedad en la Institución fue menor de 3 años, sumadas las dos permanencias que constan. Deducimos, que posiblemente renunció ante la amenaza de ser dejado cesante, sanción de que debía ser objeto pues como integrante de la Policía, no podía ridiculizarla como lo hizo, en el procedimiento ficticio que relató en la Revista Literaria aludida. En el relato se refirió al requerimiento de un comerciante a un oficial inspector, para la detención de dos responsables de un gasto impago, pues los mismos había comido en su fonda sin tener dinero para ello -CIRCULO CIENTÍFICO LITERARIO, Revista Literaria N° 18 del 5 de octubre de 1879, Una Historia Verosímil - Comentarios al Código Penal, Buenos Aires. Ridiculizó asimismo al Comisario que dijo habría llegado a pagar de su bolsillo el gasto de aquellos, ante una supuesta desautorización del Jefe y el temor de una acción judicial contra él), procedimiento que era el del caso, con lo que se reveló -pese a su condición de policía- desconocedor de las disposiciones entonces vigentes, lo que se explica pues por sus funciones era un policía de escritorio.

Sigue luego un relato anónimo, publicado el 11 de febrero de 1887 en el diario La Nación intitulado Caló Porteño y el subtítulo Callejeando, que Soler Cañas ha reproducido. El mismo contiene un supuesto diálogo entre dos compadritos en un apartado barrio portero, uno de los cuales alardea que nunca lo podrán llamar lunfardo, pero empleando él y su interlocutor, abundantes expresiones lunfardas, las que han sido explicadas por Gobello. De las 46 vertidas en el diálogo sólo figuran 6 de las enumeradas anteriormente, con lo que el nuevo léxico se enriqueció con 40 voces nuevas.

La aparición dos años más tarde de un libro de Piaggio, incluyendo el texto anterior, probó su autoría que ya había anticipado Soler Cañas, pues en nota de pie de página, Piaggio consignó que para escribirlo debió confeccionar un pequeño diccionario de argentinismos del pueblo bajo que lamentablemente extravió. Agregó asimismo que él daría la acepción de muchos términos que quizá no puedan adivinarse sino por los porteños y no por todos sino por los muy porteños (PIAGGIO, Juan A., Tipos y Costumbres bonaerenses, Buenos Aires 1889, citado por Soler Cañas en Orígenes de la Literatura Lunfarda, Buenos Aires 1965, pág. 39).

En 1888, Drago expresó, aunque ya implícitamente estaba dicho por los autores anteriores, que la palabra lunfardo designaba al mismo tiempo la jerga y a los que se valían de ella. En su trabajo que reprodujo la conferencia que dictara en el Colegio Nacional el 27 de junio, incluyó 34 expresiones, entre ellas 8 hasta entonces no divulgadas, ensanchando en esa forma la jerga que calificó de lenguaje pintoresco y cínico, destinado como dicen los mismos criminales a ocultar sus comunicaciones a los extraños, citando conceptos de Lombroso en el sentido de que todos los gremios y oficios, como las diversas capas sociales, y aun los diferentes géneros de literatura, tienen sus modos peculiares de expresión. Al referirse a las voces por él empleadas, agradeció la amabilidad del comisario Ignacio Socas, por haberle facilitado la ocasión de hablar con algunos de los principales y más conocidos lunfardos (DRAGO, Luis María, Los hombres de Presa, con introducción del doctor Francisco Ramos Mejía, 2ª. edición, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires 1888, pp. 101-110).

En 1896, en el libro Los que viven de lo ajeno, anónimo, del que Soler Cartas dio a conocer el fragmento El scruchante artillero, los autores, dos periodistas desconocidos, utilizaron y además explicaron numerosas expresiones lunfardas.

Bajo el seudónimo de "Fabio Carrizo", José S. Alvarez: en 1897, en el Capítulo XIV intitulado Mundo Lunfardo, de su conocido libro, empleó 34 expresiones de similar filiación, ampliando los vocabularios ya conocidos en otros 20 términos (CARRIZO, Fabio, Memorias de un Vigilante, Biblioteca del Pueblo, Buenos Aires 1897, pp. 83-143).

Este periodista, también conocido como "Fray Mocho", se había desempeñado como titular de la Comisaría de Pesquisas de la Policía de la Capital desde el 16 de octubre de 1896 al 3 de agosto de 1897, habiendo hecho preparar bajo su dirección la Galería de Ladrones, verdadero tratado de Criminología que mereció la atención de la cátedra a cargo del doctor José María Drago en la Universidad de Buenos Aires, pues incluyó en sus dos tomos la nómina de 200 profesionales de delitos contra la propiedad con sus respectivas fotografías, filiaciones, antecedentes policiales y judiciales y sus "modus vivendi" (RODRÍGUEZ, Adolfo Enrique, Historia de la Policía Federal Argentina 1880-1916. pp. 76-77 120 y 122).


El mismo año de 1897, apareció el primer Diccionario Lunfardo_Español de Dellepiane, que amplió considerablemente el vocabulario hasta entonces recogido, pues utilizando sólo 60 de los 119 dados anteriormente, registró 441 voces y 179 locuciones lunfardas, poniendo así en evidencia que el nuevo lenguaje había hecho carrera.

Dellepiane calificó a las jergas delincuentes de todos los países, incluyendo el nuestro, como lenguaje especial enteramente propio, en el sentido de que ha sido formado por ellos mismos y de que no trasciende, por lo común, fuera de la atmósfera del delito, y a pie de página acotó que: No debe confundirse las voces lunfardas, las creadas por los criminales para su uso propio, pero que a veces suelen popularizarse, con los argentinismos.

Siguió al anterior el Novísimo Diccionario Lunfardo que el diario Crítica desde el 15 de septiembre de 1913, fecha de su primer número, publicó hasta su terminación el 17 de enero de 1915, diariamente en la página 5 y que alcanzó a contener numerosas entradas. Inicialmente anónimo, luego dejó de serlo, mencionándose como autor a Rubén Fastrás, periodista posteriormente identificado como José Antonio Saldías, y que aparentemente no alcanzó a publicarse en volumen independiente como reiteradamente anunció Crítica que ocurriría.

Soler Cañas, ha dejado bien aclarado que la autoría del Novísimo Diccionario Lunfardo, fue de Saldías y no de Juan Francisco Palermo, también periodista del mismo diario, como se conjeturó en diversas oportunidades. Ello lo determinó en virtud de los aportes de Felipe González Cadavid (Los Cronistas Pintorescos -Caras y Caretas- de octubre de 1915), de Amaro Villanueva (Los Lunfardos, año 1962), de Samuel Eichelbaum (referencias verbales a Villanueva), y de las comprobaciones personales de él posteriores al año 1960, a raíz de las cuales halló en Crítica del 3 de octubre de 1913 un dibujo en el que un ciudadano leía un libro con la inscripción en su tapa: "La Ilusión de Fastrás -Ver editado el diccionario lunfardo- y cinco avisos de los días 4, 8, 13, 29 y 30 de diciembre del mismo año, anunciando la aparición de la primera edición del N.D.L. de Rubén Fastrás, y una rectificación de éste acerca de un concepto vertido en el diccionario que se venía publicando, del 11 del mismo mes y año.

Al respecto hemos hallado una prueba terminante que corrobora la autoría de -Rubén Fastrás-, de fecha anterior a la citada, que hasta ahora ha pasado desapercibida. En efecto Crítica en su número del 2 de diciembre de 1913 (página 5), al reproducir vocablos de la letra 'T" del N.D.L., incluyó la voz Fastrás en la siguiente forma:

FASTRAS. Servidor de ustedes, que por modestia no se hace su biografía. Se dice también de los castañazos.

Consecuentemente, a partir de ese momento el Novísimo dejó de ser anónimo. En cuanto a la identificación de Fastrás como seudónimo de Saldías, ilustra con gran amplitud la Comunicación de Soler Cañas.

En orden cronológico de aparición posterior, debemos mencionar los diccionarios lunfardos de Villamayor de 1915 y el de autor anónimo que publicó la Revista de Policía de esta ciudad entre el 1 de junio de 1922 y el 1 de mayo de 1923, de aparición quincenal, que hasta ahora ha permanecido ignorado pues no se ha hecho de él mención alguna, pese a integrarse de 1521 entradas de voces, sin contar las numerosas locuciones. Si bien en el prólogo de su presentación intitulado El Idioma del Delito, su nombre fue el de DICCIONARIO DEL DELITO, reconociendo que los principales elementos de él habían sido tomados de la obra del doctor Dellepiane que llevó el primer nombre, pero por la cantidad de vocablos de su contenido, excedió en mucho al mismo.

Es ésta también ocasión propicia para consignar el hallazgo del hasta ahora esquivo Diccionario Lunfardo de Palermo, anunciado por éste en 1920 en Crítica y en su libro El corazón del arrabal, en el que adelantó que se trataría de un volumen de 400 páginas de 12 x 16 cm., que contendría más de 6.000 voces lunfardas y 100 biografías de delincuentes y paseanderos de fama, con prólogo de Félix B. Basterre e ilustraciones de 0. Soldatti. Decimos esquivo, porque los especialistas han llegado a considerar que no se publicó, por no conocerse ningún ejemplar.

Cabe destacar, que por atención del comisario (R) Ricardo Grajinera, integrante de la Comisión Honoraria del Centro de Estudios Históricos Policiales "Comisario Inspector Francisco L. Romay tuvimos ocasión de examinar el N° 8 de la revista Gaceta Policial de Buenos Aires, del 25 de agosto de 1926, en cuya página 9 aparece un fragmento del titulado Diccionario Lunfardo de Palermo, transcribiendo palabras de las letras "A" (el final de ellas) y "B" (el comienzo de las mismas). Por la misma vía nos enteramos de que en la Biblioteca Nacional existía la colección aunque incompleta.

Fue así posible en la Hemeroteca del citado repositorio, hallar los números 1 a 11 inclusive de la aludida revista, existiendo otros posteriores que llegan al Nº 59 pero con muchos faltantes. A partir del Nº 5 del 9 de julio de 1926, comenzó a publicarse bajo el título de Diccionario Lunfardo por Juan Bautista Palermo (Quique), con dedicatoria: A Natalio Botana, que planta árboles, tuvo hijos y concibió -Crítica":cuna de este volumen (IFP) el comienzo del diccionario tan buscado.

En el número 11, la publicación del diccionario se interrumpe y no vuelve a aparecer en los números que existen, lo que hace pensar que no se reanudó, pero ello será posible sólo determinarlo, cuando se hallen, por la consulta de los números faltantes, como así determinar si hubo números posteriores al 59. El contenido de lo publicado va de las palabras Abacorso (escrito que se eleva al Juez pidiendo la inmediata excarcelación del detenido. Lo mismo que Habeas Corpus), hasta Bronca (enojo, impaciencia), con un total de 363 voces (La Academia Porteña del Lunfardo, lo publicó en la Comunicación Académica N° 1168, del 25 de mayo de 1988).

Continuando, tenemos que el 16 de abril de 1930, la Revista de Policía que en los años 1922_1923 había dado cabida en sus páginas al anónimo Diccionario del Delito, vuelve a ser noticia con la publicación del Código Internacional de Delincuentes que hasta ahora era ignorado y que hemos exhumado. El mismo fue descubierto por el Inspector de la Policía Marítima de Recife (Pernambuco-Brasil) Oscar Pinagé que lo dio a conocer mencionando haberlo obtenido de un ladrón portugués de nombre Alberto Pinto expulsado como indeseable por la Policía de Río de Janeiro, que arribó a Recife en el trasatlántico "Almirante Yaceguay" donde Pinagé, ocultándose bajo el nombre de Pretozine, lo entrevistó recibiendo de Pinto la versión giria-portuguesa del Código, que se apresuró a copiar, la que previo fotocopiado hemos remitido a la Biblioteca de la Academia Porteña del Lunfardo.

Según Pinagé, el Código fue confeccionado por nueve individuos "poco recomendables", de ellos 3 de nacionalidad española, 2 italianos, 2 portugueses, 1 chileno y 1 francés, cuyos nombres dio, los que tuvieron la idea de concretarlo, ante la necesidad de disponer de un lenguaje convencional y secreto de comunicación entre ellos, en virtud de que habían dejado de serlo para las policías, las jergas usadas hasta entonces.

Previa una reunión que realizaron en una taberna de Lévida, nació en París en el año 1926 el mismo, a manera de diccionario integrado por 463 voces ideadas por ellos, y colocando cada uno en sus respectivos idiomas la traducción, que en portugués envió Pinagé a nuestra Revista de Policía.

También la hizo conocer a Edmond Locard, el célebre técnico policial francés que la difundió en la revista Detective, destacando la tendencia natural frente de la necesidad (de los delincuentes) de confiar su secreto a un seguro confidente, sin que se lo comprendan los indiscretos. El Código fue asimismo difundido en Francia por la Revue de Criminalistique.

Posteriormente Gobello y Payet, Cammarota, Casullo, Caparelli con Diccio y Kruizenga. Gobello, Dis, Vaccaro, Escobar y Tino Rodríguez han elaborado nuevos diccionarios lunfardos, prueba evidente de la importancia que se atribuye a esa forma de expresión popular porteña, que con anterioridad originara el 21 de diciembre de 1962, la fundación de la Academia Porteña del Lunfardo, con la finalidad principal del estudio de las peculiaridades del habla de la ciudad de Buenos Aires y de otras argentinas y rioplatenses, como así fomentar y auspiciar los estudios e investigaciones relativos a los porteñismos y lunfardismos y a las voces y giros del habla popular de las áreas antedichas.

Nuestro lunfardo y las jergas en uso, no son idiomas ni dialectos, sino solamente léxicos de voces y locuciones que aunque disponen de sustantivos, verbos y adjetivos, carecen de artículos, preposiciones, pronombres, adverbios y conjunciones, por lo que se ven obligados a utilizar los de la lenguaje española, al igual que el ordenamiento y disposición a que deben someterse las palabras, lo mismo que su sintaxis.

Por no ser voces cultas, no tienen generalmente cabida en los diccionarios de la lengua, por lo que hemos seguido el ejemplo de incluir no sólo los vocablos lunfardos, sino también los del lenguaje popular, vulgar y jergal, como asimismo los de origen extranjero que han logrado extraordinaria difusión en nuestro medio, en ocasiones con la grafía de su pronunciación, y en otras con las de su escritura correcta.

Jergas del hampa y de otros orígenes que mencionaremos, existen en todos los países del mundo y a veces en regiones limitadas de los mismos y aún en determinadas ciudades, y dentro de ellas, hasta en barrios. Ellas han sido citadas por los siguientes autores:

Drago en 1888 registró:

FRANCIA: argot
INGLATERRA y ESTADOS UNIDOS: slang
ARGENTINA: lunfardo

Dellepiane en 1894 amplió:

ESPAÑA: germanía, hampa o caló, y bribia
ITALIA: gergo

Villamayor en 1915 consignó:

BRASIL: gíria dos gatunos

Cammarota en 1963 incluyó:

INGLATERRA: cant
ALEMANIA: gaunersprache o rothwelsch
ESPAÑA: jerigonza
PORTUGAL: calao
HOLANDA: bargoens
CHINA: hiantchang
INDIA: balaibalan

García Giménez en 1964 menciona:

FRANCIA: narquois y jargón

Del Valle en 1966 amplió a:

CHILE: coa
DINAMARCA: koeltringelatin y proevelikvant
BUENOS AIRES Y SUS ALREDEDORES: vesre o verres, o verse, o resve (inversión silábica de voces cultas y lunfardas).
CENTROAMERICA: malespín (similar a nuestro vesre).
MÉXICO: caroleno (similar a nuestro vesre), y Caló
PANAMÁ: revesina (similar a nuestro vesre)
PERÚ: replana y cantuja
INGLATERRA: flash (antiguo nombre de las jergas)
CUBA: briba
ITALIA: furbesco
FRANCIA: patois
BOHEMIA: hantyrka
ESPAÑA: zincaló (gitano)
ARGENTINA: jeringozo (jerga estudiantil) que intercala una partícula entre las sílabas.

Cela, en 1971 añadió:

AFRICA NEGRA: pichinglis (jerga dialectal del inglés)
ALEMANIA: agregó kokamloschen como jerga del hampa.
CHINA: pidgin_english (lengua franca hablada entre indígenas y extranjeros)
ESPAÑA: romanó o zincaló, chipialé o chipicallí (lengua de los gitanos); Fetel, Ful, fulastre, madeja o rumano (en la jerga del hampa española su lenguaje.)
ISRAEL: españolit, ladino o judeo_español
ITALIA: cobertanza y gerga
RUMANIA: Fetel, smechearasca
RÍO DE LA PLATA: cocoliche (jerga de los inmigrantes italianos)

Trejo, en 1968, contribuyó con:

MÉXICO: caliche o tatacha fu
COLOMBIA: caló
GRECIA: tchinghiane
SUDOESTE DE ESTADOS UNIDOS: pachuco (comunidades hispánicas)
PORTUGAL: jerigonça

Teruggi en 1974, incluyó:

RUSIA: shargon (habla popular inculta)
INGLATERRA: jargon y lingo (para el habla profesional y ocupacional), slang (habla popular no culta), y cant (sectas y delincuentes)
LONDRES: cockney, rhyming slang (variedad rimada del cockney), back slang (inversión por letras), na o pig latin (nuestro jeringoso)
ESTADOS UNIDOS: slang (jerga popular inculta), jargon y lingo (habla profesional y ocupacional), cant (sectas y delincuentes)
FRANCIA: javanais (nuestro jeringoso), verlan (nuestro vesre), larconji (transposición anagramática)
ESPAÑA: caló (además de habla de los gitanos, ahora habla popular ciudadana), germanía (habla de ladrones y rufianes), y jerga (habla de profesionales y oficios).

Escobar, en 1986 agregó:

INGLATERRA: thives latin (para el cant)
ESPAÑA: caló presidial o hampa (para los gitanos)
BOLIVIA: coba

Y Tíno Rodríguez, en 1987, incluyó:

BOGOTÁ: pisco
GRECIA: koiné
LIMA: faite
QUITO: chulla.

Es de aclarar que respecto del pisco, faite y chulla, Del Valle ha hecho alusión a ellos en 1966, como equivalentes a nuestro compadrito, más que con referencia a jergas delincuentes.

Respecto de las procedencias de las voces que integran el léxico lunfardo, ellas son múltiples y en un principio lo forman españolismos, italianismos, galicismos, anglicismos, germanismos, lusitanismos, brasilerismos, chilenismos, bolivianismos, centroamericanismos, gergalismos de diversas procedencias, aborigenismos (guaraní, quichua, araucano, mapuche) y ruralismos.

Pero el vocabulario se ha enriquecido considerablemente mediante el vesre o inversión silábica, regular o irregular, tanto de voces correctas como jergales y con el uso de onomatopeyas, juegos de palabras, paranomasias, reduplicaciones, parasíntesis, empleo de nombre de marcas y de apellidos, homofonías, derivaciones nominales y verbales, restricciones y ampliaciones de significados, tropos (sinécdoques, metonimias y metáforas), figuras de dicción o metaplasmos (epéntesis, paragoges, prótesis, aféresis, apócopes, síncopes y metátesis), concatenaciones, cambios de géneros, anagramas, polisemias, cambios involuntarios, cambios de sentido, asuntos éstos que ha desarrollado en amplitud Teruggi, al que nos remitimos, por exceder su tratamiento el carácter simplemente introductorio a nuestro Lexicon.

En cuanto a la razón de ser de esta recopilación de voces lunfardas (antiguas y modernas), y también populares, jergales y extranjeras, con indicación de su procedencia, y que no suelen tener cabida en los diccionarios de la lengua, pero que se utilizan corrientemente, va de suyo que tiene por finalidad actualizar al personal policial, no solo en el conocimiento del lenguaje utilizado por los delincuentes y su entorno, sino también respecto de formas de expresión populares y de diversos sectores de la población.

Finalmente, para una mayor información, las voces difundidas entre los años 1878 y 1959, van seguidas -cuando ello ha sido posible- de las iniciales de quienes las registraron por primera vez con intención lexicográfica aunque ellas sean anteriores en su uso, pero sin traducirlas, en versos, letras de tango o relatos, o lo fueron por otros autores con esa intención, en vocabularios anexos. En todos los casos, las abreviaturas de nombres y apellidos y los seudónimos han sido explicados, lo que permite conocer la antigüedad aproximada de los vocablos, que en algunos casos ya han caído en desuso, por la lógica evolución de todo léxico.   

Adolfo Enrique Rodríguez

Finalmente otro aporte significativo es el de la web Qué es lunfardo, de Nora López, http://ar.geocities.com/lunfa2000/

"José Gobello, en su libro Aproximación al lunfardo , explica por qué no considera al lunfardo un idioma, un dialecto ni una jerga: entre otras cosas, porque carece de sintaxis y gramática propias. Quien emplea palabras lunfardas, piensa en español, usando las estructuras y la gramática castellanas, y luego reemplaza una o más de esas palabras por sus sinónimos lunfardos. Así, el significado último del discurso no cambia, pero toma un matiz diferente. En español, la decisión de usar una palabra o un sinónimo también le da al discurso un matiz diferente; pero cuando reemplazamos la palabra española con un sinónimo lunfardo, el cambio es más evidente.

En su obra, Gobello da una definición de lunfardo: "Vocabulario compuesto por voces de diverso origen que el hablante de Buenos Aires emplea en oposición al habla general". Otro aspecto importante es que el uso de esas palabras es absolutamente consciente: uno sabe que existe la palabra mujer , pero a veces decide emplear mina ; uno conoce la palabra dinero , pero en ocasiones elige guita . Esta podría ser una distinción entre lunfardismo y argentinismo: a veces, sin saberlo, usamos palabras con un sentido que no es el que aparece en el diccionario. Cuando usamos recova , no lo hacemos con la intención de darle a nuestro discurso un toque divertido, porteño, interesante, juguetón, o que nos haga aparecer como conocedores: simplemente, no conocemos la palabra soportal .

Al ser solamente un vocabulario, un conjunto de palabras (5000, quizá), es imposible hablar en lunfardo; sí es posible, en cambio, hablar con lunfardo. Esos miles de palabras son insuficientes para expresar la cantidad de ideas que, por pocas que sean, tiene una persona. Además, no sólo las palabras lunfardas son sinónimas de las castellanas, sino que son sinónimas entre sí: del total de palabras, una gran cantidad –una proporción mucho mayor que la del castellano– está referida al sexo, a las distintas partes del cuerpo, la comida, la bebida, el dinero, la ropa, el delito. De hecho, la imposibilidad de hablar en lunfardo es tan evidente que quienes usamos sus palabras, todos los porteños, en mayor o menor medida, usamos un porcentaje más o menos bajo de las palabras lunfardas que conocemos (dependerá del contexto, del interlocutor, etc.); nadie en la vida real habla como Minguito, o como quienes quieren demostrar cuánta calle tienen, y usan un lunfardismo atrás de otro. Eso es claramente artificial, es mera caricatura; o, en, todo caso, cuando se tiene el talento de Carlos de la Púa, es literatura.

Es importante señalar que el lunfardo y el tango nacieron en la misma época y en el mismo lugar, pero han podido (y pueden) vivir el uno sin el otro.

En las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del siglo XX (aproximadamente entre 1875 y 1914), una gran inmigración europea llegó a la Argentina, y buena parte de ella se asentó en la creciente ciudad de Buenos Aires, especialmente en sus arrabales o en conventillos, donde tenían como vecinos a integrantes de las clases bajas locales. Así, en 1855 Buenos Aires tenía 92000 habitantes, y en 1914, 1576000. Entre 1869 y 1914, la población extranjera fue mayor o igual que la local; por ejemplo, en 1887 la ciudad tenía 432000 habitantes: 228000 eran extranjeros (138000, italianos) y 204000 eran argentinos.

El mayor número de extranjeros provenía de Italia (especialmente de Liguria) y España. Se trataba, en su amplia mayoría, de hombres jóvenes solteros. En 1869, de cada 5 varones de entre 15 y 35 años, cuatro eran extranjeros (dos de ellos, italianos). Se produjo de esta forma un fenomenal desequilibrio demográfico: en 1855, vivían en Buenos Aires 46000 hombres y 46000 mujeres; en 1887, 243000 hombres y 190000 mujeres; en 1914, 850000 hombres y 726000 mujeres. Estas condiciones fueron inmejorables para el auge de la prostitución.

Y a la hora de divertirse, los jóvenes extranjeros coincidían con los jóvenes criollos, los compadritos, en los prostíbulos. Allí, el inmigrante iba como cliente, y el compadrito, como cliente o como fiolo (proxeneta) de una o más mujeres. Con el paso de los años, también los extranjeros incursionaron en el negocio de la prostitución, especialmente franceses y polacos de origen judío.

En estos sitios comenzó a tocarse y a bailarse el tango. Un pianista o un pequeño conjunto (aún sin bandoneón, incorporado en la primera década del siglo XX) amenizaban la tertulia y ejecutaban piezas bailables –algunas de ellas, tangos o “prototangos”– que las trabajadoras compartían con los clientes antes de pasar a las habitaciones. Varios de esos tangos tenían como letra coplas obscenas en las que no faltaban palabras lunfardas referidas al sexo. Fue en los prostíbulos, entre otros lugares de interacción, donde algunas de las palabras de los inmigrantes fueron escuchadas por los compadritos, y comenzaron a ser utilizadas por ellos.

Algunos periodistas, como Benigno Lugones y Juan Piaggio, tomaron nota del avance de estas palabras en el habla porteña y lo reflejaron en sus artículos. Pero repararon fundamentalmente en las palabras usadas por los delincuentes. El mismo enfoque tuvieron investigadores como Luis Drago o Antonio Dellepiane, que publicaron sendos libros tratando el tema desde ese punto de vista. De hecho, la asociación entre este vocabulario y el delito se da a partir del nombre que se le dio a aquel: lunfardo es la palabra que usaban los ladrones para nombrarse a sí mismos. Ciertas palabras, en efecto, pertenecían a la jerga de los delincuentes, pero muchas otras correspondían al ámbito de la vida cotidiana.

Con algunas de esas palabras aportadas por los inmigrantes y con otras que circulaban en la ciudad provenientes del gauchesco se formó el lunfardo. El italiano se consolidó como idioma de toda Italia recién después de la segunda guerra mundial; en la época que tratamos, tenían amplia primacía las lenguas regionales, que eran las que hablaban la mayoría de los inmigrantes. Así, de las palabras traídas por los inmigrantes, se destacan las que llegan desde los dialectos italianos (especialmente, el genovés), como amurar o biaba , junto con algunas francesas, especialmente las referidas a la vida nocturna – garçonnière 'vivienda de soltero', pris o prissé 'pulgarada de cocaína'–. También, las aportadas por otros grupos extranjeros (papirusa, del polaco; bondi, del portugués). Por algún motivo que desconozco, casi no hay palabras de las lenguas regionales españolas, pese al importante número de inmigrantes ibéricos.

A través del gauchesco llegaron indigenismos (cancha, pucho), afronegrismos (quilombo, mandinga) y arcaísmos españoles (aguaitar, espichar; en este grupo se cuentan palabras del caló (dialecto de los gitanos españoles) como araca y mangar, junto con palabras de la germanía (dialecto de los bajos fondos españoles del siglo XVIII) como runfla y taita. Con respecto a las palabras aportadas por los negros, no hay que olvidar que constituían un porcentaje importante de la población durante la primera mitad del siglo XIX. Estas palabras se consolidaron en los primeros años de la segunda mitad de ese siglo, debido a la interacción entre argentinos, uruguayos y brasileños en los ejércitos que pelearon tanto en guerras internas como en la de la Triple Alianza.

Si afirmamos que el lunfardo es sólo un vocabulario, un conjunto de sinónimos que cada hablante usa para dar un matiz a su discurso, esto se debe en enorme medida a la escuela pública. En efecto, el alud inmigratorio fácilmente pudo hacer que surgiera un nuevo idioma, o, al menos, un dialecto, producto del cruce de tantas lenguas, tantos registros; especialmente si tenemos en cuenta al menos dos situaciones: la falta de medios de comunicación que ayudaran a fijar el castellano, y, sobre todo, los escasos conocimientos de los inmigrantes, en su amplia mayoría pobres, y en buena medida, casi analfabetos. Fue la escuela pública la que fijó el castellano como lengua de la Argentina, la que hizo que el cocoliche quedara reducido a la condición de habla de transición (el habla de quien está haciendo el cambio, adaptándose a un nuevo idioma); la que, en fin, hace que pensemos en castellano y sobre esas palabras ortodoxas, luego, decidamos salpicar el discurso con alguna heterdoxa.

Con los años, el lunfardo fue extendiéndose por todas las clases sociales, a partir de la difusión que le dieron las letras de tango, el teatro (fundamentalmente, los sainetes), cierto periodismo popular y debido, asimismo, a la movilidad social, que llevó a muchas personas que en esa época vivían en la pobreza a los estratos medios y altos de la sociedad.

Ese periodismo popular y los sainetes menguaron o desaparecieron hacia finales de los años 20, y la ligazón tango-lunfardo se hizo más notoria. En la década del 30, el tango, a través de la radio, llevó masivamente estas palabras a hogares donde con toda probabilidad se las conociera; pero, sobre todo, ayudó a darle cierta legitimación, ya que a menudo se las consideraba como algo a superar, algo que deturpaba el lenguaje, algo propio de la clases bajas.

Ya a mediados de la década del 20, comenzaron a surgir autores de letras de tango que prescindían de las palabras lunfardas, como Homero Manzi, que apenas las usa. Para ese tiempo, también, cambia, aunque sea parcialmente, la temática de los tangos, y éstos comienzan a abandonar lentamente las historias del bajo fondo (más propicias, a priori, para las palabras lunfardas) y se interesan por la nostalgia, como Manzi, o la moral, como Discépolo.

A comienzos de la década del 40, la presión de los grupos puristas se hizo sentir, y el lunfardo fue prohibido en la radio. No hubo una ley ni un decreto que lo prohibiera. Probablemente, se haya tratado de una orden interna, verbal o escrita, del organismo que regulaba las comunicaciones, o de una reinterpretación del marco legal vigente. Los autores debieron cambiar las letras de sus tangos que contenían palabras lunfardas, o resignarse a que no se los difundiera. Obviamente, los tangos compuestos en aquellos años carecían de lunfardismos. El gobierno de Perón, también de un modo impreciso, puesto que no hay documentos de ello, levantó la prohibición a finales de la década del 40.

A partir de mediados de la década del 50, el tango comienza a decaer, y junto con él todo lo referido a la cultura popular. Hay quienes resaltan la coincidencia temporal entre esta decadencia de lo popular y el derrocamiento del gobierno de Perón. Como fuere, los productos culturales difundidos por la radio y la novedosa televisión cambiaron; al mismo tiempo, fueron quedando atrás los lugares y las costumbres de los que hablaban los tangos.

Pero, a finales de los años 60, surge el llamado rock nacional, originariamente llevado adelante por grupos de jóvenes que no participaban de la masificación propuesta, y nuevas palabras comienzan a surgir. La cultura rock es el soporte en el que circulan palabras como pálida o copar . Si esas palabras pueden ser consideradas lunfardas es asunto de discusión. Personalmente, creo que un hecho que se produjo recién en la segunda década del 80 permite juzgarlas como tales. Hablo de la masificación del rock –que fue lenta pero incesante en los 70, y exponencial a partir de la guerra por las Malvinas– y de su llegada a las clases bajas de Buenos Aires, junto con una revalorización de lo popular, en la que mucho tuvieron que ver Sumo, los Redonditos de Ricota y los grupos punks de la época.

La recuperación de la calle, de la vivencia cotidiana, la reivindicación de la estética de la ginebra de Sumo; la urgencia y lo explícito de las letras punks y el público que comenzó a seguir masivamente a los Redondos contrastaba radicalmente con las alucinaciones solipsistas de Spinetta o la vocación de estrella del subdesarrollo de Charly García.

A partir de esa época, las palabras que podríamos llamar "de los jóvenes" o "del rock" comenzaron a circular en boca de estos jóvenes junto con palabras del lunfardo que podríamos llamar "tradicional" o "del tango", nombrando una misma realidad sin que se noten los cien años que las separan. Así nos encontramos con la convivencia de yuta y fumanchero, de faso (aunque resignificada; ya no 'cigarrillo', sino generalmente 'cigarrillo de marihuana') y pete.

Como en todo idioma, dialecto, vocabulario, etc., con el paso de los años, algunas palabras han desaparecido (asnaf), otras han permanecido (cana), algunas han surgido (masa), otras se han resignificado (grela) y hasta hay algunas (pibe) que han sido admitidas en el Diccionario de la Real Academia Española, prueba de que su uso no se limita a Buenos Aires ni al área del Río de la Plata.


 


Notilunfa

La Biblioteca Nacional quitó el nombre de su hemeroteca del escritor derechista retrógrado que, entre otras cosas, prohibió el lunfardo.

Cambio Cultural

Cuatro hechos simultáneos revelan un profundo cambio cultural. La Biblioteca Nacional le quitó el nombre de Gustavo Martínez Zuviría a su hemeroteca. La Cámara de Diputados reformó los artículos sobre el matrimonio del Código Civil. El Poder Ejecutivo reglamentó la ley de Migraciones, que regularizó la situación a 700.000 migrantes de la patria grande latinoamericana, que con pocas horas de diferencia eligió a su primer secretario general.

Gustavo Martínez Zuviría y el escritor Ezequiel Martínez Estrada

Por Horacio Verbitsky

Horacio González tuvo la valentía de adoptar una medida que distintas organizaciones sociales e instituciones políticas reclamaron a la Biblioteca Nacional desde la conclusión de la última dictadura: que dejara de honrar en su hemeroteca el nombre de Gustavo Martínez Zuviría, el ícono del antisemitismo argentino por sus novelas firmadas con el seudónimo literario de Hugo Wast. En la misma semana la Cámara de Diputados reformó el Código Civil para que el matrimonio sea posible entre dos seres humanos, con indiferencia por su género u orientación sexual. La presidente CFK reglamentó la ley de Migraciones, de 2003, que ya permitió regularizar su situación a 700.000 migrantes de la patria grande latinoamericana y, con horas de diferencia, la Unión de Naciones Sudamericanas designó a su primer secretario general, el ex presidente Néstor Kirchner. La simultaneidad de estos procesos habla de la profundidad de un cambio cultural y de la maduración de la sociedad y de sus instituciones. Salvo la mayor formalidad de la UNASUR, el resto de las reformas surge de iniciativas de la sociedad y sus organizaciones, a las que el Estado dio participación para modificar las situaciones previas.

González&Martínez

Más discutible es la elección del gran escritor Ezequiel Martínez Estrada como relevo de Martínez Zuviría, dado que su gorilismo patológico puede correr el eje de la discusión, como ya señalan diversos comentarios en la blogósfera peronista. Por los 25 años de democracia, el CELS había propuesto que la hemeroteca pasara a llamarse Emilio Mignone, un intelectual tan católico como GMZ y además peronista. El director de entonces, Francisco Delich, lo rechazó. Fue un error no haberle transmitido esa opción a González, quien optó por Martínez Estrada según las razones que ya fundamentó en un brillante artículo, “Política de nombres”, publicado en este diario el jueves 29 de abril. Allí recordó que Martínez Zuviría prohibió el ingreso a la Sala del Tesoro de Boleslao Lewin, biógrafo de Túpac Amaru e investigador de la emancipación americana, porque era judío. González fue cuidadoso al aclarar que no intenta desconocer los aportes de GMZ a la hemeroteca y a la Biblioteca que dirigió durante un cuarto de siglo, desde el golpe de Uriburu en 1931 hasta el derrocamiento de Perón en 1955, lo cual muestra el amplio arco de opciones políticas que no consideraba incompatibles con su cosmovisión arcaica y prejuiciosa, que no debería confundirse con el nazismo porque sus raíces son otras.

El antisemitismo teológico

Su actividad pública se inició en octubre de 1907 durante un Congreso católico celebrado en el Colegio del Salvador. En la línea del catolicismo social, dijo que si los privilegiados no querían perderlo todo era urgente que abrieran la bolsa e incidieran en la organización sindical. Pero luego de un viaje a París, donde tomó contacto con l’Action Française de Charles Maurras, se incorporó a la Acción Católica y agregó a su discurso integrista la subida tonalidad antisemita del maestro francés. En 1934, presidió la Comisión de Prensa del Congreso Eucarístico Internacional, punto de inflexión del renacimiento católico, y al año siguiente publicó la novela en dos partes “El Kahal” y “Oro”, sobre un plan judío para el dominio del mundo por “un rey de la sangre de David que será el Anticristo”. El propio GMZ fundamentó su antisemitismo en la ortodoxia católica y escribió que es preciso amar al judío como prójimo pero odiar “la Sinagoga”.

La mayoría de los autores que han señalado el antisemitismo del nacionalismo católico y del catolicismo integral lo analizan como un fenómeno argentino y omiten que ni GMZ, ni Octavio Pico ni Julio Meinvielle se apartaban del tradicional antijudaísmo católico que, con fundamentos teológicos, dominó todo el siglo XIX europeo y que en el siglo XX compartieron los papas Pío XI y Pío XII. Sólo acentuaban algunos aspectos con más énfasis que otros, tal como también hacía el Episcopado local. Uno de esos matices: En 1923 el Episcopado auspició la primera edición de “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, el libelo antisemita inventado por la policía zarista en Rusia. Pero en 1935 aceptó los cuestionamientos a su autenticidad. Sin inmutarse, Hugo Wast comentó: “Serán falsos, pero se cumplen maravillosamente”

Cristianizar el país

En octubre de 1943, el general Pedro Pablo Ramírez lo designó Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación. GMZ notificó que el programa del gobierno consistiría en cristianizar el país, fomentar la natalidad más que la inmigración, asegurar trabajo y techo decorosos a cada familia y extirpar las doctrinas de odio y ateísmo. Su primera decisión contra el odio fue la intervención a las Universidades Nacionales, la cesantía de los profesores liberales y la supresión de la autonomía universitaria que regía desde la Reforma de 1918. En la Universidad del Litoral designó al profesor Jordán Bruno Genta, con un decreto que le encomendó el “saneamiento del ambiente y extirpación del mal” debido a “la infiltración de elementos extraños”. Cesanteó a la mitad de los profesores, a un tercio de los estudiantes de Medicina, 76 por ciento de los de Química y 82 por ciento de los de Ingeniería, provocó una huelga general y debió renunciar. En un día tan inesperado como el 31 de diciembre de 1943 GMZ extendió por decreto la enseñanza religiosa a todas las escuelas públicas nacionales, primarias y secundarias, enmendando la ley de educación laica promulgada seis décadas antes. Sus considerandos fueron elaborados en consulta con la Iglesia que así se tomó revancha de su peor derrota histórica.

La señal de la cruz

Los programas de estudios presentaban a la Iglesia Católica como única poseedora de la verdad y acusaban a los judíos de ingratitud con Jesús. Los padres podían elegir que sus hijos no recibieran enseñanza religiosa. Para ellos se creó la materia Moral, pero sus programas incluían secciones completas de los de religión. En muchos casos los cargos no se cubrían y los alumnos no católicos eran invitados a retirarse del aula durante las clases de religión. En la escuela de la provincia de Buenos Aires donde comencé la primaria en 1948, los tres alumnos judíos de mi grado tiritábamos de frío en el patio hasta que nuestros compañeros salían de la clase de religión. Alguno de ellos nos encaraba con una tremenda acusación, incomprensible para nosotros: “Ustedes mataron a Jesús”. Así comenzaba la batalla de treinta contra tres, que no concluía hasta que alguien sangrara.

Cada clase debía comenzar con la señal de la cruz y en la enseñanza de la historia se debía “considerar a Cristo como centro de la historia”. Además, GMZ prohibió el uso del lunfardo, lo cual obligó a cambiar las letras de los tangos más famosos. Los dopados, de Enrique Cadícamo, pasó a llamarse Los mareados; en Cafetín de Buenos Aires la poesía de Enrique Discépolo padeció la sustitución de mi vieja por mi madre, aunque no rimara con queja.

En enero de 1944 el gobierno militar rompió relaciones con Alemania y Japón y en 1945 les declaró la guerra, cuando ya estaban vencidos. El nacionalismo denunció a Perón como traidor y Martínez Zuviría renunció, pero siguió vinculado con el gobierno.

El escritor Ezequiel Martínez Estrada.

En 1947 formó parte de una Junta Nacional de Intelectuales y Artistas, cuyos integrantes eran designados por el gobierno. La mayoría eran católicos integristas. Perón, quien al comenzar su gobierno hablaba como un cruzado medieval, dijo que no estaba empleando ninguna idea que no fuera conforme a “nuestra idiosincracia, nuestra raza, nuestra religión y nuestra lengua”. Este romance duraría poco. Al año siguiente, cuando se anunció la reforma constitucional, el Vaticano y la Iglesia argentina propusieron suprimir toda referencia a la soberanía popular y consagrar en cambio el origen divino del poder. El texto aprobado en 1949 mantuvo las definiciones liberales de 1853 y allí comenzó el enfrentamiento entre el catolicismo integral que defendía el Episcopado y el peronismo integral del gobierno, que más adelante intentó sustituir en la adhesión popular a las tres personas de la Santísima Trinidad por las dos de la pareja presidencial. La Iglesia fue el cemento que unió las distintas piezas de la conjura contra Perón.

Un linaje golpista

Aunque no dejó su cargo en la Biblioteca Nacional, GMZ apoyó las sublevaciones, en las que participaron varios de sus hijos. Fue fundador de un linaje de militares que participaron en casi todos los golpes militares. Su hijo Gustavo participó del alzamiento de Benjamín Menéndez en 1951 y al año siguiente se sumó a los conspiradores su hijo Jorge. Un tercer hijo, Hugo, acompañó el alzamiento de Eduardo Lonardi en 1955 y fue designado jefe de policía de Córdoba. Murió en 1962 y su última voluntad fue que lo enterraran con una sotana jesuítica. Ese año, luego de la confrontación entre azules y colorados Gustavo Martínez Zuviría (h.), junto con los también coroneles Juan Francisco Guevara, creador de la filial argentina de Ciudad Católica, y Manuel Reimundes, trataron de convencer al jefe de los blindados de Campo de Mayo, Juan Carlos Onganía, de que clausurara el proceso electoral y asumiera el poder. Como se negó, formaron un comando secreto que buscó, y logró, la proscripción del frente electoral que impulsaban Perón y Arturo Frondizi. Para ello se recostaron en el ministro del Interior, general Enrique Rauch, quien dijo que “el enemigo puede estar dentro de nuestro organismo. Tenemos que crear el microscopio que nos permita ver, conocer y atacar al bacilo o microbio que nos destruye”. Esta metáfora caracteriza a la doctrina de la guerra contrarrevolucionaria y será usada por todas las dictaduras. Rauch sostenía que era necesaria una revolución tomista para exorcizar al marxismo cuyo objetivo es “destruir las bases de sustentación de la sociedad: moral, familia y religión”, para lo cual se vale de la libertad de prensa. En aplicación de ese programa, sus tres hijos integraron la cúpula del Ejército y de la Fuerza Aérea durante las últimas dictaduras y su nieto Gustavo acompañó las postreras rebeliones de Aldo Rico y Mohamed Seineldín. En el centenario de su nacimiento, que se cumplió en 1983, el cardenal Raúl Primatesta bendijo una placa colocada allí donde nació GMZ. En pleno siglo XXI el arzobispo de La Plata y ministro de Educación del Episcopado, Héctor Aguer, lo postula como un católico ejemplar. En noviembre de 2002, durante la IV Exposición del Libro Católico en La Plata, el Concejo Deliberante aprobó por unanimidad un decreto de repudio por la exhibición de la obra antisemita de Hugo Wast. Según Aguer “El Kahal-Oro” es un elogio del auténtico judaísmo y expresa un conmovedor reconocimiento de la marca sagrada impresa por Dios en el pueblo que él eligió para preparar la aparición del Mesías y la redención de la humanidad. Ésta es la razón por la cual la obra, traducida a muchos idiomas, no pudo ser editada en la Alemania nazi: precisamente porque no profesaba el racismo antisemita y no contemplaba al judaísmo como una cuestión de raza, dijo Aguer. La embajada alemana compró miles de ejemplares de esas novelas, que distribuía junto a otros textos antisemitas. Pero GMZ perdió el favor alemán porque el antisemitismo teológico católico no procuraba el aniquilamiento sino la conversión o el sometimiento a la cristiandad. Así termina la obra, con la conversión del malvado protagonista.

Aguer describe así con exactitud las diferencias teológicas entre la Iglesia Católica y los totalitarismos del siglo pasado. Todo nazi es antisemita pero no todo antisemita es nazi. La cruzada personal de Aguer consistió en impedir que la hemeroteca de la Biblioteca Nacional pasara a llamarse Rodolfo Walsh, como propusieron legisladores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El matrimonio

En torno del matrimonio se han librado algunas de las grandes batallas entre la Iglesia Católica y los estados seculares. En la Argentina, el liberalismo reformador de las últimas décadas del siglo XIX se detuvo en ese umbral, cuando debía tratarse la ley del matrimonio civil. La posibilidad de disolución del vínculo recién llegó en 1954, con la ley que sancionó el peronismo y que duró lo que le restaba a su gobierno. Fue derogada por el autodenominado gobierno católico que lo sucedió como consecuencia del golpe de 1955. Hubo que esperar tres décadas más para que la Corte Suprema de Justicia declarara inconstitucional el texto vigente y admitiera no sólo la separación sino también el divorcio, con la recuperación de la aptitud nupcial, para probar de nuevo. Recién ahora la legislación se abre a nuevas situaciones, una vez más a la zaga de la justicia, que ha comenzado a admitir el matrimonio entre parejas de hombres o de mujeres. Fueron las instituciones creadas para defender los derechos de esas minorías sexuales las que impulsaron la reforma. Todos los bloques dejaron el voto de cada legislador librado a la conciencia individual. Esto permitió asistir a una de las sesiones más interesantes que el Congreso haya producido en muchos años, en la que los alineamientos partidarios no fueron decisivos. Sin embargo, llama la atención la alta cantidad de votos favorables del peronismo, entre ellos el de Kirchner, quien había anticipado su posición en un reportaje publicado aquí en enero de este año. En forma simétrica y opuesta, se aprecia la escasa cantidad de apoyos de la UCR, lo cual implica un curioso cruce respecto de la década del 80.

La Patria Grande

El lunes 3, después de inaugurar la nueva reunión plenaria de la Unasur, la presidente CFK firmó el decreto reglamentario de la Ley de Migraciones. Terminó de cumplir así con los compromisos asumidos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en el caso del inmigrante uruguayo Juan Carlos de la Torre, llevado al sistema interamericano por el CELS y CEJIL. De la Torre fue detenido y deportado en 1992, luego de 24 años de permanencia en el país, en aplicación de la Ley Videla. Como recordó la presidente al firmar el decreto, en su elaboración participaron diversas organizaciones de derechos humanos, de cultos religiosos, de las Naciones Unidas (como el Alto Comisionado para los Refugiados, Acnur, y la Organización Internacional para las Migraciones), que integraron una inédita comisión asesora. El proyecto de ley que comenzó a discutirse en 2002 y se sancionó en 2004 fue obra del entonces diputado y hoy senador socialista Rubén Giustiniani (quien se dio el gusto de votarla en las dos cámaras) y se concretó gracias al apoyo de Kirchner para que por primera vez la Argentina tuviera una ley de migraciones respetuosa de los derechos y garantías que consagran la Constitución y los tratados internacionales de derechos humanos. Al quedar atrás la ley de la dictadura, las migraciones dejan de ser consideradas como factores de seguridad y pasan a entenderse como derechos de las personas. Eso hizo posible un marco amplio de alianzas (como ejemplo pintoresco, el arzobispo católico Jorge Bergoglio y yo firmamos una nota urgiendo su sanción en aquel momento). El decreto reglamentario consolida esa política de no discriminación hacia los inmigrantes e incorpora el derecho humano a migrar, acceder a la justicia, la educación y la salud, prohíbe expulsiones sin el debido control judicial y restringe al mínimo los casos en que es posible la detención de migrantes que ya se encuentren en el país. Aun antes de la reglamentación, programas oficiales como el Patria Grande permitieron la regularización migratoria de 700 mil personas. Ahora el decreto demandará en el corto plazo una modificación estructural de reglas y prácticas burocráticas por parte de otros ministerios, de autoridades migratorias y de seguridad que colisionen con el respeto a los derechos humanos. El decreto garantiza el acceso a la asistencia legal, en todos los procesos que se ponen en juego derechos, por medio de la Defensoría General de la Nación y establece un criterio de interpretación, por el cual en caso de duda, debe decidirse a favor de los migrantes. También contempla la reunificación de familias, lo cual implica regularizar también a los familiares de los inmigrantes. La Dirección de Migraciones puede controlar, tanto en las fronteras como en el resto del territorio, sólo si tiene sospechas objetivas de que una persona ingresó o está de manera irregular en el país. De ser así, dará un plazo al infractor para que regularice su situación. Al presentar el decreto, CFK se jactó de que su gobierno era “pagador de deudas” e incurrió en comparaciones sobre lo que está ocurriendo con las migraciones en Estados Unidos y Europa, donde la crisis económica deriva en brotes xenofóbicos. Está comprobado, agregó, que las políticas restrictivas no terminan con la inmigración, que obedece a fenómenos políticos o económicos que se siguen produciendo pero en un ámbito de ilegalidad. “No hay menos inmigrantes, hay más ilegales. Y aparecen también los que trafican con el ingreso o egreso de personas”, concluyó.

Página|12, 09/05/10


De José Gobello y Videla

(Editorial del Nº 50 de "Desde Boedo")

La aparición del número 50 de Desde Boedo coincide con la evocación de los treinta años del Proceso. El terrorismo de Estado fue la solución final que los iluminados encabezados por Videla llevaron a cabo en treinta mil sacrificios.
Cuatro años atrás -2002- Marcelo Héctor Oliveri publicaba "José Gobello, sus escritos, sus ideas, sus amores", de Ediciones Corregidor. Oliveri dedica seis páginas -120 a 126- a su diálogo con Gobello sobre el general Videla. Resulta interesante observar algunos párrafos:

"¿Cómo conoció al general Videla?
[…] Una tarde, poco después de que Videla se alejara del gobierno, Perina me invitó a acompañarlo al departamento de la avenida Figueroa Alcorta donde, por entonces, vivía quien, en su condición de comandante en jefe del Ejército, designado para ese cargo por la presidenteza Isabel Perón, había sido el número uno de la Junta Militar. […] Casi al final se habló de Precisiones, la revistita verde que yo dirigía […] Quiero decirle, general, que Precisiones está a sus órdenes. […]
¿Lo visitó muchas veces en Magdalena?
Mi amigo Perina me invitó un día a que lo visitáramos juntos. […] Sí, me acuerdo de que al rato llegó Martínez de Hoz, que me dijo: Me alegra verlo en este lugar […]
¿Usted, escribió un libro sobre Videla?
Lo visité algunas otras veces y en una de mis visitas le dije que me habría gustado escribir un libro sobre su personalidad […] De aquel libro, escrito menos por afecto a Videla que por amor a la libertad y a la justicia, sólo conservo algunas carillas sueltas donde luce en interlíneas frecuentes la letra pareja y prolija del general. Cuando mi trabajo estaba concluido y el general visualizaba, como quien dice, la carátula del volumen, le dije: Señor, creo que debemos publicar este libro sin consultar a nadie, porque nos van a marear y despistar las objeciones y las críticas. Yo solamente le voy a dar los originales a Rodríguez Varela, que es su abogado, y a Martínez de Hoz, que es mi amigo.
[…] El libro ¿nunca se publicó?
[…] Resumió (Videla): No lo tome a mal, pero el libro no lo vamos a publicar. Me debo a mis defensores y voy a hacer lo que ellos sugieran. Más adelante, ya veremos. Lo miré entre absorto y desconcertado y le respondí: General, quiero que sepa que yo nunca voy a hacer conscientemente nada que pueda disgustar a usted. El libro no se publicó, […]
No volví a ver al general, aunque cambiábamos cartas y yo seguía con interés las alternativas de su cautiverio. Cuando la Suprema Corte confirmó el fallo de la comisión especial ad hoc, comencé a usar corbata negra y lo hice hasta que se produjo el indulto, […]
Tiempo después me invitaron a dar una charla en el COFAR (Centro de Oficiales de las Fuerzas Armadas). Conté a los asistentes: eran 20 y dos de ellos vestían uniforme militar. A1 fondo de la sala, descubrí, desde mi mesa de conferenciante, al general Videla. Saludé su presencia con palabras que hoy no quiero ver publicadas porque no tengo ganas de verme procesado por apología del delito. Prefiero transmitirlas de boca a oreja con la esperanza de que alguien las repita cuando se recupere en la Argentina la libertad de opinión. Ya de vuelta, le dije al taxista que me llevaba a la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo, donde tenía una reunión: Chofer, por favor, donde vea un farol, pare.[...]
¿Allí finaliza su relación?
Como no soy persona amiga de hacer visitas y tiro más bien a lobo estepario, muy pocas veces vi luego al general Videla. Cuando fue apresado por el juez Marquevich, que lo remitió a la vieja cárcel de Caseros, no lo visité. Luego lo llevaron a su domicilio y me excusé por teléfono: Perdóneme, general, que no lo haya visitado en la cárcel. [...] Me contestó: No se preocupe; perdóneme la pedantería, pero yo sé que aunque no nos veamos siempre estoy en su pensamiento. Y es verdad.
Si tuviera usted que resumir su juicio sobre Videla, ¿cómo lo haría?
Se me hace muy difícil hablar del general Videla porque cada palabra que dijera podría llevarme a la cárcel."

Una joven generación perdida, sepulturas vacías para siempre, el uso sistemático de la tortura, Auschwitzs vernáculos radicados en instituciones de la Armada o sobrevolando el Río de la Plata, heridas que no cierran, hijos que se enteran a los veintipico de que sus padres no lo son, impunidades... El largo camino del regreso del horror, como se ve, aún hoy, carece de pavimento.

Mario Bellocchio
© arteUna - Todos los derechos reservados. Registro a la propiedad intelectual N.706.777

Fuente: http://www.arteuna.com


HOMENAJE A MARIO TERUGGI EN LA ACADEMIA PORTEÑA DEL LUNFARDO

Palabras pronunciadas por el Académico de Número don Oscar Conde en la sesión del 7 de septiembre de 2002

El pasado jueves 22 de agosto de 2002 murió a los 83 años en la ciudad de La Plata el científico y escritor Mario Teruggi, que había nacido en Dolores el 18 de febrero de 1919. Tempranamente fue doctor en Ciencias Naturales especializado en Geología y se perfeccionó en Petrología en la Real Escuela de Minas de la Universidad de Londres. A su regreso al país, durante una larga y fructífera trayectoria científica, el doctor Teruggi fue investigador del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y posteriormente tuvo a su cargo la dirección de esta institución. Paralelamente, realizó una brillante carrera docente en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, donde llegó a ser profesor titular, jefe de departamento, decano y profesor emérito.

Su labor científica se condensa en más de ciento veinte trabajos de investigación y cinco libros publicados sobre su especialidad. Sedimentología y Petrología fue reconocido en todo el mundo. Prueba de ello es que en 1968 dos investigadores de la Universidad de Harvard, en su honor, le dieron el nombre de “teruggita” a un mineral desconocido hasta entonces, un arsenoborato hallado en la Puna. En 1971 recibió del gobierno de la República Italiana la Orden del Mérito por su actuación científica. Fue, además, miembro del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Consejo de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). En los últimos años todavía se desempeñó como Jefe del Departamento de Mineralogía y Petrología del Museo de Ciencias Naturales de la Plata, uno de los diez más importantes del mundo.

Sin embargo, no son estos abrumadores méritos los que quiero hoy rescatar de Mario Teruggi, sino su amor por las letras y su estudio paciente y sesudo del habla popular rioplatense. Porque, además de todo lo que precede, Teruggi se hizo tiempo para escribir ficciones, ensayos y hasta un diccionario de lunfardo. Entre sus novelas se cuentan La túnica caída (1977), Casal de patitos (1982), El Omnium de las cornucopias (1987), Prohibido tocar los gauchos (1994) El meteorólogo y Shakespeare (1998) y Pozo negro (2001). También escribió un libro de relatos, Armiño y yuyos , publicado en 1981, y un ensayo colosal sobre la última novela de James Joyce: El Finnegam´s Wake por dentro, que lo reveló como el mayor especialista argentino sobre el escritor irlandés.

Días antes de morir, Teruggi terminó una novela titulada Mi pariente Tarisio (1796-1854) . Hasta el último momento fue un apasionado del lenguaje y de las palabras. Ese amor quedó atestiguado en su Diccionario de voces lunfardas y rioplatenses, que dio a conocer en 1998, y sobre todo en una obra capital para los estudios sobre nuestra habla popular, Panorama de lunfardo, cuya primera edición se había publicado en 1974. En ella Teruggi supo desmontar los mecanismos lingüísticos de los lexemas lunfardos y clasificar y explicar –siempre de modo sencillo, pero con altísima precisión– los fenómenos fonéticos y morfológicos que hacen a la conformación de los términos que integran este repertorio léxico. Este libro constituye uno de los pocos estudios teóricos serios relativos al lunfardo, junto a Lunfardía, Nueva Lunfardía y Aproximación al lunfardo de José Gobello; El lunfardo de Buenos Aires, de José Barcia; Lunfardología, de Enrique del Valle; El habla popular de Buenos Aires, de Arturo López Peña, y El lunfardo en Salta, de Susana Martorell de Laconi.

Todo lo que le dije –sin contar lo que no dije y lo que ignoro– creo yo que alcanza para que lo admiremos y hoy lamentemos profundamente su muerte.

Ignoro si Mario Teruggi hubiese querido integrarse a esta Academia, aunque es probable que sí. Creo que haberlo tratado, haberlo conocido y haber discutido con él es algo que cualquiera de nosotros se hubiese merecido. Al menos yo debo confesar que me quedé con las ganas.

OSCAR CONDE; Académico de Número, titular del sillón “Bartolomé R. Aprile”
Buenos Aires, 7 de septiembre de 2002

Fuente: www.ar.geocities.com/lunfa2000

VOLVER A CUADERNOS DE TANGO



     Todos los libros están en Librería Santa Fe