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Gustavo Piérola nació en Paraná, Entre Ríos, en 1954. Es Docente. Estuvo exiliado en San Pablo, Brasil, donde trabajó durante varios años con el Arzobispo Don Paulo Evaristo Arns, con CLAMOR (Entidad Brasileña por los Derechos Humanos) y el CBS ( Comité Brasileño de Solidaridad con los Pueblos de Latinoamérica), con quienes realizó un profundo trabajo en Derechos Humanos. Actualmente forma parte de la AFADER (Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos Entrerrianos), LA SOLAPA (Asociación de Ex Presos y Exiliados Políticos de Entre Ríos) y la Comisión de Investigación por la Masacre de Margarita Belén. Es hermano de Fernando Piérola, fusilado en Margarita Belén.

gustavopierola@yahoo.com.ar

Hola hermano

Margarita Belén, 13 de diciembre de 2009

Hola Hermano:

Hola hermanito, cómo andas, mierda viejo, como pasa el tiempo, ya van treinta y pico de años que no nos vemos, cuando te veo en las pocas fotos que tenemos, apenas pasando los veinte años, joven, alegre, trato de trasladarte en el tiempo a nuestros días, a las fiestas familiares, con tu hermano mayor, con las brujas de tus hermanas y con tus veinte sobrinos, a las reuniones entre amigos, trato de pensarte cómo serías por estos años, con tu familia, con María Julia, con tus hijos, los sobrinos que nunca pudieron darnos, y me duele recordarte, porque no te tengo, porque no te tenemos, porque no te podemos disfrutar.

Me tengo que quedar con los recuerdos de Paraná, con tu niñez, con tu juventud, con tus aventuras juveniles, con el deporte allá en Echagüe, te acordás que te decían Pescao, vivías metido en las piletas y en el río. Tus grandes amigos que dejaste, como el Tato que todavía larga unos mocos cuando habla de vos, sabés que le puso Fernando a uno de sus hijos. Cuando afanábamos nafta para robarle al auto al viejo y salir de joda. O de Amanda, cuando te caíste en el fondo de casa arriba de un sifón roto y te colgaba un pedazo de cuero de la muñeca, “haber mijo, cierre los ojos” dijo la vieja y te cortó el cuero con una tijera, vieja loca, con razón fuiste tan duro en la tortura, con la vieja que teníamos.


Gustavo Piérola en Atrapados en libertad, AM 530, La Voz de las Madres, 12 de diciembre de 2009.

Con menos de veinte años te nos viniste para el Chaco, a estudiar Arquitectura, culpa de aquella amistad entre el viejo y el Bebe Morresi que te ayudó a ubicarte y encima desgraciado le robaste la hija, te viniste con Juan Nin, allá esta el loco en Paraná, se compró una casita frente al río, serio, duro y buenazo como siempre, te manda un abrazo. Con Juan, con Alberto, con Patón, con Cucho fundaron ese refugio de estudiantes que hoy esta igualito que en aquella época, la Embajada de Entre Ríos, frente a la Plaza España, te juro que cada vez que paso, como dice el tango “se me pianta un lagrimón”. La Embajada, que belleza, todo robado, desde el ingreso, en la galería, junto a la puerta, aquel asiento de taburete con las tacuaras cruzadas con las banderas argentina y entrerriana, como avisándole a los chaqueños, “esta es tierra entrerriana carajo, no jodan”. Te acordás cuando le robaban prestado el banco de la plaza para estudiar en la galería, los viernes llegaba Don Carlos, el placero, “muchachos, el banco, que es viernes” y se lo devolvían hasta el lunes. Hoy lo puedo decir, total no te van a rajar de la Universidad, cuando hicieron el cielo raso de la Embajada con los telgopor afanados de la biblioteca que estaban construyendo en la UNNE, cuantas historias, “es por una causa noble decías”. Ni hablar de mujeres, no puedo tocar el tema, por aquí anda María Julia.

Qué rápido te hiciste hombre hermanito, el Chaco te hizo grande demasiado rápido. Recuerdo aquellas primeras veces cuando de pendejo empecé a visitarte, allá por los 70, como buscando aventuras nuevas, y me encontré con otro hermano, que orgullo, que alegría tenías cuando me mostrabas la Universidad, pensar que la vieja le metió un mural con cura y todo, una Universidad repleta de política, de lucha, de energía, de sueños, sueños en los que te fuiste metiendo a pasos agigantados, me llevaste casi arrastrando al barrio Toba, me hablabas de esos pueblos como tuyos, de Wichis, de Pilagás, Mocovíes, de las tierras que les robaron, de la Forestal, de ingenios, de las Ligas Agrarias, de obreros y campesinos, de estudiantes y de pueblo, como descubriendo un mundo nuevo, lejos de la pasividad de la clase media entrerriana, me hablabas de explotación y de miseria, de hambre cruel e injusta en un país tan rico, de resistencia peronista, de Evita y del viejo, de una isla liberada en el Caribe, de un Che recién caído en Bolivia, del socialismo, del hombre nuevo, como te brillaban los ojos cuando hablabas del hombre nuevo.

Qué rápido creciste flaco, en esos momentos, fui conociendo un camino en el cual vos ya estabas, un hermoso camino sediento de justicia, de libertad, de igualdad, te vi apretar el puño como no soportando el sufrimiento ajeno, que ya no era ajeno, era tuyo, me enseñaste a que sea mío también, te vi poco a poco entregarte a ese sueño tan preciado, la patria libre, pero libre en serio, pusiste tu vida frente a todo, le metiste coraje a tus pasos, que ya sabían donde iban, con la alegría de quien sabe lo que busca, le metiste acción a tus pensamientos, como quien siente placer por entregarse a esa lucha y llenaste de amor tu vida, desparramaste amor para todos lados, te hiciste MILITANTE, con mayúsculas. Qué grande nos queda hoy esa palabra. Como que nos achicamos demasiado, o se quedó con ustedes.
Y por eso te escribo flaco, para que vos y esos vos que están junto a vos, y los 30.000 y los demás compañeros que no están, nos ayuden a reencontrarnos con la verdadera dimensión de esa hermosa, de esa perdida, de esa grandiosa palabra. MILITANTE.

Hoy hermano, y me incluyo en esto, hay una militancia que le falta fibra y que le sobran palabras, una militancia que no encuentra el camino, una militancia que ha perdido aquellas banderas, una militancia que tal vez con buenas intenciones, esta confundida, una militancia que habla mucho de aquella militancia pero en los hechos esta todavía lejos. Ayúdennos a recuperar esas banderas, oriéntennos a encontrar aquel camino, el camino colectivo y no individual, el camino de la entrega, de la pasión, del compromiso con el pueblo, pero no solo con la palabra y si con la acción, a volver a una militancia que solo tenga contratos con el pueblo y con sus necesidades. Una militancia que nos muestre que hay otro horizonte, honesto, puro, transparente, totalmente comprometido, un horizonte al que tenemos que llegar junto al pueblo.

Hoy flaco, nos desorientan con planes, con promesas, con discursos, con contratos.

Te acordás del Eternauta, el héroe colectivo. Qué hermosa es la construcción colectiva sin intereses personales, sin egoísmos, cada uno en función de todos, ese era el eje de aquella militancia y aquí flaco no se trata de lucha armada o no armada, esas construcciones estaban en todos lados, en cada rincón de esta patria, en las comisiones internas de las fábricas y en los gremios, en las universidades, en los campesinos, en los barrios y en las villas, en las iglesias, en los clubes y en cada lugar donde había acción en función del pueblo, estaba en la cabeza y el corazón de cada uno de ustedes. Y por eso los mataron, por el miedo que les tenían, no solo por el miedo de perder sus infames ganancias, por el miedo a que el pueblo recupere lo que es suyo, le tenían terror a esa militancia, no entendían tanto amor por el pueblo y por eso sembraron tanto terror contra el pueblo. Te imaginás, que país sería hoy este país, con ustedes al frente dirigiéndolo, en todos los roles y funciones del Estado, que hermosa patria tendríamos, que presente y que futuro gozarían nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, que Latinoamérica, con Fidel, con Chavez, con Evo, y ahora con el Pepe, que equipito no, medio parecido al que soñaron San Martín, Belgrano, Artigas, Bolivar, que lindo despelote le haríamos a los gringos, Obama ya estaría medio blanco, del cagazo. Sabés una cosa, le acaban de dar el Premio Nobel de La Paz, y en el mismo instante estaba metiendo 30.000 Marines en Afganistán, solo le faltaba recibir el premio con un fusil en la mano.

Tenemos que recuperarla viejo, esa militancia fue y debe ser la base, el eje del proyecto de país que el pueblo tanto necesita y se merece. Por eso es que hace tanta falta.

Hoy hermano, se habla mucho de memoria, y en eso también nos confundimos, durante años, compañeros, familiares, venimos haciendo un trabajo de hormiga, haciendo lo que debería hacerse desde el Estado, para que mediante la memoria podamos escribir toda la verdad y entregarle a las nuevas generaciones una historia completa, escrita por nosotros, con los hechos reales como fueron, quienes y porqué fueron aquí asesinados con vos y están escondidos como trofeos de guerra, quienes fueron los asesinos, que no son solo los nueve que en poco tiempo serán juzgados, armar ese rompecabezas desde la memoria es muy duro, pero es bueno y saludable que así sea, pero no es todo, no alcanza. Sin dudas me dirías, “esta bien, que los juzguen, como no lo hicieron con nosotros, pero es el pueblo fundamentalmente el que los debe juzgar y grabate esto, y sepan que solo muero si ustedes van aflojando, porque el que murió peleando, vive en cada compañero.”

Claro hermano. Y cómo no...

Por eso mismo flaco, yo quisiera y en eso seguro me vas a apoyar, que desde esa memoria rescatemos lo que ustedes fueron, cual fue el proyecto de país por el que pelearon, que desde un recuerdo vivo, constructivo, busquemos en el germen de esa militancia y así contagiar a tanta gente, a tanto pueblo que sin dudas en estos momentos la esta peleando día a día.

Hoy las miserias son mayores y más crueles que en aquellos años, no te cuento sobre esas naciones Tobas, Wichís, cómo están hoy, los siguen exterminando y miramos para otro lado, no te quiero escribir sobre campos, ríos y montañas y cómo están destruyendo este país y el mundo. Ni hablar de industrias y de futuro para todos, te acordás cuando nos hacíamos aquellos viajes en tren, que belleza, cuántos pueblos crecieron junto al tren, no han dejado nada, en la actualidad y me imagino la bronca que te va a dar, nos están llevando las minas, los peces, el petróleo, los montes, hay una peste nueva que destruye todo, la Soja, en los últimos 50 años han destruido y siguen destruyendo una vida de millones de años, hasta los glaciares están haciendo mierda, y el agua, vos te vas a reír, se están robando hasta el agua, sí viejo, hasta el agua.

Por eso hermanito, es triste decirlo pero necesitamos la fuerza de ustedes, que nos entreguen aquellas banderas, que nos contagien de energía, que nos indiquen el camino, como que nos cuesta arrancar, mirar adelante y fundamentalmente mirarnos a nosotros en el espejo de ustedes.

Siempre digo, hay un río subterráneo, gente que día a día y anónimamente le esta poniendo el pecho a esta querida patria, pueblo que no se resigna, que no se rinde, pero te repito hermano, necesitamos esa guía colectiva, ese camino de unión peleando codo a codo.

Te pido, les pido, les pedimos, aquí en la ruta, en este lugar donde cobardemente los fusilaron, y te juro siento vergüenza al hacerlo, acérquense, ayúdennos a recuperar aquella fuerza, estamos débiles, todavía heridos. Dennos esa mano firme, como cuando vos me la diste la primera vez que pisé estas tierras chaqueñas, hace nuevamente de guía, oriéntanos a encontrar el camino y a encontrarnos como pueblo, como patria. Aunque medio viejos ya, nosotros vamos a seguir, te aseguro que no aflojaremos, pero con ustedes alimentándonos de toda esa energía, de toda esa claridad, sin dudas será diferente. Decile a los hermanos y hermanas que están ahí con vos que hoy más que nunca los necesitamos, que el país todo los necesita.

Te mando un abrazo enorme a vos y a ellos, recordale también que los amamos, que nunca dejaremos de hacerlo, que los extrañamos demasiado y que pronto nos veremos.

(Carta de Gustavo Piérola a su hermano Fernando Gabriel Piérola Fusilado en Margarita Belén el 13 de diciembre de 1.976, leída en el Acto Homenaje por el 33 Aniversario en el lugar del fusilamiento.)
 


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Humor como resistencia

Brindis

Por las ventanas de las celdas entraba suavemente el ritmo de una cumbia. En el club vecino a la UP7 de Resistencia ese viernes 24 de diciembre de 1976 la Comisión Directiva había logrado el permiso de la Municipalidad para realizar el evento, una Municipalidad usurpada por ese entonces por el poder económico y sus fuerzas armadas. Al frente del Municipio, y quien firmaba las autorizaciones estaba un joven de 32 años, el Capitán del Ejército, Antonio Schenone; con el tiempo, se supo que fue el encargado de preparar los fosas en el Cementerio Francisco Solano, de todos los fusilados en Margarita Belén; en la actualidad, este señor vive en Paraná.

Historia aparte, en el club había que terminar unas obras y los bailes y sus cantinas eran el recurso principal.
La música que llegaba desde el otro lado de la calle daba un poco de ánimo y algo de nostalgias a los cientos de presos políticos alojados en los distintos pabellones de la cárcel. Se sentían también algunos guachos jugando y gritando en la pista de baile, como viviendo otro mundo, fuera de la negra realidad que se vivía en todo el país. Sabiéndolo, o sufriéndolo de diferentes maneras, tenían que seguir la vida cotidiana, en este caso, la de un club de barrio.

La tarde caía lentamente, dando un poco de alivio a la ciudad, en un verano chaqueño que realmente se hace sentir.
En la UP7, por supuesto, el calor era mucho más sentido, parece que se les había roto el sistema de aire acondicionado central.
En un rincón del pabellón 2, estaba Juan sentado, con la mirada fija, casi perdida, como queriendo escaparse con la música.

Se le acercó Hugo.
- Qué te pasa Juancito. Por dónde anda compañero?

Juan, levantó la cabeza, una lágrima color bronca, se deslizaba como partiéndole la cara.

- No afloje compañero, estamos todos para el orto, pero no le vamos a entregar la dignidad a estos hijos de puta.

Hugo Rodríguez, Chaqueño de Resistencia, criado en cuna obrera y peronista, empezó su militancia en la JP y Montoneros, pegado a mi hermano Fernando después fusilado en Margarita Belén. Hugo, un poco, y otro poco el Muza Arce, nos cuentan esta pequeña historia. Ambos, hoy la siguen peleando con la firmeza de siempre.

- Pero, viste Huguito, las últimas palabras del flaco Sala, con qué huevos, con qué altura se despidió de todos los compañeros. Todavía suenan en la cárcel, como que recorren todos los pabellones, como flotando en el aire, porque el mensaje fue para todos y para siempre:

"…Quiero que sepan que moriré peleando como pueda, a los mordiscones si estoy atado, de nada vale este sacrificio nuestro, si ustedes no siguen peleando por mantener viva la memoria popular, por eso, cuéntenle a nuestro pueblo por qué nos asesinan y por qué decidimos morir de pie, chau compañeros, cuídense. Libres o muertos, jamás esclavos."

- Sí negro, todos sabemos lo que fue el flaco y por él y por todos la vamos a seguir peleando.
- Y el loco Parodi, " Vamos a morir dignamente". Y el Carau, Cuevas, Fransen, Barquitos, el Pato, la concha de la lora hijos de mil putas. No podemos aflojarles Huguito, no podemos.

- Juan, calmate, es lo que ellos quieren, pero no nos van a quebrar, esta noche vamos a brindar, por ellos, por todos, por esta querida patria, si se cagan vamos a aflojar.

Casi dos semanas antes, el 12 de diciembre, un domingo, que no fue y no será un domingo cualquiera, para los presos, para los chaqueños, para el país, será un domingo que nadie olvidará, como tampoco el día siguiente. Ese domingo, la patota del poder asesino, de cobardes armados, fueron a buscar a los compañeros a los diferentes pabellones, siguiendo las órdenes de una lista confeccionada por los más asesinos y más cobardes de mayor rango.

Esa siesta, fueron entregados a los militares por la policía chaqueña comandada por Ceniquel, Thomas, y en esa tumba llamada U7 por el oficial Casco. Fueron llevados a la Alcaidía de Resistencia y junto con otros compañeros, como el Bocha Pereyra, el Lucho Diaz, Fernando Piérola fueron torturados salvajemente en el comedor, por estos soberbios de uniforme, antes de ser trasladados y fusilados atados con alambre en aquel Km 1.043 de la ruta 11 cerca de Margarita Belén donde concentraron también a detenidos secuestrados de otros lugares para cumplir con el mensaje de terror a la sociedad argentina y fundamentalmente a todo el nordeste.

En esa época, estaban llegando manzanas a Resistencia, seguramente por algún negociado con los milicos allá en el sur y la U7 no fue ajena a la repartija.
Una semana antes, el Patón Maidana meditaba en voz alta, entre nostalgias y puteadas.

- La puta que lo parió, que daría para estar con los viejos brindando en navidad, en el barrio, que lindo salir a la calle con las familias y vecinos, tirar alguna cañita, algunas petacas contra la pared del baldío como cuando guachos, salir a la calle con el pan dulce y las sidras y compartir entre todos después de las doce, me queda la alegría de que ellos brindarán por nosotros.
-No te preocupes Patón, el Casco nos va a traer una sidrita unos panes dulces y unos turrones para que brindemos.!! Lo cargaba Raúl Junco, Junquito, como para romperle las bolas y las nostalgias.
- Andá cagá, dejame soñar un poco.
- Paren, paren, claro que vamos a brindar.!! Saltó el loco José un Ingeniero entrerriano.
- Pués claro, aunque con agua o meada vamos a brindar, que carajo! Retrucó Antonio, un santiagueño.
- No, que agua ni meada, con sidra, la siguió el entrerriano.

Todos lo miraron como pensando, el panza verde se rayó, le pegó fuerte la última picana.

Ahí nomás saltó el Muza.
- De qué hablas mate amargo?
- Qué comieron ayer?
- Ayer, papa al agua con dos fideos haciendo la plancha.
- Está bien, y el postre?
- Las sureñas, grandiosas manzanas de Río Negro.

Saltó, Carlitos, otro tucumano.

- Y que hicieron con las cáscaras?
- Se las tiramos a las gallinas, boludo, qué vamos a hacer, las morfamos.!!

Al otro día empezaron a juntar las cáscaras de las manzanas, las fueron introduciendo en un viejo bidón de agua, cerrándolo bien cerrado para vayan fermentando.

- Grande Ingeniero, le mandaste 7 años a los libros pa que brindemos encanutao, sos un maestro! Lo gastaba el Antonio.
- Perá, perá, y el jefe, qué dice.

Rolando Azcona, observaba la charla y sonreía orgulloso por la idea.

- Claro, compañeros, claro que vamos a brindar.
- Saben qué gustito va a tener, qué mierda se creen, vamos a brindar bien alto compañeros, por ellos, no nos van a vencer esos hijos de puta.!! Retrucaba el Mono
Mechetti.
- Sí, por ellos, corramos la bola, que vuelen las palomas, métanle mano por las ventanas, que llegue a todos los pabellones.!! Gritaba Juancito Argañaraz.
- Grande Ingeniero, ídolo de los corchos! La completaba el Tucu.
- Hasta la victoria siempre, patria o muerte que carajo!

Y así, durante la semana, los 120 compañeros del Pabellón 2 fueron juntando una a una las cáscaras en el bidón que se guardaba en el pañol escondido junto a algunas mercaderías. Diariamente, le colocaban algo de azúcar y lo destapaban un poco para que salga el gas de la fermentación.

- Ingenierito, ya es 24, lo probamos?
- Tenés sed negro, dale.
- Esta buenísimo chamigo, hasta burbujitas tiene.
- Y de alcohol, cómo estará?
- Que mierda querés vos, ponerte en pedo también?
- Y… no estaría mal. A este cuerpito le esta haciendo mucha falta chamigo.

Un rato antes del fin de la hora permitida, el bidón clandestino empezó a circular y a descargar la creativa bebida navideña en el jarro de cada compañero.
Esa noche estuvieron presentes las familias, los amigos, los vecinos, los compañeros. Esa noche, no faltó nadie, muy especialmente todos los compañeros y compañeras fusilados días atrás en Margarita Belén.
Y el abrazo fue enorme, inolvidable, eterno.
Luego de una breves palabras de los responsables, se largó el brindis.
Los jarros se levantaron bien alto. Por Cristo de quien nadie se acuerda. Por las familias que se las han bancado a todas. Por los compañeros allá afuera que la siguen peleando. Por nosotros, para seguir resistiendo aquí adentro. Por los compañeros y compañeras fusilados en Margarita Belén. Por la patria y la revolución carajo.
Hasta la victoria siempre...
Patria o muerte venceremos…
A vencer o morir por la Argentina…
Y los jarros se confundían en abrazos y fue un brindis inolvidable dentro del propio infierno.
Y brindaron y brindaron.
Y no les importó ni Casco, ni Thomas, ni Ceniquel, ni los chanchos, ni los verdugos que observaban sin saber qué hacer y que solo brindaban con el gusto amargo de su propia saliva.

Por el Flaco Sala… Por el Carau Duarte… Por el Gringo Tereszencuk… Por Delicia Gonzalez… Por Ema Cabral… Por el Bocha Pereyra… Por Barquito… Por Carlitos Caire… Por el Colorado Fransen… Por Fernando Piérola… Por Manuel Parodi… Por Mario Cuevas… Por Luchito Diaz… Por el Pato Tierno… Por Zapata Soñez… Por BetoYedro… Por Carlitos Zamudio… Por Alcides Bosch…Por los demás compañeros caídos en Margarita Belén.

Y caían las lágrimas ante cada "presente", de impotencia, de orgullo, de amor hacia quienes habían dado su vida por su pueblo. Continuaron los abrazos y se sentían los abrazos en los otros Pabellones y así hasta la última gota de la bendita sidra.

A las 22, cada uno fue desfilando su dolor y su bronca para sus celdas. Pero también con la alegría de haber cumplido el objetivo, brindar por los caídos y por la vida que continuaba y fue una pequeña batalla ganada al cerco de terror de los dueños del poder y la infamia. Habían tomado la sidra y levantado los jarros en las propias narices de los verdugos.

En el momento de la desconcentración, a un lado del patio había quedado como tirado uno de los tucumanos, estaba como que lloraba y como que se reía.
Se acercó el loco Lares.

- Y a vos qué te pasa, te reís o llorás.? Che Tucu, no estás en pedo vos no?
- Y creo que sí negrito, me comí todas las cascaritas del bidón y creo que estaban pasaditas, pero que lindo, un pedito en la cárcel, quien me lo va a creer. Y bueno chaqueñito, aquí tengo más, sigamos el brindis que mierda. Chaqueñito, no me meterán preso por estar chupao no?
- No creo chamigo, no creo.

Humor como resistencia

Jesucristo

Cementerio Francisco Solano - Resistencia - Chaco.

Madrugada del 14 de diciembre de 1976.

"Cabo, urgente, se me va con seis muchachos y me busca a tres empleados del Cementerio. Al negro Centurión y dos más que él disponga. Me los trae como sea, en bolas si es necesario."

"En seguida Suboficial".

El Suboficial Juarez alias "Galleta quemada", no era su nombre de guerra, según dicen era negro, redondo y cabezón. En esos tiempos, el Capitán Domingo Schenone Intendente de Resistencia, oriundo de Paraná, lo había metido a cargo del Cementerio, además de otras tareas de la Intendencia, una Intendencia usurpada, por supuesto. A este personaje, no lo conocimos, pero con los años supimos de sus dotes y habilidades de torturador y asesino vistiendo el "honroso" uniforme del Ejército de San Martín. Era conocido por lo jodido, pero más aún en ese día que parecía especial ya que andaban todos nerviosos y acelerados por algo que había ocurrido la madrugada anterior.

Al raje, salieron para lo de Don Centurión que era el encargado del turno mañana. Vivía a la vuelta, ahí nomás. Centurión, morochón y fornido el hombre, fue apretado al toque por la milicada para ir a buscar dos más. Alpargatas en mano, lo cargaron y lo llevaron para lo de Daniel Aguirre.
- "Che Jesucristo, cagando te me vestís, que hay que hacer algún trabajo extra en el cementerio!

En la caja de atrás y con los fusiles en las orejas, se fueron a la casa de Don Julio Romero, otro empleado y enfilaron de vuelta para el cementerio. Los tres se miraban con un cagazo pampa, pero sin murmurar palabras pudieron observar la cantidad de milicos que rodeaban el cementerio.

Los recibe "Galleta quemada", les entrega una pala de punta a cada uno y les marca un lugar de unos cinco metros de largo por dos de ancho y uno de profundidad, cerca de la vieja cruz mayor del cementerio.

- "Esto puede ser para ustedes, todo dependerá si les gusta hablar o no.!! Fue la pequeña arenga del Galleta a los sorprendidos sepultureros.
- "Qué pasa Centurión, esto no es para buscar lombrices.?" Preguntó Aguirre. _ - "Callate pelotudo, ni preguntés, debe ser algo pesado, andan todos re locos".

Pasadas algunas horas y luego de finalizada la tarea, los mandaron para sus casas, no antes de recordarles que no hablaran ni con la Virgen.

Al rato, casi sin dormir, se presentaron al laburo. La revuelta seguía y mucho más pesada. Disimuladamente pudieron ver que la zanja había sido tapada y también les llamó la atención las huellas de alguna máquina muy grande.

Al día siguiente, los comentarios casi en silencio de los empleados del lugar, administrativos, mantenimiento, sepultureros, etc. informaban que por otro lado habían ingresado 10 cadáveres, pero como corresponde, inscriptos en el Libro del Cementerio y sepultados.
En un cruce, en el baño, Don Romero comentó.

- "Don Centurión, escuché en la radio que hubo un tiroteo grande con guerrilleros en la ruta, pasando Margarita Belén!
- "Cerrá la geta pelotudo, que los muertos hablan, que ni nos vean juntos.!!

Días después, se repite la historia, los buscan nuevamente a los tres, pero esta vez se los llevan a "pasear" un par de semanas al Regimiento 9 de Corrientes.
Les dan con todo.

- "Ustedes, qué saben de aquella noche?"
- "Nada señor, no sabemos nada!

La apretada fue fuerte. Los "atendía" un Mayor quien les daba muchos "consejos" Ustedes no vieron nada, no escucharon nada y no hicieron nada. Con golpes y mucho verdugueo, les recordaron a sus hijos, esposas, en fin, a la familia completa.

Ya de vuelta por el Cementerio, ni las caras querían verse, anteriormente eran de juntarse en algún potrero para jugar al fútbol turno contra turno, ahora ni locos. Por la zanja ni se asomaban, daban la vuelta por otros panteones como si el lugar estuviese embrujado.

Poco a poco, el tiempo fue aflojando la cosa.

Una mañana, cerca del medio día, el "Galleta quemada" tomaba unos mates a la sombra de un ciprés, Rosario en mano, (decían los murmullos que era muy creyente) tranquilo, como quien ha cumplido órdenes y eso basta para tener la conciencia limpia.

Su duda religiosa y también como para hacerse el amigote, lo llevó a entablar alguna conversación fuera de las órdenes del día a día y fundamentalmente como para tantear a los personajes.

- "Che, Centurión, decime, porqué mierda le dicen Jesucristo al Aguirre ese? Si no se parece en nada al flaco".

Centurión, con el cagaso de las historias vividas y para seguirle la corriente.

- "Sabe, el hombre aparte de su trabajo aquí, tiene algunas changas en el Gremio, es buen asador, entonces lo llaman para una u otra joda. Una noche terminó tarde su labor al frente de la parrilla, con varios tintos encima. Como entraba a trabajar temprano, se vino directo para el cementerio. Se recostó un poco, esperando el amanecer, en la Cruz Mayor y quedó muerto el loco del pedo que tenía. Los compañeritos, le hicieron una jodita, al ver semejante escena, se tomaron el laburo de juntar casi todas las velas del cementerio y se las pusieron alrededor, tipo ofrenda a Yemanyá en alguna playa brasilera.

La cuestión se armó cuando las primeras viejas ingresaron a visitar a sus difuntos y se encontraron con este finado fuera de la fosa.

Los que ingresamos a la mañana, mateamos un poco con los administrativos antes de empezar las rutinarias tareas. Bizcochos van, bizcochos vienen, aparecen las doñas, locas de espanto contando lo visto, como quien ve a suegra aparecida.

Para allá enfilamos y nos encontramos con el negro hecho cuero, quien enseguida pasó a llamarse "Jesucristo". Esa es la historia Suboficial".

Como buen milico y sabiendo del secreto compartido, "Galleta Quemada" aprovechó al vuelo el tema para pinchar un poco.

"Che Centurión, acordate y decile al Jesucristo ese, que ni se le ocurra chuparse y soltar la lengua, porque te aseguro que no van a alcanzar las velas del cementerio para metérselas en el culo, pero prendidas sabés y que no va a resucitar ni al tercer día, ni al cuarto, está claro".

"Si señor".

Humor como resistencia

Vecinos

A Colonia Benitez ya la he mencionado en una que otra historia, pero como es bueno ubicar geográficamente lo que uno cuenta, lo voy a repetir, además, como decía Aníbal Zampallo, la letra es mía y yo hago lo que quiero con ella.

Colonia Benitez, es un pueblo pegado a Resistencia, Chaco, a unos kilómetros al norte, por la ruta a Formosa y al Paraguay. Tierra de Tobas, Mocovíes y Wichís, robadas por Roca, Mitre, Sarmiento y otros "próceres" para entregarle a la gringada europea.

Así llegó a la zona Don Felix Benitez. Don Felix, tenía una hija, Margarita Belén y con su nombre, un poco más al norte, se fundó un nuevo pueblo, tristemente famoso a partir del golpe de 1976.

En esta hermosa colonia, llena de calma y de paz, que por estar ubicada tan cerquita de la capital chaqueña, se han instalado algunos subversivos, cansados de tanto ruido y buscando el tan añorado lugar en el mundo.

El primero en acomodarse en esos parajes fue el Lucho Lescano, Chaqueño, Montonero, estuvo unos años en las cárceles, las pasó fiera, casi se nos fue para el otro lado, cuando lo largaron parecía un esqueleto que le habían tirado un cuero encima, para cubrirse del viento.

Después cayó por esos pagos, Luis Jacinto Diaz, un Cordobés, peronista, escultor, no estuvo en Montoneros, pero como todo peronista de raza, estuvo cerca. Como artista firmaba como Diaz Córdoba, le quedó como doble apellido, como cuando a un chaqueño le dicen Chaco o a un correntino, Corrientes y él por puro orgullo lo incorporó como doble apellido.

Cuenta la historia que este Cordobés, de Balnearia, un pueblo pegado a Mar Chiquita anduvo regalándole su obra a los chaqueños. En varios lugares ha quedado el testimonio de su grandeza, homenajeando hacheros, pescadores, gente de pueblo. Su regalo mayor, fue el monumento a los fusilados en Margarita Belén, allá, en el kilómetro 1.043 de la ruta 11 camino a Formosa.

El tercero es Raúl Fernando Junco, "Junquito", Chaqueño también, escritor, poeta, guitarrista, un amante del ser nacional, un Jauretche de las cuerdas, Montonero.

Después del golpe, anduvo unos meses solo, resistiendo como pudo en los montes del quebracho, cayó preso y estuvo también hospedado unos años, en los hoteles de Videla.

Estos tres amigos, de militancia, de luchas, de asados, vinos y guitarreadas, vivían casi juntos, en la tranquilidad de este pueblo manso.

- Junco, compañero, ya que te gusta tanto Colonia, porqué no te instalás por allá?
- Y, tendría que ver las posibilidades!
- Pegadito a casa, hay un terreno que esta a la venta!
- Tranquilo por allá, no ,Córdoba.?
- Claro viejo, además esta el Lucho ahí nomás!
- Querés que averiguemos?
- Metale chamigo…

Junquito, se compró el terreno y se hizo la casa donde vive actualmente. Los fondos de ambas casas, se unen, apenas los separa un par de líneas de alambrado.
Las figuras del monumento a los caídos en Margarita Belén, se hicieron totalmente en la casa del artista en Colonia, Junquito, y el Lucho colaboraron constantemente y además ayudaron a coordinar la colocación en el lugar donde esta emplazado. Y así, de la militancia a la amistad, luego se sumó la vecindad.

Siempre pasa, cuando las relaciones son muy profundas y con personas de carácter fuerte, algún que otro chisporroteo puede suceder. Y así pasó.
Junquito tenía un viejo sueño, parece que lo cargaba desde las eternas noches en la cárcel. Soñaba y soñaba con vivir en una casa con mucho verde. Claro, se había criado con mucha libertad en casa de padres, tíos y abuelos.

Al verde sueño, le agregaba el deseo de tener unas parras, poder plantarlas, verlas crecer, dar sus primeras uvas y por ahí, quien lo dice, llegar a hacerse un buen vinito patero.

Al verde ya lo tenía, para completar su sueño plantó una docena de vides con uvas diferentes para hacer surtida la cosecha.
- Mirá Cordobés, cuando estemos debajo de las parras, tomando unos tintillos!

Del otro lado del alambre Córdoba le sonreía afirmando, mientras le tiraba algunos maíces a sus gallinas.
Hizo una línea, carpió la tierra con una vieja asada, y cada cuatro metros más o menos planto sus sueños, imaginando las futuras cosechas con guitarra, amigos, asado y vino.

También tenía plantas y plantines . A las parras, las cuidaba más que a su caballo.

Y así, las niñas empezaron a dar sus primeros brotes.

Una mañana, lo visita el Juanca, un amigo y vecino de Colonia.

Mate y termo en la mano, abre la puerta que da al fondo y que ve, ni los milicos le hicieron tanto desastre cuando le allanaron la casa en Resistencia y le llevaron hasta el inodoro, las gallinas del Cordobés, del amigo artista, revoltigeando todo. Ni flores, ni plantas, ni parras.

Junquito quedó paralizado, parecía una de las estatuas del monumento, no lo podía creer y no salía del asombro.

El Juanca, famoso peleador de Colonia, gorra de lana como dicen, le empezó a largar lengua.

- Pero mirá negro, lo que te han hecho!
- No, las parras no, hijas de puta.

Del otro lado del alambre, Luis, el artista, mate en mato, tranquilo y como de costado, sin darle mucha pelota.

- Pero Junco, son cosas de gallinas.!! Por qué no hablás con el gallo, que es el jefe?
- Ahhhh, encima me cargás, Cordobés culiao.!!

Y el Juanca seguía.

- Ma qué fuera Junco, si fuera yo las hago mierda, una por una.

Y así fue, Junquito se metió en la casa, colorado de la bronca. Salió al instante con un a escopeta, de dos caños, una Italiana que brillaba. Ya la traía cargada y los pantalones que se le caían de tantos cartuchos en los bolsillos.

- Si tuviera la metra del monte, no se salva ni una y la puta madre…

Se le escucho decir, y el Juanco que se las marcaba una por una.

Y empezó el tiroteo. Volaba el plumerío. Parecía Bostero como liquidaba las coloradas.

- Por allá, por allá, detrás del paraíso!

Le apuntaba el secretario.

La cuestión que solo algunas pudieron zafar la balacera y pasar el alambre para el otro lado.

El Cordobés, había quedado cuerpo a tierra, más escondido y cagado que oficiales en Las Malvinas.

Cuentan que el Comisario del pueblo, escuchó el tiroteo, pero después de averiguar quien era, hizo la vista gorda y se hizo el pelotudo. El tirador era Montonero, no vaya a ser, esta cuestión de la memoria…

Después de la matanza, Junquito le revoleaba algunos bichos para el otro lado, y ahora el que puteaba era el escultor.

- Pero Junco, por quééé.?
- Ahí tenés, las batarazas, pa’ un puchero, las ponedoras, pa`un guiso, las coloradas, un par de blancas y el jefe, tu gallo, y si querés salvar a las otras arreglá el alambrado, que ni el pico asomen por aquí!

A la semana siguiente, el escultor había levantado un alambrado como de tres metros, mejor y más seguro que el de Chaco For Ever. Cuentan que al gallinero le puso techo, puerta, televisor, video y hasta aire acondicionado para que no salgan las fieras. Se veían muchas crías nuevas, se ve que había renovado la hacienda.

Del otro lado, Junquito, replantó sus parras, empezando todo de nuevo.

Y así pasó el tiempo, los vecinos ni se saludaban. Fue el comentario de todo el Chaco, dos compañeros de fierro, militantes de toda hora, enfrentados por una cuestión de gallinero. En las reuniones políticas se sentaban lejos, todavía algunas chispas andaban sueltas.

Junquito ya hacía un par de horas que estaba en el jardín, meta y meta con su caballo, cuando llegó el Lucho Lescano.

Lo había bañado, le había cortado las uñas, los cascos, la cola, las crines, realmente estaba para el desfile, para la envidia de cualquier culiao de la Rural.

Del otro lado del alambrado olímpico, estaba el Cordobés, el escultor, mate en mano. Miraba como cepillaba y cepillaba al alazán.

Junco ya lo había bichado, pero lo junaba de vez en cuando, como de reojo, pero ni cinco de bola.

El Lucho leía su diario dominguero. Todos en silencio.

- Che, Junco…
Se largó el escultor. Junco no dejaba de cepillar y ni lo miró.
- Qué te pasa.?
- Muy lindo tu caballito, esta quedando una pinturita!
- Ajá.!
- Haceme un favorcito Junco!

A esta altura, Junco había dejado de hacer lo que estaba haciendo y ya lo enfrentó con la mirada, desafiante. El Lucho paró de leer, abrió los ojos grandotes.

- Sí, qué querés..?
- Ya que esta tan mono tu caballo, por qué no completas tu obra y le pintás los labios al matunguito!
- Andá a la reputa madre que te parió, Cordobés!

Y en el alambrado quedó incrustado el cepillo.

Y de un lado el Lucho se revolcaba de la risa y del otro el Cordobés hacía lo mismo.

Pintale los labios, pintale los labios, repetía el Lucho, y se descosía de la risa.

Se dice que después de tanta puteada y de tanta risa llegó la reconciliación.

Se dice también, que el alambrado olímpico se mantuvo firme, como la muralla china.

Por las dudas vio…

Humor como resistencia

Nostalgias

“Buenas tardes Don Paulo, como anda usted.?”
El Periodista de la Folha de Sao Paulo, había logrado una entrevista con una de las personas mas queridas y admiradas de Brasil.
Corrían los últimos meses del año 1.979, Brasil continuaba bajo la dictadura que había destruido el proceso democrático en 1.964, pero con diferente personaje, el General Joao Batista Figueiredo, éste, fue el último General de esa etapa de represión, persecución, cárcel, muerte, desapariciones y exilio, culminando en 1.985, cuando mediante elecciones, los milicos y sus dueños, dejaron el gobierno.
El Cardenal Don Paulo Evaristo Arns, era el Arzobispo Metropolitano de la Diócesis de San Pablo, la más grande del mundo, en cuanto a cantidad de fieles.
Fue uno de los referentes cristianos que más llevó adelante las conclusiones del encuentro de Medellín, Colombia.
Junto con Helder Cámara, Arzobispo de Recife y otros dirigentes, conformaban un frente de religiosos tercermundistas que a pesar de la dictadura, fueron estructurando una tarea muy profunda con las Comunidades Eclesiásticas de Base, en las favelas, en el campesinado, junto a los Movimientos Sin Tierra, y muy cercanos a la formación del Partido de los Trabajadores.
Ya hacía unos años, que en la Curia Metropolitana, sede del Arzobispado, funcionaba el ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados) entidad ésta que atendía a todos los exiliados políticos latinoamericanos que buscaban refugio en Brasil, luego de lograr escapar de las sangrientas represiones de los diferentes terrorismos de estados. Allí también funcionaba CLAMOR una entidad avalada por Don Paulo, dedicada a la defensa de los Derechos Humanos en América Latina. Mediante esta Entidad, recibíamos toda clase de denuncias sobre la represión en Argentina, lo que nos permitió desarrollar la primer lista de desaparecidos en Argentina, lista que el mismo Don Paulo, entregó en manos al Papa Juan Pablo II ocasionando una queja del Episcopado Argentino por intromisión en los asuntos internos
Independiente de todas estas organizaciones, Don Paulo, además, nos facilitaba algún rincón de esta casa, para reunirnos como y cuando quisiéramos, todos aquellos que estábamos exiliados, de paso o permanentes.
Conjuntamente con compañeros hermanos Uruguayos, Chilenos, Bolivianos, Paraguayos, algunos Centroamericanos, nosotros Argentinos y por su puesto compañeros Brasileros que se acercaban y que fundamentalmente militaban o en el PT, en las Comunidades de Base o en otras entidades combativas, formamos el CBS (Comité Brasilero de Solidaridad con los Pueblos de Latinoamérica).
La función principal de este nuevo organismo, era la denuncia de todo lo que había ocurrido en nuestros países, también la colaboración con los locales en su lucha contra la actual dictadura brasilera y muy especialmente, mantenernos políticamente activos fuera de nuestros países.
En esos momentos, había varios frentes de lucha, principalmente en Centro América, las comunidades nativas de Guatemala, Honduras, El Salvador, estaban en una continua rebelión armada. Nicaragua, acababa de derrocar a Anastacio Somoza, uno de los dictadores más sanguinarios de aquella región.
Sobre el tema quería hablar el Periodista.
“Don Paulo, que opina usted sobre la lucha armada en estos países.?”
Don Paulo, lo miró, con la pausa y la tranquilidad que lo caracterizaba.
“Mire hijo, le voy a responder con la mayor simpleza posible. Y que estas palabras se entiendan para todos los pueblos, no solo, a los que usted hace referencia.
Imagínese usted un hermoso y extenso bosque, éste se prende fuego en forma incontrolable, esa es la violencia de los poderosos, ese fuego destruirá casas, familias, vidas, muchas vidas. Del otro lado, está ese pueblo oprimido, sufrido, cansado de tantos tormentos. Qué es lo que hace.? Un contrafuego, para defenderse, defender su familia, sus casas, sus vidas. A esos pueblos, los poderosos, no les dan otra opción.”
De esta manera, las reflexiones de Don Paulo, justificaban la lucha armada de los pueblos como una última forma de defenderse, de luchar por su propia dignidad, cuando a los pueblos ya no les dan otra alternativa.
Al otro día, por la noche, habíamos convocado a una reunión del CBS. Por aquel entonces estábamos trabajando en una campaña de apoyo al pueblo Salvadoreño y por este motivo, organizábamos un festival de música para juntar gente y así concientizar a la sociedad brasilera sobre lo que estaba pasando, además aprovechábamos y llevábamos material sobre la represión en Argentina, la lucha por los compañeros desaparecidos y la de las Madres.
Habían comprometido su presencia artistas como Chico Buarque, Gilberto Gil y otros.
También esa noche, debíamos confeccionar un documento con la postura del CBS sobre estos temas. Este documento, posteriormente se repartía en los medios locales e internacionales. Para aquel entonces, Bill Gates, recién empezaba a hacer guita con la informática, así que todo se hacía a máquina y por correo.
Después de la reunión estaba organizada una pizzeada, en la casa de Esther la “Colo” y Mauricio, su marido. El Mauri, tenía la especialidad de hacer una gran variedad de tipos de pizza, pero lo extra, era la masa, compraba la masa del pan de las panaderías y la dejaba leudar un tiempo, envolviéndola con un trapo, un par de horas después, con poco, hacía pizzas para un batallón.
Fernandinha, una brasilera, militante extraordinaria de siempre, y Adriana una santiagueña y también gran militante, habían convocado a toda la tropa.
Poco a poco, los compañeros fueron llegando, y nos fuimos acomodando en aquel lugar prestado.
Nani, una militante Argentina, de Rosario, que tenía su compañero asesinado, hacía de secretaria, y confeccionaba el orden del día. Estas reuniones, muy políticas había que ordenarlas, la mayoría tenía una lengua demasiado afilada.
Cuando la cuestión estaba por empezar.
“Che, escucharon las declaraciones de Don Paulo, se las jugó el viejo.”
Comentó Pablo, sin saber que semejante tema desviaría por completo el eje de la reunión.
Pablo era un Argentino, que venía del Peronismo de Base, era empleado Bancario en Buenos Aires cuando se tuvo que rajar, se salvó por unos minutos, unos vecinos le avisaron que habían allanado la casa y pidiendo permiso para comprar un sandwiche, terminó en Brasil.
“No, qué dijo el viejo,?”
“Con todo su estilo, su parcimonia y su lenguaje, apoyó abiertamente la lucha armada.”
“Grande Paulito.” Explotó Marquito por allá en un rincón.
“En serio.?” Preguntó Estela, una Chilena.
Gustavo y Luis, dos Uruguayos, casi que aplaudían.
Y así Nani, se quedó con la birome, inmóvil, esperando infructuosamente, que algún compañero aumente el orden del día, dentro del temario convenido.
El tema era muy especial, y poco a poco, el debate fue tomando cuerpo, color y especialmente calor.
Uno a uno se fue enganchando, y en una entidad como el CBS, que había de todos los países, de diferentes culturas, costumbres, experiencias, historias y fundamentalmente ideologías, la cosa se fue poniendo picante, era para gravarla, filmarla, pero no teníamos, celulares, cámaras digitales, minifilmadoras, MP3, 4, y todas las pelotudeces juntas que nos venden ahora y que por su puesto compramos todos. La cuestión, que la anécdota habrá quedado grabada en la memoria de algunos y si tienen algo para agregar o cambiar, que lo hagan carajo, para eso son cuentos abiertos.
Fueron surgiendo todas las posturas posibles relacionadas con la lucha armada.
Que Lenin, que Mao, que Trosky, que el Che, que Fidel, que Masetti, que los Tupas, que el MIR, que el ELN, que Uturuncos, que las FAR, que las FAP, que Montoneros, que el ERP, que la Columna Prestes y la reunión se fue al carajo, si alguien prendía un pucho, explotábamos, había un olor a pólvora que daba miedo.
A un costado, atrás, junto a Marquitos, estaba el viejo Manuel. Le decíamos viejo, porque para nosotros lo era, habrá tenido unos 40 años.
Manuel, era un obrero portuario, de la zona de Sarandí, Buenos Aires. Militaba en el Gremio y sabíamos que anduvo pegadito a la fundación de las FAR. En algunas reuniones más íntimas, nos contaba historias que había vivido con el Cacho El Kadri, Felipe Vallese y de los inicios gloriosos de la JP.
Era muy callado, de esos que usan la palabra solo cuando es necesario y oportuno.
Tuvo que salir del país, en forma urgente, para salvar su familia, eran todos militantes. Hablaba con disgusto de su partida, no lo convencía para nada estar lejos de sus compañeros. Pero no estaba en sus planes ir más lejos que Brasil.
“Ya nos reorganizaremos, es cuestión de tiempo.” Nos decía.
Los que lo conocíamos un poco más, y sabíamos de su historia, por lo menos lo que él quería contar, lo valorábamos por su experiencia, por sus posturas y por una tranquilidad que seguramente la dan los años de militancia. Siempre tenía la palabra justa para acelerar o frenar cualquier discusión o debate.
Esa noche, Manuel estaba demasiado callado.
Conociendo sus pensamientos y su experiencia en este caliente tema, me lo imaginé pensando en la sarta de pelotudeces que dicen cuando se juntan revolucionarios pequeño burgueses, intelectuales, la mayoría provenientes de las clases medias latinoamericanas, especialmente los argentinos, dentro de los cuales yo me incluía.
Porque salvo algunas excepciones como las de Manuel, Marcos, un par de chilenos, Luis y su señora, Uruguayos, la mayoría éramos militantes de diferentes organizaciones revolucionarias pero sin lugar a dudas provenientes de una clase media, lo cual no dejaba de ser honroso y sumamente valioso, pero en muchas cuestiones se notaban las diferencias.
Valioso, porque muchos jóvenes militantes provenientes de esas capas sociales, podrían haber continuado con ciertos privilegios, sin lugar a dudas mentirosos y dentro de sus propias contradicciones, manteniéndose al margen de las luchas populares, pero no, optaron por pelear por un país diferente, para todos y así lo hicieron. El problema, que siempre conversábamos con Manuel, es cuando estos compañeros, te tiran con los libros por la cabeza. Y casualmente eso es un poco, lo que estaba pasando en esa reunión.
“Porque el Che, debería haber realizado un trabajo previo, más político, en Bolivia.” Comentó una compañera Boliviana de Sucre.
“Pero si ustedes le dieron la espalda.” Le retrucó Silvia una Cordobesa del PRT.
“Ahh, y los argentinos, dónde estaban, solo Masetti puso las bolas en Salta.” Le contestó rápido Estela, la chilena mujer de Carlos.
“Ya que estamos, díganme, las armas deben surgir desde un trabajo en las bases o de un puñado de héroes iluminados.”
“Parece que ni lo hojeaste a Lenin.”
“Uhh, cagamos, nos fuimos al otro lado del charco.”
“Bueno, no te gustó, hablemos de Santucho.”
“Ese sí, ese es nuestro.” Contestó Graciela que venía de Montoneros.
Después saltó, Taco Ralo, Famaillá, Monte Chingolo, Formosa…….
“No se olviden de la carta de Walsh.”
Ya ni se sabía quien hablaba y quien no.
Nani, ya había guardado la birome, la carpeta, etc.
Medio de prepo, ya que no había ningún orden y menos a esa altura, el viejo Manuel, salió de su postura pasiva y pensativa y con una voz sumamente enérgica, cortó todos los idas y vueltas del tema.
Todos lo miramos, sabiendo que cuando el viejo se larga a decir algo, no es boludeo.
“Compañeros, ustedes todos, me disculpan, soy hombre de pocas palabras y de pocas pulgas. Aflojen con los libros y vayamos a los hechos. Qué dijo Don Paulo, ahora mismo.?
No rompan las bolas, todos aquellos compañeros, todas aquellas compañeras, todas aquellas organizaciones que tomaron las armas para luchar por un país diferente, para luchar convencidos que es la única manera de poder lograr los objetivos y la patria que todos queremos, sean de la organización que fueran, sean de las estúpidas y más encontradas ideologías que fueran, si tomaron las armas para combatir todas esas mierdas que nos oprimen, si se jugaron la vida, que es lo máximo que podemos dar, independientemente de errores y no errores, de estrategias y no estrategias, de correlaciones de fuerzas y la puta madre que los parió, todos estos compañeros, se merecen el mayor de los respetos y la mayor de las valoraciones.
Todos ellos, con la camiseta que sea, se jugaron las bolas y los ovarios a fondo, entienden, son hermanos, les entra en la cabeza, hermanos.
Podremos discutir horas y horas, podremos analizar textos y textos, podremos realizar las mayores y más profundas autocríticas de cómo, cuándo y de qué manera llegamos a la lucha armada y cómo llevarla a cabo, desde abajo, arriba, al costado, que mierda importa el análisis que hagamos, si no nos unimos, si no dejamos de lado las pelotudeces que están escritas y no nos juntamos, si todos queremos lo mismo, o no. Pero yo les voy a decir en estas pocas y sencillas palabras y en honor a todos los compañeros caídos con el fusil en la mano y me cago en todos los que piensan diferente, que, como me dijo el Gringo Miraglio antes de caer:
“NINGUNA AUTOCRITICA, ME QUITA LAS NOSTALGIAS DE UNOS TIROS.”
“Grande Gringo, poeta de los fierros, ídolo….. saltaba el Marquitos.
El festival, el documento, las actas de Nani, tendrán que esperar un par de días hasta que vuelva la calma. Nos miramos todos, que se vaya la reunión al carajo.
Vamos, el Mauri nos está esperando, masa en manos. Es nuestro mejor militante.
Ya en lo de la Colo y Mauri, después de haber morfado toda la variedad posible de pizzas y acomodadas en su lugar por Brahamas, Antárticas y en algún hígado más fuerte por diferentes Caipiras y Batidas que preparaba Mario, un amigo de la familia.
En un momento, Amelita, otra argentina, entrerriana, también de la patota de exiliados. Muy pensativa, pizza en mano, cerveza en la otra, repite medio que murmurando, “Ninguna autocrítica me quita las nostalgias de unos tiros.” Y parece como que se había quedado con una pregunta guardada.
“Che Manuel, quién fue el Gringo Miraglio, nunca nos hablaste de él.?”
Manuel la miró, con la tranquilidad de siempre, y con una sonrisa cada vez más evidente.
“Estaba esperando esa pregunta. El Gringo Miraglio era compañero del puerto, estibador, un ruso grandote.”
A todo esto, estábamos todos prendidos queriendo saber la historia. Hasta María Creuza había parado de cantar.
“Y, dale.?”
“Dale qué.?”
“Donde militaba, que hacía.?”
“No, el Gringo era uno de los jefes de la barra brava de Platense.”
“Pero, y lo de los tiros, las nostalgias, cuando cayó.”
“No, el vago, con la barra, se agarró a los tiros con la hinchada de Racing, cuando la cana se metió en la tribuna, se cayó como de cuatro metros queriendo rajar por el tapial de atrás.”
“Vos nos estás cargando.?”
“Nooo, cuando apareció por el puerto, como a la semana, nos miró a todos y nos dijo.”
“No me digan nada, ninguna autocrítica………”
“Y bueno, con la sarta de pelotudeces que se decían en la reunión me acordé de él.”
“Andá a la puta madre que te parió, sos un hijo de puta.”
A esta altura el Manuel se revolcaba a las carcajadas.
Algunos sabíamos que la frase era de un ex preso brasilero, pero igual le seguimos la joda.
“Bueno, qué mierda, un brindis por nuestro querido Don Paulo.
“Salud compañeros.”
“Por nuestros hermanos presos, muertos y desaparecidos.”
“Por latinoamérica, carajo.”
“Por el MIR.”
“Nooo, pará chileno culiaoo, no empecés…!!!!

Amanecer sin pájaros en Costa Iné

Ese domingo, pintaba muy caluroso, como una muestra del verano que se estaba acercando. Aunque el verano en el Chaco no necesita calendario, empieza cuando se le antoja y generalmente lo hace mucho antes de lo que marcan las estaciones.
Ese domingo, como todos los domingos y todos los días de su vida, el Nene se levantó muy temprano, no necesitaba despertador, los gallos, alguna ternera, alguna calandria o el verde lorerío reemplazaban placenteramente el frío sonido de cualquier despertador. Sus costumbres, su cultura, sus sueños, su familia, su vida, eran el campo y muy especialmente aquel campo.
Amadeo Víctor Pegoraro, estaba escrito en su documento, seguramente pocos se acuerden, para todos, el Nene. Se levantó tempranito, con la frescura previa del amanecer, se preparó su habitual café que no le exigía estación. El mate es para compartir, decía. Mientras tanto, Norma, su amada esposa descansaba unas horas más antes de iniciar las rutinarias tareas del campo.
Pero ese domingo, no sería un domingo cualquiera, ese domingo 12 de diciembre de 1976, en el Establecimiento Don Martín habría reunión familiar, pero de la familia grande. Para el medio día, un par de chivos a la estaca, serían el pretexto para unir más aún a la gran familia Pegoraro, que no eran pocos por aquella zona de Costa Iné, un hermoso paraje a unos poquitos kilómetros al norte de Margarita Belén.
Ese domingo, el encuentro familiar sería un adelanto de lo que estaba programado para el sábado siguiente con el casamiento de Mary y de Tito, hermano menor del Nene.
Como las típicas familias de inmigrantes italianos que regaron estas tierras, los Pegoraro seguían la tradición de la lejana península europea, festejando varios días antes, para no perder viejas costumbres.
Martín Alfredo Pegoraro, Tito y María Lescano, Mary ya tenían su sueño programado, vivir y formar su familia en el mismo campo que los vio nacer y criarse. Allí, del otro lado del Riacho Iné, construirían su nido, ahí nomás, muy cerquita, pegadito a toda la familia.
El Riacho Iné, para quienes lo conocen, significa agua hedionda en lengua originaria, este riacho, atraviesa los campos de la región, desembocando en el Riacho Antequera sobre el Paraná, por allá cerca de la Isla del Cerrito junto al Paraguay. Su nombre lo dice todo, es un río muy calmo y la mayor parte del año sin caudal, solo se vuelve bravo y correntoso en épocas de grandes lluvias. Luego de éstas, queda estacionado, regalando pequeños y grandes espejos de agua que dan vida a los campos. Estas esperadas aguadas y lagunas son el soporte de la supervivencia en la zona, pero con el calor del norte, poco a poco se van consumiendo hasta que los cielos los alimenten nuevamente.
Ese domingo, el Nene tomaba su café debajo de un rústico cielo raso de tablas de palmera construido con sus propias manos. Como todos los días, escuchaba la radio y se informaba de todo lo referente al campo, su gran pasión; los primeros programas le acercaban todas las noticias referente a remates, precio del ganado, novedades del comercio ganadero, algunas cuadreras y domas de la zona.
En su cuaderno, anotaba y hacía tempranas cuentas para la semana que empezaría al día siguiente. El Nene no pudo estudiar, no había escuelas en la región y había que trabajar muy duro desde pequeño, pero el campo lo había formado en ingeniería, en agronomía, en veterinaria, en economía y quien sabe en cuantas otras especialidades como ninguna universidad podría hacerlo. Sus conocimientos sobrepasaban largamente los de cualquier programa de estudios. Cada tanto debía dejar el lápiz y el cuaderno para mover la mano que todavía se contraía por la picadura de una Yarará, cuando se distrajo un día, observando el jugueteo de la ternerada.
El Nene escuchaba la radio, pero no era ajeno y disfrutaba del concierto de aves y pájaros que diariamente se presentaban en el delicioso amanecer chaqueño.
Para disfrutar aún más el momento, cuando el rosa fuego del amanecer comenzaba a clarear para el lado del Iné, ese domingo, el Nene salió a caminar y acompañó el concierto de pájaros silbando un marcado chamamé y así, confundiéndose en el paisaje, se metió de lleno en aquella obra maestra , sumando su música a ese inmenso amanecer.
Y el Nene fue chamamé, y el chamamé fue Chuña, Tero y Pacaá, fue Zorzal, Aloncito y Hornero, fue Paloma, Calandria y Benteveo. A lo lejos, un Chajá parecía competir con su silbido. Ahí nomás, un Boyerito de alas amarillas lo acompañaba juntando cerdas para su nido. Un poco más allá, del otro lado del riacho, sobre un centenario Guacoví un Cardenal Amarillo iniciaba su canto mostrando orgulloso su copete.
Y el Nene silbaba y silbaba y se sintió pájaro y se sintió tierra y fue feliz junto a su pequeño río.
Y ese domingo hubo fiesta en Costa Iné.
Y ese domingo hubo mucha alegría en Costa Iné.
Y ese domingo hubo encuentro en Costa Iné.
Estuvo la familia, estuvieron los abuelos, padres y tíos, no faltaron los hermanos, primos, sobrinos y nietos, aparecieron cuñados, novios y novias.
Se arrimó la leña y poco a poco, el fuego, la estaca, los chivos, un tablón, sillas y todo se fue acercando a las brasas que se formaban debajo del viejo Timbó.
El Nene alardeaba con su chaira alemana y casi le sacaba chispas a su cuchilla.
Ya era media mañana, un helicóptero del ejército pasó no muy bajo, desentonando con la música que acompañaba la ocasión, un chamamé de Tránsito Cocomarola.
- “Che Tito, montate a la Blanquita y andate con tu esposa a lo de Rojas, no nos vayamos a quedar sin vino, y traete hielo.”
Fue como una orden de don Martín.
- Futura esposa.!! Retrucó sonriendo la Mary.
La Blanquita era una impecable camioneta Jeep modelo 74 de la tía Ángela orgullo de la familia.
Para ese entonces, Norma y los más chicos cosechaban algunas verduras, tomates y zanahorias para acompañar el asado.
A un costado, junto a un frondoso Palo Borracho, el horno de barro levantaba lentamente el pan casero. Mientras tanto, circulaban algunas tortas fritas de la Norma y algún salamín recién descolgado.
Los más guachos, competían puntería con las gomeras, alguna lata, una botella escondida, sabían que los pájaros eran sagrados. El Nene controlaba de reojo.
- “ Cristina, subí la radio que hay ganas de bailar.”
Otro chamamé hizo levantar a varios de sus sillas. El Carlos, la Isabel, el Andrés y la Estela, el Antonio y la Graciela. Se mezclaron primos , tías y sobrinos.
El Tito y la Mary se cruzaron miradas, se tomaron de la mano y levantaron polvo junto al fuego como despidiendo la soltería.
Mesas, sillas y tablones se fueron acomodando debajo de otro gran Palo Borracho que le daba algo de frescura al cálido diciembre.
En un rincón, debajo de un Algarrobo, el Nene se perdió un rato para escuchar con su pequeña radio, las noticias de los próximos remates.
Y los Pegoraro comieron y cantaron, rieron y bailaron, llegaron amigos y vecinos.
Solo algunos mayores se ausentaron para la siesta.
De aquellos pájaros amanecidos, los más confianzudos se mezclaron en la fiesta para picotear restos de comida.
El Boyerito, seguía juntando cerdas para su nido, una perfecta bola negra que ya colgaba en un naranjo.
Y se fue la siesta y se fue la tarde, y se fueron el tereré y las mateadas, y ya el sol era un cuadro rojizo en el oeste y empezaba a esconderse para el lado de la Ruta 11, la que va para Formosa.
Y se fueron los pájaros y los Pegoraro, los vecinos y los amigos y el cielo se fue transformando en un increíble paisaje de estrellas, espectáculo que solo el campo abierto puede ofrecer.
Al otro día era lunes, y el trabajo es algo serio y sagrado. Los piquetes, la hacienda, los corrales, la huerta y el tabaco. Estaba cerca navidad, los corderos y los chivos eran en ese mes el principal ingreso familiar.
El Nene se durmió lentamente, pegado a su pequeña radio, a esa hora no había remates, ni domas. Algún chamamé se mezclaba con noticias de subversivos y de heroicos militares salvando la patria. Abrazó a Norma y se regaló un merecido descanso.
Como todos los días, a las 4 de la mañana, algún gallo despertó al Nene picoteándole el sueño. Se levantó, preparó su café, y se sentó debajo de su cielo de palmeras. Su cuaderno le recordó las tareas y obligaciones para la semana. Movió la mano repetidas veces recordando la Yarará antes de encender la radio.
Un Pacaá, desde los pajonales del Iné lo invitaba al nuevo día y amablemente desafiaba su silbido.
Pero en ese amanecer, el Pacaá, fue el único que pudo cantar. No muy lejos, se empezó a escuchar el ensordecedor ruido de muchos camiones, muy juntos y en seguida algo extraño y tenebroso que nada tenía que ver con el amanecer, ni con los chamamés, ni con los sonidos del campo, ni con la música de los pájaros.
Una horrible explosión de infames armas de fuego transformó eternamente el amanecer en Costa Iné.
La terrible descarga no paraba, como que tembló la tierra.
Se paralizó hasta el viento.
Huyeron los pájaros, se fue el canto.
Doña Ángela quedó sentada en la cama. Don Martín se acercó a su ventana. Solo los niños dormían.
- “Qué fue eso hermano.?” Preguntó Tito.
El Nene ya estaba afuera apoyado a la cerca mirando el horizonte todavía oscuro. Se olvidó del alba, del silbido y de los pájaros.
- “Fue por el asfalto, para el lado de Los Cuatro Diablos, parecía una balacera, pero pesada hermanito”
Muy cerca, a menos de una legua, un infierno de balas, de sangre y de uniformes traidores manchaba para siempre el amanecer en Costa Iné.
Al rato volvió el silencio, pero fue absoluto. Sin pájaros y sin música.
Todas las mañanas, el Tito era el responsable de largar la hacienda, allá en el piquete camino a San Martín.
Cuando la luz lo permitió, se subió a la Blanquita y se fue despacito para el asfalto, lo acompañó el Pablo Velásquez, ahijado de don Martín, se fue sabiendo, pero sin saber con qué se encontraría.
Ya en la ruta, le llamó la atención ver a don Raúl de la gomería, observando recostado a una vieja rueda de tractor. No era común verlo tan temprano. Detrás de una ventana, unos ojos grandes mostraban asombro y miedo.
- “Qué anda pasando don Raúl ?”
- “No se Tito, pero pasó algo grande, anda mucha milicada y la ruta esta cortada. Allá está la camioneta y el Ford de la Policía de Margarita Belén.”
Tito pensó en la hacienda y se volvió para Don Martín. El Nene estaba abriendo los corrales.
- “Nene, no se puede pasar.?”
- “Cómo que no se puede pasar, qué pasó.?”
- “No sé pero la balacera fue fiera y andan muchos milicos en la ruta.”
- “Vamos.”
Y volvieron para la ruta.
El Tito era muy joven, con 24 años, no se achicaba con nada, pero para algunas cosas se apoyaba en su hermano mayor que para ese entonces pisaba los 40.
En el corte estaba el Comisario Francisco Kusik, el Agente Rito Gonzalez y otros policías, todos de Margarita.
- “Buen día Comisario.”
- “Buen día Pegoraro.”
- “Qué pasó Comisario?”
- “Subversivos, atacaron los camiones del ejército que llevaban presos para Formosa.”
- “Por dónde.?”
- “Allí nomás, después de la curva, en el Ortega.”
- “Y hay heridos.?”
- “Heridos, hay fiambres por todos lados y corra la voz en la zona Pegoraro, que hay prófugos y sabés que los zurdos son peligrosos, no tienen alma.”
- “Pero el corte y los animales.” Le susurró el Tito al oído.
- “Qué corte ni corte.”
- “Comisario, tenemos que pasar, sabe que tenemos animales del otro lado.”
- “No se puede o es sordo Pegoraro.”
- “Y hay para mucho.?”
- “Solo los jefes saben.”
En ese momento, una camioneta del ejército se retiraba con oficiales de alto rango, el Comisario y los Agentes se cuadraron. En un auto llegaban civiles bien trajeados.
- “Mire Comisario, en la chata, a caballo o a pie tenemos que cruzar.”
- “Espere.”
El Comisario consultó más adelante en el primer control militar y se acercó con un gesto positivo. Dispuso un agente para acompañarlos.
Lentamente, emprendieron la marcha y vieron camiones, camionetas y ambulancias del ejército, una de ellas, destrozada por la balacera.
Fueron unos minutos en los cuales no hubo ni diálogo ni palabras, solo una sensación de preocupación que se iba transformando en miedo a medida que avanzaban.
Y empezaron a ver cuerpos a un costado de la ruta, pero miraban y no miraban.
Pasando el Ortega no pudieron evitar la imagen de unos autos destrozados con cuerpos adentro y sangre, mucha sangre, eran chicos y chicas, muy jóvenes.
Y los hermanos no se hablaban y sintieron miedo, cada vez más miedo.
Como en un túnel del terror, los militares armados hasta los dientes, con uniformes de combate, a ambos lados de la ruta les clavaban la mirada. También se veían oficiales de mayor rango, pero sin armas.
- “Adelante, vamos adelante, circulen.”
No entendieron algunas sonrisas.
Pasando el cruce a Las palmas, otra Policía es la que controlaba el corte de ruta. No los reconocieron.
Llegaron al piquete, largaron el ganado, estaban tensos.
La gente de campo es dura para muchas cosas, la vida misma es muy dura, pero lo que estaban viviendo los sobrepasaba.
- “Qué pensás hermano.?”
Preguntó Tito.
- “No se, pero no me gusta nada, vos sabés lo que son los milicos, volvamos cuanto antes, escuchaste lo de los prófugos, no vaya a ser que anden por las casas.”
Volvieron a la media mañana.
Los dejó perplejos ver todavía los cuerpos junto al asfalto todos acomodados y a pocos metros, junto al alambrado, cerca de la casa de Omar Lopez, un fuego, un enorme costillar se doraba a la estaca rodeado de muchos militares, policías y civiles, parecía una fiesta y les recordó al asado del día anterior en sus casas, y por eso, entendieron menos.
Cuando llegaron a Don Martín, todos esperaban las noticias del Tito y del Nene.
Y matearon y almorzaron sin comprender, no hubo alegría ni risas.
- “Parece que hay prófugos así que nadie se mueve de las casas y si ven algo raro nos avisamos.”
Y Costa Iné no fue la misma.
Y Margarita Belén no fue la misma.
Y el Chaco no fue el mismo.
Y el país no fue el mismo.
En los días sucesivos, toda la familia se dedicó a hacer las tareas pero sin moverse de la zona, y como lo hace el Tero, con un ojo aquí y otro allá.
Y pasó un día y pasaron dos, el terror de aquellas armas lentamente fue pasando.
Cada tanto, desde los montes, aparecían algunos Cadetes de la Policía Chaqueña buscando prófugos que nunca aparecieron. Al mando de algún oficial, hambrientos y sedientos pudieron gozar de la solidaridad de esas familias.
Por algún tiempo, toda Costa Iné creyó esas historias de traslados, de emboscadas y de prófugos.
La mayoría de los muertos desaparecieron.
Y se limpió la ruta, el sol, alguna lluvia y el bicherío limpiaron tanta sangre.
Y llegaron las Madres.
Y demasiado dolor.
Y se escondió la traición.
Poco a poco los habitantes de la zona, los Pegoraro, los Dellamea, los Rojas, los Visón, los Mendoza, … fueron animándose y recuperando la vida. Poco a poco, fueron sabiendo de aquella farsa sangrienta en sus propias tierras, con el tiempo supieron de aquel helicóptero eligiendo el lugar de la masacre, supieron se secuestros, de torturas, de saqueos, de jóvenes militantes asesinados, de toda una sociedad perseguida.
Poco a poco fueron entendiendo y lentamente volviendo a la vida.
Y volvieron la Chuña y el Chajá.
Lentamente, aparecieron los Horneros, los Tordos y los Chingolos.
Como aturdidos, nuevamente cantaron Jilgueros y Tacuaras.
Muy desconfiados, volvieron a entonar el Zorzal y la Calandria.
Y la Paloma volvió a ser solapa y el lorerío a barullear.
Y el Boyerito terminó su nido.
Y al Nene le llevó más tiempo, pero felizmente volvió a ser pájaro.
Quién sabe, quién podría asegurar, si los pájaros tienen memoria, quién sabe, tal vez no.
Tal vez, para ellos sea bueno el olvido y puedan borrar aquel negro amanecer y nuevamente cantar y volar en libertad.
Pero los pueblos, a diferencia de los pájaros, construyen la historia desde la memoria. Y desde la memoria y la dignidad lograremos la vida y la libertad que soñamos. Y desde la lucha, no pararemos de cantar.
Y seguiremos cantando.
Y cantando, no dejaremos de caminar y de buscar a nuestros pájaros como banderas.
Y no tengan dudas, que desde esa memoria, transformada en canto, risa y tierra, nunca olvidaremos aquel amanecer sin pájaros en Costa Iné.

Humor como resistencia

Pintadas

- Hongo, te alcanzó la guita para un par de aerosoles.?
- Síiii Oscar, ya los tengo.!!
- Mirá que esta noche salimos.!!
- Ya sé, no soy sordo ni pelotudo.!!
- Y…sordo no…
- Andá cagá!!
- Hongo, te imaginás la cara del Ceniquel cuando las lea.?

Corría el año 1.974, el país entero estaba totalmente convulsionado. La muerte del viejo, había quebrado más aún al peronismo, Montoneros aceleraba su estructura clandestina, la Triple A, el CDO y toda la derecha peronista contaban con todo el aparato estatal y el ejército poco a poco afilaba las espadas.
Resistencia, Chaco, no era ajeno a esta realidad, el Gobernador Bittel, aportaba desde la provincia, a todo ese aparato represivo y el lugar que concentraba toda esa barbarie era la Brigada de Investigaciones de la Policía Provincial. La Policía Chaqueña estaba bajo el mando del Comisario Wenceslao Ceniquel y la Brigada de Investigaciones era comandada por el Comisario Carlos Thomas.
Ante la detención y tortura de varios compañeros Montoneros, se organiza un operativo con algunos caños en la puerta de la Brigada. Después, se podían ver pintadas en la ciudad “Por peronistas torturados, Investigaciones bombardeada”.
Además, se programaron diferentes pintadas en toda la ciudad, de las “tradicionales” “Viva Perón carajo”, Si Evita viviera sería Montonera”, “Viva la gloriosa JP” y algunas otras. La cuestión, que no quedó pared sin pintar en toda Resistencia y alrededores.
Esa noche en Resistencia, Montoneros ya tenía varios barrios marcados para pintar las pocas paredes que aún quedaban libres.
Oscar y el Hongo tenían destinada la zona de La Liguria, un barrio como a 20 cuadras de la plaza central y sede del principal Regimiento de los milicos, lugar que después del golpe se transformó en un Centro Clandestino de Detención.
La movilidad, por supuesto, lo tradicional en una ciudad como Resistencia, bicicletas.
Fuera de las órdenes superiores, Oscar le había tirado una idea al Hongo.
- Che Hongo, si le pintamos algo al Ceniquel.?
- Y qué.?
- Qué se yo chamigo, algo que le duela.!!
Wenceslao Ceniquel, era el Jefe de la Policía de la Provincia del Chaco, y un torturador y asesino, que en esos momentos andaba masticando muerte con la Triple A y tiempo después, con el golpe, se hizo más famoso por su accionar en la Casa del Terror o Brigada de Investigaciones de la Policía Chaqueña frente a la plaza central. En compañía de otro célebre asesino, como fue el Comisario Carlos Thomas, fueron la mano derecha del Ejército en toda la represión de la zona, hasta participar personalmente ambos, en el fusilamiento de Margarita Belén.
Iban Oscar y el Hongo de camino a su tarea militante cuando se encuentran con una hermosa pared y hacia allí se fueron, después otra y después otra, dejando grabada su creatividad, hasta finalmente llegar a la zona encomendada para las pintadas “oficiales”.
“CENIQUEL, CENIQUEL, YO CONOZCO UN MONTONERO QUE SE COGE A TU MUJER.”
Sonó el teléfono en la casa de Ceniquel, ya era pasada la media noche…
- Disculpe Comisario, pero andan los Montoneros pintando la ciudad….
- Y para eso me llama Caballero, a esta hora, usted esta loco o es pelotudo, si no hay una pared limpia en Resistencia…
- Si Jefe, usted me disculpa, pero hay una que lo involucra a usted y su familia…
- A mi familia…? Y qué dice….
- Queeeeeee, hijooooos de puuuuuta, ya voy para allá!!!!
Al rato, el Jefe estaba arriba de un patrullero, con varios gorilas atrás y toda la bronca encima buscando esos subversivos, los hijos de puta de las pintadas.
La ofensa había sido grande.
Oscar era conocido por su infaltable concurrencia a las canchas de fútbol, era por lo único que aflojaba un poco en su permanente militancia política. Era fanático de Chaco For ever, contradicción propia de un nacionalista apoyando un equipo con el nombre que recuerda la explotación inglesa, en las tierras del quebracho.
Oscar, debajo de su viejo buzo de laburo y pintadas, llevaba como adherida la camiseta de su equipo preferido. Estaba orgulloso de usarla a diario, el buzo era para cuidarla, no vaya a ser que se pinte.
A un par de cuadras de su club, estaba la última pared, con la cual terminaban la jornada revolucionaria, y si la cantina del club estaba abierta, capaz que lo festejaban con un tinto y una picada.
La Av. 9 de Julio es uno de los ingresos más transitados de la ciudad. Por esa avenida se sale para Barranqueras, Antequeras, la Isla del Cerrito y también para Corrientes. Muy cerca está el Hospital Perrando, el más grande de Chaco y de la región, algunos organismos del gobierno y por supuesto del Chaco For Ever por tales motivos la avenida tiene buena iluminación. Estratégicamente la pared era perfecta, pero también la hacía más peligrosa.
La cuestión que el Hongo y Oscar ya estaban decididos a terminar la última tarea. El Hongo quedó enfrente, en una penumbra, controlando mientras que Oscar encaró para la pared. Cruzó la avenida agitando el aerosol con lo último que le quedaba.
Se habían endulzado con otras pintadas que no estaban programadas….
La consigna, “VIVA PERÓN CARAJO - VIVA LA GLORIOSA JP”
Oscar estaba pintando el primer VIVA, cuando chillaron las gomas de un Falcon doblando la esquina y una Estanciera por la otra.
El Hongo, desde la penumbra alcanzó a dar un solo grito de alerta.
- La cana Oscar, la cana…!!!
Oscar ni miró, ni se inmutó, ni un pestañeo. La militancia te va curtiendo y el Oscar se había criado entre pantalones y polleras de sus viejos y de tíos y tías peronistas que venían peleando desde el 55 y tenía más calle que el Perro Fernando (*)
Las frenadas quedaron marcadas en el pavimento, el primero en bajar hecho una furia, arma en mano, fue el mismo Ceniquel.
Oscar siguió pintando lo más pancho, mientras la patota se le iba encima.
“VIVA CHACO FOR EVER” alcanzó a pintar con los últimos soplidos del aerosol, con una parcimonia envidiable.
La patota se fue frenando, solo Ceniquel lo encaró.
- Y vos quién sos, qué hacés aquí.?
- Y ya lo ve Comisario, el domingo los reventamos a los correntinos y quedamos solos en la punta…. Necesitamos mucha hinchada Jefe, tenemos que llenar la cancha….
Mientras hablaba, se sacaba el buzo hecho hilachas y como agrandado les mostraba la camiseta de aquel orgullo chaqueño.
Del otro lado de la avenida, el Hongo se alejaba lentamente, revolcándose de la risa, no podía creer lo que estaba viendo.
- Jefe, lo espero el domingo con los muchachos, venga con su señora, que la cancha está tranquila.!!. Dentro de un ratito nomás, nos encontramos en el club a picar algo y a cortar papelitos para el domingo, a propósito Jefe, no tendrán diarios viejos en la Comisaría.?
- Andá, andá, te voy a dar diarios viejos y la puta que lo parió. Vamos, vamos, ustedes, manga de inútiles, muévanse, deben andar cerca estos zurdos hijos de puta….


(*) El Perro Fernando era un perro vagabundo que vivía en el centro de Resistencia, muy querido por todos. En la ciudad de las esculturas, tiene la suya.

Humor como resistencia

El Licuado

Sumaq Mayú en lengua Quichua quiere decir, lindo, hermoso río. Este es el origen que le da el nombre a la ciudad Santiagueña que con los años y los españoles de por medio, pasó a llamarse Sumamao. Esta ciudad, floreciente en otras épocas, de ferrocarriles, de producción y de pensamientos nacionales, está a pocos kilómetros de la capital provincial, Santiago del Estero, la ciudad Argentina más antigua, con más de 450 años a cuestas. El tren, los montes, ingenios azucareros, el algodón, el carbón, etc. eran el eje de la producción, el crecimiento y la vida de este pequeño pueblo.
Con la destrucción del Ferrocarril, obra de la dictadura, de los Alfonsín, los Menen, De la Rúa y otros amigos del pueblo, además, de otras desgracias humanas como el avance de la Santa Soja, delirio del bolsillo de Ruralistas, y del bendito desmonte, poco a poco, Sumamao fue como quedando en el olvido. Las nuevas generaciones, como en todos lados, se iban concentrando en las ciudades grandes, dejando al campo en manos de gringos que lo explotan desde lejos.
No se si doña Cristina habrá pensado pasar con el Tren Bala por Sumamao, creería que no. Hubiera sido bueno, para que el pueblo traslade la producción de la zona, carbón, gallinas, cabras, azúcar, madera, etc. un poco más rápido que mulas y carretas.
Que le vamos a hacer Cristina, no hay dudas, el pueblo no tiene visión de futuro!!
La cuestión que en este pueblo, Sumamao, “Lindo Río” nació el personaje de esta historia. Carlos López, el “Negro”, santiagueñazo, bailarín y cantor, como todo santiagueño, porque los santiagueños y todos allá en el norte ya hablan cantando, estirando las palabras, como que quieren que una charla o una canción dure un poco más, si la letra de una canción es de dos minutos en cualquier parte del país, en el norte dura cuatro, y las ss, less sssobran, las dessssparraman, pareciera que nos han robado las sss a los litoraleños, como a nosotro, lo entrerriano.
Lo que hay que destacar de este hermoso pueblo y en general de todo el norte, es la defensa de su identidad, de su cultura, que en definitiva es la de todos, como viven el folclore, las tradiciones, etc.
El “Negro”, era el número tres de una familia de nueve hermanos, hijos de Don Juan, un hombre de campo, curtido, duro como esa vida y de Doña Juana, una madraza que repartía amor y atención a hijos propios y ajenos.
- Caaarlos, changuiiito, traeeete un poco de leeeeche de las cabriiitasss!!
- Bueeeno, maaadre, le traiiigo leña a la abueeela y la ordeeeño!!
- Maaadre, no me diiiga que hay bananasss?.
- Siii, le heee cambiaaado al Ramón huevos por banaaanas recién llegadiiitas de Santiaaago!!.
- Ah, nooo, ya mismo ordeeeño las cabraaasss!!
- Nooo mijo, tráigale primeeero la leña a la nooona, usted ya saaabe , como es la nooona cuando no le cuuumplen.!!
Al rato, estaban todos los changos y changas en fila, toditos esperando una de las delicias de Doña Juana, los licuados, los changos se morían por la banana con leche, el azúcar nunca faltaba, Don Juan traía bolsadas del ingenio.
Doña Juana pisaba y pisaba la banana con un tenedor y lo batía como si fuera una masa para torta, cuando ya era una crema, la leche de cabra endulzada, poco a poco iba formando un líquido espeso, que con el hielo bien picadito, hacían del licuado un manjar fresco y un buen alimento para la tropa, que no eran pocos.
Era el mes de diciembre y changos y changas andaban eufóricos por la llegada de la navidad y también por los festejos de San Esteban, tradición muy fuerte en los pueblos santiagueños.
El 26 de diciembre se homenajea a San Esteban, patrono de las lluvias, en una provincia muy castigada por las sequías; con festejos, bailes, zambas y chacareras veneran a quien pueda darles la felicidad de una lluvia. Hoy en día, con el desmonte y la creciente avaricia humana, San Esteban debe andar peor que antes buscando que caiga un poco de agua para sus fieles, aunque sea una llovizna, una garúa, un poco de humedad.
El agua más cerca de Sumamao, es precisamente el “Sumaq Mayu”, también llamado en lengua Quichua “Mishki Mayu” o Dulce Río, que queda a apenas unas leguas del pueblo, llamado luego “Río del Estero” en épocas del inicio de la colonia, épocas de Juan Nuñez del Prado y de Don Francisco de Aguirre dos gallegos que llegaron a estas tierras, allá por el 1550, desde Perú y Chile, peleándose por la posesión de tierras de Diaguitas, Calchaquíes e Incas, durante el exterminio y que por su puesto no les pertenecían.. En la actualidad el “Sumaq Mayú” o “Mishki Mayu”, nace en el límite entre Salta y Tucumán, a 4.500 Mts. de altura, en las cumbres Calchaquíes, con el nombre de “Grande”, recorre la provincia de Tucumán con el nombre de Río Salí y entrando a la provincia de Santiago del Estero cambia nuevamente el nombre llamándose Río Dulce. Dicen los Santiagueños que es por la dulzura de su canto. Y cómo no!!! Para luego terminar en la Laguna Mar Chiquita en la Provincia de Córdoba con el nombre de “Río Petri”.
Tiene más nombres que el personaje de esta historia.!!
La cuestión que Doña Juana y Don Juan querían que sus hijos se eduquen en la ciudad grande. El campo estaba cada vez peor, poco a poco se iba transformando en un desierto, producto de políticas de concentración de los latifundios y de expulsión de los pequeños productores.
Carlos el “Negro”, siguiendo el sueño y la voluntad de sus padres enfiló para Santiago a la casa de parientes, que aportaban como siempre. Allí cursó sus estudios secundarios. Cuentan que el “Negro” fue siempre un excelente alumno, como devolviéndole el esfuerzo a sus padres.
Ya terminada la secundaria, no sabía qué carrera seguir, pero él quería regalarles a Juana y Juan un título universitario. Pero qué estudiar.? Era su gran duda.
Lo decidió frente a una mesa de billar en un boliche, taco en mano, bien entalcadito, apuntando la última jugada que le haría ganar un asado.
Su amigo José, para confundir la jugada se le largó.
- Negraaazo, y si estudiaaamos Ingenierííía Forestaaaal que está aquííí a la vueelta!!
El Negro ni mosqueó, siguió la jugada, se ganó el asadito y después lo miró fijo y le aceptó la propuesta. A la semana estaban inscriptos en esa Universidad.
Al poco tiempo, el Negro, ya no fue más el Negro. Cuentan por ahí, que entre peñas, bailes y fogones le daba fuerte a la criolla y que no paraba de cantar una canción que hablaba de un tigre. Y medio que ya podría a todo mundo con este bicho y así le quedó El Tigre, conocido en todo el noroeste, más que a Nuñez, Aguirre, Tupac y que el próximo Inca de esas comarcas, un tal Juarez.
También es un hombre de no andar regalando besos porque sí, y menos a hombres.
- “A los besos hay que valorarlos, y son solo para las mujeres.” Solía decir.

Corrían los años 70, la Argentina toda estaba movilizada, la clase obrera peleaba codo a codo junto a campesinos, docentes, estudiantes, intelectuales, volteando dictaduras y luchando por un país más digno y justo. La revolución cubana, el cordobazo, el rosariazo, la resistencia peronista para que vuelva el viejo, nuevas organizaciones obreras y clasistas se estaban gestando a pasos agigantados.
Ya en la Universidad, el Negro, digo el Tigre, se metió de lleno en la lucha político estudiantil. Junto al LAR Línea de Acción Revolucionaria y también el ALE Asociación de Lucha Estudiantil se fue formando un frente universitario para enfrentar a la dictadura Juarista y proponiendo un modelo de país totalmente diferente a lo que se estaba viviendo.
Eran épocas de mucha militancia y compromiso, de una gran movilización revolucionaria, en tierras donde la clase obrera, el campesinado pobre, los peones del surco, trabajadores de los obrajes, obreros de los ingenios, intelectuales, estudiantes, etc., estaban gestando una organización nunca lograda en términos revolucionarios.
No fue casual que en esa región del noroeste, más precisamente en Tucumán y Santiago, y frente a esa realidad, nazca el PRT Partido Revolucionario de los Trabajadores, producto de ese avance ideológico y popular.
En mayo de 1.965 surge el PRT de la unión del FRIP Frente Revolucionario Indoamericano Popular y el PO Palabra Obrera. Tierra de grandes revolucionarios como los Santucho, Leandro Fote, Ramón Rosa Jiménez, de Soria, de Quinteros, de Ledesma…. épocas de recuperación y crecimiento de la FOTIA.
Y así, en medio de este crecimiento revolucionario, nuestro Tigre se engancha en el PRT.
Pero la cosa no estaba fácil en los feudos del monarca Juarez y de mercenarios como el Comisario Muza Azar Jefe de la Policía Santiagueña, de la vida y de la muerte de aquellas zonas, hombre de compartir experiencias sangrientas con los señores Thomas y Ceniquel de la Policía Chaqueña, fusiladores de Margarita Belén. Además, en aquellos momentos, el Operativo Independencia ya estaba ahogando la región, tomando todo el noroeste argentino como un Vietnam, arrasando todo.
Fue así, que en enero de 1.975, el Tigre cae preso junto a varios compañeros, junto a Juan Perié, a Rubén, a Cristina Torres, entre otros. En esos mismos instantes caía fusilado en Catamarca su mejor e íntimo amigo, su compañero, el Chicho Lescano.
Luego de pasar varios días en las garras de Muza Azar, de golpes, picanas, violaciones, submarinos y de torturas inimaginables, todos van a parar a la Penitenciaría de Santiago.
- Juaaan, qué dicen los compañeeeros.?
- Que se vieeene el golpe hermano, ya, ya mismiiiito.!!
- Hijos de puuuuta, éstos no quieeeren dejar nadie viiivo.!!
- Y sííí, es la única maneeeera que se metan más los griiiingos en nuestra queriiiida patria.!!
Estar adentro y blanqueados el 24 de marzo de 1.976, sin lugar a dudas, les salvó la vida, a partir de ese día, el Operativo Independencia pasó a llamarse Proceso de Reorganización Nacional y abarcó todo el territorio argentino, nadie debía quedar vivo. Ya no eran las organizaciones revolucionarias, todos los argentinos pasaron a ser sospechosos y perseguidos, miles de muertos, desaparecidos, presos y exiliados, bebés robados, propiedades, botines de guerra, todo estaba permitido, las riquezas del país se entregaban por migajas de corrupción, la excusa, la izquierda marxista.
- Rubééén, pedile un poco de yeeeerba a los nueeevos que eeentran.!!
Se abrían las puertas grandes del pasillo, y en fila india entraban una veintena de presos comunes, que en esa época y en Santiago, todavía se mezclaban con los presos políticos.
La guardia los dejaba, eran esos guardias de carrera, que no se engancharon con la sangría militar y daban un poco de respiro a los detenidos.
- A ver, alguuuno de usteedessss no habrá andadoooo “guerrrrreando” con estos zurdiiiitos.!!
Uno de los guardias más viejos, bromeaba con los presos comunes que pasaban junto al pabellón de los presos políticos.
El Tigre los miraba uno a uno, como buscando rostros conocidos. Y a quién ve, entre los últimos, a Don Juan , su padre. Había andado defendiendo su honor y su hombría por los pagos de Sumamao, con una banda de borrachos y duro como siempre, había puesto un par de manos para enderezar las cosas.
A fines de 1.977, son todos trasladados a la cárcel de La Plata. En esta cárcel, conocieron la verdadera represión a los detenidos políticos, los guardias eran hijos del golpe. De entrada recibieron una garroteada para recibirlos. Al rato, estaban todos destrozados, a Rubén no se lo podía reconocer, estaba desfigurado. Las torturas, el verdugueo y el maltrato eran una constante, la tensión se sufría las 24 horas del día. Si pedías agua, te tiraban la cadena del inodoro, si tenías la camisa salida o un botón desprendido, una sonrisa, o una mirada fuera de lugar, te reventaban y te mandaban a los chanchos.
Al Tigre le tocaron los chanchos; desnudo, lo cagaron a palos entre siete oficiales que practicaban boxeo con su cuerpo, después lo mandaron a las duchas, un caño de agua fría de dos pulgadas con 5 grados bajo cero, le pusieron un ventilador para congelarlo, el Tigre trotaba todo el día para no congelarse, por supuesto sin comida, en una semana bajo 10 kilos.
Poco a poco se fueron adaptando a la nueva morada y extrañando aquellos apacibles guardias santiagueños.
Por azar, por el destino o como todo Santiagueño, por pachorriento y tranquilo, el Tigre fue elegido por los milicos para lo que era la tarea de limpieza, del pasillo del pabellón, para el reparto de la comida, para recoger platos y restos de frutas y otras yerbas.
Santiagueño de aquí, Santiagueño de allá, tranquilito, se fue ganando la confianza de los guardias, lo que le permitió a todo el pabellón una importante vía de comunicación e información, además, como buenos milicos querían todo limpio y ordenado y el Tigre era bueno para eso. También, era el encargado de corromper guardias para lograr algunas concesiones con puchos, yerba, y otras mercaderías.
El Tigre y sus compañeros, estaban en el pabellón 16, los más pesados del PRT y Montoneros estaban en el 1 y 2. Los pabellones eran de aproximadamente 50 celdas por lado, con el pasillo en el medio.
Esta nueva tarea era una de las más importantes en la resistencia dentro de las cárceles. La comunicación, la información al instante, tenían un valor incalculable, el pase de material de estudio para las escuelas de formación, cartas, documentos a través de los caramelos, que eran escritos en miniatura en los papeles de cigarrillos con las biromes Bic de trazo fino. Escuchar a la milicada de cerca, enterarse de alguna manera, lo que estaba pasando afuera, un contacto más frecuente con los familiares, por ahí manotear alguna hoja de diario. Era una tarea importantísima para el conjunto, pero con un grado de peligro extremo para quien la llevaba a cabo. Si te agarraban, los chanchos estaban ahí, esperando los candidatos para una estadía solitaria, de muchos días y además la pérdida de esta imprescindible tarea.
- Cáscara, cáscara, dale, escupí el caramelo que esta todo limpio.!! Qué es.?
- Lossss anááálisis polítiiiicossss, paraaa la esssscuela.!!
Cáscara.? Sí, cáscara, el Negro ya no era el Tigre. En su función de recolectar restos de comida, por su puesto, lo único que sobraba de los manjares diarios eran las cáscaras de frutas y este Santiagueño con toda la tonada y el canto norteño era el placer y el relaje de compañeros y milicos, él pasaba y pasaba sin darle bola a las cargadas retirando las cáscaras celda por celda.
- Cássssscaraasss, cássssssccaaaraassssss, vaaaamos chaaaangos que los yuuuugas tienen que daaarle de comeeer a sussss chaaaanchiiiitos, cáassssscaaraassss, cáaassssccaaraassss.!!
Y así le quedó en La Plata este sobrenombre, el Cáscara.
La comida se repartía de a dos, con un carrito. Un buen tiempo, le tocó en esta tarea, la compañía de Pablo Diaz, el sobreviviente de La Noche de los Lápices.
Un día, habían llegado bananas, que eran siempre muy esperadas por su alto valor nutritivo, tan necesario en esas condiciones carcelarias. Bananas grandes, deben haber sido del Ecuador, por el tamaño.
El Cáscara comió la suya lentamente, mientras recorría el pabellón, muy despacio, como quien disfruta un entrañable manjar, recordando su tierra Sumamao, su niñez, su familia y especialmente a su madre Doña Juana cuando le preparaba esos deliciosos licuados que hacía tantos años no disfrutaba.
Ese medio día, habían comido una polenta con salsa, que más que salsa era una pintura aguachenta que le echaban arriba y por ahí, una papa perdida.
Iba el Cáscara, puerta por puerta, abriendo las ventanitas y retirando las cáscaras de banana para los chanchos policías, siempre con la esperanza de que algún compañerito se desprendiera de esa maravillosa fruta por algún motivo y pudiera repetir la sensación anterior.
- Cááásssscaaaraaassss, cáássscaraaasss, vaaaamos chaaaangos que essssto no esss un caaaamping, cááássscarassss.!!
Y así, ventanita por ventanita, retirando platos y cáscaras, llega a la celda del Colorado Lopez, un compañerazo del PRT, de Buenos Aires, flaco, alto, un gringo buenísimo, más tranquilo que cualquier Santiagueño, y eso es mucho decir.
El Cáscara siempre paraba un poquito el carro, miraba para el lado de la guardia y si estaba el panorama limpio, se paraba unos instantes a conversar una palabritas, con este amigazo o compartía un mate rápido, ya que esto estaba prohibido.
Estaba el Colorado manso, sentado junto a la puerta como buen jubilado como dejando pasar la vida, no le quedaba otro remedio, cuando el Cáscara abre la ventanita y lo ve con su hermoso jarro de aluminio, lleno hasta el borde a punto de dar los primeros sorbos.
- Quééé esss essssso Coloraaaado.?
- Qué es qué.?
- Quééé esstáásss tomannndo.?
El Colorado lo miró, tranquilo, como quien tiene tiempo para todo.
- No ves Cascarita, un licuadito.!!
La blancura, una espuma que desbordaba, se lo veía como una crema, espesa y consistente, como los licuados de Doña Juana.
El Cáscara ni lo pensó, ni reparó en guardias y futuros chanchos, ni en castigos, ni en nada, se le abalanzó por la ventanita dentro de la celda y con las dos manos le manoteó el jarro.
Y tomó un trago, y otro, y otro saboreando esa delicia y nuevamente recordó su tierra, su Juana, sus cabras y no paraba de tomar.
El Colorado lo miraba y una sonrisa se le iba dibujando en el rostro, sin decir palabra alguna.
El Cáscara cerraba los ojos y disfrutaba de ese momento inigualable que le estaba haciendo disfrutar su amigo y compañero, el preciado manjar de su niñez, al ratito, le devolvió el jarro con apenas una espumita en el fondo. Un bigote blanco le surcaba la cara oscura de este Santiagueño curtido en el campo.
- Nooo te enojesss amigaaaazzzo, mañaaaana te doooy la fruuuta que nosss tooooque y aquí tenéssss unosss puchossss y yeeerba si queréssss pero no me puuuude aguantaaaar, losss recuerdossss vistesss, graaaciassss, graaaciasss.!!
- No hay problema Cascarita, la verdad que no sabía si tomarlo, la polenta estaba fuerte y vengo hace días mal de las tripas, con ganas de vomitar, y para colmo, medio resfriado!!
- Coloooresss, changuiiiito, pero, cóóómo la hiciiissste, que deliiiicia, era una creeeema, te contééé de mi infaaaancia y de la vieeeeja no.?
- Si, varias veces.!!
- Bueeeeno, cuando lo vííí, me hizzzo volver a Sssumamao a las cabrasss, a la Juaaaana, que deliiiicia.!!
Y el Cáscara pensaba y recordaba cuando Doña Juana pisaba y pisaba las bananas con el tenedor, pero en la cárcel tenedores no había, y la incógnita era cada vez mayor y la sonrisa del Colorado ya era para desconfiar.
- Peeero Coloooresss, cómo lo hiciiiiste, essssa blancuuuura, esssa passssta, esssa esssspuma?
- Y mirá changuito, es simple, de pibe, mi vieja nos enseño a que a la comida hay que masticarla muchas veces antes de tragarla, de esa manera la digestión es mejor.!!
El Cáscara lo miraba atento y callado.
- Para hacer este licuadito, seguí las enseñanzas de la vieja, a cada bocado de la banana, lo masticaba y masticaba hasta quedar hecha una pasta en la boca, y cuando se te pega al paladar, ahí está lista y la vas escupiendo en el jarro, mordés, masticás y escupís hasta terminar la banana. Lindas bananas no Cascarita.?? La blancura es la leche en polvo y la espuma es pura saliva, ya te dije, medio moquiento y mal de las tripas, esas salsas de mierda que nos meten los milicos.!!
- Pero Santiagueñito, estaba bueno no, hasta te hizo recordar a tu gente.??
Los ojos del Cáscara estaban más grandes que cuando entró el Muza Azar a buscarlo a su casa, se quedó quieto y boquiabierto frente a la ventanita, el bigote blanco ya le caía por el mentón.
- Noooo, hiiiijo de puutaaaaa, noooo.!!
- Y bueno Cascarita, ahora nuestra amistad es mucho más íntima, con baba y todo.
- Noooo, que assssssco chamiiiigo hijooooo de putaaaaa.!!
A esta altura, el Colorado, se retorcía de la risa en su celda, pegado a la ventanilla.
- Querés más.? Te preparo otro hermanito.!!
- La puuuuta que te parióóóó porteñooo de mierrrrda.!
El Cáscara se fue rajando para su celda, como para meterse el dedo y largar todo, pero no lo logró, parte del Colorado ya estaba acomodadita dentro suyo.
Pasó el tiempo, al Negro, al Tigre, al Cáscara, lo trasladaron luego a Caseros después a Rawson en definitiva, se conoció todos estos albergues gratuitos antes y después de la dictadura. Pasaron casi 9 años, y cuando se abrieron nuevamente las puertas de este horror, volvió a su Santiago y pudo ser nuevamente el Negro. Se reencontró con sus padres, vivían en Santiago, la triste realidad del campo los había expulsado como a muchos a la ciudad, retomó la carrera universitaria, se recibió de Ingeniero Forestal y hoy es uno de los más destacados especialistas en Genética Forestal de nuestro país. Un gran ejemplo para pensar en el país que tendríamos si no hubieran asesinado a 30.000 compañeros. Pasó el tiempo, se casó con Adriana Habra, a quién tuve el placer de conocer y compartir años de militancia en el exilio, en San Pablo, Brasil, tuvieron una hija que, de tan hermosa pareja, no podría tener otro nombre, el de una flor, Jazmín.
El Negro visitaba a sus padres en su nueva casa en Santiago, luego del almuerzo, conversaba con Juana.
- Y miiijito, cóóómo anda ese trabaaaajo.?
- Muy bieeeen madre, essstamos muy conteeentossss.!!
- Y la nieeeta.??
- Hermooosssa, madre hermooosssa.!!
Doña Juana estaba en la cocina, lavando los platos del almuerzo, en la mesada, de una canasta sobresalían unas hermosas bananas. Esta vez, Doña Juana las había comprado en el mercado.
El Negro no dejaba de mirarlas.
- Ya seee mijo, usted va a quereeer un licuadiiito.!!
- En serio mamiiita, me hace uuuno, como en Sssumaaamao, con las cabriiitas.!!
- Puesss claro, igualiiito.!!
Doña Juana, peló las bananas, tomó el tenedor más grande, y comenzó suavemente a hacer lo mismo que siempre hizo para que sus hijos disfruten de esa delicia.
El Negro, la miraba, sonreía, recordaba sus años de changuito y disfrutaba del momento. De paso, de reojo, controlaba cómo lo hacía, no vaya a ser que su propia madre, su propia sangre, le haya copiado las técnicas culinarias al porteño aquel.
COLORAAAAADO DE MIEEERDAAA!!!

La muñeca sin cabeza

Los pies de Julia, muy pequeños y sucios, se movían ágilmente entre las montañas de basura. Ese era su mundo, impuesto, cruel e injusto, a ella no le importaba, se divertía entre los restos de una ciudad enferma.
Entre saltos y saltos, no dejaba de abrazar su muñeca, su pequeña hija de plástico, sin piernas ni cabeza, como la sociedad que la obligaba a estar ahí.
Su madre, la miraba desde lejos mientras abría bolsas de esperanza propia y desechos ajenos.
Julia corría, reía, y jugaba como dándose permiso a sobrevivir ante tanto olvido. Hablaba con su muñeca, invitándola a aventuras de plástico, vidrio y lata.
Y por supuesto, la muñeca, como era de esperar, le aceptaba sonriendo.

Ya vas a ver

Los Pegoraro son una familia de típicos inmigrantes italianos que se instalaron en el noreste argentino, allá por Margarita Belén, unos kilómetros al norte de la capital chaqueña, Resistencia, más precisamente, el paraje se llama Colonia Costa Iné.
Doña Florencia, mujer muy inquieta y trabajadora a pesar de tener más de ochenta años a cuestas, se había caído de una escalera cosechando las últimas naranjas de la temporada doblándose un tobillo.
Esa misma tarde, Claudia estaba en el campo atendiendo a Doña Florencia luego del pedido de urgencia de Rosa, hija de Florencia. Después de una inyección y algunas pastillas se sentaron debajo de una higuera que estaba dando unos hermosos higos blancos, a tomar un fresquito Tereré preparado por Rosa.
El calor pintaba fuerte, mediaba el mes de diciembre y hacía presagiar un verano muy caliente.
Rosa quería entablar un diálogo, pero la veía muy preocupada a la Claudia.
- “Rosa, que pasó allá en el camino llegando a la ruta.?”
Rosa y Doña Florencia se miraron, muy serias.
- “Por que preguntás.?”
“Vi mucha sangre sobre la tierra, pensé en algún animal cuatreriado, pero cuando es así, te dejan el triperío a un lado.”
Ambas tenían miedo hasta de hablar entre ellas, pero ante la pregunta de Claudia le largaron toda la historia.

“ Queridos hermanos, una vez más, nuestras Fuerzas Armadas han tenido que salir a las calles de nuestro país para devolvernos el orden y la seguridad de poder vivir en una convivencia pacífica, en plena felicidad, como Dios así lo desea. Nuestra libertad estaba siendo nuevamente amenazada por pensamientos e ideologías extrañas a nuestra vida cristiana y a nuestra patria. Estos últimos meses han sido muy duros y difíciles para todos, pero poco a poco se va notando que la calma y la paz van retornando a nuestro sufrido pueblo argentino.
Hace muy pocos días, aquí cerca nomás, antes de llegar a Margarita Belén, pasando el cruce a San Martín, un grupo de terroristas subversivos emboscaron y atacaron a nuestro querido Ejército, que llevaba delincuentes presos a la Cárcel de Formosa.
Como héroes, nuestros soldados, repelieron este ataque, iluminados por Dios que es nuestro resguardo, dando fin a estos apátridas que ponen continuamente en riesgo nuestras casas, nuestra familia, nuestras vidas”.

Era diciembre de 1.976, antes de navidad, en la pequeña iglesia de La Leonesa el Padre Celli daba su habitual sermón de los domingos. Estaban presentes un escaso número de fieles, la mayoría, descendientes criollos, alemanes, italianos y españoles. Los originarios de la zona, brillaban por su ausencia.
El Padre Celli, Don Ricardo , era además el Capellán de Gendarmería, fuerza ésta que controla todo el contrabando y la droga en el noreste y en sociedad con las fuerzas Paraguayas y Brasileras. El lo sabía, pero la iglesia siempre recibía alguna ayuda extra.
Celli no era buen viento para Tobas y Wichis, algunas historias de estos pueblos lo tenían como protagonista.
Respecto de La Leonesa, es una localidad que esta pegada a Las Palmas, a 70 Km. al norte de Resistencia capital del Chaco Argentino. En Las Palmas, en tierras usurpadas a la Nación Toba, funcionó uno de los ingenios ingleses mas grandes de nuestro país, un establecimiento muy conocido por lo perverso y sanguinario en el trato a los miles de pobladores originarios de la zona. Las Palmas del Chaco Austral S.A. de los hermanos Hardy.
- “Doña Luisa”.
- “Que pasa mija ?.”
- “La Claudia, esta atacada de nuevo.”
- “Otra vez con el diablo adentro.”
- “Creo que sí, está con los ojos saltados, la mirada perdida, murmura cosas que no se entienden.”
Doña Luisa era una mujer Toba, ya anciana, tenía mucha experiencia en la cura de enfermedades de la cabeza, aunque Claudia ya la había sobrepasado en sus posibilidades.
-“No se habrá andao confesando con ese hombre no?.” Doña Luisa era muy desconfiada del Padre Celli.
Doña María, la madre de Claudia, ya había llevado su hija al Padre Celli la semana anterior, pero sin ningún resultado.
- “Esa jovencita tiene un mal muy grande adentro, algo ha visto, algo muy malo, algo ha visto.” Le repetía Doña Luisa a María sin poder explicar el estado de la joven.
María Gómez era descendiente de españoles que se habían radicado en aquella zona hacía muchos años, muy pobres, su gran mérito y orgullo fue conseguir que su hija Claudia pudiera estudiar Enfermería.
María ya no sabía que hacer. A pesar de las quejas de Doña Luisa decidió ir nuevamente a ver al Padre Celli.
Esperó al Padre llegando el medio día del domingo, a la salida de la misa.
Ante la nueva consulta, Celli se quedó pensando un rato y sin respuestas. Seguramente estaba más apurado en ir a comer un cordero con los Gendarmes que le habían secuestrado a unos maleantes, cuatreros de a zona.
El Padre la consultó por posibles pecados y ante la negativa y algo de indignación de María, le sugirió visitar al Padre Alberto en Resistencia.
Lo único que María sabía era que la semana pasada, su hija había atendido a una anciana en un campo para adentro del Arroyo Ortega, camino a Resistencia y había regresado muy perturbada por los comentarios de esta gente sobre una matanza de jóvenes en la ruta, con muchos militares y policías y se hablaba de un enfrentamiento en la madrugada para rescatar a unos presos políticos que llevaban a Formosa, aunque los lugareños desconfiaban de los dichos de la radio porque los milicos cortaron la ruta antes y al rato se escuchó la balacera. María sabía esto pero conociéndolo al Padre Celli, no le quiso decir nada. Estaba preocupada por lo que podría decir su hija, pero así, como estaba no la podía dejar.
María se decidió a llevar a su hija al Padre Alberto. Invitó a su hermana Estela para que las acompañe. Le pidió a un amigo, Erasmo Morinigo para que las lleve
El lunes por la mañana, Erasmo ya estaba en la puerta de Doña María, había conseguido un Fiat 125 que le había prestado una amigo mecánico de La Leonesa.
Subió María adelante, Claudia atrás.
- “Ya vas a ver!! Ya vas a ver”
Escuchó Erasmo en un tono apenas perceptible.
- “Que dijo.?”
- “Nada, no le hagas caso, esta así desde la semana pasada.”
Los ojos de Claudia seguían perdidos y la cara pegada a la ventanilla. Fueron a buscar a Estela.
Cuando llegaron, bajo María, en ese instante, nuevamente.
- “Ya vas a ver!! Ya vas a ver”
Erasmo solo la miraba por el espejo.
Durante el viaje solo se escuchaba: Ya vas a ver, Ya vas a ver...
Pasando el Arroyo Guaycurú, en el cruce del Ortega, Claudia empezó a temblar y a taparse los ojos, estaba tensa, murmuraba como en un rezo: “Ya vas a ver, Ya vas a ver...”, llegando a la entrada de Margarita Belén, se le pasó.
Ya en Resistencia, fueron atendidas por el Padre Alberto, luego de un rato salieron con una cara de no me jodan. Al contarle de las posibles causas del estado de Claudia, el Padre se largó con un interrogatorio, más preocupado con lo que sabía que con la propia enfermedad.
La Claudia seguía igual. Y así volvieron para sus pagos.
El regreso fue tenso y silencioso, solamente algunos comentarios de María, que estaba muy molesta con respecto al Padre Alberto.
- “Estaba bien informado el Padre sobre el tiroteo en la ruta.”
- “Y, si es amigo del Comisario Thomas .” Replica Estela.
- “ Escuchaste lo que dijo, parece que hubo prófugos, que algunos pudieron zafar de la balacera.”
En ese instante, Claudia sin decir palabra alguna, movía negativamente la cabeza.
- “Con razón tanto milico por la zona, dando vueltas.” Se sumó Erasmo al diálogo.
- “Ya vas a ver, ya lo vas a encontrar.”
Nuevamente Claudia, que venía muy seria, comenzó a repetir lo mismo, pero con un tono cada vez mas fuerte.
- “Ya vas a encontrar que mija.?”
- “Ya lo vas a encontrar. Ya vas a ver”
Claudia empezó a cambiar, sonreía, lo que para los demás parecía una mejora en su estado.
“Claudita, estás bien.?”
“Ya lo vas a encontrar, ya vas a ver.”
En esos momentos lo estaba mirando fijo al Erasmo. Iban justo pasando frente a la entrada de Colonia Benitez. Al ratito pasaban frente a la de Margarita Belén .
Erasmo trató de cambiar de tema, hablar del tiempo, de la sequía y de los peligros de las cosechas y hasta salió el tema del fútbol y de la campaña de Chaco For Ever.
Era cerca de las 7 de la tarde, el sol empezaba a caer lentamente, pareciendo una enorme bola de fuego que aún calentaba los cuerpos.
En ese instante, el motor del auto, se para repentinamente. Erasmo, con cara de qué pasó, lo deja ir acomodándose en la banquina. No era nafta, no era la batería, todo parecía perfecto. Probó una y mil veces y el Fiat no arrancaba. Como si quisiera quedarse ahí.
“Ya lo vas a encontrar, Ya lo vas a encontrar”. Claudia reía intensamente.
- “Ya vamos a estar en casa mija.”
“Ya lo vas a encontrar, ya lo vas a encontrar”....
Aquel monte, bien llamado Impenetrable, es una cortina uniforme y compacta de gran variedad de árboles, arbustos y espinas.
Erasmo esperaba ayuda y mientras el sol descendía irremediablemente, agrandando cada vez más su enorme figura, pasaban camiones, camionetas, autos, colectivos, pero la solidaridad norteña no aparecía.
-“Andará aún la policía por la zona y la gente está con miedo por lo del tiroteo y queriendo escapar”. Comentaban Estela y María
“Ya lo vas a encontrar.” Repitió Claudia en un tono mas firme, llegando casi a la carcajada.
Lisandro Cabrera, un carnicero de Las Palmas, pasaba con su Estanciera. Dos veces a la semana iba a Colonia Benitez a buscar unos lechones, pero ante la cercanía de las fiestas, el negocio obligaba a viajar mas seguido.
Se acercó solidariamente, saludó a todos, se sorprendió con las risas de Claudia. Se ofreció llevarlos a tiro pero al no tener cuerdas ni lanza, le sugirió a Erasmo que traiga un poco de alambre del costado del monte.
Erasmo caminó para el alambrado, cortó un pedazo y algo extraño que se originaba en el monte lo hizo pensar: “un olor fiero, un bicho muerto.”
- “Ya lo vas a encontrar, ya vas a ver.” A Claudia ya se la escuchaba desde afuera.
Erasmo vuelve por más alambre, e intranquilo y curioso por el olor en el monte, no se quiso quedar con la duda.
Cruza el cerco y queda petrificado.... “Madre Santa!!.
El cuerpo inerte de un hombre, estaba ahí nomás, junto a una Yatay, era joven y parecía no ser del lugar, rubio y de pelo largo. Y ese bicherío alrededor....
Erasmo se dirigió al auto y les dice: “Allá abajo hay un hombre muerto, me acompañan.?” -“Ni locas Erasmo.”
Claudia no paraba de reírse.
“No se va a ir, no se va a ir, yo se lo que viste”
Erasmo volvió al lugar, junto al hombre, lentamente estiró el pie para tocar el muerto.
Quería comprobar que no era una visión. Con el tema de la Claudia, poseída o algo parecido, curas medio brujos ya no sabía que pensar.
Y no, no era una visión, era un cristiano nomás. Subió la pequeña barranca como un tiro, y esta vez quiso convencer a Lisandro para que lo acompañe
Lisandro no tomó la invitación, pensó en Policías, Gendarmes, Ejército y no se cuantos trámites más por el hallazgo y eso lo alejaría por unos días del negocio.
- “Vos estás en pedo!!. Le dijo.
Siguieron el camino, el silencio era total, ya nadie hablaba. Erasmo iba pegado al volante, perplejo. Claudia empezó a temblar nuevamente y a tomarse la cara cuando cruzaron el Ortega y pasaron frente a la entrada del campo de los Pegoraro.
- “Por aquí fue el tiroteo.”
- “Creo que sí. Dudo que mija no sepa algo de lo que pasó y por eso esta así, como perdida.”
Claudia dejó de temblar en el cruce a San Martín.

- “Ahí esta el Miguel.” Se saludaron.
Miguel Dominguez, vivía momentáneamente en una casilla de Vialidad, pasando el cruce, estaban haciendo unos arreglos.
- “El habrá escuchado la balacera.?”
- “Seguramente.”
A partir de ahí, la conversación se centró en lo que había pasado en la zona.
- “Che Erasmo, vos sabes algo de lo que pasó.?” Preguntó Estela.
- “Mirá, por lo que escuche en la radio, llevaban presos políticos a la Cárcel de Formosa.”
- “Terroristas.?” Comentó María.
- “No María, la milicada y el gorilaje les dice terroristas, son gurises que se han jugado todo, muchos de ellos eran peronistas, si habrán peleado para la vuelta del viejo. Te sigo contando lo que escuché. Parece que emboscaron a los milicos y les dieron mucha bala para liberar los compañeros. Muchos muertos.”
- “Milicos muertos.?” Preguntó Estela.
- “Mira vos, ahora que me decís, no dijo nada de milicos muertos, si de muchos muchachos y algunos prófugos.”
- “Che, Erasmo, y al que viste, ahí tirado, no será uno de los prófugos.?” Fue el turno de María.
- “Y, por la ropa y la edad, no era de por aquí y era muy guacho. Vieron, si hubieran bajado, seis ojos ven más que dos.”
- “Ni locas!!!.”
Claudia empezaba a reir de nuevo.
- “Vos le crees a la radio.?
- “Para nada, mirá que los van a amboscar y no van a tumbar ningún milico.”
- “Para mi, los balearon y después inventaron lo de la emboscada.”
- “Che, ni se les ocurra hablar del muerto allá en el pueblo, mirá que nos va a traer problemas.”
Claudia sonreía nuevamente y seguía murmurando, pero más tranquila.
- “Ya vas a ver, ya vas a ver, lo que te espera.”
- “Que dijo.?”
- “ No sé Erasmo, vos mirá la ruta.”
Llegaron a La Leonesa con los últimos rojizos del sol.
Don Lisandro, acerca muy cortesmente a Estela a su casa y luego a María y Claudia.
Lisandro y Erasmo siguieron para lo del mecánico a dejar el Fiat. Allí se despidieron, deseándose felices fiestas.
- “Que vas a hacer con el muerto Erasmo.?”
- “No sé, no sé, ésto me tiene mal.”
- “Si necesitás algo avisame.”
- “Gracias viejo, nos vemos.”
Erasmo se queda hablando con don Carlos, el motor arrancó en el acto. Burlas y chistes de por medio, Erasmo se quedó pensando en la coincidencia del lugar donde se había parado. Se despidieron, Erasmo por fin se fue para su casa, cenó con un vinito tinto con hielo. Piensa sentado en la mesa: -“Esto no me lo puedo callar ni guardar, el Tata me está mirando allá arriba.” Y decidido enfiló para la iglesia.
El Padre Celli picaba un cuarto de cordero que le habían dejado los Gendarmes el día anterior.
Inmediatamente le contó sobre su hallazgo, asegurándose previamente el secreto de confesión.
- “Quedate tranquilo, soy una tumba, Dios sabrá que hacer.”
Erasmo, más tranquilo, regresó a su casa
A las cuatro de la madrugada, la puerta sonó muy fuerte y Erasmo saltó de la cama.
- “Morinigo, abra, vístase rápido y nos acompaña.”
Lo cargaron en una Ford F100 y se lo llevaron para la Comisaría de Las Palmas.
Allá, lo esperaba el Comisario Fernandez.
- “A ver hombre, dígame que fue lo que vió.?”
Erasmo le contó todo, hasta el mínimo detalle.
- “Bueno, por lo visto, esa es zona de Margarita Belén.”
Amanecía, se fueron en la F100, manejaba el Comisario Fernandez, adelante iba Erasmo y un Sargento, atrás, en la caja, dos agentes.
Llegan al lugar, bajan. Quedan en la camioneta los dos agentes, por si acaso, hubo prófugos y pueden andar por ahí.
El cuerpo del joven muerto seguía ahí.
- “Suerte que no lo olfatearon los zorros, si no, no queda nada. Vamos a Margarita.”
Dejaron el muerto, sin tocarlo y se fueron al encuentro del Comisario Peralta.
Erasmo, queda en la camioneta, con los agentes, mientras los Comisarios se reunían.
Analizan la situación, la posibilidad de que sea uno de los prófugos del enfrentamiento de los días atrás e inmediatamente se comunican con la Jefatura para recibir órdenes
La orden de Resistencia fue terminante, tirarle el muerto al testigo. Que Morinigo confiese el crimen. Al rato, todos riéndose, mandan buscar a Morinigo y lo sientan delante de los Comisarios
- “Mira Morinigo, tenés que decirnos la verdad.”
- “Ya les dije todo lo que sé, pregúntenle a la María Gómez y a la Estela.”
- “Y si le preguntamos a la Claudia”. Rieron todos sabiendo el estado en que se encuentra.”
Le ponen delante un papel donde dice que él es el autor de esa muerte y que fue en defensa propia. Ante las reiteradas negativas de Erasmo, lo llevan a una celda y a partir de ese momento recibe malos tratos de todo tipo para que firme y confiese lo que no hizo. Además sin agua ni comida y así por cinco o seis días
Como a la semana llega la orden de Resistencia de largarlo, no sin antes darle un montón de recomendaciones para que no hable ni con la sombra.
- “Che Morinigo, te vás, pero si nos enteramos que hacés algún comentario, de lo que sea, te buscamos y olvidate sabés.”
- “Cualquier cosa le contás al Padre Celli.” Rieron a las carcajadas todos los presentes.
Erasmo mordió la bronca y se fue caminando. Le pareció interminable aquella distancia que separaba Margarita Belén de la ruta. Se pone a hacer dedo, pero sin dejar de caminar. Quería alejarse lo antes posible de aquel terrible lugar.
Lo subió un conocido que llevaba gasoil para Las Palmas. Cuando pasó por el lugar, miró aquella palmera Yatay y cerró los ojos como para no recordar.
Se encerró en su casa y no quiso ver a nadie. A la semana, ya más calmo, se fue a visitar a la María y a la Claudia para saludarlas por las fiestas.
“Erasmo, que bueno, pasá, contame, estás bien.”
Claudia no estaba, lo cual, era una señal de que había mejorado.
- “ Cómo está.?” Preguntó Erasmo.
- “ Bien, está trabajando bastante. Mirá, en este cuaderno anota todas las visitas.”
María se fue a preparar unos mates. Erasmo quedó sentado ojeando el cuaderno de Claudia. Después de todo lo que había pasado, quería saber más sobre lo que se andaba rumoreando en silencio por el pueblo. Aquello de la ruta había sido una terrible masacre de muchos jóvenes militantes políticos. Presos, secuestrados, mujeres embarazadas, todos terriblemente torturados antes de la matanza. Peleaban por un país más libre, más justo y solidario para nuestro pueblo.
Le llamó la atención los últimos renglones en el cuaderno. Claudia había repetido muchas veces la frase que los acompañó todo el viaje:
“Ya vas a ver”, “Ya vas a ver”, “Ya vas a ver”.

El viejo y el Quebracho

Sentado sobre un viejo cajón casi desclavado, el viejo Pedro, daba la impresión que jugaba con una vara haciendo surcos en la tierra; una tierra seca, polvorienta, demasiado pálida. Más que surcos parecía que escarbaba buscando algo. Quien sabe, tal vez su origen Toba.
La vara era de su gran amigo, quien le daba sombra y frescura en esa tarde de verano, en lo que quedaba del Impenetrable chaqueño.
Su amigo, con quien compartió casi hasta el nacimiento, era un Quebracho Colorado, único en esas tierras desmanteladas.
El viejo Pedro, hijo y nieto de caciques, cada tanto levantaba la vista y le hablaba a su amigo en su lengua Qom.
Le pedía perdón por los montes que no pudo defender, mientras un viento cálido se llevaba las palabras hacia las plantaciones nuevas.
El Quebracho lo miraba y a través del viento, lo perdonaba.

Oscuridad

“Vamos, te muestro la Universidad”
Con Fernando, salíamos de la “Embajada de Entre Ríos”, su residencia estudiantil, camino a su nuevo lugar de estudios, la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Nordeste, a unas pocas cuadras de allí.
“No, vayan ustedes, contestó Juan Nin, otro entrerriano, ante la invitación de Fernando. Me quedo a terminar un trabajo!!
Tirado en su cama aérea, quedó también otro entrerriano “Cucho” Torrent.
Eran cerca de las ocho de la noche, el sol chaqueño comenzaba a caer para el lado del magnífico Impenetrable. Con apenas 17 y 19 años gozábamos de una juventud que desbordaba energías.
Las pocas cuadras que nos separaban de nuestro destino, fueron un torrente de preguntas y preguntas deseosas de saber sobre la nueva vida de mi hermano mayor.
“! Que cantidad de mujeres ¡”
“Sí, muchas, demasiadas para poder estudiar”.
“Alguna en especial?”
“Sí, ya la vas a conocer.”
La Universidad me pareció enorme. Fernando demostraba cada vez más ansiedad por mostrar a su hermano menor los pormenores de su incipiente vida universitaria.
“Aquella es la futura Biblioteca, Arquitectura está más adelante, por allá, atrás está el Club, las piletas, la cancha de Rugby”
“ Hablando de Rugby, ya empezaste a jugar?”
“Sí, la semana pasada jugué mi primer partido con los Correntinos.”
“Y?”
“Nos mataron.”
Caminábamos muy entusiasmados, cuando algo me llamó la atención.
“Y eso?.”
Me salió esa expresión porque parecía “eso”, un auto solo por las calles internas de la UNNE.
Fernando se rió, entendiendo lo que estaba pasando.
“No lo ves?”
“A quién?”
En ese instante me di cuenta que apenas asomaba la cabeza de un pendejo al volante.
“Cómo lo dejan.?”
“No lo dejan, pero ya lo vas a conocer, es un enano maldito.”
“Quién es?”
“El hijo de Morressi.”
“Del amigo del viejo.?”
“Sí, exactamente.”
Al volante iba el “Hongo” Morressi que debía tener unos 12 años y le afanaba el Falcon al viejo para iniciarse en las aventuras del manejo.
Su padre, don Aldo Morressi, Profesor de Historia en la UNNE y padre de semejante pichón de personaje, era un gran amigo de don Héctor, nuestro padre, en Paraná, juntos, habían vestido las camisetas de Echagüe y Entre Ríos en los primeros polvos de ladrillo del Baloncesto provincial.
Cuestiones de trabajo, lo habían llevado a instalarse en las tierras del Quebracho. En ese momento era una de las autoridades de la UNNE y con su familia vivían en una casa ubicada en el corazón del Complejo Universitario.
Irma, su mujer, Graciela, María Julia y el enano – chofer formaban una de las conocidas familias de la sociedad de Resistencia.
“Estudia con vos.?”
“No, no seas apurado, ya la vas a conocer.”
“Y la Rusa.?”
“Bueno, esta lejos.”
Caminábamos en dirección de la casa de esta familia, que había quedado un poco de tutor de los estudios de Fernando.
En esos momentos, metros antes de llagar, aparece en la galería de la casa, una petisa con un lomito de muñeca, con muy poca ropa, propia de la edad y el clima chaqueño.
Cuando vi la cara de Fernando, sonriendo pícaramente, me di cuenta, que a ese cuerpito, apuntaban sus hormonas.
“Fer…”
“Callate, hola María Julia, está tu viejo?”
“No, debe estar en su oficina.”
La enana me miraba como diciendo y este bicho quién es. Para esa altura, mis hormonas estaban en una pelea a muerte con las de Fernando. Pero enseguida me di cuenta, por como le movía el culo al flaco, que era una batalla perdida.
“Este es mi hermano, el Pato.”
Aquel brillo en los ojos de ambos, aquel coqueteo primaveral, los llevó a la unión definitiva en un hermoso matrimonio, que más adelante, la barbarie humana rompería, como rompió con todo lo hermoso que pudieron destruir.
Aquellas aulas, aquella energía juvenil, aquella vida estudiantil, fue gestando un profundo amor que aún perdura aunque no estén juntos.
De toda esta pasión acumulada, fue madurando una rebeldía creciente, la necesidad urgente de pelear por un sueño, la sana y explosiva fuerza de quienes quieren entregar todo por los demás. Así fueron ellos, y así crecieron políticamente, junto a toda una generación, desde las bases mismas del amor.
Fue pasando el tiempo, una difícil cronología de hechos que no les impidió seguir el camino elegido, fue duro, muy duro, JUP, Montoneros, dejar sus estudios, replegarse sin dejar la militancia, a Corrientes, luego a Misiones.
“Chicos, tienen que irse a zonas más alejadas, la cosa viene cada vez más pesada, el Golpe está muy cerca, en el nordeste los conocen demasiado.”
“No podemos, si nos vamos, varios compañeros quedarán desenganchados y eso sería peligroso para ellos.”
Aquel 20 de octubre, una patota militar comandaba el operativo conjunto con Gendarmería, Policías Chaqueña, Correntina y Misionera, irrumpía en un barrio de la ciudad de Posadas. Rodearon la casa donde residía esta pareja de jóvenes militantes.
El Capitán Hornos, detrás de un Camión del Ejército, daba las órdenes.
“Nunca se sabe las armas que tienen estos zurditos.”
Junto a él, estaba un tal Valuzzi, un paramilitar que mascaba odio y la bestialidad de quien se cree un dios todopoderoso al frente de cientos de mercenarios del Ejército Sanmartiniano. El enemigo, una pareja de revolucionarios.
“Dale Valuzzi, dale la orden a los tuyos.”
Pasaron las torturas, la cárcel, el macabro fusilamiento de esa peligrosa juventud en Margarita Belén.
Se quebraron amores, sueños, esperanzas, jardines y muchas flores.
Los Piérola, seguimos llegando al suelo chaqueño, nunca lo dejamos y no dejaremos de hacerlo hasta que no desenterremos no solo a Fernando, a toda esa juventud que actuó a la altura de su grandeza, a esa generación que alimentó las historias de una militancia de entrega y amor. No pararemos hasta reconstruir toda esa historia de alegría y coraje y que los que esconden y se esconden, salgan a la luz.
“Está la petisa.”
“María Julia?”
“Sí, llegó ayer de Méjico y estará unos días, después se va a Córdoba a ver a su hija.”
Recién llegábamos de suelo entrerriano, para seguir tareas pendientes en este largo camino de investigación, ya que si no lo hacemos los familiares y compañeros, no lo hace nadie. La “Justicia” sigue ciega, sorda y muda.
Apenas terminó el comentario de Magi, tomamos el teléfono y la ubicamos.
Al rato, estábamos con María Julia, abrazados, recuperando ansiosos, la distancia y el tiempo perdido.
“María Julia, tenés que ponerte a escribir toda la historia de ustedes, te debés, le debés, nos debés, relatar hasta el último minuto que vivieron juntos con el flaco.”
El pedido de María Luz, llegaba muy profundo, desde el amor que los unió, hasta la última separación física por estos señores de la muerte.
“Mientras vivamos, escarbaremos y escarbaremos hasta armar la historia. A nuestra historia debemos escribirla nosotros, no un historiador con buenas intenciones décadas adelante.”
Entre promesas y promesas de seguir ese camino surgió uno de esos nombres que dan vueltas y vueltas en esta cruel escena de la represión chaqueña.
Uno de esos señores que sembraron el terror y la sangre de miles de argentinos, que robaron, torturaron y asesinaron a toda una pensante y constructiva generación de argentinos. Ese señor, como muchos otros, hoy sigue sin pagar sus culpas.
Todavía hoy, aunque derogadas, ese señor y esas patotas del poder, siguen beneficiándose con las Leyes más siniestras que ha escrito la historia Argentina. Obediencia Debida y Punto Final han escondido y esconden en las sombras de la sociedad a aquellos que rompieron las puertas de los hogares, que violaron, que asesinaron, que robaron desde niños hasta la última licuadora de los estantes.
Estos señores, tenientes, capitanes, macabros jóvenes del momento, son quienes han conducido posteriormente y aún conducen los destinos de estas tropas de cerebro lavado y mercenario, hasta que algún día, la democracia sea democracia y los uniformes sean argentinos y no una casta de asesinos al servicio del poder local e internacional.
“Valuzzi, ese fue uno de los que nos fue a buscar a Misiones, nos llevó a Corrientes y nos trajo a Resistencia.”
“Pero ese ni en la Causa está?”
“Pero sabés cuántos faltan, pensás que esta Justicia va ha hacer algo, con personajes como Massoni y Flores Leyes cómplices del fusilamiento y aún en actividad, con un Juez como Skidelky que te sonríe, te da café y no hace nada.
“Te acordás de las huellas?”
“Qué huellas?”
Preguntó María Julia.
“Dos huellas digitales de los posibles NN, que encontró Goyita, leyendo la causa y que el Juez éste ni sabía que existían, único caso en el país.”
“Che, petisa, tenemos que meterlos de a uno en la causa, por lo menos eso.”
“Les prometo que aunque sea desde Méjico lo voy a hacer.”
“Qué será de la mala vida de este señor.?”
“Debe andar paseando por las calles de Resistencia, como todos los demás.”
“Petisa te animás a que lo ubiquemos y de frente mar le preguntamos por Fernando?”
“Animar, me animo, pero Gustavo, éste era de los pesados, pesados, daba miedo.”
“Sí ya se, eran pesados y matones pero con todo el Ejército atrás.”
“Vamos a verlo.”
“Te parece?”
“Sí.”
Al otro día, teníamos la dirección del “señor”, Beto Valuzzi. Lo que llama la atención, es que vive a cuatro cuadras de la plaza central de Resistencia. Uno de los asesinos más temibles, jerarca de las patotas del Estado, de los que escupieron con soberbia toda humanidad existente. Ese señor, vive en el medio de una sociedad que aún no despierta del miedo, que todavía se niega a entender que si no se condena la barbarie, se condena a sí misma.
“Vos María Julia, quedate en el auto, yo voy a verlo.”
Una de las tantas mujeres, víctimas de la sanguinaria trayectoria del personaje que pronto vería, quedó en el auto, enfrente de la casa, Calle Italia, en la puerta del Colegio Don Bosco.
No puedo negar los nervios, la ansiedad de llegar a verle la cara de quien había sido uno de los principales responsables de la detención y tortura de Fernando y María Julia y del posterior asesinato del flaco y de muchos otros jóvenes revolucionarios, aquella madrugada del 13 de diciembre de 1.976 en Margarita Belén.
En esos cortos metros, que perecieron interminables, se me presentaron imágenes confusas con Fernando torturado, primero en la casita de Posadas, luego tres días colgado de los pies en el Regimiento de Corrientes, luego en la Brigada de Investigaciones de Resistencia, luego en el comedor de la Alcaidía, terminando la maestra obra de terror en aquel “heroico enfrentamiento” en Margarita Belén.
Y me imaginé muchas caras. Recordaba las recientes palabras de María Julia.
“Era de los peores, sin ningún tipo de escrúpulos.”
Y seguía recordando. Este hombre, apagaba los cigarrillos en el cuerpo colgado de Fernando. Este ciudadano chaqueño, le ató con alambre las manos y los pies hasta desangrarlo, antes de fusilarlo cobardemente a quemarropa. No fue solo a él, pero en esos instantes tenía solamente la imagen de Fernando. Por el otro lado, tampoco fue responsable solamente quien vería, pero mis pensamientos se concentraban en los dos. El hermoso rostro de mi hermano y un patético rostro desconocido.
Golpeé aquella puerta grande y blanca, en el centro de una casa color cárcel, sin verdes, sin vida. Tal vez por esa puerta aparecía la muerte.
No fue así, después de insistir, me dirigí a un vecino para confirmar la dirección y la vivienda del Sr. Valuzzi. No llegué a preguntarle, una de las ventanas de aquella cárcel se entreabrió lentamente, muy grande, de hierro, muy segura, sobre un pequeño balcón a la altura de mi cabeza. Hacia allí me dirigí.
Los pocos centímetros que se abrieron fueron suficientes para ver la figura que mostraba ese esperado rostro.
No vi un asesino, no vi un sanguinario, no era el rostro imaginado de un torturador de alguien que ha violado mujeres encadenadas, vi un anciano, pelo y bigotes blancos, con una boina de abuelos en la plaza, vi una figura pálida y sumisa.
“Aquí es lo Valuzzi?”
“Què quiere?”
“Beto Valuzzi?”
Sin contestar, aquella triste figura, preguntaba.
“Vos quién sos?”
“Mi nombre es Gustavo Piérola soy hermano de Fernando, lo recuerda.?”
“ Estoy con María Julia Morressi, su esposa, la recuerda?”
Un sí muy corto fue la respuesta.
“Qué quieren?”
“Hablar con usted.”
“De qué?”
Mientras hablaba con el hombre que había detenido, torturado, asesinado y escondido el cuerpo de mi hermano, me llamó mucho la atención todo el escenario detrás de este señor del miedo.
Todo oscuro, muy oscuro, una casa que debía ser de espacios muy amplios, no se veía nada para adentro. La realidad que se observaba, lo hacía más tétrico, más lúgubre.
Mientras él me investigaba, mis pensamientos querían meterse en esa cueva, pero fue imposible, detrás de este ex temible sujeto, nada se podía ver, no había una mínima luz, ni una mísera vela lo acompañaba. Todo era siniestro, seguramente como su propia y total vida.
“Usted sabe para qué”
“Estamos buscando el cuerpo de Fernando y usted sabe donde está, si nos ayuda, María Julia no hará algunas denuncias pendientes, que seguramente le traerán problemas hasta sus últimos días.”
“Yo no tengo nada que decir, aparte estoy operado y enfermo.”
En ese momento, cuando empezaban a aflorar los nervios propios de los negros recuerdos, aparece suavemente desde atrás, desde esa fúnebre noche donde habita, desde esa cueva macabra, el rostro de una mujer que empieza a tirarlo hacia adentro, hacia el interior de su muerte misma.
“Vamos, vamos, metete adentro que estás enfermo.”
Y así, poco a poco, la figura de la mujer primero y luego de este señor de los tormentos, se fueron perdiendo en la oscuridad de esa habitación, vacía de vida, seguramente llena de los recuerdos de las torturas de su propia conciencia. De muertes propias, obra de sus siniestras manos, que han escrito muchas historias de sangre, como ésta, historias que ni siquiera podrán contar a sus propios hijos y nietos, historias que solo podrán ser contadas entre ellos, en los sombríos y grises cuarteles. Historias que llevan el miedo propio de la peor culpa, una culpa cargada de la sangre de una juventud heroica y comprometida, que tenía el corazón lleno de sueños para una vida digna, para un pueblo digno. Una culpa que lleva el sello de su paga, la que solo los motiva, la del dinero que les llega por su obra, migajas de dinero para que los dueños del dinero generen más dinero, dinero que les sirve para vivir como viven en la oscuridad de sus propias pesadillas.
Nosotros tenemos la luz y podemos contar las historias y lo estamos haciendo, con Justicia o sin ella, con esta luz peleamos y lo seguiremos haciendo, no nos mueven monedas de sangre, nos mueven banderas e ideales que estos señores del poder nunca podrán apagar.
Las historias de los Fernandos, los Carlos, los José, las Julias, las Gracielas, las Marías serán contadas de frente a las nuevas generaciones, no tienen nada que esconder.
Historias como la de aquella galería, en aquella casa, en el corazón universitario, historias de amor y brillo como la de María Julia y Fernando, seguirán germinando día a día, porque están alimentadas por un amor constante, que ellos nunca conocieron, ni conocerán.
Ellos, los Valuzzi, hasta el día que su opaca vida se termine, seguirán atendiendo por la ventana, con el miedo propio de 30.000 soles que quisieron apagar y seguirán viviendo inertes con el fondo lúgubre de su propia y bien ganada oscuridad.

El exilio de Joaquín

Joaquín apenas balbuceaba palabras entrecortadas, extrañas, frías. Fue obligado a incorporar un lenguaje que no era ni propio, ni de amigos, primos o compañeros de escuela.
Con apenas unos años, empujaron su niñez donde no había rayuela, bolitas, ni escondidas.
Su última pelota quedó sola, debajo del paraíso, abandonada.
Sus abuelos no estaban para una caricia, un helado o un cuento en la falda.
Otros tíos se perdieron.
Joaquín buscaba porqués en la mirada de sus padres y ellos le respondían con una tierna tristeza, como queriendo explicarle sus vidas desterradas.

Otro cuero

En 1952 el invierno argentino fue muy duro, demasiado duro y triste para la mayoría de la clase trabajadora argentina, el 26 de julio, un cáncer se llevaba la vida de quien fuera la “abanderada de los humildes”, se llevaba la fuerza de quien le daba la energía y la orientación popular al gobierno de su compañero el Presidente Juan Domingo Perón, se llevaba la vida de una esperanza.
A partir de ese día, el país fue otro, una vez más, la sociedad de los campos y las vacas reía y disfrutaba.”Viva el cáncer.” Se leía en algunos muros. La oligarquía y la burguesía estaban de fiesta.
Un mes antes, nacía en Paraná un niño más, hijo de padres Docentes el segundo de los seis hijos del matrimonio, lo llamaron Fernando. Fue parto normal, de una vida normal, en una sociedad entrerriana de mayoría clase media, que no lloraba ni reía ese 26 de julio, una clase media, que tal vez sin quererlo, miraba hacia arriba y estaba ciega hacia abajo.
Unos meses después, en el mes de noviembre, nacía en Paraná otro varón, el mayor de cuatro hermanos, sus padres, él Odontólogo y ella maestra y empleada. Lo llamaron Alberto.Una familia también parte de esa tradicional clase media paranaense.
Pasó el tiempo, el sol asomaba lentamente, la ciudad empezaba a recibir muy tenue, los primeros rayos de aquel sol de otoño. A Paraná se la veía llena de los ocres de las hojas que alfombraban el momento.
Corría el año 60, ya hacía ocho años que se había ido Evita y habían llegado aquellos gurises. Hacía apenas cinco años, un tal Lonardi, Aramburu, Rojas, generales y almirantes de la cruz, las vacas, los campos y las grandes industrias, habían derrocado al Presidente de los argentinos obligándolo a un exilio que duraría casi 18 años. Un nuevo golpe, otra herida partía el corazón del pueblo trabajador. La tristeza popular, era ahora más aguda y más profunda.
Ese día, como todos los días, a la misma hora, los guardapolvos blancos se asomaban a la vereda para emprender el camino a la Escuela. Por un lado, Alvaro, el mayor de los Piérola, era el primero en salir y el responsable de los menores en el trayecto de las cuatro cuadras que separaban el hogar de la Escuela República de Chile, detrás salía Fernando y después yo Gustavo, en la casa quedaba María Luz con poco más de un año, luego vendrían Cristela y Emilce.
Desde la vereda de enfrente, el primero de los Blanco que se asomaba siempre era Alberto, el “Tato”, detrás le seguía la figura dormida de otro Gustavo, en la casa quedaban César, el “Tycho” con tres años y María Gabriela, “Mariela” con un año.
Como siguiendo turnos, un día una otro día otra, Elena, Rubincha y Amanda, Negrita, las madres de esa banda, quedaban en la puerta mirando el desfile hacia la Av. Ramirez controlando por lo menos hasta que se iban perdiendo las pequeñas siluetas pasando la calle Soler, hoy Perón.
Poco a poco, el tiempo fue sembrando y se fueron formando entre estas familias amistades que hasta hoy perduran. Alvaro era dos años mayor, y a esas edades era mucha diferencia, pero no así María Luz y Mariela, Gustavo y Gustavo, y una muy especial la de Tato y Fernando, aquellos piojos nacidos en el 52.
Siempre contaban los viejos que llamaba la atención y daba gusto verlos a ambos a la ida y a la vuelta de la escuela, hombro a hombro, desde que se juntaron en el 2do.grado, hablando y hablando quién sabe de qué.
Después de almorzar, eran los primeros en salir a la vereda, cuando podían escapar de las sagradas siestas de Tito, Alberto Blanco y de Perico, Héctor Piérola, nuestros viejos.
Después seguía el club, a una cuadra nomás, nuestra segunda casa, el Echagüe. Ambos, aparte de compartir la escuela primaria, la vagancia y las aventuras de la siesta, compartían el basquet, juntos pasaron por la Infantil, Cadete, Juvenil. En el club eran comunes las competencias de basquet dos contra dos y ya a los quince años a Tato y a Fernando nadie les podía ganar.
- Doña Amanda, está Fernando.?
- Sí Tato, ya te lo llamo.
- Pescao, mañana jugamos con Sionista.
Con Sionista era un duelo muy especial y esperado porque los dos últimos años los del Centro se habían quedado con las finales.
Lo de Pescao era por su habilidad en las piletas, aquellas piletas que lo tuvieron a Tito Blanco como máximo referente de la natación echagüense. Recuerdo a Tito y a su Kaiser Carabella, era el transporte a todos los torneos, por ahí, nos apilábamos hasta quince nadadores. Hoy se lo recuerda a Tito Blanco con un Torneo que lleva su nombre.
A esa edad, los tiempos juntos pasaban más por el club; la escuela secundaria los llevó sin querer por caminos separados.
Fernando empezó en la Escuela Industrial y Tato, probó la carrera militar, se fue para la vecina orilla, al Liceo Militar Gral Bergrano.
Se recibió.?, no, duró tres días. “Esto no es para mi”, le dijo a su madre cuando al tercer día le fue a llevar algunas cosas y se volvió con ella.
Tato sigue en el Normal y Fernando luego de repetir 2do. pasa al Colegio Nacional. Es en el Nacional donde nuevamente se reencuentran pero con un año de diferencia.
Nuevamente, desde 25 de mayo, ambos salían todos los días juntos para estudiar, pero en dirección contraria, pegados atrás, hacia el mismo Colegio, los más chicos, nosotros los Gustavos.
La niñez fue quedando atrás, y la juventud venía con demasiadas energías.
Empezaban las salidas, las novias y demás.
La siesta para don Héctor, Perico, era infaltable, y era la oportunidad de Fernando para robarle el auto, salir a dar una vuelta y por su puesto, mostrarse entre las jóvenes paranaenses. Claro estaba, Tato firme a su lado.
- Pescao, me tenés que enseñar a manejar, vos lo tenés al cabezón que te enseño, pero yo no tengo a nadie.
- Dale, pero tenemos que afanarle el auto al Tito.
- Te parece.?
- Querés aprender o no.?
- Sí, claro, y la nafta.?
- No te preocupes, buscamos por ahí.
En esa época la mayoría de los autos no tenían llave en sus tanques de nafta y Fernando era especialista en conseguirla.
Estas dos familias, formaban parte de la típica sociedad paranaense de aquellos tiempos, clase media, profesionales, con objetivos propios de clase media, casa propia, auto, actividades sociales, que los hijos estudien y sigan el mismo camino. Así era Paraná y así nos formamos.
Los viejos, se mezclaban entre radicales irigoyenistas con alguna pizca de socialismo y mirando al peronismo como bicho raro, medio de reojo, salvo doña Amanda que se crió entre las sillas y mesas de la Unidad Básica de Corrales donde militaba su madre, mi abuela y madrina.
Paraná como capital de provincia, era una típica ciudad con mayoría de empleados públicos y comerciantes dentro de una provincia hasta el día de hoy altamente conservadora, lejos de las zonas fabriles, de las zonas rurales empobrecidas, de las comunidades aborígenes, de las clases más sufridas del pueblo.
La política no era tema del día a día ni de la mesa familiar, salvo acontecimientos muy especiales y trascendentes.
Dentro de esta realidad, crecía y se formaba la mayoría de la juventud paranaense. Así crecieron Tato y Fernando, con los Beatles, los Levis, las zapatillas Converse, el deporte y las confiterías.
Pero en Argentina había otra realidad muy diferente. Un país de golpes y militares, de persecuciones políticas, un país de ricos cada vez más ricos y de pobres cada vez más pobres, una realidad de creciente explotación, de puertas abiertas para los gringos, de tierras arrasadas, una realidad que tarde o temprano empezaría a golpear las puertas de la indiferencia de esa clase media, una clase que cuando empezó a abrir los ojos ya estaba en el barro.Alguna pared con un Perón Vuelve, noticias de la resistencia peronista, una isla que se liberaba en el Caribe, guerrilas en Salta y Tucumán, un argentino en las sierras bolivianas, un cordobazo, un rosariazo, un correntinazo………, poco a poco, el pueblo iba tomando las calles, Perón ya podía ser nombrado. Perón debía volver. Pero este pueblo agredido iba por más, se estaba formando una generación que quería superar la obra de Perón y Evita.
En esta realidad, en esta efervescencia social, Tato y Fernando también se estaban formando.
Tengo muy gravado el recuerdo de cuando fuimos con Fernando y otro amigo a dedo a Mendoza. Era julio de 1.969, llegamos a Córdoba, la ciudad entera todavía estaba convulsionada por esa magnífica rebelión popular que terminó con la dictadura de Onganía. Un estudiante nos hizo de guía revolucionario, recuerdo a Fernando parado frente al edificio Xerox totalmente incendiado. Teníamos él 17 y yo 15 años. Todo lo que estábamos viendo era muy extraño, pero creo que en la cabeza de Fernando ya había unos cuantos porqué.
Pasó la secundaria, llegó la Universidad, Tato se fue a Córdoba en 1.970 a estudiar Ingeniería y Fernando al año siguiente se fue a Resistencia a estudiar Arquitectura.
A partir de ese momento, la República de Chile, el Nacional, las aventuras deportivas, amorosas, de autos robados, fueron quedando en un feliz recuerdo.
Sin pensarlo, desde la distancia, fueron construyendo un mismo camino, sin proyectarlo, la universidad los fue abrazando en esos aires de cambio.
Y dejaron de ser felices, descubrieron una sociedad que no lo era. Al Perón Vuelve, ya no lo veían solo en las paredes como algo lejano, como algo extraño a sus vidas.
Aquella JP de Envar el Kadri, de Felipe Vallese, de Gustavo Rearte se estaba metiendo en la conciencia y el corazón de miles de jóvenes argentinos, Fernando y Tato, ya eran parte de ese cambio.
Fernando se encontró con un Nordeste totalmente empobrecido, totalmente politizado, muy diferente a su Paraná.
La Universidad del Nordeste, las Ligas Agrarias, los movimientos aborígenes, la Forestal había dejado muchas heridas.
Fernando dejó de ser feliz, buscó la felicidad en ayudar a revertir la explotación de ese pueblo, se le abrieron los ojos, el corazón, se le cerraron los puños.
Fernando ya estaba en la JUP.
Tito se fue muy joven, lo que motivó el regreso de Tato a Paraná, donde continuó con Ingeniería. Pero Paraná tampoco era la misma, todo estaba cambiando. Sus estudios le acercaron compañeros que estaban más comprometidos políticamente, conoció a Raúl Ramat, se hizo muy amigo del Coco Erbetta, con quienes integró grupos de lectura política y posterior militancia.
Tato, aunque lejos de Fernando, también se estaba revelando contra ese mundo de explotación, de riqueza y de miseria.
Tato ya estaba en la JUP.
Volvió Perón, Ezeiza, Fernando y Tato eran cada vez más peronistas pero poco a poco, a medida que crecían se iban alejando de Perón. Día tras día fueron comprometiéndose más y más, fueron soñando con otro país y actuaron en consecuencia.
Esa juventud quería la revolución y así nació Montoneros.
Llegó el 1ro. de mayo del 74 en la Plaza. Aquella “Juventud maravillosa” pasó a ser de “Estúpidos imberbes”.
Perón se quedó muy lejos, con la derecha del peronismo.
Perón se fue y quedó esa derecha, mucho más nefasta que la propia oligarquía, se mezcló entre el mismo pueblo.
Llegó la clandestinidad
Tato siguió en la Universidad, más cauto y con mayor prudencia, esperando talvez momentos más oportunos.
Fernando ya estaba en Montoneros. Cambió la Universidad y toda su vida por la militancia. Conoció la cárcel apoyando las Ligas Agrarias y siguió creciendo, política y humanamente.
- Tato, está Fernando, tenemos que sacarlo.
- Dónde.?
- En casa, pero anda un Torino Blanco con cuatro tipos adentro, lo están buscando.
- Decile que salga por atrás que ya lo busco.
Fernando ya clandestino, pasó por Paraná, y apareció de sorpresa, lo buscaban hace tiempo, no le importó, extrañaba a las guachas más chicas, quería verlas, tocarlas, besarlas.
Tato fue urgente a buscar el auto para ayudar a su amigo. Esta vez, no era para aprender a manejar, a jugar al basquet o a visitar algunas novias, tenía qque sacarlo del peligro, sea como sea.
Tato mostró su fibra, lo buscó por una calle lateral y lo llevó lejos, no antes charlar y charlar recuperando tiempo y distancias.
Fernando se volvió al norte, donde corría mayores riesgos, pero a esa altura, su profundo compromiso militante no le permitía dejar compañeros que estaban bajo su responsabilidad.
- Fernando, tenés que alejarte de aquella zona hasta que se calme.
- No puedo Tato, muchos compañeros están en las mismas condiciones.
Enero de 1.976, el gobierno tenía un nombre, Isabel Perón pero quien lo ejercía era otro, la Triple A, obra de José Lopez Rega. O Casualidad, la esposa de éste personero del terror, María Elena Cisneros, compartió la escuela primaria con Tato y Fernando. Juntos habrán jugado en los recreos de la Escuela República de Chile. Vivía en calle Echagüe al 700.
- Cómo andás Tato.?
- Bien cabeza, el que está jodido sos vos, te casaste.?
- Qué le voy a hacer, tarde o tempranonos nos llega, venite a casa esta noche, vamos a morfar un asadito.
- Tenés novedades del flaco.?
- Nada, pero sabemos que está bien.
Esa noche, Tato apareció por casa, fuimos para el fondo donde estaba la tropa ya con un fuego haciendo chillar los primeros chorizos.
- Tato, vení que tengo algo para vos.
- Una carta.?
- Vos vení.
Subimos al primer piso, a la terraza, estábamos los dos solos.
- Y, qué pasa.?
- Subí.
- Dónde.?
- Al techo, al tanque.
- No me digás……………?
- Subí rápido y callate.
Fernando estaba en la oscuridad de la noche, de aquel verano caliente, lo más pancho, allá arriba, tinto en la mano, observando todo.
El encuentro fue hermoso, como siempre, un eterno abrazo, casi sin palabras, sobraban.
- Che Pato, traete unas empanadas y vino para este amigazo, pero ya sabés del nuestro Montonero.
Fernando siempre me llamaba por el sobrenombre que me habían puesto en el Colegio. Esa noche, me tocó hacer de mozo exclusivo, y fue un placer.
Por allá abajo, uno de los invitados, el Pico Silva, le daba el fondo musical a este sorpresivo encuentro.
“ A desalambrar, a desalambrar, que la tierra es mía tuya y de aquel, de Pedro, María, de Juan y José………….”
Fueron algunas horas que para ellos deben haber sido eternas. No hablaron de política, ni de militancia, ni de revolución, el diálogo era mucho más profundo, recordaron la infancia, la juventud, el barrio, Echagüe, de sus actuales parejas, ambos estaban casados, de viejos amigos, como que querían resumir en esos momentos, toda esa riqueza vivida.
La noche se fue llendo, el fogón de abajo se fue apagando, pero allá arriba, el calor era más y más intenso, abrazos, silencios, chistes, lágrimas, recuerdos y más recuerdos.
En esas horas no hubo ni policías, ni militares, ni triple A, ni compañeros, ni militancia, su soñada revolución estaba a un lado.
Ellos dos solos, seguían construyendo su propia revolución, aquella que si es real y pura, perdura eternamente, estaban sellando una amistad que sería para siempre, con aquella juventud ya eran dos hombres tremendamente maduros.
Y no pararon de abrazarse. Eran concientes que podrían no verse nunca más, pero no se despedían, sabían que en esa amistad no entraban despedidas, sería un eterno encuentro.
- No vemos Tatito.
- Siempre hermano, pase lo que pase.
Aquella noche, bajo aquel cielo estrellado, muy alto, como eran sus vidas, fue la última vez que se vieron.
Fernando fue detenido en Misiones en octubre de ese año y luego de ser brutalmente torturado, fue fusilado junto a otros compañeros el 13 de diciembre de 1.976, en Margarita Belén.
Los mismos generales del terror, de los campos y de las vacas, la misma sociedad del poder y la riqueza, la misma que escribía “gracias cáncer” cuando se iba Evita, organizó la masacre más sangrienta que se conocería en el nordeste argentino.
Tato, le regaló ese nombre a un hijo suyo, y hoy anda siguiendo los caminos de Mosconi allá por el sur argentino.

Una vez, un grupo de estudiantes le hizo una extensa entrevista a Don Atahualpa Yupanqui. Los llenó con sus historias, con su riqueza y su sabiduría.
Una joven le pregunta.
- Don Atahualpa, para usted, qué es un amigo.?
Don Atahualpa, la miró y con la suavidad y la modestia de los grandes hombres, le contestó.
- SABE MIJA, PARA MI UN AMIGO ES UNO MESMO PERO CON OTRO CUERO.

Paraná, 15 de mayo de 2007

Humor como resistencia

La fuga

La Isla de Oro es una hermosa isla sobre el Río Paraguay, muy cerquita, ahí nomás de la ciudad de Formosa, a cinco kilómetros de la capital de una de las provincias mas castigadas por la injusticia del poder dominante.
Los lugareños, los isleños, la denominaron así, por el color que le daban los mangos maduros caídos en el suelo. Su color ocre brillaba con el sol agresivo del norte, formando una alfombra bajo las grandes plantaciones de esta rica y codiciada fruta tropical.
Formosa está a pocos kilómetros de Asunción y fue lugar obligado, junto a otras ciudades nordestinas, de la clandestinidad y el martirio de muchos patriotas paraguayos que fueron expulsados de su tierra y tuvieron que partir como pudieron al exilio perseguidos por la feroz persecución a militantes, fundamentalmente del PC Paraguayo que por su puesto, nada tuvo que ver con nuestro PC Argentino.
Por aquel 1.942, Don Carlos fue uno de esos militantes perseguidos por la sangrienta dictadura del entonces general Higinio Morinigo. Muy joven, estudiante, Presidente del Consejo Estudiantil en Asunción, tuvo que exiliarse buscando refugio en las cercanas tierras formoseñas.
En aquel entonces, el estudiantado y el campesinado paraguayo, eran las fuerzas más progresistas y combativas.
Las ciudades no eran seguras por lo que Don Carlos luego de pasar por Encarnación y Misiones se radicó en esta isla del caudaloso río Paraguay, donde pudo estar más seguro y poder mantener los contactos con sus compañeros paraguayos.
La Isla de Oro, aquella del color de los mangos fue su nueva morada. Allí aprendió a pescar, a trabajar la tierra, y fundamentalmente a crecer políticamente en la militancia.
Desde aquella escondida isla, pudo organizar la resistencia, primero al General Morinigo y luego al terrorífico General Alfredo Stroessner.
La isla fue paso y refugio de muchos revolucionarios paraguayos que tuvieron en Don Carlos una fuente de energía y experiencia para continuar su lucha.
Esa hermosa isla, también le dio la felicidad de una familia, allí conoció a Justa Gomez, su compañera de toda la vida, isleña de nacimiento, Doña Justa le regaló el amor y la vida a siete hijos María ( que falleció muy pequeña), Jorge, Ismael, Juan, Elena, Julia y Ramón.
-“Viejo, qué traemos del Mercado.?”
-“Traete unos anzuelos para el espinel, kerosene para los faroles, algo de tabaco y una ginebra que mañana tendremos visitas y se está poniendo fresco.”
- “No se olviden del azúcar, algo de grasa y fideos.”
Les recordó su madre.

Una vez por semana, Alberto, e Ismael, los mayores ya con 14 y 16 años se iban a remo hasta Formosa, vendían el pescado, el producto de la huerta y aquellos dorados mangos y se llevaban de vuelta las necesidades familiares, por su puesto, algunos caramelos para los más chicos.
Esa semana había una gran expectativa por la llegada a la isla de compañeros paraguayos y argentinos que recibirían a revolucionarios cubanos que traían novedades de la reciente revolución del pueblo caribeño.
En esa inolvidable experiencia, entre los mangos, la huerta, patíes, dorados y la militancia, se fueron formando los hijos de este maravilloso matrimonio.
No pudieron estudiar, los recursos y la distancia no lo permitían, pero fundamentalmente Don Carlos se encargó de formarlos en las bases de la solidaridad, el amor, el esfuerzo y la dedicación que enseña la militancia política, en la búsqueda del socialismo y la liberación del pueblo paraguayo. Valores que difícilmente se encontraban en aquellas escuelas. Igualmente, poco a poco, desde muy niños, se fueron alfabetizando en la riqueza intelectual que brinda la militancia política.
- “Ismael, me voy para la huerta. Avisame a las 4 el Comandante Fidel hablará por Radio la Habana y vamos a escucharlo.”
- “Sí padre, vamos a buscar un poco de leña y después preparamos todo.”
Firmes, luego de realizar algunas tareas encomendadas por sus padres, uno se encargaba de preparar la radio a batería y otro era el encargado de buscar a su padre a la hora señalada.
De esta manera, éstos jóvenes, se fueron formando en las prácticas revolucionarias del pueblo paraguayo en el exilio. No tan jóvenes, continuaron sin pausas esa lucha y poco a poco se fueron acercando a la lucha del pueblo argentino.
Por la isla, era frecuente el paso de militantes recién perseguidos y otros ya instalados que se acercaban de diferentes regiones para organizarse en los diferentes compromisos que exige el exilio.
En aquellas reuniones clandestinas, además de analizar la realidad de su país, se analizaban las diferentes realidades políticas latinoamericanas y por su puesto los diferentes movimientos revolucionarios, fundamentalmente de los países cercanos.
Tupamaros en Uruguay, el MIR Chileno, el ELN Boliviano, el PRT y Montoneros en Argentina y otros. La idea era siempre estar en contacto con todos los pueblos hermanos.
A partir de 1.973, luego de la amnistía de Cámpora, el PRT argentino formó las primeras células militantes en Formosa. Como era de esperar en aquella región, no tardaron en tomar contacto con el PC Paraguayo.
- “Ismael, compañeros argentinos quieren contactarse con nosotros.”
- “Quiénes son padre.?”
- “Son del PRT, gente de Santucho, el Santiagueño.”
- “Vos viejo, quedate tranquilo, yo me encargo.”
A los pocos meses, Ismael estaba militando en ambos movimientos revolucionarios.
Ismael consiguió empleo en la Provincia, pero siempre viviendo en la isla. Esta ocupación, le permitió viajar por la provincia y conocer muy de cerca la realidad del campesinado formoseño.
En el año 1.969, viajando por la zona de Laguna Blanca, conoció a quien sería su compañera Amelia. Se casaron en 1.972 y tuvieron un hijo Javier y todos formaron hogar en aquel paraje de los mangos.
Su trabajo legal, le permitía recorrer la provincia y llevar la lucha revolucionaria a otros sectores del campesinado formoseño.
La derecha del peronismo estaba cada vez más fuerte, los servicios y las fuerzas de seguridad se llamaron Triple A, Perón echó a Montoneros de la Plaza y se fue para siempre, Isabel firmó lo que la Oligarquía y la Burguesía querían, todo el aparato represivo salió a las calles a buscar a militantes, luchadores y pensadores revolucionarios. Estudiantes, obreros, campesinos, intelectuales, profesionales, la sociedad toda pasó a ser sospechosa.
Llegó el golpe y el país se manchó de esa sangre, de la mejor sangre del pueblo, del argentino y de todos aquellos que tuvieron en este suelo un poco de alivio a las persecuciones de las dictaduras regionales. El Plan Cóndor estaba en plena cacería.
Ningún rincón del país fue ajeno a la masacre y Formosa no fue la excepción.
- “Rojas, Ismael Rojas.?”
- “Si, soy yo.”
- “Va a tener que acompañarnos.”
- “Pero, porqué Comisario.?”
- “No se haga el pelotudo Rojas, lo están buscando por todo Formosa.”
- “Pero si yo trabajo en la Provincia.”
- “Ya sabemos en qué trabaja, pero por algo lo buscan, Vamos.”
El la pequeña localidad de Ibarreta, Ismael, el tercero de aquella hermosa familia isleña era detenido por el Comisario Villalba Jefe de la Policía local. La orden venía de la Capital.
Eran las 13 Hrs. del día 6 de agosto de 1.976, era una siesta bastante fresca de aquel invierno formoseño. Ismael descansaba en la pensión donde acostumbraba parar cuando le tocaba trabajar en aquel pequeño pueblo del interior formoseño.
El día anterior, habían caído varios militantes revolucionarios en la ciudad de Formosa y el nombre de Ismael había saltado por ahí.
Lo llevaron inmediatamente a la comisaría local. A partir de ese momento, Ismael, sabiendo de sus responsabilidades políticas, de su grado de compromiso militante, sabe que su vida está en peligro, que está en manos de estos asesinos y sabe perfectamente lo que está pasando en todo el territorio nacional con los compañeros detenidos. A partir de ese momento piensa en la fuga, esta esposado y solo pero eso no le importa sabe que tendrá una oportunidad y no debe desaprovecharla, el momento llegará y debía estar preparado.
Lo trasladan a Formosa a la media tarde del mismo día, van directo a la Jefatura.
Allí cambian las posibilidades de escape. Piensa en la estructura del Partido en los compañeros y colaboradores. Sabía que habían caído compañeros, pero también sabía que había otros que estaban limpios que se los había mantenido en la total clandestinidad y seguridad de la superficie para que puedan actuar en esos momentos. Compañeros con el apoyo logístico para las necesidades urgentes, dinero, comida, ropa, documentos y vías rápidas de escape. Recordaba la experiencia de su padre y la de muchos militantes paraguayos, por su cabeza pasaban todas las historias de sus diferentes fugas.
Ismael iba organizando todo en su cabeza, solo faltaba que llegue el momento.
En la Jefatura no lo interrogan, no lo torturan, no lo tocan, el silencio era total, lo que le permitía repasar y repasar lo que estaba planeando.
A media noche, lo suben a una camioneta y lo llevan al Regimiento de Infantería de Monte 29 (RIM 29). Allí lo desnudan junto a otros compañeros que no pudo identificar. Tampoco lo interrogan. Después de una hora, lo trasladan nuevamente. Iban vendados, atados y esposados, sin oportunidad para la fuga.
Ya vendrá, ya vendrá, pensaba Ismael.
Esta vez lo llevan directamente a un siniestro lugar de torturas, a “La escuelita” así la llamaban todos, era la dirección de Cuatrerismo de la Policía de la Provincia de Formosa.
El Ejército lo entrega nuevamente a la Policía. Ellos se encargarán de que hable.
Ismael no sabe donde está.
Lo bajan solo, no sabe del resto. Siente el ruido de un portón que se abre, puede sentir la oscuridad del lugar, ya es de madrugada.
- “ A la parrilla.” Ordena el Oficial Ramos.
Entre dos o tres policías lo acuestan sobre el frío metal y tratan de atarlo de pies y manos.
Ismael piensa en una fuga explosiva y empieza a las trompadas antes de que lo aten.
Ramos pide ayuda urgente y aparecen otros torturadores, el Oficial Acosta y hasta el propio Jefe de la Policía Provincial, el Comisario Alvarez, que en silencio, dirigía las acciones.
Lo controlan y lo terminan de atar.
Lo torturan por más de una hora, lo queman lo golpean y lo golpean.
- “La plata, dónde está la plata.?”
Gritaba Alvarez.
- “Las armas, dónde están las armas.?”
Gruñía Acosta.
- “En los huevos, en las encías.”
Gozaba el Oficial Ramos.
Todos reían, todos masticaban el orgullo del olor a la carne quemada.
- Cantá, cantá, zurdo hijo de puta.
Ismael ya no resistía, a pesar del sufrimiento, sabía que si se movía era peor, más se ensañaban, y se quedó quieto y eso lo salvó por el momento.
- “Pará negro que se nos va.”
- “Que se muera, que carajo.”
- “ Pará, que este tiene mucho por hablar, mañana la seguimos.”
El negro Acosta no largaba la picana, se sentía valiente ante aquel cuerpo que humeaba y se contraía ante cada descarga.
- “Tírenlo en aquel rincón, mañana va a cantar este guacho.”
Fue la orden del Comisario Alvarez, con la tranquilidad de quien convive con la miseria de su tarea.
- “Vamos a las celdas, vamos a seguir con la zurda aquella.”
Lo tiran a un costado, en la total oscuridad, semidesnudo, semimuerto, destruido, lo dejan sin ataduras, ni esposas, ni vendas. Para qué, si su vida ya no valía nada.
Pero Ismael estaba conciente, se sentía fuerte a pesar de lo vivido, y jugó con ellos para frenar la tortura.
Sintió cuando se iban, sintió cuando cerraban el portón, pero no escuchó llaves, ni cerrojos, ni candados y volvió a pensar en la fuga, era el momento.
Sabía donde ir, a quien recurrir, era un lugar en la propia ciudad donde nunca lo encontrarían. También pensó en la posibilidad de escapar por el río Paraguay, cruzar a Alberdi, allá había contactos de su padre, pero hasta allá debía llegar solo y era más lejos, además sabía que Gendarmería y Prefectura controlaban ambas costas.
En aquel oscuro y frío rincón volvió a pensar y pensar en una rápida decisión. Pensó y pensó y lo más rápido, lo más seguro, era a través de ese compañero, de aquel contacto, colaborador del Partido, que estaba totalmente limpio, a él nunca llegarían los asesinos.
Solo le faltaba saber exactamente dónde estaba en ese momento, para organizar su plan de libertad.
En ese momento, siente que no esta solo, en la penumbra de aquel tétrico lugar, siente que hay alguien más, siente la respiración en otro rincón.
Se levanta lentamente y camina despacio hacia el lugar. Se encuentra con otro detenido, atado de pies y manos, vendado, no hablaba.
- “Cumpa, cumpa, cómo estás.?”
- “Estoy bien.”
Escucha el murmullo de quien sabe como hablar en aquel terrible momento.
- “Vamos a escaparnos.”
- “Cómo, dónde, hay milicos por todas partes, hay perros, caballos, son muchos, no llegaríamos ni a la esquina.”
- “Dónde estamos.?”
- “En san Antonio.”
- “En el barrio.”
- “Sí.”
- “En la Iglesia.”
- “No en la Policía, en Cuatrerismo.”
- “En la Escuelita.?”
- Sí.”
Ismael ya estaba ubicado. En las afueras de Formosa. Solo debía cruzar algunos campos y llegaría a la casa de su contacto, antes de que amanezca. Y decide la fuga.
- “Te desato, vamos, vamos compañero, tengo un lugar seguro, nunca nos encontrarán.”
- “No, no, nos van a hacer mierda.”
- “Está bien, pero yo me voy.”
Decidido, Ismael se dirige a la puerta grande y la abre lentamente. Afuera, el viento y el frío hacían sentir más pesado el terrible momento. La oscuridad era total, pero él ya sabía donde estaba.
Escucha unos pasos antes de salir y se queda muy quieto. Era uno de los agentes.
- “Acosta, Ramos, pega el grito.”
Había observado la puerta entreabierta y sospechó enseguida. Ismael sintió el peligro y volvió rápido a su lugar, se acomodó en la misma posición que lo habían dejado después de la tortura, semidesnudo, semimuerto, destruido.
Entra la patota con las linternas, lo alumbran pero Ismael estaba casi muerto. Fueron derecho al otro detenido.
- “Te querés escapar hijo de puta, vos abriste la puerta.”
- “A dónde querés ir, con tu madre, esa puta que te parió.”
Y le pegaban con las linternas, con palos, con patadas.
- “Yo no fui, yo no me moví, no ven que estoy todo atado, habrá sido el viento.”
- “Te voy a dar viento y la puta madre.”
Lo dejaron, después de reforzar las ataduras. Al otro, al semimuerto, a Ismael, lo tocan, lo dan vuelta y lo ataron un poco por las dudas. Y se fueron, a descansar y juntar fuerzas para las próximas torturas.
Cerraron el portón, esta vez con pasadores y candados. Por ahora, la fuga sería imposible, pero ya vendrá otra oportunidad, el plan de apoyo estaba bien armado.
Ismael se acerca como puede al otro compañero detenido. Le habla en vos muy baja.
- “Cumpa, esta vez no se dio, pero en la primera oportunidad nos rajamos.”
- “Pero a dónde, mi casa cayó, ayer detuvieron a varios compañeros, en las celdas de al lado escuché que esta la Mirta Infran y otros llevaron al regimiento.”
- “No se preocupe compañero, tengo todo aceitado, ya te dije, ahora estoy ubicado, conozco un compañerazo que esta totalmente limpio y nos va a sacar de ésta, él fue preparado para eso, tendremos comida, documentos, plata para buscar lugares más seguros y seguir la pelea.”
- “Y para dónde pensabas rajar.?”
- “Por atrás, cruzo dos campitos, por detrás de los barrios nuevos y ahí nomás estamos llegando. Nunca nos van a buscar ahí porque estaremos bien enfrente, pegadito a los cuarteles.”
- “A los cuarteles, pegado a los cuarteles.?”
- “Si cumpa, en frente, bien enfrente, la milicada ni se va a imaginar.”
- “Y decime cumpa, mirá que yo conozco bien la zona, cómo se llama el fulano ese.”
Ismael baja más la voz como para que ni las ratas escuchen.
- “ Medina, el Andrés Medina.”
- “Pero vos estás seguro, Medina.”
- “Pues claro compañero.”
- “Soy yo pelotudo, soy yo.”

Pancho, son las Madres

El calor aflojó bastante después de la tormenta y la torrencial lluvia subtropical aportó a la tan esperada refrescada. Cuando esto ocurría, y era frecuente, las delgadas líneas de agua de las vertientes que bajaban de la sierra se transformaban en un caudaloso arroyo que desbordaba los tres laguitos que estaban escalonados, llevando luego sus aguas al río Tieté. Estos espejos de agua no eran naturales, sino que fueron construidos por el japonés Ruy Enomoto, parte de la gran colonia que ha poblado el suelo brasilero: un predio de aproximadamente treinta hectáreas, diseñado con su inconfundible arquitectura oriental, para que las familias niponas que habitan San Pablo tengan un lugar que les recuerde su país de origen.
El paisaje natural es parte de la mata atlántica y está formado por centenarios ipés, lapachos, araucarias, jacarandaes y yuchanes, arbustos y helechos de mil variedades, plantas exóticas como las bromelias y las orquídeas que brotan por todos lados, brindando un conjunto de colores a esa hermosa tierra. A ese cuadro maravilloso se suman plantas y arbustos típicos japoneses, sobresaliendo en el fondo verde y tupido de la sierra. Completan esa pintura, viva y profunda, aves y pájaros protegidos y preservados como tesoros por la gente del lugar. Colibríes, picapalos, caburés y araras se desplazan sin peligro humano, deleitando con sus cantos y colores.
El paraje, ubicado a ochocientos metros del nivel del mar, forma parte de un pueblo llamado Embú (Mbói, víbora, en lengua guaraní) –en la actualidad, “Embú das artes”, ya que allí se concentran artistas de prestigio internacional–. Era una tierra habitada por los guaraníes hasta la llegada de los jesuitas y la colonización portuguesa, y está situado a treinta kilómetros de San Pablo, una de las ciudades más pobladas del mundo.
En 1978, una pareja de exiliados argentinos, Eduardo y Graciela, vivían allí; su partida a Europa nos dio la envidiable oportunidad de llegar a este sitio que fue y es inolvidable, por su belleza, por su sencillez y por todas las historias allí vividas.
Mi familia estaba entonces compuesta por mi compañera, Marisa, y mis hijos Verónica y Alvarinho. Después llegarían Ernesto y Fernando.
–Papá, aquí hay una –gritó Alvarinho.
–Bueno, bueno, ponela en el tarro.
Estaba finalizando 1980. Con Verónica y Alvarinho sacábamos algunas lombrices para irnos de pesca, ahí nomás, a los lagos vecinos.
Entre semana, el lugar volvía a transformarse en un paraíso de paz y tranquilidad. Eran esos momentos los que aprovechábamos para nuestras pequeñas aventuras de pesca, en búsqueda de algunas carpas sembradas por don Enomoto, para luego saborearlas en una fritanga y así matar las nostalgias de nuestras islas litoraleñas, recordando pescas, sábalos, bogas, amarillos y otros.
–¿Cuántas hay?
–Contalas, Alvarinho.
–Las cuento yo –alardeó Verónica
–No, dejalo a él.
Alvarinho tenía dos años, y Verónica, cuatro.
–Un montón, papá.
–Bueno, vamos.
–¿Qué hacemos con los helechos? –preguntó Verónica.
Los lugares ideales para la búsqueda de las lombrices eran los más húmedos. La pala abría el camino, y entonces, con esa humedad, era lógico encontrar todo tipo de helechos. El más común en esos lugares, el culandrillo (por lo menos, así lo llamábamos en Entre Ríos), era una de las plantas más codiciadas en nuestros pagos y difícil de tener; allí la cortábamos con la guadaña, como si fuera un yuyo más.
–Plantalos de nuevo, enseguida se acomodan.
–Para la abuela.
–Claro, para la abuela.
Isabel, la Chabela, abuela de estos pichones y madre de Marisa, nos visitaba cada tanto y adoraba y no dejaba de asombrarse con la vegetación. A la otra abuela, Amanda, no la recibíamos tan frecuentemente: dedicaba la mayor parte de su tiempo a la búsqueda de su hijo Fernando, fusilado y desaparecido en la masacre de Margarita Belén en el Chaco argentino.
–Se hunde la boya, papá.
–¡Y tirá, boludo! –se apuró a contestar Verónica a su hermano menor en el mejor lunfardo criollo.
–Es chiquito.
–Bueno, tiralo de nuevo –le aconsejé.
–Nooo, para los gatos.
–O para el Pancho –retrucó Verónica, acariciando a su perro preferido–. A él le gustan fritos.
–Dale, guardalo, pero que no nos vea Enomoto.

Con Marisa pudimos optar, a través del ACNUR, por irnos también a otro país más seguro, pero decidimos quedarnos en Brasil, a pesar de que éste estaba en plena dictadura y era parte del Plan Cóndor que enlutó toda Latinoamérica. En ese tranquilo lugar, continuamos el trabajo iniciado con CLAMOR. Hacía ya un tiempo que esta entidad, defensora de los derechos humanos, vinculada a la curia metropolitana de San Pablo, y a nuestro recién nacido CBS (Comité Brasilero de Solidaridad con los Pueblos de Latinoamérica), nos acercaba todo tipo de documentación relacionada con la represión de la última dictadura cívico-militar de nuestro país: declaraciones de ex-presos e informes que también llegaban de otros países, donde se concentraban argentinos exiliados.
A partir de la lectura y análisis de todo este material, diariamente fuimos confeccionando una lista de nuestros compañeros desaparecidos en Argentina, así como de los campos de concentración y los responsables civiles y militares de la agresión más sangrienta que haya sufrido nuestro pueblo.
Esta lista, con más de siete mil nombres, hecha con una pequeña máquina de escribir y miles de fichas de cartón que reflejaban parte de la rica vida de cada uno de nuestros hermanos desaparecidos, fue entregada en mano por ese gran hombre que fue y es el cardenal arzobispo de San Pablo, don Paulo Evaristo Arns, al Papa Juan Pablo II en los inicios de 1982. Intentábamos que muchos de los que en esos momentos permanecían con vida en los campos de concentración pudieran ser salvados mediante la mediación papal. No fue así: la jerarquía de la Iglesia Católica Argentina, salvo dignas excepciones, ya le había bajado el pulgar a toda esa juventud pensante y combativa.
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y otras entidades argentinas y latinoamericanas habían consolidado un estrecho contacto con CLAMOR. Cada tanto viajaban a San Pablo a realizar todo tipo de denuncias y pedidos de apoyo internacional relacionados a lo que estaba sucediendo en cada uno de sus países. Esta tarea, que nos habíamos encomendado, nos acercó a estas Madres y Abuelas.
En una oportunidad, sabiendo que llegarían a San Pablo para analizar el trabajo que se estaba haciendo, organizamos, como cierre de las actividades, un almuerzo en nuestro pequeño refugio de Embú.
Eran muy comunes, entre nosotros y las demás familias de exiliados, las continuas conversaciones sobre la situación política de uno u otro país, y también la diaria valoración de la incansable lucha que venían haciendo Madres, Abuelas y las demás entidades de derechos humanos. Nuestros hijos, como cualquier hijo de exiliados, crecían enfrentados a esta difícil realidad. Lejos de sus familias, primos, amigos, escuelas, barrios, clubes e idioma. Aunque no nos lo propusiésemos, ellos –de una manera u otra– participaban de las diferentes charlas, conversaciones y comentarios políticos que se presentaban a diario, ya sea en el ámbito familiar o en las reuniones del CBS, de CLAMOR u otras.
Además de Verónica y Alvarinho, Germán y Julián –hijos de Amelita Uzín–, Damián y Germán –hijos de Alcira Ríos y de Luis Córdoba–, Celina –hija de Nani Stuart–, Michel –hijo de Ester Lew y Mauricio Roitman– y algunos otros hijos de argentinos, chilenos y Uruguayos, formaban la ronda infantil siempre presente y vivían el exilio a su manera.
La cuestión es que estos pichones se criaron conviviendo con el nombre de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo y, como en esa oportunidad ellas irían a almorzar y a hospedarse en nuestra casa, el nerviosismo –fundamentalmente, de Verónica– era evidente. Nos visitarían Nora Cortiñas, Chicha Mariani, Estela Carlotto, Mirta Baravalle y las acompañaba alguien que estaba lejos de aquella jerarquía mencionada, el Padre Antonio Puijané; además, habría integrantes de CLAMOR, como Jaime Wright y Jan Rocha.
Don Jaime era un pastor que trabajó mucho ayudando a los exiliados y a los diferentes pueblos latinoamericanos desde CLAMOR y su iglesia. Tenía un hermano desaparecido por la dictadura brasilera. En esos momentos, oficiaba de guía de las Madres y Abuelas, y un par de fincas antes de la nuestra, estaba una que tenía un gran cartel de madera, rústica, con su nombre “Quilombo”. Confundido, don Jaime enfiló a las visitas para ese lugar. Por supuesto, Chicha, Estela, Mirta y Nora saltaron fiero. A Antonio como que le gustó la parada. –¿Dónde nos traés, Jaime? Te creíamos otra persona –dijeron a coro.
Con una gran sonrisa, don Jaime les fue explicando el significado de libertad de esta palabra y cómo la fueron cambiando los esclavistas portugueses en contra de los esclavos que escapaban y se organizaban en la selva.

–Mamá, ¿a qué hora llegan? –se impacientaba Verónica.
–Ya van a venir.
–¿Y por qué se llaman de Plaza de Mayo?
–Ya te he dicho muchas veces... Porque allá, en Buenos Aires, hay una plaza que se llama “de Mayo” y ellas, todos los jueves...
Se sentaban ambos, ella y Alvarinho, en una barranca que estaba en la entrada al lugar, debajo de un gran lapacho blanco. Desde allí se veía el camino de tierra a lo lejos, que observaban impacientes. Los acompañaban, como siempre, sus amigos y vecinos japoneses y por supuesto, sus otros hermanos, los perros. La Gení, una pekinesa, y ahí nomás, el Pancho, de esos amarillos, raza perro, o “viralata”, como les dicen en Brasil. “viralata”, porque van virando las latas de basura que hay en las veredas.
Marisa, mientras tanto, preparaba el almuerzo y el dormitorio para estas honorables visitas. Verónica se impacientaba cada vez más, insoportable.
–¿Y, mamá…? No vienen…
–Ya van a venir, calmate un poco.
–¿De verdad que son las Madres?
–Sí… y las Abuelas.
–Pero no vienen la abuela Isabel y la abuela Amanda.
–Noooo, estas abuelas son Chicha, Estela y Mirta.
–Pero, ¿cómo?
–Andá, después te explico.
Y volvió a hacer la guardia de espera.
Al rato, pegó el alarido.
–¡Ahí vienen, ahí vienen, mamá, ahí vienen!
Tanto alboroto de la gurisada que los perros empezaron saltar, y más todavía a ladrar. La Gení era puro griterío, pero el Pancho, por ahí garroneaba, no era muy amigo de las caras desconocidas. Cuando paró el auto con la visita, el perro se les fue al humo. Y ahí la que se puso loca fue Vero.
–¡No, Pancho, no! Son las Madres, son las Madres, dejalas.
Se le tiró encima al perro, lo abrazó y poco a poco lo fue calmando. Y así, del susto inicial, la visita fue pasando a la risa acostumbrada en estas madres del dolor y de la fuerza.
Fue una reunión muy especial, donde no faltaron, el humor, la risa, los recuerdos, el llanto y la fortaleza de estas grandes mujeres de nuestra patria herida. Incluso, el Padre Antonio comentó sobre su participación en la ronda de los jueves en la plaza y parte de la historia de su padre y del Obispo Enrique Angelelli, asesinados en La Rioja.
–Sabés, Antonio, vos sos muy confiado y muy buenudo –lo cortó sonriendo Nora, haciéndole señas con las palmas de las manos hacia arriba–. Tenés que cuidarte, mirá que te tienen en la mira.
Y más tarde, en ese diálogo:
–Porque mi hija Laura estuvo secuestrada en La Cacha –comentó Estela.
–¿En La Cacha, la estación de Radio Provincia de Buenos Aires? –preguntó Marisa.
–Claro –afirmó Chicha–. ¿Ustedes saben algo?
–Sí, en estos momentos hay un matrimonio en San Pablo que está por irse refugiado a Méjico y que estuvo en La Cacha. Alcira Ríos y Luis Córdoba.
–¿Podemos hablar con ellos? –preguntó Estela sin dejar de mostrar la foto de su hija.
Esa misma tarde se produciría el inolvidable encuentro, fuerte y emotivo. Estela pudo confirmar que su hija Laura había sido retirada del campo horas antes del parto de su hijo Guido. Después del nacimiento la llevan de nuevo a La Cacha y Laura les confirma que había nacido Guido. Días después la trasladan con destino incierto. Antes de su partida, Alcira la lavó, la peinó e incluso le dio su corpiño. En este encuentro en San Pablo Alcira y Luis se enteraron del posterior asesinato de su compañera de cautiverio.
El almuerzo siguió con un continuo intercambio de información que ellas llevarían de vuelta a Argentina y nosotros procesaríamos para los trabajos de denuncia que estábamos haciendo.
Para ese entonces, el Pancho era uno más, debajo de la mesa, muy tranquilo. Cada tanto, cuando el Padre Antonio le pasaba algunos restos de comida, movía la cola.
¿Quién estaba junto a él?: Verónica. Alvarinho ya estaba durmiendo.
–Viste, Pancho, son las Madres de Plaza de Mayo, que los jueves... y también son las Abuelas, pero no son nuestras abuelas. Ellas están lejos, allá en Paraná, algún día yo te voy a llevar. Esta noche se van a quedar a dormir, así que pórtate bien.
El Pancho la miraba de reojo pero estaba más entusiasmado con la mano del Padre Antonio, que cada tanto asomaba debajo del mantel. Sin darle importancia, la escuchaba como diciendo: “Y a mí qué me importa, a mí me gusta el barbudo este. Esto es comida y no las carpas de Enomoto”.
Desde un ipé, pegado a la casa, una pareja de tordos, con su dulce canto, nos recordaba que estábamos vivos en esa agraciada, apacible y hermana tierra brasilera.

La Filmadora

Resistencia pasó a ser nuestra segunda ciudad hace ya más de 36 años cuando Fernando (1) se fue a estudiar Arquitectura.
Desde entonces, viajamos a las tierras del quebracho, padres, hermanos, solos o en puñado, nos turnábamos por un motivo u otro, por aventura, de vagos, para estar cerca de ese loco lindo.
Años después, luego del golpe que nos enlutó a todos y del fusilamiento de Margarita Belén, previa cárcel de unos o exilio de otros, iniciamos la continua búsqueda de Fernando apoyando la batalla de la vieja (2).
Hace muy poco tiempo, ya sin la vieja junto a nosotros, y gracias a su tarea investigadora, se iniciaron los primeros trabajos del Equipo Argentino de Antropología Forense en suelo chaqueño. La falta de credibilidad de las versiones oficiales de la época, nos llevaron a dudar de los libros del Cementerio San Francisco Solano de Resistencia. Los libros informaban que 10 cuerpos fueron sepultados en diferentes fosas el día del fusilamiento, 8 subversivos presos y 2 NN muertos en la emboscada en Margarita. Los libros decían que 7 cuerpos fueron entregados a sus familiares y que Luis “Lucho” Díaz y los 2 NN luego de cinco años fueron depositados en el Osario Común.
Desconfiados de esta información, la tarea de Anahí, Silvana y Miqui, Antropólogos y de Luis, Médico Forense, fue la de abrir esas fosas para comprobar la veracidad o no.
Como ya había milicos responsables en cana( Llámese cana al casino de Oficiales, Piletas, Parrillas, Tele, Bar, Familia, etc.) en La Liguria, el revuelo era grande, la milicada le apuntó fuerte a esto de la apertura de las tumbas y puso mucha guita, contrató Abogados, Peritos Forenses, Criminalistas, Investigadores, Geólogos, Camarógrafos, Fotógrafos y toda la mierda posible de la Policía Federal y algunos destacados de la famosa Bonaerense. Además, como corresponde y para completar el circo, el Juez Federal puso al frente de la seguridad y administración a la Gendarmería con sus Administrativos, Fotógrafos y etcéteras.
Del otro lado de la cancha, nosotros, familiares y amigos tratando de tragar litros de saliva para pasar el momento con semejante olor a podrido. Se juntaban cantidad de emociones, años de búsqueda y la cercanía de poder desenterrar parte de esa hermosa vida escondida por los mismos uniformes que teníamos adelante.
Pero si por algo somos conocidos, es por generar humor en los momentos más difíciles. Semejante ejército de pelotudos nos causaban mucha gracia ya que estaban locos de los nervios ante cada puñado de tierra que salía a la superficie y la posibilidad de que algunos huesos aparezcan.
Pujol, el abogadito de la milicada, un delincuente conocido por todo el Chaco, iba y venía y daba un montón de indicaciones a todos y hasta la Gendarmería, teóricamente neutral, ponía los oídos a sus órdenes.
Nosotros con mucha calma; solo nos movía la emoción y la adrenalina de saber que podríamos rescatar e identificar a nuestros hermanos y así por lo menos arrebatarles ese trofeo morboso que se atribuyen con el nombre de desaparecidos.
Perica, Víctor, Goyita, María Luz y yo pasábamos el mate y por ahí algún porrón acompañando de cerca el trabajo de los Antropólogos. El mencionado Pujol, seguramente por orden de la milicada, contrató una gordita para filmar todo y todas las jornadas. Una guacha que apenas pasaba los veinte años, pero con una cancha para botonear como pocos. Cuando digo filmar todo, es eso, todo. No se perdía un solo movimiento de la espátula de los Antropólogos pero aparte y en especial y muy disimuladamente gastaba horas en filmarnos a nosotros y fundamentalmente a quienes nos visitaban, ya que compañeros de diferentes organizaciones sociales chaqueñas y demás amigos desfilaban en una demostración de continuo apoyo. La gordita alcahueta , agrandadita y canchera, les mandaba botón a cada uno de ellos y esta historia ya nos estaba calentando bastante, fundamentalmente a María Luz que no le perdía pisada.
- “Mirá esa pendeja de mierda, me tiene podrida con la camarita”…
En cierto momento, María Luz sentada en una tumba vecina, la de un finado con un apellido muy conocido, tejía un croché, que creo lo empezó en el año 77 en la cárcel de Paraná, anteojos a media nariz tipo Mamá Cora, tejido en ambas manos apoyadas en sus pechos ( lugar donde podría tejer una frazada de dos plazas) junaba a la gordita filmando las tareas de la fosa, cuando aparece de visita el Colo Peyrano y flía.; siguiendo las órdenes jerárquicas, la gordita empieza a levantar la cámara para grabar la novedad. Justo se había producido un momento de silencio total, tipo cementerio a la madrugada. María Luz, que no le sacaba los ojos de encima, comprobó la nueva botoneada, pegó un grito que nos hizo saltar a todos y que seguramente hizo temblar a más de un difunto, NNs, lombrices, isocas y lo que hubiera por ahí enterrado.
“CHE PENDEJA, QUE MIERDA FILMÁS, AHÍ AL POZO TENÉS QUE APUNTAR, PENDEJA ALCAHUETA, BOTONA DE CUARTA, ME TENÉS RE PODRIDA “….
Y fue un grito en serio, cuando la Mary se enoja, atajate.
Los Gendarmes, los de la Bonaerense, la Cana Chaqueña, en fin todos los del equipo contrario, se quedaron quietitos y en silencio por un largo rato, mordiendo una bronca, seguramente deseosa de un próximo y cercano golpe, para atender como corresponde a esta zurdita del Croché. La gordita filmadora, actriz principal de esta historia, se puso verde, roja, violeta, como alguien que ni se esperaba semejante sapucay. Fue dando pasitos para atrás, guardó el aparato en bolsa, que seguramente le pesaba más que nunca, y desapareció por un par de días.
Nuestra Mamá Cora, luego del descargo, siguió tejiendo sin problemas.
- Che Peri, pasame un mate…

(1) Fernando Piérola, fusilado en Margarita Belén.
(2) Amanda Mayor, madre de Fernando.

La Pinocheta

La tropa enviada por la milicada para controlar los trabajos en el Cementerio San Francisco Solano en Resistencia no era poca, cada movimiento de los Antropólogos era seguido muy de cerca.
Silvana (1) por ahí nos comentaba, no se preocupen, estamos acostumbrados, pero la verdad nunca ví tanto revuelo por parte de ellos. Para nosotros, esa preocupación nos hacía pensar que andábamos por buen camino. Ya había mencionado que había especialistas de todo tipo Gendarmes, Policía Federal, Bonaerense, Policía del Chaco, Peritos Forenses, Geólogos, Abogados, Escribanos, Camarógrafos, Fotógrafos y algunos camuflados sin identificación. Sin mostrarse mucho, sentada en la tumba de algún pobre difunto que la tuvo que aguantar, estaba una petisa, cincuentona, vestida muy parecida a los Testigos de Jehová; lo que más llamaba la atención era el peinado, modelo tipo nido de Hornero pero construido por loros. Alguno de los presentes, la encontró parecida a la mujer de Pinochet, no sabemos si por lo hija de puta o por su parecido, la verdad no pudimos decir nada ya que no teníamos el gusto o no recordábamos la cara de una mujer tan distinguida, podemos decir que le quedó el nombre más por lo primero. La cuestión que le quedó la Pinocheta.
Su rol en la película era escribir todo, la Gordita filmaba y la Pinocheta escribía. Nos llamaba la atención ya que no podíamos entender que mierda escribía, la cuestión que no paraba. Imagínense una siesta chaqueña, aunque sea invierno, si te descuidás por ahí el sol te cocina el cerebro, pero a esta tía la cubría semejante nido en el balero. Imagínense esta mujer en un momento de calma total, en un cementerio, todos estábamos morfando unos sanwiches, porrón camuflado en un termo y la Pinocheta seguía mandándole tinta a un cuaderno gordo, espiralado al que ya llevaba por la mitad. Nos llamaba mucho la atención pero pensábamos que como todos estaban a sueldo debían justificar para que mierda estaban allí.
Pasado el descanso, el Lechón (Geólogo que venía rompiendo las bolas desde el día anterior para sacar muestras de tierra de adentro de la fosa) es autorizado por Anahí para bajar y realizar su farsa – trabajo. Párrafo aparte, el muy hijo de puta, antes de bajar, tira a la fosa, sobre los huesos de un hermano nuestro, los tarros y palitas. Casi se pudre todo, pero su rapidez para pedir disculpas frenó lo que podía haber sido groso.
Siguiendo con el cuento de la Pinocheta. Parece que el circo con el Geólogo era la preocupación de la milicada de que algunos subversivos podrían meter algunos huesos de otras tierras para complicar la causa y él debía controlar este tema. Aparte de asesinos, tarados. Cuando sube el Lechón con las muestras de tierra se dirige a la escritora para que ésta asiente todo lo referente a las muestras, las mismas ya habían sido divididas con cartelitos de los lugares de la fosa de donde habían sido extraídos y completamente todo debía ser depositado en su cuaderno de secundaria.
Para romper un poco las bolas y despuntar el vicio; con María Luz le pedimos autorización a los Antropólogos para retirar las muestras correspondientes para ser analizadas. La gorda procede a envolverlas cuidadosamente en bolsitas ante la mirada botona de la Pinocheta, paso seguido se le puso un cartelito bien visible a cada bolsita que decía CUBA y en voz alta nos informábamos los caminos a seguir para que las muestras lleguen a la isla por intermedio de la Embajada para ser analizadas por Geólogos y Antropólogos, de sobrada experiencia en el tema, siguiendo un Convenio Bilateral que se había iniciado con los trabajos de búsqueda de los restos del Che en Bolivia.
La Pinocheta, parecía una taquígrafa en juicio matrimonial en conflicto. Daba gusto verla cumplir con su deber. No le daban las manos para reproducir lo visto y escuchado. Lo único que nos preocupaba era que los servicios de inteligencia permitan la salida de tan importante material a las tierras de Fidel.
De todas maneras, nunca llegarían, ya que las muestras secretas de esa hermosa tierra arcillosa que se encuentra en toda la zona de Resistencia, terminó al rato en pequeñas artesanías en manos de Emilio, Lautaro y otros sobrinos.

(1) Silvana Turner del Equipo Argentino de Antropología Forense.

Bucando vidas

Los cinco estaban muy serios, no hablaban, en un rincón junto a una tumba, solo observaban, como quienes tienen varias preguntas en su cabeza.

Algunos jóvenes y otros no tanto entre 25 y 35 años calculo yo, diría que casi no habían nacido en aquel entonces. Para qué estaban, creo que sí sabían, para cavar. Eran empleados del SAMEEP del Servicio de Agua de la Provincia del Chaco, los llamaron como se dice, de prepo, a hacer un trabajo en el Cementerio San Francisco Solano de Resistencia. Ese día, martes 11 de agosto de 2009, debían estar a las 8 de la mañana en ese lugar.
Sus rostros contraídos nos miraban sin saber quienes éramos y qué hacíamos allí. Seguramente no sabían que hace más de treinta años buscamos una fosa común donde escondieron los cuerpos de nuestros hermanos.

Tal vez nadie les contó, seguramente se enteraron por los medios cuando Resistencia se moviliza en los meses de diciembre, es muy probable que nadie les haya hablado en profundidad sobre las historias de lucha de estos compañeros, por qué peleaban, qué país querían, quienes y porqué los asesinaron.

Ante un nuevo testimonio, estábamos ahí firmes, esperando una vez más la posibilidad de cerrar parte de esta trágica y dolorosa historia.

Un ex Policía de la Provincia del Chaco, Fotógrafo de Criminalística, tal vez sintió que su Dios no le perdonaría llevarse a la tumba un secreto tan guardado por los señores del terror y de la muerte que pisotearon y aún pisotean este querido país, ese pacto de silencio y sangre llamado “desaparecidos” todavía sigue firme. Este señor Miguel Gerónimo Salinas, 71 años, Chaqueño de Makallé, quien vive en Resistencia; por órdenes militares fotografió los cuerpos mutilados, torturados, masacrados de aquellos jóvenes militantes fusilados cobardemente en las cercanías de Margarita Belén aquel 13 de diciembre de 1976.

Salinas es parte de esa historia.

Como a las 12 de la noche del día previo al fusilamiento suena el teléfono en la casa, lo llama su Jefe el Comisario Inspector Virasoro.

- Salinas, prepare todo el equipo, rollos, baterías, flash, que mañana temprano lo pasan a buscar gente del Ejército.
- Qué esta pasando Jefe?
- Salinas, no le puedo dar detalles, usted prepare el equipo.
- Claro señor.

Es increíble la eficiencia de los Servicios de Inteligencia del Ejército Argentino, la noche previa ya sabían que guerrilleros atacarían el traslado de presos políticos a Formosa.

A la mañana del lunes 13 lo buscan Suboficiales en un jeep del ejército. Se dirigieron para la ruta 11 camino a Formosa, a la altura del kilómetro 1043 pasando el ingreso a la localidad de Margarita Belén, Salinas se encontró con la escena macabra que debía registrar. Cuerpos distribuidos por la ruta y los alrededores, autos destruidos por las balas. Bajó del Jeep y empezó su tarea, fotografió uno por uno los jóvenes tirados en la ruta y en los caminos vecinales, fotografió la cabeza destrozada del Flaco Sala por la Itaka de ese “valiente” militar, el entonces Teniente Luis Patetta, quien pensó que de esa manera destrozaría su grandeza, a su lado estaba una mujer, tal vez Emma Cabral, o Delicia Gonzalez o Dorita Noriega, algún día lo sabremos.

Fotografió los cuerpos desparramados por el campo para justificar la farsa de la emboscada y del enfrentamiento, para el lado de Las Palmas, de la Estancia Varela, del Campo de Alcalá y otros. Registró los rostros torturados, sin vida, de Barquitos, del Pato Tierno, de Alcides Bosch, del Carau Duarte, del Colorado Fransen, de Manuel Parodi, de Marito Cuevas, del Lucho Diaz.

A la tarde lo llevaron al Cementerio a fotografiar la obra maestra de impunidad, dejar grabado para su perverso museo de sangre y terror el siniestro lugar donde escondieron nuestros hermanos desaparecidos, al Bocha Pereyra, a Fernando Piérola, al Beto Yedro, a Reinaldo Zapata Soñez, al Gringo Terenszcuk, a Raúl Caire, a Carlitos Zamudio, al Lalo Fernandez, al Mono Vargas y a los demás que pronto sabremos sus nombres. Fueron solo dos fotos dice él, una panorámica cuando tiraban los cuerpos en la fosa, no recordaba el número, pero eran muchos, más de los que vio en la ruta, la otra con los soldados tapándola, como queriendo tapar su historia, su fuerza, su lucha, como queriendo esconder lo imposible.

Si su guerra fue por la libertad por qué tanta mentira?
Si se dijeron Cristianos, porque actuaron en la oscuridad de la noche?
Si lo hicieron por Dios y la Patria, porqué escondieron los cuerpos?
Si se sintieron tan poderosos, porqué fueron tan cobardes?

Esa mañana, antes que la primer palada empiece a cavar, Salinas estaba ahí, junto a Jueces, Fiscales y Abogados, a José Piñero, Mario Bosch, Roberto Mena y otros, todos mirando la tierra, mirando los pisos que posiblemente tapaban la infamia. Salinas tenía la mirada como perdida y fija en el lugar, seguramente queriendo volver atrás, treinta y pico de años cuando retuvo esa imagen que no lo deja pensar, que no lo deja dormir. Tal vez tomó la última foto de Fernando pero sin la alegría y la sonrisa que lo caracterizaba.

- Eran muy jóvenes.” Nos decía. “Tengo sus rostros grabados en mi memoria.”

Me acerqué a él para presentarme y le agradecí su gesto y su colaboración sin saber siquiera si era verdad o no lo que nos estaba diciendo. Aunque durante 33 años guardó esa información, no sentimos odio ni resentimientos, no nos mueve la venganza, nos mueve el amor por esos jóvenes, por lo que fueron, por su lucha, por sus ideales, por sus proyectos para este hermoso país nuestro de cada día.

Nos mueve un profundo deseo por la vida y no por la muerte.

Juan clavó la primer pala, no se qué sentía o que pensaba en ese momento pero si se lo que yo estaba sintiendo y seguramente mis hermanos, sobrinos y amigos que estaban ahí, Alvaro, María Luz, Cristela, Alvarito, Emiliano, Marcela, Dafne (1), Víctor, Julieta, Tapita, Mariela, el colorado Peyrano y otros. Una mezcla de sentimientos, de angustia, de esperanza y de recuerdos, de Amanda (2), que los buscó tantos años y se fue sin poder besar sus huesos, “aunque sea un huesito para llevarlo conmigo”, nos decía, la imaginaba arrodillada pegada a la tierra arcillosa y negra queriendo hablar con sus hijos, haciendo bromas y pidiéndoles que ya salgan de una vez, que no se escondan más, de don Héctor (3) que sufrió todo en silencio y con la sonrisa borrada desde aquel entonces, en María Julia (4), su compañera, que no estaba ahí en ese momento porque estaban operando del corazón a su actual compañero (5).

Ahí estábamos, firmes, con los ojos y el corazón clavados en la tierra que poco a poco se iba abriendo.

Como siempre, ante cada palada, el corazón se contrae, la respiración se hace más profunda, los puños como que se te cierran, la mirada se nubla, humedecida, las palabras no existen, no hacen falta, la esperanza florece y te contagia, cada tanto, unas lagrimas de dolor e impotencia te recorren el rostro..

Después siguió cavando Claudio, y después Carlos; cuando la primera tierra removida se termina, aparece esa tierra negra y arcillosa de esa zona del suelo chaqueño y es en ese instante que Micky (6) para la tarea y decide cambiar a otro lugar y hacer otra trinchera como dicen ellos y nuevamente vuelve la angustia.

La mirada se te fija en cada escombro, en cada piedra, en cada raíz que parece un hueso y te hace saltar y tragar saliva.

Un hueso, es simple así decirlo, pero no son solo huesos, cada uno de ellos allí abajo, escondidos como trofeos de guerra, son vida, son historia, son lucha, son banderas, son futuro que quisieron esconder. Ahí en esa fosa cavada por la soberbia de unos cobardes, esta un proyecto de país que debemos rescatar.

El lugar señalado por el fotógrafo esta pegado a la administración del Cementerio. Hay un patio donde los empleados dejan sus motos y sus bicicletas, también en ese lugar, posteriormente construyeron oficinas, la Dirección, la Subdirección y el pañol de herramientas.

La elección del lugar señalado es difícil de entender, cuántas veces estuvimos parados ahí, lo que lo explica es la impunidad y la soberbia con la que actuaron.
En esta oportunidad, tampoco los encontramos, en el lugar marcado hay un pozo ciego en desuso que habrá que abrir al igual que en las oficinas, cuando los trámites legales se completen y cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense pueda agendar una nueva fecha ya que desgraciadamente en este país tiene la agenda completa.

Hay también otros lugares pendientes de abrir, en calles internas, debajo de panteones y otros lugares que surgen de datos que nos llegan anónimamente o por intermedio de ex empleados del Cementerio. Ciertos o no, vengan del lado que vengan, ya sean de buena fe o para desgastarnos y herirnos, no nos harán aflojar hasta que saquemos a la luz toda esa vida escondida, de hermanos y hermanas, de compañeros y compañeras que dieron su vida por este querido pueblo. Ya alguien sentirá después de largos años que no puede guardarse más ese secreto que lo perturba y se acercará a nosotros.

Lucharon con la verdad, de frente, por la libertad de nuestra querida argentina. Al hacerlos desaparecer creyeron que harían desaparecer sus ideales, se equivocaron.
Nosotros los seguiremos buscando, por la verdad, por la historia, por su memoria, por ellos, por nosotros, por las futuras generaciones que deben saber y no pararemos hasta encontrarlos.

Ellos y ellas siempre estarán vivos.
Ellos y ellas nos están esperando.

Otra voz canta
Por detrás de mi voz
escucha, escucha
otra voz canta.

Viene de atrás, de lejos;
viene de sepultadas
bocas, y canta.

Dicen que no están muertos
escúchalos, escucha
mientras se alza la voz
que los recuerda y canta.

Escucha, escucha,
Otra voz canta.

Dicen que ahora viven
En tu mirada
Sosténlos con tus ojos,
Con tus palabras;
Sosténlos con tu vida
Que no se pierdan,
Que no se caigan.

Escucha escucha
Otra voz canta

No son sólo memoria,
Son vida abierta
Continua y ancha;
Son camino que empieza,
y que nos llama.

Maia - Viglietti

NOTAS
(1) Dafne Zamudio, hija de Carlitos Zamudio fusilado en Margarita Belén.
(2) Amanda Mayor, madre de Fernando Piérola fusilado en Margarita Belén.
(3) Héctor Piérola, padre de Fernando.
(4) María Julia Morressi, esposa de Fernando.
(5) Miguel Angel Molfino,hijo de aquella Madre de Plaza de Mayo que secuestraron en Perú cuando fue a hacer campaña en contra de Videla y apareció muerta en España.
(6) Miguel Nieva, miembro del EAAF.

Por los pagos de la Oma

San Bernardo, cabecera del Departamento de O’Higgins, en el centro-sur de la provincia del Chaco, a la altura del Km. 1.055 de la Ruta Nacional Nº 95, es una pequeña ciudad, cercana a los 12.000 habitantes. Nos cuenta la historia que su nombre surge de dos hermanos de origen español que en los finales de la década del 20 vivían en Villa Ángela dedicados a la explotación forestal y algodonera. Adquirieron lotes en esa zona, por aquel entonces Territorio Nacional, ellos eran Gonzalo Valentín Pando y Bernardo Pando, el segundo fallece en 1.929 y su hermano Gonzalo, en su homenaje, le pone el nombre al nuevo poblado.
En realidad, como generalmente ocurre, en estas tierras ya había otra historia, su nombre original era “Pampa del Huevo”, nombre puesto por los Mocovíes en épocas de libertad y desarrollo de su nación. “Pampa del Huevo” por la cantidad de Ñandúes que vivían salvajemente entre montes y pampas hoy desaparecidas producto de la crueldad y avaricia del ser humano. Para este pueblo, de la familia de los Guaycurúes junto a Tobas y Matacos, los huevos de Ñandú eran uno de los pilares de la alimentación; conjuntamente con la caza, la pesca y todos los frutos que les regalaba el monte.
La cuestión, que desde la colonia y posteriormente, de la mano de Roca, Mitre, Sarmiento y otros “próceres”, a pechazo limpio y a balazos, se llevó a cabo el proyecto de exterminio de los pueblos originarios para dar entrada a un ser “superior”, el europeo, proyecto que en la actualidad continúa.
Así, de “Pampa del Huevo” pasó a llamarse “San Bernardo”.
Un alto porcentaje de inmigrantes que se fueron ubicando en esos territorios, eran europeos de origen Eslavo y lejos de ser de la alta sociedad europea, eran gente de trabajo y sacrificio que llegaban a estas tierras escapando de las miserias de las guerras. Gente arraigada a la tierra, con un pasado de dolor y abandono, que buscaron en esta América donde vivir en paz y armonía; así, de esta manera, poco a poco fue cambiando la etnografía chaqueña y de todo el nordeste.
Un ejemplo especial de estas historias fue Doña Marta Hoffner de Rabe y su familia. Descendientes de alemanes, que luego de cruzar el gran charco se radicaron en Brasil, nacida en Joinville, Estado de Santa Catarina, se instala posteriormente con su nueva familia, Don Armando Rabe, con quien tuvo tres hijos, en las cercanías de San Bernardo, donde se dedicaron a hacer lo que siempre hicieron, trabajar la tierra y curtir sus manos a hacha y arado.
Doña Marta, con el tiempo, pasó a ser llamada la Oma (abuela en alemán) por todos los lugareños. Rubia, de ojos azules, conocida por su bondad y solidaridad con quienes se acercaban a su rancho de adobe y paja ubicado a pocos kilómetros del poblado. En una oportunidad, en el año 1.975, el músico Daniel Altamirano, por intermedio de Mauro, su hermano de crianza, mendocino, médico, quien vivía en San Bernardo, conoció la pobreza material y la riqueza espiritual de esta mujer que le abrió las puertas de su casa y de su vida.
Daniel se inspiró en esa gran mujer y le agradeció su hospitalidad con una inolvidable canción, “La Oma”, que luego Pedro Favini la llevó a ese hermoso Chamamé considerado como una de las canciones más queridas por los chaqueños y que ha recorrido el país y el mundo.

La oma
La Oma es una mujer de setenta y pico de años, / vive en el monte chaqueño, cerquita de San Bernardo. / Tiene los ojos azules como el agua de los mares, / porque vino de muy lejos y el cielo quedó en su sangre. / Hay que entrar por las picadas para llegar a su rancho, / de barro y apuntalao con quebracho colorado. / Lleno de árboles el patio y herramientas de trabajo, / una volanta, un arao y el paisaje de su Chaco. / La Oma es feliz con poco, digamos que es mejor con nada. / La Oma era rubia y se ve que era una linda alemana. / Que sola que está la Oma pero ella no piensa en nada, / como pensar en la muerte, si la Oma es toda un hada. / En su ranchito de barro, calienta a leña su pava, / conversa con un lorito es con el único que habla. / Hay que entrar por las picadas, para llegar a su rancho, / de barro y apuntalao con quebracho colorado. / Lleno de árboles el patio y herramientas de trabajo, / una volanta un arao y el paisaje de su chaco. / La Oma es feliz con poco digamos que es mejor con nada./ La Oma era rubia y se ve que era una linda alemana.

Así como la Oma y su familia, fueron llegando a Pampa del Huevo – San Bernardo otras familias siguiendo similares caminos, siempre en busca de mejores vientos.
Este es el caso también de las familias Meleschak y Romaniuk.
Anatoli Romaniuk nacido en Ucrania y Luba Meleschak descendiente directo de familia también de origen Ucraniano se instalaron por estas tierras allá por el año 1.935, dejando atrás familias quebradas por las guerras y amigos perdidos en la nostalgia del tiempo y la distancia.
Ambos, se conocieron en San Bernardo y en esa nueva patria tuvieron dos hijos, José Carlos “Lito” y Miguel Oscar “Micky”. Eran familias muy religiosas que se formaron en la cultura del trabajo, educación que fueron mamando en el día a día esos dos pichones.
Anatoli, con un físico y una voluntad enorme hizo de todo para formar y mantener su familia, fue camionero, soldador, y poco a poco fue armando un taller mecánico y metalúrgico fundamentalmente agrícola.
Doña Luba se encargó de la casa, de las baterías en (esa época no había energía) para ayudar a la economía familiar cocinaba para changarines algodoneros que en épocas de cosecha aparecían por San Bernardo levantando el “oro blanco chaqueño”.
En ese ambiente de familia y de trabajo se formaron estos hijos. Después de la escuela, almorzaban, hacían sus tareas escolares y enseguida al taller a aprender trabajando el oficio que les enseñaba su gran maestro, Don Anatoli.

- Lito me ayudas a terminar la moto, ya casi la tengo?
- Bueno Micky, después del taller te doy una mano.

Micky, el menor, era fanático de autos y motos, fuera del estudio y el trabajo, era su pasatiempo juvenil armar y desarmar motores propios y de amigos.

- Padre, me llevo el Rastrojero!!
- Volvés tarde?
Preguntó Don Anatoli.
- No papá, un rato nomás!!
- Hijo, te habrás bañado?
Se escuchó la voz de Doña Luba, que en la cocina preparaba la cena para los cosecheros.
- Claro mamá!!
- Y, si no, las chicas ni suben a la camioneta!!
Bromeaba el padre.

Miguel Oscar Romaniuk, Micky, para la mayoría de quienes lo conocían, era un joven de apenas 18 años, ojos azules, alto, delgado, tez blanca, cabellos castaño oscuro, amable, muy respetuoso, de costumbres hogareñas, gran hijo, amigo y compañero, bonachón como él solo y muy alegre, sin militancia política, gozaba de su juventud plena, con proyectos y energías dignos de su edad. Luego de una ardua jornada de trabajo, a la cual a su corta edad, ya estaba acostumbrado, quería dar una vuelta con amigos y amigas. Eran las 19 Hrs. del 10 de noviembre de 1.976, año marcado por la sangre y la prepotencia de un nuevo golpe cívico-militar en Argentina, esta vez, el más sangriento de todos. Un pueblo que quería otro destino para esta patria, una patria que seguía siendo pisoteada por oligarquías y burguesías nacionales y extranjeras. Los Romaniuk, como muchas familias argentinas, sentían con preocupación lo que estaba pasando, seguramente recordaban historias contadas por padres y abuelos, de persecución y miseria allá en Europa. Pero tal vez no se imaginaban la verdadera dimensión de lo que estaba ocurriendo en el país, y menos aún en una ciudad tranquila y de trabajo como San Bernardo, allá en el norte, en el Chaco Argentino.

- Cuándo la vas a presentar a tus padres?
Se escuchaba a Doña Luba.
- Son solo amigas mamá!!
Contestaba Micky, ya casi encima de la camioneta.

En ese mismo instante, mientras esta típica familia de trabajadores estaba finalizando un día habitual, en la tranquilidad de su hogar, un Torino blanco, y dos camionetas Chevrolet, una blanca y una azul sin identificación, rondaban la zona de San Bernardo, hombres con ropas oscuras, de civil, con rostros marcados por la rabia y el odio, acechaban como fieras hambrientas, debían lograr un nuevo trofeo para su colección de sangre. De Resistencia, capital de la represión chaqueña, había partido un grupo de militares y policías provinciales desde los dos centros más perversos que concentraron la muerte, del Destacamento de Inteligencia 124, conocido por La Liguria y de la Brigada de Investigaciones de la Policía Chaqueña. En el camino, se le sumaron otros de la zona, de Villa Ángela, Villa Berthet, La Clotilde, gente más conocedora del lugar.
Una vez más, la tortura daba la información de un posible encuentro de militantes revolucionarios en las cercanías de San Bernardo y desde la misma Liguria el Teniente Coronel Larrateguy había dado las órdenes de partida.

- Ya saben, no me vengan con las manos vacías.!!

El objetivo, dice el informe oficial, la detención de un joven matrimonio de las Ligas Agrarias que habían cometido el pecado de rebelarse contra las injusticias y los poderes de turno, contra los latifundios y sus lacayos entreguistas. Remo Vénica e Irmina Kleiner hacía más de un año que estaban siendo perseguidos, los montes chaqueños y la solidaridad campesina fueron su resguardo, una búsqueda en la cual más de quinientos militares, policías y gendarmes sembraron el miedo y la angustia en miles de pobladores originarios e inmigrantes, que como la Oma y los Romaniuk, eran parte de ese pueblo que estaba siendo mutilado. La historia de Remo e Irmina quedó grabada en el libro Monte Madre, tan bien escrito por Jorge Michelli.

- Hola Micky, cómo estás?
Preguntó Julia antes de subir a la camioneta.
- Bien, un poco cansado, bastante laburo gracias a Dios!! Y Belky.?
- Ya viene.!! Mmmm, que perfumadito que estás.!!
- Es que me acabo de bañar!! Traen el mate, no?
- Por su puesto, y unas galletas que hizo la vieja hoy de mañana.!!
Julia y Belky Almirón subieron a la camioneta y se fueron a buscar a Julio Niz, otro amigo de San Bernardo.
- Qué hacemos, no quieren ir para el lado de la Represa Mazurock?
Preguntó Micky.
- Bueno, mateamos un rato y después comemos unos sándwiches!!
Fue la respuesta de Julia.
- Puede ser, pero volvamos temprano, es muy miércoles y mañana hay que estudiar y trabajar.!!
Respondió Micky.
- Si papá!!
Bromearon todos a coro.

La Represa Mazurock estaba a unos pocos kilómetros de San Bernardo era un pequeño espejo de agua que era utilizado por los habitantes de la zona como balneario y lugar de paseo y encuentro. Su dueño era otro Ucraniano que facilitaba el ingreso a los lugareños, la represa lleva su nombre.

Los últimos reflejos del sol estaban desapareciendo por el oeste chaqueño perdiéndose entre los inmensos árboles que desgraciadamente hoy ya no existen.
Muy cerca de ahí, la Oma, luego de encender un pequeño farol a kerosene, avivaba el fuego de su cocina a leña, pequeñas ramas de quebracho, ardían calentando la sopa de un pucherito de gallina hecho por ella misma al medio día, su marido Armando y sus hijos hace tiempo habían partido para otros rumbos, su única compañía era Pedro, un loro.
A esa altura, La Oma de Daniel Altamirano y Pedro Favini, empezaba a recorrer los escenarios de una Argentina que se deleitaba con las tradiciones propias y las culturas autóctonas. Ella no lo sabía, se enteró al año siguiente, en el Festival de Villa Ángela donde fue llevada por sorpresa por los Cuatro de Córdoba y homenajeada por el público de pie.
Entre el público, recostado cerca de la cantina, un joven alto, pintón, rubio de pelo largo, ojos verdes, con tonada porteña, se agrandaba más aún ante la mirada jocosa de las mujeres del lugar. Este joven de apenas 24 años, era parte de la patota que impuso en Villa Angela el siniestro sello de la Triple A, Carlos Alfredo Lobos, Policía, junto a Vedoya, Pujol, Aguirre y otros, fueron la imagen viva de la prepotencia armada, luego del golpe de 1.976 se unieron a la banda oficial de asesinos que desgarraron al país. Este joven era uno de los rostros oscuros de aquella noche del 10 de noviembre de 1.976.
Mientras la Oma recibía su merecido homenaje por los artistas y el pueblo en general, en el país se estaba produciendo la mayor cacería humana jamás vivida por la sociedad argentina. Militantes revolucionarios, trabajadores, sindicalistas, estudiantes, campesinos, religiosos, artistas, intelectuales, profesionales, etc. nadie quedó exento a esta masacre masiva, si pensaban diferente, si querían y pretendían un país para todos, de justicia, libertad y fundamentalmente de riquezas compartidas.
El Chaco no era ajeno a esta barbarie, hacía unos meses solamente, en las cercanías de Margarita belén, al norte de Resistencia, cerca de cincuenta militantes revolucionarios fueron salvajemente torturados y cobardemente fusilados.
En Villa Ángela, parte del pueblo festejaba y disfrutaba, casi no sabían lo que estaba pasando, pero desconfiaban, con el tiempo fueron descubriendo la verdad, Madres, Abuelas, Entidades de Derechos Humanos, Familiares y el pueblo en general, fueron y van poco a poco armando el rompecabezas de esa larga noche negra argentina.

Los cuatro amigos llegaron a la represa, matearon un rato y luego deciden volver al pueblo a buscar una prima de Julia y Belky. Al regresar, les llamó la atención un Torino blanco estacionado con tres hombres adentro. Al no encontrar la prima, deciden volver nuevamente a la represa, pero esta vez, lo hacen por un camino vecinal de tierra, pasando por el Matadero Municipal. Al ingresar a la Ruta 95, el Torino los pasa y se estaciona más adelante apagando las luces. Esta situación los asusta y deciden no ir a la represa y giran por la Ruta a Villa Berthet.

- Viste esos tipos del Torino, cómo nos miraron?
- Claro que los ví, y te diste cuenta que no tenía patente.
- Micky, tengo miedo, no vayas para ese lado, dobla antes.

Al ingresar a la Ruta a Villa Berthet, Micky estaciona en la banquina, para arreglar un problema eléctrico en el tablero. Enciende las luces de la cabina.

- Justo ahora se descompone!!
- No es nada, un fusible, lo arreglo y seguimos!!
- Dale que andan esos tipos!!

En ese mismo instante, pasan lentamente las camionetas Chevrolet hacia Villa Berthet, tampoco tenían patentes ni identificación alguna, con unos tanques atrás como de combustible. En las cabinas, varios hombres que los miraron fijamente asustaron más aún a los jóvenes. Las camionetas siguieron, pararon más adelante, viraron y quedaron estacionadas una a cada lado de las banquinas, de frente al Rastrojero.

- Viste a esos Micky, vamos, vamos?
- Si, es verdad, vamos, lo arreglo después, volvamos a San Bernardo.!!

Fueron las últimas palabras de Micky.
En ese instante, sienten un fuerte golpe atrás, se dan vuelta y el Torino blanco con las luces altas los estaba empujando, las armas empuñadas por Tozzo, Valussi y Gomez ya asomaban por las ventanillas.

- Dale Micky, dale, nos van a robar!!

Micky enciende el motor, inicia la marcha ingresando al asfalto, pero no alcanza a poner la segunda marcha, todos juntos, coordinados por la precisión de quien esta acostumbrado a matar, descargan su furia y su sed asesina, desde el Torino y desde las camionetas explotaron al mismo tiempo, fusiles, itakas, pistolas, FAL, FAP, nadie preguntó, nadie se identificó para detener la marcha del Rastrojero, solo pensaron en cumplir con la orden de Larrateguy, no debían llegar con las manos vacías, a cualquier precio, no importa quién, ni quienes. Las luces altas de las camionetas mostraban la escena sangrienta. Micky quedó destrozado, pegado al volante, Belky quedó herida junto a él y Julia y Julio quedaron paralizados por el terror, el Rastrojero destruido por las balas, quedó unos metros adelante en un zanjón, Micky ya muerto, seguía apretando el acelerador como quién quiere salvarse y salvar sus amigos de esa locura humana.

- Vamos, vamos, bajen, ustedes bajen hijos de puta.!!

Se escuchan los gritos de furia de Gomez y Tozzo, desde el asfalto, las luces altas encandilaban los rostros blancos de miedo y rojos de sangre. Todas las armas seguían apuntando.

- Qué estaban haciendo, qué hacían por acá?
- Paseando, Sr. paseando.!!
Respondía Julia llorando.
- “Ustedes nunca más van a salir a pasear.!!”
Gritó Gomez sonriendo.

Y fue una gran verdad de este señor de la muerte. Seguramente, aún hoy Julia, Belky y Julio sierran los ojos cuando piensan en un paseo, en la represa, en aquel cruce de rutas y la memoria herida los lleva a aquella noche y a aquel lugar con Micky junto a ellos, sin vida.
A los tres, los llevaron a Saenz Peña, pasando primero por La Clotilde, donde el Intendente de esa localidad Sr. Antonio Kopovoy le facilitó a los asesinos las cubiertas para reemplazar las del rastrojero destruidas por las balas, para después esconderlo en la Brigada de Saenz Peña; luego fueron llevados a Resistencia a la brigada de Investigaciones donde permanecieron unos días, atados y vendados en el segundo piso de esta casa del terror, hoy transformada en Casa de la Memoria, compartiendo y escuchando las torturas y vejaciones de cientos de jóvenes, muchos de ellos fusilados cobardemente en las cercanías de Margarita Belén, masacre conocida en todo el mundo y en la que participaron parte de estos asesinos. No fue así para Micky, que siguió otro camino, hacia la Morgue del Hospital Perrando para quedar en las manos de otro cómplice, alguien que justificaba todos los asesinatos, el médico de la Policía chaqueña Dr. Héctor Grillo.
Esa noche, Doña Luba no pudo dormir, se la pasó inquieta y angustiada por la demora de Micky.

- Porqué demora tanto, Anatoli?
- No se, él no es así, tal vez la camioneta!!

Ya saliendo el sol, Lito y su novia, Cristina Kotelczuk, fueron en su búsqueda, a casa de amigos y conocidos, luego a la Comisaría de San Bernardo, reciben solo mentiras y evasivas, nadie sabía nada, nadie dijo nada. Se fueron a la Comisaría de La Clotilde, un pueblo vecino a San Bernardo. Los recibe el Comisario con el arma encima de la mesa, amenazante, les miente, que nada sabe. Cuando salen a la vereda de la Comisaría los increpa un policía conocido, el Oficial Escobar.

- Lito, armate bien de huevos y buscalo en Resistencia!!
- Pero, qué pasa?
- No me preguntes más!!

Como todo pueblo chico, la noticia fue corriendo rápidamente, llegó a oídos del Padre Teodoro Mikisey de la Iglesia Ucraniana de Saenz Peña y amigo de todas estas familias descendientes de inmigrantes. Don Teodoro se movilizó con urgencia llegando a personas conocidas de Resistencia como el ex Diputado Alejandro Bulatovich quien hizo gestiones para localizar enseguida el cuerpo de Micky. Estas gestiones permitieron también localizar en unos días a Julia, Belky y Julio, rescatándolos de la casa del terror.
Tiempo después, Wenseslao Ceniquel, Jefe de la Policía Chaqueña, le manifestaba a Bulcatovich que si no hubiera actuado como lo hizo, junto con la Iglesia, los tres chicos iban a Margarita Belén y el cuerpo de Micky hubiera desaparecido.
Don Anatoli y Lito recibieron el cuerpo de Micky, cubierto en sangre, vidrios y tierra, para volver a su querido San Bernardo, el que lo vio nacer, el de sus últimas palabras, y ser recibido por todo el pueblo que paró completamente para acompañar a esta desgarrada familia sin entender, ni comprender los porqué y darle el último adiós a Micky. Doña Luba tuvo que ser previamente asistida y medicada por Mauro, aquel viejo amigo de La Oma, Doña Luba estaba totalmente quebrada.
En el velatorio, se lo escucha a Arcadio Baluk amigo de la familia, que entre lágrimas, con la vos desgarrada por el dolor y la impotencia gritó “asesinos, asesinos” lo que le costó el secuestro, la prisión y torturas en la famosa Brigada del terror, además de posteriores amenazas y persecuciones.
En la búsqueda de la verdad, don Anatoli, llegó hasta el Ministro de Gobierno, Coronel José Zucconi y el Tte, Coronel Alcides Larrateguy, Jefe del Área Militar quienes lo amenazaron para que deje todo como esta, que ni se les ocurra querer investigar. Al año, es citado a Corrientes donde le hacen firmar, mediante amenazas y armas en la cabeza, un papel donde dice que el asesinato de su hijo no fue tal y sí un accidente automovilístico.
Doña Luba pasó años yendo a llorar al pequeño monolito que el pueblo levantó en homenaje a Micky en el lugar del asesinato. Don Anatoli siguió con su taller pero sus fuerzas se fueron consumiendo por el dolor y por la persecución de algunos abogados de la zona, amigos de los asesinos, como Rogelio Vedoya Ott y otros que lo persiguieron de todas maneras ante cualquier tentativa de buscar verdad y justicia.
El tiempo siguió su camino, Anatoli y Luba se fueron sin esa justicia, y sin esa verdad, destrozados como cuando contaban con dolor y lágrimas historias de sus abuelos, de familias destruidas y de guerras en el viejo continente.
Estos señores de rostros oscuros, marcados por el odio y la muerte, rostros escondidos detrás de la prepotencia de las armas y de la brutalidad de un Estado opresor, estos señores siguen impunes, unos pocos han sido procesados por la Masacre de Margarita Belén o los crímenes en la Brigada de Investigaciones, pero nadie aún por la muerte de Micky.
A la semana de los hechos, toda la policía de San Bernardo fue trasladada, del Juzgado de Villa Angela desaparecieron expedientes, pruebas y elementos que contaban parte de la verdad, encontrados por vecinos en el lugar del hecho. Julia y Belky siguieron amenazados y aún hoy conviven con el terror y el silencio. Julio tuvo que exiliarse escondido en otros parajes. El pueblo todo estaba amenazado. José Carlos “Lito”, al igual que su padre, fue perseguido de diferentes maneras cuando intentó acercarse a la verdad.
Ellos son los dueños de la verdad, hasta ahora oculta y quienes deben rendir cuentas por todos los crímenes cometidos, en los cuales esta incluido el asesinato de Micky:
General Facundo Serrano, Coronel José Zucconi, Tte.Coronel Jorge Alcides Larrateguy, Tte. Primero Norberto Raúl Tozzo, Tte. Primero Ernesto Jorge Simoni, Tte. Primero Daniel Humberto Vega, Tte. Jorge Daniel Carnero Sabol, Sargento Ramirez, Personal del S.I.E. Roberto Horacio Valussi, Comisario Wenseslao Ceniquel, Comisario Carlos Thomas, Comisario Pedro Armando Barrios, Comisario Luciano José Gomez, Comisario Juan Javier Pujol, Comisario Manuel Alvarez Paz, Comisario Carlos Marcelo Carballo, Comisario Osmar Aguirre, Comisario Ramón Angel Toro, Suboficiales Carlos Alfredo Lobo,Vedoya, Gabino Manader, José María Cardozo, Agente “El Indio”. Ellos y otros más, siguen impunes…

La Oma, cerró para siempre sus ojos azules como el agua de los mares en 1.994, a los 87 años, pero la recordaremos siempre porque fue feliz con poco y tal vez mejor con nada y no se la recuerda con la muerte porque fue todo un hada que todo lo daba y este chamamé nos sigue dando alegría y felicidad porque la recordamos y la homenajeamos en cada estrofa y San Bernardo, el Chaco y el país lo cantan con orgullo porque la Oma es parte de nuestro pueblo, de nuestra cultura y de nuestra historia.
Para construir el presente y el futuro, los pueblos deben basarse en su propia historia, pero con la verdadera historia, una historia que se construye desde la memoria, buscando la verdad en el pasado que nos ocultan y así desde esta verdad, llegar a edificar ese presente y futuro que el pueblo tanto se merece.
Micky, a su manera, estudiando, trabajando, estaba edificando ese futuro, con toda su energía y su alegría juvenil.
Alguien dijo acertadamente, “Un pueblo jamás puede olvidar lo que antes no recibió”, refiriéndose a la necesidad de recurrir a la memoria de los pueblos y a la búsqueda de la verdad.

Miguel Oscar Romaniuk, Micky, es parte de esa historia oculta que debemos entregarle a las nuevas generaciones. Debemos recordar siempre, no olvidarnos nunca, que por los pagos de la Oma existió este joven, a quien le apagaron los ojos azules a los diez y ocho años, a quien le cortaron los sueños de toda una vida por delante. Independientemente de que esta ciega, sorda y muda justicia argentina, juzgue o no a los culpables, lo realmente importante es que el mismo pueblo y la historia los juzguen con la verdad en sus manos.
Micky es otra herida abierta, de San Bernardo, del Chaco y de este pisoteado pueblo argentino.

“Cuando está de veras viva la memoria no contempla la historia, sino que invita a hacerla. Más que en los museos, donde la pobre se aburre, la memoria esta en el aire que respiramos y ella, desde el aire nos respira”
                                                                            
Eduardo Galeano

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