Por Alejandro Incháurregui. Fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense
Felipe Vallese desapareció a los 22
años, en el año 1962. Era obrero metalúrgico y delegado del establecimiento
donde trabajaba, la fábrica TEA. Consecuencia casi obvia de ello, militaba en
un grupo juvenil de la resistencia peronista. El 23 de agosto de ese año, junto
a un grupo de militantes, fue secuestrado en Capital Federal por un grupo de
la Unidad Regional de San Martín. Para entonces, no se pedía zona liberada:
simplemente se operaba.
Luego del silencio inmediato, la versión sobre la desaparición de Vallese trasciende.
El diario El Mundo publica el 25 de agosto el siguiente artículo, titulado “Como
en Chicago”: “Rarísimo el suceso en Flores Norte, que la policía dice ignorar.
Frente al 1776 de Canalejas, a las 23.30 del jueves, un hombre fue secuestrado.
Desde hacía varios días había autos ‘sospechosos’ en las inmediaciones. Una
estanciera gris frente a aquel número, un Chevrolet verde en Canalejas y Donato
Alvarez y un Fiat 1100 claro en Trelles y Canalejas. Dentro de ellos, varios
hombres y otros en las inmediaciones de los coches. A la hora citada, el automóvil
de Donato Alvarez hizo guiños con los focos señalando el avance del hombre.
Le respondieron y todos convergieron sobre él. Se le echaron encima y lo golpearon.
Y pese a que se aferró con manos y uñas al árbol que está frente al número señalado,
lo llevaron a la estanciera gris que partió velozmente, con las puertas abiertas.
Los gritos de desesperación que habían comenzado con la agresión poblaban la
noche y atrajeron a todos los vecinos que, alarmados, dieron otro tono a la
cuadra. Todos corrieron. Algunos quisieron acercarse, un hombre armado, pistola
45 en mano, los detuvo. ‘Esto no es para ustedes, piénsenla si no quieren ligarla.’
Y se tuvieron que ir, viendo, inermes, cómo en plena ciudad se raptaba un hombre”.
Junto a Vallese, fueron secuestrados
su hermano mayor Italo, Francisco R. Sánchez, Osvaldo Abdala, Elba R. de la
Peña, Rosa Salas, Mercedes Cerviño de Adaro, Felipe Vallese (h) de 3 años de
edad y dos niñas de 8 y 10 años, hijas de una de las detenidas. Todos fueron
sometidos a las consabidas torturas mientras repiqueteaba la pregunta “¿Dónde
está Rearte?”. Como la emblemática pregunta “¿Dónde está Tanco?” de la Operación
Masacre de 1956, a Vallese lo interrogaban por el militante de la Juventud Peronista
Alberto Rearte. Su hermano Italo lo vio destrozado. En la golpiza, Vallese debe
haber muerto y su cuerpo ocultado. Felipe Vallese nunca apareció, ni vivo ni
muerto.
Las denuncias fueron masivas y desde el sindicalismo corrieron especialmente
por cuenta de los dirigentes metalúrgicos Augusto T. Vandor y Rosendo García
con el asesoramiento letrado del Dr. Fernando Torres.
Diez días después la evidencia y
los testimonios de los detenidos luego blanqueados fueron aplastantes. La patota
de la Unidad Regional de San Martín había estado comandada por el oficial principal
Juan Fiorillo. El intento oficial de desmentir los sucesos se expresa en un
comunicado formal del jefe de Policía Bonaerense que, releído luego de 40 años,
suena como un lugar común: “Detenidos el 23 de agosto de 1962 en la localidad
de José Ingenieros, partido de Tres de Febrero, por una comisión del servicio
de calle de la Unidad Regional de San Martín, cumpliendo directivas de la superioridad
para la prevención y represión de actividades subversivas y disolventes, al
mando de Juan Fiorillo”.
Relato del secuestro de Felipe
Vallese
Así, la policía no incluía a Felipe
Vallese entre los detenidos y quitaba la Capital Federal como escenario del
crimen. Un impensado elogio a lo mejor de Vallese surge del mismo comunicado
de la policía: “Los detenidos tenían abundante propaganda peronista-comunista,
panfletos cuyos títulos decían ‘Contra los préstamos del F.M.I. que atentan
contra la soberanía del país’ y ‘No queremos préstamos que engorden a los enemigos
del pueblo’. Firmados: Juventud Peronista”.
Suceden las gestiones públicas y judiciales y no se esclarece la suerte corrida
por Vallese. Diez meses después, en junio de 1963, La Fraternidad publica una
solicitada reclamando por la aparición de Vallese. El gran título es premonitorio
para la década siguiente: “¿Puede desaparecer una persona?”. El final del texto,
luego de reclamar enfáticamente por la aparición de Vallese, dice “medite quien
lea este alegato: mañana puede tocarle ‘desaparecer’”.
El caso de Felipe Vallese es paradigmático
por los elementos que lo componen: las consignas políticas que como militante
reivindicaba, su condición de víctima de desaparición forzada e involuntaria,
la impunidad de la Bonaerense, la aterradora precisión de quienes reclamaban
por una desaparición y la infinita lucha por mantener la memoria del desaparecido.
La lucidez de Paco Urondo debe haber advertido todas las dramáticas aristas
y matices que hacen a esta historia. Por eso su novela Los pasos previos incluye
el caso Vallese. Sin saberlo, describió en él a otros miles que, como un eco,
se repitieron interminablemente.
El comisario Juan Fiorillo fue arrestado el martes (29/05/06) por su responsabilidad
en secuestros y torturas de la comisaría quinta de La Plata. Estuvo implicado
en el caso de Felipe Vallese. Está acusado de llevarse, en un operativo, a una
beba que sigue desaparecida.
Por V. G. Imágen: Felipe Vallese por
Carlos Terribili
No hay duda de que se trata
de un hombre consecuente. Fue identificado como el secuestrador del primer desaparecido
por razones políticas del país, el obrero metalúrgico y militante de la juventud
peronista Felipe Vallese, apresado el 23 de agosto de 1962. Fue integrante de
la Triple A y la última dictadura le ofreció la oportunidad para moverse como
un pez en el agua. Actualmente está señalado como responsable de más de cien
casos de privación ilegal de la libertad y torturas y de llevarse personalmente
envuelta en una frazada a Clara Anahí Mariani, una beba de cinco meses que sigue
desaparecida. Se llama Juan Fiorillo y estuvo libre hasta el martes, cuando
fue arrestado por orden del juez Arnaldo Corazza. Ahora está preso en su casa.
Felipe Vallese fue secuestrado el 23 de agosto de 1962 en la calle Canalejas
(actualmente Felipe Vallese), por una patota de la Unidad Regional de San Martín.
Tenía 22 años y su cuerpo nunca apareció, aunque fue visto en la comisaría de
San Martín y en Villa Lynch y se sabe que fue torturado.
Fiorillo tenía 31, era jefe de la Brigada de Servicios Externos de la Unidad
Regional de San Martín y comenzó su carrera represiva como el primer desaparecedor
de personas. Pero no es por este caso que fue detenido el martes, sino por el
prontuario que acumuló durante la última dictadura, aunque en ese entonces sus
acciones se tradujeron en felicitaciones en su legajo personal.
Fiorillo estuvo un tiempo detenido por el crimen de Vallese y al recuperar la
libertad se integró en la Triple A. En enero de 1976 estaba destinado a la Dirección
General de Investigaciones con el grado de comisario inspector, pero sólo dos
meses después del golpe de Estado fue ascendido a jefe del Departamento de Coordinación
General de esa repartición. Terminó convirtiéndose en mano derecha de Miguel
Osvaldo Etchecolatz, que era su superior inmediato.
Entre 1977 y 1978 trabajó –primero como segundo jefe y después como titular–
en la Unidad Regional de La Plata. Esa dependencia tenía a su cargo las comisarías
de la zona, entre ellas la quinta de la capital bonaerense, donde funcionó un
centro clandestino de detención. Pero más allá de su responsabilidad mediata
en desapariciones y torturas, varios testimonios dan cuenta de la participación
directa de Fiorillo en esos crímenes.
En el Juicio por la Verdad de La
Plata, el policía Lino Ojeda aseguró que Fiorillo era el jefe del grupo de tareas
que ingresaba y sacaba a los detenidos encapuchados en coches sin patentes y
que tenía su oficina en esa misma dependencia. El ex chofer de Etchecolatz,
Hugo Alberto Guallama –que actualmente está procesado–, envió una carta a la
Justicia, que luego ratificó personalmente, en la que narró detalles sobre la
participación de Fiorillo en el secuestro de Clara Anahí Mariani, de cinco meses.
La niña, hija de Daniel Mariani y Diana Teruggi, desapareció el 24 de noviembre
de 1976, luego de que un operativo de las fuerzas conjuntas atacara la casa
de sus padres, donde funcionaba una imprenta clandestina.
Diana Teruggi fue asesinada ese día; Daniel Mariani, que no estaba en la vivienda,
unos meses después. Clara Anahí sobrevivió al ataque, pero hasta hoy no hay
noticias acerca de su paradero. “Me informaron que duró el tiroteo entre cinco
y seis horas, que a poco de iniciado se hizo presente el coronel (Ramón) Camps
con su equipo de confianza (...) De los jefes superiores sé que estuvieron presentes
Etchecolatz, González Conti, Forastiero y Fiorillo. De este último, de haber
desaparecido una menor, sería el responsable, pues lo vieron cargar un bulto
en su coche envuelto en una frazada”, aseguró en su declaración Guallama.
Fiorillo también está involucrado en el homicidio de Edgardo Sajón. El ex policía
Carlos Hours dijo en el Juicio a las Juntas que el comisario era uno de los
hombres que estaba en la escuela Juan Vucetich cuando asesinaron al secretario
de Prensa del dictador Alejandro Agustín Lanusse.
En septiembre del año pasado, el fiscal Sergio Franco, a cargo de la unidad
especial que interviene en las causas del terrorismo de Estado en La Plata,
solicitó la detención de Fiorillo. Este martes, el juez Arnaldo Corazza concretó
el arresto. El represor, que era dueño de una agencia de seguridad privada que
fue clausurada por el Ministerio de Seguridad de la provincia, fue apresado
en su casa de Villa Adelina. Durmió una noche en la DDI de La Plata y luego
volvió a su vivienda, ya que como tiene 74 años logró que se le concediera el
beneficio del arresto domiciliario.
01/06/06 Página|12
El 28 de octubre 2011
se inauguró una Muestra fotográfica en el Sindicato de Trabajadores
Municipales de La Matanza, auspiciada por el Ministerio de Justicia
y Derechos Humanos de la Nación. Felipe Vallese (hijo) reflexionó
sobre su padre desaparecido.
Felipe Vallese (1940-1962), militante de la JP, es el primer detenido-desaparecido
de la historia contemporánea argentina. Fue secuestrado el 23 de agosto de 1962
y visto brutalmente torturado en una comisaria de Villa Adelina.
Un poco de Historia
La ofensiva política de 1958: Felipe Vallese, mártir de la JP.
El gobierno de Frondizi se caracterizó por la inestabilidad institucional sometida
a sucesivas crisis y planteos militares, por las constantes huelgas gremiales
y de la CGT con que la clase trabajadora respondía al paulatino cercenamiento
de sus derechos y por la respuesta gubernamental de creciente represión al movimiento
peronista. La movilización militar de los trabajadores en paro y la aplicación
del plan Conintes fueron los ejes de la respuesta instrumentada.
Llegado el año 1962 que sería el último de su mandato, su ministro del Interior
Alfredo Vítolo, firmó un documento con los jefes militares garantizando que
no se permitiría a Perón volver al país. Es que frente al inminente proceso
electoral previsto para el 18 de marzo de ese año, había trascendido que la
fórmula que el peronismo presentaría en la provincia de Buenos Aires iba a estar
integrada por Andrés Framini como gobernador y Juan Perón como vice. A fin de
aquel mes de enero, Vítolo anunciaba que el gobierno rechazaría la candidatura
de Juan Perón. Paralelamente el juez electoral Leopoldo Isaurralde de abierta
filiación frondicista declaraba que Juan Perón no podía ser candidato por no
tener residencia, no estar en el padrón y ser un fugitivo de la justicia. Para
que nada quedara librado al azar, el cardenal Antonio Caggiano, recordaba que
la excomunión estaba en vigencia.
El 10 de marzo Frondizi pronosticó en conferencia de prensa que los ciudadanos
iban a dar las espaldas a Perón en las elecciones y acusó al peronismo de impedir
la pacificación.
Contra la alquimia y la aritmética gubernamental, el pueblo de la provincia
de Buenos Aires, eligió aquel 18 de marzo como gobernador a Andrés Framini,
quien finalmente había ido acompañado por Marcos Anglada como vice-gobernador,
quienes concurrieron bajo las siglas de la Unión Popular. El pueblo no había
dado la espalda a Perón y por el contrario hería de muerte al gobierno de Frondizi.
Fue este el hecho político más importante producido por el peronismo desde 1955.
El triunfo de Framini fue la más palmaria demostración que el peronismo seguía
siendo mayoría, que su voluntad era inquebrantable y que no estaba dispuesto
a presentarse "manicurado" para ser aceptado. Por el contrario, Perón había
elegido a un dirigente obrero, un histórico peronista, para encabezar aquella
fórmula.
Las
fuerzas armadas reclamaban la proscripción del peronismo, un nuevo gabinete
y la expulsión del país de Rogelio Frigerio. Aramburu por su parte, "aconsejaba"
la renuncia de Frondizi y el comandante del Ejército general Raúl Poggi le pedía
efectivamente la renuncia.
El día 27 el presidente declara "no me suicidaré, no renunciaré y no dejaré
el país". Dos días después frente al movimiento de tropas, renuncia, y es arrestado
en Olivos y trasladado a Martín García. El día 30 de marzo asume José María
Guido como presidente de la Nación, hasta entonces, presidente del Senado. El
gobierno títere de Guido, no es más que una fachada tras la cual gobiernan los
militares.
El 24 de abril, el nuevo presidente anula las elecciones ganadas por el peronismo:
Andrés Framini había anunciado que el 1º de mayo asumiría la gobernación y pese
a la anulación concurre acompañado por altos dirigentes a la casa de gobierno
provincial, labrando un acta. Las provincias donde el peronismo o los partidos
neoperonistas había triunfado eran las siguientes: Buenos Aires, Santiago del
Estero, Tucumán, Salta, Chaco, Misiones, Río Negro y Neuquén.
El 24 de julio por un decreto del Poder Ejecutivo queda prohibido el proselitismo
peronista, la exhibición publicitaria de fotografías y marchas. Nuevamente,
bajo otro rótulo, reaparece el decreto 4161.
El mes de agosto se inicia con una huelga general de 48 horas decretada por
la CGT. Este mes, más precisamente el 23 de agosto, se produce un hecho que
conmueve al movimiento peronista: es secuestrado el obrero metalúrgico y dirigente
de la juventud peronista Felipe Vallese. El reclamo por su vida se convierte
en bandera de lucha: "un grito que estremece, Vallese no aparece"
Felipe Vallese tenía 22 años y era delegado desde 1958 en la fábrica TEA S.R.L.,
paralelamente con su actividad gremial tenía una intensa actividad militante
en la Juventud Peronista. Era integrante del grupo de Corrientes y Esmeralda
y había secundado a Gustavo Rearte en el copamiento del puesto de la aeronáutica
en Ezeiza. Sin embargo, no es secuestrado por la policía de la provincia de
Buenos Aires por su propia actividad, sino buscando a su amigo Alberto Rearte.
Se trató de un procedimiento ilegal en jurisdicción de la Capital Federal y
Vallese fue secuestrado frente al número 1776 de la calle Canalejas. La justicia
a instancias de su familia y de la UOM reconstruyó el camino hacia la muerte
de Felipe Vallese hasta la comisaría de Villa Lynch donde desaparece después
de ser terriblemente torturado. Su cuerpo jamás apareció pero su nombre desde
entonces simboliza lo mejor de aquella juventud que no reparó en peligros por
la defensa de sus ideales. Hoy, la calle Canalejas lleva su nombre y así también
se denomina el salón de actos de la CGT en su sede de la calle Azopardo 802
de la Capital Federal.
Paradojalmente
el asesinato de Vallese no hizo retroceder a la J.P., sino que por el contrario,
su ejemplo actuó como un enfervorizador de las conciencias. En el mes de agosto
del año 1963 una acción propagandística de uno de aquellos comandos juveniles
sorprende al país: el robo del sable del General San Martín del Museo Histórico
Nacional donde estaba en custodia. El hecho tuvo una repercusión espectacular
y el grupo que se lo había llevado del cual era responsable Osvaldo Agosto,
exigía para su devolución el retorno del general Perón, la libertad de los presos
políticos y la devolución del cadáver de Evita. La operación fracaso por la
confesión de una persona que conocía el hecho y que cayera presa en otras circunstancias.
Pero el efecto había sido logrado.
La represión, por su parte no se quedaba atrás y ampliaba sus círculos: 84 personas
de filiación nacionalista fueron detenidas en Buenos Aires por realizar un homenaje
a Juan Manuel de Rosas. En Posadas se detiene a otros veinte acusados de formar
parte de una conspiración "peronista/comunista". También es clausurado el Teatro
La Máscara y poco después, la agencia Télam.
Aquella acción represiva no era mayor, porque los militares estaban empeñados
en enfrentarse violentamente entre sí: en septiembre de 1962, se habían producido
los primeros choques entre "azules" y "colorados", los
que se repitieron en el año siguiente.
El peronismo seguía siendo "el hecho maldito" de la política argentina. A esta
altura, parecía -y así fue- que no alcanzaban las leyes para prohibirlo, declararlo
fuera de la ley e intentar borrarlo del mapa. En noviembre de 1962 se dicta
el Estatuto de los Partidos Políticos que excluye al peronismo. Como si fuera
poco, en febrero de 1963 se firma un decreto ley que proscribe el peronismo
en las elecciones del 23 de junio cuya convocatoria ha sido anunciada por el
comandante en jefe del ejército general Juan Carlos Onganía. El odio gorila
no cesaba, la comisión liquidadora de los bienes de Juan Domingo Perón (Dto.
8124/57) distribuye lo recaudado entre varias entidades. El 10 de abril, se
dicta una nueva reglamentación del decreto ley 7165 que prohibe la exaltación
del peronismo: la marina ha hecho un planteo por la participación neoperonista
en las elecciones. El 17 de mayo de ese mismo año, por decreto se prohibe al
Partido Unión Popular, pese a tener personaría legal, el presentar candidatos
a presidente y vicepresidente. Como si todo fuera poco, el 18 de junio, por
otro decreto, se prohiben todas las candidaturas del partido Unión Popular.
Paralelamente
y tratado de divorciar al movimiento obrero de su expresión política, el movimiento
peronista, el gobierno títere de Guido permitió que en enero/febrero de aquel
año se celebrara el anhelado Congreso Normalizador de la CGT, en el que estuvieron
representadas 100 organizaciones sindicales de primer y segundo grado, eligiendo
como secretario general a José Alonso del gremio del vestido, uno de aquellos
dirigentes de relevante actuación antes de 1955, habiendo sido diputado y director
del diario "la Prensa" cuando quedó en manos de la central obrera.
El Congreso Normalizador, liderado y homogeneizado por las 62 Organizaciones,
criticó en su declaración final el decreto de Seguridad del Estado promulgado
por el nuevo gobierno y exigió la libertad de los detenidos y condenados por
cuestiones políticas, el esclarecimiento de los secuestros y la investigación
de las torturas. También reclamó la aparición con vida de Felipe Vallese. Se
iniciaba una etapa de gran vitalidad política de la CGT y de enfrentamiento
con el gobierno. Las 62 Organizaciones, lideradas por la UOM, cuyo secretario
era Augusto Vandor, comprendieron que se estaban creando las condiciones en
el país para una nueva contraofensiva del peronismo.
Para las anunciadas elecciones nacionales, hasta ese momento se perfilaban como
posibles candidatos Vicente Solano Lima-Carlos Sylvestre Begnis, por el Frente
Nacional y Popular y Raúl Matera-Horacio Sueldo por el partido Demócrata Cristiano.
Matera es proscripto, y finalmente tampoco se presenta Solano Lima-Begnis, y
Juan Perón da órdenes de votar en blanco.
El 24 de julio el Colegio Electoral elige presidente de la República a Arturo
Illia y como vice presidente a Carlos Perette de la Unión Cívica Radical del
Pueblo quienes en las elecciones sólo alcanzaron el 24,9% de los votos. Su escasa
base popular y la proscripción del peronismo harían que su gobierno tuviera
pies de barro: en dos años y ocho meses los militares volverían al poder.
No es de extrañar que ese álgido 1963, se cerrara con una violenta represión
a la masiva concentración celebrada en plaza Once, el día 17 de octubre, en
que el Cuadriunvirato que dirigía como comando táctico, el peronismo, diera
a conocer por boca de Andrés Framini, una declaración, en la que se exigía "Derogación
de toda legislación represiva y de los decretos que establecen proscripciones
o cualquier forma de discriminación. Inmediata convocatoria a elecciones generales
en todo el país para que el pueblo pueda elegir libremente y sin condiciones,
todos los cargos electivos, desde Presidente para abajo. Regreso inmediato e
incondicional a la Patria del Jefe del Movimiento Peronista, compañero Juan
Domingo Perón. Restitución de los restos de la compañera Eva Perón. Estas exigencias
políticas iban acompañadas con un programa de propuestas económicas y sociales
y se declaraba el "estado de movilización popular, como método revolucionario
para la conquista de los objetivos enunciados".
IMEPU
Fuente: Instituto por la Memoria del Pueblo
imepu@hotmail.com
www.lucheyvuelve.com.ar
Ayer se cumplió un nuevo aniversario del secuestro y desaparición de Felipe
Vallese. Este fue el segundo caso de un militante detenido-desaparecido antes
de que esa figura delictiva fuera puesta en práctica masivamente por la dictadura
militar del ´76.
En la calle Canalejas, frente al número 1776, un hombre joven se abraza desesperado
a un árbol. Siete personas armadas tironean de él, lo golpean y, por fin, logran
separarlo del árbol y lo meten en Fiat 1100, que parte raudo, dobla por la calle
Trelles y se pierde.
Ese hombre se llama Felipe Vallese, tiene 22 años, un hijo de tres, es delegado
gremial en la fábrica metalúrgica Tea, militante de la Juventud Peronista y
nunca más aparecerá.
Un periodista, Pedro Leopoldo Barraza, en un trabajo de inspiración walsheana,
hará una prolija investigación de este secuestro, que publicará en ocho entregas
en los periódicos 18 de Marzo y en su sucesor, Compañero. Este semanario es
dirigido por el médico Mario Valotta, y expresa la línea del Peronismo Revolucionario
que lidera Gustavo Rearte.
El trabajo de Barraza denunciará una serie de encubrimientos policiales, judiciales,
omisiones y falsedades que son solo el preanuncio de lo que después, 14 años
después, serán la moneda corriente, perfeccionada y instalada como doctrina
de guerra.
Vallese es secuestrado porque la Policía de la Provincia estaba detrás de los
rastros de Alberto “Pocho” Rearte, y estaba detrás de Rearte porque pensaba
que había tenido que ver con la muerte de dos sargentos de esa fuerza, en la
calle Gascón en la Capital Federal. Pero en realidad lo que había sucedido es
que la policía provincial había allanado esa vivienda, detrás de una supuesta
célula peronista revolucionaria. Y la Federal, que no estaba enterada, intenta
a su vez copar el lugar: en el consiguiente tiroteo, quedan muertos los dos
policías provinciales. Para encubrir éste hecho, inventan la responsabilidad
de Pocho Rearte, hermano de Gustavo.
Agrupación Oesterheld
- Homenaje a Felipe Vallese - Alfredo Carlino
Felipe es conducido a la comisaría
1º de San Martín, ya herido en la cabeza cuando intentó resistir el secuestro.
El oficial Juan Fiorillo lo tortura personalmente. Luego es llevado a la comisaría
de Villa Lynch, ya en muy mal estado, lo que no impide que lo sigan torturando
con picana eléctrica y golpes. Consigue sacar, por intermedio de un preso común
que sale en libertad, un papel de cigarrillos donde anota su nombre, y el número
de teléfono de la UOM y de la fábrica. Fernando Torres, abogado de la UOM, pide
al juez federal de San Martín el allanamiento de la subcomisaría, pero el magistrado
se limita a pedir informes, que son negativos: ninguna fuerza –ni la Federal
ni la policía de la Provincia- reconocen tener a Vallese, a su hermano Italo
y a tres personas más detenidas en los procedimientos. Ante la fuerte campaña
iniciada por los compañeros de Vallese, el 3 de septiembre la policía da a conocer
un comunicado en donde reconoce haber detenido a un grupo de personas en José
Ingenieros, acusadas de poseer armas y panfletos. Pero Felipe no está entre
ellos. Presumiblemente, ha muerto en manos de sus captores. Su cuerpo nunca
aparecerá.
En mayo de 1971, el juez en lo penal de La Plata, Rómulo Dalmaroni condena a
39 policías a tres años de cárcel por privación ilegítima de la libertad, por
el secuestro de Felipe Vallese. Lo ridículo de la pena –porque no se considera
la figura de homicidio- fue conseguido, en parte, por el trabajo investigativo
de Barraza. No obstante, fue demasiado para Fiorillo, que muy pocos años después
se la cobra con creces: el 13 de octubre de 1974 son asesinados por las 3 A
Pedro Barraza y su compañero Carlos Ernesto Laham, en Villa Soldati. Barraza
ya no militaba más, y su último trabajo fue como interventor en Radio del Pueblo.
No caben dudas de que le estaban cobrando el caso Vallese, que había molestado
a tantos policías.
Fiorillo, alias El Tano, alias Sarachu, lugarteniente de genocida Camps, fue
reconocido por ex detenidos como de relevante actuación en los campos de concentración
de El Vesubio, El Banco y Omega. Actualmente tiene una agencia de seguridad
privada.
En la ex calle Canalejas –hoy se llama Felipe Vallese- persiste todavía el árbol
donde se aferró Felipe defendiendo no sólo su libertad, sino la de todos. Pero
la placa que sus compañeros pusieron para recordarlo ha sido robada, tal vez
por personas que, sin trabajo, recorren las calles en busca de algo de valor
para poder sostener su vida y la de sus hijos.
Bajo el título Como en Chicago, el diario El Mundo publicó el 25 de agosto de
1962 lo que sigue:
Rarísimo suceso en Flores Norte,
que la policía dice ignorar. Frente al 1776 de Canalejas, a las 23:30 del jueves,
un hombre fue secuestrado. Desde hacía varios días, había autos "sospechosos"
en las inmediaciones. Una estanciera gris frente a aquel número; un Chevrolet
verde en Canalejas y Donato Álvarez. Y un Fiat 1100 color claro, en Trelles
y Canalejas. Dentro de ellos, varios hombres. Y otros, en las inmediaciones
de los coches. A la hora citada, el automóvil de Donato Álvarez hizo guiños
con los focos, señalando el avance del "hombre". Le respondieron, y todos convergieron
sobre él. Se le echaron encima y lo golpearon. Y pese a que se aferró con manos
y uñas al árbol que está frente al número señalado, lo llevaron a la estanciera
gris, que partió velozmente con las puertas abiertas...
La información dice que varios vecinos, alarmados por los gritos, se acercaron
al lugar. Un hombre armado con una pistola 45 los amenazó: Esto no es para ustedes.
Píquenselas si no quieren ligarla . Se tuvieron que ir, pero avisaron a la policía.
Al día siguiente, el reportero de El Mundo preguntó en la comisaría 50. Es la
primera noticia que tenemos , le dijeron.
El secuestrado se llamaba Felipe Vallese, tenía 22 anos y trabajaba como obrero
metalúrgico. Era peronista. Es el primer desaparecido político de Argentina.
Alumno, obrero y militante
Felipe nació el 14 de abril de 1940
en el barrio de Flores. Su padre, Luis Vallese, un inmigrante italiano, era
dueño de una verdulería y había sido afiliado al MPE (Movimiento Peronista de
los Extranjeros). El joven vivió una infancia dolorosa. Cuando aún era pequeño,
su madre fue internada en una institución para enfermos mentales. El padre no
se pudo hacer cargo de su educación y lo internó desde los nueve hasta los 13
años en una especie de orfanato en Mercedes, provincia de Corrientes. De regreso
a Buenos Aires, Felipe y su hermano Ítalo ayudan a don Luis en el negocio. En
un momento difícil de la situación económica familiar, el muchacho regresa a
Corrientes y trabaja en las cosechas de algodón y lino.
Felipe
Vallese. Un libro de Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde
[Introducción]
El 23 de agosto de 1962 con el secuestro de Felipe Vallese a manos de
la policía comienza el punto crítico de esta historia, el desencadenante
dramático con su elemento simbólico: Felipe asido al árbol de la calle
Canalejas, intentando inútilmente aferrarse a la libertad y a la vida,
hasta que sus captores logran violentamente arrancarlo. Se pone en marcha
entonces el círculo del horror: golpes-interrogatorio-torturas-indignación
ante su silencio-golpes-interrogatorio-torturas, y así reiteradamente
hasta cerrar el círculo, hasta que definitivamente terminan con la vida
de Felipe, destrozado con puntillosa saña.
Un brutal hecho político y un nombre que queda como marca imborrable.
¿Cómo se llegó a aquel 23 de agosto? ¿Qué ocurrió después?
El libro que hoy se reedita conjuntamente con este trabajo fue escrito
por Rodolfo Ortega Peña y por mí en 1965, al cumplirse tres años del
secuestro, como parte de la batalla contra la impunidad de los autores
del crimen. Texto que con el paso del tiempo se ha convertido en indispensable
para conocer los detalles de las actuaciones judiciales impulsadas a
fuerza de protestas, denuncias y movilizaciones, ya que a 37 años de
su primera edición sigue siendo el único ensayo específico sobre el
tema. 1.
Magra producción reflexiva para la gravedad del hecho por parte de una
sociedad que entendió muy tarde, con mucha sangre y dolor, lo que Eduardo
Pavlosvky 2 resume de este modo: -El olvido forma parte necesaria de
una de las condiciones para la producción de un tipo de subjetividad
que fabrica complicidad permisiva y que permite la construcción de nuevas
máquinas de guerra, a veces desembozadamente represivas, y otras, formando
parte de una maquinaria cada vez más sutil de control social. Recordar,
en cambio, es ejercer estrategias de acción para la denuncia y desarme
de esas mismas maquinarias. No es un problema de psicología social.
Es un problema de tácticas y estrategias de acción política. Porque
no se trata sólo de recordar el pasado. Se trata de denunciar el futuro
represivo que se avecina con sus nuevas máquinas en gestación.3
La historia del secuestro, crimen y desaparición de Vallese, está narrada
en esa pequeña obra de dos jóvenes abogados. Lo que no está en ella
aunque sí, ínsita, es la historia del contexto político resistente de
esos siete años transcurridos desde la caída del gobierno popular de
Juan Perón, hasta el secuestro de Felipe. Tampoco está narrado cómo
se fue generando en esos años y al calor de la lucha una nueva generación
de la juventud peronista de la que Felipe Vallese fue mártir y símbolo,
que se iría reproduciendo por millares hasta que la dictadura genocida
del 76 llegara para aniquilarla.
Igualmente por su contemporaneidad, en el libro no hay registro suficiente
de la forma en que se llevó adelante la investigación del caso, del
papel cumplido por el periodista Pedro L. Barraza y sobre la repercusión
de nuestro ensayo, ni cómo continuó con posterioridad la causa judicial
hasta la condena parcial de los autores.
Está sí el envés de la historia narrada con su dramaticidad constitutiva
y perversa: la de la represión política del 55 en adelante y la específica
relacionada con Vallese, incluidos los asesinatos de Barraza y Ortega
Peña y los atentados contra quien esto escribe, hasta llegar a los campos
de exterminio (Omega y el Banco) de Suárez Mason y Camps, que puede
reconstruirse teniendo como hilo conductor la propia biografía de un
frío criminal: el comisario mayor de la Bonaerense Juan Fiorillo, partícipe
en todos ellos.
Conocimientos contrapuestos: el de la represión y el crimen por un lado,
y el de la resistencia y lucha por los derechos fundamentales, por el
otro. Contradanza dramática de la memoria y el olvido reglado como saberes
en pugna.
Pero hay más: hoy es posible abordar con más detalles la breve pero
intensa vida militante de Vallese; el paso del tiempo ya no pone en
riesgo a sus compañeros y también analizar el discurso político que
acompañó la denuncia del secuestro, y las polémicas en torno al papel
de la dirigencia sindical.
Éste es el propósito del presente trabajo: dar respuestas tentativas
a los interrogantes señalados, al amparo del privilegio que me otorga
haber sobrevivido a esta historia represiva, y con la carga de responsabilidad
que me cabe en ese largo camino recorrido por la militancia.
Eduardo Luis Duhalde
NOTAS
1 Durante el año 2001 intenté localizar la causa judicial "Fiorillo,
Juan y otros s/privación ilegítima de la libertad", es decir, las actuaciones
del "caso Vallese", que deberían encontrarse archivadas en los tribunales
de La Plata, sin que el expediente pudiera ser hallado. Las dos hipótesis
más probables del !extravío" son: 1. que el propio Fiorillo las haya
hecho desaparecer cuando fue lugarteniente de Camps durante la dictadura
genocida; 2. que dicho expediente se haya agregado a algún otro cuando
en 1984 se iniciaron las investigaciones sobre la actividad criminal
de Fiorillo, paralizadas luego por la aplicación de la leyes de Obediencia
Debida y de Punto Final. Lo cierto es que será muy difícil que futuros
investigadores puedan consultar aquellos documentos, que en buena parte
están en el libro que hoy se reedita.
2 Pavlovsky, Eduardo, Micropolítica de la Resistencia, Denuncia de una
represión futura, EUDEBA, Buenos Aires, 1999. pág. 55
3 Este trabajo se refiere a una época que, desde distintos abordajes
he encarado en una serie de publicaciones cuyos conceptos aquí se resumen.
Entre ellos: El retorno de Perón y las luchas de la Resistencia Peronista,
ediciones Historia Viva, Bs. As. 1995. Peronismo y Revolución (el debate
ideológico en los 60: una experiencia), revista Confines N° 6, UBA,
Bs. As. 1999. Estudio Preliminar a la Historia documental de las FAP
y el PB, Ed. La Campana, Bs. As., 2002.
En 1957, Felipe asiste a una escuela
secundaria nocturna y se gana la vida como operador de máquinas en TEA (Transfilación
y Esmaltación de Alambres) Al año siguiente, lo eligen delegado sindical. Tiene
18 años. En febrero del año 1958 desobedece, como varios otros compañeros, la
orden de Perón de elegir a Arturo Frondizi para presidente y vota en blanco.
Ese año participa de las movilizaciones estudiantiles en favor de la enseñanza
laica y termina expulsado del colegio. También ese año va preso a la cárcel
de Caseros, por organizar un paro. Vuelve a ser arrestado en enero 1959, por
respaldar la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre, en el barrio de Mataderos.
Lo envían a un buque-cárcel de la marina junto con dirigentes más veteranos,
como Sebastián Borro y Armando Cabo.
En abril de 1959, representantes de diversas agrupaciones juveniles peronistas
realizan una asamblea general en el Sindicato de Empleados de Farmacia, cedido
por Jorge Di Pascuale, el joven conductor del gremio, de 27 años. Del encuentro
surge la Mesa Ejecutiva de la Juventud Peronista, integrada por Gustavo Rearte,
Héctor Spina, Tito Bevilacqua, Tuli Ferrari y Felipe Vallese.
Cambio de guardia
A mediados de marzo de 1962, la Resistencia Peronista realiza atentados contra
objetivos económicos en el interior del país, entre ellos el incendio de tanques
de petróleo de la Shell en Córdoba. El gobierno de Arturo Frondizi aplica con
intensidad el Plan de Conmoción Interna del Estado (Conintes). Más de 3 mil
500 personas son detenidas; en su mayoría, peronistas que han contribuido con
sus votos al triunfo del presidente que ahora los persigue y encarcela.
Un solo abogado presenta dos mil quinientos habeas corpus : su nombre es Fernando
Torres y está vinculado desde 1954 a la Unión Obrera Metalúrgica. Entre los
jóvenes militantes apresados y condenados a prisión, se encuentran Dardo Cabo,
Carlos Alberto Burgos, Gustavo Rearte, Tuli Ferrari, Héctor Spina, Jorge Rulli,
Envar el Kadri y Felipe Vallese. Casi todos ellos, con el paso de los anos,
se convertirán en figuras históricas de la Juventud Peronista, asociados a su
etapa más combativa.
El constante uso de picanas eléctricas eleva el consumo de electricidad en las
comisarías y los cuarteles. El diputado socialista Alfredo Palacios, a pesar
de haber sido opositor a Perón, denuncia en el Congreso: Hoy también se tortura
en el estado de derecho .
El 27 de marzo de 1962 los militares destituyen a Frondizi y lo mandan preso
a la isla de Martín García. Dos días después colocan en la Casa Rosada al presidente
del Senado, José María Guido, un oscuro legislador por Río Negro.
En la mira
Ítalo Vallese, hermano de Felipe, relata que el muchacho y otros militantes
juveniles que se reunían en el Sindicato del Calzado, en la calle Yatay, eran
vigilados por la Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE), poco conocida
en aquellos años. Más se conocía a la Coordinación Federal, organismo político
represor de la Policía Federal, que aplicaba como método de tortura contra los
militantes peronistas la conocida "parrilla", que consistía en acostar a los
companeros en los elásticos de hierro de las camas de aquellos anos, mojarlos
y aplicarles la picana eléctrica.
El hermano hace la siguiente narración: El 23 de agosto de 1962, siendo aproximadamente
las 23:00, Felipe sale de su casa. En Morelos y Canalejas (hoy Felipe Vallese)
se despide de su hermano mayor, Ítalo. Se dirige por Canalejas hacia la calle
Caracas. Al llegar a la altura de Canalejas al 1776, es interceptado por varios
hombres. Se aferra a un árbol, tratando de aferrarse a la vida, como presintiendo
que esta vez puede ser la última, como ya se lo habían advertido en otras oportunidades
y pide ayuda. Para que se suelte, lo golpean. Logran reducirlo y lo introducen
en una estanciera. Simultáneamente, en Plaza Irlanda, a pocas cuadras, otro
grupo levanta a su hermano. Son trasladados a la comisaría primera de San Martín
(provincia de Buenos Aires) y en días posteriores van siendo detenidos otros
compañeros, compañeras y amigos de Felipe. En esta seccional son torturados
y vejados. El 3 de septiembre recién se los "blanquea", bajo los cargos que
Felipe poseía panfletos, libros y propaganda peronista. El caso toma estado
público por la desaparición de estas personas. Dos jueces toman el caso, declaran
falsas las acusaciones y después de tres meses de estar detenidos, torturados
y humillados, son dejados en libertad. Pero Felipe Vallese no está entre ellos.
Las informaciones que han podido anudarse permiten senalar que fue trasladado
a un destacamento de José Ingenieros y luego a la comisaría de Villa Lynch.
Es allí donde se pierde su existencia y se lo considera desaparecido. Se supone
que murió en una de las sesiones de tortura .
Me han reventado
Un hombre es torturado; sucumbe, o lo rematan, o se suicida; se escamotea su
cadáver: no hay cadáver, por consiguiente no hay crimen. A veces un padre, una
esposa, pregunta; se le responde: desaparecido, y el silencio vuelve a cerrarse.
La frase pertenece a la escritora francesa Simone de Beauvoir y aparece al comienzo
del libro Felipe Vallese - Proceso al sistema , patrocinado por la Unión Obrera
Metalúrgica y publicado en agosto de 1965. Los autores fueron los abogados Rodolfo
Ortega Pena y Eduardo Luis Duhalde, quienes contaron con la colaboración de
Fernando Torres, asesor legal de la UOM.
El libro explica que el 7 de julio de 1962, poco más de un mes antes del secuestro,
dos sargentos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, fueron muertos
en un tiroteo en un taller de baterías para coches. La policía señala como autor
de las muertes a Alberto Rearte, de la Juventud Peronista. Lo buscan, y como
saben que Vallese es su amigo también se dirigen a él.
Felipe está allí, en la primera
de San Martín, en la que ha sido introducido por los fondos. Se queja de que
"lo han reventado". Mercedes [Cerviño, otra detenida] le grita que siga hablando.
Pero poco después, ante el silencio, comprende que Felipe se ha desmayado. Al
rato, la policía se lo lleva del calabozo, al que ya no vuelve.
Tres precursores de los anos de plomo
El principal sospechoso de la muerte
de Vallese es el oficial sub-inspector Juan Fiorillo, jefe de la Brigada de
Servicios Externos de la Unidad Regional San Martín, que entonces tenía 31 anos.
Él dirige el secuestro y las sesiones de tortura. Fiorillo tiene un hermano,
oficial de Gendarmería, quien hace circular la versión de que Felipe es comunista
y se ha fugado a Cuba . Uno y otro tendrán varios discípulos en las décadas
del 70 y el 80.
El policía reaparece en 1974 como
integrante de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). Después del golpe
militar del 24 de marzo de 1976, es lugarteniente del general Ramón Camps, jefe
de la Policía de Buenos Aires. No pierde la costumbre: dirige el Comando de
Operaciones Tácticas (COT) y tiene una oficina en la comisaría quinta, de La
Plata, por donde pasan cientos de detenidos políticos. Con el apodo de Tano
y Saracho es corresponsable del campo de concentración clandestino Omega, en
la Capital Federal.
Fiorillo se retiró voluntariamente el 2 de diciembre de 1983 con el grado de
comisario mayor, luego de ser jefe del Estado Mayor de la Policía. Era dueño
de la agencia de vigilancia privada JF, en Vicente López, que fue clausurada
en 2002 por el Ministerio de Seguridad de Buenos Aires.
Mientras la familia y los amigos buscan a Felipe, el ministerio del Interior
informa a los medios de comunicación que el sumario administrativo arribó a
la conclusión de que Vallese no estuvo nunca detenido en San Martín ni en ninguna
otra dependencia subordinada a la jefatura de La Plata . El subsecretario del
Interior es un abogado católico de 30 anos, que mucho tiempo después publicará
varios libros, entre ellos Los pensadores de la libertad (1986) y Bajo el imperio
de las ideas morales (1987). Se llama Mariano Grondona.
Hace unos días, se publicó en este espacio mi artículo Vallese, el primer desaparecido.
Debo retractarme: el título correcto debió ser Vallese, el primer desaparecido
político peronista. Porque antes hubo otro, de distinta filiación: el médico
rosarino Juan Ingallinella, dirigente del Partido Comunista de Santa Fe.
El 17 de junio de 1955, Ingallinella fue detenido, torturado y asesinado por
policías de civil. Su cadáver nunca fue hallado.
Lo paradójico es que el médico y sus camaradas santafecinos se opusieron -al
menos a través de un manifiesto- al sangriento golpe militar que el día antes
había intentado derrocar al presidente Juan Domingo Perón.
Quién fue Ingallinella
Nacido en 1912 e hijo de inmigrantes sicilianos, vivía y atendía a sus pacientes
en la calle Saavedra 667, del barrio Tablada. En el consultorio exhibía un cuadro
con la foto de Lenin. Su esposa, Rosa Trumper, era maestra. Quienes lo conocieron,
lo describen como una persona muy querida en el barrio.
Testimonios recogidos en la prensa de Rosario cuando se cumplieron 50 años de
su desaparición, narran que no les cobraba a los pobres y les suministraba muestras
gratis cuando no tenían para comprar medicinas. Incluso, les regalaba ropa y
zapatillas. También atendía ad honorem en el Hospital de Niños de Rosario. Hay
que reconocer que hoy no existen muchos médicos con estas características.
Además, Ingallinella era un militante que acumuló 20 procesos por desacato y
resistencia a la autoridad. En los últimos diez años de su vida fue el huésped
más frecuente de la Jefatura de Policía en Rosario.
En 1943, el golpe militar que derrocó al presidente Ramón Castillo declaró ilegal
al Partido Comunista. A principios de 1944, la policía rosarina detuvo y torturó
a tres comunistas. Ingallinella, que manejaba una pequeña imprenta clandestina,
denunció el hecho en un volante y señaló como responsables a los oficiales Félix
Monzón, Francisco Lozón y Santos Barrera.
El comisario Monzón era jefe de Orden Social y Político. Barrera era el subjefe.
El comisario Lozón dirigía Leyes Especiales. En abril descubrieron al médico
y lo encarcelaron. El matrimonio Ingallinella festejó en una celda el primer
cumpleaños de su hija Ana María.
En las elecciones de abril de 1954, el doctor fue candidato a diputado nacional
por el Partido Comunista, cuya dirección provincial integraba al momento de
su desaparición.
¿Qué han hecho de tu sangre, amigo
mío?
¿En que rincón de tierra, en que pedazo
de la patria, tus restos escondieron?
Y mientras el proceso se dilata
y rutina y balduques se amontonan:
¿por el río caudal, cuenca del Plata,
navega un suave espectro a la ventura?
¿Ingallinella vaga por el río?
¿O se destruye en un solar de sombra?
Silencio en tu sepulcro deposito:
alta luz, honda pena, grave llanto.
Un silencio que grite como un grito.
Un silencio que cante como un canto.
Tu nombre vivirá.
Pronunciaremos tu nombre en la jornada victoriosa.
Cuando se cumpla el rumbo de la rosa
y el pueblo sea quien gobierne al pueblo.
Silencio en tu sepulcro deposito;
en la extraña prisión que te desvela.
Donde los arrecifes del recuerdo
registrarán su paso, Ingallinella.
¿Del padre Paraná las ondas tristes
van siguiendo el dibujo de tu estela?
Tu hija verá el alba que no viste.
El alba que soñaste, Ingallinella.
Silencio en tu sepulcro deposito.
¡Qué claridad mostraba tu sonrisa!
Plural reflejo de la vida y el trigo,
paz, tierra, libertad, fue tu divisa.
Tu estirpe vencerá. De limo y lodos
fondos de tierra y agua limpiaremos
y en las plazas mayores quemaremos
las picanas eléctricas y el odio.
¡Silencio en tu sepulcro! Azul desmayo
muerte de muerte, sin vitral, sin caja.
(Caerán tus verdugos, por el rayo).
La luna rosarina te amortaja
y bajo tu cabeza ...¡el sol de mayo!
El 16 de junio de 1955, un golpe
militar intentó derrocar a Perón. Aviones de la Marina y la Fuerza Aérea bombardearon
la Casa Rosada y a civiles reunidos en la Plaza de Mayo. La masacre dejó 300
muertos y más de 2 mil heridos y mutilados.
Ese mismo día, en Rosario, el Partido Comunista distribuyó un volante titulado
Unidad popular contra el golpe oligárquico imperialista. Era una breve declaración
contra el complot antiperonista.
Sin embargo, el entonces jefe de policía de Rosario, Emilio Gazcón, ordenó detenciones
masivas de comunistas. Los primeros en caer fueron los hermanos Víctor Hugo
y Miguel Angel Riskin, a quienes el subcomisario Barrera y un grupo de agentes
les secuestraron panfletos en los que se instaba al pueblo a mantenerse contra
los golpes de estado, según el informe posterior.
El 17 de junio, Ingallinella repartió volantes cerca del Frigorífico Swift,
en la zona sur de Rosario. Por la tarde, tres policías al mando del oficial
Telémaco Ojeda llegaron a pie a su casa y lo detuvieron junto con su cuñado,
Joaquín Trumper.
Se fueron a la jefatura en el tranvía 18 y cada uno pagó su boleto de diez centavos.
Una vez allí, mientras esperaban el ascensor -relató Trumper cinco décadas después-
pasó un policía y dijo: Hola Inga, hace mucho que no viene por aquí.
El médico siempre era de los primeros en ser buscados.
Poco después, todo cambió. Ingallinella fue brutalmente torturado con picana
eléctrica por el comisario Francisco Lozón y otros policías, hasta que murió
de un paro cardíaco. Tenía 43 años.
Los epílogos
El 18 de junio de 1955, todos los detenidos quedaron en libertad y Lozón falsificó
la firma del médico en el registro de salida. Después, exhibió ante sus cómplices
una carta escrita a máquina por el propio jefe de policía, comisario Emilio
Gazcón, como si hubiera sido dirigida por Ingallinella a su esposa. El falso
mensaje a Rosa Trumper anunciaba que se iba del país. Para darle más credibilidad,
Lozón dijo que él mismo la iba a enviar desde Entre Ríos.
El 3 de agosto de 1955, la justicia de Santa Fe intervino en la investigación
del asesinato de Ingallinella y el 9 de septiembre inició el proceso a los policías.
Uno de ellos, Rogelio Tixe, rompió el habitual pacto de silencio y reveló los
detalles del caso. Un grupo de expertos en calígrafía determinó que la firma
del médico había sido falsificada. Los acusados dijeron que el cadáver había
sido arrojado al río Paraná, mientras que la defensa planteaba que no existía
prueba del crimen porque no se había encontrado el cuerpo de la víctima.
El 30 de mayo de 1961, el juez Juan Antonio Vitullo rechazó la hipótesis de
homicidio sin intención que esgrimía la defensa. Sostuvo que la muerte de Ingallinella
pudo no haber sido planeada, pero estaba dentro de las posibilidades por el
método de tortura. Lozón, Monzón, Tixe y Barrera fueron condenados a prisión
perpetua y Serrano a dos años de prisión. El magistrado le impuso al jefe de
policía Gazcón una multa y la inhabilitación por un año.
La defensa apeló y el caso volvió a ser debatido el 19 de diciembre de 1963,
ante los jueces Carlos Carré, Luis Laporte y Jorge Tellería.
En su edición del 12 de junio de 2005, el diario La Capital, de Rosario, publicó
un artículo de Osvaldo Aguirre con el epílogo: En opinión de estos jueces, el
asesinato de Ingallinella debía ser encuadrado como homicidio simple, ya que
los policías no se habían propuesto matar a la víctima, escribe el periodista.
Aguirre, que es redactor de la sección policiales y editor del suplemento de
cultura, apunta que la defensa de los policías insistió en que no podemos suponer
(que la picana eléctrica) fuera normalmente peligrosa desde que ninguna de las
otras víctimas sufrió consecuencias graves. Más bien debe pensarse en una condición
anormal predisponente del doctor Ingallinella para explicar la diferencia de
resultado. El periodista comenta que este argumento es algo que se parecía a
responsabilizar a la víctima de lo sucedido.
Los jueces rebajaron las penas a todos los condenados a prisión perpetua: 20
años, en el caso de Lozón, y 15 años para los otros policías. Aún así, señala
Aguirre, el crimen no quedó sin castigo.
Dos epílogos adicionales: Ana María Ingallinella, tenía 12 años cuando secuestraron
a su padre. Hoy es ingeniera sanitaria, directora del Centro de Ingeniería Sanitaria
(CIS) e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario.
Telémaco Ojeda, el oficial que detuvo al médico, con el paso de los años llegó
a ser comisario inspector y subjefe de la Policía Provincial de Santa Fe. Antes,
había ganado fama de mano dura como jefe de Robos y Hurtos. El 23 de marzo de
1975 fue acribillado a tiros por un comando de Montoneros en Campana, mientras
guardaba el coche en un garage cercano a su casa.
* Nota del editor: El Concejo Deliberante
de la ciudad de Rosario dispuso por ordenanza n.º 7121 aprobada el 9 de noviembre
de 2000 que se diera el nombre de Dr. Juan Ingalinella a la plaza ubicada entre
las calles Virasoro, Alem, Rueda y Primero de Mayo de esa ciudad. El 24 de junio
de 2010, el mismo concejo lo declaró Ciudadano Ilustre Post Mortem, en reconocimiento
a su trayectoria militante, a su lucha por la justicia, la solidaridad y la
igualdad de los hombres.
LA CLASE OBRERA Y EL PUEBLO NO VAN AL PARAÍSO, SINO LUCHAN (Parte V)
Por Juan Carlos Cena
Era y es ahora una explotación del hombre por el hombre, donde el concepto a
la vida se ha perdido hasta transformarse en una simple mercadería al consumo
irracional de una mayor producción. Una industria donde se confunden hombres
y herramientas, aún más donde no existen hombres sino números.
Avelino Bazán. Secretario General del Sindicato Obrero Mina Aguilar -SOMA- De
larga trayectoria como dirigente obrero, diputado provincial durante el gobierno
peronista en Jujuy. El 28 de marzo de 1976 es apresado y durante cuatro años
conoce las cárceles de Jujuy y La Plata. En 1978 sale en libertad y a los cuatro
meses es secuestrado y es hoy otro trabajador y dirigente, de extracción peronista,
desaparecido.
En tiempos del onganiato a los ferroviarios los militarizaron por medio del
decreto 5324 que reglamenta las leyes 16.970 y 17.192 que disponían la convocatoria
para la prestación del Servicio Civil de Defensa. Es decir, los ferroviarios
tenían grados militares de acuerdo a la categoría de revista en Ferrocarriles
Argentinos. Dependíamos del Ministerio de Defensa, este reemplazaba al de Trabajo.
Por tercera vez los ferroviarios eran militarizados, con Perón en 1950, Frondizi
en 1958 y durante el onganiato.
Continúa la intervención a los gremios del Tabaco, Canillitas (vendedores de
diarios), Municipales de Córdoba, y otros.
El 17 de septiembre de 1966 la dictadura de Onganía consumaba el primer alevoso
asesinato en la ciudad de Córdoba contra el compañero Santiago Pampillón. Que
era estudiante y trabajador. Este asesinato repercutió por todo el territorio
nacional.
El 30 de marzo de 1968 se constituyó la CGTA (CGT de los Argentinos) este nuevo
organismo admite a los delegados de los gremios intervenidos rechazados por
los burócratas sindicales.
La línea defensiva de la clase obrera escapaba de las estructuras burocráticas;
abajo, en los socavones del pueblo ocurría otra cosa. La clase obrera elaboraba
su propia estrategia. Todo estaba en estado larval. No se organizaban, al comienzo,
para derrotar al enemigo de su clase. En ese momento inicial todo era resistencia,
y en ese estadio, se fueron formando los nuevos sujetos sociales de cambios.
Se concretarán, se harán visibles, sólo cuando los propios trabajadores lo dispongan.
Diario Noticias 22 de agosto 1974,
numero especial. Homenaje a los caídos 1955-1974. Clic para descargar
Tras cada golpe de Estado, la clase
obrera restituye sus cuadros, los reemplaza en cada enfrentamiento. La aparición
de la CGTA fue parte de esa estrategia. Raimundo Ongaro fue elegido como secretario
general. Al final del '68 el eje de las luchas se fue desplazando al interior
del país. Las fábricas y los barrios en Córdoba, Villa Constitución, San Nicolás,
Campana, Zárate, Rosario, el Gran Rosario, Tucumán, son los más activos.
En Corrientes, el conflicto comenzó antes de mayo, un problema en el comedor
estudiantil derivó en una pueblada, 3500 estudiantes salieron a la calle. Son
reprimidos violentamente, cae Juan José Cabral, estudiante de medicina.
En abril del '69, las organizaciones obreras del norte santafesino propusieron
La Marcha del Hambre, desde Villa Ocampo-otrora centro del latifundio de La
Forestal.
En Villa Guillermina, tres mil personas iniciaron una movilización similar,
encabezada por el sacerdote Héctor Osvaldo Beltrán. Ambas marchas son reprimidas.
En Rosario en una manifestación en solidaridad con los correntinos es asesinado
en la calle Ramón Bello de un balazo. El 17 de mayo se inició una movilización
de estudiantes reprimida por la policía provincial al mando del comandante de
gendarmería Agustín Feced, responsable (siete años después) de 1800 detenciones
y 350 desaparecidos. (Ver trabajo de Carlos Del Frade)
Es asesinado en la galería Melipal, el estudiante Adolfo Bello de 22 años. El
21 de mayo se realizó una marcha del silencio. El centro de la ciudad quedó
en manos de los manifestantes. Al intentar tomar LT8, un grupo de policías los
desalojó, asesinando al obrero metalúrgico de quince años Luis Blanco. Rosario
es declarada "zona de emergencia bajo control militar". Cinco horas tardó el
cortejo que llevaba los restos de Blanco hasta el cementerio La Piedad, 10.000
personas estuvieron en la calle aquel 23 de mayo. Este hecho de masas se lo
recuerda como el Rosariazo o el primer Rosariazo.
El 8 de septiembre de 1969, se declaró un paro por tiempo indeterminado por
los trabajadores afiliados a la Unión Ferroviaria, de Rosario. En esta ciudad
se encuentra un tremendo nudo ferroviario, dos trochas lo cruzan; Talleres Pérez,
Rosario, Villa Diego y las playas de carga, descarga y de intercambio, concentraban
la mayor cantidad de trabajadores ferroviarios del país. Los estudiantes se
preparaban para el tercer aniversario del asesinato de Pampillón. Hacia el 11
de septiembre se produjeron actos de sabotaje y descarrilamiento de trenes en
la zona de Granadero Baigorria, a menos de quince minutos al norte del centro
rosarino, y otro en Pergamino, en la provincia de Buenos Aires. El viernes 12,
el gobierno declaró ilegal el paro. La CGT anunció la huelga general desde el
día 16. Ese día veinte focos insurrectos de trabajadores aparecieron en los
accesos periféricos de la ciudad, seis columnas de obreros y estudiantes marcharon
sobre el radio céntrico, en total 10.000 personas. A diferencia de los sucesos
de mayo: Rosariazo I y el Rosariazo II tuvo en los barrios sus principales escenarios
y una mayor participación obrera. La policía fue rebasada, llegaron desde Corrientes
dos mil efectivos al mando del coronel Galtieri, reforzaban la represión.
En las ciudades de La Plata, Tucumán, Santa Fe, Mendoza, Salta, la lucha se
expandía.
En Córdoba después de un sinnúmero de luchas parciales, de obreros, estudiantes,
vecinos a través de los centros vecinales, cansados de tanta oprobiosa situación,
decidieron enfrentar a este gobierno provincial, integrado por lo más retrógrado
del conservadurismo clerical que aplicaba una política medieval en forma integral.
Aparecía la Brigada Fantasma, una
formación parapolicial, que dependía de la policía provincial. El 14 de mayo
es reprimida una asamblea del sindicato de trabajadores de la industria automotor,
en el Córdoba Sport, con una violencia inusitada. El 29 de mayo de 1969 la clase
obrera, los estudiantes y el pueblo en general decidieron darle un parate al
gobierno. Las dos CGT declararon un paro por 36 horas, los obreros debían hacer
abandono de sus trabajos a media mañana y marchar hasta frente al local de la
CGT de Córdoba, para asistir a un acto. Las primeras columnas de obreros de
la fábrica Káiser fueron violentamente reprimidos por la policía federal, a
pesar de ello, ésta, fue derrotada por los trabajadores. Esta columna continuó
marchando hacia el centro de la ciudad, y es nuevamente atacada por la policía.
Asesinan a Máximo Mena. La noticia se esparció como un reguero de pólvora. Ya
nadie contuvo a nadie. Los barrios que estaban en los altos de la ciudad bajaron
al centro, lo tomaron, prácticamente, los obreros llenos de indignación, rompieron
y quemaron todos los bienes que eran símbolos de la explotación. El barrio Clínicas
fue ocupado por los estudiantes, cercando a la policía y a los bomberos. Pero
la represión no se hizo esperar. Allanaron con violencia el Hospital Clínicas
no respetando ni a los internados, todo era igual. Este fue el comienzo de acciones
que luego iban a desembocar en lo que se llamó el Cordobazo.
Fue una rebelión popular donde participó la clase obrera, los estudiantes y
el pueblo en las calles. El ejército sólo pudo entrar a la ciudad a las 5 de
la tarde. Reprimió y encarceló a los principales líderes obreros, estudiantiles
y populares. El Cordobazo, así como el 17 de octubre y el golpe de estado 1955,
produjo enfrentamientos entre las fuerzas del poder y hubo serios síntomas insurrecciónales.
En esas tres oportunidades, la clase obrera disputó en las calles el poder a
la otra clase: la capitalista, en inferioridad de condiciones. Es decir, fue
el enfrentamiento entre dos poderes bien definidos: el poder de los obreros
y el poder de la burguesía.
El Cordobazo le propinó un golpe mortal al gobierno del general Onganía. Al
poco tiempo es reemplazado por el general Levingston, pero a las horas del Cordobazo
es desplazado el ministro de la oligarquía y los capitales foráneos Krieguer
Vasena, que venía con el objetivo de desindustrializar el país. El Cordobazo
y los azos posteriores retrasaron siete años este objetivo.
Las luchas populares en ascenso le acortaron el mandato. El Cordobazo, el
Rosariazo I y II, el Viborazo en Córdoba, el
Tucumanazo, el Mendozazo y otros azos, signan
a este período (1969-71) como de grandes movilizaciones de masas, con luchas
populares en las calles, con tomas y retención de lugares simbólicos del poder.
Hechos que minaron el poderío militar.
Las luchas de los mineros en Minera Aguilar, las Pirquitas, Altos Hornos Zapla
en Jujuy, la FOTIA (trabajadores cañeros) en Tucumán, los trabajadores yerbateros,
los obreros rurales, entre otros, son totalidades del movimiento obrero poco
citados por los "investigadores", ya que prevalece, en ellos, una concepción
portuaria de las investigaciones. Es que el puerto genera toda una concepción
colonialista sobre el pensamiento: todo pasa por el puerto y la aduana, como
allá lejos y hace tiempo.
Para quienes conservan la sensibilidad ante los problemas sociales, el año 1969
se constituye en punto de llegada y de partida de sus reflexiones sobre Argentina
y el mundo actual (...) La lucha por la conducción estratégica del período y
de las masas cuya génesis refiere a 1969, constituye a este momento, en un hito
en el proceso histórico económico-social argentino y, lo es, porque refiere
al espacio-tiempo en que se han creado las condiciones de una situación revolucionaria.
El cambio de carácter de las luchas del período que se inicia a partir de 1969
y del que 1969 es un momento de génesis, determinó el desenvolvimiento de la
vida y la lucha política, económica, ideológica y teórica por la conducción
de las masas y del período y de resultas de todo ello hoy nos encontramos con
que la idea dominante que tiñe, organiza y domina a la sociedad, se encuentra
determinada por las imágenes acerca de la subversión y su contrapartida, la
lucha antisubversiva. (El '69 - Huelga política de masas. B. C.Balvé y Beatriz
S. Balvé -. Contrapunto).
Asume el general Lanusse y promete elecciones. En todo este proceso van encarcelando
compañeros, expulsando obreros y empleados de sus trabajos, aparece de nuevo
la tortura. En Córdoba comienza a actuar otra fuerza parapolicial: los Comandos
Libertadores de América, al mando del mayor Héctor Vergez, (que en 1976 dirigió
el campo de concentración La Perla), dependían del III Cuerpo de Ejército. Se
reorganizaban los partidos políticos. Perón convocaba a la 'juventud maravillosa'.
Ya habían hecho su aparición las fuerzas guerrilleras. También las fuerzas más
retrógradas de la derecha, con el coronel Osinde a la cabeza. Se organizaba
la Triple A, otra fuerza parapolicial.
Retorna Perón después de 18 años de ausencia. Digitó al candidato a la presidencia,
regresó a España, previa escala en Paraguay, visitó a su amigo Stroessner. Ganó
las elecciones Cámpora. Nombró por orden de Perón a López Rega Ministro de Bienestar
Social, lugar donde cobijaba a la Triple A, él era su máximo Jefe; el general
Iñiguez es nombrado jefe de la Policía Federal, y el coronel Osinde Secretario
de Deportes.
Estos tres personajes organizaron el nuevo retorno de Perón y, en Ezeiza, protagonizaron
una de las matanzas más salvajes contra el pueblo peronista, que fue a recibir
a su líder, con sus agentes parapoliciales.
Es defenestrado Cámpora al poco tiempo del regreso de Perón. Se llamó a elecciones.
Se presentó Perón con su mujer como vicepresidenta. Ganó. Se consolidaba la
derecha, crecía la represalia y podemos enumerar a los gobernadores democráticos
peronistas que se les pidió la renuncia. Podemos inferir que fue una manera
de ejercer la violencia. Son renunciados los gobernadores de Córdoba, Buenos
Aires, Mendoza, Salta, Río Negro.
Murió Perón. Asumió Isabel Perón y se aceleró la represión sobre la clase obrera
y el pueblo. La Triple A se enseñoreaba por las calles: secuestraba, asesinaba
a plena luz del día, se torturaba, hacían desaparecer militantes y cobraban
venganza sobre los familiares. La Triple A tomó un ímpetu inusual. Asesinó ante
la menor resistencia o sospecha a obreros, intelectuales, estudiantes, dirigentes
populares. Se contabilizaron en él haber de la Triple A más de 900 asesinatos.
El 25 de noviembre de 1974, la Lista Marrón de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica)
de Villa Constitución, con Alberto Piccinini a la cabeza ganó con el 70% de
los votos. En la madrugada del 20 de marzo de1975, una columna de un kilómetro
y medio de automóviles y camiones invadieron esta Villa. Policías provinciales,
federales, hombres de la derecha sindical peronista y personajes como Aníbal
Gordon, entre otros, hicieron del albergue de solteros de la planta industrial
Acindar, el primer centro clandestino de detención del país. (Ver a Carlos Del
Frade)
Rodolfo Peregrino Fernández confesó que Martínez de Hoz, presidente de Acindar,
pagaba cien dólares a cada uno de los represores. Hubo 300 detenciones y 20
desaparecidos a partir de entonces. Era el 20 de marzo de 1975, un año antes
del golpe militar. La huelga de sesenta días fue la respuesta de la clase obrera.
El Ministro del Interior del gobierno de María Estela Martínez de Perón, dijo:
"se trató de desarticular un complot rojo". Ricardo Balbín, dirigente radical
dijo: "los sucesos de Villa Constitución fueron necesarios para erradicar la
subversión industrial". Walter Klein, socio de Martínez de Hoz, años después,
fue mucho más contundente frente a la embajada de los Estados Unidos: "quédense
tranquilos, todos los activistas gremiales de Villa Constitución ya están bajo
tierra". Por su boca hablaban los factores de poder.
Peregrino Fernández, ex-comisario de la Policía Federal relató ante la comisión
Argentina de Derechos humanos, en 1983, que otra represión notoria de la Triple
A fue la ejercida contra los activistas de Villa Constitución de la empresa
Metcon, retribuía con 150 dólares diarios al oficial de la policía Federal que
dirigía su custodia. Acindar ¨pagaba a todo el personal policial, jefes, suboficiales
y tropa un plus extra en dinero, suplementario al propio plus que recibían ya
del Estado esos efectivos. El pago estaba a cargo del jefe de Personal, Pedro
Aznarez y del jefe de Relaciones Laborales, Roberto Pellegrini". La complicidad
de los industriales en la represión fue notoria. Mejor dicho, se reprimía para
ellos, por encargo. Era parte de la lucha de clases.
Grafiti en homenaje en la ciudad de
Buenos Aires (2014)
La represión sistemática contra la clase obrera comenzó antes del golpe militar
de marzo de 1976. En todas las provincias ocurrió lo mismo. Tomamos Santa Fe
como ejemplo, como lugar simbólico. Todo el cordón industrial del Paraná sufrió
una cruel represión. Se operó como si fuera una prueba de ensayo de lo que después
vendría con el golpe militar. "Con esta política buscamos debilitar el enorme
poder sindical, que era uno de los grandes problemas del país. La Argentina
tenía un poder sindical demasiado fuerte... hemos debilitado el poder sindical
y ésta es la base para cualquier salida política en la Argentina¨. (Carlos Del
Frade)
Esto lo dijo, al año de ocurrido la represión en Villa Constitución, Juan Aleman,
secretario de Hacienda del dictador Jorge Videla. No era sinceridad, sino impunidad
que les da el sistema para quien trabajan.
El terrorismo de estado fue la herramienta principal para disciplinar y domesticar
a la clase obrera; su desarticulación y derrota era el objetivo. Todos los intentos
anteriores habían fracasado. El capitalismo cambiaba, el capital financiero
predominaba sobre el industrial. La desindustrialización era una exigencia de
los nuevos centros de poder (el capital financiero), para cumplir ese requisito
se debía sacar del camino al principal obstáculo: la CLASE OBRERA. Cambiaban
las nuevas formas de producción. Las condiciones productivas que generaba este
modelo industrial, no eran rentables. Se debían alterar las estructuras económicas
del país, las antiguas formas de producción eran el otro obstáculo. Las nuevas
serían ágiles y eficientes. El Estado debía ser el ejecutor de ese cambio. Refundar
estructuralmente la sociedad argentina y poner en marcha un nuevo proyecto dominante
fue el objetivo principal del golpe de Estado de 1976.( CTA. Central de Trabajadores
Argentinos - marzo de 1998).
Por eso el responsable de la conducción económica del Proceso Militar era, momentos
antes del golpe, el presidente del Consejo Empresario Argentino, organismo que
nucleaba, y lo sigue haciendo, a los holding locales y extranjeros más importantes
del país, nos referimos al Dr. José Martínez de Hoz, presidente de Acindar cuando
la represión Villa Constitución. El 66% de los funcionarios que la dictadura
colocó en el Ministerio de Economía, Bancos y Empresas Públicas eran, a su vez,
ejecutivos de los directorios de las principales firmas, bancos, y consultoras
del país. (Cavallo, Machinea, Kohan, Daniel Marx, Klein, Aleman, algunos colaboradores
e integrantes del actual gobierno).
Los organismos de derechos humanos de la provincia de Santa Fe informaron que
se produjeron 520 desapariciones, entre 1976 y 1983. En el gran Rosario, 350.
La desocupación dejó a 100.000 personas sin trabajo. Las 25.000 mil personas
que perecieron semejante universo de angustia fueron los despedidos de las cinco
grandes empresas que, además, iniciaron el ciclo de las desapariciones como
método de control social a través del miedo y el terror, desde dentro mismo
de las empresas y que continuaban en sus vidas cotidianas.
Acindar, Swift, Estexa, Celulosa y PASA (Petroquímica Argentina S.A.), despidieron
25.000 obreros industriales entre 1976 y 1989. Este fue el verdadero núcleo
de la desocupación de la zona. El objetivo de reprimir a la clase obrera para
desarticularla e implantar el terror por las fuerzas armadas, se cumplió.
El 24 de marzo de l976 los militares dan otro golpe de estado. Destituyeron
a Isabel Martínez de Perón. Asume una Junta Militar. Estos nombran al general
Jorge Rafael Videla como presidente de la Nación. Comenzaba una de las noches
más negras que haya padecido el pueblo argentino. Toda América Latina se plagó
de dictaduras militares genocidas. Estas se asociaron entre sí. Comenzaba un
neoliberalismo feroz, se implantaba a sangre y fuego. Por eso no hay que olvidar
que el neoliberalismo está asentado sobre el terror y la muerte. En la Argentina
es donde con mayor ferocidad se vivió la voracidad capitalista y la destrucción
de una sociedad.
Fuente: Villa Crespo Digital, 15 de octubre del 2008
“Felipe Vallese fue el primer militante peronista detenido desaparecido”
“Constituye la primera acción de represión ilegal y de desaparición forzada
por razones políticas ejecutada desde el Estado por los usurpadores del poder”,
destacó el Diputado.
El diputado nacional Juan Carlos Dante Gullo presentó un Proyecto de Resolución
para homenajear a Felipe Vallese, trabajador metalúrgico comprometido con la
lucha obrera y militante infatigable de la Juventud Peronista, a 48 años de
su secuestro y desaparición.
El Diputado Nacional propone “Conmemorar su lucha y con ella, la lucha de todos
los militantes de la resistencia peronista que desde el año 1955 en adelante
continuaron organizándose y enfrentando el accionar de los gobiernos de facto
que constantemente cercenaban los derechos de la clase obrera y que ejercían
una creciente represión hacia el movimiento peronista, al que proscribían rigurosamente
en cada proceso electoral convocado desde 1958 hasta 1973.
Comunicado CGT, agosto 1965. Clic
para ampliar
El Proyecto destaca que: El compañero Vallese se desempeñaba como obrero metalúrgico
y delegado del establecimiento donde trabajaba, la fábrica TEA. Consecuencia
casi obvia de ello, militaba en un grupo juvenil de la resistencia peronista,
junto a un grupo de militantes, cuando fue secuestrado en Capital Federal por
un grupo de la Unidad Regional de San Martín.
Junto a Vallese, fueron secuestrados su hermano mayor Italo, Francisco R. Sánchez,
Osvaldo Abdala, Elba R. de la Peña, Rosa Salas, Mercedes Cerviño de Adaro, Felipe
Vallese (h) de 3 años de edad y dos niñas de 8 y 10 años, hijas de una de las
detenidas. Todos fueron sometidos a las consabidas torturas mientras repiqueteaba
la pregunta “¿Dónde está Rearte?”. Como la emblemática pregunta “¿Dónde está
Tanco?” de la Operación Masacre de 1956, a Vallese lo interrogaban por el militante
de la Juventud Peronista Alberto Rearte. Su hermano Italo lo vio destrozado.
En la golpiza, Vallese debe haber muerto y su cuerpo ocultado. Felipe Vallese
nunca apareció, ni vivo ni muerto.
El caso de Felipe Vallese constituye la primera acción de represión ilegal y
de desaparición forzada por razones políticas ejecutada por un Estado gobernado
por usurpadores del poder, con las mismas características que después se convertirían
en una metodología sistemática llevada a adelante por el Terrorismo de Estado.-
PROYECTO DE RESOLUCION
La Honorable Cámara de Diputados,
RESUELVE:
1-Rendir su más sentido homenaje a Felipe Vallese, quien en vida fuera un destacado
trabajador metalúrgico comprometido con la lucha obrera y un militante infatigable
de la juventud peronista, en el 48º aniversario de su secuestro y desaparición
ocurrida el 23 de agosto de 1962.-
2-Conmemorar su lucha y con ella, la lucha de todos los militantes de la resistencia
peronista que desde el año 1955 en adelante continuaron organizándose y enfrentando
el accionar de los gobiernos de facto que constantemente cercenaban los derechos
de la clase obrera y que ejercían una creciente represión hacia el movimiento
peronista, al que proscribían rigurosamente en cada proceso electoral convocado
desde 1958 hasta 1973.
FUNDAMENTOS:
Sr. Presidente
Felipe Vallese puede ser recordado de diversas maneras. Por ejemplo, se lo puede
hacer como el primer desaparecido peronista en la Argentina, -o , en su caso,
como el segundo, si es que consideramos el secuestro del cadáver de Eva Duarte
de Perón como la primera experiencia en tal sentido-, que se convirtió en el
símbolo de la resistencia y el valor, ambas características de la juventud peronista,
que frente a la defensa de sus ideales no cedió en su lucha contra las dictaduras
que persiguieron y pretendieron infructuosamente exterminar al peronismo y a
sus militantes.
Cabe agregar al respecto que el cuerpo de Vallese jamás apareció y vale resaltar
la trascendencia de este hecho porque constituye la primera acción de represión
ilegal y de desaparición forzada por razones políticas ejecutada por un Estado
gobernado por usurpadores del poder, con las mismas características que después
se convertirían en una metodología sistemática llevada a adelante por el Terrorismo
de Estado.-
Otra forma de recordarlo, es hacer un repaso sintético de su vida:
Fue alumno, obrero y militante. Felipe Vallese nació el 14 de abril de 1940
en el barrio de Flores. Su padre era un humilde inmigrante italiano, dueño de
una verdulería y afiliado al MPE (Movimiento Peronista de los Extranjeros).
El joven vivió una infancia dolorosa. Cuando aún era pequeño, su madre fue internada
en una institución para enfermos mentales, pero lamentablemente su padre no
se pudo hacer cargo de su educación y lo internó desde los nueve hasta los 13
años en una especie de orfanato en Mercedes, provincia de Corrientes.
De regreso a Buenos Aires, Felipe y su hermano Ítalo ayudan a don Luis en el
negocio. En un momento difícil de la situación económica familiar, el muchacho
regresa a Corrientes y trabaja en las cosechas de algodón y lino. Pero tristemente
a los 22 años de edad, Felipe desapareció el 23 de agosto de 1962 en la calle
por entonces llamada Canalejas al 1700 - y que hoy lleva su nombre - a las 23:30,
en el barrio de Flores.-
El compañero Vallese se desempeñaba como obrero metalúrgico y delegado del establecimiento
donde trabajaba, la fábrica TEA. Consecuencia casi obvia de ello, militaba en
un grupo juvenil de la resistencia peronista, junto a un grupo de militantes,
siendo secuestrado en Capital Federal por un grupo de la Unidad Regional de
San Martín.
Junto a Vallese, fueron secuestrados su hermano mayor Italo, Francisco R. Sánchez,
Osvaldo Abdala, Elba R. de la Peña, Rosa Salas, Mercedes Cerviño de Adaro, Felipe
Vallese (h) de 3 años de edad y dos niñas de 8 y 10 años, hijas de una de las
detenidas. Todos fueron sometidos a las consabidas torturas mientras repiqueteaba
la pregunta “¿Dónde está Rearte?”. Como la emblemática pregunta “¿Dónde está
Tanco?” de la Operación Masacre de 1956, a Vallese lo interrogaban por el militante
de la Juventud Peronista Alberto Rearte. Su hermano Italo lo vio destrozado.
En la golpiza, Vallese debe haber muerto y su cuerpo ocultado. Felipe Vallese
nunca apareció, ni vivo ni muerto.
Las denuncias fueron masivas, y fue así que días después del hecho la evidencia
y los testimonios de los detenidos luego dados a conocer fueron terminantes:
Todo indicaba que los autores habían sido los miembros de la patota de la Unidad
Regional de San Martín que era comandada por el oficial principal Juan Fiorillo
quien fue identificado como el secuestrador de Felipe Vallese.-
El nefasto Fiorillo fue posteriormente integrante de la Triple A y la última
dictadura le ofreció la oportunidad para moverse como un pez en el agua. Actualmente
está señalado como responsable de más de cien casos de privación ilegal de la
libertad y torturas y de llevarse personalmente envuelta en una frazada a Clara
Anahí Mariani, una beba de cinco meses que sigue desaparecida. Por aquel entonces
el intento oficial de desmentir los sucesos se expresa en un comunicado formal
del jefe de Policía Bonaerense que, releído luego de 40 años, suena como un
lugar común: “Detenidos el 23 de agosto de 1962 en la localidad de José Ingenieros,
partido de Tres de Febrero, por una comisión del servicio de calle de la Unidad
Regional de San Martín, cumpliendo directivas de la superioridad para la prevención
y represión de actividades subversivas y disolventes, al mando de Juan Fiorillo”.
Así, la policía no incluía a Felipe Vallese entre los detenidos y quitaba la
Capital Federal como escenario del crimen. Un impensado elogio a lo mejor de
Vallese surge del mismo comunicado de la policía: “Los detenidos tenían abundante
propaganda peronista-comunista, panfletos cuyos títulos decían ‘Contra los préstamos
del F.M.I. que atentan contra la soberanía del país’ y ‘No queremos préstamos
que engorden a los enemigos del pueblo’. Firmados: Juventud Peronista”.
Suceden las gestiones públicas y judiciales y no se esclarece la suerte corrida
por Vallese. Diez meses después, en junio de 1963, La Fraternidad publica una
solicitada reclamando por la aparición de Vallese. El gran título es premonitorio
para la década siguiente: “¿Puede desaparecer una persona?”. El final del texto,
luego de reclamar enfáticamente por la aparición de Vallese, dice “medite quien
lea este alegato: mañana puede tocarle ‘desaparecer”.
El caso de Felipe Vallese es paradigmático por los elementos que lo componen:
las consignas políticas que como militante reivindicaba, su condición de víctima
de desaparición forzada e involuntaria, la impunidad de la Bonaerense de aquel
entonces, la aterradora precisión de quienes reclamaban por una desaparición
y la infinita lucha por mantener la memoria del desaparecido.
Por ello, este merecido homenaje en el 48º aniversario de su desaparición forzada
será sin duda acompañado por el resto de mis pares, a quienes convoco para la
aprobación de este proyecto.
Diputado Nacional
Juan Carlos Dante Gullo
Riobamba 71 4º
(0054-11) 6310-8138
privada.jgullo@diputados.gov.ar
www.dantegullo.com.ar
La increíble historia de Eduardo, el hijo de Felipe Vallese, primer desaparecido
de la historia política argentina
Por Daniel Enzetti
(15 de mayo 2011) Eduardo de la Peña es el hijo del histórico militante peronista,
quien por ser menor de edad al momento del nacimiento no pudo darle su apellido.
En esta entrevista cuenta cómo busca a su madre, a la que no conoce, y con la
cual Felipe tuvo un fugaz noviazgo antes que lo secuestraran en 1962, para no
aparecer nunca más.
Dice que se tuvo que desdoblar. Por un lado, en busca de los responsables de
la desaparición y muerte de Felipe Vallese, su padre, el mítico fundador de
la Juventud Peronista de los ’60. Por otro, para encontrar y conocer a su madre
biológica, una chica de 16 años que quedó embarazada de Felipe en 1958, y de
la que jamás se supo su nombre. Para eso, para verle la cara y conocer su identidad,
Eduardo de la Peña, que lleva el apellido de la madre adoptiva que lo crió,
hizo y hace de todo: habla con los pocos familiares que le quedan, se encuentra
con compañeros de militancia de Vallese, organiza charlas en sindicatos, y hasta
montó una muestra fotográfica sobre Felipe que exhibe en distintas instituciones,
con la esperanza de que alguien le pase algún dato que lo ayude.
“Me dediqué a investigar a fondo sobre mi propia vida desde que trabajo en la
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación –cuenta–, a partir de 2005. Siempre
había tratado de buscar elementos sobre mi viejo, sobre la familia, pero no
encontraba la punta del ovillo, por dónde arrancar. Después se me ocurrió lo
de las muestras fotográficas, que armé con un objetivo principal: encontrar
y conocer a mi madre biológica. Tengo la esperanza de que algún día, del grupo
de gente que ve la exposición y asiste a una charla, se levante alguien de la
silla y me grite ‘Eduardo, yo soy tu mamá’.”
–Vos tenías tres años el día que secuestraron a Felipe, en 1962. ¿Recordás algo?
–Sí, perfectamente. Durante un tiempo tuve una confusión, pensaba que lo habían
levantado de la casa de Paraguay y Montevideo, donde en realidad me llevaron
después de la desaparición. Pero Olga y Raquel, las chicas que me cuidaban en
ese momento, después me aclararon que el operativo fue en realidad en la casa
de Flores, donde vivíamos con otras personas, en Morelos 628.
–¿Qué imagen tenés de ese día?
–Son borrosas, pero pude reconstruirlas con el tiempo. Felipe tenía 22 años,
con un hijo chiquito, y alquilaba una pieza en una vivienda grande, donde habitaban
Agustín Adaro y su mujer Mercedes Cerviño, las hijas Olga y Moni, y además Elbia
de la Peña y su mamá Ofelia. Todos, en mayor o menor medida, militantes peronistas.
En 1958, un año antes de mi nacimiento, se había ido de su casa peleado con
Luis, su padre, un tano bastante duro que de sus cinco hijos siempre privilegiaba
a Ítalo, el mayor de los Vallese. Ese 23 de agosto de 1962 papá se levantó como
todos los días para ir a trabajar, y cuando caminaba a la altura del 1776 de
la calle Canalejas, hoy Felipe Vallese, lo cruzaron tres autos y lo secuestraron.
Minutos antes se había despedido de Ítalo, que iba a Plaza Francia a encontrarse
con la novia. Los tipos tenían todo estudiado, durante dos meses merodearon
el barrio y sabían cada movimiento. Los autos fueron a la plaza, se llevaron
a Ítalo, y después pasaron por Morelos a secuestrar a Elbia, Mercedes y Agustín.
Yo me quedé con los otros chicos, hasta que un mes y medio después liberaron
a todos menos a Felipe, que nunca más apareció. La policía disfrazó todo, dijo
que habían encontrado una célula terrorista.
–Vallese era muy joven, pero sin embargo ya aparecía como uno de los principales
impulsores de la Juventud Peronista.
–No sólo eso, sino que además fundó aquella Juventud al lado de personajes como
Envar El Kadri, Tito Bevilacqua o los hermanos Rearte.
Fue un momento muy activo para mi viejo, que de pintar casas pasó de repente
a trabajar en el sector metalúrgico en la fábrica TEA, de trafilado de hilos
de cobre, llevado por sus amigos Osvaldo y Beto Abdala. Aquella fue la primera
“juventud maravillosa”. Imaginate que había nacido en 1940, así que el golpe
de la Revolución Libertadora lo agarra a los 15 años, en plena efervescencia
militante. Papá fue a la Plaza de Mayo no porque lo arrastraron, sino porque
vio pasar a un montón de camiones por Flores y se le ocurrió preguntar qué ocurría.
“Lo quieren sacar al General”, le gritaron desde una ventanilla, y se colgó
del camión que iba atrás. En TEA era delegado gremial de la planta y había conseguido
varias conquistas, como hacer respetar los horarios de entrada y salida, actualizar
los jornales, contar con vestimenta y refrigerio, mejorar los sueldos y cobrar
en blanco. Pasó algo curioso: en su primer año de trabajo, los dueños de la
fábrica no querían saber nada con mi viejo, lo criticaban por ponerles a todos
los trabajadores en contra. Pero después se dieron cuenta de que las reivindicaciones
a los empleados resultaban beneficiosas, porque la gente, al estar mejor, producía
más y el negocio crecía. Al punto de que cuando lo secuestraron, los jefes de
TEA hicieron una conferencia de prensa donde se mostraron preocupados por el
caso, y prometieron guardar su puesto hasta su aparición.
–Las crónicas de la época hablan poco de vos, y absolutamente nada de la mujer
de Vallese. Ni siquiera aquellas investigaciones del periodista Pedro Barraza,
el primero que escribió sobre el secuestro. “Una piecita más chica servía de
habitación para Felipe y su hijito”, dice Barraza en una nota, pero nunca avanzó
sobre lo familiar. ¿Dónde está tu mamá?
–Mirá, en los últimos años me la pasé investigando mi propia vida, mis orígenes,
y me desdoblé: por un lado, tratando de llegar al fondo de lo que fue la desaparición
de Felipe. Ahora, el objetivo principal es encontrar a mi vieja. Por mis investigaciones
supe que conoció a una chica en el barrio de Belgrano, y que después de un noviazgo
relámpago la chica quedó embarazada. Pero había un tema importante: la diferencia
social entre mi viejo, de familia trabajadora, y ella, que tenía una posición
económica muy cómoda. Todo esto me lo fueron contando sus compañeros, sobre
todo Osvaldo y Beto. Y una mujer llamada María, que había conocido a mi papá
en esa época y estaba al tanto de varias cosas que le pasaban. Ahora me estoy
concentrando en sus amigos de la secundaria, para ver si me ayudan.
–¿Qué conocés de la familia de ella?
–Evidentemente a Felipe lo rechazaban, por esas diferencias sociales de las
que te hablaba, y ese rechazo se dio desde el embarazo. Mi viejo la visitaba
y todos lo trataban mal, sobre todo el padre de ella, que le llegó a ofrecer
plata para que se fuera y se “dejara de molestar”. También me enteré de otras
cosas: le dijeron que no se preocupara por la educación del bebé porque iba
a estar en los mejores colegios, y que no viera a mi mamá nunca más. Hasta que
Felipe se cansó. Antes de mi nacimiento le dijo a mi abuelo: “Estoy seguro de
que mi hijo va a ser varón. Cuando nazca lo voy a venir a buscar para llevarlo
a vivir conmigo. Si no lo entrega, lo voy a denunciar en todos los diarios.”
Y cumplió la promesa: cuando yo tenía tres meses fue a buscarme. Mamá era menor
de edad, tenía 16 años, y estaba absolutamente dominada por sus padres. Por
otro lado, me enteré que después del parto se la llevaron a vivir a los Estados
Unidos. A partir de ahí perdí el rastro.
–¿Supiste otras cosas?
–Pocas, porque durante mucho tiempo estuve bloqueado, paralizado. Del lado de
los hermanos de papá no conseguí nada; e incluso con Ítalo me llevo bastante
mal, ni siquiera me considera hijo de Felipe, y mucho menos su sobrino. Los
que sí me dieron una mano fueron Beto y Osvaldo, pero no mucho, porque mi viejo
era muy reservado y no contaba detalles de su vida ni a sus amigos más cercanos.
Por ellos me enteré de que Felipe me llevó a Morelos a los tres meses, que no
pudo darme su apellido porque también él era menor de edad, y que por eso la
que me crió fue Elbia. Mi partida de nacimiento marca como fecha el 13 de julio
de 1959, pero en realidad ese día fue cuando Elbia me anotó como hijo suyo en
el Registro. Ella ya sabía que Felipe iba a tener un hijo, y como él tenía miedo
de que me pasara algo por su actividad política, no dudó en ser mi madre adoptiva.
Lo de Elbia fue increíble, consiguió que una amiga partera constatara mi “nacimiento”,
y de esa manera protegerme.
–Antes explicabas que estuviste paralizado durante mucho tiempo. ¿Las ganas
de saber fueron graduales, o hubo algún hecho en particular que te movilizó?
–Nos mudamos a Versalles cuando tenía cinco años, y un día, revisando papeles,
un afiche me llamó la atención. Decía: “Vallese no aparece, un pueblo que estremece.”
Siempre me hacía preguntas: quién era mi papá, dónde estaba, por qué nunca venía
a las reuniones del colegio. Hasta que a los seis años, con un lenguaje que
trataba de ser claro, Elbia me dijo que ella no era mi mamá biológica, que mi
viejo era un militante peronista, y que lo habían secuestrado. Pero recién en
el colegio secundario tomé conciencia de quién era Felipe Vallese políticamente.
Y hablo de un momento jodido, pensá que la secundaria la hice entre 1973 y 1977,
gobierno de Isabel, Triple A, dictadura. Me iba enterando de cosas a cuentagotas,
y siempre me machacaba en la cabeza no saber dónde estaba mi vieja. Me deprimía
soportar el peso de un padre desaparecido y una madre a la que no conocía, y
la parálisis hacía que no me acercara a gente que había conocido a papá y que
por ahí me hubiera ayudado más. En 2003, cuando desde el Estado nacional se
empezó a impulsar con más fuerza toda la cuestión de los Derechos Humanos y
la historia reciente, me dieron ganas de saber más cosas. Pero sí, hubo un día
clave que me marcó: el 31 de mayo de 2006, cuando detuvieron a Juan Fiorillo
por el caso de la nieta de Chicha Mariani, y que también había estado implicado
en el secuestro de mi viejo.
–¿Qué pasó ese día?
–Yo trabajaba en un taller mecánico, y a la tarde estábamos con la televisión
prendida. Vimos una nota que hablaba de la responsabilidad de Fiorillo en el
caso de la nieta de Chicha, y también se hablaba de Vallese. Por supuesto eran
cosas que yo sabía, pero escuchar eso en ese momento fue terrible. Estallé,
al otro día renuncié al trabajo, me cambié y fui a sentarme a un banco de la
plaza que está frente al Congreso. De repente se me vino a la cabeza toda mi
infancia, y la carita de mi hija Nayla, que había nacido hacía poco tiempo.
Lo único que hice fue llorar, y preguntarme a mí mismo por dónde empezar a saber
quién era. Se trataba de cosas que venía juntando, sensaciones, sentimientos,
impotencia, dudas, y de repente explotaron. Hablé con Ricardo, uno de mis tíos,
que me contó algunas cosas. Y me encontré con María Zenzerovich, a la que Elbia
le tiraba las cartas, y conoció a mi papá en aquellas visitas a la casa de Morelos.
Pero soy consciente de que pasan los años, la gente se va muriendo, y cada vez
queda menos tiempo. A veces pienso que la esperanza es alguien que tenga la
intuición de que se va a morir, alguien que tiene el secreto guardado, y que
para quedarse tranquilo me llame un día y me cuente todo.
–¿Es verdad que una vez fuiste al programa televisivo Gente que busca gente?
–Sí, y agradezco lo que hicieron, pero no conseguí mayores datos. Incluso lo
entrevistaron a Félix Luna, y ni siquiera él sabía que Vallese había tenido
un hijo.
–¿Cuándo fue el momento en que estuviste más cerca de encontrar lo que buscás?
–Una tarde hablando con Osvaldo, íntimo de papá. Me llamó nervioso: “Eduardito,
vení que tengo que contarte algo, porque no voy a poder dormir.” A los pocos
minutos estaba tocándole el timbre. Recordó una conversación con Felipe, un
día cuando volvían de la fábrica. Mi viejo le dijo: “No sabés la macana que
me mandé… fulana de tal quedó embarazada.” La tristeza y la bronca que tenía
Osvaldo con él mismo era que no se acordaba cómo se llamaba la chica, y por
eso nunca me había dicho nada de ese encuentro, no quería que me hiciera ilusiones.
¿Sabés qué hice? Agarré un cuaderno viejo y escribí 250 nombres de mujer, se
lo llevé y le pedí que los viera uno por uno, para ver si eso lo ayudaba a recordar.
Pero no funcionó. Igual, la sigo buscando.