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Toni Negri comiendo asado en Argentina

   


Video de Freud presentándose en sociedad

 


Historia de EEUU por Michael Moore (fragmento de Bowling for Columbine)

 


Los comienzos del cine científico en Argentina


La ciencia en Flores

Por Alejandro Dolina

Los Refutadores de Leyendas han sostenido siempre que toda la Naturaleza puede expresarse en términos matemáticos. Lo poco que queda fuera no existe.
Axial, esta comparcia racionalista se ha esforzado, utilizando cifras, vectores y logaritmos, en representar cosas tales como el tango El Entrerriano o los celos de las novias de la calle Artigas,
Cuando fracasaban, simplemente declaraban superstición lo que no conseguían encuadrar en sus estructuras científicas.
Existía un minucioso catalogo de cosas inexistentes que se actualizaba cada año.
Allí figuraban los sueños, las esperanzas, el hombre de la bolsa, el alma, el ornitorrinco, el catorce de espadas, el Ángel Gris de Flores, el gol de Ernesto Grillo a los ingleses, la generala servida y la angustia.
Otra publicación venerada fue el desmesurado libro Un Amor axial de Grande, resultado del afán de medirlo todo. En ese trabajo no solo se otorgan valores numéricos a los colores, aromas y formas, sino también a las sensaciones espirituales más sutiles.
A lo largo de cien capítulos se establece la cantidad de adrenalina que produce un individuo antes de ser vacunado, el volumen que alcanzan las lagrimas de una madre a lo largo de su vida, la cantidad de cera que lleva en sus oídos el conjunto de habitantes de la ciudad de Buenos Aires (suficiente al parecer para lustrar todos los pisos del edificio de Obras Sanitarias), y la energía que se consume en un suspiro.
Algunos datos producen indignación en las almas sencillas: para esta gente la novela Madame Bovary consiste en una cierta mezcla de medio kilo de papel y un cuarto de litro de tinta. Los elementos químicos que componen al hombre son descriptos puntualmente con su precio en las farmacias de la zona. De este modo se llega a la conclusión que mas barato resulta un señor robusto que un velador.
No hace falta indicar el gran éxito obtenido por esta curiosa forma de evaluar el universo. Constantemente podemos oír en la radio las declaraciones de brillantes deportistas que manifiestan hallarse en un setenta y cinco por ciento, vaya a saber de que'. Los chicos preparan tablas de posiciones en
las que dan a entender que quieren primero a su madre, después a su padre en tercer lugar a la abuela, y en el cuarto -lejos- al tío Julián. Los boletines de calificaciones no son otra cosa que la versión escolar del pensamiento de los Refutadores. Aunque la descripción de la conducta de un alumno que no ha estudiado su lección, se reduce a un redondo cero. Por el contrario, un estudiante talentoso y perseverante será premiado no con un cariño ni con una frase estimulante, sino con un diez.
No se sabe si los Refutadores de Leyendas escribían cartas de amor, pero no seria extraño que sus más tiernas declaraciones consistieran en gráficos representativos del progreso de sus sentimientos.
Todo este arrebato cientificista no pudo menos que causar la repugnancia de los Hombres Sensibles de Flores, que confiaban más en las corazonadas que en la razón.
Como siempre ocurre, los excesos racionales generan desaforadas rebeliones románticas. Pero en el barrio de Flores esa rebelión no se manifestó únicamente a través del arte, sino que tuvo lugar - además- en el propio terreno científico.
La Sociedad de Científicos Sentimentales nació gracias al impulso del profesor Aurelio C. Frascarelli, quien harto de la deshumanización de las disciplinas científicas resolvió ponerle un poco de sangre al frío mundo de las raíces cuadradas y las cotangentes.
Este pensador delirante fundo la sociedad antedicha y editó un Manual de Ingreso que nunca se supo si era un libro de texto o una colección de intentos poéticos.
Las primeras innovaciones del manual son módicas. Se reducen a la redacción más emotiva de los problemas de regla de tres compuesta.

Transcribimos uno de ellos:
Problema 14: Doce hombres tristes tropiezan en un año con ciento seis desengaños. No se conocen entre si, pero sufren de un modo parecido. Pregunto entonces: ¿Cuantos desengaños padecerán ocho hombres tristes en seis meses?

Como se ve, lo novedoso consiste únicamente en reemplazar hortalizas por desengaños, y en ciertas declaraciones innecesarias como el mutuo desconocimiento y la tristeza de estos hombres. Pero conforme se avanza en la lectura del Manual se encuentran cosas más audaces. El Problema 187 es prácticamente una novela corta. La descripción psicológica del protagonista -un comerciante poco escrupuloso- esta bastante bien lograda.
Hay personajes laterales (un cuñado que busca un tesoro oculto) y una divertida pintura costumbrista de un almacén de barrio. La
pregunta final ("a cuanto deberá vender el kilo de arroz?") resulta insignificante al lado de otros interrogantes que no están escritos, pero si sabiamente sugeridos por el profesor Frascarelli: Tiene sentido la vida? Hay algún propósito en el universo? Cumplimos sin saberlo con algún plan divino
o diabólico?
A partir de la mitad del libro, el autor empieza a tomar partido arbitrariamente en arduas cuestiones matemáticas. Paralelamente se incorporan
juicios éticos y estéticos en la explicación de teoremas y postulados.
Se habla entonces de paralelepípedos atorrantes, de esferas traidoras, de ángulos aburridos y llega a decirse que el trapezoide es una figura que no merece ser tomada en serio.
Las cuestiones biológicas son en el Manual de Ingreso verdaderas fantasías. La vida del paramecio es un cuento de terror y Frascarelli llega a afirmar que las amebas son muy guardianas y fieles a sus amos.
La actividad de los Científicos Sentimentales no se reducía a la difusión del Manual. En los años de oro del barrio de Flores, muchos maestros románticos dieron clase en una academia privada de la calle Condarco.
Los alumnos padecían la misma locura que los profesores. Cada vez que se realizaba algún experimento en el gabinete de química, los jóvenes salían corriendo aterrorizados, mientras gritaban "cosa de Mandinga" o "el Diablo anda suelto".
El propio Frascarelli dirigía un grupo de investigación cuyos métodos provocaban el escándalo de los Refutadores. Creían, por ejemplo, en la búsqueda de la casualidad. Este criterio podría escribirse axial: sabiendo que muchos grandes descubrimientos se realizaron casualmente, parece una buena idea disimular el verdadero propósito de la investigación. Axial, cuando se quiere encontrar una estrella, se busca un microbio. Los resultados no fueron muy espectaculares, si bien Frascarelli se jactaba de haber hallado un específico que combatía el mal aliento, mientras buscaba la piedra filosofal.
En ocasiones, los científicos soñadores acudían a la búsqueda empírica y tomaban frascos de untura blanca, para ver que ocurría. Estas experiencias se anotaban en un cuaderno que ha sobrevivido a la Sociedad y en el que se refieren mas de mil quinientas locuras , que van desde comer pólvora hasta arrojarse al vació desde diferentes alturas para establecer los daños físicos y morales que, mas allá de los cuatro metros , solían traducirse en la muerte lisa y llana.

Hay que decir que aunque sus logros fueron pequeños, los propósitos de la Sociedad no tenían límites. Durante años trataron de hacer algún milagro. Buscaron la esmeralda que cura todas las enfermedades, el elixir de la eterna juventud, el polvo de Perlimpimpim, el jarabe del amor eterno y la llave de la sabiduria. Discutieron sobre la cuadratura del circulo y la inmortalidad del cangrejo y trataron de volver al pasado y visitar el futuro.
Todos saben que en el barrio del Angel Gris se destilaba el vino del olvido y el licor del recuerdo. Tambien se conocen perfectamente sus efectos y propiedades. Al parecer, lo que mataba era la mezcla.
Algunos mentirosos pretenden que estas maravillas fueron creadas por los Cientificos Sentimentales. Nada mas falso. El vino fue obra de los Amigos del Olvido, un club que proponia la abolicion del pasado. Y el licor es -sin duda alguna- un hallazgo de Manuel Mandeb, el polígrafo de Flores.
Tal como es fácil sospechar, los científicos románticos fueron derrotados por la predica incesante de los Refutadores de Leyendas.
Hoy todo el mundo rinde culto a la Ciencia Pura. Y se da una ilustre paradoja: los Refutadores no han hecho más que reemplazar a las viejas leyendas por otras más nuevas, mucho peores.
Los arquitectos razonables podrán dudar de la existencia del alma, pero suscribirán cualquier teoría sobre el átomo, los neutrones y los protones, con la mayor alegría.
No importa si entienden estas teorías. En realidad -como dice Sábato- el pensamiento científico parece tener mayor poder cuanto menos se lo comprende.

Por eso se suele decir:
-Que bien que habla este hombre...! No alcanzo a entender ni una sola de sus palabras.

Cuando un racionalista se pone supersticioso, no hay quien lo gane.
Todo parece indicar que el futuro pertenece a los Refutadores de Leyendas.
Tal vez por eso los miembros de esta entidad - la única que queda de las que existieron en los años dorados- se muestran tan optimistas con respecto a lo que vendrá.
Todos los adoradores del progreso nos pintan un porvenir lleno de veredas móviles que nos evitaran el esfuerzo de caminar, con maquinas invictas, con ríos domados, y vehículos cada vez mas veloces.
A las almas sencillas, la descripción de estos espantosos mecanismos les parece algo diabólico.
Porque en este proyecto de aparatos infalibles y formidables fuentes de energía no parece existir la menor preocupación por responder a alguna de las preguntas que el profesor Frascarelli supo insertar en su memorable problema 187.
La Sociedad Científicos Sentimentales era una locura. Pero tal vez hace falta un poco de locura entre tanta exactitud y precisión.
Serán buenos los cálculos y los teoremas inexpugnables, si es que se aplican a rombos, ángulos y cubos. Pero empiezan a fallar cuando se trata de personas.
Y a lo mejor esto constituye la más grande virtud del hombre, su toque divino. El último de los atorrantes de Flores es más interesante que una estrella, solamente porque su comportamiento no es previsible.
Nada de esto significa que debamos renunciar a la ciencia y su arsenal.
Que se sigan inventando licuadoras y tónicos contra el catarro. Dos mas dos son cuatro. Los Refutadores de Leyendas tienen razón. Pero nada más que eso: razón.
A mi no me alcanza.

Fuente: http://carmenlobo.blogcindario.com/2006/05/00353-la-ciencia-en-flores.html


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La aventura del conocimiento y el aprendizaje

Por Alejandro Dolina

La velocidad nos ayuda a apurar los tragos amargos. Pero esto no significa que siempre debamos ser veloces. En los buenos momentos de la vida, más bien conviene demorarse. Tal parece que para vivir sabiamente hay que tener más de una velocidad. Premura en lo que molesta, lentitud en lo que es placentero. Entre las cosas que parecen acelerarse figura -inexplicablemente- la adquisición de conocimientos.

En los últimos años han aparecido en nuestro medio numerosos institutos y establecimientos que enseñan cosas con toda rapidez: "....haga el bachillerato en 6 meses, vuélvase perito mercantil en 3 semanas, avívese de golpe en 5 días, alcance el doctorado en 10 minutos....."
Quizá se supriman algunos... detalles. ¿Qué detalles? Desconfío. Yo he pasado 7 años de mi vida en la escuela primaria, 5 en el colegio secundario y 4 en la universidad. Y a pesar de que he malgastado algunas horas tirando tinteros al aire, fumando en el baño o haciendo rimas chuscas.
Y no creo que ningún genio recorra en un ratito el camino que a mí me llevó decenios.

¿Por qué florecen estos apurones educativos? Quizá por el ansia de recompensa inmediata que tiene la gente. A nadie le gusta esperar. Todos quieren cosechar, aún sin haber sembrado. Es una lamentable característica que viene acompañando a los hombres desde hace milenios.
A causa de este sentimiento algunos se hacen chorros. Otros abandonan la ingeniería para levantar quiniela. Otros se resisten a leer las historietas que continúan en el próximo número. Por esta misma ansiedad es que tienen éxito las novelas cortas, los teleteatros unitarios, los copetines al paso, las "señoritas livianas", los concursos de cantores, los libros condensados, las máquinas de tejer, las licuadoras y en general, todo aquello que ahorre la espera y nos permita recibir mucho entregando poco.
Todos nosotros habremos conocido un número prodigioso de sujetos que quisieran ser ingenieros, pero no soportan las funciones trigonométricas. O que se mueren por tocar la guitarra, pero no están dispuestos a perder un segundo en el solfeo. O que le hubiera encantado leer a Dostoievsky, pero les parecen muy extensos sus libros.
Lo que en realidad quieren estos sujetos es disfrutar de los beneficios de cada una de esas actividades, sin pagar nada a cambio.

Quieren el prestigio y la guita que ganan los ingenieros, sin pasar por las fatigas del estudio. Quieren sorprender a sus amigos tocando "Desde el Alma" sin conocer la escala de si menor. Quieren darse aires de conocedores de literatura rusa sin haber abierto jamás un libro.
Tales actitudes no deben ser alentadas, me parece. Y sin embargo eso es precisamente lo que hacen los anuncios de los cursos acelerados de cualquier cosa.
Emprenda una carrera corta. Triunfe rápidamente.
Gane mucho "vento" sin esfuerzo ninguno.
No me gusta. No me gusta que se fomente el deseo de obtener mucho entregando poco. Y menos me gusta que se deje caer la idea de que el conocimiento es algo tedioso y poco deseable.
¡No señores: aprender es hermoso y lleva la vida entera!

El que verdaderamente tiene vocación de guitarrista jamás preguntará en cuanto tiempo alcanzará a acompañar la zamba de Vargas. "Nunca termina uno de aprender" reza un viejo y amable lugar común. Y es cierto, caballeros, es cierto.

Los cursos que no se dictan: Aquí conviene puntualizar algunas excepciones. No todas las disciplinas son de aprendizaje grato, y en alguna de ellas valdría la pena una aceleración. Hay cosas que deberían aprenderse en un instante. El olvido, sin ir más lejos. He conocido señores que han penado durante largos años tratando de olvidar a damas de poca monta (es un decir). Y he visto a muchos doctos varones darse a la bebida por culpa de señoritas que no valían ni el precio del primer Campari. Para esta gente sería bueno dictar cursos de olvido. "Olvide hoy, pague mañana". Así terminaríamos con tanta canalla inolvidable que anda dando vueltas por el alma de la buena gente.
Otro curso muy indicado sería el de humildad. Habitualmente se necesitan largas décadas de desengaños, frustraciones y fracasos para que un señor soberbio entienda que no es tan pícaro como él supone. Todos -el soberbio y sus víctimas- podrían ahorrarse centenares de episodios insoportables con un buen sistema de humillación instantánea.
Hay -además- cursos acelerados que tienen una efectividad probada a lo largo de los siglos. Tal es el caso de los "sistemas para enseñar lo que es bueno", "a respetar, quién es uno", etc.
Todos estos cursos comienzan con la frase "Yo te voy a enseñar" y terminan con un castañazo. Son rápidos, efectivos y terminantes.

Elogio de la ignorancia: Las carreras cortas y los cursillos que hemos venido denostando a lo largo de este opúsculo tienen su utilidad, no lo niego. Todos sabemos que hay muchos que han perdido el tren de la ilustración y no por negligencia. Todos tienen derecho a recuperar el tiempo perdido. Y la ignorancia es demasiado castigo para quienes tenían que laburar mientras uno estudiaba.
Pero los otros, los buscadores de éxito fácil y rápido, no merecen la preocupación de nadie. Todo tiene su costo y el que no quiere afrontarlo es un garronero de la vida.
De manera que aquel que no se sienta con ánimo de vivir la maravillosa aventura de aprender, es mejor que no aprenda.

Yo propongo a todos los amantes sinceros del conocimiento el establecimiento de cursos prolongadísimos, con anuncios en todos los periódicos y en las estaciones del subterráneo.

"Aprenda a tocar la flauta en 100 años".
"Aprenda a vivir durante toda la vida".
"Aprenda. No le prometemos nada, ni el éxito, ni la felicidad, ni el dinero. Ni siquiera la sabiduría. Tan solo los deliciosos sobresaltos del aprendizaje".

Fuente: http://www.compositum.com.ar/la-aventura-del-conocimiento-y-el-aprendizaje-2009-12-29.html


Historia Argentina

Entrevista a Hipólito Yrigoyen

Un reportaje de ultratumba

“CÉSAR TIEMPO ENTREVISTA A HIPÓLITO YRIGOYEN”

Fuente: La Opinión Cultura – Domingo 11 de marzo de 1973, pág. 11.

Cuatro décadas después de su muerte –acaecida a los 80 años, luego de gobernar el país durante ocho años–, Hipólito Yrigoyen respondió a un reportaje ante el poeta César Tiempo. Éste conoció a Yrigoyen –en vida– en 1921, en la casa que el entonces presidente habitaba en la calle Brasil 1039, en Buenos Aires. Ahora, en base a los apuntes obtenidos entonces, y a un profundo conocimiento de la psicología del caudillo radical, construyó un reportaje actual, “de ultratumba”, según lo califica el poeta. El texto, que se anticipa parcialmente a continuación, forma parte de su libro El enamorado levantino y otras biografías de ultratumba, que Peña Lillo Editor distribuirá las próximas semanas en las librerías del país.
GOLPEAMOS con los nudillos en la puerta de su amagatorio y sale a recibirnos él mismo. Lo primero que llama la atención es su corpulencia, que recuerda la de José Hernández. Después los ojos, de un color semejante a una disolución concentrada de sulfato de cobre, la frente alta y apenas combada, las manos pequeñas, las sienes abiertas, las cejas largas y descuidadas, el bigote ralo, la barbilla redondeada en los ángulos, profundos los arcos cigomáticos y, conformando el todo, una máscara de rasgos curiosamente orientales cuya procedencia es inútil rastrear en un mundo promiscuo como el que heredamos.
Horacio Oyhanarte, que fue su Canciller –el más joven de los cancilleres argentinos después de Carlos Florit– lo llamó “el Hombre”, sus adversarios los políticos, y aun algunos de sus correligionarios, lo llamaban “el Peludo”, y no precisamente por su abundancia capilar sino por su amor al aislamiento, a no salir nunca de su cueva como el dasipódido de marras. Cuando bajamos la vista nos sorprende descubrir que calza botines con elástico como los compadritos del 900.
Todos saben que Yrigoyen fue dos veces Presidente de la República. Su segundo período fue abruptamente interrumpido por un movimiento encabezado por un militar que, cuarenta años atrás, siendo un joven oficial, había participado junto a aquél en la revolución del ’90. En la misma revolución –la del Parque–, hicieron sus primeras armas Juan B. Justo. Lisandro de la Torre, Nicolás Repetto y Marcelo de Alvear. John Gunther en Incide Latin America afirma que Yrigoyen fue el primer hombre genuino del pueblo que ocupó la presidencia de un estado sudamericano.
Nació un día 13, como Enrique Heine, Almafuerte, Leopoldo Lugones, Vivekananda, Lázaro Carnot, Gustavo Módena, Lucio V. López y otros ejemplares fuera de serie. También un día 13 se descubrió providencialmente un yacimiento petrolífero en nuestro país y otro 13 se promulgó la Ley Sáenz Peña para desesperación de la timocracia criolla. Yrigoyen creía en la poesía de la superstición pero, por las dudas, decía que había nacido un 12 y no el 13 de julio de 1852, en una casa de la calle Federación, hoy Rivadavia y Matheu, próxima a los Corrales de Miserere y en el día de San Anacleto (13 de julio), fecha en la que recibía habitualmente el saludo de sus amigos y familiares. Buenos aires tenía entonces 76.000 habitantes.
Su padre fue un vasco francés cuya especialidad era cuidar caballos. Una especie de albéitar y mano santa, ducho en exorcismos y pases mágicos. Uno de sus clientes, don Leandro N. Alem, el líder romántico de la Unión Cívica, un almacenero que tenía pingos de carrera en sociedad con Juan Manuel de Rosas, fue fusilado públicamente y luego colgado de una horca. Marcelina Alem, la hija del mismo y hermana de Leandro N., terminó casándose con Martín Yrigoyen. De este matrimonio nació Hipólito, el hijo de la luna de miel.
Fue Yrigoyen el jefe de un partido que, según todas las apariencias no hubiera podido llegar nunca al poder. Llegó. “Suyo fue el impulso”, señaló Waldo Frank, “que reunió a un pueblo por vez primera para crear una nación que no fuese ni de Europa ni de los Estados Unidos, sino ella misma”.
El caudillo nos recibe en una habitación altísima, de paredes desnudas y me hace tomar asiento junto a una gran mesa de madera de algarrobo, desnuda como las paredes y el piso.
–¿Qué quiere saber? –me pregunta sentándose a mi lado.
–Muchas cosas. Pero, ante todo, ¿cómo puede vivir tan solo?
–¿Quién le dijo que vivo solo? Estoy más poblado y acompañado que nunca.
–¿Está satisfecho con lo que hizo como hombre público?
–Hice más de lo que puede, menos de lo que quise.
–¿Cuál es para usted el objeto más digno de la atención del hombre?
–La felicidad de sus semejantes.
–¿Ha desconfiado alguna vez de alguien?
–Casi nunca. Por eso me fue como me fue. Hay mucho felón en el mundo, mucho trapisondista, mucho adulón que nos galopa al costado hasta que consigue lo que se propuso y después nos asesta una puñalada trapera. Cierta vez vino a verme un general escabioso a pedirme que hiciera nombrar abogado del Banco Hipotecario a un hijo suyo. Accedí a sus deseos. Cuatro semanas después me hacía una revolución…
–¿Puede citarme el nombre de algún adversario político a quien usted hubiera sentado a su mesa?
–Sentado a mi mesa, ninguno. Recordando ahora, a través del tiempo, con respeto, no sólo uno sino tres: Carlos Pellegrini, Juan B. Justo y Lisandro de la Torre. Tres varones en todo el tiro de la persona.
–¿A quiénes detesta?
–A los ojizainos, a los palanganas, a los cachafaces. Abundan.
–¿Cree usted en la distribución de la riqueza?
–Sí, es terrible que haya hombres ricos y hombres pobres, que haya niños ricos y niños pobres me parece horrible.
–¿Qué necesita nuestro país para seguir adelante?
–Mucho gobierno.
–Si no es indiscreción, ¿podía saber qué es lo que hizo cuando supo que había sido elegido Presidente de la República?
–Llamé al dueño de la casa que ocupaba en la calle Brasil y le pedí que me rebajara el precio del alquiler pues desde ese momento debía abandonar todos mis asuntos particulares y estaba seguro de no ganar suficiente para pagarlo.
–¿Se lo rebajó?
–Me ofreció otra casa más confortable en la calle Callao, ofrecimiento que rechacé. Si me vería en figurillas para pagar el alquiler de aquélla. ¿Cómo iba a arreglármelas para pagar el de ésta?
–El 1° de mayo de 1917, cosa insólita en usted, se permitió el lujo de asomarse a los balcones de la Casa Rosada, actitud que no volvió a repetir, ¿tuvo alguna razón especial?
–Me obligaron a asomarme. Siempre fui enemigo de las actitudes espectaculares y electorales. Al pueblo no hay que asestarle discursos, hay que conversar con él. Y conversar desde un balcón es imposible.
– “El hombre, dice Talmud, debe pertenecer siempre a los perseguidos, y no a los perseguidores”. ¿Está de acuerdo?
–El día que en el mundo no haya más perseguidos ni perseguidores se habrá hecho la social justicia sobre la tierra. Hasta entonces seguiremos siendo esclavos de la iniquidad.
–Ayer ignorábamos que existiese la electricidad, esa alma de la materia- pasamos insensiblemente de la era atómica a la era cósmica en el espacio insignificante de pocos años. La ciencia ha logrado, en Ciudad del Cabo, transplantar corazones humanos. Pero el hombre sigue siendo el mismo desposeído. ¿Quién cuida de él?
–Todo lo que se va descubriendo sirve de sonda para lo que aún se ignora. Es cierto que el mundo actual está en crisis. Pero nuestro país está lleno de riquezas. Carecemos de capital humano. Para tres millones de kilómetros de extensión contamos con una población ínfima y, lo que es más grave, mal distribuida. Es necesario que se vuelquen sobre nuestro territorio grandes contingentes humanos. Cuando tengamos los cien millones de habitantes laboriosos que preconizaba Sarmiento, nos convertiremos en el emporio del mundo.
–¿Y todas las energías que sufren entretanto en el fondo de una sociedad incapaz de encauzarlas?
–Los que mandan deben empezar por reconocer que el trabajo es sagrado. Lo mismo que debería serlo el acceso a todas las fuentes de producción. También deben reconocer los que tienen el poder que disponer de las riendas no implica poseer el monopolio de la infalibilidad. La prepotencia no es buena consejera. Piense que estamos pagando la chapetonada de haber sigo durante años los inquilinos de la improvisación. El trabajo de los hombres se ha hecho triste. No es seguro, no es provechoso, no es firme, no tiene porvenir.
–Me va a permitir, doctor Yrigoyen, que le repita una pregunta que le formuló en cierta ocasión nuestro amigo Silvano Santander: ¿fue usted espiritista?
–Siempre fue espiritualista, no espiritista. Pero la confusión no obedece a razones intelectuales sino accidentales. Resulta que en la época en que buscábamos la redención nacional desde el llano yo tenía que burlar la vigilancia que ejercían las pesquisas sobre mi persona. En la vieja casa de la calle Brasil 1039 tenía varias salidas estratégicas. Una de ellas daba a la sede de la Asociación Teosófica Constancia que presidía mi amigo, el doctor Cosme Mariño. Gracias a la casa de los espiritistas evité encuentros molestos y pude realizar lo que me proponía. Cuando llegamos al poder hice de mi peculio una donación y los amigos de la sociedad teosófica dieron mi nombre a una de las salas. Eso fue todo.
–Pero, ¿usted cree en los espíritus?
–Quien debe creer es usted, amigo, que está hablando en estos momentos con el mío.
–Cuando usted asumió el poder era un hombre rico, sin embargo no defendió los intereses de la casta económicamente más poderosa y, no sólo eso, hizo sancionar una notable cantidad de leyes a favor de la clase obrera y dispuso para siempre que el 1° de mayo, día de los trabajadores, fuese feriado. ¿Demagogia?
–Los pobres constituyen la más vieja nobleza del mundo. La única ante la que supe inclinarme.
–¿Cómo definiría la revolución del ’90?
–Un sueño que quiso destruir una pesadilla.
–Durante veinticinco años donó usted, doctor Yrigoyen, sus sueldos de profesor a una sociedad de beneficencia, como donó más tarde sus emolumentos de presidente de la Nación, en carta que tengo a la vista, dirigida a la señora Elena Napp de Green, ¿por qué lo hizo?
–Enseñar es una de las mayores satisfacciones a que puede aspirar un ser humano; gobernar es el mayor honor y la más alta responsabilidad que se le confiere a un hombre. Percibir dinero por hacerlo era una ofensa que no podía inferir a mi dignidad. Uno de los pocos libros que leí durante mi exilio fue El sayal y la púrpura, del escritor Eduardo Mallea. En la página 10 del mismo nos hace justicia.
Don Hipólito se alza, va hacia un mueble, abre uno de los cajones y extrae un libro que nos acerca.
Leemos. Mallea dice así: “Sobrevino un estado de pureza cívica. Y una gran seriedad de conciencia culminó en 1916 con el advenimiento de un gobierno austero y popular. Era una cuestión de limpieza y honor. Era un movimiento de conciencias, de corazones, de almas. Era un estado de nobleza colectiva, de salud nacional”.
–Una de las originalidades de Yrigoyen, escribió a su vez José Gabriel, que no fue radical, en su libro Bandera Celeste, fue la designación que hizo de hombres jóvenes para el desempeño de cargos públicos de consideración. ¿Esa fue una actitud premeditada o mera simpatía por los muchachos?
–Siempre creí en los jóvenes. Recuerdo haber leído que Galileo tenía 17 años cuando entró en la catedral de Pisa y observó que las lámparas pendientes del techo por las largas cadenas tenían un movimiento de oscilación. Y se preguntó de repente si ese movimiento bien fuera corto o largo, no se efectuaría en el mismo tiempo. Probó esta hipótesis contando los latidos de su pulso, pues este era el único reloj que llevaba consigo. El reloj de péndulo de precisión fue uno de los resultados del descubrimiento de Galileo. No se puede resolver un problema si no se sabe siquiera si ese problema existe. Hay que saber interrogar. Y los jóvenes son los que mejor saben hacerlo. Los jóvenes preguntones son los que me han ayudado a resolver los problemas más difíciles.
–¿Cuál es para usted la mayor demora del país?
–El latifundio. Además constituir el obstáculo más insalvable al progreso, es el origen de profundos males sociales cuyas consecuencias gravitan directamente sobre la vida nacional.
–¿Por qué no terminó con él cuando tuvo el poder en sus manos?
Yrigoyen no contesta. Nos toma de un brazo y nos acompaña afectuosamente y silenciosamente hasta la puerta. Antes de despedirnos nos dice:
–¿Volverá? Cada día que pasa viene menos gente a visitarme.
Nos dio la impresión de que apretaba los párpados para retener una lágrima. ¿O fue culpa de la mucha luz amontonada en la calle, acechándolo?

Fuente en Internet: www.elhistoriador.com.ar


La Crisis según Einstein...

Crisis. No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo.
La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.
Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.
Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar "superado".

Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.

El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos.
Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.

Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro.

Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.

Fuente: http://carmenlobo.blogcindario.com/2010/07/01509-la-crisis-segun-einstein.html


Semblanza de Marx y Engels*

1.
La aportación individual más decisiva en toda la historia del pensamiento socialista es la de Karl Marx (1818-1883). Nacido en Tréveris, a orillas del Mosela, era descendiente de una familia de rabinos judíos, pero su padre había roto con esa tradición y había además abandonado la religión hebrea para poder entrar en la sociedad burguesa gentil. Tal fenómeno no era insólito en la Alemania de aquel entonces, pues ésta era la única manera de encontrar plena aceptación social. Aunque Marx se crió, pues, en el seno de una familia hipotéticamente cristiana, las tradiciones culturales del judaísmo son una parte sustancial de su formación. Hasta el momento de entrar en la universidad, Karl Marx recibió una educación liberal burguesa. El vecino y amigo de la familia, el barón Ludwig von Westphalen, sin embargo, dio a conocer al muchacho algunas ideas revolucionarias, en especial las de Saint-Simon. Marx se enamoró de su hija, Jenny von Westphalen, y se prometió con ella a los dieciocho años. Esta mujer, magníficamente educada por su padre, sería la infalible compañera y colaboradora de Marx durante toda su vida.

2.
En 1818, Marx se encontraba en la Universidad de Bonn, donde llevó una vida estudiantil particularmente agitada -escribió poemas, fue sancionado por .la autoridad académica y se batió en un duelo- tras la cual se trasladó a la Universidad de Berlín orientado por su padre. Éste le ordenó que estudiara derecho, cosa que hizo, aunque lo fue sustituyendo por la filosofía. En la capital de Prusia, Karl Marx cambió de hábitos, leyó vorazmente y alternó poco, mientras seguía escribiendo versos de romántica intensidad y de calidad mediocre. Marx se graduó en Berlín en 1841, a los dos años de morir su padre, y casó, en 1843, con Jenny von Westphalen.

3.
Durante sus años de estudio sufrió la influencia de la filosofía idealista alemana en su versión hegeliana. pero también la de varios de sus discípulos que la utilizaban revolucionariamente. Tal era el caso de David Friedrich Strauss, cuya Vida de Jesús apareció en 1835; en ella afirmapa Strauss que los Evangelios eran mitos por los que se expresa el Volksgeist o espíritu del pueblo. Bruno Bauer (1809-1882), que en 1840 iba un paso más allá, los calificaba de documento falsificado. Marx entró a formar parte de un club del que era miembro Bauer, en el seno del cual surgió el movimiento llamado de los jóvenes Hegelianos. estos intentaban aplicar la filosofía de Hegel desproveyéndola, sin embargo, de la Idea Absoluta, que ellos consideraban una abstracción inasible.

4.
Mientras tenía lugar esta revisión filosófica, los acontecimientos políticos agravaban la situación intelectual. Federico Guillermo IV reforzaba la censura, obligando con ello a muchos escritores a parar mientes en las condiciones sociales. Con ese motivo Marx escribió su primer artículo de calidad: un ataque mordaz contra la censura prusiana. Su horror contra la opresión de la libre circulación de las ideas no le abandonaría ya. Acto seguido comenzó a escribir para la Rheinische Zeitung o Gaceta Renana, un periódico liberal que se publicaba en Colonia, el centro industrial del Rin donde la burguesía luchaba contra el catolicismo feudal.

5.
Director, al final, de la Gaceta, Marx se tuvo que enfrentar con problemas de política práctica para los que no le había preparado Berlín. Así, tuvo que defender a los campesinos que iban a las tierras comunales a hacer leña y a quienes se quería privar de tal derecho, o analizar las causas de la miserable situación de los viñadores del Mosela. A los cinco meses, la Gaceta Renana era suspendida por orden de la autoridad. En virtud de este evento, Marx volvió a replegarse en el estudio de la filosofía, en especial la filosofía religiosa de su época universitaria. La lectura de La esencia del cristianismo de Ludwig Feuerbach le llevó a atacar toda la cuestión desde la raíz, y a hacer sus primeras generalizaciones importantes acerca de la naturaleza humana.

6.
Siendo aún Marx director de la revista, vino a verle un joven comunista, hijo sin embargo de un fabricante renano, llamado Friedrich Engels (1820-1891). Engels había nacido en Barmen, y había visto desde pequeño cómo funcionaban las máquinas de las fábricas textiles y también la miseria del incipiente proletariado alemán. El moralismo calvinista de su padre no influyó poco en su reacción de rebeldía contra la situación creada por el capitalismo. En realidad, a Engels le costó un penoso esfuerzo librarse del intenso pietismo calvinista de su familia, pero cuando encontró a Marx, había ya alcanzado conclusiones revolucionarias más radicales que las que a la sazón profesaba éste. Por otra parte, poseía una experiencia universitaria hasta cierto punto similar. Había pasado una época romántica, de poeta y escritor, y había estudiado en Bremen, haciendo su servicio militar en Berlín, donde había frecuentado el mismo grupo de Jóvenes Hegelianos que Marx. Mas la entrevista con Marx fue fría y, después de ella, Engels partió para Manchester, donde su padre poseía una fábrica textil.

7.
Engels llegó a Manchester en medio de una crisis muy fuerte de la industria, al poco tiempo del final del Cartismo y cuando una oleada de pobreza y mendicidad asolaba al país. Engels decidió estudiar la situación, fruto de cuyo afán sería su importante libro La condición de la clase trabajadora en Inglaterra en 1844. Ello no le impidió entrar en relaciones amorosas con una obrera irlandesa, Mary Burns, quien deseaba la independencia de su país (y con la que viviría, sin casarse, al considerar que el matrimonio era una institución burguesa). Mientras tanto, Marx y su esposa Jenny habían partido para París, en 1843. Allí se editaban los Anales francogermanos (Deutsch-Französische Jahrbücher), en los que colaboraba Marx. Éste leyó en un número un interesante ensayo de Engels contra los economistas clásicos, en el que los tachaba de hipócritas y pseudocientíficos. Marx comenzó a escribir a Engels y a estudiar, muy seriamente, la economía política liberal en sus clásicos, sobre todo a Ricardo y Smith. Cuando Engels pasó por París camino de Barmen, la similitud de sus ideas con las de Marx cimentó la más duradera, firme y fructífera de las amistades.

* Salvador Giner, "Historia del pensamiento social", L.5, c.III, 1, ed. Ariel, Barcelona, 1982

Fuente: http://www.webdianoia.com/contemporanea/marx/marx_cur.htm


Si los tiburones fueran hombres

Por Bertolt Brecht

-Si los tiburones fueran hombres -preguntó al señor K. la hija pequeña de su patrona-, ¿se portarían mejor con los pececitos?

-Claro que sí -respondió el señor K.-. Si los tiburones fueran hombres, harían construir en el mar cajas enormes para los pececitos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto plantas como materias animales. Se preocuparían de que las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían todo tipo de medidas sanitarias. Si, por ejemplo, un pececito se lastimase una aleta, en seguida se la vendarían de modo que el pececito no se les muriera prematuramente a los tiburones.
Para que los pececitos no se pusieran tristes habría, de cuando en cuando, grandes fiestas acuáticas, pues los pececitos alegres tienen mejor sabor que los tristes. También habría escuelas en el interior de las cajas. En esas escuelas se enseñaría a los pececitos a entrar en las fauces de los tiburones. Estos necesitarían tener nociones de geografía para mejor localizar a los grandes tiburones, que andan por ahí holgazaneando. Lo principal sería, naturalmente, la formación moral de los pececitos. Se les enseñaría que no hay nada más grande ni más hermoso para un pececito que sacrificarse con alegría; también se les enseñaría a tener fe en los tiburones, y a creerles cuando les dijesen que ellos ya se ocupan de forjarles un hermoso porvenir. Se les daría a entender que ese porvenir que se les auguraba sólo estaría asegurado si aprendían a obedecer. Los pececillos deberían guardarse bien de las bajas pasiones, así como de cualquier inclinación materialista, egoísta o marxista. Si algún pececillo mostrase semejantes tendencias, sus compañeros deberían comunicarlo inmediatamente a los tiburones.
Si los tiburones fueran hombres, se harían naturalmente la guerra entre sí para conquistar cajas y pececillos ajenos. Además, cada tiburón obligaría a sus propios pececillos a combatir en esas guerras. Cada tiburón enseñaría a sus pececillos que entre ellos y los pececillos de otros tiburones existe una enorme diferencia. Si bien todos los pececillos son mudos, proclamarían, lo cierto es que callan en idiomas muy distintos y por eso jamás logran entenderse. A cada pececillo que matase en una guerra a un par de pececillos enemigos, de esos que callan en otro idioma, se les concedería una medalla al coraje y se le otorgaría además el titulo de héroe. Si los tiburones fueran hombres, tendrían también su arte. Habría hermosos cuadros en los que se representarían los dientes de los tiburones en colores maravillosos, y sus fauces como puros jardines de recreo en los que da gusto retozar. Los teatros del fondo del mar mostrarían a heroicos pececillos entrando entusiasmados en las fauces de los tiburones, y la música sería tan bella que, a sus sones, arrullados por los pensamientos más deliciosos, como en un ensueño, los pececillos se precipitarían en tropel, precedidos por la banda, dentro de esas fauces. Habría asimismo una religión, si los tiburones fueran hombres. Esa religión enseñaría que la verdadera vida comienza para los pececillos en el estómago de los tiburones. Además, si los tiburones fueran hombres, los pececillos dejarían de ser todos iguales como lo son ahora. Algunos ocuparían ciertos cargos, lo que los colocaría por encima de los demás. A aquellos pececillos que fueran un poco más grandes se les permitiría incluso tragarse a los más pequeños. Los tiburones verían esta práctica con agrado, pues les proporcionaría mayores bocados. Los pececillos más gordos, que serían los que ocupasen ciertos puestos, se encargarían de mantener el orden entre los demás pececillos, y se harían maestros u oficiales, ingenieros especializados en la construcción de cajas, etc. En una palabra: habría por fin en el mar una cultura si los tiburones fueran hombres.

Fuente: Bertolt Brecht, Historias de Almanaque, Barcelona, Editorial Alianza, 1975.
Fuente digital: www.elhistoriador.com.ar

Relacionado: Bertold Brecht - Galileo Galilei


Última entrevista televisiva realizada a Groucho Marx (1973)


Las fotografías que estremecieron a la tiranía de Fulgencio Batista

Por Jorge Oller Oller

Las fotografías de Fidel Castro vivo combatiendo en la Sierra Maestra y con el periodista Herbert Matthews entrevistándolo, publicadas en el diario New York Times a finales de febrero de 1957, estremecieron al dictador Fulgencio Batista y fueron el palo periodístico más grande de su época.

Ello fue posible gracias a la astucia de un pequeño grupo de jóvenes revolucionarios que burlando la estrecha vigilancia de los servicios secretos batistianos organizaron la reunión, el aseguramiento y el traslado del periodista Matthews desde su llegada a La Habana hasta Manzanillo. Después, en jeep y a pie atravesaron las líneas enemigas para encontrarse con el Jefe Rebelde en las estribaciones de la Sierra Maestra. Terminada la entrevista regresaron al periodista a su país sano y salvo, con su libreta de notas y un rollo de película impresionado con las imágenes de un reportaje que sería famoso.

Unas semanas antes, el 2 de diciembre de 1957, Fidel Castro y su pequeño ejército de ochenta y dos hombres habían desembarcado en la costa de Las Coloradas, en la antigua provincia de Oriente, con el propósito de derrotar la feroz tiranía de Batista. La dictadura, movilizó a tres mil soldados, decenas de aviones y unidades navales para aniquilar aquel puñado de valientes que vestían el uniforme verde olivo. Y casi lo logran, porque al tercer día fueron sorprendidos en Alegría de Pío por las tropas batistianas y ferozmente bombardeados y ametrallados por la aviación. Unos murieron en el ataque, otros fueron hechos prisioneros (la mayoría asesinados después de su captura) y el resto pudo dispersarse en pequeños grupos por los montes aledaños.

Los jefes militares de Batista creyeron que nadie había escapado con vida de aquel infierno y si alguien lo hubiera logrado, no le quedaría ganas de continuar la lucha, así que pregonaron con bombo y platillo la muerte de Fidel y el exterminio de la guerrilla. Ningún periodista pudo verificar la información porque desde los sucesos revolucionarios del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, previos al desembarco del Granma, la prensa fue sometida a una férrea censura impuesta por la dictadura y sólo podía publicar las capciosas noticias que emitía el Buró de Prensa Militar o la Oficina de Prensa del Palacio Presidencial. Charles Mc. Carthy corresponsal de la agencia norteamericana de noticias United Press Internacional se hizo eco de los rumores y mentiras oficiales y transmitió al mundo la falsa noticia de la muerte de Fidel.

Sin embargo, varios jóvenes revolucionarios lograron evadir aquel mortífero cerco entre ellos Fidel y Universo Sánchez quienes con sus armas se internaron en los montes contiguos a Alegría de Pío. Faustino Pérez que había perdido el fusil durante el combate los encontró y se unió a ellos. Después de trece días de penosas jornadas, Fidel, Faustino y Universo llegaron a un lugar conocido por Cinco Palmas donde campesinos amigos los reunieron con otro grupo, el de Raúl Castro, Ciro Redondo, Efigenio Ameijeiras, Armando Rodríguez y René Rodríguez. Luego del emocionante encuentro, los apretados abrazos y la alegría incontenible, Fidel le preguntó a su hermano -¿Cuantos fusiles traes? y Raúl respondió: - Cinco. El Jefe de la Revolución, sorprendió a todos con esta histórica frase de suprema confianza en el triunfo:- ¡Y dos que tengo yo, son siete! ¡Ahora si ganamos la guerra!

El día 21, se unió otro grupo más de expedicionarios que venía al mando de Juan Almeida e integrado por el Che, Camilo Cienfuegos, Ramiro Valdés, Reinaldo Benítez, Pancho González, Pablo Hurtado y Rafael Chao. También se incorporaron a la guerrilla algunos campesinos animados por los ideales de Fidel. Ya sumaban una veintena de combatientes y se dispusieron a presentar batalla, medir fuerzas y vencer. El 17 de enero a las 2 y 30 de la madrugada atacaron el cuartel de La Plata. Dos horas más tarde rindieron el lugar aprovisionándose de armas, municiones y alimentos. Era el primer triunfo de Fidel y sus bisoños rebeldes en la Sierra Maestra.

Cinco días más tarde, el 22 de enero, la guerrilla obtuvo otra victoria al emboscar y aniquilar la vanguardia de la columna del teniente Ángel Sánchez Mosquera que venía persiguiéndolos. Estas dos victorias fueron muy importantes para la pequeña tropa pero no se divulgó a causa de la censura.

Era imprescindible que el pueblo conociera la verdad y supiera que Fidel y los rebeldes estaban vivos, activos y obtenían victorias que la tiranía callaba. Con ese fin el 23 de enero de 1957 Fidel envió a Faustino Pérez a La Habana con la misión de que subiera algún periodista a la Sierra. Faustino habló con Sergio Carbó, director de Prensa Libre, y con Miguel Ángel Quevedo, de Bohemia, pero ambos se mostraron escépticos. El gobierno batistiano había prorrogado la censura de la prensa y no permitía publicar ninguna noticia de los rebeldes so pena de represalias gubernamentales.

Como esa vía estaba vedada se dispusieron a encontrar a un periodista extranjero que estuviera dispuesto a emprender la tarea y publicar la noticia en otro país.

Faustino supo que el destacado economista Felipe Pazos conocía a Ruby Hart Phillips corresponsal del New York Times en La Habana y a través de su hijo Javier, miembro del Movimiento, le pidió su colaboración. El lunes 4 de febrero Ruby Hart fue a la oficina de Felipe Pazos en el edificio Bacardí para escuchar de Faustino Pérez, René Rodríguez y Javier Pazos la noticia de que Fidel vivía y estaba dispuesto a recibir a un periodista en la Sierra. Ruby se ofreció de inmediato, pero la convencieron de que era una empresa demasiado difícil y peligrosa para una mujer. Ella lo comprendió y les aseguró que alguien de su periódico vendría rápidamente. Al llegar a su oficina telefoneó a Herbert Matthews, jefe de la plana editorial del diario, y en jerigonza periodística le dio a entender la importante y exclusiva noticia.

Matthews tenía una envidiable historia profesional. Fue corresponsal de guerra en Abisinia [Etiopía] y España, se destacó por sus trascendentales reportajes y alcanzó importantes premios periodísticos entre ellos el "John Moors Cabot", que le otorgó la Universidad de Columbia. Su sagacidad periodística le indicó que la noticia a que se refería Ruby Hart debía ser una tremenda historia y decidió venir el mismo. El 9 de febrero Matthews y su esposa Nancy llegaron a La Habana y se hospedaron en el hotel Sevilla.

Mientras Faustino y sus compañeros preparaban cuidadosamente el viaje a la Sierra en coordinación con Celia Sánchez, Matthews se informaba de la situación que atravesaba el país conversando con representantes de distintos sectores sociales, económicos y políticos, estableciendo también contactos con José Antonio Echeverría y otros revolucionarios.

El viernes 15 de febrero a las diez de la noche Lilliam Mesa, manejando su automóvil Plymouth, junto con Faustino Pérez y Javier Pazos recogieron a Matthews y a su esposa en el hotel y emprendieron el viaje por la Carretera Central hasta Camaguey. Luego de desayunar en la ciudad continuaron hasta Bayamo. Durante todo el trayecto no vieron nada anormal pero al salir de esta última ciudad hacia Manzanillo el panorama cambió. A lo largo del camino había numerosas patrullas, puntos de control y registros, pero ellos no despertaron sospechas por la vestimenta turística de los americanos y el aire despreocupado de los acompañantes. A las 2 de a tarde llegaron a la casa de Pedro Eduardo Saumell en Manzanillo.

Mientras tanto Fidel elegía cuidadosamente el lugar donde se iba a producir la entrevista. La finca de Epifanio Díaz, un campesino de probada lealtad que junto con su familia colaboraba estrechamente con los expedicionarios le pareció el más propicio. El lugar, conocido por los Chorros, estaba situado al sur de Purial de Jibacoa, donde el terreno comienza a elevarse hasta formar las faldas de la Sierra Maestra. La vegetación podía ocultar a su pequeña tropa y a la vez permitía observar cualquier movimiento del enemigo.

A las siete de la noche del sábado 16, Felipe Guerra Matos manejando su jeep recogió en la casa de Saumel en Manzanillo a Matthews quien se acomodó en el asiento delantero. Detrás se sentaron René Rodríguez con una modesta camarita fotográfica de cajón, Javier Pazos, Quique Escalona y Nardi Iglesias. La esposa del periodista, Nancy, se quedó en la casa.

Salieron rumbo a Yara. A la salida del poblado los detuvo una patrulla apostada a un lado de la carretera. Guerra Matos les explicó a los guardias que el señor que iba a su lado era un industrial americano que estaba interesado en comprar la arrocera de Gómez, (un apellido muy conocido en la zona por sus grandes negocios). Los soldados los dejaron continuar el viaje. Pasaron por el Central Estrada Palma, Guasimilla, el Caney y Cayo Espino hasta las cercanías del arroyo Tio Lucas, donde tuvieron que continuar a pie. Era medianoche y al cruzar el arroyo Matthews resbaló y cayó. Rápidamente Guerra Matos lo ayudó a incorporarse. Por suerte no le pasó nada y continuaron la marcha hasta llegar a la finca alrededor de las cinco de la mañana. Lo recibió Juan Almeida que le explicó que Fidel estaba en el Estado Mayor y vendría al amanecer.

Cuando empezó a aclarar el día llegó Jefe de la Revolución acompañado de Vilma Espin y Javier Pazos que fungirían como los intérpretes. Después de los saludos y la presentación de sus acompañantes se sentaron bajo una improvisada cobija de yaguas y comenzó la histórica entrevista. Fidel le explicó lo acontecido desde su desembarco en Las Coloradas, sus reveses, los asesinatos de sus hombres al caer prisioneros, como había podido reagrupar y organizar a sus hombres en pequeños grupos y dar golpes efectivos a fuerzas muy superiores en hombres y armamentos que eran asesoradas por el ejército norteamericano. Profundizó en su programa político y popular, el crecimiento de la guerrilla y el apoyo del pueblo. Matthews escribía rápidamente en una pequeña libretita de notas y en un momento de la entrevista René Rodríguez se acercó discretamente con la camarita que había traído y los retrató. Antes de la despedida René fotografió a Fidel con su fusil de mira telescópica.

Guerra Matos, René Rodríguez y Javier Pazos llevaron al periodista de vuelta a Manzanillo. Por el camino fueron interceptados por el ejército y de nuevo las explicaciones de Guerra Matos convencieron a los guardias continuando el camino hasta llegar a la casa de Saumell donde esperaba ansiosa la esposa del periodista. Era alrededor de las cinco de la tarde. Matthews estaba gozoso, le hervía su sangre periodística y a pesar del cansancio, las incidencias del viaje y la mala noche decidió continuar viaje a Santiago de Cuba porque la noticia era tan importante que no permitía demoras. Saumell llevó en su auto al matrimonio, acompañados por Javier Pazos, hasta el aeropuerto santiaguero y volaron a la capital. Al día siguiente, 18 de febrero, con las notas y el rollo de película escondidos en la faja de Nancy partieron de regreso a Nueva York.


Fidel con su fusil de mira telescópica

El domingo 24 de febrero los teletipos de la redacción de Prensa Libre anunciaron con repetido repiqueteo un flash urgente. El periodista Rafael Pérez Pereira leyó eufórico la noticia ¡Fidel está vivo! gritaba ¡Lo ha publicado el New York Times, con fotografía y todo! Corrió a la dirección y dio la noticia y la idea de comprar un periódico, fotocopiar la fotografía y publicarla, ya que la censura se iba a levantar el día 26 según había anunciado el gobierno. La iniciativa fue aceptada y Pérez Pereira fue rápidamente a la librería Diamont News situada en la calle Neptuno entre Prado y Zulueta (en la manzana que hoy ocupa el Hotel Parque Central) donde se recibía y distribuía ese diario a los suscriptores y se vendía al público junto con otros diarios y revistas extranjeras. Cuando llegó a comprar un ejemplar se encontró que los agentes del SIM (Servicio de Inteligencia Militar de la tiranía) estuvieron allí y se habían entretenido en recortar y destruir el espacio que contenía la información de Matthews.

El distribuidor, que era cubano, estaba enfurecido por la forma insolente en que irrumpieron en su establecimiento y a pesar de sus enérgicas protestas, por la fuerza, mutilaron arbitrariamente los diarios. Pereira se le identificó y le preguntó si había alguna manera de adquirir ese diario para reproducir la foto en su diario. Él le respondió que podía contar con el ejemplar de la edición doméstica que recibía en sobre aparte como representante del periódico norteamericano, el cual no fue descubierto por los esbirros.

Pérez Pereira salió contentísimo y triunfante para la redacción de su diario. Ya tenía la foto de Fidel en la Sierra que se publicaría el día que levantarían la censura. La censura cesó el 26 a las doce de la noche, hora en que se imprimían en la rotativa los diarios matutinos con fecha del día 27. Este día, el 27, ya no vino el censor y se pudo confeccionar, emplanar y tirar el periódico con las noticias de la Sierra y la foto de Fidel copiada del periódico que había conseguido Pérez Pereira. Al lado de la foto plantaron los siguientes titulares: “Matthews no se ha entrevistado con Fidel Castro, afirma el Ministro de Defensa Dr. Verdeja”. “El gobierno no le consta que Fidel Castro vive o no, añade” “Ingenuo que Matthews no se hubiera retratado con Castro, agrega”. “El gobierno afirma responsablemente que no existen tales fuerzas como las que describe el señor Matthews agrega”, “Las informaciones que contiene el trabajo de Matthews han sido tomadas de fuerzas revolucionarias afines, con las que estuvo en contacto, añade Verdeja”.

El Ministro de Defensa de Batista fue el primer sorprendido al leer en la mañana del 28 de febrero aquellas declaraciones que no había dado. Y llamó al Director del Prensa Libre para pedirle explicaciones. Este le respondió que esas declaraciones las había enviado la Oficina de Prensa del Palacio Presidencial. Verdecia fue al Palacio colérico y quedó patitieso cuando supo que la nota con su firma la había dictado el propio Batista.

A la silenciosa indignación del resignado ministro se le añadió además el ridículo al ver sobre la mesa del “General” el ejemplar del New York Times de ese día, 28 de febrero, con la fotografía de Fidel y Matthews en las montañas orientales durante la entrevista y que echaba por tierra categóricamente las declaraciones que le atribuían.

La entrevista de Fidel en la Sierra Maestra realizada por Matthews y acompañada con fotografías de Rene Rodríguez, significó:
- Para Fidel la ocasión de dar a conocer al mundo las razones de su lucha y el triunfo de la verdad sobre las mentiras de la tiranía
- Para Matthews la entrevista más famosa de su carrera periodística.
- Para Faustino Pérez, Celia Sánchez, Javier Pazos, René Rodríguez, Vilma Espin, Nardo Escalona, Lilliam Mesa, Felipe Guerra Matos, Pedro Eduardo Saumell, Quique Escalona, Felipe Pazos y una decena de arriesgados revolucionarios más, una exitosa operación clandestina en las barbas de la tiranía que repercutió internacionalmente.
- Para René Rodríguez la oportunidad de ser el primer fotorreportero de la Sierra y captar las fotos más celebres de aquellos momentos.
- Para el mundo el conocimiento de la lucha de un pueblo por su libertad y el reportaje más sensacional de su época
- Para la tiranía el principio de su fin y el mayor ridículo de su desgobierno.
- Para el pueblo cubano la certeza de que Fidel vivía y cumpliría el legado de Marti y el programa del Moncada.


Primera plana del New York Times dando a conocer que Fidel vivía y y la lucha continuaría hasta la victoria


Primera Plana del periódico Prensa Libre con la fotografía de Fidel y los titulares que negaban se hubiera realizado la entrevista de Matthews

Fuentes
• Pedro Álvarez Tabio y Otto Hernández: “Un entrevista que hizo historia” Periódico Granma 17 de febrero de 1977, pp 4 y 5.
• Pedro Álvarez Tabio: “Diario de la Guerra 1” Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, la Habana 2010, pp. 303-372
• Conversación con Rafael Pérez Pereira el día 1 de agosto de 1997.

http://www.cubaperiodistas.cu/fotorreportaje/58.html

Publicadas por Omar Montilla
http://gramscimania.blogspot.com/2011/03/las-fotografias-que-estremecieron-la.html#more


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Fragmentos de "Espejos" (2008)

Por Eduardo Galeano

Tal y como recoge la portada, la obra es "una historia casi universal" por la que se pasean personajes tan diversos como Afrodita, Buffalo Bill, Mozart, Maradona o Hernán Cortes.

Muchas de esas pequeñas historias han surgido de casualidad, ha dicho el autor.

Preguntado por la relación entre el pasado y el presente, Galeano ha manifestado que "el tiempo pasado humilla al presente" y, en tono más humorístico, ha añadido que "sospecha que las máquinas beben de noche y por eso hacen cosas incomprensibles por la mañana, porque están resacosas".

En ese sentido, el escritor ha admitido que tiene "mucha desconfianza" en esas tecnologías y ha añadido que Internet "es un terreno alfombrado lleno de cáscaras de bananas".

Eduardo Galeano también ha denunciado la tendencia actual de "uniformar las opiniones por parte del Estado o de las grandes empresas", consciente de esa multitud de voces que luchan por ser escuchadas.

Fragmentos de "Espejos"

Cada día, leyendo los diarios, asisto a una clase de historia.

Los diarios me enseñan por lo que dicen y por lo que callan.

La historia es una paradoja andante. La contradicción le mueve las piernas. Quizá por eso sus silencios dicen más que sus palabras y con frecuencia sus palabras revelan, mintiendo, la verdad.

De aquí a poco se publicará un libro mío que se llama Espejos. Es algo así como una historia universal, y perdón por el atrevimiento. "Yo puedo resistir todo, menos la tentación", decía Oscar Wilde, y confieso que he sucumbido a la tentación de contar algunos episodios de la aventura
humana en el mundo, desde el punto de vista de los que no han salido en la foto.
Por decirlo de alguna manera, se trata de hechos no muy conocidos.

Aquí resumo algunos, algunitos nomás.

***
Cuando fueron desalojados del Paraíso, Adán y Eva se mudaron al África, no a París.

Algún tiempo después, cuando ya sus hijos se habían lanzado a los caminos del mundo, se inventó la escritura. En Irak, no en Texas.

También el álgebra se inventó en Irak. La fundó Mohamed al-Jwarizmi, hace mil 200 años, y las palabras algoritmo y guarismo derivan de su nombre.

Los nombres suelen no coincidir con lo que nombran. En el British Museum, pongamos por caso, las esculturas del Partenón se llaman "mármoles de Elgin", pero son mármoles de Fidias. Elgin se llamaba el inglés que las vendió al museo.

Las tres novedades que hicieron posible el Renacimiento europeo, la brújula, la pólvora y la imprenta, habían sido inventadas por los chinos, que también inventaron casi todo lo que Europa reinventó.

Los hindúes habían sabido antes que nadie que la Tierra era redonda y los mayas habían creado el calendario más exacto de todos los tiempos.

***

En 1493, el Vaticano regaló América a España y obsequió el África negra a Portugal, "para que las naciones bárbaras sean reducidas a la fe católica". Por entonces, América tenía 15 veces más habitantes que España y el África negra 100 veces más que Portugal.

Tal como había mandado el Papa, las naciones bárbaras fueron reducidas. Y muy.

***

Tenochtitlán, el centro del imperio azteca, era de agua. Hernán Cortés demolió la ciudad, piedra por piedra, y con los escombros tapó los canales por donde navegaban 200 mil canoas. Ésta fue la primera guerra del agua en América. Ahora Tenochtitlán se llama México DF. Por donde corría el agua, corren los autos.

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El monumento más alto de la Argentina se ha erigido en homenaje al general Roca, que en el siglo XIX exterminó a los indios de la Patagonia.

La avenida más larga del Uruguay lleva el nombre del general Rivera, que en el siglo XIX exterminó a los últimos indios charrúas.

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John Locke, el filósofo de la libertad, era accionista de la Royal Africa Company, que compraba y vendía esclavos.

Mientras nacía el siglo XVIII, el primero de los borbones, Felipe V, estrenó su trono firmando un contrato con su primo, el rey de Francia, para que la Compagnie de Guinée vendiera negros en América. Cada monarca llevaba un 25 por ciento de las ganancias.

Nombres de algunos navíos negreros: Voltaire, Rousseau, Jesús, Esperanza, Igualdad, Amistad.

Dos de los Padres Fundadores de Estados Unidos se desvanecieron en la niebla de la historia oficial. Nadie recuerda a Robert Carter ni a Gouverner Morris. La amnesia recompensó sus actos. Carter fue el único prócer de la independencia que liberó a sus esclavos. Morris, redactor de la Constitución, se opuso a la cláusula que estableció que un esclavo equivalía a las tres quintas partes de una persona.

El nacimiento de una nación, la primera superproducción de Hollywood, se estrenó en 1915, en la Casa Blanca. El presidente Woodrow Wilson la aplaudió de pie. Él era el autor de los textos de la película, un himno racista de alabanza al Ku Klux Klan.

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Algunas fechas:

Desde el año 1234, y durante los siete siglos siguientes, la Iglesia católica prohibió que las mujeres cantaran en los templos. Eran impuras sus voces, por aquel asunto de Eva y el pecado original.

En el año 1783, el rey de España decretó que no eran deshonrosos los trabajos manuales, los llamados "oficios viles", que hasta entonces implicaban la pérdida de la hidalguía.

Hasta el año 1986 fue legal el castigo de los niños en las escuelas de Inglaterra, con correas, varas y cachiporras.

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En nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad, la Revolución Francesa proclamó en 1793 la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Entonces, la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. La guillotina le cortó la cabeza.

Medio siglo después, otro gobierno revolucionario, durante la Primera Comuna de París, proclamó el sufragio universal. Al mismo tiempo, negó el derecho de voto a las mujeres, por unanimidad menos uno: 899 votos en contra, uno a favor.

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La emperatriz cristiana Teodora nunca dijo ser revolucionaria, ni cosa por el estilo. Pero hace mil 500 años el imperio bizantino fue, gracias a ella, el primer lugar del mundo donde el aborto y el divorcio fueron derechos de las mujeres.

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El general Ulises Grant, vencedor en la guerra del norte industrial contra el sur esclavista, fue luego presidente de Estados Unidos.

En 1875, respondiendo a las presiones británicas, contestó:

–Dentro de 200 años, cuando hayamos obtenido del proteccionismo todo lo que nos puede ofrecer, también nosotros adoptaremos la libertad de comercio.

Así pues, en el año 2075, la nación más proteccionista del mundo adoptará la libertad de comercio.

***

Lootie, Botincito, fue el primer perro pequinés que llegó a Europa.

Viajó a Londres en 1860. Los ingleses lo bautizaron así, porque era parte del botín arrancado a China, al cabo de las dos largas guerras del opio.

Victoria, la reina narcotraficante, había impuesto el opio a cañonazos. China fue convertida en una nación de drogadictos, en nombre de la libertad, la libertad de comercio.

En nombre de la libertad, la libertad de comercio, Paraguay fue aniquilado en 1870. Al cabo de una guerra de cinco años, este país, el único país de las Américas que no debía un centavo a nadie, inauguró su deuda externa. A sus ruinas humeantes llegó, desde Londres, el primer préstamo. Fue destinado a pagar una enorme indemnización a Brasil, Argentina y Uruguay. El país asesinado pagó a los países asesinos, por el trabajo que se habían tomado asesinándolo.

***

Haití también pagó una enorme indemnización. Desde que en 1804 conquistó su independencia, la nueva nación arrasada tuvo que pagar a Francia una fortuna, durante un siglo y medio, para expiar el pecado de su libertad.

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Las grandes empresas tienen derechos humanos en Estados Unidos. En 1886, la Suprema Corte de Justicia extendió los derechos humanos a las corporaciones privadas, y así sigue siendo.

Pocos años después, en defensa de los derechos humanos de sus empresas, Estados Unidos invadió 10 países, en diversos mares del mundo.

Entonces Mark Twain, dirigente de la Liga Antimperialista, propuso una nueva bandera, con calaveritas en lugar de estrellas, y otro escritor, Ambrose Bierce, comprobó:

–La guerra es el camino que Dios ha elegido para enseñarnos geografía.

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Los campos de concentración nacieron en África. Los ingleses iniciaron el experimento, y los alemanes lo desarrollaron. Después Hermann Göring aplicó, en Alemania, el modelo que su papá había ensayado, en 1904, en Namibia. Los maestros de Joseph Mengele habían estudiado, en el campo de concentración de Namibia, la anatomía de las razas inferiores. Los cobayos eran todos negros.

***

En 1936, el Comité Olímpico Internacional no toleraba insolencias. En las Olimpiadas de 1936, organizadas por Hitler, la selección de futbol de Perú derrotó 4 a 2 a la selección de Austria, el país natal del Führer. El Comité Olímpico anuló el partido.

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A Hitler no le faltaron amigos. La Fundación Rockefeller financió investigaciones raciales y racistas de la medicina nazi. La Coca-Cola inventó la Fanta, en plena guerra, para el mercado alemán. La IBM hizo posible la identificación y clasificación de los judíos, y ésa fue la primera hazaña en gran escala del sistema de tarjetas perforadas.

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En 1953 estalló la protesta obrera en la Alemania comunista.

Los trabajadores se lanzaron a las calles y los tanques soviéticos se ocuparon de callarles la boca. Entonces Bertolt Brecht propuso: ¿No sería más fácil que el gobierno disuelva al pueblo y elija otro?

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Operaciones de marketing. La opinión pública es el target. Las guerras se venden mintiendo, como se venden los autos.

En 1964, Estados Unidos invadió Vietnam, porque Vietnam había atacado dos buques de Estados Unidos en el golfo de Tonkin. Cuando ya la guerra había destripado a una multitud de vietnamitas, el ministro de Defensa, Robert McNamara, reconoció que el ataque de Tonkin no había existido.

Cuarenta años después, la historia se repitió en Irak.

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Miles de años antes de que la invasión estadunidense llevara la Civilización a Irak, en esa tierra bárbara había nacido el primer poema de amor de la historia universal. En lengua sumeria, escrito en el barro, el poema narró el encuentro de una diosa y un pastor. Inanna, la diosa, amó esa noche como si fuera mortal. Dumuzi, el pastor, fue inmortal mientras duró esa noche.

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Paradojas andantes, paradojas estimulantes:

El Aleijadinho, el hombre más feo del Brasil, creó las más hermosas esculturas de la era colonial americana.

El libro de viajes de Marco Polo, aventura de la libertad, fue escrito en la cárcel de Génova.

Don Quijote de La Mancha, otra aventura de la libertad, nació en la cárcel de Sevilla.

Fueron nietos de esclavos los negros que generaron el jazz, la más libre de las músicas.

Uno de los mejores guitarristas de jazz, el gitano Django Reinhardt, tenía no más que dos dedos en su mano izquierda.

No tenía manos Grimod de la Reynière, el gran maestro de la cocina francesa. Con garfios escribía, cocinaba y comía.

Artigas

La arquitectura de la muerte es una especialidad militar. En 1977, la dictadura uruguaya erigió un monumento funerario en memoria de José Artigas. Este enorme adefesio fue una cárcel de lujo: había fundadas sospechas de que el héroe podía escaparse, un siglo y medio después de su muerte. Para decorar el mausoleo, y disimular la intención, la dictadura buscó frases del prócer. Pero el hombre que había hecho la primera reforma agraria de América, el general que se hacía llamar ciudadano Artigas, había dicho que los más infelices debían ser los más privilegiados, había afirmado que jamás iba a vender nuestro rico patrimonio al bajo precio de la necesidad, y una y otra vez había repetido que su autoridad emanaba del pueblo y ante el pueblo cesaba. Los militares no encontraron ninguna frase que no fuera peligrosa. Decidieron que Artigas era mudo. En las paredes, de mármol negro, no hay más que fechas y nombres.

Dos traidores

Domingo Faustino Sarmiento odió a José Artigas. A nadie odió tanto. Traidor a su raza, lo llamó, y era verdad. Siendo blanco y de ojos claros, Artigas se batió junto a los gauchos mestizos y a los negros y a los indios. Y fue vencido y marchó al exilio y murió en la soledad y el olvido. Sarmiento también era traidor a su raza. No hay más que ver sus retratos. En guerra contra el espejo, predicó y practicó el exterminio de los argentinos de piel oscura, para sustituirlos por europeos blancos y de ojos claros. Y fue presidente de su país y egregio prócer, gloria y loor, héroe inmortal.

Constituciones
La principal avenida de Montevideo se llama 18 de Julio, en homenaje al nacimiento de la Constitución del Uruguay, y el estadio donde se jugó el primer campeonato mundial de fútbol fue construido para celebrar el primer siglo de vida de esa ley fundacional. El magno texto de 1830, calcado del proyecto de la Constitución argentina, negaba la ciudadanía a las mujeres, a los analfabetos, a los esclavos y a quien fuera sirviente a sueldo, peón jornalero o simple soldado de línea. Sólo uno de cada diez uruguayos tuvo el derecho de ser ciudadano del nuevo país, y el noventa y cinco por ciento no votó en las primeras elecciones. Y así fue en toda América, de norte a sur. Todas nuestras naciones nacieron mentidas. La independencia renegó de quienes, peleando por ella, se habían jugado la vida; y las mujeres, los pobres, los indios y los negros no fueron invitados a la fiesta. Las Constituciones dieron prestigio legal a esa mutilación. Bolivia demoró ciento ochenta y un años en enterarse de que era un país de amplia mayoría indígena. La revelación ocurrió en el año 2006, cuando Evo Morales, indio aymara, pudo consagrarse presidente por una avalancha de votos. Ese mismo año, Chile se enteró de que la mitad de los chilenos eran chilenas, y Michelle Bachelet fue presidenta.

La avenida más larga

Una matanza de indios inauguró la independencia del Uruguay. En julio de 1830, se aprobó la Constitución nacional, y un año después el nuevo país fue bautizado con sangre. Unos quinientos charrúas, que habían sobrevivido a siglos de conquista, vivían al norte del río Negro, perseguidos, acosados, exiliados en su propia tierra. Las nuevas autoridades los convocaron a una reunión. Les prometieron paz, trabajo, respeto. Los caciques acudieron, seguidos por su gente. Comieron, bebieron y volvieron a beber hasta caer dormidos. Entonces fueron ejecutados a punta de bayoneta y tajos de sable. Esta traición se llamó batalla. Y se llamó Salsipuedes, desde entonces, el arroyo donde ocurrió. Muy pocos hombres lograron huir. Hubo reparto de mujeres y niños. Las mujeres fueron carne de cuartel y los niños, esclavitos de las familias patricias de Montevideo. Fructuoso Rivera, nuestro primer presidente, planificó y celebró esta obra civilizadora, para terminar con las correrías de las hordas salvajes. Anunciando el crimen, había escrito: Será grande, será lindísimo. La avenida más larga del país, que atraviesa la ciudad de Montevideo, lleva su nombre.

Fundación de la tristeza

Montevideo no era gris. Fue agrisada. Allá por 1890, uno de los viajeros que visitaron la capital de Uruguay pudo rendir homenaje a la ciudad donde triunfan los colores vivos. Las casas tenían, todavía, caras rojas, amarillas, azules... Poco después, los entendidos explicaron que esa costumbre bárbara no era digna de un pueblo europeo. Para ser europeo, dijera lo que dijera el mapa, había que ser civilizado. Para ser civilizado, había que ser serio. Para ser serio, había que ser triste. Y en 1911 y 1913, las ordenanzas municipales dictaron que debían ser grises las baldosas de las veredas y se fijaron normas obligatorias para los frentes de las casas, donde sólo será permitida la pintura que imite materiales de construcción, como ser arenisca, ladrillo y piedras en general. El pintor Pedro Figari se burlaba de esta estupidez colonial: -La moda exige que hasta las puertas, ventanas y celosías se pinten de gris. Nuestras ciudades quieren ser Parises... A Montevideo, ciudad luminosa, la embadurnan, la trituran, la castran...
Y Montevideo sucumbió a la copiandería.
En aquellos años, sin embargo, Uruguay era el centro latinoamericano de la audacia y probaba con hechos su energía creadora. El país tuvo educación laica y gratuita antes que Inglaterra, voto femenino antes que Francia, jornada de trabajo de ocho horas antes que los Estados Unidos y ley de divorcio setenta años antes de que la ley se restableciera en España. El presidente José Batlle, don Pepe, nacionalizó los servicios públicos, separó la Iglesia del Estado y cambió los nombres del almanaque. La Semana Santa todavía se llama, en el Uruguay, Semana de Turismo, como si Jesús hubiera tenido la mala suerte de ser torturado y asesinado en una fecha así.

Los derechos civiles en el fútbol

El pasto crecía en los estadios vacíos. Pie de obra en pie de lucha: los jugadores uruguayos, esclavos de sus clubes, simplemente exigían que los dirigentes reconocieran que su sindicato existía y tenía el derecho de existir. La causa era tan escandalosamente justa que la gente apoyó a los huelguistas, aunque el tiempo pasaba y cada domingo sin fútbol era un insoportable bostezo. Los dirigentes no daban el brazo a torcer, y sentados esperaban la rendición por hambre. Pero los jugadores no aflojaban. Mucho los ayudó el ejemplo de un hombre de frente alta y pocas palabras, que se crecía en el castigo y levantaba a los caídos y empujaba a los cansados: Obdulio Varela, negro, casi analfabeto, jugador de fútbol y peón de albañil. Y así, al cabo de siete meses, los jugadores uruguayos ganaron la huelga de las piernas cruzadas. Un año después, también ganaron el campeonato mundial de fútbol. Brasil, el dueño de casa, era el favorito indiscutible. Venía de golear a España 6 a 1 y 7 a 1 a Suecia. Por veredicto del destino, Uruguay iba a ser la víctima sacrificada en sus altares en la ceremonia final. Y así estaba ocurriendo, y Uruguay iba perdiendo, y doscientas mil personas rugían en las tribunas, cuando Obdulio, que estaba jugando con un tobillo inflamado, apretó los dientes. Y el que había sido capitán de la huelga fue entonces capitán de una victoria imposible.
Maracaná
Los moribundos demoraron su muerte y los bebés apresuraron su nacimiento. Río de Janeiro, 16 de julio de 1950, estadio de Maracaná: la noche anterior, nadie podía dormir; y la mañana siguiente, nadie quería despertar.

Peligro en las calles

Desde hace más de medio siglo, Uruguay no ha ganado ningún campeonato mundial de fútbol, pero durante la dictadura militar conquistó otros trofeos: fue el país que más presos políticos y torturados tuvo, en proporción a la población. Libertad se llamó la cárcel más numerosa. Y como rindiendo homenaje al nombre, se fugaron las palabras presas. A través de sus barrotes se escurrieron los poemas que los presos escribieron en minúsculas hojillas de papel de fumar. Como éste: A veces llueve y te quiero. A veces sale el sol y te quiero. La cárcel es a veces. Siempre te quiero. Peligro en las fuentes Según informa el Apocalipsis (21:6), Dios hará un mundo nuevo, y dirá: -A los sedientos ofreceré, gratuitamente, agua de los manantiales. ¿Gratuitamente? ¿El mundo nuevo no tendrá ni un lugarcito para el Banco Mundial, ni para las empresas consagradas al noble negocio del agua? Eso parece. Mientras tanto, en el mundo viejo en el que todavía vivimos, las fuentes del agua son tan codiciadas como las reservas de petróleo y se están convirtiendo en campos de batalla. En América, la primera guerra del agua fue la invasión de México por Hernán Cortés. Los más recientes combates por el oro azul ocurrieron en Bolivia y en Uruguay. En Bolivia, el pueblo alzado recuperó el agua perdida; en Uruguay, un plebiscito popular evitó que el agua se perdiera.

Fuente: http://www.elortiba.org/galeano1.html#Fragmentos_de_Espejos_(2008)_


Nueva deuda *

Por Jorge D. Arcolía

¡Pasó el tiempo!..Todavía dudo sobre lo sucedido esa noche. Hacía frío. Una llovizna tenaz tornaba la calle solitaria, desierta.

Trabajaba el taxi alquilado intentando completar la cifra del día. Durante un largo rato ningún pasajero interrumpió mi aburrimiento. Recuerdo claramente el pensamiento que disparó todo esto: “Daría mi alma al diablo por un viaje”.

No existe explicación que justifique por qué doblé en aquella calle perdida, oscura. De pronto, un hombre me hizo señas.

- Lacroze y Guzmán –dijo al subir. Su voz era casi inaudible, un susurro al que tuve que esforzarme para escuchar.

Mecánicamente inicié el camino más lógico para llegar al lugar sin reparar qué había en él.

Intenté semblantearlo. La escasa iluminación de las calles por las que circulábamos me dificultaba la tarea. Podría adjudicarle alrededor de sesenta años, o un poco más. Flaco, ojeroso, ausente.

Pocas cuadras después intentó el diálogo: -¡Qué nochecita!

Asentí con la cabeza. Sin darme tiempo a una respuesta más amplia largó la frase: -En noches así son capaces de darle el alma al diablo por un viaje.-

Un sudor frío corrió por mi espalda, no fui capaz de responderle.

Cuando conté esto a gente que me quiere bien, intentaron hacerme creer que sólo fue una coincidencia.

Continuó el viaje, crucé jorge Newbery y allí advertí el destino del mismo. Las calles solicitadas pertenecían nada menos que al cementerio de ¡¡Chacarita!!

En una noche tenebrosa, en un lugar como ese, varias cuadras poco iluminadas, desiertas, allí hubiera sido el blanco perfecto para un asalto. Sin embargo no era ese mi miedo.

Una vez más el extraño pasajero pareció leerme el pensamiento:

- No tema, nada malo va a pasarle –dijo intentando tranquilizarme.

Antes de llegar a Lacroze me pidió detenerme dando por finalizado el recorrido.

Abonó el importe, no quiso las monedas que intenté darle y antes de bajar, largo una nueva frase: -Vaya tranquilo… Sus cosas van a mejorar.

Descendió en un lugar tétrico, en medio de una lluvia cada vez más fuerte, extrañamente a esa altura, faltaban más de cien metros para la puerta principal.

No había posibilidad de ingreso al lugar. Estábamos en plena madrugada.

Arranque temblando. El corazón desbocado pugnaba por escaparse del pecho. Busqué su imagen en los espejos y no lo vi.

¡Había desaparecido de inmediato! No puedo explicar cómo.

Una vez más gente que me quiere lo atribuyó a los vidrios empañados, la oscuridad del lugar y cuanta excusa se les ocurriera para convencerme.

Pocas cuadras después busqué en un lugar iluminado, detuve el auto e intenté creer que toda esa situación no había existido, pensar que el cansancio me jugó una mala pasada. Sin embargo, desde la billetera un billete de veinte pesos sucio y enmohecido me impidió ignorar la extraña situación vivida.

Continué trabajando un rato más. Fue curioso, los resultados mejoraron ostensiblemente.

Si este extraño pasajero era quien pienso y no me atrevo a mencionar, requiere alguna reflexión: pese a que fui yo quien lo propuso con aquel pensamiento, no hubo pacto. Quizás por temor no lo acepté expresamente. Sin embargo… si él era quien pienso y no me atrevo a mencionar, cumplió su parte. A pesar que la gente que me quiere intenta ayudarme a alejar este sentimiento, creo firmemente que me falta cumplir la mía.

Tengo la incómoda sensación que aquella noche contraje una nueva deuda.

* Este cuento fue seleccionado para la antología SIN EQUIPAJE, de la editorial Dunken de Buenos Aires. Dicha obra fue editada en el 2007. En la presentación realizada en la Feria Internacional del Libro de ese año, el cuento fue interpretado por la reconocida actriz Zulma Faiad. Se publica ahora en Internet con carácter de exclusividad por Cuaderno de la Ciencia Social. Para reproducir citar la fuente.


Neruda fue “asesinado” *

MIÉRCOLES, 11 DE MAYO DE 2011. FRANCISCO MARÍN* *

Todo estaba dispuesto para que el poeta y premio Nobel de Literatura Pablo Neruda se exiliara en México. Había viajado de su casa en Isla Negra a Santiago de Chile y un avión enviado por el gobierno mexicano estaba listo para recogerlo. Sin embargo, tuvo que ser internado en la clínica Santa María. Avisó por teléfono a su mujer, Matilde Urrutia, y a su asistente Manuel Araya que un médico le había puesto una inyección en el estómago. Unas horas después murió. Araya –quien estuvo al lado del poeta en sus últimos días– cuenta a Proceso un secreto que lo ahoga: el poeta “fue asesinado”.

Valparaíso.- El poeta chileno Pablo Neruda “supo a las cuatro de la madrugada (del 11 de septiembre de 1973) que había un golpe de Estado. Se enteró a través de una radio argentina que captaba por onda corta. Ésta informaba que la marina se había sublevado en Valparaíso.

“Trató de comunicarse a Santiago, pero fue imposible. El teléfono estaba fuera de servicio. Recién como a las nueve de la mañana confirmamos que el golpe se había concretado. (…) Ese 11 de septiembre fue un día caótico y amargo porque no sabíamos qué iba a pasar con Chile y con nosotros.”

Manuel Araya Osorio habla de Neruda con la familiaridad de quien ha compartido momentos cruciales con un personaje histórico. Y sí. Fue asistente del poeta desde noviembre de 1972 –cuando regresó de Francia– hasta su muerte el 23 de septiembre de 1973.

El corresponsal se reunió con este personaje el pasado 24 de abril en el puerto de San Antonio. La entrevista se llevó a cabo en la casa del dirigente de los pescadores artesanales chilenos Cosme Caracciolo, a quien Araya le pidió ayuda para develar un secreto que lo ahogaba: “Lo único que quiero antes de morir es que el mundo sepa la verdad, que Pablo Neruda fue asesinado”, asegura a Proceso.

Sólo el diario El Líder, de San Antonio, dio cuenta parcial de su versión el 26 de junio de 2004. Pero no trascendió por la poca influencia de este medio.

Araya afirma que siempre ha querido que se haga justicia. Cuenta que el 1 de mayo de 1974 le propuso a Matilde Urrutia, viuda de Neruda, aclarar esa muerte. Ambos fueron testigos de sus últimas horas: durmieron, comieron y convivieron en la misma habitación a partir del golpe del 11 de septiembre de 1973 y hasta la muerte del poeta, 12 días después, en la clínica Santa María de Santiago.

Pero Araya afirma que Matilde –quien murió en enero de 1985– no quiso tomar acción alguna para fincar eventuales responsabilidades. Según él, Urrutia le dijo: “Si inicio un juicio me van a quitar todos los bienes”. Araya cuenta que en otra ocasión tuvieron una discusión que marcó un quiebre final en su relación con la viuda. “Me dijo que lo que había pasado era cosa de ella y no mía, porque yo ya había terminado de laborar con Pablo, ya no era trabajador y no teníamos nada que ver”.

“Neruda quería que cuando muriera, la casa de Isla Negra quedara para los mineros del carbón (…) Pero la fundación (Pablo Neruda) se apropió de su obra y no ha concretado ninguno de sus sueños. A ellos (los directivos de la fundación) sólo les interesa el dinero”, espeta.

Afirma que hace dos años le entregó a Jaime Pinos, entonces director de la Casa Museo de Isla Negra, de la fundación, un relato sobre los últimos días del poeta. “Pero no han hecho nada con esa información, ni siquiera la han dado a conocer. No quieren que la verdad se sepa (…) Nunca me han dado la palabra en los actos que organizan ni siquiera en las conmemoraciones de su muerte”.

Araya proviene de una familia de campesinos de la hacienda La Marquesa, cerca de San Antonio. Cuando tenía 14 años fue acogido en Santiago por la dirigente comunista Julieta Campusano, quien le dio trato de ahijado.

Este vínculo le ayudó, pues Campusano llegó a ser senadora y la mujer más influyente del Partido Comunista, y gestionó que Araya recibiera una preparación especial en seguridad e inteligencia, entre otras materias. Araya escaló rápido. Fue mensajero personal de Allende antes de fungir como principal asistente de Neruda.

Araya, quien hacía de chofer, mensajero y encargado de seguridad de Neruda, acepta que el autor de Canto general tenía cáncer de próstata, pero no cree que esa enfermedad lo matara. Asegura que dicho padecimiento “estaba controlado” y que Neruda “gozaba de buena salud, con los achaques propios de una persona de 69 años”.

“Abandonados”

Araya dice que después del golpe del 11 de septiembre, Neruda, su mujer y el resto de los habitantes de la casa de Isla Negra quedaron “solos y abandonados”. El contacto con el mundo exterior se reducía a las noticias que les llegaban a través de una pequeña radio que Neruda sintonizaba, a las esporádicas conversaciones telefónicas de un aparato que sólo recibía llamadas y a lo que les contaban en la hostería Santa Elena, cuya dueña “era de derecha y sabía todo lo que pasaba”.

Cuenta que el 12 de septiembre llegó un jeep con cuatro militares. “Todos llevaban los rostros pintados de negro. Yo salí a recibirlos. (...) El oficial me preguntó quiénes estaban en la casa. Le tuve que decir que en ese momento estaban Cristina, la cocinera; la hermana de ésta, Ruth; Patricio, que era jardinero y mozo; Laurita (Reyes, hermana de Neruda); la señora Matilde, Pablito (Neruda) y yo.

“El oficial nos señaló que en el domicilio no podía quedar nadie más que Neruda, Matilde y yo. Entonces tuvimos que arreglárnoslas entre los tres: dormíamos en la recámara matrimonial que estaba en el segundo piso. Yo dormía sentado en una silla, arropado con un chal. Lo hacía para estar más cerca de Neruda, porque no sabíamos lo que nos iba a pasar.”

El 13 de septiembre, cerca de las 10 de la mañana, los militares allanaron la casa. Araya dice que eran como 40 soldados que venían en tres camiones. Iban armados con metralletas, con las caras pintadas de negro y uniforme de camuflaje. Vestidos y pertrechados “como si fueran a la guerra”.


Recuerda: “Entraban por todos lados: por la playa, por los costados (…) Salí al patio para preguntar qué querían. Hablé con el oficial que daba las órdenes. Me dijo que abriera todas las puertas. Mientras revisaban, destruían y robaban, los militares preguntaban si había armamento, si teníamos gente escondida adentro, si ocultábamos a líderes del Partido Comunista (…) Pero no encontraron nada. Se fueron callados. No pidieron ni perdón. Se sentían dueños y señores del sistema. Tenían el poder en las manos”.

Añade que como a las tres de la tarde, poco después de que se habían ido los soldados, llegaron marinos. “Estuvieron más de dos horas. También allanaron la casa y robaron cosas. Registraban con detectores de metales. (...) La señora Matilde me contó que el mandamás de los marinos entró al dormitorio de Neruda y le dijo: ‘Perdón, señor Neruda’. Y se fue”.

Araya recuerda que durante varios días la marina puso un buque de guerra frente a la casa del poeta. “Neruda decía: ‘Nos van a matar, nos van a volar’. Y yo le decía: ‘Si nos tenemos que morir, yo voy a morir en la ventana primero que usted’. Lo hacía para darle valor, para que se sintiera acompañado. Entonces le dijo a la señora Matilde: ‘Patoja –que así la nombraba–: mire el compañero, no nos va a abandonar, se va a quedar aquí’”.

Araya cuenta que conversaciones de ese tipo tenían lugar en la pieza del matrimonio: ellos acostados y él sentado a los pies de la cama. “Nos preguntábamos que haríamos nosotros solos. Pensábamos que a Neruda lo iban a asesinar. Entonces, resolvimos que la única opción era salir del país”.

El viaje

Araya narra que Neruda le dijo que su plan era instalarse en México y una vez en ese país pedir “a los intelectuales y a los gobiernos del mundo entero ayuda para derrocar a la tiranía y reconstruir la democracia en Chile”.

Rememora: “Desde la hostería Santa Elena –a menos de 100 metros de la casa de Isla Negra– nos comunicamos con las embajadas de Francia y México. La de México se portó un siete (nota máxima en el sistema educativo chileno). El embajador (Gonzalo Martínez Corbalá) se movilizó para ayudarnos. Creo que el 17 de septiembre nos llamó para decirnos que se había conseguido una habitación en la clínica Santa María. Allí deberíamos esperar la llegada de un avión ofrecido por el presidente Luis Echeverría”.

El problema era trasladar al poeta a la clínica. “Con Neruda y Matilde pensamos que la mejor y más segura manera de llegar hasta allá era en una ambulancia. Mi misión era conseguirla. Viajé a Santiago en nuestro Fiat 125 blanco y pude arrendar una ambulancia. (...) Recuerdo que ofrecí como seis veces más de lo que me cobraban para asegurar que efectivamente fueran a buscarnos. Acordamos que fueran el 19, porque ese día la clínica tendría todo dispuesto para recibir a Pablito.

“Llega el 19 y solicitamos a Tejas Verdes (el regimiento militar de la provincia de San Antonio) permiso para trasladar a Neruda. Me dijeron: ‘No estamos dando salvoconductos, menos a Neruda’. A pesar de la negativa decidimos partir. La ambulancia entró hasta la puerta que daba a la escalera de su dormitorio. (...) Al salir se despidió de su perrita Panda, se subió a la ambulancia y se acostó en la camilla. Neruda y Matilde se fueron en la ambulancia. Yo los seguí muy de cerca en el Fiat.”

“El viaje fue triste, caótico y terrible. Nos controlaban cada cuatro o cinco kilómetros, parecía imposible llegar a nuestro destino. Imagínese que salimos a las 12:30 y llegamos a las 18:30 a la clínica (distante poco más de 100 kilómetros de Isla Negra).

“En Melipilla fue el control más maldito. Allí Neruda vivió el momento más terrible. (...) Los militares lo bajaron de la ambulancia y le registraron el cuerpo y la ropa. Decían que buscaban armas. Él pedía clemencia, decía que era un poeta, un premio Nobel, que había dado todo por su país y que merecía respeto. Para ablandar sus corazones les decía que iba muy enfermo, pero las humillaciones continuaban. En un momento lloramos los tres tomados de la mano porque creíamos que así iba a ser nuestro fin.”

Finalmente la ambulancia llegó a la clínica tres horas más tarde de lo acordado. “Como llegamos muy cerca de la hora del toque de queda, no pudimos hacer nada más que quedarnos todos en la clínica a dormir (…)

“El embajador Martínez Corbalá fue a vernos al día siguiente. Y también el francés, que nunca supe cómo se llamaba. También recibimos la visita de Radomiro Tomic y Máximo Pacheco (dirigentes democratacristianos), de un diplomático sueco, y de nadie más.”

La inyección misteriosa

Araya dice que los primeros días en la clínica transcurrieron sin sobresaltos. El 22 de septiembre, la embajada de México avisó que el avión dispuesto por su gobierno tenía programado salir de Santiago rumbo a México el 24 de septiembre. Le comunicó además que el régimen militar había autorizado su salida.

“Entonces Neruda nos pidió a mí y a Matilde que viajáramos a Isla Negra a buscar sus cosas más importantes, entre éstas sus memorias inconclusas. Creo que eran Confieso que he vivido. Al día siguiente –23 de septiembre– partimos temprano hacia la casa de Isla Negra. (...) Dejamos a Neruda muy bien en la clínica, acompañado por su hermana Laurita, que llegó ese día a acompañarlo.”

Asegura que Neruda estaba “en excelente estado, tomando todos sus medicamentos. Todos eran pastillas, no había inyecciones. Nosotros nos preocupamos de recoger todo lo que nos indicó. Estábamos en eso cuando Neruda nos llamó como a las cuatro de la tarde a la hostería Santa Elena, donde le dieron el recado a Matilde, quien devolvió la llamada. Neruda le dijo: ‘Vénganse rápido, porque estando durmiendo entró un doctor y me colocó una inyección’.

“Cuando llegamos a la clínica, Neruda estaba muy afiebrado y rojizo. Dijo que lo habían pinchado en la guata (el estómago) y que ignoraba lo que le habían inyectado. Entonces le vemos la guata y tenía un manchón rojo.”

Araya recuerda que momentos después, cuando se estaba lavando la cara en el baño, entro un médico que le dijo: “Tiene que ir a comprarle urgente a don Pablo un remedio que no está en la clínica”.

Fue a comprar el medicamento y Neruda se quedó con Matilde y Laurita. “En el trayecto me siguieron sin que yo me diera cuenta. El médico antes me había dicho que el medicamento no se encontraba en el centro de Santiago, sino en una farmacia de la calle Vivaceta o Independencia. Cuando salí por Balmaceda para entrar a Vivaceta aparecieron dos autos, uno por detrás y otro por delante. Se bajaron unos hombres y me pegaron puñetazos y patadas. No supe quiénes eran. Me cachetearon harto y luego me pegaron un balazo en una pierna.

“Después de todo lo que me pegaron terminé muy mal herido en la comisaría Carrión, que está por Vivaceta con Santa María. Luego me trasladaron al estadio Nacional donde sufrí severas torturas que me dejaron a un paso de la muerte. El cardenal Raúl Silva Henríquez logró sacarme de ese infierno. Por eso estoy vivo.”

Neruda murió a las 22:00 horas en su habitación –la número 406– de la clínica Santa María.

Consultado por Proceso, el director de archivos de la Fundación Neruda, Darío Oses, dio a conocer la posición de esta institución respecto de la muerte del poeta:

“No hay una versión oficial que maneje la fundación. Ésta se atiene a los testimonios de personas cercanas a Neruda en el momento de su muerte y de biógrafos que manejaron fuentes confiables. Hay bastantes coincidencias entre las versiones de Matilde Urrutia en su libro Mi vida junto a Pablo, la de Jorge Edwards en Adiós poeta y la de Volodia Teitelboim en su biografía Neruda. La causa de muerte fue el cáncer. Uno de los médicos que lo trataba, al parecer el doctor Vargas Salazar, le había advertido a Matilde que la agitación que le producía al poeta el enterarse de lo que estaba ocurriendo en Chile en ese momento podía agravar su estado. A esta situación también contribuyeron el allanamiento de su casa (...) y el traslado en ambulancia (...) con controles y revisiones militares en el camino.”

Pero Manuel Araya dice no tener duda alguna: “Neruda fue asesinado”. Y sostiene que la orden vino de Augusto Pinochet: “¿De qué otra parte iba a salir?”.

Consejos para Allende


VALPARAÍSO, CHILE.- El presidente chileno Salvador Allende era el visitante más asiduo de Pablo Neruda en su casa de Isla Negra. “Cuando iba, Allende siempre le pedía consejos al poeta porque éste era muy sabio en política”, sostiene Manuel Araya Osorio, exasistente personal de Neruda.

Recuerda, por ejemplo, los consejos que Neruda le dio a Allende sobre las fuerzas armadas en las semanas previas al cuartelazo, cuando el 23 de agosto de 1973 la derecha y los militares golpistas forzaron la renuncia del general Carlos Prats GonzЗlez, comandante en jefe del ejército.

“Tenemos que descabezar a las fuerzas armadas... Los de nosotros hacia acЗ y los otros hacia un lado”, le decТa Neruda al presidente.

Araya lamenta que El Chicho (Allende) no le hiciera caso al poeta en este tema. “Si lo hubiera hecho, la historia habría sido bien diferente. Otro gallo hubiera cantado, todavía estaríamos en el poder”, dice convencido.

Y cuenta que el 10 de septiembre de 1973 –un día antes del golpe militar– Neruda le pidió que viajara a Santiago para entregarle un mensaje al presidente Allende. Se trataba de una invitación a la inauguración de Cantalao, el refugio para la inspiración y el descanso de los poetas, que sería precisamente el 11 de septiembre.

En entrevista con Proceso, Mario Casasús, estudioso de la vida de Neruda y corresponsal en México de El Clarín de Chile, dice que Neruda había escrito los estatutos de la fundación Cantalao. A ésta traspasaría los terrenos de la casa de los poetas del mismo nombre, que están muy cerca de su casa de Isla Negra.

Araya afirma que Allende lo recibió en su despacho. “Estaba caminando, parecía nervioso. Leyó la nota de Neruda e inmediatamente redactó una respuesta. Sin leerla me la guardé en un bolsillo. (...) No tengo idea lo que decía ese mensaje, pero el presidente me dijo: ‘Dígale al compañero (Neruda) que mañana yo voy a ir a la Universidad Técnica (donde anunciaría la realización de un plebiscito) y que posiblemente haya ruidos de sables este 11 de septiembre’”.

Dice que Neruda, al conocer el mensaje, se quedó muy preocupado porque entendía el curso que estaban tomando los acontecimientos. “Esa noche casi no durmió”.

Ese 11 de septiembre “nosotros quedamos completamente abandonados y solos” afirma Araya. “La muerte del presidente Salvador Allende afectó mucho a don Pablo. Sin embargo se sentía con la fuerza y entereza necesaria para seguir luchando por lo que crea justo”.

“Las noticias emitidas por los medios de comunicación nacionales eran manipuladas por el régimen militar. Sabíamos que eran falsas, que todo era mentira.”

Araya narra que Neruda se deprimió mucho. Él le pidió que no se pusiera triste. “Le dije que los militares en un mes le iban a entregar el poder a la Democracia Cristiana”.

Neruda le replicó: “No compañero, esto va a durar muchos años, como ocurrió en España. Yo conozco la historia, usted no sabe de golpes de Estado”.

* Fuente: http://www.elclarin.cl/web/index.php?option=com_content&view=article&id=1289:neruda-fue-asesinado&catid=5:cultura-y-espectaculos&Itemid=6
*Corresponsal en Chile del semanario mexicano Proceso, reportaje publicado en la edición número 1081 del 8 de mayo de 2011. Se reproduce en Clarín.cl con autorización del autor.
Enviado desde Méjico por el compañero Alfredo Ramírez Villar


Alejandro Dolina le responde a Ángel Cappa acerca de Perón y el peronismo


Pavese: la muerte tiene ojos color avellana

Por Manuel Vicent

Natalia Ginzburg pensó que su amigo nunca tuvo esposa, ni hijos, ni casa propia. Lo recordó terco y solitario, amante imposible, siempre enamorado. El último amor que lo arrebató de la vida fue el que mantuvo con la actriz Constance Dowling La escritora Natalia Ginzburg regresó a Turín siete años después de que su amigo Cesare Pavese se hubiera suicidado. Turín era la ciudad donde se habían conocido de jóvenes, habían trabajado juntos en la editorial Einaudi, tal vez se habían enamorado en secreto. Viejos tiempos, otros días, otros juegos. Después de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, que se había cebado con su familia, Natalia volvía desde Londres con su segundo marido y apenas cruzó el vestíbulo de la estación de Porta Nuova se dirigió a la plaza porticada de Carlo Felice. Llena de melancolía percibió que la ciudad seguía oliendo a hollín, que los comercios y los cines mantenían los mismos nombres, allí estaba también el puesto de helados rosas y blancos, que le recordaban los días felices de su niñez, pero ahora había trolebuses y algún paso subterráneo nuevo.

"Natalia conocía todos sus avatares amorosos. Lo recordó terco y solitario, amante imposible, siempre enamorado"
La escritora se detuvo ante la puerta del albergo Roma, situado bajo las arcadas de la plaza y decidió entrar. Detrás del mostrador encontró a la mujer de siempre, una hija de la familia que había regentado este humilde hotel desde hacía más de cien años. En el angosto recibidor todo seguía igual. Los dos radiadores, la moqueta roja, los dos pequeños sillones raídos, el espejo velado. La mujer de la recepción conocía el pasado de Natalia Ginzburg y supo enseguida el motivo de la visita: "La habitación que busca es la 346, está en la segunda planta" -le dijo-. Subió agarrada a la barandilla metálica de la escalera y una criada le abrió la puerta con una llave que se sacó del bolsillo del delantal. En aquella habitación el tiempo también se había detenido. Estaba intacta, tal como la dejó la muerte, con el aire estancado. La misma cama estrecha con cabecera de hierro, el perchero, la silla, la mesa de madera, el teléfono negro colgado en la pared, la lámpara de plástico en la mesilla de noche, la cortina de la ventana. Nadie había tocado ninguno de estos enseres desde entonces, hacía siete años. La escritora comenzó a llorar.
Un sábado, 26 de agosto de 1950, Cesare Pavese dejó la casa de su hermana María con la que vivía y se dirigió al albergo Roma con un maletín en el que no llevaba ninguna prenda de ropa sino un solo libro, Diálogos con Leucó. La humedad que liberaba el río Po envolvía en un calor pegajoso de final de verano la ciudad desierta. El poeta acababa de sufrir el último desaire amoroso, pidió habitación y una vez instalado en ella realizó tres llamadas de teléfono mientras la oscuridad de la tarde se instalaba en la ventana. Se oían escapes de motocicletas que cruzaban la plaza. El poeta tal vez imaginó que cada una de aquellas máquinas llevaría en el trasportín a una muchacha feliz de regreso del campo después de darse con su novio un revolcón sobre la hierba, como había descrito en unos de sus poemas. "La muchacha, sentada, se acicala el peinado / y no mira al compañero, tendido, con los ojos abiertos".
No obtuvo ninguna respuesta a sus tres llamadas, el último hilo que le unía a la vida. El poeta se descalzó, se tendió en la cama con la camisa blanca y el traje oscuro, se aflojó el nudo de la corbata y los pies pálidos, desnudos formaron dos alas dispuestas a volar. Pocos días antes había confesado en una carta a su amiga Pierina que nunca se había despertado con una mujer al lado, que nunca había experimentado la mirada que dirige a un hombre una mujer enamorada. Ni siquiera había tenido el amor maternal, que cualquier niño merece. Su madre Consolina había tratado siempre con un rigor absorbente a su hijo Cesare, el menor de cinco hermanos, tres de ellos ya muertos, y le había transferido los traumas que ella había sufrido con su marido, quien en el lecho de muerte pidió ver por última vez a una vecina, que había sido su amante, y ella se negó a dejarla pasar. Esta escena cargó la neurosis del adolescente hasta convertirlo en un ser introvertido, solitario, negado para la amistad y a la hora de conquistar a una mujer tampoco le ayudaba su rostro ceniciento, su carácter agrio y pesimista y al mismo tiempo excesivamente enamoradizo.
Natalia Ginzburg admiraba su obra, había sido su confidente y tal vez uno de sus amores frustrados. Nacida en Palermo en 1916, hija del judío Giuseppe Levi, profesor de medicina, perseguido por sus ideas antifascistas, su familia se trasladó a Turín donde Natalia se casó con el historiador Leone Ginzburg, de origen ruso, cofundador de la editorial Einaudi, también encarcelado por su ideología, confinado en un pueblo de los Abruzzos y finalmente torturado hasta la muerte en la cárcel de Regina Coeli en 1944 por los nazis. Pavese y Natalia habían sido compañeros, camaradas, amigos antes de la guerra. Se veían todos los días en la editorial donde él trabajaba de lector y traductor. Natalia conocía todos sus avatares amorosos. Primero fue su pasión por Battistina Pizzardo, activista del Partido Comunista. Ella se sirvió de su amor para usarlo de correo en la clandestinidad y gracias a este favor el enamorado fue a la cárcel y luego desterrado a Brancaleone Calabro. Allí escribió el libro de poemas Trabajar cansa, pero al volver a Turín se encontró a Battistina, la mujer de la voz ronca, casada con un antiguo novio.
Pavese había conseguido librarse de ir a la guerra por ser asmático y terminada la contienda, afiliado al PCI, siguió trabajando en la editorial Einaudi, escribiendo novelas y enamorándose equivocadamente. Esta vez el fracaso lo obtuvo de Bianca Garuffi, otra escritora, empleada en las mismas oficinas y con la que publicó un libro creado a medias. La relación fue tormentosa. Frente a la cama que la muerte dejó hecha en la habitación 346 del albergo Roma, Natalia Ginzburg pensó que su amigo nunca tuvo esposa, ni hijos, ni casa propia. Lo recordó terco y solitario, amante imposible, siempre enamorado, escribiendo en los cafés llenos de humo alguno de aquellos versos: "Los dos, tendidos sobre la hierba, vestidos, se miran a la cara, entre los tallos delgados la mujer le muerde los cabellos y después muerde la hierba". El último amor que lo arrebató de la vida fue el que mantuvo con la actriz norteamericana Constance Dowling, ex amante de Elia Kazan, de la que quedó colgado durante un rodaje en Roma. Le ofreció matrimonio, pero la rubia que fue famosa por sus ojos de avellana se casó con otro. ¿Ojos color de avellana? Fue a esta mujer a la que el poeta dedicó el verso más famoso que han ido repitiendo desde entonces todos los amantes desesperados: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos".
El despecho le obligó a escribir en su diario: "Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más". De hecho no cumplió su palabra porque en el albergo Roma, un momento antes de tomar varios tubos de barbitúricos, de aflojarse el nudo de la corbata y de tumbarse en la cama con el traje oscuro y los pies desnudos había escrito en una página en blanco del libro Diálogos con Leucó: "Perdono a todos y a todos pido perdón. No chismorreen demasiado".
Natalia Ginzburg pensó que su amigo había elegido morir esa tarde de agosto tórrido como un forastero, cuando ninguno de sus amigos estaba en la ciudad. No fue necesario abandonar la cama, solo el alba como su última amante entró en el cuarto vacío. Al día siguiente era domingo y las campanas de Santa María tocaron a misa sobre el cadáver del poeta y los fieles acicalados al salir a la plaza compraban helados rosas y blancos a sus niños. Siete años después de aquello, allí frente a la cama vacía Natalia Ginzburg, su amor secreto, se secaba las lágrimas.

MANUEL VICENT 26/03/2011. El País (España) Fuente en Internet: http://carmenlobo.blogcindario.com/2011/04/01656-pavese-la-muerte-tiene-ojos-color-avellana.html


Me van a tener que disculpar

Por Eduardo Sacheri

Para Diego

Me van a tener que disculpar. Yo sé que un hombre que pretende ser una persona de bien debe comportarse según ciertas normas, aceptar ciertos preceptos, adecuar su modo de ser a determinadas estipulaciones convenidas por todos. Seamos más explícitos. Si uno quiere ser un tipo coherente debe medir su conducta, y la de sus semejantes, con la misma e idéntica vara. No puede hacer excepciones, pues de lo contrario bastardea su juicio ético, su conciencia crítica, su criterio legítimo.
Uno no puede andar por la vida reprobando a sus rivales y disculpando a sus amigos por el sólo hecho de serlo. Tampoco soy tan ingenuo como para suponer que uno es capaz de sustraerse a sus afectos y a sus pasiones, que uno tiene la idoneidad como para sacrificarlos en el altar de una imparcialidad impoluta. Digamos que uno va por ahí intentando no apartarse demasiado del camino debido, tratando de que los amores y los odios no le trastoquen irremediablemente la lógica.
Pero me van a tener que disculpar, señores. Hay un tipo con el que no puedo. Y ojo que lo intento. Me digo: no puede haber excepciones, no debe haberlas. Y la disculpa que requiero de ustedes es todavía mayor, porque el tipo del que hablo no es un benefactor de la humanidad, ni un santo varón, ni un valiente guerrero que ha consolidado la integridad de mi patria. No, nada de eso. El tipo tiene una actividad mucho menos importante, mucho menos trascendente, mucho más profana. Les voy adelantando que el tipo es un deportista. Imagínense, señores. Llevo escritas doscientas sesenta y tres palabras hablando del criterio ético y sus limitaciones, y todo por un simple caballero que se gana la vida pateando una pelota. Ustedes podrán decirme que eso vuelve mi actitud todavía más reprobable. Tal vez tengan razón. Tal vez por eso he iniciado estas líneas disculpándome.
No obstante, y aunque tengo perfectamente claras esas cosas, no puedo cambiar mi actitud. Sigo siendo incapaz de juzgarlo con la misma vara con la que juzgo al resto de los seres humanos. Y ojo que no sólo no es un pobre muchacho saturado de virtudes. Tiene muchos defectos. Tiene tal vez tantos defectos como quien escribe estas líneas, o como el que más. Para el caso es lo mismo. Pese a todo, señores, sigo sintiéndome incapaz de juzgarlo. Mi juicio crítico se detiene ante él, y lo dispensa.

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"Me van a tener que disculpar" en la voz de Alejandro Apo

No es un capricho, cuidado. No es un simple antojo. Es algo un poco más profundo, si me permiten calificarlo de ese modo. Seré más explícito. Yo lo disculpo porque siento que le debo algo. Le debo algo y sé que no tengo forma de pagárselo. O tal vez ésta sea la peculiar moneda que he encontrado para pagarle. Digamos que mi deuda halla sosiego en este hábito de evitar siempre cualquier eventual reproche.
Él no lo sabe, cuidado. Así que mi pago es absolutamente anónimo. Como anónima es la deuda que con él conservo. Digamos que él no sabe que le debo, e ignora los ingentes esfuerzos que yo hago una vez y otra por pagarle.
Por suerte o por desgracia, la oportunidad de ejercitar este hábito se me presenta a menudo. Es que hablar de él, entre argentinos, es casi uno de nuestros deportes nacionales. Para enzalzarlo hasta la estratósfera, o para condenarlo a la parrilla perpetua de los infiernos, los argentinos gustamos, al parecer, de convocar su nombre y su memoria. Ahí es cuando yo trato de ponerme serio y distante, pero no lo logro. El tamaño de mi deuda se me impone. Y cuando me invitan a hablar prefiero esquivar el bulto, cambiar de tema, ceder mi turno en el ágora del café a la tardecita. No se trata tampoco de que yo me ubique en el bando de sus perpetuos halagadores. Nada de eso. Evito tanto los elogios superlativos y rimbombantes como los dardos envenenados y traicioneros. Además, con el tiempo he visto a más de uno cambiar del bando de los inquisidores al de los plañideros aplaudidores, y viceversa, sin que se les mueva un pelo. Y ambos bandos me parecen absolutamente detestables, por cierto.
Por eso yo me quedo callado, o cambio de tema. Y cuando a veces alguno de los muchachos no me lo permite, porque me acorrala con una pregunta directa, que cruza el aire llevando específicamente mi nombre, tomo aire, hago como que pienso, y digo alguna sandez al estilo de «y, no sé, habría que pensarlo»; o tal vez arriesgo un «vaya uno a saber, son tantas cosas para tener en cuenta». Es que tengo demasiado pudor como para explayarme del modo en que aquí lo hago. Y soy incapaz de condenar a mis amigos al tórrido suplicio de escuchar mis argumentos y mis justificaciones.
Por empezar les tendría que decir que la culpa de todo la tiene el tiempo. Sí, como lo escuchan, el tiempo. El tiempo que se empeña en transcurrir, cuando a veces debería permanecer detenido. El tiempo que nos hace la guachada de romper los momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos. Porque si el tiempo se quedase ahí, inmortalizando a los seres y a las cosas en su punto justo, nos libraría de los desencantos, de las corrupciones, de las infinitas traiciones tan propias de nosotros los mortales.
Y en realidad es por ese carácter tan defectuoso del tiempo que yo me comporto como lo hago. Como un modo de subsanar, en mis modestos alcances, esas barbaridades injustas que el tiempo nos hace. En cada ocasión en la cual mencionan su nombre, en cada oportunidad en la cual me invitan al festín de adorarlo y denostarlo, yo me sustraigo a este presente absolutamente profano, y con la memoria que el ser humano conserva para los hechos esenciales me remonto a ese día, al día inolvidable en que me vi obligado a sellar este pacto que, hasta hoy, he mantenido en secreto. Un pacto que puede conducirme (lo sé), a que alguien me acuse de patriotero. Y aunque yo sea de aquellos a quienes desagrada la mezcla de la nación con el deporte, en este caso acepto todos los riesgos y las potenciales sanciones.
Digamos que mi memoria es el salvoconducto para volver el tiempo al lugar cristalino del cual no debió moverse, porque era el exacto sitio en que merecía detenerse para siempre, por lo menos para el fútbol, para él y para mí. Porque la vida es así, a veces se combina para alumbrar momentos como ése. Instantes después de los cuales nada vuelve a ser como era. Porque no puede. Porque todo ha cambiado demasiado. Porque por la piel y por los ojos nos ha entrado algo de lo cual nunca vamos a lograr desprendernos.
Esa mañana habrá sido como todas. El mediodía también. Y la tarde arranca, en apariencia, como tantas otras. Una pelota y veintidós tipos. Y otros millones de tipos comiéndose los codos delante de la tele, en los puntos más distantes del planeta. Pero ojo, que esa tarde es distinta. No es un partido. Mejor dicho: no es sólo un partido. Hay algo más. Hay mucha rabia, y mucho dolor, y mucha frustración acumuladas en todos esos tipos que miran la tele. Son emociones que no nacieron por el fútbol. Nacieron en otro lado. En un sitio mucho más terrible, mucho más hostil, mucho más irrevocable. Pero a nosotros, a los de acá, no nos cabe otra que contestar en una cancha, porque no tenemos otro sitio, porque somos pocos, porque estamos solos, porque somos pobres. Pero ahí está la cancha, el fútbol, y son ellos o nosotros. Y si somos nosotros el dolor no va a desaparecer, ni la humillación ha de terminarse. Pero si son ellos. Ay, si son ellos. Si son ellos la humillación va a ser todavía más grande, más dolorosa, más intolerable. Vamos a tener que quedarnos mirándonos las caras, diciéndonos en silencio «te das cuenta, ni siquiera aquí, ni siquiera esto se nos dio a nosotros».
Así que están ahí los tipos. Los once nuestros y los once de ellos. Es fútbol, pero es mucho más que fútbol. Porque cuatro años es muy poco tiempo como para que te amaine el dolor y se te apacigüe la rabia. Por eso no es sólo fútbol.
Y con semejantes antecedentes de tarde borrascosa, con semejante prólogo de tragedia, va este tipo y se cuelga para siempre del cielo de los nuestros. Porque se planta enfrente de los contrarios y los humilla. Porque los roba. Porque delante de sus ojos los afana. Y aunque sea les devuelve ese afano por el otro, por el más grande, por el infinitamente más enorme y ultrajante. Porque aunque nada cambie allá están ellos, en sus casas y en sus calles, en sus pubs, queriéndose comer las pantallas de pura rabia, de pura impotencia de que el tipo salga corriendo mirando de reojito al árbitro que se compra el paquete y marca el medio.
Hasta ahí, eso solo ya es historia. Ya parece suficiente. Porque le robaste algo al que te afanó primero. Y aunque lo que él te robó te duele más, vos te regodeás porque sabés que esto, igual, le duele. Pero hay más. Aunque uno desde acá diga bueno, es suficiente, me doy por hecho, hay más. Porque el tipo además de piola es un artista. Es mucho más que los otros.
Arranca desde el medio, desde su campo, para que no queden dudas de que lo que está por hacer no lo ha hecho nadie. Y aunque va de azul, va con la bandera. La lleva en una mano, aunque nadie la vea. Empieza a desparramarlos para siempre. Y los va liquidando uno por uno, moviéndose al calor de una música que ellos, pobres giles, no entienden. No sienten la música, pero sí sienten un vago escozor, algo que les dice que se les viene la noche. Y el tipo sigue adelante.
Para que empiecen a no poder creerlo. Para que no se lo olviden nunca. Para que allá lejos los tipos dejen la cerveza y cualquier otra cosa que tengan en la mano. Para que se queden con la boca abierta y la expresión de tontos, pensando que no, que no va a suceder, que alguno lo va a parar, que ese morochito vestido de azul y de argentino no va a entrar al área con la bola mansita a su merced, que alguien va a hacer algo antes de que le amague al arquero y lo sortee por afuera, de que algo va a pasar para poner en orden la historia y que las cosas sean como Dios y la reina mandan, porque en el fútbol tiene que ser como en la vida, donde los que llevan las de ganar ganan, y los que llevan las de perder pierden. Se miran entre ellos y le piden al de al lado que los despierte de la pesadilla. Pero no hay caso, porque ni siquiera cuando el tipo les regala una fracción de segundo más, cuando el tipo aminora el vértigo para quedar de nuevo bien parado de zurdo, ni siquiera entonces van a evitar entrar en la historia como los humillados, los once ingleses despatarrados e incrédulos, los millones de ingleses mirando la tele sin querer creer lo que saben que es verdad para siempre, porque ahí va la bola a morirse en la red para toda la eternidad, y el tipo va a abrazarse con todos y a levantar los ojos al cielo. Y no sé si él lo sabe, pero hace tan bien en mirar al cielo.
Porque el afano estaba bien, pero era poco. Porque el afano de ellos era demasiado grande. Así que faltaba humillarlos por las buenas. Inmortalizarlos para cada ocasión en que ese gol volviese a verse una vez y otra vez y para siempre, en cada rincón del mundo. Ellos volviendo a verse una y mil veces hasta el cansancio en las repeticiones incrédulas. Ellos pasmados, ellos llegando tarde al cruce, ellos viéndolo todo desde el piso, ellos hundiéndose definitivamente en la derrota, en la derrota pequeña y futbolera y absoluta y eterna e inolvidable.
Así que señores, lo lamento. Pero no me jodan con que lo mida con la misma vara con la que se supone debo juzgar a los demás mortales. Porque yo le debo esos dos goles a Inglaterra. Y el único modo que tengo de agradecérselo es dejarlo en paz con sus cosas. Porque ya que el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo, ya que optó por acumular un montón de presentes vulgares encima de ese presente perfecto, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida. Yo conservo el deber de la memoria.

Fuente: http://www.elortiba.org/pasach.html


Elogio de la renuncia

Por Alejandro Dolina

En el barrio de Flores siempre se sintió admiración por las renuncias. La gente distinguida apreciaba como muestra de buen gusto el rechazo de honores, dignidades, premios y cargos públicos.
Durante mucho tiempo no existieron recomendaciones escritas al respecto. Ninguno de los autores del barrio se ocupó del asunto para clasificarlo y ordenarlo.
Los Hombres Sensibles se limitaban a aplaudir cada renuncia, sin detenerse a meditar el carácter ético o estético de los gestos individuales. De cualquier manera, ya se sabe que los muchachos del Ángel Gris confundían casi siempre lo bueno con lo hermoso y verdadero. No es extraño encontrar en sus textos referencias a teoremas canallescos, flores mentirosas y corajes vistosos. Nadie puede sospechar que estas adjetivaciones se propusieran el asombro: eran la expresión cabal de hombres a quienes las propiedades del bismuto solían parecerles una compadrada.
Este caos inicial del espíritu renunciante dura hasta la aparición de una pequeña antología realizada por Manuel Mandeb. Se titulaba Ni aùn me lo pidan de rodillas y consistía - como ya puede adivinarse - en una colección de renuncias memorables. El libro comienza con una del propio Mandeb, que no tiene fecha y que reviste la forma literaria del telegrama. Los glosadores se inclinan a creer que su texto original fue mucho màs breve que el que figura en la antología. Y en realidad es muy probable que el autor haya querido amenguar los estragos que las tarifas del correo suele hacer en el estilo literario de sus clientes.
Al parecer, Manuel Mandeb expone en esta pieza su decisión de declinar el cargo de cadete en la Farmacia Ghigliotti de Caseros, a causa de graves desinteligencias filosóficas y empresarias con la conducción de la firma.
Siguen a ésta veintinueve renuncias de toda índole.
Merece destacarse la número doce, suscripta por el doctor Ángel D. Molina Acosta y dirigida al administrador del edificio en el que vivía, con copia a cada uno de los copropietarios. En realidad es el anuncio de la inminente mudanza del doctor Molina Acosta, pero al hombre se le antojaba esta actitud como una renuncia a su carácter de inquilino.
Vale la pena transcribir la número veinte, aunque no sea por su brevedad:
“Yo no me llamo cincuenta pesos”.
Firmado: Ramón.
La antología de Mandeb es de lo peor que ha escrito el polígrafo árabe. Pero sus consecuencias fueron notables. Su lectura despertó en muchas personas la conciencia de una vocación renunciante. Y los más emprendedores comprendieron las ventajas de reunirse y asociarse, para brindarse mutuo apoyo, para esclarecer puntos oscuros y para difundir la doctrina en los barrios bárbaros.
Así nace la Sociedad de Renunciantes de Flores.
Los maliciosos afirman que esta gente pasaba la mitad del tiempo eligiendo presidentes y la otra mitad considerando sus renuncias. Esto es casi cierto, pero no puede negarse que han dejado una serie de pensamientos muy interesantes, especialmente en estos tiempos, en los que nadie renuncia a nada.
Todo socio o simpatizante de la entidad tenia como obligación principal la de hacer obra para merecer algo. Muchos emprendían carreras universitarias, otros trabajaban durante años en casas de comercio, los menos elegían el camino del arte.
En algún momento el tesón o el talento eran reconocidos. Y ahí empezaba la verdadera tarea: rechazar ese reconocimiento. Los médicos renunciaban a su titulo. Los amanuenses a su ascenso. Los artistas al renombre. De este modo, la culminación de los esfuerzos de toda la vida consistía en renunciar a la recompensa.
Semejante postura espiritual debía ir acompañada en todos los casos por una conducta digna y humilde. Los renunciantes jamás se dejaban tentar por la notoriedad. Iban siempre a menos. Si por su mente cruzaba un argumento feliz para refutar a algún pedante, se lo guardaban. Muchas veces pasaban por cobardes, sobrándoles cuero para ser corajudos. No cobraban los billetes premiados y se iban al mazo con el as de bastos.
Como ocurre siempre con las grandes corrientes filosóficas, no tardaron en aparecer heresiarcas.
El primer problema que se presentó era bastante previsible: muchos socios que se empeñaban en tareas ciclópeas llegaban al final del camino sin que nadie les ofreciera gratificación alguna. Mandeb y otros ortodoxos sostuvieron que la verdadera renuncia es anterior al premio, debe yacer en el espíritu y no necesita hacerse manifiesta.
Pero esto era demasiado para algunos afiliados no del todo fuertes. Y así, muchos apresurados empezaron a renunciar públicamente a distinciones que nadie les había ofrecido.
En 1967, el arquitecto Mario Cuenca, que ya no era joven y que nunca había sobresalido, se permitió renunciar anticipadamente a su nominación como uno de los diez jóvenes sobresalientes del año. Su carta causó sorpresa entre los funcionarios, que ni siquiera lo conocían. Cuenca no recibió ni el módico halago de la aceptación de su renuncia.
Sin embargo, su ejemplo hizo escuela. Muy pronto los socios de la agrupación dejaron de hacer méritos para dedicarse tan sólo a renunciar.
La fundación Nobel, el Circulo de Periodistas Deportivos, las academias y los colegios recibían docenas de notas firmadas por los hombres de Flores, deseosos de rechazar cualquier eventual medalla.
Ya se puede uno imaginar el catastrófico efecto de este nuevo criterio.
Gandules que renunciaban a empleos que no tenían. Galanes que rompían con novias ajenas. Indoctos que rechazaban cátedras inalcanzables.
Paralelamente, la proverbial dignidad de los renunciantes se fue deteriorando. Empezaron a aparecer falsos virtuosos que se jactaban de resistir tentaciones que no sentían. Y eso - come bien lo afirma Mandeb - no constituye en verdad hazaña ninguna. Leamos el pensador de Flores.
“La virtud no consiste en privarse de lo que a uno no le gusta. ¿Qué mérito representa el no tomar guindado si uno detesta esa bebida? El verdadero virtuoso es aquel que a todas horas siente deseos de tomar guindado y no lo hace. Por eso, cuanto mayor sea el numero de tentaciones que nos acechen, más grande será también nuestra ocasión de ejercer la virtud. Un hombre sin tentaciones jamás podrá ser santo.”
Hay que aclarar que ni Manuel Mandeb, ni la mayoría de los Hombres Sensibles de Flores pertenecieron a la Sociedad de Renunciantes de un modo efectivo. Miraron con simpatía las actividades del grupo y sufrieron ante su decadencia.
Con los años, las ramas heréticas fueron multiplicándose. Unos atorrantes de la calle Morón decían haber renunciado a la renuncia. No se privaban entonces de nada: se entregaban a los placeres más guarangos y de yapa de jactaban de su alta condición moral. “Nada nos gustaría mas que renunciar al juego, al alcohol, a los lupanares y al dulce de leche. Pero hemos renunciado a renunciar.”
Un grupo de esteticistas de la avenida Gaona entendía la renuncia como una de las artes literarias. De este modo nace la renuncia-ficción, género que únicamente exige la redacción de un texto, sin que esto implique el abandono de nada. Hay que reconocer que algunas obras surgidas de este cenáculo son primorosas.
Las hubo melancólicas, apasionadas y hasta versificadas, como ésta que transcribimos:
“Informo con la presente
que a partir de este momento
al cargo que yo detento
renuncio redondamente.
Lo saluda atentamente
Ángel Natalio Formento.”
Después también hubo escisiones entre los literarios y los más recalcitrantes se condenaron al silencio.
Otras manifestaciones artísticas tuvieron lugar en la calle Pedernera, donde se cantaban canciones de renuncia, aunque los cantores gustaban de hacerse rogar durante horas.
Pintores renunciantes parece que no existieron, aunque ciertos críticos creían ver en los cuadros del famoso plástico Lucio Cantini una especie de renuncia, aunque no acertaban a explicarse en qué consistía.
El ultimo y tal vez más agudo de los sectores disidentes fue el de la calle Boyacá, que sostenía que cualquier conducta lleva implícita una renuncia a otra conducta posible. El que se dirige al norte ha renunciado al Sur, al Este y al Oeste. El que toma mate amargo ha renunciado al azúcar y el que lo toma dulce ha renunciado a la amargura. Vivimos renunciando, aunque no lo sepamos.
Como puede verse, la intención primitiva había quedado muy lejos. El demasiado análisis condujo a los neorrenunciantes hacia el lado de los tomates.
Hoy, los estrictos consejos morales de la primera época se nos antojan exagerados.
Pero quizás convenga que todos nosotros los examinemos minuciosamente. No está tan mal renunciar de vez en cuando. La verdadera nobleza consiste en hacer lo que uno debe, sin esperar recompensa ninguna. Tampoco está mal darle cierta ventaja a la vida. Después de todo, el que pierda puede alardear aunque pierda.
Y una cosa más. Si no podemos enorgullecernos de lo que hemos hecho, que nos quede por lo meno el orgullo de lo que no hemos querido hacer.

© Alejandro Dolina - Crónicas del Ángel Gris
Ediciones Colihue, 1986
Fuente: http://carmenlobo.blogcindario.com/2010/06/01488-elogio-de-la-renuncia-alejandro-dolina.html


Diego Maradona: "A mí no me hablés del hambre"

En una entrevista exclusiva con la revista de cultura villera La Garganta Poderosa, cuyo octavo número estará en la calle a partir del viernes 12 de agosto, Maradona, el mejor jugador de fútbol de la historia, expresó: "La Presidenta de la Nación está abriendo puertas que antes eran muy difíciles de abrir. Y en eso, hay que darle la derecha".

"Pero -agregó-, aunque yo no soy de (Daniel) Filmus (el candidato a Jefe de Gobierno porteño por el Frente para la Victoria), la victoria de Macri demuestra que estamos muy mal".

El "Diez" amplió su crítica sobre el Jefe de Gobierno porteño: "Tuve muchas agarradas con él y hoy está sospechado de haberte escuchado a vos, diciéndole a una nami: `Mirá que te espero en la esquina...`. Está denunciado, está por ir en cana y lo vota el sesenta y pico por ciento".
"
Me pregunto quién lo votó... El tipo hizo todo mal, es un hijo de papá que no sabe nada -siguió- y se da el lujo de hablar de la pobreza o de lo mal que está la Argentina: a mí, vos, no me hablés del hambre, ni vengas a meterme los dedos en la nariz, si nunca te lustraste los zapatos. Es más, no sabés ni que existe la pomada".

De otros candidatos a la presidencia de la Nación, Maradona apuntó: "(Eduardo) Duhalde me da asco. Duhalde, ya robaste e hiciste desastres donde estuviste, te metiste de prepo al sillón de Rivadavia porque no te votó nadie y hoy estás de nuevo como si fueras Flavio Mendoza. ¡Pero por el amor de dios! Es un afano".

"(Elisa) Carrió me da ganas de vomitar -continuó-. A Ricardo Alfonsín da lástima escucharlo hablar, sabiendo que le están dando cuerda de atrás. No es serio lo que pasa en la Argentina. No tengo nada contra Miguel Del Sel, pero el mejor chiste que metió fue el 35% en Santa Fe sin haber estado nunca en política. Nos merecemos otro país, en el que todos seamos alegres".

El ex DT de la Selección, por eso, explicó su admiración por Fidel Castro: "Es el único tipo que yo respeto, como político, porque él se jugó la vida. Es el padre de todas las revoluciones que emprenda la gente que quiera salir adelante".

"En Cuba no tienen lujos, ni plasmas a color, pero comen todos. Y esos que critican a Fidel son los mismos que iban a descubrir lo del atentado a la AMIA en Argentina... ¿de qué me hablás, americano? A Fidel, los yanquis lo han querido matar cada día y medio, pero no han podido. Cada vez que lo mató la CNN, lo llamé y me atendió", puntualizó.

También pidió "que Dios le dé vida suficiente a Hugo Chávez, para que con Fidel puedan seguir luchando contra el gran poder que es Estados Unidos", y criticó a Barack Obama, "porque transó con todo el mundo".

Aunque aclaró: "(George) Bush fue el peor. En Cuba tenía la foto de (Bill) Clinton en la tapa del inodoro, y un día que vino a visitarme Fidel, le dije: `Mirá dónde lo tengo al logi este`. Él me respondió: `El que viene es peor`, por Bush. Y no se equivocó".

"Los medios hablan de la villa sin saber un carajo"

Diego Maradona defendió su condición de "villero" y criticó a los medios que "hablan de la villa sin saber un carajo y buscan peleas para tener más rating".
"Yo soy y seré villero toda mi vida, y estoy orgulloso de haberme desenvuelto como un villero en un mundo donde todo el día te quieren llevar por delante. La villa la llevo en el alma y no me la van a poder sacar nunca de ahí, aunque lo intenten", dijo Diego en una entrevista exclusiva a la revista La Garganta Poderosa.

"Si vos estás en la televisión y nunca entraste a una villa, cerrá el orto, porque no tenés ni idea. Muchos giles hablan con facilidad de la 1-11-14, de la 21-24, de Zavaleta, y no entraron nunca en su puta vida. Pero claro, desde el control central es muy fácil decir cualquier cosa; total, nunca van a entrar", dijo.

Y agregó: "En una villa hay gente que se levanta tempranísimo para ir a trabajar, que la rema, que pide prestado, pero nadie informa sobre la libreta de nuestras villas, en la que te anotan un kilo de pan y lo pagás cuando cobrás el sueldo, a fin de mes; ni cuando ponemos un sope cada uno y hacemos la colecta entre todos para pagar el funeral de nuestros familiares".

"¿Alguien hizo un informe sobre eso? Yo no lo escuché en ningún lado, ni en C5N, ni en TN. Y esos son los que hablan de la villa, sin saber un carajo. Ellos quieren que nos matemos entre nosotros, para que les suba el rating", agregó.

Maradona, que nació en Villa Fiorito el 30 de octubre de 1960, recordó sus orígenes durante la entrevista: "Siempre viví en un barrio privado... privado de agua, privado de pan, privado de carne. Sin embargo, nada de lo que puedas conocer, ni la Torre Eiffel, ni el Vaticano, van a ser tan lindos como la casa donde viviste tu infancia.

Para mí, en Fiorito, todo era libertad".

El octavo número de La Garganta Poderosa [ www.lapoderosa.org.ar ] estará a partir del martes 12 de agosto y se puede encontrar en el corazón de los barrios que la producen, en diferentes puestos de diarios o por mail a lagargantapoderosa@gmail.com

"Estoy con Hebe a morir"

"Lo único que quiere Hebe es mejorar la calidad de vida a los argentinos, y no se va a ensuciar las manos a esta edad. Estoy con ella a morir. Si hay alguien que metió la mano en la lata, Hebe no fue y de eso estoy seguro. La banco", puntualizó.

Además aseguró: "Yo no quiero morirme sin saber qué pasó con (el atleta) Miguel Sánchez y los 30 mil desaparecidos".

Finalmente, y sobre la sospecha de que los hijos de Ernestina Herrera de Noble, Felipe y Marcela, puedan ser víctimas de apropiación durante la dictadura militar, el Diez manifestó: "Tiene que ser más justa con la gente. Es tan millonaria y tan millonaria, que no le va a alcanzar la vida de los tataranietos para gastársela. Debe hacerles un favor a los argentinos y decir la verdad. Si hay Justicia, va a tener que devolver lo que no le pertenece", concluyó.

Fuente: http://es-es.facebook.com/notes/el-ortiba/diego-maradona-a-m%C3%AD-no-me-habl%C3%A9s-del-hambre/242414415788893?ref=nf


Juan Vattuone, compositor e intérprete de tango del siglo XXI que vuelve a los orígenes

“Yo puedo reírme en las letras, o decir un montón de giladas arriba del escenario, pero tengo en claro que esto es serio. Simplemente, a veces tomamos la raíz humorística que tenía el tango en sus orígenes.

Esa raíz se dejó de lado después de que el tango romántico copó la parada. Del 40 para acá no pasó casi nada.

El tango dejó de hablar de lo que pasa. En este país hubo treinta mil desaparecidos, y ningún tango lo cuenta.

Alguna vez escuché a Gabriela Torres hacer un tango sobre el Nunca Más, pero es a la única que escuché.

Y el tango tiene que hablar de la realidad, no puede ser tibio, no puede ser light.

No se puede cantar “Ventanita de arrabal” como si hablara de la ventana de un shopping. Al tango hay que ponerle sangre. Para eso está.”

Juan Vattuone: El yuta Lorenzo


La decadencia de la amistad

Por Alejandro Dolina

Muchos pensadores han creído notar que, en estos tiempos, la amistad es mas un tema de conversación que una actividad concreta.
Por cierto, es relativamente fácil encontrar personas dispuestas a componer canciones sobre los amigos. En cambio es bastante difícil conseguir que esas mismas personas le presten a uno dinero.
Según parece, el sentimiento amistoso se halla en decadencia. Todos los días uno tropieza con canallas que lejos de preocuparse por la escasez de amigos, se jactan de ella.
-Yo, amigos, lo que se dice amigos, tengo muy pocos, o ninguno-nos gritan en la cara. Y no advierte que el sujeto esta esperando que lo feliciten por semejante hazaña.
En los años dorados de Flores, cuando alcanzaban su apogeo la comprensión, la poesía y el juego del codillo, también existían enemigos de la amistad que preocupaban a los Hombres Sensibles.
Manuel Mandeb, el metafísico de la calle Artigas, colecciono algunas de sus obtusas opiniones en un opúsculo titulado maliciosamente Los amigos. Como ya es costumbre, transcribimos algunos párrafos.
"... La amistad debe nacer en la juventud o en la infancia. Nuestros amigos son aquellos que aprenden junto a nosotros o, mejor todavía, los que viven aventuras a nuestro lado. Y por lo general, la gente aprende y vive aventuras en la juventud. Después casi todo el mundo consigue algún empleo en casas de comercio y ya resulta imposible adquirir conocimientos nuevos o pelearse con una patota.

"...A los once o doce años, uno empieza a hartarse de la familia y encuentra que los muchachos de la esquina son mucho mas divertidos que el tío Jorge. Durante mas o menos una década nadie estará mas cerca de nuestro corazón que esos muchachos. Y si uno quiere aprovisionarse de amigos, debe hacerlo en ese periodo. Después será demasiado tarde..."
Según se aprecia, el criterio de Manuel Mandeb es interesante y tal vez verdadero. Sucede que en cierto momento de la vida uno descubre que esta rodeado de extraños: compañeros de trabajo, clientes, acreedores, vecinos y cuñados. Los amigos de verdad están lejos, probablemente encerrados en círculos parecidos.
Algunos empecinados insisten en cultivar amistades nuevas. Los matrimonios maduros se visitan mutuamente y desarrollan pálidas parodias de la amistad verdadera: se cuentan una y otra vez episodios antiguos, vividos con los amigos viejos, que ya no están. Cuando uno es joven no cuenta historias a sus amigos: las vive con ellos. A pesar de estas sabias reflexiones de Mandeb, existió en Flores una agencia destinada a ofrecer amistad a los solitarios. Fue la celebre Proveeduría de Amigos de Ocasión. Sus fines de lucro eran innegables. Todavía hoy se recuerda su 'slogan' publicitario: "Tenga un amigo desinteresado. Pagüelo en cuotas".
Con solo acercarse al mostrador, el cliente ya notaba un clima amistoso y amplio. Los empleados sabían como atacar.
-Buenas tarde. No sabes lo que me hizo esta mañana la bruja de mi mujer.
Y a los treinta segundos uno se sentía entre amigos. Después, entre palmadas, guiños, pellizcones y confidencias, los comerciantes iban mostrando el amplio catalogo de la proveeduría.
Tenían amigos silenciosos, dispuestos a escuchar cincuenta veces la historia de una operación. Amigos complacientes, siempre amables y elogiosos. Amigos efusivos que saludaban con abrazos y se despedían a los gritos. Amigos divertidos, ruditos en cuentos picantes y expertos en bromas pesadas.
También se prestaba un servicio un tanto oneroso, especialmente para personas encumbradas. Consistía en el alquiler de una cohorte de adulones que acompañaban al cliente a todas partes, se reían de sus chistes, aplaudían sus ocurrencias y suscribían con entusiasmo cualquiera de sus pensamientos. Precediendo a esta comparsa, solía marchar un corneta, que abría la puerta de los bares y asomando la cabeza gritaba: -¡Acá viene el doctor Del Prete...!
El trabajo se hacia tan bien, que muchos de los contratantes ya no podían prescindir de él nunca mas. Muchos profesionales del barrio extinguieron su fortuna pagando este servicio de la agencia.
Un asunto que molestaba a los clientes era el rigor de los Amigos de Ocasión en sus horarios. Cuando vencía el plazo estipulado, se terminaba la amistad. Sin saludar, los contratados daban media vuelta y se iban, muchas veces interrumpiendo una carcajada o librándose bruscamente de un abrazo fraternal.
Sin embargo, hay que admitir que algunos aspectos del funcionamiento de la proveeduría eran bastante nobles.
Por ejemplo, la Sección Niños permitía que los padres eligieran a los amigos de sus hijos, sin correr riesgo alguno.
Para ello se contaba con un numeroso plantel de chicos e incluso enanos, adiestrados en diferentes actitudes.
Según el gusto paterno, podían encontrarse pibes atorrantes para avivar a los pequeños pelandrunes, niños estudiosos para estimular a los adoquines, y criaturas educadas y juiciosas para serenar a los más piratas.
Desde luego, no pudo evitarse que muchos chicos se resistieran a la decisión de los padres. Axial se oían con toda frecuencia en Flores frases como esta: -Camine a jugar con los amiguitos que le alquilo su padre, caramba...!
Asimismo existía un departamento para Damas, con un amplio surtido de chimentos. Algunos malintencionados decían que las mujeres no contrataban amigas, sino enemigas, pero ese es otro asunto.
El fracaso mas estruendoso fue el de la sección Amistades Mixtas. Nada cuesta razonar que los caballeros que solicitaban amigas escondían casi siempre otras intenciones. No se espante el lector pensando que nos internaremos en un tema tan manoseado como el de la amistad entre la mujer y el hombre. Vale la pena eso si-recordar lo que dijo Manuel Mandeb a una amiga suya, tal vez alquilada en la proveeduría.
-Vea. Yo puedo ser su amigo si usted quiere. No tratare de seducirla ni me pondré romántico ni le haré propuestas indecorosas. Pero sepa que yo necesito que exista un amor potencial. Me resulta indispensable que exista una posibilidad en un millón de que algo surja entre nosotros. Le aclaro que es probable que si se da esa circunstancia yo salga corriendo. Pero es únicamente en virtud de esa remotísima chance que yo estoy acá oyendo su conversación como un imbécil.
Los Hombres Sensibles nunca fueron buenos clientes de la agencia Amigos de Ocasión. Quizás porque sus presupuestos eran muy humildes. O a lo mejor porque les gustaba que los quisieran gratis. En cualquier caso, los muchachos del Angel Gris tenían un criollo pudor en estas cuestiones. Para ellos andar declarando públicamente el grado de amistad que sentían por alguien era cosa de afeminados. Manuel Mandeb pasaba largas horas en la esquina de Artigas y Morón fumando con Jorge Allen, el poeta. Muchas veces ni se hablaban. Se contentaban con saber que el otro estaba allí.
Ya en su última etapa, la proveeduría empezó a ofrecer viejos amigos.
En un principio la idea consistía en rastrear -a pedido del cliente- el paradero de personas ausentes y lejanas. Pero como advirtieron que la tarea era demasiado complicada, resolvieron que era más fácil inventar antiguas amistades que rescatarlas del pasado.
Se preparo entonces un magnifico grupo de viejos mentirosos que ante la entrada de algún candidato de cierta edad, fingían reconocerlo y le soltaban cuatro o cinco recuerdos para ir tomando confianza.
Esta sección trabajaba mucho en las cenas anuales que suelen realizar los exalumnos de los colegios. Su misión consistía en ir reemplazando a los fallecidos y mantener siempre firme la concurrencia.
Axial, en cierta reunión de egresados del Colegio Nacional Nicolás Avellaneda, promoción 1921, se dio el curioso caso de que ninguno de los asistentes había pisado jamás ese establecimiento, lo que no les impidió evocar a profesores, reírse de pasadas travesuras y brindar por encuentros futuros.
Con el tiempo, la actividad de la agencia fue amenguando. Contribuyo a este hecho cierta mala prensa que siempre tiene la amistad entre los espíritus escépticos. En Flores, y en todos los barrios, se contaban leyendas sobre las traiciones de los amigos y sobre las ventajas de la soledad. Todavía en nuestro tiempo hay personas que se complacen en declarar que los perros son mas leales y sinceros que los humanos. Cabe sobre esto una pequeña reflexión.
Tal vez sea cierto que los perros no traicionan. Pero esto no es en realidad una virtud del animal. Ocurre simplemente, que la módica organización mental del perro le impide realizar procesos tan complicados como una estafa. Es decir: los perros no pueden traicionarnos, por la misma razón que no se les permite escribir novelas.
Hoy cuando ya no existe la Agencia Amigos de Ocasión, vale la pena preguntarse si no será necesario inventar algo para reemplazarla.
Será difícil, desde luego. Nadie podrá rescatar a los amigos perdidos. Poco podrá hacerse para librarnos de los desconocidos que llenan nuestro tiempo.
En todo caso, cada uno de nosotros deberá cuidar lo poco que tenga. Sin componer canciones ni escribir poemas. Se trata únicamente de sentarse un rato en la vereda o de matear en silencio con los que están más cerca de nuestro espíritu.
Si uno no tiene ya a los de antes, cabe decir que tal vez existen en el mundo amigos viejos a los que todavía no conocemos.
Yo mismo, las otras noches resolví salir de mi encierro y lleno de ilusiones me encamine a cierta esquina que conozco. Tenia ganas de fumar en silencio junto a tres o cuatro sujetos que se estacionan en ese lugar.
Pensaba además cosechar algún guiño amistoso después de estos años en que estuve tan ocupado.
Pero algo raro debe haber sucedido, porque no había nadie.

Fuente: http://carmenlobo.blogcindario.com/2006/05/00354-la-decadencia-de-la-amistad.html


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