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NOTAS EN ESTA SECCION
La reforma universitaria, 2º parte, por Enrique Rivera  |  Historia del gorilismo desde 1810, por Javier Prado
Nacionalismo oligárquico y nacionalismo revolucionario, por Jorge E. Spilimbergo

    

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La Reforma Universitaria*

Por Enrique Rivera

Segunda Parte

La Reforma en el Perú

En muchos países latinoamericanos, donde los indígenas constituyen una gran proporción del pueblo, cuando no su mayoría, (8) nos encontramos ante dos estructuras económico-sociales distintas. Una de ellas, Ilamémosla el ámbito exportador importador, que ejerce oficialmente los destinos de la República, está constituida por la población blanca, de habla castellana, de cultura europea, de religión católica. La otra, está formada por los campesinos indios. Éstos se encuentran sometidos a la explotación feudal, producen y viven en condiciones primitivas; no poseen capacidad de venta ni de compra; carecen de derechos civiles y menos políticos; están analfabefizados Hablan, asimismo, su. idioma autóctono como en la época de los incas, chibchas, mayas, nahuatles y aztecas y conservan gran parte de sus tradiciones culturales, artísticas y religiosas prehispánicas, expresando con ello su resistencia a asimilarse a una civilización que sólo conocen a través de su opresor, el gamonal o hacendado aliados con el imperialismo. Esta nacionalidad-antigua, apartada del movimiento civilizado, existía como enquistada en la otra, sin que se hubiesen fundido, interpenetrado, denunciando de este modo la incompletud de nuestro desarrollo, nuestra frustración revolucionaria.
Al declinar la oleada revolucionaria mundial, que se tradujo en América Latina, según vimos, con la Reforma Universitaria, a los integrantes de ésta les quedaron dos caminos, en general: adherirse a la Revolución Rusa, tal como lo hicieron transitoriamente muchos reformistas; o, de lo contrario, adaptarse a la realidad económica y política de sus países, reduciéndose a mantener los principios pedagógicos de la Reforma.

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Pero en el Perú se daba la posibilidad de un tercer camino: ligar el movimiento nacional de la Reforma, nacido como consecuencia de trastornos capitalistas de proyección mundial, que se había desarrollado con medios ideológicos modernos, europeos o europeizantes, con aquella vieja civilización incaica que permanecía dormida. Este camino, realmente extraordinario, lo tomó Victor Raúl Haya de la Torre, el líder del movimiento reformista en el Perú. Aunque lógico y natural, hacía falta verdadera audacia revolucionaria para seguirlo, pues era impreciso y presentaba contradicciones que, lejos de esterilizarlo, se convirtieron en fuentes de la fecunda acción política e intelectual que desarrolló el aprismo. Así se pudo mantener en el Perú la bandera latinoamericana de la Reforma, expresándola en la consigna de la unidad de Indoamérica y, más aún, Ilevarla a sus consecuencias legítimas, formando un verdadero partido político indoamericano, el ya nombrado APRA.

La ideología del movimiento reformista

La juventud que hizo la Reforma requería ansiosamente una ideología que expresara el sentido histórico de su movimiento, y que fuese capaz de englobar sintéticamente sus aspiraciones. Esta ideología no existía, había que formarla. Reproduciendo un fenómeno usual en la historia de los países rezagados, ella tomó las formulaciones avanzadas del pensamiento europeo, vale decir, el marxismo, adquiriéndolo sobre todo a través del hálito renovador de la Revolución Rusa. No hay en esto nada de asombroso ni de equivoco, ni digno de prestarse a lamentaciones reaccionarias. El pensamiento burgués había caído en la postración y la decadencia. Al transformarse la burguesía, de clase revolucionaria hasta el siglo XIX en clase reaccionaria en sus postrimerías y en la actual centuria, había desmentido hasta la saciedad los principios que en otro tiempo le facilitaron la viabilidad histórica, mostrando su insuficiencia, y su vacío. Ya los sectores más combativos de las burguesías alemana e italiana, en pleno siglo XIX, habían combinado ideológicamente la República con aspiraciones socialistas, más o menos vagas, desteñidas, que tomaban del proletariado parisino. La intelligentsia rusa, en masa, se había volcado en las últimas décadas del siglo hacia el socialismo, en sus formas populista y marxista.
Por esta razón, queriendo hacer una revolución nacional-democrática, la juventud de 1918 mal podía recurrir a la ideología burguesa desprestigiada y caduca, sino que debía proveerse en el arsenal teórico y político del proletariado y dirigirse a él (Universidades Populares González Prada, en el Perú; Lastania, en Chile; Martí, en Cuba, etc., en que fraternizaron obreros y estudiantes). Esto que decimos confirma una ley más general y es que en nuestro tiempo las revoluciones nacionales se originan en la crisis del sisterna capitalista mundial y no en su ascenso, como en el pasado.
La juventud de 1918 se adscribió a las formulas marxistas confusamente, buscando a tientas el camino. Era la hora que vivía el mundo. Al empalmar con la generación del 900, que también había buscado apoyo en la ideología socialista (Ingenieros, Lugones, Palacios, Ugarte y otros), se acentuó en este rumbo. Pero aquí tropezamos con un hecho de transcendental importancia histórica. Mientras que los miembros más progresivos de ambas generaciones se adhieren, los primeros al socialismo prebélico y los segundos a la resurrección marxista que trajo la Revolución Rusa en sus primeros años, los partidos y corrientes socialistas y comunistas nativos los repelieron, por su ceguera frente al problerna nacional y frente a la Reforma Universitaria. Este tema merece una consideración más detenida.

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Los partidos Socialista y Comunista frente a la Reforma

Es conocida la actitud que tuvo el Partido Socialista de la Argentina, para tomar el más desarrollado y típico de América Latina, frente a la Reforma Universitaria. No sólo no vio nunca su contenido nacional, sino que inclusive Ilegó a proponer la subordinación de cada Facultad al Ministerio más afin y la disolución del Rectorado. Calificó desde el parlamento la adhesión del presidente Yrigoyen a la Reforma Universitaria y el proyecto de crear la Universidad del Litoral[9] como demagogia.
La actitud de Alfredo L. Palacios, miembro de la generación del 900 y hombre destacado en la Reforma, que desempeñó un prominente papel en su preparación previa en el Perú, donde estuvo en 1919, pareciera pero no es una excepción. Cuando advino la Reforma, estaba fuera del Partido Socialista, de donde se lo expulsara en 1915 por su tendencia nacionalista. Había fundado el Partido Socialista Argentino, que tras unos 88 mil votos en las elecciones de 1916, en que venció el radicalismo, se frustró. Y sólo reingresó a la vida parfidaria activa en 1931, producido ya el golpe septembrino, de trágicas proyecciones, aún no estudiadas ni discutidas debidamente, en la política entera del país, y que explica no sólo el reingreso de Palacios, sino también su abandono definitivo de toda tentativa concreta de constituir un socialismo nacional.
En cuanto al Partido Comunista, debemos diferenciar dos períodos. En los años iniciales, cuando la Revolución Rusa aún no había sido copada por la burocracia, adhirió al movimiento reformista, pero ignorando también su contenido nacional latinoamencano, considerándolo sólo en su aspecto social general. Para el Partido Comunista, el problema nacional, forma típica en que se expresa la revolución de los países retrasados, no existía. Poco más adelante, cuando ya estaban en el período del ultraizquierdismo a todo trapo, que precedió al ascenso de Hitler al poder (1929 a 1934), tildaron a la Reforma de "movimiento pequeñoburgués reaccionario". Sólo en 1935, cuando la URSS se alía con las potencias imperialistas, "democráticas" de Occidente ante el peligro del imperialismo alemán, se ocuparon de exaltar la Reforma ya vencida, pero sólo en su aspecto democrático formal.
Trataban así de ligar al estudiantado con los profesores amigos de Inglaterra, Francia y Estados Unidos y a través de ellos con los partidos que representaban la influencia de esos imperialismos dominantes en nuestro país. En fin, a toda esa política nefasta que se llamó del Frente Popular.
La ceguera de los socialistas y comunistas frente a la Reforma Universitaria fue parte de su ceguera total respecto a la cuestión nacional. Jamás, ni antes ni después de la Reforma, el Partido Socialista concibió siquiera la idea de que había un problema de unificación de los países al sur del Río Bravo. Incluso, dentro del mismo país, ignoraban el problema de la opresión imperialista y ponían en el primer plano la lucha contra todos los partidos y tendencias que encarnaban aspiraciones nacionales. El Partido Comunista, nacido como un desprendimiento de izquierda de aquél, Ilegó a comprender en algunos momentos que había una opresión imperialista, pero no por eso varió su política interna, pues su comprensión sólo nacía de las diferencias entre la burocracia del Kremlin y el imperialismo mundial. Cuando aquélla se aliaba con el sector "democrático" de éste, que es el dominante en nuestros países, ni se acordaban de esa opresión.

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La doctrina marxista y el problema nacional

Cual fue la causa histórica de esta ceguera? Residía acaso en la doctrina marxista? La respuesta es negativa. La socialdemocracia europea clásica no desconoció el problema nacional tal como se planteaba en el viejo continente. Las unificaciones nacionales de Alemania e Italia fueron apoyadas por ella, a pesar de que, por la cobardía de las respectivas burguesías, asumieran un carácter dinástico. En el imperio austro-húngaro, subsistente hasta 1918, siguió reconociendo la cuestión nacional, aunque le dio la formulación oportunista de una "autonomía cultural". Por su parte, la socialdemocracia rusa estudió profundamente el problema nacional y desarrolló incluso su teoría. Fue en gran parte debido a su estrategia acertada en este campo que obtuvo el triunfo de octubre de 1917 en el Imperio zarista. Abarcando el problema en toda su magnitud histórica, Lenin había Ilegado a predecir que el siglo XX vería surgir nuevos y grandes movimientos nacionales y nuevas naciones. No se equivocaba.
Y si nos referimos a los maestros del socialismo científico, a Marx y a Engels, vemos que ellos desarrollaron su doctrina y su vida política en una época en que los problemas nacionales estaban en plena ebullición en el Occidente europeo. Los vivía Alemania, su país natal, por cuya unificación bregaron, aún al realizarla el prusiano militarista Bismarck. Incluso apoyaron el movimiento nacional polaco dirigido por la nobleza. Lo mismo hicieron con el movimiento nacional de Italia, de Irlanda. En todas sus obras la cuestión nacional ocupa lugar preferente, al lado de la formulación de los principios teóricos generales del socialismo. Pero nuestros "socialistas" y "comunistas" nativos tomaron sólo estos últimos, olvidando por completo los primeros. Y así, en países históricamente retrasados, en los cuales la revolución se desarrolla por vías nacionales, sostuvieron idénticas formulas y consignas que en las naciones desarrolladas de Europa o en los Estados Unidos. Cuales son las causas que llevaron a esta deformación, de tan grandes consecuencias históricas? No es éste el lugar para exponerlas. Pero señalaremos, de modo muy general, que la subordinación económica de nuestros países determinó que las tendencias ideológicas y políticas en pugna reflejaran las grandes fuerzas mundiales. Así, el socialismo tradicional, tradujo con su ignorancia del problema nacional de América Latina, la presión del imperialismo dominante. Se ha dicho y es axiomático que quien desconoce el nacionalismo del país oprimido favorece el del opresor. Utilizando como cobertura ideológica el internacionalismo proletario mal entendido, el socialismo tradicional desempeñó precisamente esa función, buscando sistemáticamente oponer el movimiento político de la clase obrera al movimiento nacional. Esto lo Ilevó a su bancarrota al producirse la primera crisis seria del sistema capitalista mundial (guerra de 1914-1918), que planteó precisamente la "insubordinación" de los países coloniales y semicoloniales y la movilización de sus fuerzas interiores, la aparición del factor nacional. Desde entonces fue perdiendo su representatividad obrera, porque ya se puso en contradicción abierta con los intereses del proletariado, que le dictan la alianza con los demás sectores del movimiento nacional.
A su vez, el Partido Comunista, atado a la burocracia que hacia 1924 desplazó del poder político al proletariado ruso, se dedicó a traducir la política exterior de ese Estado, acondicionando su actuación a los vaivenes y conveniencias que a éste imponían las diversas coyunturas de la situación mundial. Por esta razón, no formuló su política de acuerdo con las necesidades propias de la clase obrera y del pueblo en cuyo seno actuaba.[10]
Por estas razones, vemos juntos al socialismo tradicional y al Partido Comunista en su incomprensión u hostilidad hacia la Reforma Universitaria, en su ofensiva contra el radicalismo yrigoyenista en 1930 y en la Unión Democrática de 1945. Constituyeron el sector de "izquierda'' del frente imperialista, actuando en general siempre en el campo antinacional.
Ahora bien: la última guerra (1939-45) engendró nuevos y más grandiosos movimientos nacionales en todo el mundo que inauguraron una nueva era en la historia de la humanidad, Ilevando al imperialismo a la más profunda y extensa de sus crisis. Asia, Oceanía, África y América Latina han puesto en movimiento a cientos y cientos de millones de hombres; las grandes fuerzas internas de los pueblos que constituyen más de las tres cuartas partes de la humanidad contrabalancean ya a los dominadores.

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En estas revoluciones nacionales participa intensamente, constituyendo el sector más definido y consecuente, la clase obrera. Esto ha Ilevado a superar la desfiguración de la teoría marxista a que nos hemos referido antes y a que la cuestión nacional ocupe el lugar que le corresponde en la estrategia liberadora de los pueblos. Así, en diversos países de América Latina, estamos asistiendo a un vigoroso proceso de creación de una poderosa corriente socialista conectada con el movimiento de unificación nacional de nuestros pueblos, corriente que ya ha encontrado expresión en el libro, el ensayo y el artículo. No se trata de un proceso que discurra por viejos canales partidarios, sino más bien un vasto movimiento de reagrupación ideológica que nos hace recordar precisamente los planteos de la Reforma y la etapa vivida en sus años subsiguientes, pero en una escala histórica mucho más elevada.

Actualidad de la Reforma

El proceso que dejamos esbozado, sin embargo, aún no se ha reflejado, en general, en el campo universitario, que en 1918, al contrario, había constituido su avanzada. Nuestros estudiantes continúan debatiendo cuestiones ideológicas características de la era reaccionaria que demoran su integración en la lucha que vive América Latina. Desde este punto de vista, es imprescindible reexaminar qué fue la Reforma Universitaria. Las reivindicaciones democráticas que ésta lanzó (participación del estudiantado en el gobierno de la Universidad, autonomía de ésta, asistencia y docencia libres, etc.), estuvieron ligadas, como hemos mostrado, a la concepción de que un nuevo ciclo de civilización se iniciaría en América Latina, cuya forma política consistiría en federar sus estados, en constituir la verdadera nación. Con el tiempo, y a medida que dominaba la reacción en la Argentina y otros países, esas reivindicaciones quedaron desvinculadas por completo de aquella concepción, de su base nacional legítima, y se diluyeron en las expresiones democráticas comunes a Occidente. Esto permitió a los imperialismos dominantes en América Latina - inglés, yanqui y francés - utilizar los ideales democráticos de la Reforma para movilizar al estudiantado en favor de sus intereses económicos y políticos: participación en la guerra de 1939-45, etc. A su vez, los imperialismos alemán, italiano y japonés, que por carecer de colonias no habían podido mantener el ornato democrático, procuraron movilizar a los estudiantes esgrimiendo consignas como las de neutralidad y aún el anticolonialismo, que eran sentidas por dar expresión a los intereses nacionales, pero que se presentaban mezcladas con formas totalitarias y rasgos ideológicos reaccionarios. En ambos casos el estudiantado, como el pueblo latinoamericano todo, eran conducidos a ver su destino en la subordinación, ya al campo imperialista "democrático", ya al campo imperialista "totalitario". Tal es así que el rasgo común de ambos sistemas ideológicos en su proyección sobre los diversos países de América Latina consiste en que ninguno de ellos enarboló la bandera de su unificación nacional, única capaz de expresar los propios y auténticos intereses de sus pueblos, de permitirles autodeterminar su destino, en lugar de estar reducidos a ser el juguete de fuerzas extrañas.
Las circunstancias posteriores de la lucha han conducido a una exacerbación de las consignas democráticas de la Reforma, pero si éstas no son conectadas nuevamente al contenido nacional que les dio nacimiento, llevarán otra vez al estudiantado a un callejón sin salida. La Universidad será escenario repetido de una lucha entre dos sectores, uno aparentemente progresivo, otro aparentemente reaccionario, pero ambos, en fin, sujetos a intereses extraños a los del propio estudian- tado latinoamericano.

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Estudiar concreta y profundamente la Reforma Universitaria de 1918, huyendo de las abstracciones y chácharas de sus pseudoexponentes, que hoy brotan como hongos, significa para el estudiantado reencontrar la verdadera ruta, la que lo liga realmente al movimiento obrero - aspiración constante de la Reforma ---, la que lo une al pueblo todo en la lucha por la liberación nacional y social de América Latina.

NOTAS:
1) La persistente tentativa de constituir la Federación Centroamericana y de las Antillas, como la de reestructurar la Gran Colombia ( Colombia, Ecuador y Venezuela), la de unificar el Alto y Bajo Perú ( Perú y Bolivia ) y la de formar la Unión Aduanera del Sur ( Brasil, Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile ), son expresiones regionales de la poderosa corriente que empuja a la unidad de todos nuestros países.
2) A comienzos del siglo XIX, América hispana constituía una unidad político-administrativa. La revolución fue americana.
3) El ascenso del capitalismo en el mundo ( siglos XVII a XIX ) se llevó por la creación de los modernos estados nacionales. Territorios con población de un solo idioma, superando las divisiones feudales, se dieron cohesión estatal. América Latina no alcanzó a constituirse nacionalmente en el siglo pasado por la combinación de ciertos intereses regionales librecambistas con las potencias colonizadoras, que fomentaron la balcanización. La crisis definitiva del capitalismo mundial ( iniciada en 1914 ), luego del interregno de construcción imperialista ( desde 1870 hasta 1914 ), replantea, cada vez con más vigor, el problema nacional de América Latina: o constituir la nación o perecer, tales son sus términos inequívocos.
4) Singular suerte la nuestra, en que lo propio resultaba lo deleznable y lo foráneo encarnación de todas las excelencias! A esta concepción básica estaba adscripta toda nuestra ideología de esclavos semicoloniales. Y cuántos restos de ella persisten aún!
5) No hay casi un miembro de esa generación que, bajo una u otra forma, no haya formulado la concepción e idea; de la unidad de América Latina. Y la nómina es extensa.
6) En gran medida, el intelectual nativo continúa siendo un ''emigrado interior''.
7) Fue éste el último Congreso latinoamericano, en el cual participó por la Argentina, Sarmiento. La guerra del Paraguay (1865) canceló sus eventuales proyecciones. Después, sólo tuvimos panamericanismo. Hasta que se reúne en México, en 1921, el Congreso Continental de la Reforma, ya mencionado.
8) Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Guatemala, México, etc.
9) La Facultad de Derecho de Santa Fe funcionaba de antiguo en el Colegio de la Inmaculada Concepción de los jesuitas, dirigida por éstos. La creación de la Universidad del Litoral quebrantaba el monopolio clerical de la enseñanza.
10) Así, en 1927, en un Congreso antimperialista realizado en Bruselas, Vittorio Codovilla, el jefe ítalo-argentino del Partido Comunista argentino, reaccionaba con indignación ante los planteos nacionales latinoamericanos diciendo: '' Que perezcan, por último estos veinte pueblecitos, con tal que se salve la Revolución Rusa''. Y agregaría posteriormente: '' A un comunista no le interesa sino la campaña de la IIIa. Internacional, aunque para sostenerla se sacrifiquen quince países'' ...
* Primera publicación: En 1950, por Centro de Estudios Argentinos "Manuel Ugarte".
Digitalización: Por Pablo Rivera, 2002.
Edición electrónica: Marxists Internet Archive, noviembre de 2002, por cortesía de Pablo Rivera. Revisado y corregido en 2006 por Pablo Rivera.


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Historia del gorilismo. Desde 1810*

Por Javier Prado

Javier Prado nació en 1970 en Trelew (Chubut), es profesor y licenciado en Historia. Es autor de “Historia del Gorilismo. Desde 1810” (2005) y “Aquí están estos son los muchachos de Perón” (2007). Ahora nos presenta una nueva versión corregida y actualizada de “Historia del Gorilismo” (2010), de la cual publicamos en exclusividad y con su expresa autorización algunos fragmentos fundamentales.

Fragmento 1

La palabra gorila y su significado histórico

“me propongo demostrar que lo de “ahora”
no se puede resolver sin primero
entender “lo de antes””.
Arturo Jauretche3


Deben ser los gorilas. Baión de Aldo Camarotta, Armando Libreto [seudónimo de Delfor] y Néstor D'Alesandro. Orquesta de Feliciano Brunelli, canta Roberto Morales, sello RCA, grabado en 1955.

Gorila es (en política) un término nacido durante el segundo gobierno de Perón y que se aplicó a todos aquellos que combatían al Peronismo (apoyados en el viejo lema de “civilización y barbarie”). Sobre todo, se llamó gorilas a aquellos que produjeron durante 1955 las diversas formas de oposición al peronismo y, ante todo, a los que dieron el golpe de Estado de ese año derrocando al gobierno popular y mayoritario que Perón encabezaba. También se llamó gorilas (y todavía se les llama con justicia) a quienes atacaban y atacan al Peronismo desde un pretendido “intelectualismo”, echando sobre los Peronistas todo tipo de descalificaciones por su “procedencia plebeya”. El término gorila propiamente dicho se originó en un programa de radio de esa época. Más precisamente, fue Aldo Cammarota el creador del término: “En marzo de 1955, hice por radio (en La Revista Dislocada) una parodia de Mogambo, una película con Clarke Gable y Ava Gardner, que sucedía en África. En el sketch había un científico que ante cada ruido selvático, decía atemorizado: ‘’deben ser los gorilas, deben ser’’. La frase fue adoptada por la gente. Ante cada cosa que se escuchaba y sucedía, la moda era repetir “deben ser los gorilas, deben ser”.
Primero vino un fallido intento de golpe y luego el golpe militar de 1955. Al ingenio popular le quedó picando la pelota: “Deben ser los gorilas, deben ser”. Los golpistas se calzaron, gustosos, aquel mote”4. El saber popular le atribuyó la calidad de héroe a Perón y de gorilas a aquellos que lo combatían.

Por lo tanto Gorilismo es, entre otras cosas, la sistematización de esas acciones e ideas contrarias a la voluntad popular y es en definitiva un proyecto político. El gorilismo es en términos sencillos el proyecto tendiente a desestimar, desestabilizar, combatir y perseguir cualquier proyecto de liberación nacional y cualquier intento de justicia social (como los conservadores, los partidos de derecha al estilo U.Ce.De. y que se hacen llamar “liberales”). Algunas variantes del gorilismo son representadas por aquellos que dicen luchar por el pueblo y sin embargo lo subestiman (cómo las dirigencias del “socialismo” y el “comunismo” allá por los años cuarenta). Luego el término se aplicó en si a cualquier actitud antipopular, aunque principalmente sigue siendo sinónimo de antiperonismo. Y son gorilas también las minorías reaccionarias que se quejan de las mayorías cuando estas vencen políticamente.

En este trabajo histórico pretendo rastrear los orígenes del gorilismo y su continuidad histórica. Tal vez en algunos casos aparezca como una actitud de tipo “intelectual”, pero en verdad el gorilismo no se limitó ni se limita a eso, sino que fue y es una idea llevada a la práctica política de manera agresiva, violenta y sangrienta. Por supuesto, no se agota la investigación en este sencillo libro que compila y analiza gorileadas varias. Hay tanto material que esto tendría que ser una enciclopedia.

Parto de una premisa, hipótesis o como quiera llamarse. Pienso que ya existía antiperonismo antes de Perón. De igual manera creo que se puede decir que ya había gorilismo muchísimo antes de que se inventara ese término. La investigación histórica que expongo aquí parte de estos supuestos básicos. ¿Por qué? Porque creo fueron las actitudes antipopulares de determinados sectores de la sociedad los que sabotearon una y otra vez los intentos de liberación nacional de nuestro pueblo. Y fundamentalmente porque vemos, con tristeza y sobre todo con indignación, que mucha de la in-teligencia todavía se mueve dentro del paradigma de “civilización y barbarie” que lanzara hace siglo y medio Domingo F. Sarmiento.

El gorilismo es la expresión cultural (o culturosa) del modelo de país que se desea. Es decir que corresponde a una ideología marcada por la necesidad de un país pequeño, “blanco”, sometido y sin posibilidades de movilidad social. Como dije, además de los gorilas obvios, existió una línea gorila representada por quienes se decían defensores de los derechos de los trabajadores, pero que querían darle una base científica a dicho proyecto y no admitían en nada la espontaneidad de las masas (todavía hay algunos amargos de este tipo). En si, el gorilismo también tiene su derecha e izquierda, al menos en apariencia. Es que si analizamos (por ejemplo) los años treinta y cuarenta vemos que tanto el proyecto conservador, como el socialista tomaban como punto de partida el cientificismo europeo, descartando cualquier posibilidad de darle contenido popular.

Hay variados matices. En cuanto a las políticas de defensa del “interés nacional”, la derecha también tuvo su parte aparentemente nacionalista, pero era un nacionalismo oligárquico, ligado a los sectores ganaderos y terratenientes que veían en los trabajadores, influidos por las ideas socialistas o anarquistas, el “fantasma” de la Rusia comunista. Esto les traía enormes pesadillas y por eso apostaron a la construcción de un nacionalismo elitista, ligado al campo y desconfiando de la industrialización, pues en ella veían el germen de una clase obrera combativa. Lo que detestaban de algunos oligarcas no era tanto la servidumbre imperial, sino el liberalismo y cierta posición laica que chocaba con su ultra catolicismo, que en realidad es un oscurantismo alejado de todo sentimiento religioso popular. Ambas líneas gorilas despreciaron al pueblo.

Una cara de esa moneda era el supuesto “socialismo” de Juan B. Justo y sus amigos, quienes habían ideado un prototipo de trabajador: “pulcro”, de overol limpio y que caminaba con un libro bajo el brazo. Un obrero educado en base a Marx, Engels y Lenin. Pero al chocar con el obrero verdadero también despreciaron a esa masa trabajadora que no se acomodaba a los moldes propuestos por sus lecturas de biblioteca y entonces lo tildaron de “lumpen”, de bárbaro, de malón...un vocabulario que perfectamente podría haber esgrimido algún hombre de la Sociedad Rural. La otra cara estaba sellada por el conservadurismo político de democracia restringida y el liberalismo económico que, en realidad, era el liberalismo de las potencias imperiales desempeñado de rodillas por las oligarquías locales. Estos no admitían ni un mínimo resquicio democrático, veían a la clase obrera como una amenaza y pensaban que solo una elite conductora podía ocuparse de la política. Más allá de las diferencias de “proyectos”, partían de la misma matriz “cientificista”, académica y liberal. Tanto unos como otros se permitían tener divergencias o “diferencias” de planteos, pero esas corrientes se aceptaban mutuamente por pertenecer a la gente “civilizada” y todavía hoy ocurre. Cualquier otra manifestación por fuera de los libros y de las “buenas” costumbres de la gente “bien” era calificada de bárbara. En realidad el socialismo participó (y en cierta forma aun lo hace) del liberalismo, sólo que se presentaba como el ala izquierda de la “civilización”. Los conservadores decían representar a la “patria”, esgrimiendo un curioso patriotismo que consistía en enorgullecerse del modelo agroexportador y ponerlo al servicio de las potencias extranjeras, mientras que los movimientos y manifestaciones de masas y populares fueron calificados por ambos como barbarie.

Esos retratos

Pero ya que hablo de la materialización del gorilismo en partidos y hombres, quiero hacer una semblanza de lo que el gorilismo fue en su etapa primaria. Sarmiento, Alberdi (el de las “Bases”), Mitre y sus secuaces tampoco aceptaban al pueblo tal como era, sino que querían moldearlo (en el mejor de los casos) al estilo europeo, cuando no directamente reemplazarlo para no tomarse el trabajo de “educarlo”.

Creo que Sarmiento es uno de los padres del gorilismo en Argentina, al menos para el periodo que elegí, que es el que va desde 1810 a la actualidad. Igualmente si aparecieran otros padres no creo que pudieran molestarse por compartir esa paternidad, ya que pienso que en un examen de “ADN ideológico” veríamos que pertenecen al mismo tronco: ayer unitarios, luego antipersonalistas, luego “democráticos”, luego “libertadores”, luego “procesistas”, luego “progresistas”, hoy...Infobae, Grondona, Hadad, Longobardi, Ámbito Financiero, Clarín, o sea el periodismo “libre”.

Pero profundizando un poco más llegaremos a la conclusión de que el gorilismo es la capa visible de un andamiaje ideológico fácilmente ligado a las clases acomodadas o bien al sector intelectual carente de compromiso con el país y que mira constantemente para afuera. Si reemplazáramos gorilismo por términos como conservador (en lo político y social), liberal (en lo económico) o neoliberalismo (su síntesis) estaríamos en el análisis correcto y la delimitación pertinente de este fenómeno.

Creo también que el término gorila define perfectamente a quienes acorde a sus ideas sociales esconden entre sus ropas un mal disimulado racismo. En este aspecto es importante señalar que ese racismo no es militante (en la mayoría de los casos) sino más bien de tipo práctico agresivo. No hay agrupaciones racistas al estilo del Ku Klux Klan (al menos no tan organizadas) sino que el racismo en Argentina reposa en una actitud hostil de los “blancos”, hacia todo lo que tenga que ver con lo popular, lo espontáneo o lo no académico. Ligando lo “aceptable” a lo académico o foráneo (europeo preferentemente) y rechazando todo lo que tenga que ver con lo popular, lo masivo y lo que este ligado a Latinoamérica. Y por supuesto, las ideas económicas de los gorilas más agresivos pasan por un modelo de estado pequeño, sin control fiscal, con organismos fundamentales privatizados (teléfonos, gas, petróleo), sin aportes a los desposeídos, sin salud pública, sin educación pública, sin ayuda social, sin redistribución del ingreso. En lo social, los gorilas quieren que no haya movilidad. De esa manera pueden seguir codeándose con gente “bien”. Por supuesto la explotación laboral se manifiesta en los proyectos de flexibilización, “competitividad” y demás pavadas que no quieren decir otra cosa que hacer trabajar a un hombre o mujer doce horas por “dos pesos”. Y otra “genialidad” del gorilismo es haber inventado los “contratos basura” por los cuales te pueden echar de tu trabajo en cualquier momento y reemplazarte por otro desesperado trabajador que también será echado. Con este tipo de medidas el trabajador no puede proyectar un futuro, no puede planear nada para su vida, porque no tiene la seguridad de poder tener un ingreso para su hogar.

En política, por supuesto, los gorilas odian a los partidos populares. Si bien odian al comunismo, no le temen, porque en este país los comunistas y los socialistas representan un pequeño porcentaje. Su furia fundamental es contra el peronismo, porque saben que es una fuerza popular en la que sigue vivo el recuerdo de una vida mejor, a pesar de las volteretas a las que fueron sometidos sus militantes por parte de dirigentes que no se quisieron “quedar en el 45” y jugaron decididamente del lado de “la contra” (Menem, Manzano, Yoma, Grosso y la lista sigue). Los gorilas odian el poder de convocatoria que todavía tienen Perón y Evita. Odian al peronismo porque es popular, masa, carnaval, fiesta, alegría, derechos obreros, nacional, libertario, rebelde y fundamentalmente porque es trabajador y mayoritario.

En definitiva la historia es crisis y continuidades…Somos el resultado de nuestro pasado, un presente en permanente cambio…Pero para realizar los cambios que la mayoría desea es necesario saber qué y quienes atentaron contra el pueblo, quienes lo traicionaron y fusilaron.

Este trabajo también tiene un significado que creo importante expresar antes de entrar en el tema. Tiene un fin político, (proselitista si quieren llamarlo así). La historia no se escribe sin tomar partido, ya que la mayoría de ella es interpretación de los hechos y valoración de los mismos.

Orígenes del gorilismo

Nuestro país tuvo muchos momentos en su historia que marcaron a fuego el comportamiento social. Todos esos momentos cumbres (resultados del devenir histórico y no meras casualidades) tienden a la conformación de la sociedad argentina y a la realización o frustración de determinado proyecto político. El gorilismo tiene antecedentes históricos desde 1810 (y antes también). En este libro sólo me ocupo desde esa fecha en adelante. Ya en la organización política a partir de la Revolución de Mayo hay tendencias gorilas. Más adelante me ocupo de ellas. Por ahora quiero hacer referencia a una de las encarnaciones del gorilismo. Es importante saber cual es el “modelo” de país que se quiere construir para saber quienes adscriben al gorilismo argentino. Dentro de las actitudes gorilas es muy interesante señalar sus símbolos.

Toda idea política, religiosa o social tiene a quienes la encarnan. El gorilismo también tiene sus imágenes: hombres y mujeres que encarnan las ideas de la “civilización”. Y si esos nombres e imágenes son invocados es porque ideológicamente son afines a quienes desde su posición de gorilas pretenden edificar el destino de este país. Y son invocados no simplemente como símbolos, sino porque en sí, los gorilas de hoy encuentran en los de ayer el proyecto político que los identifica.
En la etapa de formación del Estado -Nación había quienes interpretaban el sentir popular y quienes en cambio proyectaban una sociedad “ideal”, en la cual lo nativo o autóctono no tenía lugar. Es muy interesante lo que escribió Jauretche cuando hablaba de los dos proyectos que tuvo (y tiene) este país (y Sudamérica también). Dijo que la política inglesa buscó la división y la atomización de los pueblos sudamericanos para poder dominarlos a placer y que: “esta línea coincidía con el pensamiento de las “minorías ilustradas”, sucesivamente directoriales, unitarios, mitristas y “régimen”, divorciados espiritualmente de América y del origen hispano indígena de esta, y cuyo presupuesto teórico era formar Europa en el Río de la Plata”5. Quienes hoy pretenden mantener ese proyecto histórico de dependencia, recuerdan emocionadamente a quienes fueron y son sus fuentes de inspiración. Es por eso que se evocan sus ideas, dichos, frases, imágenes y en definitiva su “ejemplo”.
Y la apelación a lo histórico para justificar lo presente, tiene que ver con que política e historia marchan de la mano. Sencillamente porque la política de hoy será la historia de mañana.

* Autor del texto: Javier Prado Responsable de su digitalización: Javier Prado Responsable de su publicación original en Internet: Cuaderno de la Izquierda Nacional (http://www.elortiba.org/in.html )

NOTAS
3 Arturo Jauretche. Política nacional y revisionismo histórico. A. Peña Lillo Editor, 5º edición, Buenos Aires, 1975, p.10
4 Aldo Cammarota, 1985, nota extraída del Diario Clarín, Horacio Aizpeolea, Viernes 1/3/2002 18
5 Arturo Jauretche. FORJA y la década infame. Peña Lillo Editor S.R.L. Buenos Aires, 1974, p. 39.


Historia del gorilismo. Desde 1810*

Por Javier Prado

Fragmento 2

El gorilismo argentino: de 1810 a 1916

Argentina es parte de una nación inconclusa. Es sólo una provincia de la Patria Grande que soñó San Martín, es decir América del Sur. El proceso revolucionario de las colonias españolas fue aprovechado por Inglaterra para fomentar la división de Sudamérica en varios países peleados y enfrentados entre sí, divididos por fronteras falsas. Ocurrió que mientras el resto de Europa desarrollaba las bases de su capitalismo con un fuerte papel de la burguesía comercial, España se marginó de ese proceso asentada en la comodidad que provocaba la extracción del oro que se robaba de América. La Iglesia, la monarquía y la nobleza sobreviviente le pusieron un freno al desarrollo español.

En este lado del charco sucedían episodios que eran el reflejo de las convulsiones políticas de España. Brevemente recordemos que España había sido invadida por Francia y que su rey heredero, Fernando VII, había caído prisionero. Eso desató una fuerte oleada revolucionaria a nivel popular. Por eso en España surgieron las Juntas Populares que querían liberarse del yugo extranjero y de paso liberarse del absolutismo...en definitiva era una oleada democrática. Fernando VII decía (mientras estaba preso) que las colonias en América no eran tales, sino que eran provincias de España. El pueblo luchaba por su rey, por su tierra y por democratizar la sociedad. La ferviente actividad revolucionaria influyó a los pueblos de este lado del océano. Por eso empiezan a surgir similares Juntas Populares en América, siempre en homenaje a Fernando VII. Como ejemplo basta decir que el Juramento de los miembros de la Primera Junta es muy claro: “¿Juráis desempeñar lealmente el cargo y conservar íntegra esta parte de América a nuestro Augusto soberano el señor Don Fernando Séptimo y sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del Reino? – Si, ¡lo juramos!, contestan los miembros de la Primera Junta”112.

La falsificación de nuestra historia (hecha por Mitre, entre otros) presentó a la Revolución de Mayo como un movimiento anti hispánico, librecambista y como réplica de la democracia yanki. ¿Cómo podía ser anti español un movimiento con hombres tan ligados a España, que en muchos casos habían vivido allí y que tenían parientes de ese origen? El motor principal de los hechos de Mayo no fue ese. Fue (al menos en el caso de los patriotas de verdad) el deseo de lograr una democracia efectiva, rudimentaria tal vez, pero democracia al fin.

Desde el “nacimiento de la patria”, hubo tendencias gorilas, pero la historia oficial deformó los hechos y presentó al Cabildo como el lugar de reunión de gente “notable” y de finos modales, cuando en realidad sucedió algo muy distinto. La pugna era entre 40 dos tendencias. Una era liberal democrática (la de Moreno y sus amigos) y la otra de línea conservadora (Saavedra), encabezada por quienes querían mantener las cosas como estaban: ligadas al comercio con España. Eran quienes usufructuaban los beneficios del absolutismo. E incluso se puede hablar de un tercer grupo elitista, entreguista y pro británico (Rivadavia y sus secuaces). En definitiva fue una pugna entre facciones políticas rivales y no un movimiento homogéneo. Tampoco fue separatista. El separatismo fue lo que inventó Mitre, para justificar la división de América del Sur y su entrega a las garras de los Imperios. Por eso la fracción morenista pronto sufrió el castigo de la pluma de Mitre y de sus herederos. El grupo liberal democrático estaba integrado, entre otros, por profesionales, abogados, médicos, artesanos y algunos empleados de comercio y de la burocracia. Entre ellos figuraban French, Berutti, Castelli, Paso, Belgrano, Chiclana, e incluso algunos sacerdotes cercanos al pueblo. Moreno, dentro de todo, representaba el liberalismo revolucionario democrático, que buscaba un desarrollo económico con medidas que protegieran las nacientes industrias locales. Había una segunda fracción encabezada por los comerciantes de tendencia absolutista que veían en Moreno y en el libre comercio el fin de su monopolio comercial y la extinción de sus privilegios sociales. Entre ellos estaba Álzaga. Y por supuesto un tercer bando, el de Rivadavia, que deseaba establecer nuestra dependencia directa de Inglaterra. Este grupo se había ido conformando merced al tráfico y contrabando de mercancías y su actividad fuera de la ley.
Rivalizaban con los absolutistas en las cuestiones comerciales, pero eran más o menos iguales en la concepción que tenían del pueblo.

La versión de una revolución motivada solo por la búsqueda del libre comercio es falsa. Ya Cisneros había decretado en 1809 el libre comercio y si bien persistían algunos cánones altos para las importaciones de productos que se fabricaban aquí, poco a poco se iban reduciendo. En realidad el enfrentamiento era (y es) entre dos proyectos de país. La votación en el cabildo fue saboteada por el bando de Rivadavia.

Es más, quisieron hacer un arreglo a espaldas del pueblo, más o menos como los que se hacen hoy. Ese grupo gorila, a través del sacerdote José Antonio de la Colina, pretendía que siguiera gobernando Cisneros, pero secundado por cuatro hombres más; cuatro “notables”. Era una verdadera trampa. Moreno y sus amigos se dieron cuenta de esto y entonces empezaron a pelear palmo a palmo la votación y para eso se dedicaron a agitar y movilizar al pueblo. Ya no se pudo seguir con el “plan” tramposo: “el pueblo -el auténtico, que no el retórico de los intelectuales -imponiéndose como la gran realidad argentina. Fue también el levantamiento de las orillas contra el centro que alguna vez debía producirse”113. El pueblo estaba avisado 113 José María Rosa. Historia argentina, Tomo 2, Editorial Oriente, Buenos Aires, 1983, p. 192 41 de eso y entonces los rivadavianos se vieron vencidos y por fin cayó Cisneros. La Junta de gobierno quedó constituida por: Cornelio Saavedra como presidente y los vocales Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu, Juan Larrea y Manuel Alberti. Como secretarios fueron designados Mariano Moreno y Juan José Paso. Rivadavia y Saavedra no tardarán en probar el carácter antinacional de su acción. Al año siguiente tendrían el poder en sus manos. Moreno proponía realizar grandes expropiaciones fortaleciendo con ese dinero la producción local. La idea de Moreno era un proteccionismo básico para desarrollar nuestra propia producción, por supuesto fue derrotado y luego sospechosamente terminó sus días muerto en alta mar...Lo opuesto a Moreno era Saavedra, un militar conservador.

Estos nombres, reflejan la pugna de ideas y proyectos en el seno de la conducción política del momento y por lo tanto confirma que no había uniformidad de ideas y criterios. Las ideas “demasiado radicales” de Moreno chocaron con el conservadurismo de Saavedra. Hacia diciembre de ese año, el saavedrismo operará para incorporar a los diputados del interior, pero “Estos diputados no responden a las masas populares -indias o gauchas -que habrían de incorporarse plenamente a la revolución poco después (...) Expresan en cambio a españoles y criollos de nivel económico-social medio”114. Una vez incorporados y al estar en minoría en la relación de fuerzas a la hora de votar, Moreno presenta su renuncia al órgano de gobierno, optando por una misión al exterior. Con la caída de Moreno comienza la debacle monetaria y la libre exportación de oro en 1811. El resultado final no fue el que soñaron los verdaderos patriotas. Al caer la revolución en manos del grupo traidor, lo que se logró fue pasar de la dependencia de España a la dependencia del comercio Inglés. España fue superada comercialmente por Inglaterra y su industria poderosa, por lo cual la burguesía mercantil porteña dejó de encontrar ventajas en el viejo sistema español y buscó agrandar sus lazos de comercio con otros países. Para ello no dudó en entregarse al “liberalismo” inglés. Pero esta apertura pretendida por los comerciantes del puerto de Buenos Aires ligados a los hacendados, fue la ruina para las débiles industrias del interior que, a raíz de este comercio, se vieron destruidas.

Rivadavia. Traición al pueblo El Primer Triunvirato, con Rivadavia en el rol de secretario, aprobó la rebaja de los derechos aduaneros al carbón. Empieza la importación de artículos suntuarios para las familias acomodadas de Buenos Aires. El interior comienza así su ruina ante la falta de protección industrial. Un poncho inglés costaba 3 pesos y un poncho argentino 114 Norberto Galasso. Mariano Moreno “el sabiecito del sur”, Buenos Aires, Colihue, 2004 p. 107 42 115 Revolución y contrarrevolución en la Argentina, ob. cit., p.29 116 “José Gervasio de Artigas”, www.elforjista.com.ar 7 pesos. La tendencia encabezada por Rivadavia pronto se apoderó de los resortes legales y económicos para ponerlos al servicio de los Imperios extranjeros. Es decir, se apoderó de la aduana y la centralización del poder y del comercio. Ante el robo al país por parte de la oligarquía porteña aparecieron los caudillos del interior que luego conformaron el partido federal. El libre comercio destruyó el modo de vida del gaucho.

No tardarían en aparecer los alambrados. Ya en 1812 se libraba de impuestos la exportación de carnes y en cambio se aplicaba un 20 % al consumo local. En 1815 surge el conocido decreto sobre la “vagancia” que decía que: “todo individuo de la campaña que no fuese propietario, sería considerado sirviente y quedaba obligado a reconocer un patrón, que le otorgaría una “papeleta”, a ser visada cada tres meses, bajo pena de ser considerado “vago””115, esto no era otra cosa que la afirmación del plan concentrador de riqueza de la oligarquía porteña, el sometimiento de los hombres pobres y la persecución de los últimos hombres libres: los gauchos y los indios.

Los terratenientes se hicieron de las mejores tierras. A partir de la instalación del proyecto centralista y la ruina de las economías del interior, surgirá el Federalismo en oposición a las políticas unitarias dictadas por la elite de Buenos Aires. Aparecen así los caudillos, que vienen a representar los intereses del interior frente al puerto de Buenos Aires. No hubo montoneras en la Provincia de Buenos Aires, debido a que la opulencia de la región permitió mantener a las peonadas, dándoles empleo en las estancias y los campos. La Nación Americana tiende a disgregarse.

Mitre confiesa su adulteración histórica cuando dice en carta a Vicente Fidel López: “Los dos, usted y yo, hemos tenido la misma predilección por las grandes figuras y las mismas repulsiones contra los bárbaros desorganizados como Artigas, a quienes hemos hecho enterrar históricamente”116. Las montoneras fueron la respuesta a la prepotencia de la oligarquía comercial y ganadera porteña. Estas luchas internas provocaron roces entre los próceres, por lo tanto es falso que todos hayan sido partidarios de la misma causa. Surgió luego una crisis entre San Martín y Pueyrredón (este último propietario de grandes tierras y cabezas de ganado en la provincia de Buenos Aires). San Martín se negó a intervenir en las luchas internas y por eso fue relevado del ejército de Cuyo. La política porteña obstaculizó la campaña americana de San Martín. A ese nivel llegaban los gorilas.
Una clase de gorilismo a bajo precio fue dada por el historiador todo servicio José Luis Romero quien dijo: “Para las masas populares, los intereses comarcanos 43 constituyeron los únicos que adquirieron fuerza y realidad, y la idea de la nación -que pesaba tanto sobre los hombres de Buenos Aires-no surgió en su espíritu pese a los insistentes clamores de la capital”117. Lo que quería Buenos Aires era la rendición incondicional del interior a sus decretos.

La figura de Artigas es en verdad una de las más grandes de la historia de América por su voluntad de conformar una verdadera Patria Grande. Por supuesto Mitre, al servicio del Imperio británico, trataba a Artigas de bandolero. Pero lo cierto es que el proyecto de Artigas contaba con una constitución para las Provincias Unidas de la América del Sud. En cuanto a Rivadavia, sólo basta mencionar que estaba casado con la hija del Virrey del Pino, lo que seguramente le daba más lustre a su propio apellido. Su ideología estaba formada alrededor del libre comercio. Era el más digno representante de la burguesía comercial de Buenos Aires... “Su cipayismo, la carencia de todo sentido nacional y su admiración, entre cándida y servil, por Inglaterra, no nacía de una peculiaridad de su carácter, sino del complejo de fuerzas económicas que encarnaba”118. Todo lo que fuera inglés, extranjero y snob era bien apreciado por este personero del imperio. Su sueño era convertir a Buenos Aires en una ciudad europea tal como años después Sarmiento pretendería hacer con el resto del país. Bernardino era un entreguista y traidor a la patria y así decía: “No estará por demás advertir que no se hiera ahí de ningún modo a la Nación inglesa: al contrario, es preciso hacer una formal distinción entre ella y su gobierno”119. Rivadavia conspiró contra el Congreso Constituyente de 1821.

Todo lo que significara unidad, e igualdad, lo rechazaba para mantener el predominio de Buenos Aires, pero sobre todo, el predominio de su grupo social, del cual Rivadavia era el emergente. Tiene Rivadavia el “mérito” de haber contraído el primer empréstito (préstamo) a nombre de estas tierras. Otra muestra del entreguismo de Rivadavia está en las condiciones en las que se había tomado el crédito de la Baring Brothers.

La garantía del mismo era: “todo el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata”120. O sea que el país y sus habitantes no podían disponer libremente de sus tierras. Al estar las tierras hipotecadas, Rivadavia implementó la famosa ley de enfiteusis (1º de julio de 1822), o sea el reparto de tierras que dio origen a la oligarquía terrateniente. La ley decía que la tierra pública se entregaría en arrendamiento (una especie de concesión) “a quien la denunciare”, es decir: se entregarían tierras a aquella persona que se interesara por alguna extensión de tierra pública (lo que ahora se llama tierras fiscales). Bastaba que alguien denunciara la existencia de un pedazo 117 Romero, José Luis. “Las Ideas Políticas en Argentina”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 1959, p. 104 en www.clarin.com/diario/especiales/mayo1810/home.htm 118 J. A. Ramos, en Revolución y contrarrevolución en la Argentina, ob. cit., p.60 119 José María Rosa. Defensa y pérdida de nuestra independencia económica. Librería Huemul, Buenos Aires, 1967, p. 65 120 Vida de Don Juan Manuel de Rosas. Manuel Gálvez, Ediciones Trivium, B. Aires, 1971, p.340 44 de tierra pública inhabitada para que se iniciaran las gestiones del arrendamiento y para que se negociara el precio a pagar, pero la ley no mencionaba la extensión ni el tiempo por el cual se podía arrendar la tierra. Otra prueba de la corrupción de Rivadavia es que durante su gestión se concedió la mayor cantidad de tierras a una sola persona jurídica, la Sociedad Rural, de la cual él era accionista. Pero ¿qué pasaba si una tierra “solicitada” estaba ocupada? Sencillo, Rivadavia la mandaba a desalojar para entregarla a sus nuevos poseedores, “casualmente” muchos de ellos, amigos suyos.

El préstamo, como vimos, iba a ser operado por la Baring Brothers. Era por una suma de 1.000.000 de libras esterlinas de las cuales en realidad se percibieron 570.000 y el resto se amortizarían como adelanto del pago de intereses. Por ese préstamo el estado argentino terminó pagando la suma de 23.734.766 pesos fuertes (en 1904)... En 1822, con el visto bueno del gobierno, se autorizó la creación de una Banco de descuentos.

La legislatura le “cedió” el monopolio de las transacciones bancarias por 20 años y además lo autorizó a emitir billetes y manejar la política monetaria del país. De esta manera los rivadavianos encadenaron al país a manos de los comerciantes ingleses que eran los dueños del banco. Así nuestra tierra quedaba sometida al creciente imperialismo inglés. Rivadavia y los suyos facilitaron este tipo de robos. El banco era parte de lo que hoy se llama “bicicleta” financiera. Este organismo emitía billetes que después se negaba a aceptar. Estos tipos se quedaban con el dinero en metal (oro) y a cambio entregaban “papelitos”. El oro viajaba a Inglaterra (de donde no regresaba jamás). Además el banco le otorgaba créditos a los comerciantes (ingleses preferentemente) que jamás los devolvían y que se presentaban en “quiebra” para obtener nuevos créditos y así por los siglos de los siglos... En 1826 este banco quebró, pero ahí estarían Rivadavia y sus amigos para prestarle plata argentina y de esa manera salvar a los ingleses. Ese año es creado el Banco Nacional (con el fin de tomar el préstamo de la Baring Brothers).

La nación vivía vapuleada por las luchas entre las diversas tendencias políticas. Las constantes convocatorias a asambleas y acuerdos tuvieron un punto clave cuando se reunió el Congreso Constituyente. Rivadavia se hizo elegir presidente de la confederación en un congreso que no tenía facultades para ello, ya que era constituyente. Rivadavia quería lograr en primer término “liquidar la existencia de los caudillos, los “anarquistas” y los “vagos” del interior argentino”121. El hecho desató pronto la guerra civil en todo el territorio de la Nación recién constituida.

“Tomando la ofensiva hizo aprobar en la sesión del 6 de febrero de 1826 una ley electoral que establecía la creación de un Poder Ejecutivo Nacional a cuya 121 Revolución y contrarrevolución en la Argentina, ob. cit., p. 69 45 cabeza se encontraría el Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata”122. La constitución aprobada por la mayoría circunstancial de Rivadavia, reproducía la de 1819 ya rechazada por las provincias del interior. Los representantes de Rivadavia partieron hacia el interior a entregar copias de la misma. Por supuesto fue rechazada, por la preponderancia que se le daba a los unitarios en las decisiones y por el papel de Buenos Aires.

Rivadavia, parte II: ladrones de guante blanco En La Rioja se desconoció al gobierno de Rivadavia. Gobernaba allí el caudillo Facundo Quiroga. En la región de Famatina se hallaba una gran riqueza minera. Toda esa zona estaba inexplorada debido a la falta de capacidad técnica. Un grupo de habitantes de La Rioja unidos al capital bonaerense pretendían llevar a cabo la explotación de los minerales allí existentes, lo cual contó con la aprobación de Quiroga. Pero, paralelamente, Rivadavia había logrado cerrar un jugoso negocio (jugoso para él).

“Al asumir la presidencia de la República, poco después de regresar Rivadavia de Londres, constituyóse en la capital británica la “River Plate Minning Association” con el objeto de explotar la mina de Famatina, y de cuyo Directorio formaba parte el Presidente de la República con un sueldo anual de 1.200 libras esterlinas”123. ¡¡¡Que patriota!!! Buscando un artilugio jurídico, por medio de una ley, creaba el Banco Nacional y “nacionalizaba” todas las minas del país. Es decir que los recursos minerales “pasaban” a la órbita del Estado nacional (Buenos Aires) y, más precisamente, era el medio legal para que Rivadavia y los ingleses se llenaran los bolsillos. El negocio estaba armado y Rivadavia, (con verdadera actitud servil), le escribía tranquilizadoramente a los ingleses: “Las minas son ya por ley propiedad nacional y están exclusivamente bajo la administración del Presidente”124. Cuando los ingleses fueron a hacerse cargo fueron rechazados por los riojanos... Pero Rivadavia ya tenía otros antecedentes. En 1822 había creado por decreto el Banco de Buenos Aires (mientras era ministro de Martín Rodríguez). El Banco quedaba siempre bajo el dominio del capital inglés. Bajo la presidencia de Rivadavia, sobre un total de 838 votos, los comerciantes ingleses tenían 589.

* Autor del texto: Javier Prado Responsable de su digitalización: Javier Prado Responsable de su publicación original en Internet: Cuaderno de la Izquierda Nacional (http://www.elortiba.org/in.html)


Historia del gorilismo. Desde 1810*

Por Javier Prado

Fragmento 3

Mitre. Adulteración, fraude y dictadura

Una figura que ha despertado siempre las simpatías imperiales ha sido Mitre, por haber estado a su servicio. Ya en 1853, cuando fue designado ministro de guerra de la provincia de Buenos Aires, se negaba a la integración de Buenos Aires a la Confederación Argentina. En 1859 fue vencido por Urquiza en la Batalla de Cepeda.

Mitre detestaba a los caudillos del interior que se oponían al predominio de Buenos Aires. En 1860, concluido el mandato de Urquiza al frente de la Confederación, asume Derqui. Este trató en cierto modo de incorporar a Buenos Aires al resto de las provincias, pero los enfrentamientos y las intrigas políticas (además de los asesinatos, como el de Virasoro, gobernador de San Juan) derivaron en una guerra civil. Buenos Aires se negaba a federalizar la aduana. Además, Buenos Aires había enviado sus diputados al congreso de Paraná y estos habían sido rechazados. ¿Por qué? Porque habían sido elegidos mediante las leyes provinciales y no la nacionales. Era un truco porteño, ya que mediante sus leyes provinciales elegían un mayor número de representantes, mayor al de las provincias y por lo tanto intentarían seguir ejerciendo el control sobre el interior del país. Al rechazar a los diputados porteños estalló la guerra. Urquiza, casi sin mover un dedo, venció en el campo de batalla a Mitre, pero decidió retirarse demostrando la existencia de los pactos que había entre Buenos Aires y el litoral ganadero. Mitre pasó de vencido a triunfador en unos días, y así pudo luego tomar el poder de la Nación. Urquiza presionó en la legislatura de Entre Ríos para que la provincia se retirara de la Confederación: es decir que le dejaba el campo abierto a Mitre y Buenos Aires. Sin ninguna base política, el gobierno nacional no tardó en disolverse. Mitre se hizo elegir presidente de la república y luego de la batalla de Pavón pretendió llevar a sangre y fuego el libre comercio al interior. De la mano de Mitre el capital inglés destrozaría las economías provinciales. Por entonces Sarmiento le pidió a Mitre que le diera un regimiento a su cargo, y para parecer más determinado le escribía: “No trate de economizar sangre de gauchos. La sangre es lo único que tienen de humano. Este es un abono que es preciso hacer útil al país”192. Sarmiento quería ser gobernador, por supuesto apelando a cualquier arma.

En otra de sus cartas a Mitre, el 24 de septiembre de 1861, le escribía deseándole nuevos triunfos y “la gloria de restablecer en toda la República el predominio de la clase culta, anulando el levantamiento de masas”193. El principal opositor a Mitre fue Adolfo Alsina quien pronto se rodeó de jóvenes intelectuales de Buenos Aires.... Allí también estaba Bernardo de Irigoyen. Por lo tanto el partido liberal mitrista quedó dividido entre los “porteñistas” y los “federales”. El mitrismo adoptó el nombre de “Nacionalista”. Lucio V. López describía a Urquiza de esta manera: “Urquiza, a quien yo me lo representaba vestido de indio, con plumas en la cabeza, con flechas y un gran arcón en la cintura, rodeado por una tribu salvaje”194. Mitre en la presidencia persiguió a los gobiernos provinciales que estaban aún en manos de los federales. Además de imponer por la fuerza a gobiernos adictos, se edificaba una democracia “formal”, plagada de fraudes y donde sólo participaba la elite. Por entonces quedaba en La Rioja un heredero de Facundo Quiroga, y se llamaba Ángel Vicente Peñaloza (“Chacho”), a quien le esperaba un trágico final. Mitre desarrolló un plan asesino para aniquilar las resistencias federales y cambiar la estructura económica y social a favor de las clases pudientes de Buenos Aires. Basta con ver el trazado de los ferrocarriles para entender como se rompió el equilibrio económico de las regiones que eran atravesadas por él. Por supuesto Mitre no toleraría intromisiones de ningún tipo en su política, y por eso aprobó el crimen y el exterminio contra los últimos caudillos del interior. En una carta con instrucciones a Sarmiento, le dijo: “procure no comprometer al gobierno nacional en una campaña militar de operaciones”195. Mitre confiesa luego en la misma carta “quiero hacer en La Rioja una guerra de policía (…) Declarando ladrones a los montoneros, sin hacerle el honor de considerarlos como partidarios políticos, ni elevar sus depredaciones al rango de reacción, lo que hay que hacer es muy sencillo”196.

Sarmiento, el padre del aula (y del fraude), dijo exaltado en otra carta a Mitre: “Sandes ha marchado a San Luis está saltando por llegar hasta La Rioja y darle una tunda a el Chacho. ¿Qué reglas seguir en estas emergencias? Si va, déjelo ir. Si mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición, que no sé que se obtenga con tratarlos mejor”197. Peñaloza fue recibido como un héroe en Córdoba. Pero finalmente fue vencido y acorralado. Fue atrapado mientras dormía en la casa de su compañera. Apresado, asesinado y decapitado por las fuerzas de la “libertad”... Como vimos antes, Sarmiento justificó el crimen. Mitre, el asesino, agregaba: “Mejor que entenderse con el animal de Peñaloza, es voltearlo”198.

Sarmiento, el “gran maestro argentino”, el “padre del aula”, “hace barrer la plaza de San Juan a doña Victoria Romero de Peñaloza, compañera de El Chacho, atada a una barra de grillos”199.

Mitre ya había dado pruebas de su gorilismo antes de ser presidente. En su actitud servil hacia el Imperio británico había dicho en 1861 en ocasión de inaugurar las obras del Ferrocarril Sud: “¿Cual es la fuerza que impulsa ese progreso? Señores: es el capital inglés”200. ¡Que “patriota”!. Los ferrocarriles llevaron un sinfín de mercaderías que invadieron el interior y destruyeron sus precarias industrias. Tan evidente era el papel del ferrocarril que Mitre lo dijo abiertamente al inaugurar otras obras en Rosario: “Este es un feliz acontecimiento que inaugura la extinción completa del caudillismo bruto”201. Entre 1857 y 1866 se construyeron las vías de los ferrocarriles Oeste, Norte, Ensenada, Del Sud, y Argentino. Una de las empresas británicas que intervinieron en la construcción fue beneficiada por Mitre con el “módico” regalo de 3.000.000 de hectáreas de las tierras más fértiles del mundo junto a las vías. Al iniciar la presidencia de Mitre se fundó el Banco de Londres y Río de la Plata, y así volvía a fluir el chorro de dinero hacia Inglaterra con la trampa de los “préstamos” que tomaba el gobierno. Esos préstamos se habían interrumpido durante el gobierno de Rosas. Mitre dejó avanzar libremente la importación de productos y de esa manera arruinó a la economía artesanal que buscaba desarrollarse.

La guerra contra el Paraguay fue parte de la vergonzosa política de entrega llevada a cabo por el mitrismo. Paraguay, gobernado por López, había demostrado que se podía crecer sin la intromisión de los piratas ingleses y franceses. El Estado cumplía el rol progresivo ante la falta de una burguesía industrial. Así como Portugal estuvo bajo el protectorado del Imperio Británico, Brasil desarrolló en esta parte del continente sudamericano la política británica. El férreo proteccionismo paraguayo bajo las órdenes de Francisco Solano López, le permitía mantenerse a salvo de la invasión de productos manufacturados ingleses. La Banda Oriental se vio invadida por Flores, general al servicio del Imperio brasileño (aliado de Mitre), quien socorrió a don Bartolomé en la empresa de derrocar al gobernante partido blanco, que era aliado del viejo federalismo argentino. Mitre abasteció de municiones a las fuerzas del Imperio Brasileño. El objetivo de la invasión brasileña era muy claro, según Jorge Mayer: “instalar un gobierno adicto en el Uruguay que le abriera los campos de pastoreo para los grandes ganados de Río Grande y formar en Montevideo una base para bloquear y luego atacar al Paraguay”202. Mitre autorizó a las tropas brasileñas a navegar por el Río Paraná para atacar a Paraguay. La oligarquía porteña simpatizaba con el Brasil, pero no así las masas del interior. Urquiza, en otro acto de deslealtad a la Patria Sudamericana, brindó su apoyo a Mitre e instó a su caballería a invadir al Paraguay, pero López Jordán (caudillo federal) protestó contra Urquiza escribiéndole: “Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca general, ese pueblo es nuestro”203. Se produjo un episodio denominado Sublevación del Campamento Basualdo, donde desertaron la mayoría de las tropas que se negaban a una guerra criminal entre hermanos. Por ese entonces Alberdi protestaba contra esta guerra, por lo que el diario gorila La Nación lo tilda de “traidor”204.

Por 1866 Sarmiento discurseaba entre los representantes del pueblo esparciendo su gorilismo: “Cuando decimos pueblo, entendemos los notables, activos, inteligentes: clase gobernante. Somos gentes decentes. Patricios a cuya clase pertenecemos nosotros, pues, no ha de verse en nuestra Cámara (Diputados y Senadores) ni gauchos, ni negros, ni pobres. Somos la gente decente, es decir, patriota”205.

El otro sector opositor a esta guerra de invasión lo integraban los diputados Félix Frías, Nicasio Oroño, Daniel Araoz. Pronto se levantará en Catamarca Felipe Varela: “¡Compatriotas! ¡Desde que aquel usurpó el Gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser patrimonio de los porteños, condenado al provinciano a cederles hasta el pan que reserva a sus hijos! Ser porteño es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del gobierno de Mitre”206. Sarmiento, también emprendería la lucha contra Felipe Varela y sus tropas, invirtiendo grandes sumas de dinero y disponiendo gran cantidad de soldados para ese fin. Mientras tanto, el gobierno del Brasil no podía doblegar al bravo pueblo Paraguayo y llegó al punto de abrir las cárceles a fin de obtener soldados para la conquista.

En tanto, la sucesión presidencial presentó a Sarmiento en la primer fila para heredar la silla de Mitre, y lo logrará con el apoyo de las burguesías provinciales y de la provincia de Buenos Aires y con una “ayudita” del fraude...

Sarmiento llega a la presidencia. El gorilismo se impone

La presidencia alcanzada por Sarmiento tiene que ver con los manejos políticos de reducidos grupos políticos y la habilidad de Alsina, quien realizó todo tipo de maniobras para imponer a Sarmiento, al igual que Arredondo. Sarmiento fue defensor de la “Doctrina Monroe” (“América para los americanos”) y por eso justificaba el intervencionismo yanki en cualquier lado mientras decía que Estados Unidos “tiene derecho de guardar los alrededores de las Santa Cuna de un mundo nuevo y proteger a los cristianos de este Occidente”207. Y esta es otra de su “célebres” frases: “Con emigrados de California, se está formando en el Chaco una colonia norteamericana, que prospera admirablemente y están contentísimos. Puede ser el origen de un territorio y un día, de un Estado yanqui”208. Sarmiento se hallaba en Estados Unidos al momento de realizarse las candidaturas. Al despedirse de Estados Unidos tiene estas palabras “¡Adiós a los Estados Unidos! Llévolos aquí como recuerdo, como modelo”209. Su visión extranjerizante llega al límite del servilismo (y lo supera). Respecto de los dominicanos, que resistían bravamente el acoso yanki, dijo: “Los mulatos de Santo Domingo tienen ociosa la bahía de Samana que los yanquis se proponen arrendar”210. Por ese entonces ocurrió un episodio extraño cuando una pequeña isla se hundió por un temblor y Sarmiento dijo: “¿Por qué Dios no hace lo mismo con toda ésta América?”211.

Sarmiento era muy impopular. Durante su presidencia terminó de aplastar al pueblo paraguayo que aguantó cinco años de peleas durísimas. A ese bravo pueblo paraguayo Sarmiento lo llamaba “salvajes”212. En su libro más racista dirá que en 1713: “los indios charrúas, gatos y bahones infestaban los caminos”213. Según Sarmiento, el movimiento revolucionario que se dio en América tuvo como origen la independencia de Estados Unidos, algo falso, ya que no tenía en cuenta para nada el debilitamiento de España y el proceso revolucionario que también allí se desarrolló. Acusaba a los caudillos y a las montoneras de bandolerismo. Denigraba a ese noble hombre que fue Artigas y lo acusaba de delincuente, cuando en realidad fueron Sarmiento y sus continuadores los que permitieron la desintegración de la Patria Grande. El “padre del aula”dijo: “Todos los autores, testigos y contemporáneos de Artigas, motivando la siniestra fama que le han sobrevivido, están de acuerdo en llamarle un monstruo”214. Sarmiento creía ofender a los caudillos diciéndoles negros e indios y en realidad es un halago, ya que en Sudamérica fueron (y son) los negros y los indios los que nunca traicionaron a la patria. Es que para Sarmiento todo lo que fuera indio o negro era un insulto, y ahí queda demostrado su racismo: “De Ramírez el gobernador del Entre Ríos, dice el irlandés Yates que era feo de aspecto y color muy oscuro, lo que queda entre zambo o indio”215. De Artigas dijo: “era un salteador, nada más nada menos”216, y redondea su ataque contra el bravo Artigas diciendo “salteador, nacido en una estancia, criado como Rómulo entre bandidos, bandido él mismo durante los dos primeros tercios de la vida (...) extraño a todo sentimiento de patriotismo entre dos razas y dos naciones distintas”217. Artigas era un patriota, pero un patriota de la Nación Americana a la que Sarmiento indudablemente traicionó.

Este “prócer”, traidor de la civilización sudamericana, dijo que sus propias acciones fueron: “la lucha en que tantas veces ha sucumbido la parte educada de la América”218. Calificaba al pueblo argentino de “turba de salvajes reducidos a la vida social en lo que va del siglo presente y pasado, sin derechos políticos que no reclaman”219. Se lamentaba de que no nos dejáramos vencer por los británicos durante las invasiones inglesas y lo único que recuerda de la heroica resistencia es “la baratura y abundancia de mercaderías y artefactos ingleses”220.

El Imperio británico hizo su entrada en Paraguay a través del ya clásico préstamo.

Esa vez fueron 200.222 libras. Pero fueron tan “amables” los ingleses que condonaron el pago de una parte de la deuda a cambio de 300.000 hectáreas de tierra. Su población se redujo de 1.500.000 a 250.000 habitantes. Un verdadero crimen en masa.

Mitre, en tanto, pasaba a la inmortalidad de la mano de sus aduladores pasados y futuros diciendo palabrotas como estas: “Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa batalla a recibir la merecida ovación que el pueblo les consagre, podrá el comercio ver inscriptas en sus banderas los grandes principios que los apóstoles del librecambio han proclamado para mayor felicidad de los hombres”221. Para esto eran las guerras, las muertes, los asesinatos: para desarrollar el comercio inglés.

Finalmente Sarmiento llega a la presidencia. No ha tenido electores en Buenos Aires.

Juró como presidente el 12 de Octubre de 1868. La gente de Buenos Aires, el pueblo, se burlaba de él. Su obra de gobierno es impopular y él lo reconoce. Su máximo acierto es haber designado a Avellaneda ministro de Educación. El ideal de Sarmiento era hacer Estados Unidos en Argentina. Todo lo yanki o europeo (excepto lo español) lo encandilaba y encantaba. En 1870, en ocasión de un viaje en tren invitado por un empresario del ferrocarril de Rosario a Córdoba, llega hasta el final de las vías en Fraile Muerto. Sarmiento dijo que con ese nombre el pueblo jamás progresaría y pregunta quien ha sido el primer colono extranjero. Un inglés se presenta diciendo que él es el primero, Sarmiento le pregunta su nombre, la respuesta es Ricardo Bell.

Sarmiento dijo: “Pues bien, este pueblo se llamará Bell-Ville”222. En su política de comunicaciones viales no duda en favorecer a los ferrocarriles ingleses, si bien el Ferrocarril Oeste estaba en inmejorables condiciones y era el esfuerzo nacional.

Sarmiento cede a los extranjeros la construcción del Ferrocarril que unirá Buenos Aires y Mendoza, dejando de lado al Ferrocarril Oeste que no tenía autorización para salir de Provincia de Buenos Aires. En vez de auxiliar con un préstamo al ferrocarril argentino se lo cedió a los ingleses. En otra carta haciendo un balance de su gobierno, dijo “mi gobierno ha sido un gobierno de fuerza, de represión”223.

Sarmiento odiaba a Facundo Quiroga porque en el veía a las masas del interior... Las obras escritas por Sarmiento no hacen más que definirlo a él antes que a sus víctimas.

Llevó la intervención de la Nación a todas aquellas provincias que tenían gobiernos federales o que le disgustaban. El 11 de abril de 1870, Urquiza fue asesinado en su propio palacio. En mucha gente estaba presente la idea de que Urquiza había transado definitivamente con los intereses porteños. Es nombrado gobernador de Entre Ríos Ricardo López Jordán. Sarmiento decide intervenir militarmente Entre Ríos y ofrece una recompensa por la cabeza del caudillo entrerriano. En tanto, en Buenos Aires, en 1871, se desata la epidemia de la fiebre amarilla que asoló a la capital. Los ricachones porteños emigraron hacia la zona Norte y así nació el Barrio Norte de Buenos Aires.

Sólo se observaba el accionar de Héctor Varela, quien formó una comisión popular para enfrentar la epidemia. Luego escribirá acerca de Sarmiento: “La conducta del Presidente sólo merece el silencio del desprecio”224.

El ferrocarril inglés seguía succionando las riquezas argentinas llevándolas hacia el puerto y ahogando las incipientes industrias del interior con sus tasas y fletes elevadísimos. Sarmiento lo dijo en una de sus cartas “Pudimos en tres años introducir cien mil pobladores y ahogar en los pliegues de la industria a la chusma criolla inepta, incivil, ruda, que nos sale al paso a cada instante”225. Por supuesto es Sarmiento quien establece la pena de muerte para los desertores del ejército.

Justamente en 1872, cuando aparece el “Martín Fierro” de José Hernández. El odio racial de Sarmiento lo llevaba a declarar sin vueltas lo que pensaba de nuestros hermanos paraguayos: “Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial... Son unos perros ignorantes... Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excrecencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”226. Su racismo acelerado nunca lo abandonó, y así hablaba Sarmiento de los diversos grupos étnicos, por ejemplo de los árabes: “una canalla que los franceses corrieron a bayonetazos hasta el Sahara”227, de los italianos “gringos bachichas”228, de los judíos “¡Fuera la raza semítica!”229. Los únicos que se salvaban de sus maldiciones eran los yankis y los ingleses. Por entonces comienzan a arribar a Buenos Aires varios contingentes de inmigrantes franceses huyendo de las masacres antiobreras. Aparecen palabras como socialismo, revolución social y otras por el estilo que vienen junto con los trabajadores europeos.

Mientras tanto se consolida la dependencia a través de los empréstitos con el Imperio británico. Se acercan las nuevas elecciones y surgen tres candidatos para suceder a Sarmiento. Ellos son: Mitre, Avellaneda y Adolfo Alsina (popular, dentro del porteñismo)

Notas
191 Del discurso en el Senado de la Provincia de Buenos Aires, 13/09/1859 en www.fmm.educacioncom.ar
192 La larga lucha de los argentinos. Y cómo la cuentan las diversas corrientes historiográficas, Norberto Galasso, Colihue, Buenos Aires, 2006, p. 112 193 Vida de Sarmiento, ob. cit., p. 352
194 Lucio V. López, “La gran aldea”, p. 36, en www.elaleph.com.ar
195 “El Chacho, último caudillo de la montonera de los llanos”, D. F. Sarmiento, p. 67, en www.proyectosarmiento.org.ar
196 “El Chacho, último caudillo de la montonera de los llanos”, D. F. Sarmiento, p. 67, en www.proyectosarmiento.org.ar
197 “Carta de Sarmiento a Mitre, 24/3/1863 en “Sarmiento-Mitre, correspondencia...”, ob. cit.
198 “Historia oculta de la lucha interna”, entrevista a Pablo Camogli, por Silvina Friera, Página 12, 21/7/2009
199 Ibídem, p. 147
200 John William Cooke, “Apuntes para la militancia”, Cuadernos de la memoria, www.elortiba.org
201 Ibídem, p.151
202 Revolución y contrarrevolución en la Argentina, ob. cit., p.158
203 Carta de López Jordán a Urquiza, 1865, en La larga lucha de los argentinos, ob. cit., p. 116
204 Revolución y contrarrevolución en la Argentina, ob. cit., p.160
205 http://www.discriminacion.org/libro1-cap03.php
206 Felipe Varela, 6/12/1866, en La larga lucha de los argentinos, ob. cit., p. 119
207 Vida de Sarmiento, ob. cit., p. 407
208 Ibídem, p. 407
209 D. F. Sarmiento. “Un viaje de Nueva York a Buenos Aires de 23 de julio al 29 de agosto de 1868”, www.proyectosarmiento.org.ar
210 “Un viaje de Nueva York a Buenos Aires de 23 de julio al 29 de agosto de 1868”, D. F. Sarmiento, ob. cit.
211 Vida de Sarmiento, ob. cit., p. 412
212 Ibídem, p. 396
213 Conflicto y Armonías de las razas en América, ob. cit., p.263
214 Conflicto y Armonías de las razas en América, ob. cit., p. 272
215 Ibídem, p. 273
216 Ibídem, p. 278
217 Ibídem, p. 280
218 Ibídem, p. 283
219 D. F. Sarmiento. Conflicto y Armonías de las razas en América, Tomo II, Luz del Día, Buenos Aires, 1953, p. 27
220 Ibídem, ob. cit., p. 65
221 Defensa y pérdida de nuestra independencia económica, ob. cit., p. 158
222 Vida de Sarmiento, ob. cit., p. 454
223 Ibídem, p. 510
224 Ibídem, p. 473
225 Arturo Jauretche. El medio pelo en la sociedad argentina, Peña Lillo, 1970, p 39
226 Norberto Galasso. “Sarmiento: ¿civilizado o bárbaro?”, Cuadernos para la otra historia, Centro Cultural “Enrique Santos Discépolo”, 2003, www.discepolo.org.ar
227 El medio pelo en la sociedad argentina, ob. cit., p 360
228 Ibídem, p. 179 229 Ibídem, p. 179

* Autor del texto: Javier Prado Responsable de su digitalización: Javier Prado Responsable de su publicación original en Internet: Cuaderno de la Izquierda Nacional (http://www.elortiba.org/in.html)


Historia del gorilismo. Desde 1810*

Por Javier Prado

Fragmento 4

Masas. El Peronismo y el gorilismo (1943 -1955)

El 16 de Octubre en varios ingenios azucareros de Tucumán los trabajadores daban inicio a una huelga en reclamo de la libertad de Perón. Y el día 17 de octubre pasó a la historia como el hito más importante de la historia argentina. El día en que el pueblo verdaderamente tomó la política en sus manos. Sin embargo y a pesar de multitudinaria manifestación de apoyo a Perón, los gorilas de toda clase seguían negando la realidad, un verdadero caso para el psicólogo. Es increíble la ceguera de los partidos socialista y comunista, aunque es coherente si se tiene en cuenta que nunca sintieron al pueblo como propio. En el manifiesto conjunto emitido el 21 de octubre de 1945 dijeron: “El malón peronista -con protección y asesoramiento policial- que azotó al país ha provocado rápidamente -por su gravedad- la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la República en millares de protestas (...) Se plantea así para los militantes de nuestro Partido una serie de tareas que, para mayor claridad, hemos agrupado en dos rangos: higienización democrática y clarificación política. Es decir, por un lado, barrer con el peronismo y todo aquello que de alguna manera sea su expresión; por el otro, llevar adelante una campaña de esclarecimiento de los problemas nacionales, la forma de resolverlos y explicar ante las amplias masas de nuestro pueblo, más aun que lo hecho hasta hoy, lo que la demagogia peronista representa”471. Y más adelante decían: “En el primer orden, nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo, hasta su aniquilamiento. Corresponde aquí también señalar la gran tarea de limpiar las paredes y las calles de nuestras ciudades de las inmundas “pintadas” peronistas. Que no quede barrio o pueblo sin organizar las brigadas de higienización democrática”472. Las minúsculas dirigencias del socialismo y del comunismo se mantenían al margen del movimiento de masas. José Peter decía que no había tal movilización. Américo Ghioldi, capo del partido socialista, decía: “Cuando un cataclismo social o un estímulo de la policía movilizan las fuerzas latentes del resentimiento, cortan todas la contenciones morales, dan libertad a las potencias incontroladas, la parte del pueblo que vive su resentimiento, se desborda en la calle, vocifera, atropella, asalta a diarios, persigue en su furia demoníaca a los propios adalides permanentes y responsables de su elevación y dignificación”473. La patronal se negaba a cumplir con las obligaciones previsionales. Ante esto, las masas superaron en velocidad a las decisiones de la CGT y se lanzaron a la calle en una jornada memorable de la historia argentina. Poco a poco se dirigieron hacia la capital federal o las capitales de cada provincia. La Plaza de Mayo volvió a ver al pueblo, como había ocurrido en épocas de Yrigoyen. Por supuesto el gorilaje no tardó en repudiar el acontecimiento: “El hecho que ha causado más honda sorpresa ha sido la aparición de una masa sensible a los halagos de la demagogia y dispuesta a seguir a un caudillo. Este fenómeno –amargo y peligroso– no es de ninguna manera inexplicable. Medio siglo es poco tiempo para la evolución social y política de un conglomerado heterogéneo, y no debe sorprender que quede aun una masa que –siendo democrática en el fondo– conserve cierto justificado escepticismo frente a las instituciones de la democracia (...) Políticamente esta masa es inexperta y simplista; como en el fondo es igualitaria y democrática, acoge con calor la propaganda demagógica que parece responder a sus anhelos, sin descubrir los peligros que entraña”474, con esa despectiva voz hablaba Romero de nuestro pueblo.

Si se analiza, este párrafo es sumamente reaccionario. Hablando de las masas, las califica como sensibles a los halagos y la demagogia. Ese es el otro punto que fastidia a los intelectuales. La sensibilidad, el sentimiento; volviendo a plantear la “discusión” de pasión versus razón como si ambas situaciones no salieran del mismo cerebro... Romero creía que las masas en acción eran un fenómeno “amargo y peligroso”, pero más amargo fue Romero desplegando su gorilismo, y más peligrosas fueron las balas que diez años después acribillaron a los trabajadores en plaza de Mayo. Otra cantinela típica de estos sectores, es decir que “las masas creen que mejoran pero en realidad no mejoran”. O sea, esto es como decir: “las masas son estúpidas”. Es típico de los intelectuales tratar de inferiores a quienes no han leído los mismos libros que ellos, pero las masas, aunque puedan ser simples, no son rebuscadas y por eso identifican a quien representa sus intereses y anhelos. Nadie apoya a quien lo perjudica y seria ilógico creer que millones de personas hubieran prestado su voto y su presencia al peronismo si no fuera porque habían mejorado su situación económica y social. La Coordinación de la Facultad de Ciencias Exactas decía: “Ciudadanos: Buenos Aires ha sido invadida por hordas bárbaras que, al amparo policial, han cometido toda clase de desmanes y atropellos...Ocupe su puesto en la lucha contra la dictadura”475. El diario oficial del partido comunista decía: “Pero también se ha visto otro espectáculo, el de las hordas de desclasados haciendo de vanguardia del presunto orden peronista. Los pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron la ciudad, no representan ninguna clase de la sociedad argentina. Era el malevaje reclutado por la policía y los funcionarios de la Secretaria de Trabajo y Previsión para amedrentar a la población”476. Y seguían diciendo: “Hoy la Nación en su conjunto tiene clara conciencia del peligro que entraña el peronismo y de la urgencia de ponerle fin (...) En el primer orden, nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo hasta su aniquilamiento. Perón es el enemigo número uno del pueblo argentino”477. Toda la prensa estaba a favor de la Unión Democrática y del imperialismo, que presentaba a su fórmula elegida: Tamborini-Mosca, ambos representantes del radicalismo antipersonalista, es decir, antiyrigoyenista. A la fórmula prestaron su adhesión los conservadores, socialistas y comunistas. Codovilla, del partido comunista, decía que el movimiento peronista estaba integrado por “elementos del hampa y por elementos obreros y empleados políticamente atrasados”478. Así calificaba la dirigencia de “izquierda” (no sus militantes) a las masas que estaban en la calle: “Quinta columna del nazi-fascismo-falangismo constituida particularmente por ex afiliados de los diversos Círculos Alemanes, del Dopolavoro, de la Falange”479, (lamento no tener la traducción de todo esto). Encaraban para Europa en vez de tratar de comprender que esos trabajadores que salieron a la calle eran sencillamente argentinos cansados de los atropellos patronales. El 17 de octubre de 1945 el diario La Razón se quejaba porque “La actitud pasiva de la policía permitió que la tranquilidad fuera turbada”480, por supuesto anhelando una masacre en contra de los obreros... Ese era el periodismo “libertario”.

El pasquín denominado “Antinazi” no era muy tolerante que digamos. Casi un mes después de la gran movilización popular de octubre, publicaba un dibujo de un barco representado por una alpargata, con la caricatura de Perón en una de sus velas y con la palabra “biva” y tripulada por un simio, y se titulaba “La Nave del Estado”.

Analizando este dibujo se interpretan fácilmente las ideas de quienes lo lanzaban. Se tenía al naciente peronismo por “ignorante” (por eso las faltas alfabéticas), y se situaba a la alpargata (obreros) asociada a los monos. O sea a los animales. Esa era la idea que sobre el pueblo tenían la dirigencia de “izquierda” y sus socios de la Unión Democrática. Pero el pueblo hizo justicia y los “simios” terminaron siendo aquellos y mucho peores: gorilas. Esos “genios” que se autotitulaban “izquierda”, no sólo agraviaban al líder popular del momento (el más grande de la historia) sino que mediante el insulto a Perón también insultaban a la enorme mayoría de trabajadores que se identificaban con el coronel y no con sus prolijos pasquines. En ese mismo medio Roberto Ibáñez hablaba del “peligro nazi en la Argentina”. Calificaba a la movilización de octubre despectivamente, primero queriendo negar la enorme cantidad de gente que colmó la Plaza y luego descalificando a esa multitud. Respecto del discurso brindado por Perón, el periódico comentaba: “con subversión evidente de la categoría familiar que representaba por filial voluntad de sus hordas, identificó a la multitud con su “pobre vieja””481. Y agregaba sobre Perón: “Argentinizó a la manera de Rosas; no de Moreno, San Martín, Rivadavia, Sarmiento... La muchedumbre lo oía de pie frente a la Casa Rosada y, simbólicamente, de espaldas al Cabildo. ¡Que lejos los días de Mayo! ¡Que cerca los de Cuitiño y sus cazadores de cabezas! (...) los actuales esbirros de Perón no son tan feroces.

Presumen de obreros. Y muchos, por desgracia, lo son: pero son, al par, los infaltables rompehuelgas; los trabajadores desaprensivos y egoístas, sin conciencia de clase; los sicarios de turbios caudillejos suburbanos (...) Y comenzó el paro general. Grupos de mercenarios (pagados, según lo confesaban, a varios nacionales por cabeza o pezuña), se posesionaron de las calles, vociferando, masticando estribillos insolentes y estúpidos (...) A la vez aquellos forajidos estampaban su marca de ganado sobre paredes y vehículos, hasta sobre las espaldas de las mujeres que vestían telas oscuras: “Viva Perón”. No faltaba, en esta antología de la canalla, el tierno “Peroncito” o el “San Perón” (...) Hasta los monumentos públicos y las reliquias patrióticas sufrieron la afrenta de las hordas impunes (....) El coronel es la versión criolla, el modelo 1945, de Mussolini y Hitler, ya sin sombra en Europa. Usa los métodos de sus liquidados arquetipos: el nacionalismo ramplón e irresponsable, la prepotencia sistemática, el histrionismo espectacular, la baja demagogia, el desdén por la cultura (...) Dije lo que vi. Diré lo que espero. Frente a los desplantes de un mesías de tango y de aquellos que le son adictos por indignidad o por candidez, satisfechos con un gobierno de “pan y circo” (de más circo que pan) alienta el verdadero pueblo argentino”482. El mismo pasquín trae otro título lapidario, contra los obreros peronistas. “El mes trágico”, así llamaban a esa preciosa jornada de la primavera del ´45. “Nunca fuimos tan optimistas como para ignorar que en una parte del pueblo argentino se mantenía latente un estado de atraso, de ignorancia y de servilismo”483, así evaluaban la voluntad popular...Y cuan grande era el extravío mental para llegar a decir: “la lucha por la ley, por la justicia y por la cultura ha sufrido un rudo quebranto en este trágico mes de octubre”484. La Vanguardia seguía enceguecida: “¡Obreros, industriales, campesinos, estudiantes y profesionales, todos a combatir! ¡A combatir al peronismo descubriendo su mentira y su prepotencia. A combatir con la palabra que vivifica e ilumina los espíritus porque evidencia la verdad! ¡Madres e hijos, a combatir por nuestros maridos y por nuestros padres que están en peligro! ¡Todos, sin faltar uno sólo, a combatir!”485.

Un grupo de intelectuales (gente “notable”) pidió la intervención del Consejo de las Naciones Unidas en nuestro país. Firmaban esa declaración gorilas de todo tipo, desde Borges a Nicolás Repetto y desde Carlos Perette a Álvaro Yunque. En definitiva los que apoyaban a la Unión Democrática eran el comercio exportador e importador, los grandes ganaderos y la clase media alta, por supuesto con la inestimable colaboración de los universitarios...Todos haciendo fuerza por la oligarquía. A Perón lo apoyaba el pueblo y con eso era suficiente. Además Perón tenía el apoyo del diario La Época, el único medio a su favor. También lo apoyaba la Unión Cívica Radical (Junta Renovadora), la mayoría del Ejército y buena parte de la clase media de las ciudades del interior. Clase obrera y Ejército fueron la base del movimiento peronista, pero sobre todo los obreros.

Duros momentos en que los movimientos nacionales de liberación luchan contra el Imperio. En Bolivia caen Villarroel y Paz Estenssoro víctimas de la presión del imperialismo en 1946. Dos meses antes de las elecciones de ese año, José Luis Romero discurseaba en nombre del “socialismo” y, hablando de la Universidad, así decía: “Ciudadanos: un fantasma recorre la tierra libérrima en que nacieron Echeverría y Alberdi, Rivadavia y Sarmiento: el fantasma fatídico se levanta de las tumbas apenas cerradas de Mussolini y Hitler. Sólo la movilización de la ciudadanía puede disiparlo, y el Partido Socialista, que está empeñado en esa lucha, saluda a la Universidad por su conducta heroica y convoca a sus hombres para cubrir sus filas. Unidos y resueltos, para la construcción de una autentica justicia social, para la reconstrucción de una autentica democracia”486. Esto le posibilitó asumir como interventor en la UBA a pedido de la dictadura de la “libertadora”. Por su parte, Codovilla hizo por entonces una semblanza de los integrantes del “bello” grupo de la Unión Democrática, según él, compuesta por: “la parte más consciente y combativa del movimiento obrero y del campesinado (...) la inmensa mayoría de la juventud universitaria, de los intelectuales y artistas, de los profesionales, del profesorado, de los empleados, de las clases medias”487. Tal vez tuvieran todo eso, pero les faltaba el pueblo.

Y se largó la campaña...

El diario “socialista” La Vanguardia era uno de los más cargosos y esto decía de los candidatos peronistas: “las crónicas de los diarios revelan que siendo tan grande la falta de capacidades, todos los ambiciosos, alfabetos o analfabetos, aspiran a ocupar cargos de importancia”488. La campaña electoral de 1946 estuvo marcada por la actitud gorila de la Unión Democrática. El 3 de febrero de 1946, en plena campaña, se realizó un acto en Conmemoración y celebración de la Batalla de Caseros (3 de febrero de 1852). Esto decía Dardo Cúneo “Venimos a celebrar Caseros con el convencimiento de que Rosas, vencido el 3 de febrero de 1852, ha reaparecido en la Argentina del 3 de febrero de 1946. Este recuerdo nuestro tiene el carácter de una jornada de lucha y quiere ser una batalla más contra la tiranía”489. El diario La Nación daba cabida entusiasta a la palabra del comunista E. Giúdice quien decía: “Por eso Caseros está tan presente en nuestro pensamiento. Lo está, además, porque la regresión encarnada por el naziperonismo nos reedita el cuadro de la barbarie rosista. En lo económico es el estancamiento, en lo político es lo policial elevado a las funciones supremas de gobierno; en lo social es el halago traicionero de las masas que degenera en el candombe”490. Otros agregaban: “las fuerzas adversas a la democracia vencidas en Caseros, volvieron a asomar en nuestra historia”491. Así veían aquellos gorilas el advenimiento y la movilización popular: como barbarie, nazismo, fascismo y demás delirios. La Unión Democrática recibió el apoyo de los medios yankis que hablaban de Perón diciendo: “Retrato de un provocador del populacho”492, pero no era todo también decían: “estos retratos muestran las predilecciones de Juan... (...) aficionado a la fotografía que ha logrado tomas de indias de la Patagonia desnudas y las guarda en un cajón del escritorio”493. Y la “frutilla”: “Esta no es la barbarie del indio que llevaban en sí las montoneras de Facundo y los mazorqueros de Rosas, es la fría barbarie organizada del nazifascismo”494. No podía faltar el enfoque racista “Los pueblos primitivos adoraban a dioses (...) los mismo sucede hoy en el terreno de la política. Entre los malintencionados, egoístas y ambiciosos, hay también gente que abrumada por la miseria, la incapacidad y los fracasos, amargados, desesperados de la sociedad y sin instrucción, adoran a cualquier fantoche erigido en ídolo y aun le encienden velas a su retrato y siguen cualquier incitación a la violencia (...) Exaltar la alpargata es traerles aunque sea ilusoriamente una posición de predominio sobre aquello que han deseado y ahora odian por imposible: la superación”495. Algunos casos de oposición eran lamentables. Esto escribía La Vanguardia: “Cada comité Juan Domingo Perón es un garito”496. La Vanguardia seguía perdida: “Sí, es explicable el desconsuelo, desconsuelo no por la derrota electoral, que no se producirá, sino por la masa nada despreciable que ha conseguido mover la demagogia”497.

Una vez finalizada la votación, todos los dirigentes coincidieron en la limpieza de los comicios. Por supuesto el resultado tardó en saberse. No era como hoy, ni había boca de urna ni nada de eso. Las elecciones habían sido en febrero y el recuento de votos y la confirmación de los datos finalizó el 8 de abril. A medida que se iban conociendo los resultados (día tras día) los cálculos optimistas de la Unión Democrática se iban desinflando. Y para que quede claro el fuerte componente de clase que diferenciaba a un Partido del otro, traigo aquí una frase pronunciada por uno de los hombres de la Unión Democrática que, viendo que los números no los favorecían, dijo: “No estamos perdidos. Hay que esperar el asfalto”498. Era obvia la referencia a los sectores sociales del centro de la ciudad de Buenos Aires (y de cualquier ciudad). Claro, porque pensaban que los sectores populares (calle de tierra) no iban a estar con ellos...Y así fue...Perón obtuvo el 52,40 %, contra el 42,51% de la Unión Democrática.

474 José Luis Romero. La experiencia argentina, ob. cit., p. VII.
475 “Testimonios de la izquierda ante el suceso del 17 de octubre”, www.lucheyvuelvecom.ar
476 Breve historia de las izquierdas en la argentina, II, ob. cit., pags. 123 y 124
477 Manifiesto del Partido Comunista, en “El peronismo: sus causas”, Rodolfo Puiggrós, Galerna, Bs. As, 2006, pags. 159 y 160
478 Norberto Galasso. Perón. Formación, ascenso y caída (1893-1955), Colihue, 2005, Buenos Aires, 390
479 Breve historia de las izquierdas en la Argentina II, ob. cit., p. 132
480 La Razón 17/10/45
481 Antinazi 15/11/45
482 Ídem
483 Ídem
484 Antinazi 15/11/45
485 La Vanguardia, 20/11/45, en La prensa de izquierda y el peronismo (1943-1949). Socialistas y comunistas frente a Perón Claudio Panella / Marcelo Fonticelli. Editorial de la Universidad de La Plata, 2007, p. 42
486 José Luis Romero. La experiencia argentina, ob. cit., p. 353
487 Breve historia de las izquierdas en la Argentina II, ob. cit., p. 135
488 La Vanguardia 18/01/46, p. 8, en La prensa de izquierda y el peronismo (1943-1949), ob. cit., p. 43
489 El dilema argentino: civilización o barbarie, p. 256
490 Diario La Nación, 04/02/46 en El dilema argentino: civilización o barbarie, p. 257
491 La Prensa, 04/02/46, en Los males de la memoria p. 234
492 The New York Times Magazine, 03/02/46, en “Perón. Una biografía” p. 174
493 Life en “Perón. Una biografía”, p. 174
494 “Civilización y barbarie”, El Radical, 09/02/46, en Los males de la memoria, ob. cit. p. 236.
495 El Radical 09/02/46, en Los males de la memoria, p. 237
496 La Vanguardia, 12/02/46, p. 1. Las elecciones presidenciales de 1946 y el peronismo naciente vistos por el periódico La Vanguardia, por Panella, Claudio. p. 43
497 La Vanguardia, 05/03/46
498 Eduardo Laurencena, dirigente radical. En El 45, de Félix Luna, Hyspamérica Ediciones, Argentina, Bs. As., 1984, p. 498
499 Breve historia de las izquierdas en la Argentina II, ob. cit., p. 141

* Autor del texto: Javier Prado Responsable de su digitalización: Javier Prado. Responsable de su publicación original en Internet: Cuaderno de la Izquierda Nacional
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Historia del gorilismo. Desde 1810*

Por Javier Prado

Fragmento 5

La “revolución libertadora” y los gobiernos condicionados. Triunfo gorila, derrota popular (1955 -1966)

En septiembre de 1955 se produce un nuevo ataque a la democracia. Los gorilas una vez más usaron las armas de la Nación en contra del pueblo (no sería la última vez).

El asesino Isaac Rojas a cargo de la Marina, bombardeó las destilerías de Mar del Plata y amenazaba a Perón diciéndole que si no renunciaba iba a “bombardear la destilería de La Plata”538. Lonardi asumió el poder ante la renuncia de Perón que quiso evitar un baño de sangre al país. Por fin tipos como Sábato y Borges iban a conseguir un trabajo en el Estado, de mano de los asesinos Lonardi, Aramburu y Rojas. La “libertadora” contó con el servicio de los “Comandos Civiles”, compuestos por gente de la clase media e incluso miembros de la aristocracia: “Su mística es la lucha contra la clase obrera, contra los “negros”, quienes se le presentan como la encarnación de la subversión y el desorden, de la incultura y la incapacidad (...) Es algo netamente racial”539. Uno de esos “Comandos Civiles” fue Mariano Grondona. Nacido en 1932, profesional universitario, abogado y con posgrado en Ciencias Sociales, domiciliado en Barrio Parque. Alguna vez, después de egresar del colegio católico Champagnat, intentó el camino del sacerdocio, pero finalmente se decidió por la abogacía. Ya en 1952 era miembro de un grupo universitario antiperonista.

El día del golpe de septiembre de 1955 Grondona era uno más de los Comandos Civiles que salieron a asaltar al país: “Para mi, Perón era el mal (...) Yo estuve en los Comandos Revolucionarios Civiles. Era una organización celular, con 125 tipos”540. No podía faltar entre esos gorilas, Jorge Luis Borges. El odio de Borges por las masas se refleja en esta frase: “Cada 100 años Buenos Aires engendra un dictador que de algún modo siempre es el mismo. Al cabo de un plazo variable, las provincias -conste que soy porteño-tienen que venir a salvarnos. En 1852 fue Entre Ríos; en 1955 fue Córdoba”541. Años después reafirmaba su gorilismo diciendo que “el régimen de Perón era abominable, que la revolución que lo derribó fue un acto de justicia y que el gobierno de esa revolución merece la amistad y la gratitud de todos los argentinos”542. No es para extrañarse, ya que este “intelectual” fue enemigo declarado del pueblo: “Creí y sigo creyendo que el 17 de octubre de 1945 fue una especie de farsa. No creo que sucediera nada realmente...Todo fue hecho de un modo un poco escenográfico y en ello nadie creyó (...) Yo puedo imaginarme un comunista -aunque no lo soy y aborrezco del comunismo-pero no puedo imaginarme un peronista. El peronista es una persona que simula ser peronista, pero no le importa nada, que lo hace para sus fines personales. Posiblemente un gobierno comunista sería un gobierno sincero. En cambio un gobierno peronista sería un gobierno de sinvergüenzas”543.

Todo el odio de los oligarcas y gorilas que los secundaban generó en el pueblo una resistencia que poco a poco pasó a ser leyenda. “Así nació el fenómeno de la Resistencia peronista que se fijó como único objetivo el retorno al poder del gobernante que le había dado años de felicidad y esperanzas. El pueblo inventó el “Perón Vuelve”, representado por una V con la P al medio, que pintó con tiza y carbón en los muros de la República. De inmediato captó que le robaban sus consignas patrióticas: la soberanía política (se proscribió al mayoritario Partido peronista), la independencia económica (maniatando a la Argentina al FMI), y consecuentemente la justicia social (pérdida de la dignidad) (...) La Resistencia del 55 ganó cotidianamente todas las batallas de las calles a lo largo y ancho del país. Lo hizo con pintadas, huelgas, manifestaciones y operativos de solidaridad (sin crímenes), que paralizaban los gobiernos dictatoriales, ya fueran de militares o ilegítimos de civiles, casos de los radicales Frondizi, Guido e Illia, elegidos con la proscripción del Peronismo. Mientras, todos los antiperonistas, tanto de izquierda como de derecha, justificaban y colaboraban en la marginación y persecución de las masas nacionales”544.

Esto marca la diferencia que hubo entre la primera Resistencia Peronista y las dirigencias de las organizaciones armadas (como ERP y Montoneros) que no comprendieron del todo al movimiento peronista: “Cazar Peronistas era fácil porque no podían dejar de concurrir a sus trabajos y de allí se los llevaban a la tortura, en muchos casos denunciados por sus patrones. Por falta de medios económicos para sí y familia, dependían de sus salarios. Ni pensar en la posibilidad de exiliarse”.

Los autores del golpe eran dos grupos: uno nacionalista católico (Lonardi) y otro liberal pro imperialista (Rojas, Aramburu, entre otros), pero ambos bandos profundamente antiperonistas. Personajes del nacionalismo de derecha, como Mario Amadeo y Bonifacio del Carril, fueron miembros activos del movimiento golpista.

Otro que volvió a la carga fue Pinedo, quien criticó al gobierno de Perón por su intervencionismo estatal diciendo: “en aras de un nacionalismo obtuso, paralizó el progreso y disminuyó el bienestar”546. Para Pinedo la redistribución del ingreso era “detener” el progreso. Y también era “detener” el progreso el hecho de que todos pudieran comer y vestirse y no sólo los entregadores de la patria. Por supuesto se la agarró contra Yrigoyen de quien dijo que fue “haciéndose plebeyo”547 y que “Perón recibió un país civilizado y devolvió una toldería (…) Fue un demagogo irresponsable sin noción de los problemas públicos que superó en defectos a Yrigoyen”548. El pueblo empezaba a vivir en el miedo. La revancha oligárquica estaba en marcha. Doña Pina Damián, quien por entonces era una joven militante peronista de la rama femenina en Santa Cruz, lo recuerda así: “yo nunca pensé que me iban a venir y decir usted tiene 24 horas para abandonar Yacimientos, que fue gendarmería porque en el Turbio en ese momento quien tenía la seguridad era gendarmería (...) No podías tener una foto... no podías hablar de Perón”549.

Rodolfo Ghioldi, uno de los líderes del Partido Comunista argentino por esos años, dijo: “Lo que es de lamentar, es que estas masas obreras que se han incorporado a la vida gremial, hayan roto su virginidad política bajo la advocación del señor Perón”
Gorilas en el sur

En Trelew, el diario Jornada (dirigido por Luis Feldman Josín) comentaba los hechos de esos días de forma sorprendente. Este diario mantuvo una posición súper gorila.

Lo que no se puede negar es que tuvo coherencia, porque apoyó el golpe de 1955 y el de 1976 (ya habiendo fallecido su fundador). Pero hay que ver como se “da vuelta” este diario. El día 17 de septiembre comentaba en una columna titulada “Panorama del País” la noticia de que la CGT había propuesto a Perón que le diera armas para formar milicias obreras. El diario decía: “La declaración del secretario de la C.G.T., dada a conocer el 7 de setiembre, demuestra que el proletariado argentino, desea reforzar el poder del ejército”551. Ya el 20 de septiembre titula: “Cesó el Fuego y Cayó el Gobierno”. Decía: “Radio del Estado cambió repentinamente el tono de su transmisión y lanzó un llamado a la paz, poco después que alguna unidad de la marina habiera552 arrojado bomba, contra depósitos de combustible de la ciudad capital de la provincia de Buenos Aires”553. Ya empiezan las noticias más interesantes para el análisis: “Queman retratos en el palacio de justicia” Un grupo de abogados del foro metropolitano penetraron en las salas del palacio tribunalicio y arrancaron retrato del ex presidente y de su extinta esposa, los que fueron arrojados a la calle y posteriormente quemados en la vía pública”554.

Con total falsedad comentaban la liberación de los “prisioneros políticos”...Mentiras.

Los “presos” eran asesinos que habían bombardeado Buenos Aires el 16 de junio de ese mismo año dejando un saldo de 400 muertos, entre ellos 40 escolares, Pero este diario decía que Toranzo Calderón y Aníbal Olivieri, los asesinos, aparecieron “llevando en sus rostros reflejados los sufrimientos morales”555. No faltaron las declaraciones gorilas de Américo Ghioldi: “Perón ha dejado la ruina social y política en el país, y lo que es más grave aun, una grave división que costará mucho hacerla desaparecer para bien de la patria”556. Y acá ya empiezan los chupadas de media al nuevo gobierno: “Una etapa nueva se abre y otros horizontes abarcan la visión de la vida argentina, que surge de la sangre de sus hijos”557...Y, en genuflexo llamado a la chupada de medias, decía Jornada: “que la desgracia que nos ha tocado vivir no pueda repetirse jamás a lo largo de nuestra trayectoria (...) Los valores morales de la Nación, desaprensivamente dejados de lado en un momento de nuestra vida nacional, no han podido ser muertos -no lo podrán ser jamás-y retornan vigorosos (...) El pueblo argentino retoma su tradición histórica, vuelve a la senda de la libertad, y si como ha proclamado el movimiento revolucionario triunfante estos son los objetivos, el pueblo sabrá valorarlos”558.

En Trelew, también comenzaban a recorrer las calles los hombres de la “libertad”.

Ese mismo día el diario Jornada comenta como se sacaban de sus lugares los bustos de Perón y Evita: “Al atardecer de ayer grupos de personas que se reunieron en forma espontánea, se agruparon y marcharon hacia los lugares donde se sabía que se hallaban emplazados bustos del ex presidente y de su extinta esposa, y una vez llegados a dichos lugares se pidió a los ocupantes de los mismos que se retiraran las efigies. En la estación ferroviaria, los empleados se negaron en principio a acatar el pedido y el público no quería retirarse de las inmediaciones hasta ver cumplidos sus propósitos. En esas circunstancias, los propios empleados que se oponían a este hecho, hicieron retiro del busto y el público al comprobar esto se retiró, para dirigirse hasta las oficinas de Vialidad Nacional, donde al no hallar a su jefe para intimarle igual retiro, procedieron por su cuenta y bajaron de su pedestal un busto, el que fue cargado en una camioneta y posteriormente paseado por las calles de la ciudad atado por una soga a un automotor”. Tuve oportunidad de charlar con alguien que sufrió esos momentos de gorilismo, un empleado del ferrocarril, quien me contó que: “todos los empleados de Vía y Obra eran todos peronistas….fanáticos. Y cuando cayó Perón vinieron los gorilas a querer arrastrar el busto (...) y yo les pego el grito, porque ya sabíamos más o menos el ambiente que se venía...Les pegué el grito y fueron avisar a otro y se vinieron todos con pico y pala...Los corrieron a todos”560.

Días después el diario Jornada titulaba: “Las Fuerzas Militares que Reconquistaron la Libertad Argentina Fueron Cubiertas de Flores”561. La “libertad” empezaba a manifestarse: “Grupos de manifestantes arrasaron prácticamente las sedes femeninas y masculinas del partido peronista”562. La revista Ahora ponía en su tapa a Lonardi saludando con el título: “Entramos en la era de la libertad”563. Y no conforme con ese servilismo, la revista prometía: “Pasado mañana miércoles Ahora aparecerá con numerosas fotografías del histórico movimiento revolucionario que asegura el ejercicio de la libertad, luego de doce años de opresión”564.
Lonardi, ladrón del sillón, sabía que sus actos iban en contra de las masas y por eso se atajaba diciendo: “Sepan los hermanos trabajadores que comprometemos nuestro honor de soldados en la solemne promesa de que jamás consentiremos que sus derechos sean cercenados”565. Eso era lo que se decía, pero las prácticas eran diferentes. Lonardi convocó a una reunión para el 25 de septiembre a los líderes gremiales. El carácter gorila de la “libertadora” era alevoso: “cuando los gremialistas estaban en la antesala del despacho del presidente, pasó un marino. Se detuvo, preguntó quiénes eran y qué esperaban. Respondida la pregunta, los miró detenidamente y les hizo explotar esta sentencia: -Sepan ustedes que la revolución libertadora se hizo para que en este país el hijo del barrendero, muera barrendero...Era el contralmirante Arturo Rial”566.

Lo primero que hace Lonardi es recordar con emoción de oligarca “el incendio de los templos”567, pero nada dijo de los bombardeos sobre Plaza de Mayo cuando queriendo matar a Perón asesinaron a cientos de ciudadanos indefensos. Las noticias traían estos títulos: “La “desperonización” del país se cumple por decisión espontánea del pueblo, dijo Lonardi (…) En lo que a la “desperonización” se refiere, les ruego que adviertan que tal proceso se cumple por impulso espontáneo del pueblo”568...Mentira absoluta. Y la prueba está en que hubo que prohibir al partido y hasta la palabra “Perón” para intentar que el pueblo se olvidase del peronismo y así y todo no pudieron, nunca...Por supuesto, en esa misma entrevista, hay una pregunta obsecuente (parecen periodistas de los de ahora): “¿Conoce el gobierno las gestiones del régimen de Perón para infiltrarse en la vida de otras naciones del continente?”569, a lo que el dictador Lonardi responde: “Me llegaron algunas versiones periodísticas al respecto, con países limítrofes. Lo más probable, sin embargo, es que se hayan realizado tentativas que no han tenido éxito por la vigilancia de los gobiernos y la vocación democrática”570... En realidad con el golpe oligárquico “Se destruyeron en 1955 todos los instrumentos creados para encauzar una política nacional de liberación”571. Por eso Jauretche acierta cuando dice que: “estamos en presencia de una operación de desembarco, en que la revolución política -sépanlo o no sus actores-sólo tiene por objeto encubrir una contrarrevolución económica y social”572. Prebisch fue el responsable de implementar el “viejo secreto de la oligarquía: aumento de los saldos exportables por disminución del consumo nacional, de donde los saldos son los faltantes de la mesa argentina”573. La sequía de 1952 había producido un descenso de la economía, pero para 1955 estaba plenamente recuperada. Prebisch planeaba dejar sentado un informe falso sobre el supuesto “desastre” de la economía peronista, para tener la excusa perfecta y de ese modo recomenzar la política de entrega del país. Sus números decían que Argentina adeudaba 757 millones y que las reservas eran de 450 millones. Pero el propio Ministro de Finanzas de la dictadura lo desautorizó (por error supongo) al decir que las reservas del país ascendían a 620 millones. Jauretche había consignado que las obligaciones de pago de Argentina ascendían a 571 millones y que las reservas eran de 600 millones, por lo que la situación real del país era otra y no la que decía Prebisch. Durante el gobierno de Perón Argentina nunca estuvo asociada al F.M.I. La dictadura de Aramburu lo primero que hizo fue asociar a nuestro país al Fondo, con lo cual se iniciaría nuevamente la dependencia argentina.

“La Federación General de Sociedades Italianas envió un conceptuoso mensaje al presidente provisional argentino Eduardo Lonardi, en el cual, tras destacar el extraordinario significado que tiene el actual momento histórico, expresa al primer mandatario sinceros votos de éxito en misión a cumplir”574. Cabe agregar que la dictadura de Lonardi designó ministro de Comercio a Cesar Bunge, quien consultado sobre el futuro del IAPI contestó que “estudiaría detenidamente el funcionamiento de dicha dependencia para resolver en consecuencia”575...

Recordemos que con la “libertadora”, desapareció el IAPI, verdadera herramienta económica de liberación durante el peronismo. Luis Feldman Josín, responsable del diario Jornada, era muy acomodaticio y publicaba editoriales como estas: “El terrible drama que vivió el país 25 años, acaba de terminar con una lucha sangrienta, pero heroica, de las mismas fuerzas armadas, las que, presionadas por la opinión pública, se dispusieron a tomar partido en la gran cruzada que termina con un gran saldo de muertos, con muchos heridos, con graves daños materiales, pero con el imperio de la libertad, que es el mayor bien de la humanidad”576...Claro, hay que aclarar que los muertos de los que habla el oficialista Feldman, fueron del lado peronista, ya que los que bombardeaban y cañoneaban al país fueron Rojas, Lonardi y Aramburu...Y sigue con la succión: “Desde el año 1930, con pequeñas intermitencias, el pueblo argentino perdió el sentido de la verdadera libertad”577, ¿a que se refería Feldman con “breves intermitencias”?, porque en realidad entre 1930 y 1943 hubo fraude...y únicamente a partir del ’45, el país fue verdaderamente un país para todos... El comisionado en Trelew, designado por la “libertadora”, señor Miguel Morelli tomó una “gran” decisión: “Imponer el sagrado nombre de “Libertad” al Parque Infantil actualmente denominado Evita”578.

Uno a uno los partidos golpistas fueron dando sus adhesiones a la dictadura de Lonardi.

Así decía el Partido Socialista en Buenos Aires: “durante doce años el pueblo argentino ha debido soportar la humillación de una dictadura que era, bajo ciertos aspectos, tanto o más oprobiosa que la de Rosas (...) confiamos en el respeto rotundo y sincero de las libertades fundamentales de la democracia, en primer término de la libertad de conciencia y de pensamiento y, como partido de la clase trabajadora, el respeto de la libertad sindical”579. ¿Partido de la clase trabajadora?... La clase obrera los rechazó. El Partido Socialista fue el ala moderada de la oligarquía y el brazo rojo de liberalismo. Por supuesto, el Partido Demócrata Cristiano expresa su alegría por “la terminación del régimen político que ha dividido a los argentinos llevando el odio, la corrupción, la violencia, la delación y la mentira al seno del trabajo y la familia”580.


La F.U.A. no se quedaba atrás en su apoyo al golpe: “Los estudiantes argentinos han saludado la caída del régimen opresor y falaz que intentó conculcar todo vestigio de democracia sumiendo al país en un caos”581. En tanto, Lonardi hablando de sí mismo dijo: “Soy católico y el fondo de mi pensamiento político está constituido por mi amor al orden jurídico, a la democracia y a la justicia social”582. Entonces ¿por qué entró a sangre y fuego en la presidencia? “Sobre las relaciones con Estados Unidos, dijo después el general Lonardi que deseaba estrecharlas al máximo, no solamente por la ayuda económica que pudiera significar sino porque estaba convencido de que ese país realiza notables progresos en el orden espiritual”583... Y siguen las editoriales archigorilas del diario de Feldman que, por supuesto, rechazaba al Estado redistribuidor. Feldman acusaba al gobierno peronista de “fobia contra el comercio” diciendo que se “dictaron normas para amordazar la libre comercialización, para presentarle trabas y para hacer creer al pueblo que el comerciante es el ladrón y no el Estado que se quedaba con el 70 por ciento”584...Este es el nudo de la cuestión, el nudo del golpe: el dinero.

Jornada se quejaba de que el Estado se quedaba con el 70 %, pero no le molestó después que el sector privado se quedara con el 80 %...Este es el reclamo del sector liberal que pretendía un Estado chico. Si el Estado se quedaba con el 70 %, era para ayuda social y eso es lo que los gorilas odiaban, odian y odiarán del peronismo: la redistribución del ingreso y las dificultades que el Estado grande les presentaba a los monopolios que querían concentrar capital. Por supuesto después llegarían, Prebisch, Alsogaray, Martínez de Hoz y Menem que les darían vía libre.

543 En Conversaciones con Sorrentino citado por Jauretche en Libros y alpargatas, ob. cit., 129
544 La generación peronista 1955, ob. cit.
545 Ídem
546 Imperialismo y pensamiento colonial, ob. cit., 142
547 Ibídem, 144
548 Ídem
549 Pina fue la más jóven militante de Argentina con cargo partidario. Entrevista hecha por el autor, 2005
550 La naturaleza del peronismo. Carlos S. Fayt (compilador). Viracocha S. A., B. Aires, 1967, p. 180
551 Jornada 17/09/55 p.2
552 Así figura escrito.
553 Jornada, 20/09/55
554 Diario Jornada (Trelew, Chubut) 22/09/55 p. 1
555Ídem
556 Ídem
557 Jornada 22/09/55 p.2
558 Ídem
559 Jornada 22/09/55 p.3
560 Poroto Thomas entrevistado por el autor el 22/01/2004. Ese miso año don Poroto falleció. Tenía 84 años.
561 Jornada 23/09/55 p.1
562 Jornada 23/09/55
563 Ahora nº 2321 26/09/55
564 Ibídem, p.2
565 Lonardi, discurso al país, en Ahora 26/09/55 p. 4
566 En Peronismo: autocrítica y perspectivas. Ed. Descartes B. Aires, 1970, citado en “La Revolución Libertadora”, p. 3.
Norberto Galasso, en www.discepolo.org.ar .
567 Lonardi, discurso al país, en Ahora 26/09/55 p.4
568 Jornada 27/09/55 p.1
569 Jornada 27/09/55 p.1
570 Jornada 27/09/55 p.1
571 Arturo Jauretche. Retorno al coloniaje. La política económica del peronismo y sus críticos. Ediciones del Mar Dulce, Buenos
Aires, 1969 (1º ed. 1955), p. 9
572 Ibídem, p. 14
573 Ídem
574 Jornada 28/09/55
575 Jornada 28/09/55
576 Jornada 28/09/55 p. .2
577 Jornada 28/09/55 p. .2
578 Jornada 28/09/55
579 Jornada 28/09/55 p. .3
580 Jornada 28/09/55
581 Budeisky, Clara El retorno oligárquico, p. 30, citada en “La Revolución Libertadora”, N. Galasso
582 Jornada 29/09/55
583 Jornada 29/09/55
584 Jornada 29/09/55 , p. 2
585 Imperialismo y cultura, p. 217
586 Ídem

* Autor del texto: Javier Prado
Responsable de su digitalización: Javier Prado
Responsable de su publicación original en Internet: Cuaderno de la Izquierda Nacional (http://www.elortiba.org/in.html )


Nacionalismo oligárquico y nacionalismo revolucionario *

Por Jorge Enea Spilimbergo

Trabajo producido a la caída del segundo gobierno de Juan Domingo Perón

Fragmento 2  [ Ver fragmento 1 ]


DOS TACTICAS DE LA CONTRARREVOLUCION OLIGARQUICA. LA HERENCIA DEL PERONISMO

Caído el peronismo, un propósito común inspira a todas las fracciones "revolucionarias": su liquidación (1).
Pero no hay acuerdo sobre el método para lograrla. Los "liberales", hoy en el poder, son partidarios del camino drástico: proscribir violentamente cuanto huela a peronismo es para ellos el "non plus ultra" de la libertad. Sus propios aliados de la víspera -frondizistas y nacionalistas católicos- resultan acusados de totalitarios y demagógicos.
Esta apelación a la violencia tiene al menos la virtud de la sinceridad: evita confusiones e ilustra sobre la democracia del embudo, libertad arriba y
mordaza abajo. La otra fracción "libertadora" elige un camino más sutil y complicado. Desplazada del poder, no se resigna a haber participado en un golpe de Estado para seguir debatiéndose en el llano. El apoyo del pueblo, opina, le servirá de trampolín. Pero el pueblo sigue siendo peronista. No hay más remedio que disputar al "tirano" el corazón de las masas.
¿Renegarán entonces de sus convicciones "revolucionarias"? ¿Abjurarán al año de su entusiasmo septembrino? De ningún modo: septiembre es para ellos el punto de arranque de sus esperanzas. Sin la proscripción del peronismo y del movimiento nacional en su conjunto ¿cómo pensar siquiera en el soñado agosto electoral?
Hay que entrar en competencia con el ídolo amordazado, y a fuerza de gritos y actitudes heroicas convencer a diestra y siniestra de que ellos son democráticos, pero no de horca y cuchillo; aman la libertad, pero no la del gran capital; combaten al imperialismo, pero sin dictadura; impondrán nuevas conquistas sociales, pero sin demagogia ni inflación.
Si las masas olvidan a Perón, ellos olvidarán que las masas votaron por Perón. La fórmula será entonces: ni vencedores ni vencidos. A condición implícita de que los vencidos pasen al bando de los vencedores.

EL NACIONALISMO OLIGARQUICO MUDA DE PELAJE. ¿FUE FASCISTA EN SUS ORIGENES?

Entre los postulantes a heredar al peronismo están los nacionalistas católicos. Su profeta es Amadeo; su dios, Bengoa; su pitonisa, "Azul y Blanco".
¡Que sorpresa, al cabo de los años, encontrar a esa tendencia disputando el calor de las grandes masas, debatiendo problemas sindicales, poniéndose a tono con el ritmo de los tiempos! ¿No eran fascistas? ¿No eran señores con dos apellidos? ¿No invocaban la cruz y la espada?
Es que en la última década mucha agua ha corrido bajo los puentes. Un nuevo espíritu social y nacional anima al pueblo argentino. La clase obrera está resuelta a defender palmo a palmo el terreno ganado, y son varios millones los trabajadores agrupados en la C.G.T. Por otra parte, Hitler y Mussolini han muerto; Franco e Hirohito yacen prisioneros del engranaje "democrático", es decir, del imperialismo norteamericano.
Al revés de Ghioldi, Zavala Ortiz y Santander, que rumian desde hace treinta años las mismas monsergas "liberales", el nacionalismo católico se moderniza; hace un supremo esfuerzo por transformar sus afeites. Pero la flexibilidad tiene un límite. ¿Son o no son los mismos de antes? Su alma ¿ha transmigrado a nuevas formas? ¿Arrojaron de sí lo contingente para salvar aspiraciones fundamentales?
De eso se trata, precisamente. Analizar esta tendencia en su flamante versión exigirá un cuidadoso desbrozamiento de sofismas, de emboscadas teóricas, de disimulos y pases magnéticos. Y al cabo, bajo la cáscara aparecerá el mismo fruto amargo de los enemigos del pueblo: la dictadura burguesa, la sumisión del proletariado, la entrega negociada al imperialismo de turno. Tal es la santísima trinidad que idolatran estos católicos.
El resto, simple dorar la píldora, para lo, cual, fuerza es reconocerlo, despliegan una pavorosa habilidad.

* * * * * * * * * * * * * * * * *

En un libro reciente, " Ayer-Hoy-Mañana" el Dr. Mario Amadeo expone la nueva versión del viejo credo. Formulase allí un análisis autocrítico del nacionalismo católico. Amadeo admite que es necesario superar las formulaciones fascistas, y que el valor "libertad" no debe ceder ante el valor "autoridad". Pero el carácter fascista del viejo nacionalismo -opina-, era más aparente que profundo: los aportes originales desempeñaron un papel decisivo. Por eso, el nuevo nacionalismo se reconoce en el viejo; no abjura del pasado ni rompe su continuidad histórica sino para arrojar el lastre de ideologías contingentes que en modo alguno son su esencia ni impiden flexibles desarrollos hacia un promisor futuro político (2).
Este planteamiento tiene más valor que lo que imagina el propio Dr. Amadeo, pues autoriza a juzgar al nacionalismo católico en todas sus etapas como fenómeno unitario. El pasado nos ayudará a comprender mejor el presente.
Digamos, en primer término, que no es verdad que el fascismo haya constituido un ingrediente superficial de la vieja ideología. Cierto que los nacionalistas, haciendo poco honor a su bandera e incurriendo en los mismos errores que echaban en cara a sus adversarios "liberales" y "marxistas" fueron a buscar al extranjero inspiración doctrinaria. Su nacionalismo tuvo muy poco de nacional. Ni recurrió ala tradición política argentina, ni se impregnó en las fuentes del movimiento popular, carne y sangre de lo nacional. Para una semicolonia oprimida por el vasallaje imperialista, postularon doctrinas que, como el nazismo y el fascismo eran la expresión beligerante de rapaces burguesías metropolitanas (3). Ignoraron que la gran lucha que desgarra el mundo moderno, es la lucha entre el nacionalismo imperialista y el nacionalismo de los pueblos colonizados. En el mejor de los casos, para las víctimas de la opresión, postularon la ideología de los opresores. Les sucedió -mutatis mutandi- lo que "a Rivadavia y sus partidarios: el liberalismo, que en Europa expresaba las necesidades e intereses de la burguesía revolucionaria, convirtiose en manos de la fracción unitaria en un sistema de enajenación nacional, de servidumbre colonialista, que nada tenía que ver con los requerimientos de nuestro desarrollo burgués, íntimamente ligado a la protección industrial. Como los "liberales" rivadavianos, ellos también fueron abstractos. Pero la abstracción no significa ausencia de todo contenido, sino pérdida del originario, adquisición de uno nuevo que, por supuesto, es el de la realidad a la cual se trasplanta la doctrina. El fascismo, en la Argentina, no puede ser otra ideología que la del imperialismo y sus aliados. Cualquier cosa menos una corriente nacional.ppppp
En efecto, no basta pretenderse fascista para serIo. Los partidarios de Hitler y Mussolini encontraron el apoyo de poderosas burguesías acorraladas por la crisis del capitalismo mundial (4). Estas burguesías necesitaban, internamente, aplastar al movimiento obrero; en lo exterior, una agresiva política de expansión colonial. Pero la burguesía en los países oprimidos es demasiado débil como para sostener una lucha sin cuartel sobre dos frentes. O se somete al imperialismo, y es éste entonces el que encabeza la represión antiobrera y antipopular, o intenta, siquiera débilmente, presentarle resistencia. Entonces tiene que llamar en su auxilio a las masas, movilizarlas mediante pactos, concesiones y controles, y en ese caso, ya no puede hablarse de fascismo.
Aunque se esmeraran en la copia, los teóricos del nacionalismo católico no podían ser fascistas a la manera de Hitler y Mussolini, pues ningún sector de nuestras clases dominantes estaba ni está en condiciones de promover simultáneamente un nacionalismo agresivo y el sometimiento autoritario de las masas. Desde este punto de vista, tiene razón Amadeo cuando afirma que los "elementos autóctonos” del nacionalismo clerical fueron "mucho más decisivos" que los importados. Pero, por desgracia, incurre en un lugar común, pues esa es la suerte de todas las abstracciones, tan abundantes en la historia de las ideas argentinas: Llenarse de un nuevo contenido, distinto del originario, y, por supuesto, autóctono.
Pero lo que Amadeo calla es que el nacionalismo clerical estaba ya configurado antes de que el fascismo alcanzara predicamento en sus filas. Y era todo lo fascista que podía ser en las condiciones peculiares de nuestro país. Pudieron ahorrarse el plagio, el saludo en alto, la camisa parda o la negra. Lo que no podían negar sin negarse a sí mismos era la similitud sustancial -no mera imitación sino analogía en circunstancias históricas distintas- entre su nacionalismo y el de Franco, Hitler y Mussolini. Es lo que vemos en los siguientes capítulos.

TERRORISMO ANTIOBRERO

El nacionalismo de las clases oligárquicas se manifiesta en la Argentina desde las primeras décadas del siglo, no para emprender una cruzada contra el imperialismo, sino como respuesta al incipiente movimiento de la clase trabajadora.
La oligarquía, vasalla del capital extranjero, no recordó que era argentina mientras entregaba nuestras riquezas y los destinos nacionales a las sociedades anónimas londinenses. Su "patriotismo" nace cuando advierte que el inmigrante europeo, traído con el engaño de la fácil América, no aceptaba el destino de explotación y miseria que los poderosos querían señalarle. De golpe se sintió argentina. Un rencor torvo (5) animó su brazo contra la "gringada" socialista y anarquista. Odió la "ideología foránea", cuando esa ideología, en vez de apuntalar sus privilegios, procuraba el derrumbe de la expoliación clasista. Sus policías asesinaron a mansalva pacíficas manifestaciones obreras. No contenta con eso, armó bandas civiles reclutadas entre señoritos del "barrio Norte" y matones a sueldo. Era la "patria" que se defendía contra la turba sin ley ni religión. Era la "enseña" azul y blanco contra el trapo rojo. Era el burgués tirando contra el obrero.
Así festejaron ellos el centenario de la revolución de Mayo: asaltando locales, empastelando imprentas, asesinando a militantes de la clase trabajadora. Años más tarde, cuando la Semana Trágica, la "Liga Patriótica" de Manuel Carlés encabezaba el terror blanco contra las justas demandas del proletariado argentino, cuyas violencias eran una mínima parte de las que debieron soportar bajo los regímenes oligárquicos.
Este "argentinismo", esta exaltación "nacionalista", nada tiene que ver con el pueblo y sus destinos: Es la defensa del explotador "argentino" contra el explotado extranjero (y también argentino) al que se pretende esclavo sumiso sin voz ni voto en los destinos del país.
Antes de que Mussolini levantase sus banderas, ya estaba prefigurado, aquí en el Plata, el rasgo más esencial del movimiento fascista: el terror antiobrero, la persecución contra sindicatos y partidos de izquierda, el armamento de milicias "cívicas" para operar incursiones sangrientas al grito de "¡Viva la Patria y mueran los judíos!"
Pero Mussolini y Hitler, por lo menos, operaban por cuenta de sus respectivas burguesías. ¿Por cuenta de quiénes operaban los patriotas asesinos, de obreros anarquistas? Intolerantes frente a la rebelión del pobre, así eran de dóciles con los auténticos negadores de la nacionalidad: los trusts imperialistas y sus gobiernos.
Los adalides del nacionalismo oligárquico fueron rupturistas durante la primera guerra mundial. En eso coincidían todas las fracciones oligárquicas: la liberal tanto como la "fascista". Manuel Carlés, Lugones, Alfonso de Laferrere, Francisco Uriburu, la redacción en pleno de "La Fronda", no podían concebir que la escarapela celeste y blanca, puesta en la solapa para pisotear un local obrero, se mantuviera intacta al entrar en la Embajada de "Su Majestad". No faltó entre ellos quien corriera a dar su vida por la Francia "eterna", la de los bandoleros imperialista de Marruecos, Tonkín y el Río de la Plata. Desde el Círculo de Armas y el Jockey Club, también pidieron ellos la cabeza del presidente Yrigoyen, ese peludo bárbaro que defendía la neutralidad (6).
Porque un rasgo, peculiar e intransferible de "nuestro" nacionalismo, fue que siempre empuñó el fusil o la cachiporra contra las auténticas corrientes nacionales, las democráticas, las que suben de lo más profundo para rescatar heroicamente lo que los señoritos han entregado cuando con el fraude o la violencia rigieron los destinos del país.
¡A Prébisch lo trajo Lonardi y Amadeo era su canciller!

LA CONSPIRACION CONTRA EL GOIBIERNO POPULAR. ¿CRISIS DE AUTORIDAD?

Pronto advirtió el nacionalismo oligárquico que: el peligro principal no venía de la izquierda "revolucionaria" -cuyos errores e inoperancias no es el caso examinar aquí- sino del movimiento yrigoyenista, expresión incipiente de la protesta nacional. Bastó que por vez primera en nuestra historia la máquina del fraude cediese ante el empuje de las masas, para que los héroes del "nacionalismo" descubrieran las fallas de la democracia representativa y pregonaran su amor por los gobiernos fuertes y jerarquizados. La presencia del pueblo en la Casa Rosada los convirtió en discípulos de Maurras, antes de ser admiradores de Mussolini (7).
Mientras el sector "ortodoxo" de la oligarquía se atrincheraba en el legalismo hipócrita, en la obstrucción parlamentaria, en la infiltración alvearista, en el contubernio y la "libertad" de prensa, para jaquear a Yrigoyen y preparar su caída, la juventud dorada decía a grito destemplado lo que la clase en su conjunto rumiaba silenciosa.
No es cierto, como afirma Amadeo, que "la mengua del valor "libertad" frente al valor "autoridad" estaba determinada por hechos universales. Era imposible prohibir a esa generación (la generación nacionalista) que simpatizara con aquellos que proclamaban el fortalecimiento de la autoridad debilitada".
Y no es cierto porque "libertad", "autoridad", son conceptos formales, de naturaleza instrumental. ¿Autoridad para quién y en beneficio de qué clases o sectores? El yrigoyenismo en el gobierno padeció, es cierto, una "crisis de autoridad". Para los defensores del pueblo eso significaba que aquel movimiento no pudo o no quiso cumplir un enérgico programa de transformaciones sociales y políticas, apelando, de ser preciso, a métodos revolucionarios, para lo cual las circunstancias lo autorizaban plenamente. Por eso, uno de los más ilustres representantes del nacionalismo democrático argentino, Raúl Scalabrini Ortiz, afirma con sobrada razón y mal disimulada amargura:
"Lo importante es señalar el error en que incurrió el presidente Yrigoyen al no disolver el Congreso y llamar a nuevas elecciones. La ley se transgrede constantemente cuando las transgresiones favorecen a los intereses extranjeros. ¿Por qué no transgredirla en defensa de los sagrados intereses de la nación y del pueblo argentino? ...La excesiva puntillosidad legal del presidente Yrigoyen abrió las compuertas a la piratería nacional que estaba esperando acorralada a sus amos extranjeros" (8).
¿Es a esta crisis de autoridad, la del gobierno popular frente a las facciones oligárquicas, a la que los hombres del nacionalismo católico se referían?
En modo alguno. Para ellos -como para el resto de la clase oligárquica- la autoridad había periclitado cuando el poder político dejó de ser el atributo directo del poder económico. ¡Las masas en la calle! ¡El sufragio universal! ¡Un presidente que no había sido elegido por los caballeros del Jockey Club! ¡Qué horrenda crisis de "autoridad"! ¡Qué desquiciamiento de las jerarquías sociales... heredadas! ¡Qué amenaza para el Privilegio latifundista y los "derechos" del monopolio extranjero!
De este modo, el nacionalismo oligárquico adquiría, por generación espontánea, el segundo rasgo distintivo del fascismo: la apelación al gobierno fuerte para despojar al pueblo de sus derechos políticos, salvando del embate de las masas todos los privilegios y jerarquías de las viejas clases explotadoras.
Lo argentino, lo nacional, para aquella gente, significaba la pretensión de las "familias tradicionales" de disponer en propiedad del gobierno y la economía. De ellas salen los cives, los titulares de la res publica. El resto es rebaño que se agrega. Ilotas y metecos destinados a sudar y a obedecer.

* El prólogo de este libro de Spilimbergo escrito a la caída del segundo gobierno de Juan Domingo Perón ya lo hemos publicado en nuestro Cuaderno de la IN, se puede encontrar en: http://www.elortiba.org/in_prod.html#Nacionalismo_oligárquico_y_nacionalismo_revolucionario.


Nacionalismo oligárquico y nacionalismo revolucionario *

Por Jorge Enea Spilimbergo

Fragmento 3

SEIS DE SEPTIEMBRE. NACIONALISMO OLIGARQUICO y ENAJENACION NACIONAL

Pero, como lo apuntábamos arriba, esta semejanza sustancial entre fascismo y nacionalismo oligárquico existe en los móviles, en los conflictos que la originan; no en los resultados.
La autoridad y el terror antiobrero fueron para Hitler y Mussolini instrumentos de una política ultra nacionalista y reaccionaria. No menos reaccionarios, los líderes del nacionalismo clerical desembocaron, a poco andar, en la total sumisión al imperialismo extranjero. Tan abstractos plagiarios como Rivadavia o Juan B. Justo, ignoraron el abismo entre el nacionalismo de la colonia y el de la metrópoli; no supieron que el pueblo es el protagonista indispensable para librar al país del yugo imperialista extranjero.
Antes de que los sucesos anteriores y posteriores al 16 de septiembre acostumbraran nuestros ojos, a ese abigarrado frente de curas, masones y liberales, de "nacionalistas" pro-yanquis y de "socialistas" oligárquicos, el golpe militar del general Uriburu abundaría en tales pactos, instrumentados por la vara de hierro del interés imperialista.
En el 6 de septiembre confluyen dos fuerzas diferenciadas: el contubernio, las camarillas de políticos tradicionales que encontrarán en Justo su presidente y la juventud "nacionalista" que inspira a Uriburu y lo rodea. En rigor de verdad, es ésta la que saca las castañas del fuego. Su epopeya delimita el umbral de la "década infame", hazaña que los argentinos jamás terminaremos de agradecer.
Pero si ineptos para alcanzar con sus manos el gobierno, los partidos oligárquicos son muy capaces de cosechar victoria ajena mediante artimañas e intrigas de palacios.
Aplastado el pueblo, la burguesía terrateniente y el capital imperialista quedaron dueños del campo de batalla. Los intereses industriales, incipientes entonces, carecían de representación y peso específico. Ahora bien: entre dos postulantes, el bloque de los partidos tradicionales y la altisonancia juvenil del movimiento nacionalista ¿podían vacilar un solo instante los señores de la Cámara de Comercio Británica y de la Sociedad Rural? ¿Para qué apelar a la violencia descarada si el fraude era suficiente? ¿Para qué la algazara, si ingeniosos mandones ajustarían las clavijas sin perder su respetable urbanidad? Buenos para el combate, Uriburu y su círculo cayeron por ley inevitable. Gustaron el repudio de la propia clase a la cual aspiraban a representar. La era del fraude había comenzado.
Ernesto Palacio, en su "Historia de la Argentina", ha intentado una original justificación de este período, según él, había identidad de aspiraciones esenciales entre el yrigoyenismo y el uriburismo. El movimiento de septiembre, en su actitud inicial, procurar resolver la crisis de la decadencia yrigoyenista, salvando los valores y aspiraciones nacionales que alentaban al viejo radicalismo (9).
Esta explicación peca de arbitraria y superficial. El nacionalismo de Yrigoyen es esencialmente democrático: Entronca con el federalismo del siglo diecinueve, expresa a las masas pobres del interior, a la nueva pequeña-burguesía de origen inmigratorio, y hasta cierto punto, los intereses inmediatos de la clase trabajadora. Todos estos sectores vinculan la defensa de la patria con sus reivindicaciones de explotados, y son los únicos que pueden suministrar consistencia histórica a la rebelión nacional contra el poder imperialista. El nacionalismo oligárquico parte de la ausencia de pueblo como premisa inicial. Aislado de las masas, conviértese en juguete de las clases dominantes; su nacionalismo, en el mejor de los casos, se frustra en utopía; frecuentemente degenera en versión armada de la burguesía imperialista contra el movimiento democrático popular y las reivindicaciones revolucionarias de la clase obrera.
La primera experiencia se hace con Uriburu. Faltaban otras dos: las de los generales Ramírez y Lonardi.

DECADA INFAME. LA GENERACIÓN NACIONALISTA

Su desplazamiento del poder provoca la crisis del nacionalismo oligárquico. Una de sus corrientes denuncia la entrega, el pacto Roca, las leyes Pinedo. No abandona por eso el principio aristocrático (10); pero objeta el uso que de él hacen los grandes terratenientes. Es que un sector de la Argentina librecambista y ganadera ha sufrido el impacto de la crisis mundial y alza su voz contra el bloque de los invernadores y las empresas frigoríficas. Son los parientes pobres, los no invitados al festín. Pero olvidemos lo que haya de resentimiento personal y clasista en tales caballeros: protestaron cuando había que protestar.
Otro sector, harto más inglorioso, no vacilaba en insertarse de lleno en el acontecer oligárquico: Fresco probó al mundo que se podía ser nacionalista, rosista, partidario del voto cantado, asalariado de ferrocarril inglés y tener como ministro de Gobierno a Roberto Noble, admirador de Mussolini (11) y actual propietario de "Clarín".
No faltaron los vires consulares, capaces de unir el revisionismo histórico con el presupuesto público manejado por nietos de unitarios; la condena al pacto de las carnes con el elogio "ecuánime" a la ley del Banco central.
Estaban, por último, quienes, fracasado el plan británico de apoyar a Mussolini y Hitler para lanzarlos contra Rusia Soviética, y reordenado el dispositivo de las alianzas mundiales, sacáronse a tiempo la camisa negra para vestir el frac anglófilo. Juan Carulla nos habla de esas cosas, harto sugestivas en cuanto anticipan la conversión de Amadeo y sus partidarios, amigos ayer de Roma y de Berlín, como hoy lo son de Washington y de Londres.
"La generación nacionalista -afirma Amadeo fue la primera, después de la generación de Caseros que trajo al país una visión renovada y coherente de su presente y de su destino".
Sin discutir la pretensión -aunque admitiendo que encierra parte de verdad- señalemos algunos puntos que conviene aclarar. ¿ Qué aportó de nueve la generación nacionalista?
En primer término, su culto a Rosas. Pero mucho tememos que no haya sido el Rosas del bloqueo anglo-francés, sino el otro Rosas quien despertaba la admiración de los nacionalistas oligárquicos: el ganadero porteño, el señor de los ríos, el de la autoridad despótica fuera y por encima de las circunstancias que la condicionaban, el Franco o Mussolini vernáculo -que en esto coincidían "liberales" y revisionistas-, el que por no constituir ni modernizar nacionalmente a la Argentina permitió que otros lo hicieran por cuenta del Brasil y la banca extranjera. El Rosas antiliberal, en suma, que había que oponer al "liberalismo" rivadaviano, como si en nuestra tradición política no hubiese otro liberalismo que el de los entregadores. Como si Moreno, San Martín, Artigas, Monteagudo, Dorrego, la generación de José Hernández y el propio Yrigoyen no hubiesen combatido, simultáneamente, por la modernización cultural y técnica; por la constitución federal y democrática; por la soberanía, contra los defensores del viejo y del nuevo coloniaje (12).
De parecido cuño es el amor a la "Madre Patria". La que ellos reverencian no es la España del pueblo sino la España feudal de Franco, la de los encomenderos y la explotación de las masas indígenas. Jamás plantearon el problema nacional del continente; fueron nacionalistas argentinos. Soñaron algunos con reconstituir el Virreinato, es decir, someter a los débiles pueblos circundantes. Latinoamérica fue Hispanoamérica, la América blanca del conquistador y de sus nietos; hispanismo significó la alianza continental de las oligarquías, subordinada al Nuevo Orden europeo a través de Franco, la falange española y la Iglesia.
Durante la "década infame" el nacionalismo oligárquico se hizo clerical. No eran todavía "fascistas" mientras conspiraban junto a Uriburu, por más que Mussolini llevara varios años en el poder. Tampoco oponían a Yrigoyen el mito de la religión católica, ya que la Iglesia argentina, en general, apoyaba a Yrigoyen contra la oligarquía "falaz y descreída". El nacionalismo se hizo clerical en la década infame, como una consecuencia indirecta del pacto de Letrán, que concilió a Mussolini con el Vaticano (13). No es un misterio que la Iglesia ha santificado el orden de explotación capitalista, declarando, con olímpico desprecio de la historia, de las leyes económicas de su pasado y de sus mismos orígenes, la naturaleza divina de la propiedad privada de los medios de producción.
En su conjunto, esta "nueva visión" resulta bastante vieja y poco rompe con los intereses de la Argentina oligárquica. Rosas, Franco, el despotismo militar y la Iglesia eran exiguo aporte a las necesidades perentorias del país: industrialismo y justicia social.
De aquella época son estas palabras que valen como símbolo: "Hoy en día la Argentina no puede pensar sensatamente en salir a breve plazo del predominio de la economía agraria. A medida que nos hemos industrializado artificialmente (sic) no nos hemos enriquecido, porque esa industrialización ha determinado altos costos de producción y aumento del valor especulativo de la tierra, cerrándonos muchos mercados a la agricultura y la ganadería, que constituyen industrias no artificiales entre nosotros. A esa agricultura y a esa ganadería en la que todavía, a pesar de los extremistas (¡!), predominan sentimientos nacionales... Para superar la etapa agraria, sin perder la independencia económica, el país tiene que comenzar por reforzarla: ..."
Esto se publicaba -¡julio de 1940!- en la "Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas, y no sabemos en qué se diferencia de Prébisch, sino en la descarada exaltación de los ganaderos, sus intereses y --no reírse-- su inmaculado "nacionalismo".

El autor del artículo es Vicente D. Sierra, quien en otro párrafo afirmaba: "Esto del latifundio terrateniente es una de esas cosas de las que hablan los economistas de la ciudad, técnicos del asfalto, que no conocen el país... En el campo, sobre todo en las actividades pecuarias, se forjan las fuerzas argentinas del orden. Los comunistas prefieren un país de proletarios a uno de agrarios... Pero es una mentira nacional que conviene despejar" (Vicente D. Sierra, "Rosas, el marxismo y la política contemporánea". Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Págs. 138 y ss. Buenos Aires, julio de 1940).
Se ve con claridad a quién respondía esta admirable versión del ideal nacionalista: no a las masas desposeídas, ni siquiera a la incipiente burguesía industrial, sino a un sector ganadero en colisión momentánea con la banca extranjera, a consecuencia de la crisis económica del año treinta. No es casual tampoco el endiosamiento de Rosas, jefe de la burguesía terrateniente hasta promediar el siglo diecinueve. Ni que decir tiene que los méritos históricos de Rosas están por encima de tan lamentables panegiristas. Otro "teórico" del nacionalismo oligárquico, el inimitable Ignacio E. Anzoátegui, encabeza su retrato del "Ilustre Restaurador" con la aclaración (citamos de memoria) de que su sangre era "limpia", sin mácula de mestizo, zambo o mulato. Lo cual no le impedía disfrutar el puesto de juez, que había recibido del gobierno votado por los "cabecitas negras" ni desde luego, el correspondiente sueldo. Pecunia non olet.

JUNIO y OCTUBRE

Profundos cambios en la situación nacional y mundial incubaron la siguiente fase del nacionalismo católico que, con el golpe militar del 4 de junio, vuelve a colocarse en el primer plano de la política argentina, para ser el juguete de los acontecimientos, y experimentar el más rotundo de los fracasos.
Por un lado, pese a las presidencias conservadoras, pese a la desastrosa conducción económica, a la miseria, a la entrega y al fraude, nuevas fuerzas se desarrollaban en el país: la crisis mundial y la guerra, al romper con la tradición del librecambio, permitieron que se expandiera la industria liviana y el rápido incremento de la clase obrera industrial. Al promediar el conflicto europeo, estaba ya la industria en paridad con las antiguas fuerzas e iniciaba débiles intentos de disputarles la supremacía. Pero el imperialismo inglés y el norteamericano presionaban decisivamente para obtener nuestro ingreso en la guerra y la pérdida por anticipado de cualquier ventaja táctica que en el plano económico y político pudiera conquistarse del choque entre ambos grupos armados. Más que en 1914-1918, la neutralidad significaba un requisito perentorio para que la expansión económica continuase y cesara en algo la dependencia semicolonial respecto a las metrópolis imperiales.

Por otra parte, el nacionalismo, que no había conseguido arraigar como representante oficial de las fuerzas oligárquicas --a las cuales, después de la caída de Uriburu, había presentado despareja oposición, dentro del marco de la vieja Argentina ganadera, como representante de intereses desplazados ante el avance del bloque frigoríficos-invernadores--, permanecía como una fuerza de superestructura, y, por lo tanto, más libre para seguir los vaivenes de la política nacional y mundial, que lo que estaban, por ejemplo, conservadores y alvearistas, el oficialismo y la oposición "tolerada" del Régimen.
Al romperse el frente capitalista mundial, es decir, al cesar Inglaterra en su apoyo al fascismo de Hitler y Mussolini como plataforma de agresión antisoviética, quedaron ambos dictadores con la bandera del anticomunismo, es decir, de la agresión policial contra la clase obrera, sus organizaciones sindicales y partidos políticos.
El grueso del nacionalismo oligárquico optó en la emergencia por acompañar a los más decididos. De la "Liga patriótica" a las brigadas fascistas no había más que una diferencia de matiz, y ya hemos visto cómo el conflicto de las clases dominantes con nuestro incipiente proletariado fue uno de los factores que dieron nacimiento a la corriente "nacionalista".
En esto no había mayor diferencia con el también denominado "nacionalismo" de los países europeos, que no era sólo el de Alemania e Italia, sino el de aquellas naciones militarmente ocupadas por las tropas del Eje. Fueron los Laval, Quisling, Degrelle, Pavelic (14), en efecto, los policías y verdugos de sus propios pueblos. Esta actitud, bien poco nacional, se explica porque la extrema derecha que entendía por "nación" el anticomunismo de hacha y tiza viniese de donde viniese, y optaban por el de Hitler, aunque fuese importado (¡Y a qué precio!), por resultar el más efectivo.
Más afortunados que sus maestros en la teoría fueron nuestros nacionalistas oligárquicos, que vieron limitado su anticomunismo al apoyo más o menos directo a la Sección Especial.-"Clarinada" era una bella mezcla de cruz con picana eléctrica- y al pistolerismo contra el adversario, que constituyó durante años su inconfundible "estilo" político.
Pero en lo principal, los salvó el curso de la guerra -desfavorable para el nazismo- y la geografía: Europa estaba lejos. Por consiguiente, en lugar de llenarse de gloria colaborando con el "gauletier" que nos mandasen desde Berlín, agazapáronse en una estudiada neutralidad, que en ellos significaba: desensillar hasta que aclare, esperar que las Walkirias cruzasen el Océano y convertirse en cipayos del imperialismo teutón.
El curso de la guerra neutralizó el aspecto subjetivo de esta actitud. Y, para suerte de todos, quedó su cáscara: la neutralidad, punto de vista que coincidía con las necesidades del pueblo en su conjunto.

Por otra parte, el Ejército era escenario de importantes desarrollos políticos, en donde se entremezclaban la dinámica del nacionalismo como ideología, la necesidad económico-militar de una industria pesada, la naturaleza de clase de los cuadros de oficiales (de origen burgués o pequeño-burgués), la repugnancia por el desmoronamiento del régimen oligárquico, encenegado en la corrupción, el fraude y el servilismo ante Inglaterra, y la influencia del militarismo germano.
Estos factores, unidos a la inexistencia de un poder civil concentrado, capaz de expresar y sostener la neutralidad (Castillo estaba jaqueado por la oposición alvearista, los partidos "obreros" e importantes sectores de las fuerzas conservadoras) determinaron al Ejército a salir a la calle para capturar sin oposición el gobierno de la República.
Ahora bien, en la medida en que la neutralidad salvaguardaba los intereses industriales, el nacionalismo oligárquico -cualquiera fuesen los móviles que lo animaban- asumía el papel de un nacionalismo burgués estricto, vale decir, despojado de toda veleidad de "ir a las masas" para solicitar su apoyo. En este sentido, y dada la ausencia de un partido nacionalista burgués de envergadura, era inevitable la alianza entre el "nacionalismo" de Amadeo, el Ejército y la Iglesia, y que esa alianza expresara por arriba lo que la débil, temerosa y ciega burguesía industrial era incapaz de promover desde el llano.
El frente de aquellas fuerzas preside el desarrollo de la "revolución" de junio, y explica la razón de su fracaso. Los que quieren "volver a junio" pasando por encima del 17 de octubre, tendrán que explicarnos cómo fue que la aparición del proletariado, sin ellos y contra ellos, para salvar de junio lo que debía ser salvado, impidió que en 1945 los apóstoles de la "década infame" retornaran el poder e hicieran letra muerta de la recuperación nacional y social que el país esperanzado aguardaba.
El de junio fue el intento más serio de sentar las premisas de un nacionalismo palaciego, opuesto por igual a las exigencias colonialistas y a las masas. Esta expresión pura de nacionalismo burgués asustó a la propia burguesía industrial que, temerosa de represalias, engrosó el frente oligárquico para corear las mismas consignas de la Sociedad Rural y... Codovilla.
El 17 de octubre, es decir, la irrupción del joven proletariado, junto con la política social emprendida desde el Ministerio de Trabajo y Previsión, impidieron el derrumbe. Pero en esta salvación de último momento nada tuvo que ver el nacionalismo oligárquico, que se apresuró, a retirar el apoyo al gobierno y entró bien pronto en las catacumbas, de la conspiración (15).
No obstante, la nueva etapa cargó con el lastre del pasado, pues los nacionalistas mantuvieron puestos claves en la administración y particularmente en la docencia. A ella habían entrado pisando fuerte hombres como Sepich, Baldrich, Genta, Olmedo, Obligado, confundieron enseñanza con el atropello y sus convicciones con decretos de la ley marcial. Por supuesto, la fobia ultramontana, el odio a la Revolución francesa y los principios "volterianos", la pretensión de que la Revolución de Mayo es poco más o menos una continuación de Felipe II, no son reclamos propicios para atraer a la juventud. Aún olvidaríamos las escenas putchistas de los grupos de choque, y esa amable síntesis de nacionalismo visto por 100 nacionalistas oligárquicos que eran las consignas " Argentinos sí, judíos no", "Dios, patria, hogar", si las consecuencias no trascendieran el radio de acción o de conveniencia de los responsables.
Porque el imperialismo tiene dos o tres tácticas tan eficaces como repetidas para "habérselas" con el movimiento nacional de los pueblos sometidos. Una de ellas es la de acusar de fascistas a esos movimientos.
A diez años de muerto, Hitler, todavía hoy, la crisis del canal de Suez desentierra esta táctica. ¿No dicen los "democráticos" jefes de Francia e Inglaterra, y la prensa amarilla de los cinco continentes, que Nasser es un dictador y se inspira en "Mi lucha" de Hitler? ¿ Que cómo el jefe de la Alemania nazi soñaba con un imperio germánico, él acaricia la idea de "sojuzgar" a los países árabes? ¿No se recuerdan las simpatías pro-nazis del gran Muftí de Jerusalén durante la guerra?
Si es lógico que los líderes burgueses de países sometidos al área del dólar o la esterlina opinen que los enemigos de sus enemigos son sus amigos, resulta canallesco comparar el nacionalismo imperialista nazi (que en todo caso se emparienta con el nacionalismo imperialista "democrático") con el movimiento nacional de un pueblo que anhela liberarse de la explotación extranjera. Aquél es un nacionalismo opresor y reaccionario. Este: sustancialmente progresivo y justo.
Pero cuando el nacionalismo oligárquico adoptaba las poses del fascismo -la ideología del más exacerbado chauvinismo europeo- y métodos policiales propios para alejar al pueblo, los intereses anglo yanquis encontraban excelente pretexto para identificar en nuestro país el nacionalismo --es decir, el antiimperialismo democrático-- con el fascismo. Esta Propaganda, felizmente, fue inocua entre el proletariado; pero prendió en amplios sectores de la clase media y particularmente, entre los estudiantes, quienes, al confrontar su experiencia concreta con las palabras de la prensa imperialista, encontraban justa la mencionada identificación. Se equivocaban: el proceso argentino era infinitamente más profundo y complejo que lo que ellos creían: no comprendieron a las masas trabajadoras. Pero, ¿tenían la culpa de ello?
Gracias al nacionalismo oligárquico podemos responder: no tuvieron toda la culpa de su error.

* El prólogo de este libro de Spilimbergo escrito a la caída del segundo gobierno de Juan Domingo Perón ya lo hemos publicado en nuestro Cuaderno de la IN, se puede encontrar en: http://www.elortiba.org/in_prod.html#Nacionalismo_oligárquico_y_nacionalismo_revolucionario


Nacionalismo oligárquico y nacionalismo revolucionario*

Por Jorge Enea Spilimbergo

Fragmento 4

TRASCENDENCIA y FUTURO DEL PERONISMO

Como hemos dicho, el 4 de junio significo el intento de imponer un nacionalismo palaciego, burgués en su contenido y reaccionario en cuanto a métodos e ideología, por igual enfrentando a los imperialismos "democráticos" y a las masas populares. Este nacionalismo no contaba con el apoyo de la burguesía industrial, por la falta de maduración histórica de esta clase y su temor a una acción independiente. La política nacional burguesa asumió, por lo tanto, un carácter bonapartista, basándose en la alianza del ejército, el clero y los nacionalistas oligárquicos. Falta de base social y ante enemigos interiores y exteriores que presionaban por empujarnos a la guerra, la política del 4 de junio se enfrentó bien pronto con esta disyuntiva: o capitular por entero o virar hacia las masas. La iniciativa en el último sentido surgió del sector menos reaccionario del frente bonapartista: el ejército. La alianza entre el ejército y la clase trabajadora (que expresa el vínculo transitorio entre la burguesía y las masas frente a la agresión imperialista) permitió la huelga general del 17 de octubre y la consiguiente derrota de Vernengo Lima, Braden, la Sociedad Rural y los partidos de la futura Unión Democrática.
La trascendencia del peronismo consiste en que, por vez primera en la moderna historia argentina, vinculó prácticamente la cuestión social y la cuestión nacional. Yrigoyen no había sido sordo a las reivindicaciones más urgentes de las masas desposeídas; pero él acaudillaba a las clases medias, en quienes encontró principal apoyo, y la social no constituía la médula de su política. Inspirados por Juan B. Justo, los socialistas pretendieron desvincular al proletariado de la nación en su conjunto; pero es evidente que en una semicolonia la clase trabajadora no puede tomar el poder político si no actúa como representante de la sociedad frente a sus principales opresores: la oligarquía y el imperialismo. En general (mal que les pese a Dardo Cúneo y otros "teóricos" de parecido jaez), Juan B. Justo condenó la lucha antiimperialista, y no es de extrañar que su partido permaneciera como una entidad local cuyo antiyrigoyenismo acérrimo le vedara el acceso al país, aunque le abriera las puertas de los salones distinguidos. Característica esencial de casi todas las escisiones socialistas (incluida la de los "internacionalistas", luego comunistas) fue que no comprendieran el error capital de Justo; que sólo criticaran sus doctrinas en cuanto ellas se vinculaban a las polémicas mantenidas por el socialismo europeo, y que, por consiguiente, aquel error reapareciera en los críticos a veces intacto, otras modificado en la forma. Así, los comunistas, admitiendo por razón de dogma la importancia de la lucha antiimperialista, la invalidaban al centrar sus fuegos contra Yrigoyen -"fascista" según ellos- lo que sí era lógico desde el punto de vista de Justo, no lo es partiendo de una consecuente concepción acerca del imperialismo, la cuestión nacional en los países atrasados y la táctica que en ellos corresponde al proletariado y su partido.
Por su parte, el nacionalismo escapó a la tarea que por definición le correspondía: buscar en la tradición popular argentina las formas históricamente válidas para ulteriores desarrollos políticos y sociales. Ya hemos visto cómo las fuerzas que determinaron su nacimiento le vedaban toda comprensión del pueblo y sus necesidades. Estas fuerzas, parcialmente contradictorias, fueron:
1º) La necesidad de asegurar el orden de explotación vigente contra los embates del movimiento obrero.
2º) La necesidad de asegurar el predominio aristocrático frente al sufragio universal y el triunfo político de la clase media.
3º) La defensa de ciertos sectores de las clases dominantes contra determinadas formas de penetración imperialista (16).
Retengamos estos puntos, pues ellos reaparecerán modificados en la nueva versión amadeista. Señalemos por ahora que los dos primeros eran los decisivos; ello explica la adopción formal de la doctrina fascista después de haberse aceptado su contenido sustancial.
Por consiguiente, tampoco el nacionalismo logró nunca echar raíces en las masas populares, contra las cuales, en primer término, se dirigía.
Ambos movimientos, la izquierda socialista-comunista y la derecha nacionalista, permanecían como pequeños grupos de provocación antipopular, al margen de los cambios revolucionarios que se iban gestando en la sociedad argentina. Cuando ellos hicieron eclosión, los combatieron ferozmente o los sabotearon desde adentro, comprometiendo su futuro.
Más allá de toda ideología libresca, vana moralina o estupidez "institucional", es imposible desconocer, como hemos dicho, que el peronismo transformó al proletariado en espina dorsal de la lucha antiimperialista, y lo movilizó planteando resueltamente la cuestión social en un doble aspecto: reivindicaciones económicas y sindicatos de masa.
Esta herencia indestructible -hoy vilipendiada- es la palanca del futuro argentino: porque significó el primer paso en la toma de conciencia de sus fines históricos de la clase más revolucionaria de nuestra sociedad: el proletariado; y porque lo cohesionó elementalmente, a lo largo y a lo ancho del país, en grandes sindicatos de masa y en la central obrera única.
" Al vincular la lucha antiimperialista con el bienestar de los trabajadores; al señalar que la defensa de la patria, contra el explotador extranjero es obra, en primer termino, de las principales victimas de esa explotación, las clases populares, el peronismo barrió de golpe con aquellas sectas políticas, cuyo programa se vio rebasado por los hechos. Quedaron -izquierdas y derechas de la vieja Argentina- condenadas a un glacial ostracismo y al repudio de las masas trabajadoras.
Pero al plantear con verdadera audacia revolucionaria la cuestión, el peronismo chocó con sus propios límites, con sus compromisos entre el pasado y el presente; con la contradicción entre la masa obrera que era su base y la burocracia burguesa de la cúspide. Porque iba implícito en el planteamiento que la síntesis entre lo nacional y lo social era para afianzar el capitalismo argentino. La cuestión social se resolvía en términos de distribución. El proletariado quedaba circunscripto al papel de apoyo; no asumía funciones conductoras. Si el esquema hubiera sido viable, el país habría entrado en un período de pacífica e ininterrumpida expansión burguesa. El proletariado, sometido a explotación capitalista, habría gozado, sin embargo, de mejoras perdurables en su situación general. Pero la crisis del imperialismo – es decir, del capitalismo mundial -- impide a un sector sometido conquistar su independencia sin irrumpir en las propias condiciones de producción, sin alterar la estructura económica y política de la sociedad que lucha por liberarse.
Su envoltura burguesa asfixió a la revolución popular argentina; la hizo más vulnerable ante el bloqueo imperialista; entronizó a la burocracia contrarrevolucionaria; maniató al proletariado ideológica y organizativamente; Mantuvo la separación entre el Estado y las masas; entre los trabajadores y la conducción económica. Expresión de la impotencia para resolver estas contradicciones ha sido, en última instancia, la derrota del 16 de septiembre.
Pero los que sueñan con una nueva "década infame", con el paraíso "democrático" de las minorías antidemocráticas, intentarán barrer el mar con una escoba. Porque basta invertir la fórmula del peronismo, ponerla sobre sus pies, para dar al proceso de las masas una eficacia revolucionaria que ninguna fuerza logrará contener.
La mariposa romperá su crisálida; las masas no serán convocadas a la lucha bajo la bandera de la burguesía sino bajo sus propias banderas; más allá de los salarios, la cuestión social se resolverá en profundas transformaciones del régimen de producción y de propiedad; el antiimperialismo recurrirá a los métodos revolucionario-populares de organización y de lucha, trasponiendo, de ser preciso, los límites del legalismo burgués, de las instituciones burguesas, de la propiedad privada burguesa. La revolución nacional alcanzará su apogeo bajo la jefatura del proletariado, la clase consecuentemente revolucionaria de la sociedad argentina.
Y esta inversión de la fórmula inicial sólo secundariamente es producto de la investigación teórica, de la prédica de tales o cuales doctrinarios. Aquí la crítica surge de los hechos, y en ellos lee la clase trabajadora y madura su conciencia política.
La experiencia del régimen oligárquico la ratifica en sus propias banderas de lucha, las del 17 de octubre de 1945; sus padecimientos y vejaciones le imponen la necesidad de cambiar radicalmente la situación del país, desplazando a la oligarquía; la meditación sobre el derrumbe de septiembre la empuja a una más acabada comprensión del proceso futuro, de sus fines y de sus métodos de lucha. De la derrota saca el programa que hará posible su victoria perdurable

EL 16 DE SEPTIEMBRE

Disculpe el lector si lo volvemos al destartalado nacionalismo oligárquico. Destartalado quedó, luego que las masas irrumpieron en la escena argentina con la huelga general de octubre del 45. EL viejo equipo juniano no estaba hecho para esos trotes y comenzó la crisis nuevamente. Un sector se escindió a poco andar, y dio comienzo a la conspiración: las masas en las calles eran el comunismo en potencia. Los pálidos arrestos de antiimperialismo se eclipsaron ante la visión apocalíptica. Otro sector se aferró a la vieja forma en las nuevas condiciones históricas: convertido en extrema derecha del peronismo reforzó sus elementos burgueses y reaccionarios. Mientras los obreros organizaban sindicatos, ellos silabeaban a santo Tomás de Aquino desde la cátedra y la prensa. Poco a poco creció el número de aquellos que pensaban no ser incompatibles ambas actitudes: la oficial y la conspirativa. A esta última convergía el nacionalismo oligárquico aceleradamente. Hacia 1949 el Pbro. Menvielle dio la voz de alarma desde “Presencia”: el peronismo se hacía "materialista" contenía el germen del poder obrero. Poco después estallaba el motín militar del 28 de septiembre, primer ensayo de bloque "nacionalista"-"liberal". La proclama de Punta del Indio denunciaba el copamiento de la C.G.T. por... ¡¡elementos comunistas!!
La semicrisis de 1952, aunque remontada con medidas de emergencia, es el punto de arranque del debilitamiento peronista en el poder. Cesaban las condiciones de posguerra, enteramente excepcionales, que habían permitido una revolución incruenta, con altos salarios y mejores ganancias, equilibrio entre clases antagónicas, apreciables reajustes en la distribución de la renta nacional sin afectar las formas fundamentales de la propiedad.
La crisis estalló, sin embargo, en el terreno de la superestructura ideológica. El círculo vicioso en el que se debatía el gobierno peronista era la consecuencia de su base obrera y de la formulación burguesa del problema nacional. El antagonismo cristalizó en burocracia, muro de contención, asfixia contrarrevolucionaria. Bajo el impacto de la presión imperialista, la tentativa de frenar el movimiento en determinada etapa ponía en tela de juicio su suerte total. Considerado en un sentido histórico amplio, más allá de los móviles y circunstancias particulares cuyo juicio queda reservado al tiempo, el conflicto con la Iglesia ponía de manifiesto una de las contradicciones sustanciales del peronismo: pues la Iglesia y sus hombres habían impuesto su sello sobre la ideología del movimiento, y estaban en él para santificar sus límites burgueses, dejándolo a ciegas en cuanto a programa y educación política de las masas. N o obstante, estas masas eran las únicas capaces de superar el estancamiento, para lo cual necesitaban la orientación revolucionaria consecuente que le negaban las derechas y que sólo podía venir de la izquierda nacional. La lucha contra la Iglesia -gendarme moral del capitalismo y uno de los términos del pacto Washington-Vaticano-- era el primer paso de la revolución ideológica; y ésta, el precedente de la revolución práctica. Por eso los hombres de la nueva izquierda nacional ocuparon la primera línea en el combate.
Los septembrinos del 30, los fracasados del 43, volvieron a dar la espalda al pueblo, mientras la jerarquía eclesiástica se convertía en eje de la contrarrevolución. Socialistas, comunistas, liberales, ateos y masones, se enternecieron de pronto por la "persecución" religiosa. La Unión Democrática olvidó que la separación Iglesia-Estado era su dogma y se hizo clerical. Los clericales se convirtieron, a su vez a la fe democrática. Las viudas de Hitler se desposaban en segundas nupcias con el bondadoso Tío Sam.
Como en el 30, tras este frente de nacionalistas, partidos tradicionales, jóvenes del barrio Norte y pequeño-burgueses desorientados, estaban la oligarquía y su padrino, el imperialismo angloyanqui. Quien no lo entienda, tampoco comprenderá por qué Frondizi y los nacionalistas oligárquicos se debaten como parias en el llano, después que éstos nos obsequiaron a míster Présbish, que es como decir, las siete plagas de Egipto en un solo experto económico verdadero (17). Es el precio que pagan los que practican una política de enajenación. Pusieron la espalda para que otros subieran, y a nadie extrañe si, cumplido el papel de opositores demagógicos al régimen popular, la clase oligárquica los despide de mal modo, sin pagarles ni una miserable indemnización.

NI VENCEDORES NI VENCIDOS

La analogía entre los dos septiembres es demasiado clara como para subrayarla y particularmente en lo que se refiere al papel jugado por la fracción nacionalista oligárquica. En ambos casos encabezó la lucha armada contra el gobierno constitucional, para ser a su vez desplazada por los partidos que representan a la oligarquía.
Ya desde el poder, el general Lonardi proclamó la consigna "ni vencedores ni vencidos", que a partir del 13 de noviembre constituye la principal bandera de los "nacionalistas" en la oposición. Esta invitación amable a la concordia universal no puede juzgarse con prescindencia del plan económico que paralelamente se ponía en práctica y que tornaba ilusoria cualquier intento de equilibrar los intereses de clase (18).
"La revolución de septiembre de 1955 --es Amadeo quien lo dice-- no fue solamente un movimiento en que un partido derrotó a su rival o en que una fracción de las fuerzas armadas venció a la contraria, sino que fue una revolución en que una clase social impuso su criterio sobre otra". Por pudor septembrino calla Amadeo el nombre de los protagonistas, pero es fácil inferir su pensamiento de párrafos como los que sigue
"El pueblo sabe bien, o intuye, que tras los abusos del régimen anterior --abusos que muchos dentro de él mismo condenaban-- se estaba plasmando una nueva realidad, y que esa realidad respondía, en lo fundamental, a sus aspiraciones. Pero si oye decir que los últimos diez años han traído miseria, deshonor y vergüenza, no le creerá, pues es afirmarle una cosa que, para él, está desmentida por los hechos"... "Detrás de esta fachada ficticia de escenografía teatral y moviéndose dentro de sus mismos cuadros, comenzó a desarrollarse en el país una conciencia sindical mucho más vigorosa y efectiva de lo que había sido en las épocas del llamado "sindicalismo libre". Es cierto que ella se forjó a la sombra del peronismo, porque ser peronista para un obrero de los últimos años era un valor tan entendido como ser católico para un español de la época de Felipe II. Pero, mucho cuidado con creer que por que ese movimiento se forjó a la vera del régimen, era artificial y dependía de él. El hecho es que el movimiento sindical tiene ya entidad propia: podrá ser sofocado pero jamás ser destruido. Pocos advierten, en las llamadas clases "altas", el grado de madurez política, la lúcida percepción de los hechos, la inquebrantable decisión de defender sus prerrogativas que anima a ese nuevo proletariado"... "Perón... fue mucho más medium que conductor de masas, exacerbó un problema que nos es común en toda Hispanoamérica: el divorcio del pueblo, con las clases dirigentes".
Estas líneas, no desprovistas de realismo político, tema sobre el cual volveremos, pueden resumirse de la siguiente manera: El golpe militar del 16 de septiembre rompió el equilibrio social instaurado por el peronismo, en perjuicio del pueblo y en beneficio de las clases "altas", también llamadas "clases dirigentes.
Esto significa reconocer que la crisis, argentina sólo secundariamente es una crisis política. O mejor dicho, que la crisis política es un derivado de la crisis social. La oligarquía no ha fraguado un complot para renunciar a los "derechos" de su victoria. El plan económico Présbisch asesta un golpe a la industria y al nivel de vida y plena ocupación, en beneficio, no por cierto del peón rural y el chacarero, sino del imperialismo y de la clase terrateniente, cuya renta parasitaria se recompone de golpe a costa de las ciudades y del ingreso neto nacional. La descapitalización y hambreamiento del país no puede imponerse sino a través de la dictadura oligárquica, de la proscripción de las tendencias mayoritarias, del fraude y la violencia en los sindicatos. De lo que se deduce, dicho sea de paso, que no fue Perón quien exacerbó el divorcio del pueblo con las clases "dirigentes", sino que éstas, en necesaria función de explotadoras y entreguistas están enseñando al pueblo el camino de la rebelión social. ¿ Y Amadeo? Amadeo y su tendencia aconsejan a las clases "dirigentes" sobre cómo remediar el divorcio con el pueblo, vale decir, cómo seguir explotándolo y teniéndolo contento con ciertas concesiones.
La fórmula "ni vencedores ni vencidos" hubiera producido un apaciguamiento psicológico, y quizás una reconciliación entre adversarios, si las divergencias políticas no ocultaran irreductibles antagonismos de clase. En la noche de12/11 de 1955 la disyuntiva era clara: o eliminar el poder oligárquico entronizado en las jornadas septembrinas, o intervenir la Central Obrera cumpliendo el objetivo básico de las clases dirigentes. El discurso de Lonardi negándose a firmar la intervención selló la suerte de su gobierno, que ubicado entre dos fuegos del país real tenía indefectiblemente que caer.
El "ni vencedores ni vencidos" pasó a ser bandera de oposición política. Bien entendido que desde la oposición nadie está obligado a consecuencia entre premisas y conclusiones. Argumentar contradictoriamente no es el menor de los derechos democráticos. Pero si de algo sirve la experiencia es para comprender que en esta lucha por el futuro argentino la fórmula del empate condena a la pérdida del poder político o a la traición de las promesas, que es lo que le sucederá al nacionalismo oligárquico si la mala suerte lo pone en situación de practicar remedios políticos para resolver crisis sociales en que las exigencias del privilegio se dan de puntapiés con los derechos económicos de las masas populares.

¿EQUILIBRAR LAS CLASES O SUPRIMIR LA EXPLOTACIÓN?

Los opositores septembrinos aceptan la premisa: el golpe del 16. sin aceptar su corolario: la dictadura oligárquica. Ello los autoriza a aferrarse a la panacea del "ni vencedores ni vencidos" que es fórmula de curanderos políticos.
Acaso un defensor de " Azul y Blanco" pida la palabra y diga que la fórmula sólo en la superficie es política y que involucra el conjunto de la situación. Desdichada salvedad. Como veremos.
Todos los matices del pensamiento burgués coinciden en esto: la interpretación materialista de la historia "desconoce" los valores "espirituales" al postular que la conduct3 está sometida al factor económico.
Semejante disquisiciones son el regocijo teórico de las clases "dirigentes", y aquí no hay nacionalismo ni liberalismo que establezcan divergencias. En realidad el marxismo todo lo que sostiene es el carácter objetivo del medio social, movido por leyes propias a las que hay que someterse para poder dominarlas, del mismo modo que el hombre se libera de la naturaleza cuando abandona el animismo para estudiarla científicamente. ¿Cuáles son esas leyes? La de la lucha de clases, expresión social del conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción; la del valor, que permite comprender la esencia de la economía capitalista y el porqué de su crisis, que estamos presenciando; la del Estado. Como expresión política de las clases dominantes; la del imperialismo, estadio final del sistema capitalista; la de la formación de las nacionalidades, como etapa histórica vinculada a las formas burguesas de producción, etc. El marxismo no niega el papel de la voluntad individual, sino que lo realza con su teoría del partido proletario expresión consciente de los trabajadores organizados. En realidad la acusación debe volverse por pasiva. Porque el determinismo económico negador de la libertad creadora, pertenece por entero a nuestros adversarios.
Tomo "La Nación", vocero de la oligarquía liberal, y leo (19-octubre-56): "No olvidemos que las restricciones a la libertad económica llevan naturalmente (sic) a la limitación de la libertad política". Y es notorio que para el nacionalismo católico la propiedad socialista de los medios de producción y de cambio está en relación de infierno a cielo con la bienaventuranza eterna, con lo que Lenin vendría a ser, técnicamente hablando, el anunciado Anticristo. En este punto son ellos obedientes discípulos del Papa: " Ahí está manifiesta Pío XII- ( en el derecho a la propiedad privada) el punto central, el foco alrededor del cual, por la fuerza de las cosas (sic), gravitan vuestros trabajos.. El reconocimiento de este derecho se mantiene firme o se desploma con el reconocimiento de la dignidad personal del hombre... que ha recibido de Dios... ¡Ojalá no veamos el día en que, sobre este punto, una ruptura definitiva llegara a separar los pueblos! ...En ese mismo instante, uno de los pilares maestros que han sostenido durante tantos siglos el edificio de nuestra civilización y de nuestra unidad occidental, cedería, y, como los de los templos antiguos, quedaría yaciendo bajo las ruinas amontonadas por su caída". Según esto, los hombres están tan ciegamente esclavizados a las condiciones económicas, que no es posible abolir la propiedad privada sin condenar el alma y perder la libertad. No es posible arreglar como mejor plazca las condiciones de producción y distribución, que esos cambios en el vil cuerpo económico acarrean una catástrofe ética.
Es más que sospechoso este intento de convertir a la propiedad burguesa en comadrona de los goces celestiales. ¿Adónde ha ido a parar el "libre albedrío"? ¿Adónde la condenación del "determinismo económico" marxista?
Esta asombrosa contradicción corrobora las previsiones del materialismo histórico, pues inexplicable en el campo lógico, se torna coherente al preguntamos quién sale beneficiado con el disparate: precisamente los que lo esgrimen, que necesitan santificar "su" propiedad y lanzar anatemas contra el solo pensamiento de expropiarla y limitarla en bien del común.
Lógico es que los demiurgos de la burguesía divinicen a esta clase, confiriéndole el primero de los atributos de Dios: la eternidad y que en consecuencia la cuestión social se limite a barajar de una u otra manera los mismos elementos ya dados, y una de dos: o las clases explotadoras "oprimen" al pueblo --y entonces estamos en el Purgatorio del 13 de noviembre-- o no lo oprimen (¡!), y entonces planeamos en el edén amadeista.
Pero esta última alternativa, en lo que tuvo de viable, la agotó el peronismo, gracias a una excepcional coyuntura post-bélica que permitió un equilibrio transitorio, sin afectar las formas básicas de la propiedad terrateniente y burguesa. Ahora bien, el peronismo cayó, precisamente, porque quiso prolongar el equilibrio más allá del tiempo posible, más allá del momento en que los saldos de divisas operaron como lubricante del antagonismo social.
El camino estaba trazado: o avanzar expropiando a la oligarquía o dejarse expropiar por ella, y sucedió esto último. Ahora los nacionalistas septembrinos quieren reeditar la empresa, naturalmente que sin el apoyo de las masas, sin las divisas... y sin Perón. Pero, precisamente, porque atravesamos una crisis social, no hay término medio posible entre la victoria revolucionaria de las masas y alguna de las formas de la dictadura oligárquica.
Otro seria el cantar si, el capitalismo se encontrara en expansión histórica, pues nada impediría entonces que el desarrollo y permanencia de ese' régimen se acompañara de un mejor nivel económico para las clases explotadas.
Pero ocurre al revés. Sobre el tema "crisis del capitalismo" nada pueden decirnos los teóricos nacionalistas, ya que ("Rerum novarum") la propiedad es divina, lo divino es eterno, y lo eterno no puede entrar en crisis. ¿La propiedad .solamente? La propiedad y todo su séquito de desigualdad social, explotación económica y despotismo político

* El prólogo de este libro de Spilimbergo escrito a la caída del segundo gobierno de Juan Domingo Perón ya lo hemos publicado en nuestro Cuaderno de la IN, se puede encontrar en: http://www.elortiba.org/in_prod.html#Nacionalismo_oligárquico_y_nacionalismo_revolucionario.


Nacionalismo oligárquico y nacionalismo revolucionario

Por Jorge Enea Spilimbergo

Fragmento 5

QUI RESISTIT POTESTATI, DEI ORDINATIONI RESISTIT

Fue Santo Tomás quien advirtió a los explotadores que no basta un tanque para imponer una dominación: "El miedo (a la violencia) es un apoyo muy flaco; y los que por temor se someten, cuando se les presenta la ocasión de quedar impunes, se rebelan con tanto ardor cuanto mayor fue la sumisión que les había impuesto el temor". (De Regim Princ. 1.I, c. 10). Más explícito fue León XIII, al fijar el papel de la Iglesia como sostén espiritual de la burguesía: "Nunca tendrá ese brillo y solidez el poder de los gobernantes, mientras no se reconozca a Dios como su augusto y santísimo principio" (Diuturnum illud, 14). A la clase trabajadora, que lucha por mejorar su nivel de vida, le recuerda: "La codicia de los bienes presentes... es la raíz de todos los males... ". Y tras dolerse de que "el ardiente deseo de felicidad se ha limitado a las satisfacciones de la vida presente", pues ya no bastan "las recompensas y las penas eternas de la vida futura", procura conformar a los humildes con "el ejemplo de Cristo, que siendo rico se hizo pobre por nosotros (y) llamó bienaventurados a los pobres y les prometió los bienes de la eterna felicidad" (Quod apostolici muneris, 4, 6, 16). Si alguno se duele de la desigualdad social, adoctrina el Santo Padre: "De la misma manera que en los reinos celestes... y que en su Iglesia... así también (Dios) dispuso que en la sociedad civil hubiese muchos órdenes diferentes en dignidad, derechos y poder... unos más elevados que otros" (ibidem, 11) y "que la Iglesia reconoce como más útil y conveniente la desigualdad entre los hombres... aun en la posesión de bienes materiales". Si a algún pobre mortal, por ventura, se le ocurre discutir el derecho de propiedad privada sobre los medios de producción, si se atreve a sostener que ese régimen resulta expoliador y antieconómico y que es más justa la propiedad colectiva. Su Santidad pierde toda beatitud apostólica e increpa: "peste mortal", "nombre casi bárbaro", "plaga", "monstruoso", "casi macabro". Algo más sereno, retórnale la gracia del Espíritu Santo y adoctrina nuevamente: "El hurto y la rapiña fueron prohibidos por Dios, autor y vindicador de todo derecho, hasta el punto de no ser lícito ni aún desear lo ajeno, y de que los ladrones no menos que los adúlteros e idólatras, sean excluidos del reino de los cielos".

"Ladrones, adúlteros, idólatras". ¿Quiénes? ¿Los parásitos explotadores, los cortadores de cupones, los terratenientes y agiotistas? No: la clase obrera que lucha por un orden social sin explotación clasista. No era ése el lenguaje de Jesús, quien guardaba sus apóstrofes para los ricos y los fariseos. "¡Mas ay de vosotros los ricos, porque tenéis vuestro consuelo! ¡ Ay de vosotros los que estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡ Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!" (San Lucas, VI, 24-25). Pero Jesús era un revolucionario. Aunque pretenda la Iglesia inculcar a los oprimidos la moral de la resignación (20) y diga con San Pablo: "Todo poder viene de Dios; los que existen, Dios los ha establecido; por lo tanto, quien a ello se resistiese resiste las, Órdenes de Dios"; aunque León XIII, glosando tales palabras afirmara que "los primeros cristianos nos han dado... admirables ejemplos; atormentados por los emperadores paganos jamás llegaron a negarles la obediencia y la sumisión debidas (ni a alentar) ningún pensamiento de resistencia", muy otra era, como se ve, la moral de Jesús: " ¿Pensáis que soy venido a poner paz en la tierra? Os digo que no, sino división. Porque de aquí en adelante estarán cinco en una casa divididos: Los tres estarán contra los dos y los dos contra los tres. Estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra su padre: la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".

Quedan en los Evangelios (escritos más de un siglo después que cristo viviera y sin pretensiones de verdad histórica) residuos de la ideología revolucionaria del Mesías, que fue probablemente, como lo ha probado Kautsky en sus "Orígenes del cristianismo", un insurrecto derrotado por Pilatos y ejecutado después. La ideología primitiva se transformó en pasiva moral de la no-violencia al extenderse por el Imperio, manteniendo no obstante su carácter "proletario". Las dos versiones del Sermón de la Montaña dan indicios del siguiente cambio: "Dichosos los pobres -dice la primera- porque de ellos será el reino de los cielos". "Dichosos los pobres de espíritu" -manifiesta la segunda- transformando la precisa afirmación anterior en insensata apología de la estupidez. Es que, para esa época, ya era el cristianismo religión de ricos y poco faltaba para que se convirtiera en credo oficial del Imperio Romano. De entonces hasta aquí, ha ligado su suerte y su medro, no a la defensa de los humildes, sino a la del privilegio. Antes de que la burguesía fuera clase dominante, la Iglesia condenó a la burguesía en nombre del pasado feudal. La Revolución Francesa enarboló la bandera del racionalismo, contra el poder despótico del trono apoyado en la nobleza cortesana y en el clero. "Si alguno, bajo pretexto de piedad religiosa, enseñase al esclavo a no estimar a su señor, o a sustraerse a su servicio, o a no servir de buena gana y con toda voluntad, caiga sobre él el anatema", estableció el Concilio de Gangra, en 324. "No sea permitido a los abades libertar a los esclavos pertenecientes por donación a los monjes", manifestaba en la Edad Media el Concilio de Epaón. No extrañe pues, que en pleno siglo XIX, "un acuerdo del Consejo de la Martinica declarase atea la ley que pusiera en duda la esclavitud; y un presidente de la Corte Real de Guadalupe afirmase que la posesión de los esclavos era la más sagrada de las propiedades". (Héctor Ciccotti, "El ocaso de la esclavitud en el mundo antiguo")

Dentro de uno o dos siglos, parecerá igualmente monstruosa la pretensión de la Iglesia de santificar la esclavitud asalariada, de lanzar anatemas contra la sencilla opinión de que para hacer funcionar una fábrica basta la colaboración entre obreros y técnicos, sin necesidad de que unos y otros alimenten a los parasitarios tenedores de acciones, como hoy lo parece el apoyo de la Iglesia a la propiedad ejercida sobre seres humanos y a la servidumbre feudal.

No ponemos en duda la buena fe de los nacionalistas clericales cuando hacen su bandera de la defensa de los humildes. Pero nos parece de toda evidencia que cuando esa defensa, como ocurre en el mundo moderno, se plantea en términos de destruir un sistema social de explotación, que ya ha entrado en crisis, han de chocar con los preceptos oficiales de la jerarquía católica, tenaz defensora de un orden que se derrumba y no es cosa de los cielos lo que aquí se discute, sino asuntos concretos, de la vida diaria, que se palpan y se tocan.

LA CRISIS DEL CAPITALISMO

Decíamos arriba que sobre el tema del epígrafe nada pueden decirnos los teóricos del nacionalismo oligárquico, ya que se debaten en el infernal círculo vicioso cuyo eje o pilar maestro es el carácter divino de la propiedad privada. Escapa al presente ensayo un tratamiento específico del problema. Bástenos puntualizar dos de los ejemplos posibles.

Según la CEPAI, Estados Unidos retira anualmente, en concepto de amortizaciones e intereses, cien de cada cuarenta dólares que invierte en América Latina. Como no explica nada reducir este implacable drenaje a términos morales, hablando de la rapiña yanqui, hay que concluir que esa rapiña está impuesta por las leyes objetivas del sistema. Estados Unidos, eje del. imperialismo mundial, amortigua sus antagonismos internos, cada vez más formidables, entre burguesía y proletariado, subvencionando una clase media ficticia y una aristocracia obrera bien pagada. Estos fondos los obtiene de la explotación colonial: por cada obrero yanqui con auto hay diez latinoamericanos sin zapatos. Pero la tasa descendente de la ganancia, ley central del capitalismo, obliga a acrecentar continuamente la explotación colonial, el saqueo sistemático de los recursos mundiales, y esto, a su vez, engendra la rebelión de los pueblos sometidos, con el resultado de que la crisis se reintroduce en su lugar de origen poniendo las calderas a máxima presión. El militarismo, la campaña antisoviética, las guerras ínter imperialistas, el fascismo y el nazismo, la agresión contra las revoluciones nacionales, no son más que epifenómenos de esta ecuación fundamental. Abra el lector un diario y verá que estos epifenómenos y la causa que los: crea ocupan las cuatro quintas partes de la información cablegráfica.

Veamos ahora cómo golpea la estructura social interna de cada país imperialista todo paso concreto en el sentido de la liberación nacional. Egipto ingresa en la historia moderna acaudillado por Nasser y sus coroneles revolucionarios. La primera medida de gran envergadura, la nacionalización del canal de Suez, levanta una tormenta en los círculos imperialistas. Corresponsales dóciles escriben: "La Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez, con un beneficio anual de cerca de cien millones de dólares, es una de las empresas más ricas del mundo. La mayor parte de las acciones de la Compañía en Francia son atesoradas como patrimonio sagrado (19) de familia en millares de hogares de medios económicos modestos. ...”

No cabe duda que para la gran burguesía francesa es cuestión de vida o muerte defender a esa clase media a la cual no puede ya alimentar, y que si hoy come es porque no comen los egipcios. Incapaz de absorberla en un orden social productivo, necesita, sin embargo, de ella como muro de contención opuesto al proletariado. La política exterior francesa -como la de los restantes países imperialistas- no responde, pues, a la libre elección de los gobiernos sino a los imperativos de la crisis social interna.

De ahí que las relaciones entre el imperialismo y el mundo colonial no puedan plantearse sino en términos de beligerancia cada vez más aguda, ya que es progresiva la descomposición del sistema capitalista y menor el campo para los acuerdos y las transacciones. A la corta o a la larga, falla por la base todo intento de conciliar el mundo colonial, del que somos parte, con las metrópolis: la lucha debe acabar con la derrota de la dominación imperialista, que es el preludio de la revolución socialista en Europa Occidental y los Estados Unidos.

Del mismo modo, mal puede hablarse de equilibrar las clases argentinas, cuando la inmensa mayoría del pueblo necesita liquidar al imperialismo y una minoría privilegiada, venal y oligárquica actúa como cómplice del saqueo. El conflicto está planteado, no en la cabeza de los "agitadores", ni en los “errores” e “incomprensiones” de los agentes imperialistas (que bien comprenden su misión cuando actúan), sino en las bases mismas de la sociedad en que vivimos, bases que el nacionalismo oligárquico no se toma el trabajo de considerar, porque, prisionero de dogmas supuestamente religiosos. Fraguados " por la jerarquía eclesiástica, está para defenderlas fuera y por encima de toda discusión.

DEMOCRACIA Y ANTIIMPERIALISMO

Vamos a investigar ahora la técnica de una demagogia. El nacionalismo oligárquico de hoy es el nacionalismo oligárquico de ayer, más la demagogia.
No empleamos esta palabra en sentido totalmente despectivo, pues no es demagogo el que quiere: hacen falta condiciones y realismo político. Fuera de los temas fundamentales, la corriente de Amadeo ha revelado una sorprendente dosis de realismo político (20). Al mismo tiempo, gran flexibilidad para adecuarse a las nuevas condiciones históricas y preguntar qué ha ocurrido entre la presidencia de Ortiz y la actualidad. Es evidente que desde la monárquica "Sol y Luna" hasta "Siete días en los gremios" de " Azul y Blanco", corre un cierto trecho, y que los párrafos de Amadeo sobre el balance positivo del sindicalismo peronista pondrían en aprieto a cualquier contradictor "gorila", fácilmente acostumbrado a juzgar a la C.G.T. por su burocracia.

Este mayor realismo político, la necesidad de sobrevivir en el "struggle for life" desplazando a los partidos (burgueses) tradicionales, la agilidad de adecuación que en ello demuestran, el ser uno de los sectores menos antinacionales del frente septembrino (el otro, Frondizi), les permite pulverizar teóricamente a todas las tendencias de lo que ellos llaman la "izquierda liberal" (desde socialistas hasta radicales unionistas, pasando por demócratas progresistas y demócratas cristianos). Podríamos denominar a esto la faz crítica de la demagogia. Ellos prueban (y no vendremos nosotros a contradecirlos) que nuestros demócratas no aman la democracia ni la libertad, nuestras liberales. Los "nazis" de la víspera descubren la maniobra de los partidos minoritarios para alzarse con el poder por la violencia o el fraude preelectoral. Envían a los sindicalistas "libres" al museo de antigüedades... Y a los más esclarecidos defensores de la libertad de empresa les recuerdan que Estados Unidos y Gran Bretaña fueron proteccionistas mientras echaban las bases de su poderío industrial y no es por cierto espejismo, ni artilugio, ni sofisma dialéctico, ni cosa del diablo, que estos ex nazis estén hoy a la izquierda de los izquierdistas, sean mucho más obreristas que los paladines de la Casa del Pueblo, amen más la democracia que los "democráticos" que se sirven de ella. Lo cual prueba en los hechos, que en una semicolonia como la Argentina, el nacionalismo burgués más reaccionario está cien veces por encima de las corrientes seudo-liberales por izquierdistas que se finjan.

Puede afirmarse como ley histórica de nuestro desarrollo, que cuanto más consecuentemente nacional es una tendencia política, más democráticos –es decir, más populares-- son sus hechos. La democracia, para la Argentina y los restantes países de América Latina, no es, a menos de falsearse y convertirse en atentado contra el pueblo, mera forma, práctica en sí de tales o cuales postulados jurídicos, sino una función directa de la lucha antiimperialista y antioligárquica. Quien pretenda, como el frondizismo cuando ingresó en la coalición reaccionaria del 16 de Septiembre, ir al antiimperialismo a través de la democracia, termina atado al frente enemigo; traiciona una bandera y la otra. Invierte la ley fundamental del proceso, a saber: que cada avance en la lucha contra el opresor extranjero y sus aliados, crea nuevas libertades efectivas, en el terreno político sindical, económico y cultural. Aún en el frente reaccionario, los sectores menos antinacionales son casi siempre los menos antidemocráticos.

Por supuesto, aquí, democracia no significa la adocenada versión de los hipócritas. Con partidos disueltos, oficialización del subpartidismo, atomización "proporcional", ejecutivo colegiado, independencia de poderes no electivos, federalismo confederal, y, en resumen, todas las beneméritas instituciones ya repudiadas por Rousseau (la soberanía es "indivisible e indelegable") e inventadas por Montesquieu y los constitucionalistas norteamericanos; Para trampear al pueblo, erigir por norma la infidelidad al mandato, y evitar, en una maraña de instituciones capciosas, los peligros de la "ley agraria", "el reparto negro", o, como hoy se dice, el socialismo. No es la democracia tampoco esa atomización inverosímil de la soberanía y el poder políticos (según la fórmula "cuanto más mejor"), que transforma al cuerpo nacional en presa inerme del imperialismo, bastión de situaciones fraudulentas como las que agotaron a Yrigoyen, suma de inconexiones contra la agresión unida, concentrada y perfectamente sincrónica de los enemigos del pueblo.

¿Qué pensaríamos de un militar que postulara la "federalización" del frente, la autonomía de las unidades y los comandos dobles, triples o cuádruples? Pues bien, la lucha contra el imperialismo, aunque se lleve con armas civiles, es una guerra, en la que no descansan la provocación, el soborno. La mentira, la violencia y los proyectiles económicos capaces de hacer saltar murallas invulnerables. La tensión de esa lucha, reflejo de antagonismos exacerbados, impide delimitar fronteras entre la paz y la guerra, y en ambos casos, modificadas, las leyes impulsoras suelen ser las mismas. De ahí que en cada situación grave no puede haber ninguna forma intermedia, ninguna conciliación posible, ninguna reglamentación de las "leyes del juego" entre la dictadura democrática de las masas y la dictadura oligárquico-burguesa del imperialismo.

Si la democracia no puede aislarse como forma en el fragor de una gran batalla social, otro tanto cabe decir de su antitesis lógico: el fascismo. Sin desconocer la variación impuesta por las ideologías. puede afirmarse que en la semicolonial Argentina el fascismo sólo es posible como versión directa de la política imperialista. Por eso hoy los agentes inmediatos del imperialismo, los socialistas a lo Américo Ghioldi, los comandos civiles, los profesionales de la "democracia" (para ellos), usando como fuerza de choque a los sectores reaccionarios de la clase media urbana, son la versión más próxima al fascismo elaborada en la Argentina durante la última década. Los sindicatos verticales, integrados al aparato del Estado, los hemos tenido y aún los tenemos en la C. G. T. de Patrón Laplacette, en las intervenciones gremiales y en "dirigentes" siniestros como Pérez Leirós. ¿Qué es fascismo, en un sentido amplio, sino la dictadura terrorista de una minoría de grandes burgueses contra el pueblo y las masas trabajadoras?

Queda explicado por qué la izquierda cipaya es la extrema derecha, y la derecha del nacionalismo oligárquico la izquierda (junto con Frondizi), dentro del frente de la contrarrevolución septembrina. Estos términos de izquierda y de derecha, tomados del parlamentarismo europeo, oscurecen más que alumbran la realidad argentina, a menos que les demos un significado propio, a saber: izquierda, la posición nacional, cuanto más realista y popular, mejor (21).
Pero nos hemos alejado mucho del punto de partida. La demagogia crítica --primera parte-- de los nacionalistas oligárquicos, les permite crecer a expensas de sus adversarios de frente, hundiéndolos, de paso, en el más abominable de los ridículos; coquetear con la burguesía industrial, prometiéndole en competencia con Frondizi los beneficios del peronismo sin sus gastos; y echar tiernas miradas electorales hacia el lado de los obreros a ver si éstos los aceptan como mal menor, por aquello de que en tierra de ciegos el tuerto es rey.
¿Qué pensarán los obreros rosarinos de un presidente tuerto?

UN PRESIDENTE MILITAR

Pasemos ahora a la faz "constructiva" de la demagogia.
En su libro " Ayer-Hoy-Mañana", admite Amadeo que al conocer a Perón, allá por 1944, le sorprendió como cosa rara la tendencia obrerista del entonces coronel. No cabe duda de que toda pretensión de transformar la lucha contra el imperialismo en bandera de contenido popular jamás había asomado en la cabeza de los atildados nacionalistas.

Pero a doce años de distancia, un intento de desplazar a los liberales oligárquicos en la representación de las clases dirigentes, debe tomar posición ante el problema obrero, clave de toda estrategia política. Puede resumirse la cuestión diciendo que los nacionalistas de " Azul y Blanco" demuestran a la burguesía argentina que sus partidos tradicionales la llevan al descalabro; y que ellos conocen el secreto de incorporar el movimiento obrero a la estructura del capitalismo nacional, castrando sus posibilidades revolucionarias. El enunciado de Amadeo, "posición avanzada en materia social y conservadora en el plano ideológico" resume los fines de esta tendencia, aunque conviene traducirla de la siguiente manera para que su sentido se haga transparente: "concesiones a las masas para salvar el privilegio de los explotadores".

Planteos como éste pasan por alto que las concesiones no dependen de la buena voluntad subjetiva sino de las posibilidades reales. En 1956, la situación económica, el contenido de clase del nuevo poder, las exigencias parasitarias de la oligarquía gobernante y su resentimiento ante el solo despertar de la conciencia política del proletariado, restringen considerablemente el campo de las concesiones con respecto a 1945.

Por eso el nacionalismo oligárquico no puede ofrecer a los trabajadores sino una mezquina transacción sobre las bases creadas por el golpe de septiembre, canjeando un bonapartismo burgués de base popular y revolucionaria (el peronismo) por un esquema social rígido de concesiones a cuenta gotas pagadas con la esclavitud cultural a la Iglesia y el desplazamiento de la soberanía del pueblo a los cuarteles.

Aunque el plato ofrecido no es como para despertar el apetito, ellos esperan que aflojando un poco los controles podría organizarse una nueva burocracia en los sindicatos a la que se sumaría lo peor de la vieja burocracia peronista, que sirviera de puente entre las masas domesticadas y la oligarquía gobernante.

A ellos les ha pasado lo que al aprendiz de brujo: liberaron fuerzas que ya no pueden controlar. Todo desplazamiento por la violencia del poder político de un sector social a otro -trátese de una revolución o de una contrarrevolución- tiene su propia lógica de desarrollo, según la cual suben en un primer momento los sectores mas moderados, los que intentan un compromiso entre el pasado y el presente, para ser barridos por el ímpetu de los partidos extremos, fuertes porque plantean soluciones tajantes para un conflicto que sólo por la violencia ha podido resolverse. Intentar la transacción les costó el poder, pues era como detenerse a mitad de camino en una pendiente de ochenta grados. Ya en tierra, no han aprendido nada con el golpe y nos proponen nuevas acrobacias.

Así como es mezquino frente a las exigencias de la realidad, el planteamiento de los nacionalistas despliega un generoso utopismo cuando se lo inserta en el acontecer del 16 de septiembre, del que forma parte. Por eso, la flexible actitud que captan los observadores superficiales debe equilibrarse con un triple o cuádruple cordón de seguridad, no sea que la demagogia se les escurra de los dedos y todo acabe en una desastrosa victoria del. .."marxismo".

La demagogia y el postulado de una política "flexible" obligan a protestar contra las inhabilitaciones, contra la existencia de presos políticos, contra las payasadas investigadoras.

El equilibrio se restablece, sin embargo, afirmando que la disolución del Peronismo es un hecho revolucionario "Irreversible". De este modo queda abierto el camino para la puja electoral de minorías en que las menos flacas representarán la comedia de gobernar en nombre del pueblo argentino. La protesta contra ciertos excesos oligárquicos sirve aquí para beneficiarse con el peor de los atropellos: la proscripción de aquellas fuerzas, buenas o malas, por las cuales la auténtica mayoría está dispuesta a votar.

Pero puede ocurrir que así y todo cierta blandura en los controles deje filtrar un hálito de voluntad popular. Nada excluye que, a la corta o a la larga, se exteriorice la decisión de cambiar radicalmente el curso de las cosas.

Entonces aparece la segunda línea de defensas: la teoría de la democracia totalitaria. Si se analiza con cuidado, podrá verse que los nacionalistas septembrinos no se consideran democráticos; lo que ellos aman es la "libertad". Si una mayoría, dicen ellos, quita la libertad a una minoría, será democrática por cuanto democracia significa "gobierno de la mayoría"-; pero totalitaria. Corolario: queda para las minorías así avasalladas el derecho de rebelión.

Nuevamente hondas cuestiones sociales se enmascaran con formalismos políticos. Esto puede pasar en las épocas de equilibrio, cuando ninguna fuerza se propone seriamente alterar el régimen económico-social. Pero no cabe duda de que la expropiación de una minoría parásita como la de los grandes terratenientes significa con respecto a ella un paso altamente totalitario, puesto que tiende a su completa liquidación como clase. Tras este nuevo sentido de la libertad (voluntad de la mayoría a condición de que no se "oprima" a la minoría), se esconde el "derecho" a la rebelión de las clases dominantes, si el pueblo, nominalmente soberano, pretende expropiarlas para instaurar un orden social superior.

Pero este "derecho" es ilusorio mientras quede en los papeles. Fracasado el plan demagógico, porque las masas lo rechazan y ensayan su propio camino revolucionario, 0 porque, adoptado por ellas" es rebasado y roto en Sus artificiosas limitaciones, ¿ qué les queda a las clases dominantes sino resignarse a su próximo fin? Nada, salvo la fuerza. El militarismo cumple aquí la función de guardián armado de la burguesía, listo para actuar como "última ratio" en defensa de la sacrosanta propiedad privada.

"No es de extrañar tampoco que los enemigos jurados de las instituciones armadas, las fuerzas propagandistas del desorden y la desintegración social, vengan desarrollando una labor tenaz de destrucción de ese espíritu castrense que, con las convicciones religiosas, es el más duro obstáculo que se opone a su triunfo", dice " Azul y Blanco" en uno de sus editoriales.

Estos señores, como la clase a la que representan, están con las fuerzas armadas, más que para defender al país en su soberanía, para favorecer cierto tipo de organización militar por consideraciones de política interna: La que permite a la casta de oficiales, instruidos en el más cerrado espíritu burgués, disponer de la fuerza sin el control del pueblo, y, en más de una ocasión, contra el pueblo.

Si a la palabra soberanía popular no ha de dársele un significado vacío, mal se la puede despojar del primero de sus atributos reales: la posibilidad concreta de gobernar sobre las fuerzas armadas, determinando el pueblo, no los técnicos que las dirigen, la oportunidad y el sentido de su actuación. La oligarquía y sus representantes dan por sentado que también el ejército, con su actual jerarquía vertical, sometido a la voluntad omnímoda de sus jefes, es un hecho "irreversible". Es decir, que siempre se está a tiempo de vetar la "ley agraria" salvando los derechos de la minoría mediante el pronunciamiento militar encabezado por quienes han sido educados para agentes de esa minoría.

Por eso, la proposición de Amadeo de que la próxima presidencia sea ejercida por un hombre de las fuerzas armadas no puede sorprender a nadie, en una época de tensiones como la que atravesamos. Ni su fundamentación de que cualquier divergencia entre el poder civil y el mando militar se resolvería a favor de éste en caso contrario.

Es la mano de hierro bajo el enguantado puño: gobierno el pueblo mediante elecciones libres (previa disolución del partido mayoritario); pero cuídese de favorecer la "desintegración social" (es decir, de cambiar el orden existente, las actuales formas de propiedad y relaciones de producción, por otras que satisfagan las necesidades de las masas); porque entonces vendrá el brazo armado de la burguesía a poner las cosas en su lugar, desbaratando la maniobra de los democráticos "totalitarios" y para impedir todo peligro, resígnese a empezar por el final, votando "libremente" por el prefecto de la guardia pretoriana.

¿Cómo es que los restantes partidos "democráticos" no abrazan alborozados a Amadeo, autor de tan genial descubrimiento? Porque los "políticos" tienen también sus aspiraciones: por aferrado que esté al poder, un hombre de las fuerzas armadas puede resignarse a soltarlo, y siempre le quedará el consuelo de cosechar honores en su carrera específica. Pero si un político renuncia a la política, ¿a qué dedica el resto de sus días? Bienvenido el golpe oligárquico si él nos entrega diputaciones sin votos, ministerios con rechiflas, presidencias de bambalinas. Pero entregar el mando a quien no pertenece a la "profesión" es un caso de comercio desleal que sólo puede provocar la indignada protesta de las ratas de bufete.

* El prólogo de este libro de Spilimbergo escrito a la caída del segundo gobierno de Juan Domingo Perón ya lo hemos publicado en nuestro Cuaderno de la IN, se puede encontrar en: http://www.elortiba.org/in_prod.html#Nacionalismo_oligárquico_y_nacionalismo_revolucionario

    

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