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Padre
Carlos Mugica, semblanza de un cura como pocos El que luego sería el padre Carlos
Mugica nació en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930, en el seno de una familia
de clase alta. Su padre, Adolfo Mugica, fue diputado conservador entre 1938 y
1942 y posteriormente, en 1961, ministro de Relaciones Exteriores, durante la
presidencia de Arturo Frondizi. Por otra parte su madre, Carmen Echagüe,
pertenecía a una familia de ricos estancieros bonaerenses. Finalmente se ordenó como sacerdote en 1959, pocos años después de haber participado –según sus propias palabras- "del júbilo orgiástico de la oligarquía por la caída de Perón". Pero Mugica también sabía reconocer sus contradicciones. Relataba que en una ocasión, caminando por un pasillo oscuro de un conventillo, vio una leyenda escrita en la pared que lo conmovió profundamente:"Sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos". Los cuervos eran los curas. Quizás en ese momento supo que si permanecía en el lugar de siempre, seguiría estando en la vereda de enfrente de "la gente humilde". Después de ordenarse, sirvió en la diócesis de Reconquista y luego colaboró con el cardenal primado de Argentina, Antonio Caggiano, en lo que parecía ser el comienzo de una prometedora carrera eclesiástica. Pero ya en sus primeros destinos como sacerdote tuvo problemas. El propio Mugica recordaba uno de sus primeros tropezones con humor: "Creo que la misión del sacerdote es evangelizar a los pobres... e interpelar a los ricos. Y bueno, llega un momento en que los ricos no quieren que se les predique más, como sucedió en el Socorro cuando me echaron las señoras gordas que le fueron a decir al párroco que yo hacía política en la misa". Años después, en 1966, se encontró en una misión en Santa Fe, a los que serían luego los fundadores de la organización Montoneros Carlos Ramus, Fernando Abal Medina y Mario Firmenich, a los que ya conocía de cuando estaba destinado en la pastoral para los jóvenes en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Esta relación los influenció a todos ellos y les sirvió para tomar por el hasta entonces impensado camino de la lucha y del compromiso con los sectores más humildes de la sociedad. Su encendida y pública defensa del peronismo, como asimismo la frecuencia con que en sus discursos citaba al Che Guevara, a Mao y a Camilo Torres y otros, le trajeron al padre Carlos abiertos, y cada vez más frecuentes, choques con el arzobispo Juan Carlos Aramburu.
En los tiempos en los que nacía la dictadura militar que encabezó el malhadado general Juan Carlos Onganía, durante la cual se agudizarían hasta límites intolerables las contradicciones entre el Ejército y el pueblo argentino; entre los intereses de la Patria y los del imperio; entre una Iglesia cómplice de la dictadura y los sacerdotes que, sin grandilocuencia pero con firmeza, buscaban, como Camilo Torres, el camino de la liberación, encontró Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe –tal su nombre completo de "niño bien- su destino. El año 1968 fue decisivo en la vida
del padre Mugica. Viajó a Francia para estudiar Epistemología y Comunicación
Social; profundizó su amistad con el padre Rolando Concatti –uno de los
fundadores del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo- y viajó a Madrid,
donde conoció al General Juan Domingo Perón. Al volver de la capital francesa se encontró con que el padre Julio Triviño –un cura situado ideológicamente en sus antípodas- lo había reemplazado como capellán de las monjas del Colegio Malinkrodt. Claro que el cambio que habían decidido las monjas no era inocente ni casual. Triviño, un conspicuo representante de la línea conservadora de la iglesia argentina era también, para que no estuviera ausente la coherencia, capellán castrense.
El destino comenzaba a alcanzar a Mugica. Los padres asuncionistas, que estaban a cargo de la parroquia de San Martín de Tours –otra de las iglesias en las que se refugiaban los ideólogos de todas las dictaduras pasadas y futuras-, habían decidido abrir una capilla en la villa de Retiro y le ofrecieron al joven sacerdote que se hiciera cargo de ese trabajo, que aceptó alborozadamente. Lejos estaba ya Mugica de aquel
joven sacerdote de buena cuna que hollaba los pasillos de la Curia, y que daba
los primeros pasos de una brillante carrera eclesiástica. De habérselo
propuesto, posiblemente hoy existiría en la nómina de la iglesia algún obispo o
cardenal llamado Carlos Mugica, que entregaría su anillo a los fieles para ser
besado y que luego pontificarían contra el peronismo. También por esos tiempos su poderosa
intelectualidad se convirtió en faro desde la cátedra de Teología en la
Universidad de El Salvador y desde las que dictaba en las facultades de Ciencias
Económicas, de Derecho y de Ciencias Políticas. La apasionada defensa de su amigo,
su antigua cercanía con los fundadores de la mítica organización guerrillera y
su actitud frente a la violencia popular que, al negarse a condenarla, la
dictadura consideró "poco clara", provocaron también su encarcelamiento.
Los periódicos "La Razón" y "La
Nueva Provincia" cuestionaron con dureza a Mugica por su "justificación de
la violencia que se ha desatado en el país". Claro, que para esos personeros de
oscuros intereses no habían existido ni la Semana Trágica, ni los bombardeos de
Plaza de Mayo, ni la furiosa represión del Plan Conintes, ni nada. La violencia
la habían desatado –en su particular concepción- los peronistas, que hasta ese
tiempo sólo habían sufrido represión, humillación y muerte.
Tras la asunción de gobierno
popular, el 25 de mayo de 1973, Mugica aceptó un cargo –no rentado- de asesor
del Ministerio de Bienestar Social, aunque luego se desvinculó de él por sus
discrepancias con el ministro José López Rega, que luego tendría el dudoso honor
de ser el fundador de la no menos dudosamente célebre "Triple A". La explicación
de Mugica fue sabiamente sencilla: "no había comunicación entre el ministerio y
los villeros". De todos modos, comenzaron a tomar
cuerpo otras preocupaciones para el sacerdote: una noche, ante algunos
colaboradores del Barrio Comunicaciones, manifestó que "López Rega me va a
matar". Pero por esos días le había dicho a un periodista que "no tengo miedo de
morir. De lo único que tengo miedo es de que el arzobispo me eche de la Iglesia" En 1974 apareció el disco "Misa para
el Tercer Mundo", en el que el Grupo Vocal Argentino cantaba –sobre textos
escritos por el propio Mugica– ritmos argentinos, africanos y asiáticos. Como
premio, tiempo después, un hombre poco afecto al arte y a la generosidad, el
ministro del interior de Isabel Perón Alfredo Rocamora, mandó destruir miles de
ejemplares de esa obra. Las amenazas de muerte se
multiplicaban sobre la humanidad de Mugica. La revista seudoperonista, "El
Caudillo", se preguntaba –con una sorna no exenta de estupidez– si "está al
servicio de los pobres o tiene a los pobres a su servicio", a la vez que lo
acusaba –con la misma supina estupidez– de "bolche".
La mandataria expresó que "cuando
uno mira de dónde venimos y vemos dónde estamos, se da cuenta que hemos
recorrido un largo camino, pese a los palos, a las descalificaciones, a los
agravios, a la oposición permanente en todo". "Siempre todo está mal, desde
aquello, lo otro", cuestionó la Presidenta, en dirección al espacio opositor,
durante su discurso en la Villa 31. En el marco del homenaje, ante
decenas de vecinos e integrantes de comunidades sociales, Cristina pidió:
"Agradezcámosle a Dios, a Carlos Mugica, y a los que como él dieron su vida para
que nadie más en la Argentina pueda ser perseguido por lo que dice o lo que
piensa". La mandataria definió a Mugica como "un hombre que es un símbolo en
serio de la República Argentina". "Fue una víctima, dio la vida, pero también
hubo otros que se la quitaron, por lo que él significaba, su compromiso
inclaudicable con los pobres", agregó. Allí se firmó un convenio entre el
Ministerio de Justicia y la capilla Nuestra Señora del Rosario para la
implementación de un centro de acceso a la Justicia para los habitantes del
barrio, y otro entre esa cartera y la Anses para la acreditación de acuerdos en
mediación sobre tenencia para percibir la Asignación Universal por Hijo. Página|12. 12/05/10
Padre
Carlos Mugica (1930-1974)
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En noviembre de 1957 escribió su primera obra: "El católico frente a los partidos políticos" para la revista del Seminario. El compromiso con los pobres comenzó a acentuarse y comenzó a integrar grupos misioneros en diferentes puntos del interior del país. Tras ocho años de estudios, fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1959. Acompañó un a monseñor Iriarte, su antiguo párroco, y ahora obispo de Reconquista, al Chaco, y allí descubrió el subdesarrollo y la pobreza, lo que constituyó un segundo shock para su vida. De regreso a Buenos Aires -entre 1960 y 1963- trabajó al servicio del cardenal Antonio Caggiano, quien a su vez lo destinó como vicario cooperador a la parroquia Nuestra Señora del Socorro, en el muy elitista Barrio Norte. Y como asesor de la Juventud de Acción Católica, en su ex colegio "Nacional" y entre los universitarios de Medicina y Ciencias Económicos de la Universidad de Buenos Aires, donde participó de las jornadas de "Diálogo entre católicos y marxistas", el 18 de octubre de 1965, en la Facultad de Fiilosofía y letras (cosa que causó honda preocupación con varios sectores episcopales muy conservadores). Sin embargo, de una escuela le solicitaron que se desempeñara como capellán de la escuela "Paulina de Mallinkrodt", en la villa miseria del barrio de retiro. Por este tiempo también comenzó a desempeñarse como profesor de teología en la universidad del Salvador, en las facultades de Psicopedagogía y de Derecho. Por este entonces, asimismo, se le solicitó la predicación de una homilía semanal en Radio Municipal.
Crítico con el Gobierno de Illía, empezó a tener problemas entre la feligresía que consideraba que "se metía demasiado en política". Esto motivó que muchas personas pidieran el traslado del padre Carlos, a los que el párroco accedió pidiéndoselo al Cardenal Caggiano: "Creo que la misión del sacerdote es evangelizar a los pobres... e interpelar a los ricos. Y bueno, llega un momento en que los ricos no quieren que se les predique más, como sucedió... en el Socorro cuando me echaron [porque] 'las señoras gordas' le fueron a decir al párroco que yo hacía política en la misa". Mugica pasó a desempeñarse como vicario en la parroquia Inmaculada Concepción de María, en la calle Independencia.
En la JEC su presencia fue altamente atractiva para los estudiantes que lo tomaron como referente; allí conoció a Gustavo Ramus, Abal Medina y Mario E. Firmenich, futuros fundadores de la organización armada peronista "Montoneros" Con ellos, participó en Santa Fe en una misión rural en 1966. Dos frases escuchadas por los misioneros marcaron hondo al padre Carlos y las repetía con frecuencia: una viejita le dijo a una misionera "A mí, qué me vienen a hablar de Dios si me estoy muriendo de hambre"; y un hachero que dijo "yo soy la alpargata del patrón". Los futuros guerrilleros afirman que allí Mugica tomó partido por la lucha armada, aunque eso parece contradecir frases anteriores del P. Carlos y la distancia que empezó a existir entre uno y otros a partir de esta experiencia misionera.
"Señor, quiero vivir desde ahora en adelante como un hombre libre. Quiero recordar, de una vez y para siempre, que mi futuro está en tus manos y que tú eres mi Padre. Y cuando me asalte el temor, el desaliento y la desconfianza, recuérdame Dios mío que estás junto a mí, y que los hijos de mi vida están en tus manos, manos de padre, manos de amigo, que nunca me dejarán en la estacada"
En la facultad de Derecho, fue notable su enfrentamiento con el entonces titular de Derecho Agrario, José Alfredo Martínez de Hoz, luego Ministro de Economía de la asesina Dictadura militar argentina del general Videla (24 de marzo de 1976).
Su encendida y pública defensa del peronismo, como asimismo la frecuencia con que en sus discursos eran citados el Che Guevara, Mao, Camilo Torres y otros, trajo al P. Carlos abiertos, y cada vez más frecuentes, choques con el Arzobispo, Juan Carlos Aramburu. También se fue agudizando el conflicto con las religiosas de Mallinckrodt que -dedicadas al trabajo con las clases más altas- no veían con buenos ojos a este sacerdote que por su "alcurnia" les había parecido ideal, en un principio.
En 1967, viajó, en nombre de monseñor Podestá, a Bolivia, para reclamar el cuerpo del Che Guevara e interesarse por la suerte de los prisioneros del ELN (Ejército de Liberación Nacional) detenidos tras la muerte del mítico guerrillero (entre ellos estaba Regis Debray). Ese mismo año, interrumpió toda actividad en noviembre y hasta octubre de 1968, tiempo en que viajó a París para estudiar, en el Instituto Católico, Epistemología y Semiología; Doctrina Social de la Iglesia y Comunicación Social y Teología Pastoral con los dominicos Chenu y Blanquart. En la capital francesa, residió en un pensionado religioso de la Rue Madame, profundizó sus relaciones de amistad con otros sacerdotes argentinos como Concatti y Brascelis, y allí pudo ver en directo los famosos sucesos del mayo del 68. También viajó -gracias a los oficios de su padre- a España donde visitó al general Perón, hospedándose en la calle Montesquinza, 25, casa de los padres del sacerdote español Antonio Echave; y por haber conocido (en el partido Racing [el club de sus amores] Celtic, de Glasgow por la copa Intercontinental, a J. W, Cooke, delegado personal de Perón, a Cuba, a donde viajó en estricto secreto, con pasaporte falso y vía Praga, donde permaneció 10 días.
En París Mugica conoció por carta la existencia -el nacimiento- del Movimiento Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM) y envió su adhesión incondicional. También inició su colaboración en el Equipo Intervillas, fundado el 2 de agosto de 1968 gracias a la dedicación de Jorge Goñi, también "cura villero".
Mugica vuelve a la Argentina a un mes de clausurado el encuentro episcopal de Medellín. Casi sin desempacar se entera que ha sido reemplazado en la capellanía de las religiosas de Mallinckrodt por el padre Julio Triviño, ubicado pastoral y teológicamente en las antípodas del Padre Carlos. Representante típico de la mentalidad preconciliar, espiritualista y también capellán castrense. Sin embargo, la parroquia San Martín de Tours, a cargo de los sacerdotes asuncionistas había decidido abrir una capilla en la villa de Retiro, en su jurisdicción parroquial, y confió al Padre Mugica su desempeño, lo que fue confirmado por el Cardenal Caggiano. Con la ayuda económica de su hermano Alejandro se levantó un salón multiuso. Así en el barrio Comunicaciones se levantó la capilla "Cristo obrero", donde ejerció su máxima actividad pastoral entre sus "hermanos villeros". Entre tanto, cubría otras tareas pastorales como vicario en la parroquia San Francisco Solano, ayudando a su amigo el Padre Jorge Vernazza. Volvió también a las cátedras de Teología en la Universidad del Salvador, en las facultades de Ciencias Económicas, Derecho y ciencias Políticas. Su hiperactividad lo llevó a asumir compromisos de celebrar en el Instituto de Cultura Religiosa Superior y en la parroquia Santa Elena.
Su participación cada vez más activa en el MSTM lo llevó a agudizar el enfrentamiento con el Arzobispo coadjutor Juan Carlos Aramburu que prohibió a todos los sacerdotes de la Arquidiócesis a manifestarse públicamente en cuestiones políticas (prohibición que no parecía concernirle a él mismo), y que causó profunda reacción en varios grupos sacerdotales, aunque el grupo MSTM Capital obedeció esta orden.
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Su presencia en los medios de comunicación se hacía cada vez más frecuente y su figura cobró cada vez mayor notoriedad. Incluso fue notable la cantidad de personas del ambiente televisivo que empezaron a frecuentar la villa.
La ola de violencia que afectaba al país lo llevó a reflexionar sobre la violencia institucionalizada y la violencia revolucionaria. Por este tiempo el Padre Alberto Carbone, ex compañero de Mugica en la JEC, es encarcelado injustamente por el asesinato del general Aramburu (su parentesco con el cardenal Juan Carlos es sólo ideológico). La encendida defensa del P. Carbone y la cercanía a miembros de la Organización Montoneros, además de su actitud "poco clara" sobre la violencia, lo llevó también a ser encarcelado. Periódicos manifiestamente adversarios del MSTM y luego claramente adherentes a la violencia asesina del Proceso de Reorganización Nacional como "La Razón" y "Nueva Provincia", lo cuestionaron por su "justificación de la violencia que se ha desatado en el país". Todas las homilías del P. Mugica (y de otros miembros del MSTM) eran manifiestamente grabadas por los Servicios de Inteligencia. El Arzobispo Aramburu, entre tanto, acrecentó fuertemente su distancia con el P. Carlos llegando en más de una oportunidad a proponerle la "laicización", cosa que Mugica rechazó terminantemente, aunque constituyó una de sus mayores angustias en los últimos tiempos: "espero, en Dios, no verme forzado jamás a abandonar el sacerdocio aunque deba resistir infinitas presiones".
Poco tiempo después, ofició junto a los padres Benítez (ex confesor de Eva Perón) Adur y Ricciardelli, el funeral por sus amigos Abal Medina y Ramus, miembros de "Montoneros", asesinados en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. A consecuencia de la homilía pronunciada por Benítez y Mugica, según la transcripción -cargada de inexactitudes- de "La Razón", los dos fueron detenidos, el 14 de septiembre, y por espacio de una semana. El Arzobispo, entre tanto, suspendió al P. Mugica en sus licencias ministeriales por el lapso de 30 días; de esto Mugica se enteró en prisión por los diarios.
Su lugar de trabajo en la Villa 'Comunicaciones' se vistió de fiesta cuando el 27 de diciembre de 1970, en una ceremonia presidida por Mons. Aramburu, se inaugura la Capilla de Cristo Obrero. El P. Carlos, sin embargo, solía dormir por las noches en su domicilio en la calle Gelly y Obes, en un cuartito en el último piso. Mugica redobló sus trabajos en favor de los villeros, y redujo sus apariciones en los Medios. Asimismo, reforzó su vida interior yendo con frecuencia al monasterio benedictino de la localidad de Los Toldos, en la provincia de Buenos Aires. La capilla sería luego muy visitada por personajes conocidos de la sociedad argentina (futbolistas, artistas, etc) lo que sería aprovechado por el sacerdote para la realización de eventos gratuitos en la villa. También acudiría allí el general Perón, el 6 de diciembre de 1972, tras su triunfal regreso después de dieciocho años de exilio (el P. Carlos no se encontraba en ese momento en la ciudad), y el presidente Héctor Cámpora, recién elegido primer mandatario del país, por la candidatura del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) -en la que se había propuesto un lugar a Mugica, cosa que él rechazó. Fue el 9 de mayo de 1973, y nos podemos imaginar la alegría de los villeros al ver al presidente argentino, entre ellos, compartiendo una comida.
El viernes 2 de julio de 1971, una bomba estalló en la casa de Gelly y Obes 2230, pero aunque la bomba afecto edificios y automóviles (la propiedad privada que tanto defendían los adversarios del P. Carlos), nadie resultó herido. Fue en este momento que en un reportaje el P. Carlos pronunció su clásica: "Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su Liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición". Las amenazas continuaron, y dos hombres irrumpieron en el piso donde se encontraba el cuartito del P. Mugica pero no pudieron concretar nada ya que éste se encontraba en un encuentro de los MSTM en Córdoba.
El gobierno militar se encontraba en crisis. El P. Carbone nuevamente había sido detenido por una supuesta (y evidentemente falsa) participación suya en un intento de copamiento armado de una unidad de Prefectura Naval, ocurrido el 3 de enero de 1972. Carbone había sido visto en su hogar y en el cine. Hasta la justicia militar hubo de sobreseerlo, aunque fue liberado 5 meses más tarde. Mugica presentó un recurso judicial de habeas corpus. Cuando se produjo el regreso del General Perón a la Argentina, Mugica fue junto con Vernazza en el avión charter que fue a buscar al anciano líder en noviembre de 1972. Esto acrecentó sus distancias con el Arzobispo Aramburu.
Un artículo anónimo publicado en el Boletín Eclesiástico de Buenos Aires (órgano oficial del Arzobispado) se dedicó duramente a criticar diferentes posturas teológicas del P. Mugica en su artículo "Jesús y la política de su época". Mons. A. Canale, canciller de la Curia comunicó a Mugica que debía preparar su descargo, para ser publicado en el "Boletín", pero aunque el caso fue archivado, no se publicó ni siquiera un resumen de su escrito de 18 páginas (preparado con la ayuda de Luis Rivas, Rafael Tello y Lucio Gera).
La curia, además, resolvió que "a ningún sacerdote, religioso o religiosa le está permitido actuar en partidos políticos o movimientos similares, ni aceptar ofrecimientos para desempeñar funciones políticas". Como era de esperar, la decisión del Arzobispado había llegado tarde: hacía ya varios meses que los MSTM habían decidido de común acuerdo "no aceptar posibles candidaturas a cargos electivos". Mugica, como está dicho, rechazó ser el primer candidato a diputado por el Peronismo de la Ciudad de Buenos Aires, cargo que indudablemente hubiera ocupado ya que el peronismo venció en todas partes.
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Mugica, con su gran capacidad de trabajo, celebraba misa los sábados en la iglesia de San Francisco Solano, de la que era párroco su amigo el padre Vernazza, y en la que luego sería asesinado, daba cursos prematrimoniales una vez al mes, e impartía clases de Teología en la Universidad del Salvador, de los Padres Jesuitas. Con el peronismo gobernando, Mugica, aceptó ser nombrado asesor - sin remuneración - del Ministerio de Bienestar Social, pero poco después, se desvinculó públicamente de este cargo, por discrepancias con el titular del mismo, López Rega, ya que para Mugica, "no había comunicación entre el ministerio y los villeros". Muchos han visto en esta discrepancia abierta y manifiesta con López Rega, los motivos de su asesinato (una noche, ante un grupo de vecinos de la villa Mugica se expresó diciendo: "López Rega me va a mandar matar"). Al mismo tiempo, Mugica y los Montoneros se distanciaban cada vez más; en una misa en conmemoración por la muerte de Aval Medina y Ramus, el 7 de diciembre de 1973, Mugica se expresó diciendo: "Como dice la Biblia, hay que dejar las armas para empuñar los arados". En este año 1973, apareció como de su autoría un libro Peronismo y Cristianismo, en el que se reunieron desordenadamente una serie de trabajos de Mugica, sobre las relaciones entre el cristianismo y el socialismo, los católicos y la política y los valores cristianos del peronismo; el P. Carlos siempre afirmó no tener nada que ver con esa publicación, aunque los artículos sean de su autoría.
Esta doble amenaza de derecha e izquierda no era la que más preocupaba al Padre Carlos: "No tengo miedo de morir. De lo único que tengo miedo es de que el Arzobispo me eche de la Iglesia".
En 1974, terminó de escribir el texto de la "Misa para el Tercer Mundo", cuyo disco, grabado y editado por la RCA, con la colaboración del "Grupo Vocal Argentino" que compuso una bella música, con ritmos argentinos, asiáticos y africanos, fue destruido por orden del ministro Rocamora.
Las amenazas de muerte empezaron a multiplicarse. La revista Militancia (puede descargarse del excelente sitio amigo Ruinas Digitales), ligada al peronismo de izquierda, dirigida por Ortega Peña y Duhalde, lo ubicó en lo que llamaban "La Cárcel del Pueblo", un apartado editorial donde semanalmente "encarcelaban" a diferentes personas del "antipueblo": Asimismo "El Caudillo", de la Derecha peronista le cuestionaba desde su ministerio sacerdotal hasta su servicio a los pobres: "está al servicio de los pobres o tiene a los pobres a su servicio", se preguntaba, y terminaba por acusarlo de "bolche". A mediados de abril de 1974 Mugica se retira a Los Toldos a un nuevo retiro espiritual. Allí Carlos le manifestó su miedo de ser echado de la Iglesia a lo que el abad le dijo: "Yo no sé si Aramburu puede ponerte frente a la situación de irte de la Iglesia, pero de lo único que podés estar seguro es que pase lo que pase, Dios te va a ser fiel".
El 11 de mayo, sábado, de 1974, a las 8 y cuarto de la noche, y cuando Mugica se disponía a subir a su coche Renault 4-L azul, matrícula C-542119, estacionado junto a la iglesia de San Francisco Solano, en la calle Zelada, 4771, donde había celebrado misa, fue tiroteado por un individuo con bigotes achinados, que se bajó de un coche estacionado muy cerca. Este personaje sería Rodolfo Eduardo Almirón, jefe de la lopezreguista Triple A, luego jefe de custodia de Manuel Fraga Iribarne, en España. Cinco disparos, de ametralladora "Ingram M-10", le afectaron el abdomen y el pulmón. El tiro de gracia lo recibió en la espalda. El padre Vernazza, que salió de la iglesia al oír los disparos, corrió a darle la unción, y lo llevaron en un viejo Citroën; Mugica alcanzó a sonreírle y guiñarle el ojo a Vernazza. El cuerpo agonizante de Mugica llegó al Hospital Salaberry, donde murió. Moribundo, alcanzó a exclamar a una enfermera: "¡Ahora más que nunca tenemos que estar junto al pueblo!" Eran las nueve de la noche. El doctor Avelino Vicente Dolico, certificó que las causas del fallecimiento fueron "heridas de bala de tórax y abdomen y hemorragia interna".
El entierro fue una multitudinaria manifestación. Sus villeros, a los que tanto quería, le llevaron a hombros hasta el cementerio de La Recoleta, en el corazón del Barrio Norte. La prensa -no toda- le calificó como "el santo villero". Desde que se tuvo la primera noticia de su muerte, muchos recordaron, que la revista El Caudillo, portavoz oficioso de la Triple A (ultraderecha), había publicado en diciembre del 73, una "Carta abierta a Mugica", en la que se le advertía de estar equivocado, y andar por la vereda equivocada. Por si fuera poco, se sabía, que la escolta de López Rega había hecho ostentación pública de ametralladoras "Ingram".
Más sorprendente todavía fue la afirmación del Arzobispo Aramburu que le dijo al P. Héctor Botán: "¡Ahora no me va a decir que Mugica no era montonero!".
Producida la muerte del P. Carlos, tanto los Montoneros como la Triple A intentaron desvincularse del episodio. El P. Carbone fue llevado clandestinamente a un encuentro con Firmenich, jefe de la agrupación Montoneros (sería extraño que después del feroz proceso militar este siga vivo, si no fuera bastante pública su traición y reuniones con el almirante Massera, en París). "Si Ud. fuera discípulo de Carlos, estaría muerto, como él", le dijo públicamente Marta Mugica -hermana de Carlos- a este detestable personaje de la historia argentina. La revista "El Caudillo", por su parte, comenzó a exaltarlo como modelo y mártir".
Al morir, Mugica, se convirtió en el símbolo de una
generación, y en el primer mártir del MSTM. Además de sus escritos, recogidos en
un volumen por el padre Vernazza, y publicados en 1984, este sacerdote nos dejó
un grandioso ejemplo de lo que es compartir la suerte de los pobres, desde
ellos. En la obra
Iglesia Argentina, Memoria y Esperanza,
Mugica es recordado así: "Mugica era una
imagen transparente, una suerte de provocador de conciencias, que en nombre del
evangelio no dudaba en enfrentar a los poderosos desde la perspectiva de los
pobres. Carlos Mugica era un profeta..."
* Sacerdote de Opción por los pobres
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La "MISA PARA EL TERCER MUNDO", apareció cuatro meses después del asesinato de Carlos Mugica, con una tirada de 50.000 unidades, la impronta del sacerdote se notaba claramente en la letra, realidad que sus enemigos, insertos en las estructuras del gobierno de Isabel Perón, no pudieron soportar. Por ello, de la misma manera que habían puesto fin a su vida, se encargaron de eliminar esta creación suya; poco después de su salida a la venta, secuestraron y destruyeron todas las copias de la obra y se prohibió su presentación, que debía realizarse el 23 de septiembre de 1974 en el Instituto de Cultura Religiosa Superior. Todas las pruebas (masters, arte, duplicaciones, etc.) también fueron secuestrados y destruidos. Solo se salvaron unos pocos ejemplares.
Durante 33 años este producto no vio la luz. La discográfica multinacional actual, que posee los derechos correspondientes para su edición, no sabía de su existencia, porque no figuraba ni siquiera en su "catálogo inactivo". En SADAIC, quizás debido a sus distintas intervenciones, no constaba registro alguno del vinilo. Desde CAPIF (Cámara de Productores Fonográficos), no podían otorgar ninguna respuesta, ya que desconocían de qué se trataba, pero se ofrecieron para tramitar los aspectos legales correspondientes para recuperar ésta obra perdida.
La recuperación de la MISA PARA EL
TERCER MUNDO se debió a Julio García (fallecido, profesional de la industria y
amigo personal del productor ejecutivo del disco, Carlos Lascano), quien ante
una petición por parte de éste, en aquella época, guardó un LP idéntico a los
que iban a salir a la venta (disco de promoción). La recuperación fue llevada a
cabo por la gestión del hijo de Julio García, Daniel García, cumpliendo la
promesa que le hizo a su padre, antes de fallecer, a fines del año 2004.
Con la tecnología actual, el vinilo fue remasterizado digitalmente y
transformado en CD, lográndose una muy buena calidad sonora. En el mes de
septiembre de 2006, se logró el primer paso para concretar la reedición a través
del sello SONY-BMG (antes RCA). El día 13 de mayo de 2007, en la Iglesia Santa
Cruz, situada en las calles Estados Unidos y Urquiza, Capital Federal, a las
16.30 hs, se realizó un homenaje al Padre Carlos Mugica, en el que por primera
vez, y después de 33 años, se escucharon las plegarias de la MISA PARA EL TERCER
MUNDO.
El día 26 de junio de 2007 se realizó el lanzamiento discográfico de esta obra
histórica, gracias a las gestiones de Sergio Ponfil, actual gerente de producto
del sello SONY-BMG, logrando de ésta manera la posibilidad de dar a conocer a
más de cuatro generaciones esta creación de incalculable valor histórico y
cultural. La "MISA PARA EL TERCER MUNDO" del Padre Carlos Mugica ha sido
declarada de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de
la Nación.
Kyrie
Señor ten piedad de nosotros
Señor ten piedad de nosotros
Tú que has nacido pobre
y has vivido siempre
junto a los pobres
para traer a los hombres
la liberación.
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Tú que estás a nuestro lado
fuerte y resucitado
para empujarnos en la lucha
contra la injusticia y la explotación
Señor, piedad, Señor.
Tú que vendrás por fin
al final de los tiempos
para llenar, nuestro corazón
de alegría y plenitud.
Gloria
Gloria a Dios que es el amor
y en la tierra paz a los hombres
que luchan por la justicia.
Te alabamos,
porque luchamos para que nuestros niños
hambrientos coman.
Te glorificamos,
porque queremos destruir ya
los instrumentos de tortura.
Te damos gracias,
porque hay hombres que dan su vida
en la revolución.
Te damos gracias Señor,
porque no sos un Dios espectador,
sino un Dios hecho hombre
que padece el padecimiento de los hombres.
Te damos gracias Señor,
Tú que nos arrancas del egoísmo
impulsándonos a luchar contra la explotación,
ten piedad de nosotros.
Tú que estás con el padre
viviendo la plenitud del amor,
ten piedad de nosotros.
Tú que estás donde vamos a estar todos,
ten piedad de nosotros.
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Señor Dios, cordero de Dios,
que sigues desangrándote,
en los hacheros de Norte,
desangrándote.
En los mineros Bolivianos,
desangrándote.
En las favelas del morro,
desangrándote.
En el frío de los pobres,
desangrándote.
La carne del torturado,
desangrándote.
Señor.
Porque Tú solo eres el Santo;
Señor.
Tú solo eres el amor.
Señor.
Tú sólo el totalmente otro.
El que rescata para siempre la creatividad
humana.
En unión con el padre
fuente de la vida, de la energía, del amor.
Amén, para siempre, Amén.
Credo
Viva Dios,
que crea al hombre creador.
Viva Dios,
que todo lo hizo bien.
Y viva Jesús, su único hijo
nuestro hermano y Señor,
que fue concebido
por obra y gracia del Espíritu Santo.
La humilde María, lo parió en un establo.
Padeció mucho bajo Poncio Pilatos
porque su causa era la de los pobres.
Lo clavaron en una cruz
y murió con la muerte de los bandidos
y bajó a lo hondo del hombre.
Resucitó,
volvió a la vida
y se puso la piel del hombre nuevo.
Resucitó,
subió a la vida
y está junto al padre que todo lo puede
porque es el amor.
Volverá,
y todos los hombres se presentarán ante él,
y al atardecer de la vida,
serán juzgados en el amor.
Creo en el Espíritu Santo
que es la fuerza de Dios, el amor de Cristo,
la inspiración creadora.
Creo en la iglesia de todos,
Que es santa porque es de Dios.
En la comunión de los hombres
que hacen la verdad porque aman.
Creo en el perdón de los pecados.
Creo en el perdón de los insensibles,
de los tibios y prudentes.
Creo en perdón de los indiferentes,
de los que traicionan el amor.
Creo en el surgimiento
del hombre nuevo,
del hombre lleno de Dios.
Creo en la expansión de la vida plena...
Para siempre, amén.
Sanctus
Santo.
Es el Señor de todas las cosas.
Hay fiesta en el cielo.
Santo.
Bendito Jesús que viene de Dios.
Hay fiesta en el cielo.
Santo.
Todo lo creado está lleno de tu amor.
Santo.
Hay fiesta en el cielo.
Agnus Dei
Cordero de Dios
que quitas maldad del hombre,
acercate a nosotros con tu amor,
acercate a nosotros.
Cordero de Dios
que haces nuevo al corazón,
Acercate a nosotros con tu amor,
Acercate a nosotros.
Con tu amor, con tu paz... acercate Señor.
Cordero de Dios
que quitas la maldad del hombre,
Acercate a nosotros con tu amor,
acercate a nosotros.
Cordero de Dios,
danos la paz.
Señor ten piedad de nosotros
Señor ten piedad de nosotros.
Descargar archivo audio Carlos Mugica: Misa para el Tercer Mundo (mp3, duración 1 hora)
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Fue muchas veces señalado como un
sacerdote subversivo. Sin embargo, Carlos Mugica (el polémico capellán porteño)
cree respetar los mandatos de Cristo y descerraja sus iras contra "las
jerarquías clericales comprometidas con el dinero, el privilegio y el desorden
establecido en todo el país".
Es una ráfaga implacable, un martilleo de palabras, la lúcida coherencia que se
transmite eléctricamente al gesto en esa permanente y reconcentrada actitud del
que amenaza con violentar todos los esquemas -un dogma, una religión, una
filosofía- pero repentinamente cede y adopta posiciones expectantes. Rubio, de
ojos azules, pulóver de cuello alto y pantalones negros, no parece un sacerdote;
sólo los libros que trepan por las paredes de su departamento de un ambiente, en
el barrio de Palermo, en Buenos Aires, denuncian la presencia de un miembro de
la Iglesia Católica.
Es que Carlos Mugica (39, profesor de teología en las facultades de Economía,
Ciencias Políticas y Derecho de la Universidad del Salvador y capellán de la
parroquia San Francisco Solano, en Villa Luro), a diferencia de la nueva
corriente de sacerdotes católicos, prefiere ignorar ese halo paternalista, el
status privilegiado que la sociedad se empecina en otorgarle, para dar de sí
-espontáneamente, sin premeditación- la imagen de lo que cree ser: simplemente
un hombre común, con toda la riqueza y las limitaciones de los seres humanos; a
lo sumo, siente quizá con más profundidad que sus "hermanos" -palabra habitual
en su vocabulario- una problemática responsabilidad, ser también mensajero de
sus conflictos.
Pero esa humildad -que se refleja
inflexivamente en su manera de vivir- no le posibilitó soslayar una creciente
popularidad alrededor de su figura. Lo publicaron así sus declaraciones por
radio y televisión ("El socialismo -espetó en una de las emisiones del programa
Tiempo Nuevo, dirigido por Bernardo Neustadt, en Canal 11- es el régimen que
menos contraría la moral cristiana"); lo sacaron del anonimato pronunciamientos
tales como el que barbotó cuando Arturo Illia fue elegido presidente de la
Nación: "Hoy es un día triste para el país -dijo Mugica el 12 de octubre de
1963-, una parte importante del pueblo argentino ha sido marginado de los
comicios y será dirigido por un hombre a quien sólo votó el 18 por ciento de los
electores".
El fogoso sacerdote reconoce que fue arduo el camino recorrido para que pudiera
recalar, finalmente, en esas posiciones, "no extremas -defiende- sino coherentes
con la actual actitud de un grupo relevante de obispos de la Iglesia Católica".
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-Sin embargo, cuando usted eligió
ser sacerdote no enarbolaba las mismas banderas.
-En efecto. Ingresé al seminario hace 18 años, en 1951, y vivía en esa época, el
catolicismo individualista, fiel al slogan "salva tu alma".
-¿Qué significaba para usted ser sacerdote?
-Salvar mi alma, es decir: ir al Cielo, buscar la felicidad, esa que está en
Dios. Evidentemente era bastante egoísta mi actitud, aunque también entonces
cambió radicalmente mi vida, porque fue cuando descubrí la alegría de vivir en
Dios.
-¿Quién es, qué es Dios?
-Definitivamente, Dios no es una idea sino alguien. Dios es una persona que se
entregó totalmente a mí y se dejó matar por mí. Para mí Cristo es mi Señor, mi
amigo, mi maestro, mi modelo de vida. Su entrega tiene un valor especialísimo:
Dios es un ser que en lugar de servirse del hombre se pone al servicio del
hombre y por eso todo hombre que da su vida por los otros sea un ateo, un
marxista, o lo que fuere-, ése, verdaderamente se une a Cristo.
-¿Quién consolidó en usted el cambio de actitud que se atribuye?
-Un
sacerdote francés, el abate Pierre, de quien todavía recuerdo una frase
decisiva: "Antes de hablarle de Dios a una persona que no tiene techo es mejor
conseguirle un techo". Es decir que conseguirle techo a una persona ya es
hablarle de Dios. No nos olvidemos que Cristo curaba a los enfermos, les daba de
comer a los que tenían hambre y de beber a los que tenían sed. Y no lo hacía
para que después escucharan el sermón sino porque esa es su manera de amar:
agarrando al hombre por entero. Antes de ingresar en el seminario yo tenía una
visión maniquea de la existencia. El alma era buena y el cuerpo malo. Eso viene
de Platón, y se metió en la Iglesia con San Agustín; aún perdura esa concepción,
sobre todo en lo relativo al sexo. Pero estamos viviendo un amplio proceso de
liberación para desterrar esa actitud individualista del seno de la Iglesia.
Antes, como muchos de mis compañeros que luego también evolucionaron, yo estaba
preocupado por la salvación de mi alma. Luego empecé a preguntarme ¿por qué
salvar mi alma y no mi cuerpo cuando esa división no es, precisamente, una
actitud cristiana? En la Biblia no se habla nunca de alma y cuerpo; la Biblia es
un libro muy carnal, muy concreto, en el cual se define al hombre como polvo que
respira.
-¿Qué sucede entonces cuando muere un hombre? Es decir, ¿no es su alma, según
las concepciones cristianas, la que asciende al Reino de los Cielos?
-Insisto en la falsedad de esa concepción dual. Ningún teólogo podrá decir nunca
que, después de muerto el hombre, el alma queda flotando en algún lugar. Es una
visión tonta, materialista, de la resurrección. No sabemos mucho al respecto.
Toda imagen que podamos tener después de la muerte de un hombre es muy pobre.
Sabemos, sí, que vivirá en Dios. Y suponemos que eso significa que va a estar
presente como persona en todos los seres.
-Muchos cristianos siguen aferrados
a esa concepción maniquea (alma: buena; cuerpo: malo). Y aún más: persisten en
adoptar la posición que usted calificó de individualista. ¿A qué se debe?
-A una visión distorsionada de la realidad. El cristianismo es esencialmente
comunitario. No decimos "padre mío" sino "padre nuestro". Para entender
claramente esto basta con acercarse al pueblo. Estar en contacto directo con él.
Cuando yo estaba en el seminario iba a un conventillo de la calle Catamarca.
Allí viví algo muy especial - trascendente en mi evolución-; precisamente en el
contacto con los hermanos míos del conventillo descubrí lo que ahora llamaría el
subconsciente de Buenos Aires. El día que cayó Perón fui, como siempre al
conventillo y encontré escrita en la puerta esta frase: "Sin Perón no hay patria
ni Dios. Abajo los curas". Mientras tanto, en el barrio Norte se habían lanzado
a tocar todas las campanas y yo mismo estaba contento con la caída de Perón. Eso
revela la alineación en que vivía, propia de mi condición social, de la visión
distorsionada de la realidad que yo tenía entonces, y también la Iglesia en la
que militaba, aunque ya por esa época muchos sacerdotes vivían en contacto
directo con su pueblo.
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-¿Qué papel supone usted que jugó la
Iglesia en ese momento?
- Pienso que entonces algunos sectores de la Iglesia estaban identificados con
la oligarquía. No digo que la Iglesia volteó a Perón sino que contribuyó a
voltearlo. Pero pienso que también había deterioro en las filas peronistas. Creo
que el peronismo perdió fuerza revolucionaria desde la muerte de Evita.
-¿Cuál cree que debe ser su verdadero compromiso con los argentinos, con su
pueblo?
- Pienso, siguiendo las directivas del Epicospado, que debo actuar desde el
pueblo y con el pueblo: vivir el compromiso a fondo, conocer las tristezas, las
inquietudes, las alegrías de mi gente a fondo, sentirlas en carne propia. Todos
los días voy a una villa miseria de Retiro, que se llama Comunicaciones. Allí
aprendo y allí enseño el mensaje de Cristo.
-¿Qué mensaje?
- Los signos concretos del mensaje de Cristo se pueden detectar cuando Él dice:
"En esto se conocerá que ustedes son mis amigos, en el amor que se tengan unos a
otros". Y el índice de mi adhesión al mensaje de Jesucristo es mi amor real,
concreto, palpable, por mis hermanos.
-¿Cómo se manifiesta, cómo se materializa ese amor?
-Es muy significativo que el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo (versículos
del 30 al 46) Cristo hable del Juicio Final en estos términos: "Cuando el hijo
del hombre vuelva con sus ángeles a juzgar a los hombres los reunirá a todos en
su presencia y va a separar a unos de otros como el pastor separa a las ovejas
de los cabritos. Entonces va a decir a los de su derecha: vengan conmigo
benditos de mi padre". Ahí se puede pensar, bueno, vengan conmigo benditos de mi
padre porque fueron a pie a Luján, o porque tuvieron mucha devoción a San
Cayetano, o porque hicieron y cumplieron muchas promesas, o porque dieron
limosna a la Iglesia. Pero Cristo no va a decir eso. Va a decir: "Vengan
conmigo, benditos de mi padre, porque tuve hambre y me dieron de comer, porque
tuve sed y me dieron de beber, porque estuve en la cárcel y me vinieron a ver,
porque estuve enfermo y me curaron, porque anduve desnudo y me vistieron". Es
decir que en el Día del Juicio Final vamos a encontrar a la derecha de Dios a
mucha gente que jamás pisó una iglesia y que sin embargo estuvo toda su vida
amando a Jesucristo, porque estuvo amando de una manera eficaz a su prójimo, a
sus hermanos. Y, lo contrario, Cristo va a decir a los de su izquierda estas
palabras terribles: "Apártense de mí, malditos, al fuego eterno". ¿Por qué?
Bueno, ahí podríamos pensar que porque no hicieron la comunión pascual, que
porque no dieron limosnas. Y sin embargo, no. Cristo va a decirles: "Yo tuve
hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estuve en la
cárcel y no me vinieron a ver..." Y lo notable va a ser que algunos preguntarán:
'Pero Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y no te dimos de comer?' Y Cristo
responderá: "Cada vez que no lo hicieron con uno de éstos". Y es en ese terreno
donde se manifiesta mi amor, mi compromiso y el de todo hombre.
-¿Quiénes cree usted que no se comprometen a ese nivel?
-Aquellos que ven a un tipo sufrir
en la villa miseria y dicen: "pobre". Aquellos que se compadecen pero pasan de
largo y siguen viviendo como burgueses. San Agustín fue muy claro al respecto:
"Hay muchos que parece que parece que están adentro de la Iglesia y sin embargo
están afuera". Es decir: son muchos los que fueron bautizados o tomaron la
comunión pero no tienen amor concreto por su prójimo. Son cristianos muertos, no
son cristianos. Por eso hay mucha gente que va a comulgar a misa, cree que
comulga pero solamente traga la hostia. Cree que recibe la comunión y no se da
cuenta de lo que eso quiere decir. Exactamente: común unión. Y si yo voy a
recibir la comunión y soy racista, o sectario, o un explotador que oprime a su
hermano, me dice San Pablo: "Ingiero el cuerpo del Señor indignamente; me trago
y me bebo mi propia condenación". Porque vivir en el egoísmo, eso es el pecado.
Aquel que se la pasa contemplándose el ombligo es un pobre hombre que ya tiene
el infierno en vida, que vive en el pecado.
-¿Qué entiende por pecado?
- Pecar es negarse a amar. No hay pecado sexual: hay pecado contra el amor. Uno
peca sexualmente cuando utiliza a una persona como cosa, como objeto. Por eso
aquellos que pretenden decir: "Ah, bueno, pero yo tuve relaciones con una
prostituta, para descargarme...", esos pecan doblemente. Están contribuyendo con
su actitud a mantener un estado de esclavitud, aunque sea aceptado por la
persona a la que esclavizan.
- Entonces son muchos los cristianos que viven en el pecado, que no aman.
- Son todos aquellos que tienen una imagen desfigurada de Dios. Dios es para
ellos el gran súper-yo-castrador y viven con Él una relación mítica,
supersticiosa, mágica. Para ellos es un Dios que justifica la inmovilidad, un
Dios que permite preguntas tales como "¿Y? ¿Qué vamos a hacerle si existen
pobres y ricos?". Ése es el Dios que ataca Marx, ése es el Dios que hace creer a
algunos que la religión es el opio de los pueblos. La verdadera fe cristiana, la
auténtica fe en Cristo hace trizas esa creencia. Tener fe es amar al prójimo, y
eso me moviliza a fondo, tanto como para dar la vida por mis hermanos, tanto
como para brindarme íntegramente por ellos.
- ¿Inclusive hasta el punto de engendrar la violencia masivamente?
- Ese es un problema demasiado complejo. Toda violencia es consecuencia del
pecado del hombre, de su egoísmo. Ahora lo que sucede es esto: en concreto
encontramos en América Latina - incluso en nuestro país- una situación de
violencia institucionalizada.
Es la violencia del hambre. Como dice Helder Cámara "El general hambre mata cada
día más hombres que cualquier guerra". Es decir que existe la violencia del
sistema, el desorden establecido. Frente a este desorden establecido yo,
cristiano, tomo conciencia de que algo hay que hacer y me encuentro entre dos
alternativas igualmente válidas: la de la no violencia en la línea de Luther
King o la de la violencia en la línea del Che Guevara; hablando en cristiano la
violencia en la línea de Camilo Torres. Y pienso que las dos opciones son
legítimas. Es erróneo tratar de ideologizar el Evangelio. Decir, por ejemplo,
como he oído: Cristo es un guerrillero. Él, personalmente, no fue violento, sólo
en algunos casos concretos cuando echó, por ejemplo, a los mercaderes del templo
a latigazos. Es decir que Cristo fue solamente muy violento contra los ricos y
los fariseos. Creo que la versión en cine menos alejada de lo que Él fue da Pier
Paolo Pasolini en su Evangelio según San Mateo.
-¿Pero cuál es, cuál debe ser la actitud del cristiano ante lo que usted llama
el desorden establecido, la violencia organizada del sistema?
-Del Evangelio no podemos sacar en conclusión que hoy, ante el desorden
establecido, el cristiano deba usar la fuerza. Pero tampoco podemos sacar en
conclusión que no deba usarla. Cualquiera de las dos posiciones significaría
ideologizar el Evangelio, que más que una ideología es un mensaje de vida.
Pasará Marx, pasará el Che Guevara, pasará Mao, y Cristo quedará. Por eso pienso
que es tan compatible con el Evangelio la posición de un Luther King como la
ideología de un Camilo Torres.
-¿En cuál de esas tendencias se enrolaría usted?
-
Se me ocurre que actualmente en la de la no violencia. Como dijo Monseñor
Devoto: "Yo no soy violento, pero no sé qué va a ser de mí si las cosas siguen
así". Pero ojo: pienso que hay muchos que exaltan la no violencia ignorando lo
que es. Porque Luther King, uno de sus principales teorizadores, fue asesinado.
Es decir: la no violencia no es quedarse en el molde sino denunciar, poner bien
de manifiesto la existencia de la violencia institucionalizada. Y para eso
también hay que poner el cuero. Pero que esté claro: si yo ante el desorden
establecido enfrento lo que llamo la contraviolencia y logro reducir la
violencia total, es legítimo que la use. Pero si sólo exacerbo aún más la
violencia del sistema contra el pueblo, no puedo menos que pensar que es
contraproducente que la utilice.
-Un cristiano, ¿Tiene derecho a matar?
- No lo sé. Lo que sí está claro es que tiene la obligación de morir por sus
hermanos. Pienso que tenemos mucho miedo a la violencia por una actitud
individualista. De repente nos escandalizamos porque alguien puso una bomba en
la casa de un oligarca, pero no nos escandalizamos de que todos los días en las
villas miserias o en el interior del país mueran niños famélicos porque sus
padres ganan sueldos de archimiseria. La idea fundamental me parece que ésta: el
cristiano tiene que dar la vida por sus hermanos de una manera eficaz. Cada uno
verá de acuerdo con su ideología, de acuerdo con la valoración particular que
haga de la realidad, con la información que tenga, lo que tiene que hacer.
-¿Cuál debe ser la función de un sacerdote en países desarrollados como Francia,
Inglaterra o Italia?
- Sin duda la misma que en la Argentina, en Bolivia o en Paraguay. También hay
explotadores y explotador en Francia (el subproletariado argelino, el
subproletariado español), hay miseria, hay villas de emergencia. Yo a esos
países los llamo subdesarrollantes, porque son países que viven de los pobres.
-¿Qué piensa que deben hacer los sacerdotes en sociedades socialistas?
-Cumplir con su función habitual: enseñar y amar. Yo no conozco China, pero
tengo entendido que allí hay algo positivo: creo que ahora hay 700 millones de
chinos que tienen pantalones y antes no sabían que era usarlos. Lo que me
preocupa de China es que puede haber algo así como una especie de imperialismo
cultural. Es decir, no me gusta que los chinos pretendan exportar su modelo de
revolución a todo el mundo. Contra eso tendrían que combatir los sacerdotes,
contra el dogmatismo político. Con respecto a los llamados países socialistas de
Europa, pienso que son naciones que se encaminan cada día más rápidamente hacia
el capitalismo, precisamente porque se metieron con corsé en el socialismo. De
todas maneras no me cabe la menor duda de que los pueblos son los verdaderos
artífices de su destino y, aunque yo personalmente crea que el sistema menos
alejado de la moral y del Evangelio es el socialismo, se me ocurre que en la
Argentina tenemos que hacer nuestra revolución, nuestro socialismo, que no
necesariamente debe adaptarse a modelos preestablecidos. Además, estoy seguro de
que ese proceso pasa, aquí, por el peronismo.
-¿Cuál debe ser para usted la ingerencia de la Iglesia en cuestiones económicas
y políticas?¿Cómo justificar el poder económico, las relaciones de la Iglesia
con el dinero?
-
No se trata de justificar sino de analizar. El gran escándalo del Concilio
Vaticano II fue que se tuviera que hablar allí de la Iglesia de los Pobres,
cuando lo natural es que si la Iglesia viviera de acuerdo con la orientación
clarísima que le dio Jesucristo, de acuerdo a como fue la Iglesia los primeros
siglos, cuando todos poseían sus bienes en común repartidos según las
necesidades de los fieles, no debería haberse mencionado el asunto. El
cristianismo empieza a degradarse cuando se desarrolla el espíritu de propiedad,
y al reconocerlo Constantino (año 313) como religión oficial del Imperio,
otorgándole a la Iglesia poder político. Lo natural, insisto, en el Concilio
Vaticano, hubiera sido que se levantara un obispo y dijera: "Un momento. ¿Por
qué la Iglesia de los Pobres? La Iglesia también es de los ricos". ¿Por qué?
Porque la Iglesia también tiene que evangelizar a los ricos, entendiendo por
evangelizar a los ricos, ayudarlos a dejar de serlo. Lo cual no significa que
tire todo por la ventana sino que ponga todos sus bienes al servicio de la
comunidad. Es evidente que es un problema, porque si viene un empresario
católico y me dice: "Yo que me convertí, padre, yo quiero realmente vivir el
Evangelio", no me queda otro remedio que contestarle que cambie radicalmente el
enfoque de su empresa, dándole participación efectiva en las ganancias a todos
sus trabajadores. Claro, así la empresa se va a fundir en 15 días porque la
competencia la mata. Entonces la otra respuesta para un empresario que quiera
vivir realmente el Evangelio está en que se platee seriamente el problema de la
revolución.
-Eso es lo mismo que dejar de ser empresario.
-No necesariamente. Si Alberto José Armando viene a mí y me dice "yo quiero
cambiar" le contesto que bueno, que le saque todo el jugo a los capitalistas que
lo rodean y que con su fabulosas inventiva le cree al pueblo situaciones en las
que pueda ser realmente protagonista de su destino.
-A usted se lo acusa de pregonar una filosofía de vida casi rayana en el
ascetismo, que no coincide con su manera de vivir, más acorde -se dice- con
hombres de su misma extracción social.
- Usted ve donde vivo: es un cuarto en una terraza de una casa de departamentos
bacana, pero un cuarto al fin. Además es cierto: yo soy de origen oligarca, y
eso tiene sus limitaciones. El hecho de que a mí nunca me haya faltado nada
talvez haya relativizado mi visión de las cosas. Pero también es cierto que a la
oligarquía la conozco de adentro y sé, efectiva, concretamente, cuales son sus
corrupciones. De todas maneras a mí no me falta absolutamente nada, pero trato
de que me sobren cosas.
-¿Cuáles son sus carencias afectivas?¿No se siente frustrado como hombre?
- No me siento frustrado en absoluto. Pienso que desde el momento en que
contraje el compromiso de ser célibe ante Cristo y ante la comunidad me debo a
él. Por supuesto el celibato presume una lucha cotidiana. No solamente la lucha
en cuanto se refiere al impulso sexual sino en cuanto a la soledad. El problema
profundo no es el de la ausencia de contacto carnal, sino la soledad, así,
simplemente. Esa es una tensión que vivo permanentemente y por la cual tengo que
estar muy sobre mi mismo porque fácilmente se puede desvirtuar mi afectividad.
-¿Ese es uno de los principales conflictos que originó el éxodo de sacerdotes de
la Iglesia?
- Pienso que no, que las raíces de la crisis sacerdotal está en otro lado.
Pienso que el sacerdote se siente inútil en muchos lugares; es decir: ha perdido
el sentido de su vida. Para mí el sufrimiento más grande que puede tener un ser
humano es sentirse demás y eso es lo que le pasa a muchos curas.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
Jesús
y la política
Por Carlos Mugica
La relación entre fe cristiana y compromiso político es el tema número uno de la
reflexión teológica contemporánea. Por eso no resulta demasiado sorprendente que
Oscar Cullmann, uno de los más importantes teólogos del protestantismo actual,
considerando por católicos, protestantes y judíos sin distinción como el mejor
exégeta tal vez, que hay hoy del Nuevo Testamento, se ocupe de la relación que
existió entre el Jesús histórico y los revolucionarios de su tiempo.
Nadie ignora que a partir del Concilio Vaticano II, que con su histórica
Constitución Pastoral Gaudium et Spes (La Iglesia en el Mundo Contemporáneo,
1964 y, sobre todo, con la Encíclica Populorum Progressio (1966) de Pablo VI, el
tema de la relación entre la fe y el compromiso político es el que ha absorbido
la atención de los teólogos y pensadores cristianos. Y el proceso se ha ido
acentuando cada vez más. Basta a hojear la revista Concilium, que reúne a los
más importantes teólogos renovadores europeos y comienza a darle amplia cabida
al tema en sus páginas.
Es cierto que en los países llamados
desarrollados, que con más precisión desde el Tercer Mundo son señalados corno
subdesarrollantes, la problemática teológica es mucho más conflictiva ya que se
cuestiona la esencia misma del mensaje revelado. Como decía un gran teólogo'
"allí la mordedura llegó hasta el hueso". Se cuestiona no sólo la legítima
pretensión de la Iglesia de ser la sucesora de los apóstoles, sino la misma
divinidad de Cristo, a quien se pretende presentar como el prototipo del hombre
para dos demás, pero no necesariamente como el Hijo de Dios. Al reducir a Cristo
a una dimensión meramente humana, presentándolo como el hombre que llegó al
fondo en la capacidad de amar, en la entrega a los hombres a través de su máxima
manifestación, dando la vida por ellos, se dinamita el dogma básico de la fe
cristiana: la Resurrección.
San Pablo enseña: "Si Cristo no resucitó, los cristianos somos los hombres más
estúpidos de la tierra". Y tiene razón si Cristo no resucitó, no hay salida para
los ciegos, paralíticos y esquizofrénicos de este mundo, por más revoluciones
sociales que se propugnen. El marxismo, pienso yo, encuentra su límite más
terrible en el pasado. No hay salida trascendente para los que ya murieron. Para
el cristianismo, la muerte no existe. Para el cristiano no hay más que una sola
vida, pero que tiene tres instancias: la histórica que podemos llamar vida
uterina, luego viene el parto que es la muerte, para acceder finalmente a la
vida plenamente creadora: la vida eterna, que supone entrar a compartir la
existencia tremendamente fecunda y gozosa de Dios. Es entrar, por decir así a
crear desde Dios, nuevos mundos. Y precisamente, por ser totalmente creadora, la
existencia se vuelve totalmente dichosa.
No obstante esta preocupación constante por salvar el basamento mismo de la fe
cristiana los teólogos europeos comienzan a reflexionar sobre el tema religión y
política porque munchos jóvenes, hoy, en Europa, entran en crisis de fe al
sentir que c' modo de presentación del mensaje cristiano y el rol que desempeña
la Iglesia aparecen como sustentadores de una sociedad que agoniza del orden
establecido, al que Helder Cámara llama el "desorden establecido".
Sin duda que a nivel cristiano fue decisiva en este punto la toma de posición
del Magisterio de la Iglesia y sobre todo, de Pablo VI. En la Constitución
Pastoral la Iglesia en el Mundo Contemporáneo, el Concilio exhorta a los
cristianos a comprometerse en la creación de una sociedad nueva y a ampliar el
campo del compromiso solidario al mundo entero. La encíclica Populorum
Progressio precisa más el campo de atención y de acción. Es la Carta fundamental
del Tercer Mundo desde la perspectiva católica. No basta ya luchar para que
desaparezcan los individuos ricos y pobres, sino que se trata de acabar con los
países ricos y los países pobres. No se trata de que los pueblos ricos ayuden a
los pueblos pobres sino de que los pobres dejen de ser pobres. Realizar una
acción que signifique a nivel de pueblos lo que Helder Cámara quiere para el
campesino miserable del Nordeste brasileño: "ayudar al hombre a ponerse de pie".
No se trata de "pararlo" paternalísticamente sino de ayudarlo a ayudarse.
Aceptar el surgimiento original o inédito de los pueblos del Tercer Mundo. Claro
que este planteo de Pablo VI parece ingenuo. Porque para que surjan los pueblos
nuevos los países dominantes deben renunciar a sus apetitos imperiales.
Esta necesidad de atender a las crisis internas de las Iglesias que corrían el
riesgo de desaparecer con el cambio generacional, es la que en última instancia
ha obligado a los teólogos europeos a mirar más allá de sus narices y advertir
que existe un Tercer Mundo. No hay duda de que Pablo VI, con su ejemplo, ha
contribuido a empujarlos. Por eso no sorprende demasiado hoy que Cullmann, el
gran exégeta protestante contemporáneo, amigo personal de Pablo VI y observador
en el Concilio Vaticano II, se ocupe de la relación entre fe y militancia
política. Es la primera vez que lo hace, ya que hasta ahora sólo le preocupó la
relación entre fe e historia desde una perspectiva más distante. Pero es
indudable que él mismo ha contribuido a este "aterrizaje" de la teología
católica y protestante actual. Con su Cristo y el tiempo, Cullmann fue uno de
los pioneros de este siglo en señalar el sentido evolutivo de la formulación de
la fe y la relación entre revelación e historia humana, mostrando que Dios no
sólo se revela a través del mensaje bíblico sino también a través de la historia
humana, a través de lo que Juan XXIII llamará después "los signos de los
tiempos". Por eso es que hoy son muchos los teólogos que afirman que Dios se
revela ante todo y principalmente a través de la Biblia pero que también lo hace
a otro nivel, ciertamente, para los católicos, a través del Corán, Marx, Freud o
Einstein. El Cardenal Bea, hablando a cristianos, protestantes y musulmanes, les
decía: "Te hemos que compartir la porción de verdad que hay en cada una de
nuestras religiones para acercarnos más al Dios que todos amamos". Y Pablo VI,
en su discurso a los observadores del Concilio (Cullmann, entre ellos), dirá:
"Ustedes (protestantes, ortodoxos) y nosotros (católicos) estamos en un mismo
camino, y vamos hacia una novedad que debe ser engendrada".
Esto no significa que la Iglesia Católica renuncie a nada de lo que constituye
su esencia, sino al contrario, que explicite su esencia, que explicite todas las
virtualidades que contiene en su seno.
El acto académico de la inauguración de los cursos de 1969 de la Facultad libre
de Teología protestante de París fue la ocasión para que Cullmann, a través de
su trabajo Jesús y los revolucionarios de su tiempo incursionara por primera vez
en el campo de la teología política. Es una obra breve, concisa, de 87 páginas,
en la que Cullmann nos propone desde el Evangelio, y con el rigor histórico que
el tema exige, las bases para reflexionar sobre la relación entre la fe y el
compromiso político. Lo que le preocupa a Cullmann en primer lugar es cuál fue
la actitud concreta de Jesús, qué fue lo que El hizo y dijo en relación al poder
de su tiempo, cómo se situó el Jesús histórico frente a los factores de poder
que hoy tiene que encarar un cristiano. Ciertamente que, en el mundo en que se
movía Jesús -la sociedad geográfica de Israel, donde lo religioso y lo político
aparecían íntimamente fusionados- el problema era más grave y difícil. Cullmann
demuestra que Jesús de Nazaret no puede ser encuadrado en ninguno de dos
principales movimientos de su tiempo. Su obediencia radical a la voluntad
divina, que se asienta en su íntima comunión con Dios, y en la espera de su
Reino y su justicia, no se acomoda ni a la perspectiva de los grupos que
defendían el orden establecido en Palestina, ni a la de los que combatían por la
violencia. Al analizar el comportamiento histórico de Jesús, Cullmann, no niega
la necesidad que hoy experimenta un cristiano acerca de cómo situarse frente a
las distintas manifestaciones del poder; sostiene que el resultado del análisis
histórico debe crear en el cristiano la base que le permita plantear
correctamente el problema, eludiendo simplificaciones reducidoras, fruto de
posiciones ideológicas dogmáticas que conducen a un Cristo pacifista a outrance
o a un Cristo guerrillero.
Es importante señalar que, para un cristiano, el Jesús histórico es un punto de
referencia fundamental para reflexionar sobre la validez de su compromiso, pero
sin olvidar nunca que Cristo sigue hoy vivo y actuante a través de la historia,
a través de su Espíritu, que se expresa particularmente -para los católicos- por
el Magisterio de la Iglesia.
Ubicando a Jesús en su tiempo, lo encontramos enfrentado a un movimiento de
resistencia religiosa y política: el movimiento zelota. Los zelotes luchan por
medio de la violencia contra la autoridad establecida, en la que ven la
expresión del paganismo e imperialismo romanos, opuestos a su religión
monoteísta y a su libertad como pueblo. Cuando Jesús entra en la vida pública,
el problema número uno de Palestina es la resistencia al invasor romano,
problema religioso y político a la vez.
Hoy en día, en que tanto se habla de teología de la revolución, se corre el
riesgo de hacer de Jesús pura y simplemente un rebelde zelota. Cullmann afirma
que esto se explica, dado que la condenación jurídica de Jesús no es decretada
por los judíos sino por los romanos. que sólo se preocupaban de la actitud
política de la gente. Esto es demostrado por Cullmann de manera indudable dable,
sobre todo cuando señala que Jesús fue ejecutado al modo romano, es decir,
mediante la crucifixión, y no como la pena de muerte judía, que era la
lapidación.
Además, la inscripción sobre la cruz, "Jesús, rey de los judíos", aludía
claramente a la razón política de la ejecución: éste pretende ser Rey, por lo
tanto, sustituir al César.
Para poder ubicar bien a Jesús en su contexto histórico y percibir la
originalidad de su vida y su mensaje, es indispensable advertir -como lo muestra
Cullmann- que en los evangelios hay dos categorías de textos, que aluden a
palabras y gestos de Jesús: 1) por un lado, los que aproximan a Jesús al
zelotismo: a) los que se refieren a la aproximación creciente de Jesús a las
masas, b) sus crueles ironías hacia los gobernantes, c) el tener entre sus
discípulos a tres antiguos zelotas: Simón el Zelota, Simón Pedro y Judas
Iscariote; d) su condenación por los romanos que lo creían agitador zelota,
etcétera. 2) Por otro lado, están los textos en que Jesús aparece como
adversario de toda violencia y de toda resistencia política: a) las parábolas de
la no-violencia, b) el amor a los enemigos, c) orden de no usar la espada para
defenderlo, d) rechazo enérgico de todo elemento político en su misión divina,
etcétera. En esta línea se puede afirmar que la gran tentación que Jesús rechazó
como satánica fue la de erigirse en líder político, en jefe revolucionario.
La raíz común de las dos series de textos contrapuestos está en la esperanza
central de Jesús: la espera del Reino que va a venir. Para Jesús, el Reino que
va a venir, viene por obra de Dios antes que por obra del hombre. Por eso, todos
los fenómenos de este mundo deben ser relativizados lo que no quiere decir
minimizados, sino orientados al Reino definitivo. Así, Jesús, al sacramentalizar
al amor humano, lo relativiza, es decir, muestra que tiene relación a una
instancia más profunda, en que se realiza el amor pleno y total. Esa instancia
es el amor en Dios.
El temor a la afirmación de Marx, "la religión es el opio del pueblo" -que
históricamente ha tenido validez en muchos casos- no debe impedir el percibir la
originalidad del mensaje de Cristo que es evidentemente escatológico (es decir,
que mira el fin de los tiempos). Helder Cámara, Luther King, y Camilo Torres,
que con su solo testimonio invalidan la objeción de Marx, si se le quiere dar un
alcance universal, nunca perdieron de vista que la revolución no significa la
instalación del Reino de Dios en la tierra, y que debe ser permanentemente
revolucionada y criticada desde la fe, hasta que el Señor vuelva. Ciertamente,
esa crítica sólo se podrá ejercer honestamente a los ojos de los hombres de
nuestro tiempo, desde adentro del proceso, participando de la acción
revolucionaria, aunque se la relativice en el sentido antes expuesto.
Por eso Cullmann señala que la esperanza del Reino futuro (que no es de este
mundo), que totaliza la perspectiva de Jesús no lo aleja a Él de la acción en
este mundo que pasa, y para este mundo que pasa.
Es
evidente que Jesús se sitúa en una actitud crítica frente a todas las
instituciones existentes en su tiempo. Forman parte del mundo pervertido que
pasará y no tienen, por lo tanto, ningún valor eterno. Jesús es el
revolucionario más ambicioso de todos los tiempos, ya que no pretende crear
nuevas estructuras, no pretende acabar la explotación del hombre por el hombre,
no apunta a una sociedad nueva sin injusticias, sino que pretende crear una
nueva vida, un nuevo modo de existir absolutamente impensable para el hombre, e
imposible de alcanzar con sus solas fuerzas: la vida divina.
Es cierto que comenzar a vivir esta nueva vida traerá, como consecuencia,
cambios profundos en las relaciones humanas y posibilitará la creación de una
nueva sociedad. Pero Jesús no pierde el tiempo participando en una acción que
encare la destrucción de las estructuras corruptoras mediante la violencia. Él
no quiere desviar los corazones de su predicación que es el Reino de Dios, que
no es de este mundo. Se trata de un nuevo modo de existir, insospechable para el
hombre. Fue necesaria la Encarnación del Hijo de Dios para que el hombre pudiera
aceptarla. Así como el mono jamás soñó en convertirse en hombre, la vida divina
que Cristo trae al hombre resulta tan desproporcionada a sus apetencias
terrenas, que Theilhard llama el salto mortal en la línea de la evolución: el
paso del hombre a la vida transhumana, a la vida cristificada.
Jesús cambia en el culto todo lo que se opone a su radicalismo escatológico,
todo lo que atenta ya, entonces, contra la nueva vida que anuncia, vida que
supone el sano desarrollo en libertad de la interioridad del hombre. Cristo
acaba con el culto alienante y exige un culto a Dios que se traduzca en la
liberación real del hombre. Por eso Pablo VI dice en su discurso de clausura del
Concilio del 7-12-71: "Nosotros, los cristianos, más que nadie, tenemos el culto
del hombre". Y dice verdad. Porque en la enseñanza de Cristo, el modo no
ilusorio, no tramposo de glorificar a Dios, es el amor real y comprometido al
hombre: "Ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros".
Jesús no reniega de la tradición. Elimina de ella los elementos que impiden captar con pureza la radicalidad de su mensaje. Hoy sucede algo parecido con las corrientes renovadoras de la Iglesia, que postulan la socialización de los medios de producción y el advenimiento del socialismo. Buscan su apoyo en la auténtica tradición de la Iglesia, desvirtuada en los últimos siglos por el individualismo capitalista. Y esta auténtica tradición se refleja ante todo en el Nuevo Testamento, que asienta por escrito las vivencias de las primeras comunidades cristianas. Y allí se ve que, desde el vamos, los primeros cristianos vivieron en comunidad de bienes. Mientras resonaban con fuerza en sus oídos las enseñanzas del Maestro, prescindieron de la propiedad privada individualista. A medida que se fueron alejando de su origen, este rigor hacia la propiedad individual fue desapareciendo, aunque siempre en la historia de la Iglesia existieron comunidades de hombres que mantuvieron una distancia radical frente a la posesión de los bienes. Basta recordar a San Francisco de Asís.
La actitud profundamente trascendente de Jesús lo lleva a descartar todo lo que se oponga al mundo directo de su mensaje escatológico, y lo llevó a enfrentarse con los defensores de la letra de la ley y con los zelotes nacionalistas sectarios. Porque Jesús viene a anunciar el plan divino no sólo a Israel, aunque reconoce su peculiar ubicación en la redención, sino a todos. De ahí que su fraternal apertura hacia los paganos y samaritanos escandaliza a los judíos, y en particular a los zelotas, cuyo odio al extranjero era ilimitado.
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Cuando los hombres de hoy luchan por extirpar las
clases que dividen a los hombres en explotadores y explotados, y se oponen al
neocolonialismo y al imperialismo, están reconociendo en la práctica, tal vez
sin advertirlo, la fuerza del mensaje que Cristo trajo hace dos mil años.
Los evangelios muestran con meridiana claridad que Jesús estigmatiza sin piedad
a los ricos y predica con inusitada violencia contra la injusticia social. Jesús
anuncia por un lado, que a la luz del Reino que vendrá, la diferencia entre
ricos y pobres es contraria a la voluntad divina. Este juicio sobre el orden
social de su tiempo es, como tal, un juicio revolucionario. Pero Jesús como ya
dijimos, no apunta a voltear el orden social directamente. El exige otra cosa de
sus discípulos: cada uno debe aplicar individualmente desde ahora las normas del
Reino futuro. Cada hombre, como individuo, debe ser cambiado por la ley del
amor. Jesús se preocupa por hacer desaparecer en el individuo el egoísmo, el
odio la injusticia, la falsedad.
Esta enseñanza de Jesús sigue siendo hoy indispensable. Si todos los que hoy en
la Argentina nos decimos cristianos, realizáramos a fondo nuestra revolución
interior, pasáramos de la injusticia al amor, ciertamente que la configuración
de nuestra sociedad sería otra. Y no se daría, por ejemplo, el hecho escandaloso
de que solamente en Buenos Aires haya 120.000 departamentos vacíos y más de
2.000.000 de personas viviendo en villas miseria y conventillos. Sin hablar de
"cristianos" con dos o tres casas, que viven lo más "panchos", ignorando la
situación de miseria de sus hermanos en la fe.
Es cierto, como ya antes quedó señalado, que el Magisterio de la Iglesia enseña que la conversión del corazón, para no ser ilusoria, supone hoy una acción política eficaz que busque eliminar las injusticias estructurales. Y que sea natural que una profunda conversión del corazón lleve al compromiso revolucionario, que busque acabar con la explotación del hombre por el hombre como lógica consecuencia.
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Ortega decía: "El hombre es él y su
circunstancia". Después de Marx, esto no puede ser ignorado por los cristianos.
Y toda la enseñanza actual de la Iglesia exige atender ciertamente a la
conversión personal, pero simultáneamente a "la circunstancia", que en ciertas
situaciones puede ser determinante de las actitudes interiores.
Pablo VI señala en su Carta al Cardenal Roy, refiriéndose a la insensibilidad
social de los grandes empresarios, fruto de su tren de vida: "Muchos
involucrados en las estructuras y acondicionamientos modernos están determinados
por sus hábitos de pensamiento, sus funciones, cuando no lo están, también, por
la salvaguarda de sus intereses materiales".
Es cierto, sin duda que la cuestión se resolvería por sí misma si cada individuo se convirtiera tan radicalmente como Jesús lo exige. Pero también es cierto que el condicionamiento estructural puede penetrar hasta la interioridad de la persona e imposibilitarla para el cambio profundo. De ahí que hoy resulta inseparable en el cristiano la conversión del corazón y la acción política que busca la conversión de la sociedad.
Los primeros cristianos se tomaron en serio las enseñanzas de Jesús. Por eso vivían en comunidad de bienes (Actos de Apóstoles 4,36-5,4). Y su testimonio hizo explotar la institución madre de la opresión humana: la esclavitud.
Jesús fue condenado a muerte por Pilatos como
rebelde político, como zelota. Su mensaje trascendente resultó incomprensible,
tanto para la mentalidad teocrática y sectaria de los zelotas como para la
mentalidad pagana de los romanos, que se engañaron acerca de las verdaderas
intenciones de Jesús. Su esperanza escatológica, es decir, de la realización
plena del reino fuera del tiempo, llevó a Jesús a una actitud agudamente crítica
frente al poder romano que lo hizo aparecer como zelota. Y los movimientos
populares que suscitó su acción, indudablemente aparecían, ante los ojos de los
romanos, como levantamientos contra el orden establecido.
El Sanhedrín, como lo muestra el evangelista Juan (Juan 11,48), al advertir que
el movimiento popular a favor de Jesús se agranda día a día, toma la decisión de
denunciarlo como rebelde político a los romanos, para que la acusación no
recayera sobre él.
Cullmann demostró en su momento, en Dios y el César que Pilatos no se limita a
ratificar una pena aplicada por los judíos os, sino que es el que eficazmente
juzga a Jesús. En Getsemaní es la cohorte romana -y no los judíos- la que apresa
a Jesús. Es cierto que la responsabilidad moral le cabe al Sumo Sacerdote y al
partido del Sanhedrín (y no al conjunto del pueblo judío), pero la
responsabilidad jurídica corresponde exclusivamente a los romanos.
Es cierto que Jesús es condenado por zelota, por revolucionario, pero esta
acusación de ninguna manera significa que Cristo fuera realmente zelota, sino
que su actitud trascendente, profundamente religiosa, escapaba a toda
posibilidad de comprensión por parte de los paganos.
En los Evangelios se ve con claridad que Jesús elude los movimientos populares
que suscita con su acción, sobre todo cuando el pueblo trata de hacerlo rey
(Juan 6,15) y los zelotas perciben que no quiere adherirse a su partido ni hacer
cansa común con ellos. Jesús se atribuye a sí mismo la profecía de Isaías, que
presenta al Mesías como el siervo de Jahvé, como un varón de dolores, y
considera como la tentación capital de su vida la de erigirse como líder
político. Esto queda sugerido en el episodio misterioso de las tentaciones en el
desierto. A la proposición del demonio de constituirlo en rey señor del mundo,
Jesús contesta: "Apártate, Satán" (Mateo 4,10). Y se resiste a ser llamado
Mesías. Prefiere designarse a sí mismo como Hijo del Hombre. Es realmente
significativo que prefiera este título aun al de Hijo de Dios. Para los
cristianos que miran a Jesús con los ojos de la fe, éste es un índice más de
compromiso definitivo del Dios Hombre con los hombres. Cuando se pretende usar
la violencia para impedir su detención, se opone enérgicamente. Y coherente con
la afirmación de su mensaje trascendente, responde a la pregunta de Pilatos: "Mi
Reino no es de este mundo.
Un
elemento original de su mensaje, tal vez el más profundo, coloca a Jesús por
encima de los antagonismos de su tiempo. El Amor a los enemigos. Es cierto que,
de suyo, el amor al enemigo. no excluye necesariamente el enfrentamiento,
incluso violento, con éste, en situaciones extremas, como se ha dado tantas
veces en la historia, pero Jesús traza las líneas ideales de conducta, válidas
para todos los tiempos y que suponen para el cristiano en situación de lucha o
aun de guerra una permanente tensión de reconciliación.
Cuando El dice que no vino a traer la paz sino la espada, de ningún modo está
recomendando la guerra santa: constata que la decisión que su mensaje exige de
los hombres provoca disensiones entre ellos y puede suscitar la persecución en
sus discípulos. La historia reciente y actual muestra cómo las palabras de
Cristo tienen plena vigencia. Luther King, el apóstol de la no-violencia, es
eliminado violentamente. Es que el mundo no puede soportar el mensaje cristiano
cuando se expresa con su fuerza original. Las palabras de Jesús: "Si a mí me
persiguieron, los perseguirán a ustedes", son para siempre. Pueden dar buena fe
de ellas los laicos, obispos y sacerdotes de América latina, que por su
fidelidad al Evangelio sufren hoy las consecuencias de la violencia
institucionalizada.
La actitud de Jesús en el Evangelio es de una profunda unidad. El quiere afirmar
a fondo la trascendencia de su mensaje, su originalidad en un mundo cerrado en
la inmanencia. Sin embargo, es fundamental tener en cuenta, como lo señala
Cullmann, que su actitud no puede ser traspuesta sin más a nuestros días. Son
muchos los teólogos que afirman hoy. Cullmann entre ellos, que en la perspectiva
de Jesús el fin del mundo era inminente y, por lo tanto, poco importaba cambiar
las estructuras de la sociedad. Es importante entonces, como lo dijimos antes,
no absolutizar al Jesús histórico cuando lo buscamos como norma para orientar
nuestra actitud frente al compromiso político y la revolución. Para los
cristianos, Jesús es el Cristo resucitado que, vivo y lleno de fuerza sigue
conduciendo a su pueblo a través de la Iglesia, de su Magisterio y de la
Historia. El cristiano de hoy, convencido de que estructuras injustas dificultan
la conversión del corazón, no debe olvidar jamás ,la necesidad de la revolución
interior.
En la Unión Soviética se ha realizado una revolución social y económica, qué
duda cabe. Pero la burocracia parasitaria que impide al pueblo una real
participación en el poder político es una realidad indudable. Por más revolución
social que se propugne, y hoy es absolutamente indispensable encararla en los
pueblos del Tercer Mundo, será necesario realizar el proceso interior de la
conversión continua del odio al amor para buscar el poder no para dominar sino
para servir. Un no cristiano genial de nuestro tiempo parece haberlo
comprendido. Cuando Mao realiza la revolución cultural y habla de la necesidad
permanente de revolucionar la revolución está postulando precisamente un cambio
hondo del corazón, como también lo exige Jesús.
Este trabajo de Cullmann es un aporte importante para la reflexión de los
cristianos, que hoy, tal vez con más seriedad que nunca, asumen el compromiso
político y la lucha revolucionaria porque comprende que el Reino de Dios
comienza ya en este mundo. Para no falsear su testimonio será importante "o
tener vergüenza del Evangelio" (Epístola a los romanos, I, 16) que siempre, en
alguna de sus dimensiones, será considerado "locura" por el mundo. Se trata de
usar de las cosas de este mundo, buscando su transfiguración, pero como "si no
se las usara". Esta tensión entre estar en el mundo luchando por la liberación
del hombre en todos los frentes. sin ser del mundo, sin hacer de esta instancia
terrena el destino definitivo, es lo que Cristo exige hoy al cristiano, y éste
es el desafío que debe asumir sin claudicaciones para ser la sal de la tierra,
más allá de su fragilidad e impotencia
¿Por qué lo mataron?
¿Sus opiniones pueden ser causa del asesinato?
Eso seria dejarse llevar por una pista falsa. Como esas pistas que los asesinos
dejan para engañar a los investigadores. Insistimos. Al padre Mugica no lo
mataron por pensar como pensaba sino que buscaron un sacerdote cuya muerte
tuviera la repercusión más espectacular posible. Y eligieron bien. En política
importan más los hechos que las palabras, y a través de su misión sacerdotal en
las villas el padre Mugica se había hecho conocer en medios no politizados,
entre personas que muchas veces podían disentir con las ideas del religioso en
el plano temporal pero no por eso dejaban de respetar su coraje para defenderlas
en la práctica.
LO MATARON PORQUE ERA POPULAR
¿Por quién doblan las campanas? Es la pregunta que se hizo Carlos Floria, uno de los más lúcidos analistas políticos, en el diario "El Cronista Comercial", del lunes. Y respondió: "Tal vez el asesino fuese un mercenario, quizá un alienado ideológico. Quizá haya matado enviado por otros, autores intelectuales del hecho. Tal vez lo haya hecho en nombre de grandes palabras: la patria, el deber, la clase, el partido, la justicia o la libertad. No se sabe. No se sabe si lo sabremos. Pero en todo caso conviene estar en claro acerca de algo que se nos presenta junto a cada tragedia como la presente: que no existen apenas ejemplos en la historia de doctrinas que hayan predicado el empleo sistemático de la violencia, o de mentalidades que la hayan usado de manera también sistemática, de que UNA VEZ ALCANZADO EL PODER, NO HAYAN INSTAURADO UN RÉGIMEN DE TERROR".
¿Hasta cuándo habrá asesinatos impunes?
Es la pregunta que brota cuando se secan las lágrimas y la indignación se hace
reflexión amarga. ¿Por qué nunca se descubren estas muertes? ¿Quién es cómplice
de los criminales? Porque nada logró saberse para condenar ni a los asesinos del
obrero Vallese ni del empresario Sallustro, ni del sindicalista Rucci ni del
general Aramburu, ni del interminable catálogo de muertes que se engrosa todos
los días. Se ha instalado como una costumbre la aplicación de la pena de muerte.
En algún lugar del país una conspiración de desconocidos aplica un concepto muy
particular de su justicia.
AYER RUCCI, HOY MUGICA, ¿MAÑANA?
¿Qué defensa hay contra los asesinos? Ninguna. Por eso matan. Porque es fácil.
Es cuestión de elegir la víctima y apretar el gatillo. De nada sirven la ley ni
las instituciones. Estamos al arbitrio de los encapuchados, los dueños de la
libertad y la muerte. Por momentos es un ping-pong trágico entre activistas de
ultras de un lado y de otro. Pero casi siempre prefieren los del medio. En eso
los extremos se tocan. "Como ya lo hemos afirmado en dos ocasiones anteriores
(30 de setiembre y 23 de enero último), hoy los hechos de violencia, realizados
por individuos o grupos, no pueden, en manera alguna, pretender la menor
justificación política, ni mucho menos moral", explicaron los sacerdotes para el
Tercer Mundo en un documento dado a conocer hace un par de semanas.
LA VIOLENCIA NO TIENE JUSTIFICACIÓN POLÍTICA MORAL.
¿Quién carga las armas?
E| demonio, como previene un refrán popular. El papa Benedicto, que murió al par
de semanas de iniciarse la Primera Guerra Mundial, rechazó indignado a quien le
pidió que dijera su bendición ante un envío de armamentos: "Nunca bendeciré la
guerra". En la Argentina se ha jugado mucho sin tener presente la sabia
advertencia de que "el demonio carga las armas". Y en esta hora del desarme no
faltan quienes se agarren de sus bombas o metralletas como de sus argumentos de
mayor peso. En un debate de ideas las queremos terminar a balazos. Como la vida
del padre Mugica, que no tenía más "ferretería" que el signo de la cruz, del
hombre que al sacrificarse por la humanidad provocó el cambio más trascendente
sin más fuerza que el amor.
LAS ARMAS LAS CARGA EL DEMONIO.
¿Por qué se habla tanto de violencia? Está de moda. Es fácil. No exige pensar.
Estamos en la cómoda. En una actitud nihilista más propia de chicos malcriados y
neuróticos que de adultos comprometidos con la grandeza que debemos al país. La
conversación de todos los días está infectada de términos bélicos, de
disposiciones tácticas o estratégicas, de un lenguaje más propio de militares
que de civiles. Es la sofisticación de la guerra. Que siempre es menos difícil y
ardua que la paz. Preferimos los mártires. Adoramos el luto. Estamos
enceguecidos por el negro.
DECLARAMOS LA GUERRA A LOS QUE HABLAN DE GUERRA.
¿Qué dijo Mugica en los últimos días? El viernes,
a última hora, entregó en la redacción del diario "La Opinión" un artículo para
reafirmar el liderazgo de Perón y explicar la apelación de los sacerdotes del
Tercer Mundo, para que la juventud no se apartara del proceso justicialista. El
padre Mugica pidió que no se postergara la publicación de ese articulo. Estas
palabras fueron el último testimonio periodístico de la posición del sacerdote:
"Con la doctrina de la Iglesia hemos sostenido que la violencia aneja a la
insurrección revolucionaria puede, en algunas circunstancias y bajo precisas
condiciones, ser legitima. Hoy son precisamente las circunstancias las que han
variado fundamentalmente: el pueblo se ha podido expresar libremente, se ha dado
sus legítimas autoridades, que van dando los pasos necesarios para la total
institucionalización del país". "LA JUVENTUD ESTA EN UNA ENCRUCIJADA: OPTAR POR
LA REVOLUCIÓN NACIONAL, QUE SE NUTRE DE NUESTRA ESENCIA CRISTIANA Y POPULAR...,
U OPTAR POR EL SOCIALISMO DOGMÁTICO..."
¿Lo mataron por motivos ideológicos? No. Pero es útil saber cómo opinaba últimamente el sacerdote asesinado. Conviene conocer el pensamiento actualizado de Mugica, un sacerdote que -como siempre lo dijo- acató el pensamiento del Tercer Mundo "en comunión con los obispos". Pero, se insiste, no es un asesinato ideológico. En estos momentos, tanto la víctima como los sectores a quienes se pretenda endosar el asesinato son igualmente destinatarios de una violencia que los trasciende y que está más allá de los intereses mayoritarios y nacionales.
Meditación
en la villa Por Carlos Mugica, 1972 SEÑOR, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ocho años tengan trece; SEÑOR, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por el barro; yo me puedo ir, ellos no; SEÑOR, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no; SEÑOR, perdóname por encender la luz y olvidándome de que ellos no pueden hacerlo; SEÑOR, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace huelga con su hambre; SEÑOR, perdóname por decirles "no solo de pan vive el hombre" y no luchar con todo para que rescaten su pan; SEÑOR, quiero quererlos por ellos y no por mi. Ayúdame. SEÑOR, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos. SEÑOR, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame. |
LAS IDEAS NO SE MATAN.
Y ahora ¿qué?
A trabajar, como siempre. A mantener la cabeza fría mientras las circunstancias
hierven. A no hacer lo que nuestros enemigos nos quieren empujar a realizar.
Este rosario de muertes para provocar tiene que tener un sentido totalmente
inverso al que pretenden. Por encima de nuestros muertos, de cualquier bando,
tenemos que estar unidos para respetar no sólo el mandato de hermandad de todas
las religiones sino el explícito pronunciamiento de las urnas en marzo y
setiembre de 1973.
E| pueblo votó por la paz.
El pueblo está haciendo lo imposible para conservar la paz.
Se necesita mucho coraje para no perder la calma y dejarse llevar por la bronca,
arrasando lo que está delante nuestro. Pero sería un blanco equivocado.
Actuaríamos como proyectiles involuntarios de los asesinos. Destruiríamos lo
nuestro.
Porque es muy fácil hablar de guerra civil, de violencia, de la sangre como
partera de la historia.
Pero nada es más cruel que la guerra entre hermanos.
Mugica lo comprendió. Y después de haber levantado muchas veces la voz para
proclamar la fuerza de sus ideas políticas, sus reflexiones lo mostraron
buscando un camino pacífico para llevarlas a la realidad.
Hubo oportunidades en que Mugica les dio armas a sus propios enemigos, en que
alimentó la intolerancia con su propia precipitación de padre "Carlitos", pero
en última instancia no era más que la violencia de las ideas.
Nunca cruzó el límite. Quiso ser fermento pero no coágulo de sangre helada.
Su polenta juvenil pudo haberle traído adversarios pero nunca enemigos. A veces
predicó con la irritación del Evangelio ante la injusticia, pero no perdió de
vista la trascendencia de su ministerio como palabra de Dios en la Tierra.
En la tribuna de fútbol, donde su simpatía por Racing le hizo perder muchas
veces la calma, cuando terminaba el partido se iba dialogando con los que en el
tablón pudieron tener fanatismo por el otro cuadro. Porque quería contagiar su
pasión. Así en la Tierra como en el Cielo. Por eso fue popular en la cancha, en
la villa, en la capilla Cristo Obrero. Por eso lo mataron.
AMEN.
Fuente: www.magicasruinas.com.ar
En momentos en que el pueblo argentino se prepara a
vivir lleno de gozo el acontecimiento histórico del regreso definitivo del
general Juan Domingo Perón a la Patria es importante advertir la actitud de
numerosos católicos que, insertados en la lucha por la liberación nacional se
unen a esta gran alegría.
Si históricamente hubo algún desentendimiento entre
la Iglesia y el peronismo, desentendimiento que en realidad abarcó solamente a
sectores de ambos lados, éste se debió, más allá de los errores fruto de
actitudes personales, a incomprensión por parte de hombres de la iglesia del
sentido profundamente liberador del movimiento popular. Se debió a que algunos
de nosotros en lugar de analizar la realidad desde el pueblo, desde los pobres
como lo manda Jesús en el evangelio, infectados por una mentalidad elitista lo
veíamos todo desde una óptica oligárquica. Y claro que para la oligarquía el
peronismo era el desastre, la hora de los "negros".
Pero para los hoy mis queridos cabecitas el
peronismo fue, es y será, si continúa fiel a sus esencias y desarrolla su
entraña revolucionaria, el movimiento de redención social más formidable que ha
conocido nuestra Patria.
Cristo nos enseña en el evangelio que el modo no
ilusorio, no engañoso de estar cerca de El, es estar junto a los hombres. Amar a
Cristo es amar a los hombres. Por eso San Juan de la Cruz dice que al atardecer
de la vida seremos juzgados en el amor. Cristo en el evangelio se identifica sin
más con el prójimo, con el otro y por eso hace depender la suerte eterna del
hombre del amor real, concreto y eficaz que haya tenido con su hermano.
"Vengan conmigo benditos de mi padre porque tuve hambre y me dieron de comer,
tuve sed y me dieron de beber, estuve desnudo y me vistieron... Apártense de mí,
malditos, porque tuve hambre y no mecieron de comer tuve sed, no mecieron de
beber, estuve desnudo y no me vistieron" (Mateo 25, 30-46).
Hoy los cristianos hemos comprendido que esta
exigencia del amor no sólo tiene una dimensión personal sino también una
dimensión estructural. Tengo que amar no sólo a nivel de individuos sino a nivel
de pueblos. Y fue a nivel de pueblo que él peronismo a través de su paso por el
gobierno realizó el mandato evangélico del amor real y verdadero a los humildes.
Basten pocos ejemplos: 900.000 viviendas, leyes sociales que levantaron a los
humildes de su situación de explotación inhumana y posibilitaron que el pueblo
trabajador se fuera poniendo de pie. La gigantesca obra social realizada por la
Fundación Eva Perón bajo la sobrehumana conducción de la inolvidable Evita,
etc., etc.
Por
eso es importante que hoy los cristianos, después de lavarnos la cabeza de tanta
influencia laicista y liberal nos integremos en este proceso histórico que se ha
iniciado en la Patria el 25 de mayo, no para traer agua para nuestro molino
pretendiendo servirnos de algún trozo del poder para nuestras obras, sino
haciéndonos pueblo, luchando con austeridad, honestidad y grandeza junto a los
humildes por la liberación nacional. Es decir, asumir el ejemplo de Cristo que
no vino a ser servido sino a servir y dar la vida por sus hermanos.
Ya es inminente la llegada del jefe del movimiento
del pueblo. En esta hora histórica vale la pena recordar a través de sus
palabras, que a veces los católicos hemos olvidado la definición que él nos ha
dejado de la naturaleza del justicialismo en su mensaje al Congreso de 1952:
"A lo largo de este mensaje he analizado las
realizaciones más concretas de mi Gobierno en materia social. Y movido tal vez
por un afán de mostrar resultados evidentes, he insistido demasiado en las
realizaciones materiales. Debo advertir que esto no significa que, en la escala
de valores de nuestra doctrina, los bienes materiales tengan prioridad sobre los
demás valores del hombre y la sociedad. De ser así nos pondríamos a la misma
altura de los sistemas que han creado la caótica situación del mundo en que
vivimos."
"En nuestra doctrina los valores económicos son
solamente medio y no fin de la tarea humana, la cual, para quienes aceptamos y
reconocemos en el hombre valores externos y espirituales, entraña un destino
superior. Los bienes económicos son tan sólo la base material de la felicidad
humana, así como el cuerpo es instrumento de la actividad del alma."
"Nosotros
procuramos la elevación moral de nuestro pueblo virtuoso e idealista y el
desarrollo en su seno de una vigorosa vida espiritual. Sabemos demasiado bien
por la experiencia de los años pasados bajo la explotación capitalista, que todo
eso es muy difícil cuando la vida de la comunidad no se desenvuelve en un
ambiente de cierto bienestar material. Pero sabemos también que el bienestar
material de las naciones ha sido muchas veces en la historia la causa de grandes
desgracias, de fatales decadencias. Porque cuando un pueblo se propone asumir en
la historia un destino superior tiene que poseer profundas reservas
espirituales, si no quiere causar a la humanidad más desgracias que beneficios."
"Creo que el pueblo argentino tiene un destino
extraordinario que realizar en la historia de la humanidad y ésta será mejor o
peor en la medida en que nuestro pueblo sepa cumplir con su deber histórico."
"Pero el éxito dependerá de las fuerzas
espirituales que posee nuestro pueblo al enfrentarse con su propio destino."
"Me permito hacer en este momento un llamamiento
a todos los que, de una y otra manera, tienen sobre sí alguna responsabilidad en
la formación moral y espiritual de nuestro pueblo. Nosotros hemos creado todas
las condiciones materiales necesarias para que un pueblo satisfecho pueda pensar
en las tareas y actividades superiores del espíritu, y las hemos favorecido y
fomentado en todos los grados de su escala."
"Es necesario que cumplan ahora con su deber los
responsables directos de la educación y de la formación moral y espiritual de
nuestro pueblo, pensando que sobre ellos descansa también, el mayor o menor
grado, la felicidad del mundo venidero."
"Semejantes tareas, sin sentido para los que no
ven en todo nada más que el resultado de fuerzas económicas y materiales, tienen
fundamental importancia para nosotros, para quienes seguimos creyendo en los
destinos
La
Iglesia perseguida
[Del libro "Iglesia y Dictadura" de Emilio F. Mignone, capítulo 8]
Instrumentación de la Iglesia
Las fuerzas armadas llevaron adelante una política muy elaborada con respecto a
la Iglesia católica, por la complejidad de los objetivos fijados.
De acuerdo con sus parámetros ideológicos, la dictadura quería destruir los
sectores posconciliares de la Iglesia. Para esta finalidad no escatimó medios,
utilizando el terror, la tortura y el crimen. Al mismo tiempo necesitaba evitar
conflictos con el episcopado y trataba de utilizar a su favor la estructura
eclesiástica.
De esta manera, la Iglesia católica argentina sufrió un verdadero martirologio,
negado por sus máximas autoridades. ¡Curioso caso de una Iglesia que niega a sus
mártires!
Esta estrategia surge no solamente de los hechos sino también de las directivas
secretas de los comandos del ejército y la aeronáutica, remitidas por el
ministerio de Defensa a la causa "Giorgi", que tramitó por el juzgado federal de
San Martín, provincia de Buenos Aires y dadas a conocer por los letrados del
CELS.
"Dichas pautas o normas de acción –dice un documento del comando en jefe de la
fuerza aérea–, han sido analizadas y adoptadas como más convenientes, de acuerdo
con la opinión de los ministerios nacionales y como corolario de gestiones
celebradas con autoridades del más alto nivel de la Iglesia católica. (1)
¿En qué consisten tales indicaciones? Están contenidas en forma circunstanciada
en el anexo 5 (ámbito religioso) de la directiva del estado mayor del ejército
504/77, que lleva la firma del general Roberto E. Viola, agregada al expediente
antes mencionado.
"El ejército –expresa–, accionará selectivamente sobre organizaciones
religiosas... en coordinación con organismos estatales... para prevenir o
neutralizar situaciones conflictivas explotables por la subversión, detectar y
erradicar sus elementos infiltrados y apoyar a las autoridades y organizaciones
que colaboran con las fuerzas legales". "Iniciado el PRN (Proceso de
Reorganización Nacional) –agrega–, si bien no hay una participación activa de la
Iglesia, la misma se manifiesta mediante la comprensión y aceptación de los
principios básicos enunciados, sin dejar e advertir sobre ciertos aspectos y
puntualizar sobre determinados errores que podrían llegar a afectar el apoyo al
mismo".(2)
El
documento continúa: "la existencia de una corriente de sacerdotes progresistas
con algunos de sus integrantes enrolados con el oponente y otras de renovadores,
no puede condicionar el alto concepto del clero argentino ni justifica un
alejamiento de la Iglesia, tan necesario para la consecución de los objetivos
básicos... Las características con que debió encararse la LCS (Lucha contra la
Subversión) produjeron secuelas que, en forma de denuncias diversas, el oponente
condujo hábilmente hacia la Iglesia, para colocarla en el compromiso de cumplir
su misión pastoral de defensa de todos aquellos principios que son esencia de la
doctrina cristiana, enfrentando al gobierno nacional y a las FF.AA. ... Esta
situación se agravó circunstancialmente con algunos hechos fortuitos que
afectaron a miembros del clero, particularmente como consecuencia de la
ejecución de ciertas operaciones, que no fueron acertadas pero sí
justificadas... También en el orden internacional los hechos señalados tuvieron
su repercusión negativa, proyectando al exterior una imagen del país totalmente
distorsionada y produciendo una reacción del Vaticano que en nada favorece al
PRN y a las FF.AA.".(3)
Como procedimiento, la directiva promueve "un acercamiento mediante el diálogo y
la cooperación constructiva con las distintas diócesis de la Iglesia católica en
todos los niveles eclesiásticos, para revertir la situación señalada y lograr la
comprensión y el apoyo del clero... que permita aprovechar la acción persuasiva
que puede llevar a cabo la Iglesia católica... Este diálogo, objetivo
indispensable a ser alcanzado para el cumplimiento de la finalidad impuesta, no
deberá limitarse sólo a nivel de los comandos de zona, subzona o jefatura de
área.(4), con los arzobispos y obispos. Obviamente deberá ser extendido hasta
las jerarquías más subalternas... Paralelamente el estrecho acercamiento que se
pretende en todas las diócesis a fin de obtener un apoyo sin retaceos en la LCS,
permitirá detectar problemas de carácter subversivo en los que están o pueden
estar involucrados miembros del clero... Dichos problemas, por más importantes
que sean, no deberán convertirse en cuestiones irritativas que los transformen
en factores de gran repercusión. Por el contrario, se los manejará con mucho
tacto y serán derivados cuanto antes a los niveles superiores. para lograr las
soluciones adecuadas.. Los capellanes de la Fuerza tendrán en este accionar gran
relevancia como asesores y actores de ese acercamiento".(5).
Ofrece igualmente interés la estrategia diseñada por la fuerza aérea frente a
los problemas planteados por eventuales documentos de la Iglesia o de algunos de
sus sectores. "Estas actitudes públicas de eclesiásticos -dice el documento
antes mencionado, que lleva la firma del brigadier Teodoro G. Waldner-, pueden
ocasionar fisuras, fricciones o una atmósfera negativa a los fines del PRN...
También se han presentado diferendos a raíz de ciertas publicaciones que
reconocen origen en ciertos sectores de la Iglesia católica y que pueden
lesionar el necesario clima de convivencia".(6).
Se enumeran luego las "Capacidades del Enemigo", entendiendo por tal a la
Iglesia. "Por su carácter confesional -continúa- la Iglesia católica
difícilmente pueda desarrollar actividades de oposición frontal, sin embargo,
pueden asignársele las siguientes capacidades... Brindar por medio de documentos
y declaraciones, las bases de crítica a ser utilizadas por las entidades
intermedias en oposición al gobierno nacional... Apoyo, especialmente de los
sectores progresistas, de las campañas desarrolladas por las organizaciones de
solidaridad... Facilitar la acción de grupos de interés para que reuniones y
actos religiosos puedan poseer o revertir connotaciones políticas o sociales
(celebración de San Cayetano).(7)
Los párrafos transcriptos y subrayados no requieren mayores comentarios.
Confirman las tesis desarrolladas a lo largo de este libro acerca de la colusión
de gran parte de la jerarquía eclesiástica con las fuerzas armadas.
Implican también un reconocimiento de crímenes -"consecuencia de operaciones que
no fueron acertadas pero sí justificadas"- como el de los sacerdotes palotinos y
de Chamical, en los cuales las autoridades militares negaron su participación.
Señalan, por último, que la Iglesia fue instrumentada por la dictadura militar
para el logro de sus fines políticos y socioeconómicos. El episcopado se dejó
instrumentar, lo que implica un acuerdo táctico en el cual uno de los aliados se
pone al servicio del otro.
Los autores del documento castrense advierten con claridad que los métodos
represivos colocan a la Iglesia "en el compromiso de cumplir su misión pastoral
de defensa de los principios que son esencia de la doctrina cristiana". Las
directivas tienden 'a impedir que esa obligación se cumpla, evitando un
enfrentamiento. El objetivo se alcanzó plenamente.
La Iglesia perseguida
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A partir de la década de 1970, las
fuerzas armadas pusieron su mira en los sectores progresistas de la Iglesia
católica considerándolos subversivos. En esa época, tienen lugar frecuentes
conflictos particularmente con las diócesis de Neuquén, La Rioja y Goya, cuyos
obispos, Jaime de Nevares, Enrique Angelelli y Alberto Devoto-, eran vistos con
desconfianza.
He relatado en el capítulo primero el diferendo que se suscitó entre de Nevares
y el presidente de facto Lanusse con motivo de una huelga en el Chocón. Al
referirme a la trayectoria de monseñor Angelelli expondré una situación similar.
Hay un alivio en 1973, pero al año siguiente comienza una sangrienta persecución
religiosa, como nunca habla conocido la Iglesia argentina. Hasta el 24 de marzo
de 1976 los crímenes cometidos aparecen signados por el misterio y realizados
por la triple A (Alianza Anticomunista Argentina), cuya creación se atribuye a
José López Rega.
Sin negar las actividades delictivas impulsadas por ese personaje, estoy
convencido que los ataques contra sacerdotes y otros miembros de la Iglesia
fueron concebidos y ejecutados por los servicios de inteligencia de las fuerzas
armadas, que comenzaron a actuar clandestinamente mucho antes del golpe de
estado militar. La llamada triple A no era más que la cobertura de la represión
ilegal desatada por los mandos castrenses, con la colaboración de algunos
civiles que integraban las bandas organizadas por éstos. Lo prueba el hecho que
el 24 de marzo de 1976 la triple A desapareció como por arte de encantamiento.
Los asesinatos se siguieron cometiendo, en su mayoría como secuela de
desapariciones, pero el disfraz ya no era necesario,
Por esa razón mi análisis abarcará el periodo 1974-1983. El saldo del
acosamiento es impresionante y constituye un capitulo dramático de la historia
de la Iglesia del cual no existe conciencia pública por el silencio del
episcopado, que no ha dado a conocer una reseña de lo ocurrido ni el nombre de
sus mártires.(8)
Para realizar el resumen que sigue he confrontado distintas investigaciones; no
siempre concordantes (9). Surge de las mismas que entre 1974 y 1983, fueron
asesinados o desaparecieron definitivamente 16 sacerdotes católicos. Algunas de
las fuentes consultadas incluyen además a José Colombo. Con éste la cifra
ascendería a 17. No los incluyo, sin embargo, porque carezco de datos
confirmatorios.
Son los siguientes:
-Carlos Francisco Mugica, asesinado en Buenos Aires el 11 de mayo de 1974.
-Carlos Dorniak, asesinado en Bahía Blanca el 21 de marzo de 1975.
-Nelio Rougier, detenido en Córdoba en 'setiembre de 1975. Desaparecido.
-Miguel Angel Urusa Nicolau, detenido en Rosario el 10 de enero de 1976.
Desaparecido.
-Francisco Soares, asesinado en Tigre al igual que un hermano inválido a su
cargo, el13 de febrero de 1976.
-Pedro Fourcade, detenido el 8 de marzo de 1976. Desaparecido.
-Pedro Duffau, asesinado en Buenos Aires el 4 de julio de 1976.
-Alfredo Kelly, asesinado en Buenos Aires el 4 de julio de 1976.
-Alfredo Leaden, asesinado en Buenos Aires, 4 de julio de 1976.
-Gabriel Longueville, asesinado en Chamical, La Rioja, el 18 de julio de 1976.
-Carlos de Dios Murias, asesinado en Chamical, La Rioja, el 18 de noviembre de
1976.
-Héctor Federico Baccini, detenido en La Plata el 25 de noviembre de 1976.
Desaparecido.
-Pablo Gazzari, detenido en Buenos Aires el 8 de abril de 1977. Desaparecido.
-Carlos Armando Bustos, detenido en Buenos Aires, el 8 de abril de 1977.
Desaparecido,
-Mauricio Silva lribarnegaray, detenido en Buenos Aires el 14 de junio de 1977.
Desaparecido.
-Jorge Adur, detenido el 7 de enero de 1980. Desaparecido.
A esta lista habría que agregar la del sacerdote salesiano reducido al estado
laical, José Tedeschi, detenido el 2 de febrero de 1976 en una villa de
emergencia denominada Itatí, en la localidad de Bernal. Su cadáver apareció unos
días más tarde con señales de haber sido torturado. En cuanto a Héctor Federico
Baccini, que figura como profesor de música en la lista de la A.P.D.H., tenía en
trámite su reducción al estado laical.
Hay que sumar igualmente a la nómina los obispos Enrique Angel Angelelli, de La
Rioja y Carlos Ponce de León, de San Nicolás de los Arroyos. Ambos fallecieron
en sendos accidentes automovilísticos ocurridos, respectivamente, el 4 de agosto
de 1976 y el de julio de 1977.
Con respecto al primero el juez actuante en la causa -como se verá en las
páginas que siguen-, ha calificado el hecho de homicidio calificado. En cuanto
al segundo existen igualmente fuertes presunciones de que se trata de un
asesinato.
Tenemos en consecuencia un total de 19 ordenados, eliminados físicamente.
En ocasión del asesinato de monseñor Angelelli, ocurrido el 4 de agosto de 1976,
el ministro del Interior Albano Harguindeguy informó que había 10 sacerdotes
presos. Según los datos que he podido recoger serían los siguientes: Francisco
Gutiérrez, Hugo Mathot, Gianfranco Testa, Silvio Liuzzi, Elias Musse, Raúl
Troncoso, Francisco Javier Martín, René Nievas, Joaquín Núñez y Omar Dinelli.
Este último fue liberado el mismo año y se exilió en Francia. Los restantes
sufrieron largos años de prisión.
Fueron detenidos, torturados, liberados y expulsados del país -o prefirieron
exiliarse- los clérigos Néstor García, Patricio Rice, José Czerepack, Orlando
lorio, Santiago Renevot, Rafael lacuzzi, Julio Suan, Bernardo Canal Feijóo, Luis
López Molina, Jaime Weeks y Francisco Jálics, es decir un total de 11. lacuzzi
regresó al país pero ha debido salir nuevamente por un proceso pendiente en la
justicia federal de la capital federal. Rice es secretario ejecutivo de la
Federación de Familiares de Desaparecidos de América Latina, FEDEFAM, con sede
en Caracas, Venezuela; lorio está incardinado en la diócesis de Quilmes y
Jálics, de origen húngaro, ha permanecido con la Compañía de Jesús en Alemania
del Oeste. Weeks, estadounidense, desarrolla su labor pastoral en la República
Dominicana.
"La
opción por el socialismo" En marzo del 2002, Liliana Daunes y Claudia Korol realizaron una entrevista con Miguel Ramondetti, quien fue uno de los pioneros de la Teología de la Liberación, en la Argentina, y fundador del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, MSTM. Miguel Ramondetti falleció a los 80 años el 28 de febrero de 2003. Liliana y Claudia (L y C): "Quisiéramos que nos cuente los orígenes en la Argentina del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo." Miguel Ramondetti (MR): La clave de la cuestión históricamente comienza a fines de la Segunda Guerra Mundial. Varios sacerdotes franceses, algunos alemanes, belgas, les tocó ser sobrevivientes de los campos de concentración nazi. A la vuelta vienen transformados. Fue un brutal contacto con la realidad del mundo del que estaban lejos, por la forma en que vivían su ministerio. De golpe se encuentran en un campo de concentración, como concentrados, no como capellanes de los nazis. A la vuelta, un grupo de gente más inquieta, se plantea su relación con el mundo del trabajo. Ahí surgen sacerdotes obreros, sobre todo en París. Sacerdotes trabajando y que vivían en condiciones obreras reales. Vuelvo al país en el 52 (en el 47 me mandaron a completar estudios a Roma adonde fue ordenado sacerdote ) y me incorporo como cura a una parroquia de Chacarita. Yo me embarqué mucho con la problemática de los sacerdotes obreros. En mi caso era una especie de fidelidad de clase, porque yo había salido de una fábrica para entrar al seminario, entonces sentía que ése era mi camino. Cuando el Concilio estaba por terminar, llegamos al conocimiento de que se había publicado un documento en las márgenes del Concilio. No era un documento conciliar, sino de un grupo de 18 Obispos, la mayoría brasileños, liderados por Helder Cámara. Este documento nos impactó mucho, porque venía a confirmar algo que nosotros empujábamos desde nuestros grupos dentro del clero en la Argentina. Hacen lo que llamamos acá con un término a la moda entonces, la opción por el socialismo. Cuando nosotros leímos ese documento dijimos "es la nuestra". Lo que sosteníamos tímidamente estaba respaldado por la firma de 18 obispos a nivel mundial. Así llegamos a fines del 67, que es cuando comienza esta problemática que va a ser después la organización de los sacerdotes por el Tercer Mundo. L y C: ¿Fue el Obispo Devoto[1] quien le entregó el documento de los 18 Obispos? MR: Sí, él entregó el documento. En el 67, decido irme al interior a ejercer el sacerdocio. Tenía que ir con alguien que me conociera para poder trabajar como obrero y trabajar en un barrio. Yo pensé entonces "Devoto, ¿quién otro va a ser que me aguante de esa manera?" Voy a verlo y durante la conversación él me entrega ese folleto, que era el documento de los 18 Obispos. Entre los Obispos firmantes no había ningún argentino... Yo vengo con el texto del documento a Buenos Aires. Yo venía loco. Nunca me hubiera imaginado. Al primer sacerdote que encontré fue a Rodolfo Ricciardelli. Eufóricos empezamos con el operativo de conseguir adhesiones de sacerdotes argentinos. Mandamos cartas, recibimos respuestas rápidas, positivas, empujadoras, porque nos decían "tenemos que reunirnos". L y C: ¿Cómo se llegó a la idea de constituir un Movimiento? MR: Publicamos el documento y empezamos a preparar una reunión. En mayo del 68 ya estábamos reunidos en Córdoba. Éramos 23, 24 curas, pero representativos de grupos de firmantes. En esa reunión, la resolución más importante fue elaborar una carta a los Obispos latinoamericanos que estaban por reunirse en Medellín, en la Asamblea de Obispos latinoamericanos. Nosotros teníamos una inquietud: el tema de la violencia era "el tema" entre la militancia. Empezaban los movimientos guerrilleros. Estaba en pleno auge la experiencia cubana, la muerte del Che. Se aprobó la redacción de un documento dirigido a los Obispos: insistíamos en que la violencia era preexistente a toda reacción del pueblo frente a su situación. El documento fue firmado por 500 sacerdotes argentinos y más de 400 del resto de América. Bueno, el documento llegó y dio su resultado. En los documentos que emitió la Conferencia de Medellín veíamos muy reflejado nuestro documento. L y C: ¿Cuál fue la actitud de los Obispos argentinos en Medellín? MR: Había una minoría de Obispos más abiertos, entre los que estaba Alberto Devoto, y cinco o seis que hacían punta. Eran minoría. Habría 10, entre 80 o 90. L y C: ¿Cuáles son las características a su entender específicas del Episcopado argentino? MR: Siempre fue el más retrógrado, junto con el colombiano en América Latina. L y C: Ustedes analizaron las causas de esto? MR: Yo creo que tiene que ver con lo que es el pueblo argentino. No hay que olvidarse de nuestra inmigración, estamos más arraigados a la estructura eclesiástica europea. L y C: ¿Cómo continuó el movimiento? MR: Bueno, el grupo inicial se fue depurando. Algunos adherían en el momento de euforia. Pero el núcleo que quedó era relativamente grande -grande por ser curas-: un grupo de 300 personas y teníamos acceso a la opinión pública. El grupo guardaba una diversidad en cuanto a práctica de vida. Había gente que trabajaba en fábrica, otros que estaban en parroquias o en colegios. Otros buscaron esa forma de inserción mucho más directa con la realidad de la pobreza o de la problemática social, y eso era lo que nos hacía vibrar. En el primer encuentro cada uno fue aportar un informe de la situación dentro de cada lugar. Había una gran riqueza, porque veníamos de formas representativas de lo que era el problema social de la época. Todo eso nos daba pie a ilustrarnos a nosotros mismos, a tomar conciencia del país. Hubo campañas desde nuestra vivencia y situación de vida dentro de la misma Iglesia. Aquella campaña de Navidad donde adhirieron varios obispos que no celebraron la misa de Navidad como protesta. Fue unos días después del Cordobazo[2]: nos reunimos con los curas cordobeses que habían participado e inmediatamente publicamos un documento que tenía bastante trascendencia porque los medios lo tomaban. L y C: ¿Qué Obispos apoyaron al Movimiento? MR: Devoto era uno. Angelelli[3] nos apoyaba totalmente. Yo siempre cuento una anécdota: La primera vez que fui a La Rioja para hablar con Angelelli el me dice así: "Mirá, acá hay movimiento de curas del Tercer Mundo, pero yo te tengo que avisar de entrada que el Movimiento de curas del Tercer Mundo en La Rioja es riojano". Me pareció genial, porque nadie pretendía otra cosa, además. No queríamos que fuese porteño. L y C: ¿Toda la gente que estaba con él estuvo vinculada al movimiento? MR: No. Tenía su grupito. No hubo ninguna Diócesis donde los curas del Tercer Mundo fueran mayoría, no pasábamos del diez por ciento. Con De Nevares también estábamos bien. Los curas de Neuquén podían obrar mucho más libremente que los de Rosario donde estaba Tortolo, que era además capellán militar y jugó un papel siniestro durante la dictadura militar. L y C: ¿Qué relación tuvieron con los movimientos sociales y políticos de su tiempo? En cada lugar, en cada situación fue de manera diferente. Las Ligas Agrarias, por ejemplo, surgen del movimiento rural que era oficialmente católico, mas después fue un movimiento reivindicativo, de tipo sindical en el campo. Yo estaba en un barrio marginal de Goya adonde la inmensa mayoría de los habitantes eran tabacaleros. Hubo épocas en que ellos hacían movimiento, paros, manifestaciones, etc y recibían todo nuestro apoyo. L y C: Cuando se forman las organizaciones de movimientos armados, ¿Eso genera diversidad de posicionamientos? MR: Hubo una minoría de compañeros que se integraron en algunas de esas organizaciones. No sé hasta qué punto. Yo nunca averigüé si empuñaron armas o no. A nadie se le ocultó que Rafael Yacuzzi formó parte directa de Montoneros. Había también algunos en el ERP pero dentro de la organización no sé qué niveles tenían. L y C: Aquel tiempo histórico estuvo atravesado por el debate sobre el peronismo. ¿Cómo los afectó? MR: Esa fue una problemática interna seria, que tiene que ver con la desaparición del movimiento. Nosotros habíamos surgido como opción por el socialismo. Cuando se euforiza el país, con la posible vuelta de Perón, esa conmoción repercute directamente en el movimiento. Los que solicitaban un cambio argumentaban que el socialismo para la Argentina de ese momento se llamaba peronismo. Pero el peronismo implicaba muchas cosas. No era lo mismo decir peronismo en la Argentina, que decir socialismo. L y C: ¿Cómo fue el debate interno? MR: Se plantea el Encuentro de Santa Fe. Hubo un debate bastante a fondo de todo eso. No se llegó a consenso, hubo que apelar al voto. En la votación quedamos en minoría los de la negativa al cambio de opción. A partir de ahí todos sentimos que ya no éramos los mismos. Para mí empezó a debilitarse en la práctica. Esto fue en el 71, si no me equivoco. L y C: ¿Cómo vivió usted las posiciones de la jerarquía de la Iglesia durante la dictadura? ¿Cómo fue su situación en la dictadura? MR: Estuve 8 años exiliado, me fui en el 77 y volví en el 85. En Francia estuve dos años y medio, en México donde estuve uno, y en Nicaragua casi cinco. Cuando volví resolví no presentarme a filas, por la sencilla razón de que conocía la historia de la Iglesia argentina con respecto a la dictadura. De 100 obispos calculaba que 3 podrían haberme recibido a mi vuelta: De Nevares que ya tenía la edad de renunciar, 75 años. Hesayne por ahí andaba, y Novak, se enferma y estaba por morirse. Encontré una institución en la cual el 95% está ausente de todo un proceso de masacre en el país, de genocidio, sólo un 5% se las juega y un porcentaje de ese 95% no sólo está ausente sino que está perversamente presente; yo no encuentro racionalidad para integrarme a esta institución. Si quieren sintetizarlo en una sola palabra, yo diría que la actitud de la jerarquía fue una gran traición. L y C: ¿Cómo vivió el asesinato de Angelelli? Sobre todo en los sectores de la cúpula de la iglesia, creo que ahí también, ¡hay una enorme traición! Yo creo que a Angelelli lo mata la dictadura, pero hay una connivencia, una especie de traición a él de parte del Episcopado, que no lo acompañó, eso todo el mundo lo reconoce. Lo dejaron solo. Él dijo en una oportunidad eso mismo: "me han dejado solo". Eso para mí es lamentable. L y C: ¿Cómo está viviendo hoy esta nueva realidad, en que hay otros niveles de participación de la gente, tanto en las provincias como en Capital, con gente totalmente movilizada? MR: Lo más intensamente posible. Yo creo lo que sucedió el 19 y 20 de diciembre de 2002, es un fenómeno importantísimo a tener en cuenta. No está bien enfocado por muchos, en el sentido de que no es un fenómeno para enfervorizarse, sino un fenómeno para analizar, para profundizar. Lo importante es qué deja al desaparecer. Yo pongo el ejemplo de las aguas del Nilo que inundan el valle, lo fertilizan y después se van. Es una obligación del militante ir viendo cómo reflexionamos el hecho y qué disposiciones vamos tomando para sembrar en ese limo que va a quedar después. Creo que una de las cosas a desear y a impulsar, es que estos sectores que se empiezan a movilizar, logren una cierta cohesión. [1] Obispo Alberto Devoto, fue uno de los Obispos que desde Goya impulsó las transformaciones de la Iglesia, promoviendo la opción por los pobres. Estuvo ligado al MSTM y tuvo una valiente actitud de denuncia de la dictadura. [2] El Cordobazo fue una jornada de rebelión popular contra la dictadura militar, producida en mayo de 1969 en la provincia de Cordoba. [3] El Obispo de La Rioja, Enrique Angelelli fue asesinado durante la dictadura el 4 de agosto de 1976. Se intentó presentar su asesinato como accidente automovilístico. [4] El padre Carlos Mugica, cura villero, fue asesinado en 1975 por la Triple Alianza. Fuente: www.adital.org |
Entre los que sufrieron algún
período de detención -generalmente con tortura-, he recogido una lista de 22, a
saber: Marciano Alba, Aníbal Coerezza, Pace Dalteroch, Jorge Galli, Gervasio
Mecca, Luis Quiroga, Angel Zaragoza, Raúl Acosta, Roberto Croce, Juan Dieuzeide,
Esteban Inestal, Diego Orlandini, Eduardo Ruiz, Joaquín Muñoz, Juan Testa, Pablo
Becker, Roberto D'Amico, Juan Filipuzzi, Antonio Mateos, Agueda Pucheta, Víctor
Pugnata y Jorge Torres.
La nómina precedente involucra a 62 sacerdotes directamente afectados sin
incluir a aquellos que, por precaución, abandonaron el país definitivamente o
por un tiempo cambiaron de diócesis. Recuerdo entre estos últimos al presbítero
y sociólogo Duilio Biancucci, radicado en Alemania Occidental, que fuera
profesor de la Universidad Nacional de Luján. No seria exagerado fijar el número
total en un centenar.
Otro sector eclesial que sumó duros golpes fue el de los seminaristas. Entre los
asesinados y desaparecidos en forma definitiva cabe mencionar a Salvador
Barbeito y Emilio Barletti, de la comunidad palotina, muertos el 4 de julio de
1976; Marcos Cirio, novicio de la Fraternidad del Evangelio, detenido y
desaparecido el 17 de noviembre de 1976; Carlos A. Di Pietro y Raúl E.
Rodríguez, asuncionistas, detenidos y desaparecidos el 4 de junio de 1976; y
Juan Ignacio Isla-Casares de la parroquia Nuestra Señora de la Unidad de Olivos,
provincia de Buenos Aires, detenido y desaparecido el 3 de junio de 1976. Con el
P. Weeks, de la Comunidad de La Salette, fueron detenidos y torturados en
Córdoba, el 3 de agosto de 1976, los seminaristas Alejandro Dauza, Alfredo
Velarde, Daniel García, José Luis de Stéfano y Humberto Pantoja. Permanecieron
largo tiempo en prisión (11 en total).
Entre los religiosos, el caso más conocido es el de las hermanas francesas de
las Misiones Extranjeras, Alice Domon y Léonie Duquel, detenidas,
respectivamente, el 8 y 10 de diciembre de 1977, la primera en la iglesia de
Santa Cruz y la segunda en su domicilio. Nada se ha sabido oficialmente de
ambas, pero numerosos testimonios acreditan que permanecieron en la escuela de
mecánica de la Armada, donde fueron torturadas y posteriormente asesinadas.
Pueden agregarse los Hermanos Julio San Cristóbal, de la congregación de las
Escuelas Cristianas de La Salte, detenido y desaparecido el 5 de febrero de 1976
y Henri del Solan Betumali, de la Fraternidad del Evangelio, que estuvo preso
desde 1976 a 1978 y fue luego deportado a Francia, (4 en total)
Cristianos comprometidos
El número de cristianos -católicos y protestantes-, comprometidos en actividades
apostólicas que fueron víctimas del terrorismo de Estado, es difícil de estimar.
Involucra, sin duda, una cantidad importante de los miles de asesinados,
detenidos-desaparecidos, presos y exiliados que produjeron las fuerzas armadas
entre 1974 y 1983. Prefiero no arriesgar cifras y limitarme a reseñar algunos
casos significativos.
El 9 de mayo de 1975 fue secuestrada en Mar del Plata por un grupo de hombres
fuertemente armados, la decana de la facultad de Humanidades de la Universidad
Católica de esa ciudad, Maria del Carmen Maggi. El 23 de marzo de 1976, un día
antes del golpe de estado, apareció su cadáver en la playa, cerca de la laguna
de Mar Chiquita. Permaneció desaparecida diez meses. La licenciada Maggi estaba
vinculada con el entonces obispo de la diócesis monseñor Pironio, hoy cardenal
en la curia romana. Se sindicó como responsables a los miembros del CNU
(Concentración Nacional Universitaria), muy activos en la zona atlántica y
ligado a la marina de guerra y al ejército.
En el mes de noviembre de 1975 efectivos del ejército, dependientes del
comandante de la VI brigada de infantería de montaña de Neuquén (subzona
represiva 52), general de brigada Juan Antonio Buasso, allanaron la
escuela-hogar "Mamá Margarita" de Junín de los Andes. Detuvieron a dos maestras
y a una celadora (a quienes intentaron vejar) y al P. Antonio Mateos. El
episodio dio lugar a un duro entredicho público entre el obispo de la diócesis
Jaime de Nevares y el general Buasso, quien defendió el procedimiento.
En diciembre de 1975 fueron secuestrados Daniel Bombara, militante de la
Juventud Universitaria Católica (JUC) de Bahía Blanca y José Serapio Palacios,
dirigente de la Juventud Obrera Católica (JOC), de El Palomar, provincia de
Buenos Aires. El primero apareció asesinado poco después con señales de
tormentos y el segundo permanece desaparecido.
En la madrugada del 14 de mayo de 1976 fueron detenidos en sus respectivos
domicilios Beatriz Carbonell de Pérez Weiss y su esposo Horacio Pérez Weiss;
María Marta Vásquez Ocampo de Lugones y su esposo César Amadeo Lugones; Mónica
Maria Candelaria Mignone y Maria Esther Lorusso Lammle. A primera hora de la
tarde ocurrió lo mismo con Mónica Quinteiro, ex-religiosa de las hermanas de la
Misericordia, Nada se ha sabido de ellos. Este grupo de jóvenes desarrollaba
Una activa labor de promoción humana, social, religiosa y política en la villa
de emergencia del Bajo Flores y había misionado en la Patagonia.
Estaban vinculados con la parroquia Santa Maria Madre del Pueblo. Por el
interrogatorio sufrido por el P. Orlando lorio -que vivía 'en el mismo barrio-,
y otros indicios, se sabe que fueron trasladados a la escuela de mecánica de la
Armada, donde sin duda fueron torturados y asesinados.
Un núcleo prácticamente diezmado fue el que se reunía alrededor de la parroquia
de Nuestra Señora de la Unidad de Olivos y colaboraba con el barrio La
Manuelita. Algunos de ellos estaban vinculados con la Fraternidad del Evangelio
y otros con la JIC (Juventud Independiente Cristiana). Lo integraban, entre
otros, María Fernanda Noguer, José Villar, Alejandro Sackinan, Esteban Garat,
Valeria Dixon de Garat y Roberto van Gelderen. La mayoría fueron detenidos y
desaparecieron en el mes de junio de 1976.
En los últimos meses de 1976 "desaparecieron" los militantes cristianos Ignacio
Beltrán, de Buenos Aires; Alberto Rivera, Horacio Russin, Néstor Junquera y
María Eugenia González, de Bahía Blanca; Luis Oscar Gervan, de Tucumán; y Luis
Congett, dirigente de Caritas de San Justo, provincia de Buenos Aires.
A lo largo de 1977 corrieron la misma suerte el ciudadano paraguayo y miembro de
la JOC de Lomas de Zamora Antero Darío Esquivel; Eduardo Luis Ricci, dirigente
de la JEC (Juventud Estudiantil Católica) de La Plata; Leonor Rosario Landaburu
de Catnich y su esposo Juan Carlos Catnich, militantes cristianos de la capital
federal; Susana Carmen Moras, presidente de la rama juvenil de la Acción
Católica y Susana Antonia Marco, miembro de Cristianos para la Liberación, ambas
pertenecientes a la parroquia Nuestra Señora del Carmen de Villa Urquiza, Buenos
Aires; Roque Agustín Alvarez, de un grupo católico de Avellaneda; Armando
Corsiglia, dirigente de la JUC de Florencio Varela; Cecilia Juana Minervine, de
Cristianos para la Liberación de la Capital Federal; y el matrimonio Laura
Adhelma Godoy - Oscar de Angeli, de la Universidad Católica de Mar del Plata.
La sangrienta persecución no decayó en 1978. En enero de ese año los represores
se ensañaron con los matrimonios Gertrudis Hlaszick -José Poblete y Mónica Brull
- Juan Guillén y con Gilberto Rengel Ponce. Cuatro de ellos eran lisiados y
participaban en organizaciones cristianas que los reunían. Todos fueron
salvajemente torturados. También fue secuestrado el militante cristiano Adolfo
Fontanella, hasta hoy desaparecido.
Las iglesias evangélicas, comúnmente llamadas protestantes, fueron igualmente
víctimas de terrorismo de Estado. El caso más resonante es el de Mauricio López,
con quien me unía una cálida amistad. Notable teólogo y filósofo, actuó durante
muchos años en el Consejo Mundial de Iglesias, con sede en Ginebra. Vuelto a la
patria -era mendocino-, fue designado en 1973 rector de la Universidad Nacional
de San Luis cargo que ocupó hasta el 24 de marzo de 19.76. El 10 de enero de
1977 fue detenido en Mendoza y pese a las intensas gestiones realizadas tanto
dentro como, fuera del país, nunca hubo noticia oficial acerca de su suerte.
Informaciones confidenciales indican que fue asesinado en marzo del mismo año.
Las hijas de dos pastores protestantes, uno alemán y otro estadounidense fueron
igualmente víctimas de la represión. La primera Elizabeth Käsemann , fue
detenida, torturada, y asesinada en 1977. La segunda, Patricia Anna Erb, sufrió
un secuestro el 13 de setiembre de 1976.
El 4 de abril de 1976 fueron detenidos Víctor Pablo Boinchenko y Lilian Jane
Coleman de Boinchenko, miembros activos de la Iglesia Evangélica de Cosquín,
Córdoba. Se tiene la certeza que fueron llevados al campo clandestino de La
Perla y eliminados. El 4 de mayo "desapareció" en Buenos Aires un feligrés de la
Iglesia Metodista Oscar Alajarin, integrante del Movimiento Ecuménico por los
Derechos Humanos (MEDH).
Existen testimonios impresionantes sobre las humillaciones sufridas por los
cristianos comprometidos en los centros clandestinos de detención. Estos
episodios ponen de manifiesto el odio al mensaje evangélico y la deformación
religiosa de sus captores.
Transcribo a continuación algunos relatos: "Para Navidad de 1977 ocurrió algo
inaudito. Alrededor de 15 prisioneros fuimos llevados a una misa oficiada en el
casino de oficiales de la ESMA. Todos estábamos engrillados, esposados con las
manos detrás de la espalda y encapuchados. Entre tanto se oían gritos de los que
eran torturados y el ruido de las cadenas arrastradas de los que eran llevados
al baño en la sección 'Capucha'.(10).
"En una fecha próxima al 24 de diciembre de 1976 se hizo presente (en la ESMA),
el almirante Massera, junto con el contraalmirante Chamorro, el capitán Acosta,
y algunos miembros del grupo tres de tareas. En esa oportunidad, exhibiendo un
cinismo sin limites, ante una treintena de prisioneros con sus piernas sujetas
con grilletes, nos deseó una feliz Navidad".(11).
"Luego sufrí dos simulacros de muerte: uno por fusilamiento y otro por
envenenamiento. Previamente a esos simulacros me preguntaron si quería rezar y
me ofrecieron un rosario. Por el tacto (conservaba los ojos vendados) pude
reconocer que el objeto que me hablan dado no era un rosario sino la cruz que mi
hija llevaba siempre al cuello (un objeto muy característico de tipo artesanal).
Entendí que se trataba de un modo sádico de anunciarme que mi hija se encontraba
también allí. Yo rezaba y lloraba. Entonces me respondían con obscenidades,
amenazas y gritos. Decían: 'Callate, esto te pasa por andar con ese barbudo, con
ese puto (se referían a Jesucristo). Por eso estás así ahora".(12).
"Nos llevaron a la comisaría 36 de la policía federal de Villa Soldati. Cuando
gritaba ellos silbaban, hacían ruido para tapar los gritos. Después me llevaron
a un calabozo y al rato vinieron otros a decirme que 'iba a ver a los
militares', que iba a ver que los romanos no sabían nada cuando perseguían a los
primeros cristianos en comparación con los militares argentinos".(13)
Memoria y juicio
La reseña precedente es, sin duda, incompleta y sólo proporciona una idea
aproximada de la magnitud y las características del ataque sufrido por el sector
progresista de la Iglesia argentina. Es de esperar que surjan iniciativas
dirigidas a una investigación' minuciosa de lo ocurrido 'y a la rememoración de
los mártires.
En casi cinco siglos. la Iglesia rioplatense no había sufrido una persecución
sangrienta como la relatada. Los conflictos anteriores del Estado con la Iglesia
fueron de distinta naturaleza. La expulsión de los jesuitas por Carlos III en
1767 sólo significó el destierro de los miembros de la Compañía de Jesús y la
apropiación de sus propiedades. La reforma religiosa de Rivadavia en 1822, se
limitó a la supresión de conventos y a la confiscación de bienes. Los choques
con Rosas no trajeron mayores consecuencias. Los sucesos de la década de 1880,
durante la presidencia de Roca, tuvieron como episodio culminante la partida
obligada del nuncio Luis Matera y la ruptura de relaciones con la Santa Sede.
Vale la pena detenerse en el antagonismo de Perón con la Iglesia en los años
1954/55. Además de medidas legislativas y administrativas. los hechos más
salientes fueron la expatriación del obispo auxiliar de Buenos Aires Manuel Tato
y del canónigo Manuel Novoa y los incendios y destrozos provocados en la noche
del 16 de junio de 1955 en la curia metropolitana y los templos de San
Francisco, Santo Domingo. San Ignacio de Loyola, la Piedad, San Miguel Arcángel,
el Socorro, San Nicolás de Bari, las Victorias y San Juan Bautista. La muerte
del sacerdote redentorista Jacobo Wagner, único episodio de este tipo, se debió
a las lesiones que sufrió al tratar de salir por los techos de la casa
parroquial. No existen indicios que haya sido golpeado, como lo afirma Juan
Carlos Zuretti (14).
No pretendo justificar esos actos de barbarie. Fui testigo presencial desde las
arcadas del Cabildo, del comienzo de la quema del edificio de la curia y me
consta que actuaban pequeñas bandas con elementos incendiarios, ante la
pasividad de la policía y el ejército. Es decir; no se trató de una reacción
espontánea del pueblo, que había sido afectado ese mediodía por el sangriento y
brutal bombardeo de la plaza de Mayo por los aviones de la Marina de Guerra, que
causó centenares de muertos y heridos.
Estos hechos dieron lugar a una dura reacción de la Iglesia. A fines de julio el
Episcopado argentino lanzó una pastoral colectiva -"Nuestra contribución a la
paz de la Patria"-, denunciando la existencia de una persecución religiosa. El
16 de, junio de 1955 la secretaria de Estado del Vaticano dio a conocer un
decreto de excomunión contra los responsables de la deportación del obispo Tato.
En 1976 los agravios no consistieron en ataques verbales, confiscación de
bienes, expulsión de dignatarios y sacerdotes, destrucción de templos de piedra
y ladrillo, que se reconstituyen fácilmente. Las víctimas fueron hombres,
templos vivos del Espíritu Santo, creados a imagen y semejanza de Dios. Cayeron
dos obispos, más de un centenar de sacerdotes, religiosos y seminaristas;
millares de cristianos comprometidos. Pero no hubo pastoral colectiva del
Episcopado condenatoria de la persecución ni excomunión de los responsables.
¡Curioso
espectáculo el de este Episcopado que compartía favores con un régimen que
aterrorizaba y masacraba a sus sacerdotes y a sus fieles!
Se dirá -y es cierto- que la persecución sólo alcanzaba a un sector de la
Iglesia. Pero esto no excusa a los pastores, que están obligados a defender a
todas las ovejas de su grey.
Podrá argüirse que las víctimas estaban sindicadas por el gobierno militar como
integrantes de la subversión. Pero ello no excusa los métodos utilizados. El
episcopado debió haber exigido un juicio imparcial, sin admitir jamás el
asesinato, la desaparición, la tortura, la prisión sin proceso. Como digo en
otra parte de este libro, a veces se tiene la impresión que algunos prelados
veían con satisfacción la eliminación de estos elementos molestos e incluso
daban su visto bueno para que ello tuviera lugar. En una carta de Zaspe a
Angelelli, agregada a un expediente judicial, el primero explica que en la
reunión de la comisión ejecutiva de la CEA con la junta militar, en mayo de
1976, monseñor Tortolo solicitó que se avisase al obispo cuando se iba a detener
a un sacerdote. Como se advierte, no requería el juzgamiento y admitía la
prisión sin debido proceso. Sin embargo este mínimo requisito tampoco se
cumplió.
Persecuciones y crímenes utilizando el poder del Estado son comunes en la
historia de la humanidad. Hitler y Stalin eliminaron a miles de personas. Pero
ninguno de ellos se atribuyó la condición de cristiano ni pretendió actuar en
defensa de la Iglesia y de la civilización cristiana. Recuerdo que monseñor
Daniel Pezeril, obispo auxiliar de París, nos señalaba en una oportunidad a mi
esposa y a mi la gravedad de esta circunstancia. "Lo que me desvela -nos decía-
es que la junta militar argentina mate en nombre de Dios y el episcopado no
señale este escándalo". En esos días Pezeril había publicado una dura crítica al
régimen militar en el diario Le Monde, que provocó un intercambio público de
cartas con el embajador Tomás de Anchorena.
Monseñor Angelelli y la Iglesia de La Rioja
Dentro de este contexto interesa de manera especial analizar la persecución a la
Iglesia riojana, que culmina con los asesinatos del dirigente cristiano
Wenceslao Pedernera, los presbíteros Murias y Longueville y el obispo Angelelli
en julio y agosto de 1976.
La Iglesia de La Rioja comenzó a distinguirse de las otras diócesis argentinas a
partir de la llegada del obispo Enrique Angel Angelelli. Era éste un sacerdote
cordobés nacido el 17 de julio de 1923. Realizó estudios en el Colegio Pío
Latinoamericano de Roma y fue ordenado en 1949. En Córdoba actuó como asesor de
la juventud obrera católica (JOC) y de la juventud universitaria católica (JUC)
y en 1960 fue designado obispo auxiliar. El 11 de julio de 1968 el papa Paulo VI
lo nombró titular del obispado de La Rioja.
Desde su primer mensaje indicó claramente cuál sería su línea pastoral. "Tengo
-decía- un oído en el Evangelio y otro en el pueblo". Se identificó con las
tradiciones riojanas, con los humildes y desposeídos. Introdujo una clara
orientación posconciliar. Pronto se transformó en una figura carismática que
revitalizó la diócesis. Alrededor suyo se formó un vigoroso movimiento de
sacerdotes -algunos de ellos venidos de otros lugares-, religiosos y laicos.
Recorría incesantemente la provincia. Alternaba con las comunidades. Hablaba por
radio.
Angelelli no se limitó a denunciar las difíciles condiciones de vida de los
pobladores riojanos y la explotación de que eran objeto, particularmente los
obreros rurales. Pasó a la acción. Propició la organización de cooperativas
agrarias -la más conocida CODETRAL- y la división de los latifundios, como el
Azzalini. En cuanto afectó los intereses comenzó una tenaz campaña destinada a
alejarlo de La Rioja. Constituía un peligro para los poderosos. Se provocaron
incidentes en las fiestas patronales de Anillaco; organizaciones
seudorreligiosas como la Cruzada de la Fe publicaban solicitadas en su contra;
llovían denuncias en la conferencia Episcopal, en la Santa Sede, en el gobierno
militar de Onganía -Levingston- Lanusse. Paulo VI envió en 1973 a monseñor
Vicente Zaspe como representante personal a fin de confirmar su línea pastoral.
El diario El Sol, propiedad de Tomás Alvarez Saavedra, lo calumniaba
diariamente. Otro periódico, El Independiente, lo defendía. Era calificado de
comunista, tercermundista, guerrillero.
¿Un
templo para Mugica? Por Miguel Ramondetti* En ocasión de la presentación del libro Hasta los oídos de Dios - Historia de Sacerdotes para el Tercer Mundo", de Gabriel Seisdedos, el pasado 9 de setiembre, se anunció el traslado de los restos de Carlos Mugica del cementerio de la Recoleta a la Villa de Retiro. En la ocasión se pronunció, incluso, la palabra "santuario". Confieso que mi espontánea reacción interior fue de instintivo rechazo. Con el transcurso de las horas, el rechazo instintivo se fue transformando en una reflexión serena que siento la necesidad de compartir. Independientemente del propósito de sus actuales promotores, a quienes, estoy seguro, anima la mejor de las intenciones, creo que esta iniciativa se transformará, de hecho, en una manipulación que, con el tiempo se instalará en una ya larguísima historia del cristianismo y de la Iglesia Católica en particular. Se trata del persistente intento de todo sistema opresor de "domesticar" a los rebeldes, de convertir a los "profetas" (espíritus libres, luchadores incondicionales, denunciadores valientes de la opresión y la injusticia) en mansos y sumisos "sacerdotes" (hombres instalados en las estructuras de opresión, esclavos de la "protección" que ellas les brindan, justificadores de sus abusos, atropellos, privilegios y discriminaciones). Es imposible no recordar aquí el paradigma de esta gigantesca manipulación del auténtico mensaje cristiano: el emperador romano, Constantino I, en el siglo IV de nuestra era. Fue él quien, pretextando una dudosa "conversión" religiosa, trasladó a los cristianos, molestos cuestionadores del poder imperial, desde las catacumbas a las catedrales de Roma. En 16 siglos, la Iglesia Católica no ha logrado –a pesar de múltiples y meritorios esfuerzos personales– recuperar su misión profética, legado esencial del mensaje cristiano. Su instalación en las estructuras de una sociedad opresora le impide a la Iglesia proclamar, sin limitaciones, la denuncia profética de las injusticias estructurales que se perpetúan en el tiempo. Los mecanismos de esta manipulación domesticadora son lo suficientemente sutiles como para engañar las mejores "buenas voluntades", que prestan inconscientemente su colaboración para implementar iniciativas como el traslado a la villa de Retiro de los restos de Carlos Mugica. Se supone que el objetivo de su accionar en vida jamás fue que los villeros lo "veneraran". Quienes lo conocimos sabemos que el principal objetivo de ese accionar fue contribuir a la toma de conciencia de la injusticia que estaba en el origen de la situación de opresión y de las condiciones infames de vida en eso que hemos llamado las "villas miseria", para que sus habitantes llegaran a transformarse en protagonistas de su propia liberación. Ese y no otro fue el objetivo del accionar del P. Mugica, causa, en definitiva, de su asesinato, que tuvo por autores lo peor que es capaz de producir el sistema que él denunciaba. Por todo esto opino que no es un templo donde el pueblo pueda venerar sus restos lo que la historia del padre Mugica reclama hoy de nosotros, sino que nos asumamos como herederos insobornables de su mensaje liberador y profético. * Ex secretario general del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Fuente: http://guardianesdemugica.blogspot.com |
La Iglesia de La Rioja -comunitaria,
activa, profética-, cayó bajo la mira de las fuerzas armadas aliadas naturales
de los terratenientes. En 1976 la situación se puso asfixiante. Los comandos del
batallón de ingeniería de construcciones de La Rioja (área represiva 314) Y de
CELPA, base de la fuerza aérea de Chamical y sus respectivos servicios de
inteligencia, se lanzaron a actuar, sin esperar el golpe de Estado del 24 de
marzo.
El 1° de enero de 1976, al concluir las fiestas diocesanas, Angelelli advirtió
al pueblo sobre la situación. "Pongo a la diócesis -dice- en estado de oración".
Monseñor Bonamín predica en la base aérea afirmando que "el pueblo argentino
había cometido pecados que sólo se podían redimir con sangre". Esto da lugar a
un entredicho con Angelelli quien, en una carta privada a monseñor Zaspe, le
dice: "la actuación de Bonamín en Chamical fue descabelladamente desacertadal".
El 12 de febrero por orden del ejército son detenidos en Mendoza el vicario
general de la diócesis de La Rioja Esteban Inestal y dos jóvenes del movimiento
rural diocesano, Carlos Di Marco y Rafael Sifré. Las preguntas giran alrededor
de las actividades del obispado. Los oficiales que los interrogan les dicen:
"Juan XXIII y Paulo VI trajeron la ruina de la Iglesia. Destruyeron la Iglesia
de Pío XII. Los documentos de Medellín son comunistas y no fueron aprobados por
el papa. La Iglesia de La Rioja está separada de la Iglesia argentina".(15)
El 20 de febrero Angelelli convoca al presbiterio para una reflexión sacerdotal
y pastoral y afirma: "El contexto político argentino nos obliga a discernir
evangélicamente nuestra misión pastoral futura". El 25 de febrero escribe a la
conferencia episcopal argentina estas palabras definitorias y proféticas:
"Entiendo que el asunto va más allá de La Rioja, nos incumbe a todos. Solicito a
mis hermanos obispos, porque urge una evaluación más profunda. Necesitamos
urgentemente clarificar la misión que nos corresponde a las diócesis y a la
vicaria castrense. Es hora que abramos los ojos y no dejemos que generales del
ejército usurpen la misión de velar por la Fe católica. No es casualidad el
querer contraponer la Iglesia de Pío XII a la de Juan y Pablo. Hoy cae un
vicario general; mañana (muy próximo) caerá un obispo. Por ahí se me cruza por
la cabeza el pensamiento que el Señor anda necesitando la cárcel o la vida de
algún obispo para despertar y vivir más profundamente nuestra colegialidad
episcopal. Son una gracia de Dios para una diócesis estas pruebas ayudan mucho a
unir y profundizar el presbiterio y el resto de la comunidad diocesana. Este
cuestionamiento que se me hace me replantea, para bien de la Iglesia y de la
paz, la opción que ustedes bien conocen: mi renuncia".
En el mes de marzo, el día de la inauguración del curso lectivo, el jefe de la
base aérea de Chamical, vicecomodoro Lázaro Aguirre, interrumpió la homilía del
obispo Angelelli durante la misa en la capilla de la unidad. Sostuvo que éste
hacía política al señalar la responsabilidad social de los cristianos. Como
consecuencia del hecho, el 19 de ese mes Angelelli dispuso "suspender la
celebración de los oficios divinos en la capilla que está en jurisdicción de esa
base aérea".
La situación se iba haciendo crítica. El 20 de marzo fue trasladado detenido a
La Rioja el sacerdote español Francisco Gutiérrez García, acusado de estar en
conexión con el obispo de La Rioja. El 24, en coincidencia con el golpe de
Estado, el personal de la base aérea de Chamical que se había hecho cargo de la
comisaría de Malanzán, detuvo durante cuatro días para interrogarlo al párroco
Aguado Pucheta. En Olta fue apresado el párroco Eduardo Ruiz junto con el
hermano Pedro. Su prisión durará seis meses. La hermana Marisa, de la comunidad
que trabaja en la parroquia, fue demorada por el alférez Peseta en Chamical,
quien le formuló preguntas en tomo a su relación con Angelelli.
El 28 de marzo el jefe de la base aérea de Chamical vicecomodoro Lázaro Aguirre,
advirtió al párroco Gabriel Longueville que permaneciera quieto en su casa y
llamó para "conversar" a los sacerdotes Francisco Canobel y Carlos de Dios
Murias. El interrogatorio duró cinco horas en presencia del vicecomodoro Luis
Estrella, subjefe del CELPA y ministro de Hacienda y del alférez Peseta.
Nuevamente fue demorado el P. Pucheta. El 2 de abril el ejército requisa y
clausura la casa parroquial de Olta, mientras su párroco, el P. Ruiz, permanece
preso.
El 18 de abril las autoridades militares publican en los diarios una carta del
P. Ruiz al obispo Angelelli, donde le dice: "está equivocado, no siga". Al salir
de la cárcel Ruiz explica que su intención fue que se la entendiera en esa
forma. Por precaución Angelelli avisa a las autoridades sobre la realización de
ejercicios espirituales para los sacerdotes de la diócesis en Sañogasta. Al
concluir el encuentro, el presbiterio da a publicidad un mensaje pascual donde
expresa: "nos pareció importante recordar una vez más lo que venimos anunciando
desde hace tantos años: la obra de la evangelización no puede olvidar las graves
cuestiones que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz
del mundo. Igualmente todo lo que la Iglesia enseña acerca de la dignidad de la
persona humana y el respeto profundo que nos exige como imagen viva de Dios".
El 26 de abril los sacerdotes de La Rioja escriben a monseñor Zaspe: "Nuestra
situación se toma cada vez más asfixiante y difícil; nuestro ministerio es
vigilado y tergiversado; nuestra actividad pastoral es tildada de marxista y
subversiva. No es el pueblo riojano quien procede de esa manera, sino el grupo
de siempre, los que ayer se lanzaron a una campaña de calumnias y hoy ante el
cambio de gobierno se presentan ofreciendo listas. Como consecuencia se producen
allanamientos y detenciones. Presentan a La Rioja como aguantadero de la
guerrilla y a Angelelli como cabecilla principal. Este es uno de los temas
principales de los interrogatorios. Existe una confabulación a fin de lograr su
objetivo: separar al pueblo de su Iglesia". A esta misiva, Angelelli le añade
por su cuenta: "Ciertamente no puedo dejar de recoger la angustia de mis curas,
religiosos y laicos. Te diría más: en esta Rioja desprovista de fuentes de
trabajo, la alarmante cesantía de gente está creando un panorama muy doloroso.
Para colmo aún no se ha clarificado la existencia de dos gobiernos paralelos:
uno, ejército, que se hizo cargo el 24 de marzo y el otro, aeronáutico, nombrado
por el gobierno central. La caza de brujas anda en toda su euforia. Esta vez no
se podrá decir que no informamos (a la Conferencia Episcopal). Por cierto que no
somos los únicos, pero es hora que la Iglesia de Cristo en la Argentina
discierna a nivel nacional nuestra misión y no guarde silencio ante hechos
graves que se vienen sucediendo. Nuevamente pongo a disposición mi renuncia para
que no siga La Rioja dando dolores de cabeza ni a la Santa Sede, ni al nuncio ni
a mis hermanos obispos. O nos respaldamos en serio o que se busque otro pastor
para esta diócesis. Mis sugerencias para el documento que prepara la CEA:
replantear la actual realidad argentina... No firmar un cheque en blanco a nadie
(solamente con el Evangelio). No renunciar a la crítica constructiva desde el
Evangelio. Hacer un llamado para profundizar la unidad eclesial y no dejarnos
llevar a la división con el motivo que sea; clarificar la misión y las
relaciones del vicario castrense con las diócesis. Profundizar la colegialidad
episcopal y la unidad sacramental entre nosotros. Debemos dar este testimonio,
lo necesitan todas nuestras comunidades diocesanas".
Seis sacerdotes abandonan La Rioja por sugerencia del obispo. El 17 de junio
seis religiosas azules son detenidas al entrar a la ciudad. La policía las hace
descender del rastrojero en que viajan, revisan el vehículo, el equipaje y abren
la correspondencia que traen. Al día siguiente son citadas a la jefatura y se
les abre un prontuario. El jefe de policía les aclara: "este procedimiento se
hace solamente con personas sospechosas. La situación en La Rioja es muy grave
por las ideologías marxistas, principalmente la del obispo; el papa desconoce la
verdadera situación de la Iglesia en La Rioja; está mal informado... Les
advierto que si continúan en La Rioja pueden ser nuevamente interceptadas".
En esas horas difíciles, los mensajes de Angelelli se suceden. En uno de ellos
señala que desde el 24 de marzo dejó de transmitirse la misa por la radio local
desde el camarín de la iglesia catedral, "por orden superior". La reemplazan por
la oficiada por capellanes militares en el batallón del ejército.
La situación alcanza su clímax. Ante la resistencia de la Iglesia de La Rioja el
ejército y la aeronáutica deciden recurrir al crimen, para acallar su voz y
producir un escarmiento. El 18 de julio de 1976 un grupo de hombres vestidos de
civil que dicen pertenecer a la policía federal, piden hablar con los sacerdotes
de Chamical Gabriel Longueville y Juan Carlos de Dios Murias. Los clérigos
estaban cenando en la parroquia con algunas religiosas. Después de conversar a
solas con los visitantes, explican que deben viajar con ellos a La Rioja para
una declaración. Se despiden y parten juntos. A la mañana siguiente sus
cadáveres aparecen en el Chañar, a pocos kilómetros de Chamical, con signos
evidentes de haber sido torturados.
Gabriel Longueville era un sacerdote francés de 45 años, enviado por el Comité
Episcopal para América Latina. En 1972, arribó a la Argentina y se desempeñaba
como párroco de Chamical, donde gozaba del aprecio general. Su adhesión a la
línea pastoral del obispo Angelelli y su predilección por los pobres, le habían
atraído la desconfianza de la base de la fuerza aérea. Carlos de Dios Murias
tenía 30 años. Pertenecía a la orden de los frailes menores conventuales.
Colaboraba con el párroco y tenía la intención de instalar un convento de su
orden en La Rioja. Yo lo conocí antes de su ordenación en un viaje a la
Patagonia, donde mis hijas estaban misionando. Era un joven presbítero,
entusiasta, consagrado a su misión evangélica con una decidida concepción
posconciliar.
El asesinato produjo conmoción en La Rioja. El obispo Angelelli se instaló en
Chamical y el 22 de julio presidió el sepelio, pronunciando una emocionante
homilía. Entre tanto en la capital el jefe del batallón de comunicaciones
coronel Osvaldo Pérez Battaglia, prohibía que la noticia saliera en los diarios,
incluso como aviso fúnebre.
El 25 de julio otro homicidio. Un grupo armado golpea por la noche en la casa de
Wenceslao Pedernera en Sañogasta y al salir lo asesina a mansalva en presencia
de su esposa y sus tres hijos. Pedernera era un cristiano activo en las
cooperativas agrarias y en la parroquia de Sañogasta ligado a la acción del
obispo de La Rioja. Angelelli comprende que su hora ha llegado. Escribe al
nuncio. En repetidas oportunidades lo señala a sus colaboradores. Agrega que se
tratará de disimular su muerte, tal vez con un accidente. "Varios tienen que
morir -expresa- y entre ellos yo". Confía a su sobrina María Elena Coesano que
en junio había estado con los integrantes de la junta militar y agrega: "la cosa
está muy fea".
En
cualquier momento me van a barrer. Pero no puedo esconder el mensaje debajo de
la cama". Después de la muerte de Longueville y Murias viaja a Córdoba, visita a
la misma sobrina y le explica que ha participado en una entrevista con el
comandante del IIIer cuerpo de ejército general Luciano Benjamín Menéndez y el
cardenal Raúl Primatesta. En esa ocasión Menéndez le dijo que debla cuidarse
mucho. Sale de la reunión con la certeza que su suerte está decidida. Se siente
aislado. Ningún obispo asiste al sepelio de Longueville y Murias. A Zaspe, su
confidente de siempre, le escribe: "Estoy solo entre mis hermanos obispos de la
Argentina".
El 4 de agosto decide volver de Chamical a La Rioja. Lleva en su maletín
documentos valiosos que ha recogido esos días y que prueban la autor la del
asesinato de Longueville y Murias. La noche anterior, en la casa parroquial, se
tiene la sensación que hay hombres merodeando. Almuerza y parte con el sacerdote
Arturo Pinto. Elige el camino viejo. Al llegar a Punta de los Llanos -según el
relato de Pinto-, un automóvil Peugeot blanco se le acerca por detrás y se le
interpone, obligándole a una brusca maniobra. El vehículo vuelca. Pinto queda
desvanecido. A las seis horas levantan el cadáver de Angelelli, que, con los
brazos en cruz y con el cráneo destrozado está tirado a unos 25 metros. Las
pericias de la causa judicial demuestran que no pudo haber salido por el
parabrisas ni por la puerta. Todo indica que fue ultimado con un golpe en la
nuca y arrastrado varios metros.
El sumario es caratulado como muerte en accidente y rápidamente archivado. Las
fuerzas armadas y de seguridad impiden que los civiles y periodistas se acerquen
al lugar. Esa noche personal del ejército intenta revisar las habitaciones del
obispo Angelelli. El vicario general Esteban Inestal se opone amenazando con
comunicarse con el nuncio y desisten. Las autoridades de todos los niveles
manifiestan hipócritamente su pesar. Al entierro de Angelelli asisten el nuncio
Laghi y diez obispos. Habla su amigo de siempre, monseñor Zaspe, entre otros
oradores.
Sin embargo, nadie se engaña. El pueblo sabe que se trata de un asesinato. El
cardenal Eduardo Pironio le dice al teólogo José Miguez Bonino, en Roma, que la
Santa Sede no tiene dudas y está esperando la palabra de la Conferencia
Episcopal para hablar. Pero esa palabra no llega. En cambio, el cardenal
Aramburu, en Tucumán, manifiesta: "Para hablar de crimen hay que probarlo y yo
no tengo ningún argumento en ese sentido. De las averiguaciones que se hicieron
ninguna daba posibilidad de que hubiera podido ser eso que se rumorea" (16).
Algo similar afirma el cardenal Primatesta, a pesar de su conocimiento directo
de los hechos. En la nunciatura se acumulan evidencias, pero también se calla.
Pasan los años. El 26 de enero de 1983 el ex-oficial de la policía Rodolfo
Peregrino Fernández formula una declaración donde explica que vio en el
escritorio del ministro del Interior Albano Harguindeguy un maletín con la
documentación que portaba el obispo Angelelli sobre el asesinato de Longueville
y Murias. El 31 de julio del mismo año monseñor Jaime de Nevares, obispo de
Neuquén, expone abiertamente que la muerte de Angelelli fue provocada y
proporciona detalles en una conferencia de prensa organizada por el CELS en la
Asamblea Pennanente por los Derechos Humanos, el acompañante Arturo Pinto aporta
decisivos elementos de juicio. La causa judicial se reabre en La Rioja. Con la
instauración del gobierno constitucional y la designación como juez del doctor
Aldo Fermín Morales la investigación avanza, El sucesor de Angelelli como opispo
de La Rioja, monseñor Bernardo Witte, aporta al expediente valiosísimos
elementos de prueba. El gobierno de la provincia, encabezado por Carlos Saúl
Menem y la subsecretaria de Gobierno y Derechos Humanos Graciela Petray, presta
su firme colaboración. El 19 de junio de 1986 el magistrado interviniente dicta
un auto interlocutorio cuya parte resolutiva dice lo siguiente: "Declarar que la
muerte de monseñor Enrique Angel Angelelli no obedeció a un accidente de
tránsito, sino a un homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima".
En los fundamentos de la medida aduce que las pruebas son concluyentes. El
expediente cambia su carátula de "accidente" a "homicidio calificado", Se evita
de esa manera la prescripción.
Pocas semanas después los abogados del CELS se presentan en la causa en
representación de la sobrina del obispo María Elena Coesano y obtienen el
reconocimiento como parte querellante. Queda por delante la tarea de identificar
a los autores mediatos e inmediatos de la muerte del obispo.
Estos acontecimientos tienen lugar en circunstancias en que en todo el país, con
motivo de cumplirse diez años del deceso de Angelelli, se desenvuelve un
movimiento destinado a exaltar su memoria, su acción y sus enseñanzas. Los actos
culminaron con las ceremonias que tuvieron lugar en La Rioja el 4 de agosto de
1986, con asistencia de peregrinos de diversos lugares y en particular de las
diócesis de Neuquén, Viedma y Quilmas.
En vísperas de esta celebración litúrgica el directorio de ATC Canal 7, dispuso
prohibir el tramo de la grabación correspondiente al abogado del CELS Jorge
Baños, en el programa del domingo 3, a las 23 horas, denominado "A Fondo",
conducido por Mona Moncalvillo. Según se afirmaba, Baños iba a proporcionar los
nombres de quince personas involucradas en el crimen. El hecho pone de
manifiesto el poder de veto que mantienen las fuerzas amadas.
En cuanto a la Conferencia Episcopal y sus cabezas, los cardenales Aramburu y
Primatesta, nada han rectificado de sus afirmaciones de 1976, a pesar de la
resolución judicial que las contradice. Los actos en memoria de Angelelli no han
contado con la adhesión de ese cuerpo, aunque sí con la de su sucesor Bernardo
Witte y la de algunos obispos enrolados en la misma línea pastoral.
Ninguna explicación se ha escuchado, igualmente, de los oficiales que ocupaban
cargos en La Rioja en el momento del homicidio. Me refiero en particular al
comandante y segundo comandante del batallón de ingenieros de construcciones 141
(área represiva 314), coronel Osvaldo Pérez Battaglia y teniente coronel (ahora
general) Jorge Malagamba; y al jefe y subjefe de la base aérea CELPA de
Chamical, comodoro Lázaro Antonio Aguirre y vicecomodoro Luis Estrella.
Por su parte el obispo Bernardo Witte declaró, el 2 de agosto de 1986, que ha
llegado el momento de investigar la vida, obra, virtudes y "fama de santidad o
de martirio" de su antecesor Enrique Angelelli. Ha constituido para ello una
comisión diocesana integrada por teólogos, juristas, pastoralistas, clérigos y
laicos. "Sin duda alguna -agrega- fue un verdadero pastor y profeta en la
tormenta, fue signo de contradicción según el Evangelio".
Estos son los primeros pasos para que la Iglesia, a través de un proceso,
declare santo a una persona.
En el mismo documento el obispo riojano, señala que "en silencio profundo,
durante nueve años, hemos investigado pacientemente la vida, los documentos, los
gestos, las actitudes y las obras que nos aportarán la luz y la verdad sobre
monseñor Angelelli". Subraya, finalmente, que el juez que entiende en la causa
ha producido la primera constatación de que nos encontramos frente a un
homicidio.
El 5 de agosto de 1986, al cumplirse el décimo aniversario del asesinato de
Angelelli, el secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina monseñor
Carlos Galán formuló declaraciones que difundió la Agencia Informativa Católica
(AICA). Es un comunicado realmente vergonzoso, pues insiste en la tesis del
accidente y procura disminuir el valor de las declaraciones judiciales, con
afirmaciones inexactas. Expresa: "Ellos (Primatesta, Laghi, Aramburu) hicieron
todas las averiguaciones que estaban en sus manos hacer. Nunca los responsables
eclesiásticos tienen los resortes que posee el Poder civil para hacer estas
averiguaciones y ciertamente entonces, aún los mejores amigos de monseñor
Angelelli, pensaron que había sido un accidente. Ahora, al cabo de los años, el
juez nos dice otra cosa. Y bueno, es como sabemos, un juez de instrucción. Luego
habrá todo un proceso para llegar a una conclusión más personificada". Estas
afirmaciones son inexactas. En primer lugar, los amigos de Angelelli y el pueblo
riojano siempre sostuvieron que se trataba de un homicidio. El juez
interviniente es un magistrado penal, de instrucción y de sentencia. Y el auto
interlocutorio que modifica la calificación del expediente ha sido dictado
dentro del proceso, que está en pleno desarrollo
Monseñor Ponce de León
Extracto del libro Nunca más la siguiente valiosa información. "El 11 de julio
de 1977, falleció el obispo de San Nicolás de los Arroyos, Carlos Ponce de León,
en un sospechoso accidente automovilístico. El prelado se dirigía a la Capital
Federal con su colaborador Víctor Martínez con el objeto de llevar documentación
a la nunciatura relativa a la represión ilegal (secuestros y torturas)
implementadas en la diócesis de San Nicolás y también en Villa Constitución,
provincia de Santa Fe. Esta documentación involucraba al entonces general Carlos
Suárez Mason, jefe del primer cuerpo de ejército; al coronel Camblor, jefe del
regimiento de Junín y más directamente al teniente coronel Saint Amant, jefe del
regimiento con asiento en San Nicolás.
La documentación que el obispo de San Nicolás llevaba en su poder desapareció
sin ser reclamada por el canciller de la diócesis, monseñor Roberto Mancuso,
capellán de la unidad carcelaria de la ciudad.
En
el camino Por Luis Bruschtein |
Víctor Martínez recuerda que el
obispo después de asistir al entierro de monseñor Angelelli, obispo de La Rioja,
había comentado en una reunión: "ahora me toca a mí".
A consecuencia del choque automovilístico el obispo fue conducido a la clínica
San Nicolás, junto con Víctor Martínez, donde falleció horas más tarde como
consecuencia de las heridas sufridas. Pudo establecerse que ni al médico de
cabecera del prelado le fue permitido ingresar a la sala de terapia intensiva. A
los pocos días del accidente, Víctor Martínez -que estaba haciendo el servicio
militar en la prefectura de San Nicolás-, fue arrestado por orden del teniente
coronel Saint Amant sufriendo toda clase de vejaciones físicas y síquicas
durante su cautiverio. "En ese lugar -declara-, me golpearon hasta desmayarme.
Luego comenzaron a preguntarme cuáles eran las actividades del obispo, qué
personas lo visitaban, a cuántos extremistas había ocultado" (Legajo N° 734).
Hacía tiempo que monseñor Ponce de León era objeto de amenazas "Igualmente
-prosigue Víctor Martínez-, las amenazas personales que le hacia el teniente
coronel Sain Amant: "Tenga cuidado, usted está considerado un obispo rojo". El
mismo jefe militar le había prohibido celebrar misa de campaña en el regimiento
por que allí no entraban los curas comunistas" (17).
Los padres palotinos
En la madrugada del 4 de julio de 1976 fueron asesinados los sacerdotes de la
comunidad palotina de la parroquia de San Patricio, en el barrio de Belgrano R.
de la Capital Federal, Alfredo Leaden, Pedro Duffau y Alfredo Nelly y los
seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti.
El P. Leaden, de 57 años, era delegado de la Congregación "Sociedad del
Apostólico Católico, fundada por San Vicente Palotti; el P. Duffau, de 65 años,
era profesor; el P. Alfredo Kelly, de 40 años, era director de catequesis en
Belgrano y profesor en el colegio de las Esclavas del Santísimo Sacramento;
Salvador Barbeito, de 29 años, era seminorista, profesor de filosofía y
sicología y además rector del colegio San Marón; y Emilio Barletti, seminarista
y profesor.
La noche del crimen personas del vecindario vieron un automóvil Peugeot negro
largamente estacionado frente a la parroquia, con cuatro hombres adentro y
también un patrullero que se detuvo frente a ellos y luego se alejó.
Las primeras personas que a la mañana ingresaron a la parroquia encontraron
sobre las paredes y una alfombra leyendas que después fueron retiradas. Las
mismas decían: "Así vengamos a nuestros compañeros de coordinación federal" (en
cuyo comedor se había colocado hacia pocos días una bomba) y "Esto pasa por
envenenar la mente de la juventud". De la parroquia desaparecieron objetos y
papeles.
La comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal envió el 7 de julio de 1976
una carta a la junta militar, "sobre el incalificable asesinato de una comunidad
religiosa", con las exculpaciones a que ya me he referido. Pero no exigió una
investigación ni aportó los elementos de prueba que constaban en la curia de
Buenos Aires y en la nunciatura. Por el contrario, al igual que en los casos de
Angelelli y Ponce de León, impuso silencio. El cardenal Aramburu demoró hasta
1978 la ordenación del seminarista sobreviviente Roberto Killmeate y le prohibió
pronunciar sermones hasta 1982.
Sin embargo, como dije antes, tanto en la curia de Buenos Aires como en la
nunciatura se conocían los elementos de juicio que demostraban la
responsabilidad de las autoridades. Pese a ello, militares y obispos
compartieron la participación en las exequias.
El 20 de agosto de 1986 el fiscal federal Aníbal Ibarra ha solicitado al juez
del fuero Néstor Blondi el procesamiento del entonces ayudante Romano de la
seccional 37a de la policía federal y del ex-comisario de la misma, Rafael
Fensore. A dicha seccional pertenecía el patrullero que interrogó a los
ocupantes del auto que vigilaban a los sacerdotes palotinos. Los agentes del
vehículo policial reconocieron las credenciales y autorizaron su permanencia en
ese sitio. Sostiene el fiscal que los ocupantes del Peugeot 504, que se
encontraba estacionado ese día en las proximidades del lugar, a las dos de la
madrugada, fueron los que cometieron el hecho. La actitud sospechosa de dos
automóviles, que se comunicaban entre sí a través del juego de las luces, hizo
que Julio Martínez, hijo del entonces gobernador de Neuquén, general Martínez,
ante el temor de un ataque terrorista contra su padre que vivía en la esquina de
la parroquia de San Patricio, alertara a la comisaría 37a, que comisionó a un
patrullero para que investigara la cuestión, con el resultado conocido. El 2 de
setiembre del mismo año, el magistrado interviniente dispuso procesar a los
mismos. Resulta claro que la investigación sobre estos elementos probatorios,
que las autoridades eclesiásticas conocían, pudo haberse realizado en 1976.
Recuerdo que ya en 1976 en la nunciatura me dieron el nombre del testigo
Martínez.
Actualmente el ex-comisario Fensore es titular, con el 80% de las acciones, de
la empresa de seguridad Rosil S.A., una de las más grandes del país, con 956
miembros.
La Fraternidad del Evangelio
Los Pequeños Hermanos del Evangelio o Fraternidad del Evangelio fueron fundados
en Francia por el presbítero René Voillaume en 1933, como rama de la Asociación
Charles de Foucauld Sigue las pautas de espiritualidad de este célebre místico
francés, asesinado en Africa en 1914.
La característica de los sacerdotes de la Fraternidad es que, además de una
intensa vida de oración, se sustentan con su trabajo en labores humildes y viven
en comunidades marginales participando de las penurias del ambiente.
Estas características, corno he explicado antes, eran consideradas subversivas
por las fuerzas armadas y los integrantes de la Fraternidad, que estaban en la
Argentina desde 1960, fueron erradicados, algunos mediante el asesinato y otros
por el extrañamiento forzado. En 1973, contaban con quince religiosos
distribuidos en seis Fraternidades, ninguna de las cuales subsistió.
Como antes señalé, el hermano Henri del Salan Betumale fue detenido y deportado
a Francia en 1978. El sacerdote Pablo Gazzari, fue detenido y desapareció en
1976. El presbítero uruguayo Mauricio Silva Iribarnegaray, que trabajaba como
barrendero municipal y vivía en un conventillo corrió la misma suerte en 1977.
Nelio Rougier ya había sido secuestrado y asesinado en 1975.
Quien pudo relatar su ordalía fue Patricio Rice, salvado de morir por la
enérgica intervención de la embajada de Irlanda, su patria. Según cuenta en una
entrevista, en 1976 trabajaba en la villa Fátima de Soldati, cuya persecución
presenció y en cuyas luchas participaba. Fue detenido y llevado a la comisaría
de Soldati con otras personas. El hecho que hubiera sido registrado su arresto y
la solidaridad de sus compañeros contribuyeron a su reconocimiento. La noticia
apareció, además, en los diarios. "Después de tres días de torturas -explica-
fui sacado y entrevistado por un oficial del ejército que estaba encapuchado. Al
otro día fui llevado al departamento central de policía y después de unos días
mi propio embajador pudo venir a verme. Estuve preso dos meses y en diciembre
del 76 salía expulsado para Europa... Fui sometido a sesiones de ahogo con agua;
estuve amarrado de manos y pies durante veinticuatro horas; el segundo día la
tortura fue con picana eléctrica y después venía el interrogatorio" (18).
Rice realizó desde el exterior una intensa campaña de esclarecimiento respecto a
la dictadura argentina. En la actualidad vive en Caracas, donde se desempeña
como secretario ejecutivo de la Federación de Familiares de
Detenidos-Desaparecidos de América Latina (FEDEFAM).
Otros casos
Me he referido al pasar al P. Santiago Renevot. Este sacerdote de nacionalidad
francesa, párroco de El Colorado, provincia de Formosa, fue detenido el 17 de
noviembre de 1975 por fuerzas del ejército. El obispo. Raúl Scozzina, y el clero
de la diócesis protestaron suspendiendo los oficios religiosos y 17 de ellos
realizaron una huelga de hambre. El presbítero Renevot permaneció preso y fue
expulsado del país el 27 de mayo de 1976.
Aludí igualmente al presbítero estadounidense Jaime Weeks y a los seminaristas
que compartían su casa. Weeks fue sometido a todo tipo de torturas durante un
par de semanas, a partir del 3 de agosto de 1976, hasta que la embajada de su
país consiguió su liberación. Cuando estaba en Washington visitó al primer
embajador de la dictadura argentina, Amaldo Musich, quien lo recibió. Ello dio
motivo a una reconvención por parte del entonces ministro de Relaciones
Exteriores, almirante César Augusto Guzzetti y a la renuncia de Musich.
Conozco detalladamente la detención, "desaparición" y liberación de los
sacerdotes jesuitas Orando lorio y Francisco Jálics.
Ambos residían en el barrio de emergencia del Bajo Flores y fueron detenidos al
mediodía del domingo 23 de mayo de 1976, con la intervención de más de cincuenta
efectivos de la infantería de Marina, mientras oficiaba misa el presbítero
Gabriel Bossini. Aparecieron anestesiados en un bañado de Cañuelas cinco meses
más tarde, el 23 de octubre. Según información de los vecinos fueron depositados
durante la noche por un helicóptero. De acuerdo con su relato fueron mantenidos
tres días en la Escuela de Mecánica de la Armada -que reconocieron-, amarrados y
encapuchados. Luego los trasladaron a una casa quinta en Don Torcuato, donde
estuvieron encapuchados, engrillados y esposados el resto del tiempo, pero sin
ser sometidos a torturas. En declaraciones judiciales y ante la CONADEP, el
presbítero Iorio, en la actualidad incardinado en la diócesis de Quilmes, fue
interrogado sobre Mónica Quinteiro, María Marta Vásquez de Lugones y
posiblemente mi hija Mónica.
El 10 de julio me recibió el almirante Oscar Montes, entonces jefe de
operaciones navales y luego ministro de Relaciones Exteriores, junto con el
señor José María Vásquez, padre de María Marta. Negó saber nada de nuestras
hijas pero admitió que los sacerdotes Iorio y Jálics habían sido detenidos por
la infantería de Marina. Entre tanto, Massera negaba la participación de su
arma. Transmití la información de Montes, en setiembre de ese año, al coronel
Ricardo Flouret el cual, me dijo, informaría de la novedad al general Videla,
por orden de quien estaba instruyendo un sumario.
He comentado ya la dudosa intervención en la detención de estos clérigos del
cardenal Aramburu y del provincial de los jesuitas, Jorge Bergoglio.
Carlos Mugica
Cierro este capítulo con una breve referencia a la primera víctima sacerdotal de
la persecución, Carlos Mugica, acribillado a balazos frente a la parroquia de
San Francisco Solano, en Buenos Aires, el 11 de mayo de 1974.
Lo hago con un extracto de la semblanza biográfica con que su colega Jorge
Vernazza inicia la Introducción de sus escritos y reportajes. Dice así: "En el
Padre Mugica cuenta su historia, él mismo se encarga de señalar los principales
factores que incidieron en la transformación de un joven estudiante de familia
acomodada y, por lo tanto, condicionado por la mentalidad propia de esta clase,
en un sacerdote marcado por la 'opción preferencial por los pobres', mucho antes
que esta consigna fuera lanzada por los obispos latinoamericanos reunidos en
Puebla, en febrero de 1979.
Había nacido el 8 de octubre de 1930. A los 21 años dejó los estudios de derecho
para ingresar en el seminario de Villa Devoto. Recién ordenado sacerdote, a
fines de 1959, pasó cerca de un año junto a monseñor Iriarte, obispo de
Resistencia, en el Chaco santafesino. De regreso a Buenos Aires fue nombrado
vicario cooperador de la parroquia Nuestra Señora del Socorro, para desempeñar
simultáneamente funciones en la secretaria privada del cardenal Caggiano.
También actuó como asesor de jóvenes universitarios y profesor de teología en la
universidad de El Salvador. Pero nada de ello le impidió, tal vez mejor lo
motivó, como compensación, a buscar en la villa de Retiro la gente a las que
quiso dedicar preferentemente su mejor tiempo y energías sacerdotales. Buena
parte del año 1968 lo pasó en Francia realizando estudios complementarios. Al
regresar a Buenos Aires a fines de ese año se incorporó al Equipo Pastoral para
Villas de Emergencia, aprobado por el arzobispo de Buenos Aires cardenal
Aramburu, también desde entonces comenzó a participar vivamente en las
actividades del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo'. El 11 de mayo de
1974, después de tener una charla con parejas que se preparaban para el
matrimonio y celebrar su habitual misa vespertina de los sábados en la parroquia
de San Francisco Solano, al salir de la misma fue ametrallado por alguien que
bajó de un coche, dentro del cual huyó velozmente. En poco más de 13 años de
labor sacerdotal, había llegado a ser ampliamente conocido en el país. Su
asesinato conmovió profundamente. Miles de personas desfilaron ante su féretro,
primero en la parroquia de San Francisco Solano y después en la capilla de
Cristo Obrero en la villa de Retiro. Una impresionante multitud, que reunía
exponentes de todas las clases sociales, pero especialmente a los pobres de las
'villas miseria', lo acompañó por más de 50 cuadras hasta la Recoleta, en una
manifestación de fe con tal profundo sentido religioso y popular que no se tiene
memoria, en nuestra ciudad, de otra similar.
Dentro de un marco tan breve de hechos y fechas, ¿qué puede explicar la extensa
irradiación de su figura y la dolorosa conmoción probada por su desaparición?
Tal vez pueda sintetizarse la respuesta: fue su religiosidad auténtica,
comprometida hasta el fin en el servicio de sus hermanos, en especial los más
pobres, con intensa vitalidad humana y espiritual.(19)
Tengo memorias breves pero intensas de Carlos Mugica. Lo recuerdo hablando en
actos públicos y en Roma, el 16 de noviembre de 1972, en ocasión del vuelo que
compartimos para acompañar a Perón en su regreso al país. Lo tengo presente en
una reunión con jóvenes, en mi casa, organizada por mi hija Mónica.
Su muerte fue un preanuncio de lo que vendría. Era una figura simbólica y
carismática que la oligarquía -que lo consideraba un traidor a su clase- y las
fuerzas armadas no podían tolerar viva mientras preparaban el gigantesco
genocidio.
Notas Capítulo octavo
(1) Comando de Agrupaciones M.I. – Buenos Aires. Anexo "Lima" (Relación entre
autoridades militares y eclesiásticas) Plan de capacidades 1982. Marco interno.
(2) Secreto (Cdo. J. E (EMGE) – Jef. III Op.) Buenos Aires, 2D 1200 abril 1977.
CRA – 127. Anexo 5 (Ambito Religioso) a la Directiva del CJE Nro. 504/77
(Continuación de la ofensiva contra la subversión durante el período 1977/78).
1. Situación a).
(3) Id. Id. 1. Situación c. d. e., y f.
(4) A los fines de la represión el país estaba dividido en cinco zonas, que
corresponden a los comando uno, dos, tres, cinco y de institutos militares del
ejército. Quedaban excluidas de las mismas las regiones que correspondían a la
armada y a ala aeronáutica. Las subzonas corresponden, en general, a las
brigadas y las áreas a los regimientos, escuelas, institutos y otras unidades.
Puede encontrarse un detalle de la estructura represiva en el libro del Centro
de Estudios Legales y Sociales, 692 responsables del terrorismo e Estado, Buenos
Aires, 1986, 343 págs. (Rodríguez Peña 286, Piso 10 (1020) Buenos Aires).
(5) Id id. 3. Ejecución. 1, 2, 3 y 7.
(6) Comando de Agrupaciones M.I. - Buenos Aires. Anexo "Lima" (Relación entre
autoridades militares y eclesiásticas). Plan de capacidades 1982. Marco Interno.
J Situación. 2. 3 y 4.
(7) Id id.III Capacidades del Enemigo, Factor religioso. 145. 1, 2 y 3.
(8) Conf. La sangre por el pueblo - Nuevos Mártires de América Latina. Editan:
Instituto Histórico Centroamericano. Managua, Nicaragua y Centro de Capacitación
Social, Panamá, R.D.P. Managua - Panamá 1983, 288 págs.
(9) Las fuentes consultadas son las siguientes: Comunitá Ecuménico
ltalo-Argentina. La Chiesa in Argentina sotto la dittatura militares. Roma sld..
13 págs.: La persecución a la Iglesia Argentina Buenos Aires, mayo de 1978. 16
págs. La situation de l'Eglise Catholique en Argentine, s/l. s/d. Tiene una
anotación que dice: "documento presentado a la UNESCO: Don Antonio Fragoso.
Priére et solidarité avec l'Eglise des humbles persecutée en Argentine s/l 1976,
14 págs.: Marcela Bosch de Paulucci. Lista de víctimas de la represión ligadas
con la Iglesia. Buenos Aires, s/d, 2 págs.: Trabajo de Investigación: Estructura
de la represión en la Argentina. Su acción sobre las Iglesias. Responsable: Dr.
Antonio López Crespo. Encargado por Movimiento Ecuménico por las Derechos
Humanos. Segunda parte: Acción sobre las iglesias. Buenos Aires. Movimiento
Ecuménico por los Derechos Humanos, abril de 1986. 25 págs.: Comisión Nacional
sobre Desaparición de Personas: Informe Nunca Más. EUDEBA. Buenos Aires, 1984.
págs. 350/360; Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas: Anexos, Anexo
l. EUDEBA. Buenos Aires 1984; Asamblea Permanente por los Derechos Humanos:
Lista de los detenidos-desaparecidos registrados en la Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos. Buenos Aires, s/o 115 págs.
(10) Informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas. Nunca Más.
EUDEBA. Buenos Aires. 1984, testimonio de Lisandro Raúl Cubas, Legajo Nro. 6874.
pág. 348.
(11) Id id. testimonio de Graciela Daleo y Andrés Castillo, legajo Nro. 4816.
pág. 348.
(12) Id. id. testimonio de Leonor Isabel Alonso, legajo Nro. 5263, pág. 348.
(13) Id. id. testimonio del sacerdote Patricio Rice, legajo Nro. 6976. pág. 348.
(14) Conf.: Juan Carlos Zuretti. Nueva Historia Eclesiástica Argentina. Buenos
Aires. 972. pág. 423: José Oscar Frigerio. "Perón y la Iglesia", en Todo es
Historia, número 210. Buenos Aires, octubre de 1984. págs. 1/64
(15) Estas referencias y las que siguen pertenecen a documentos del archivo de
la Curia riojana. Algunos de el/os han sido agregados a la causa número 23.350
"Angelelli. Angel Enrique slHomicidio calificado y tentativa de homicidio
calificado" que tramita ante el juzgado de Instrucción en lo Criminal Nro. 1 de
La Rioja a cargo del doctor Aldo Fermín Morales, secretaria Mabel Lucía
Fallabrino. Otros han sido extraidas directamente del archivo. Debo estas
últimas a una gentileza de mi amigo Rubén Dri.
(16) El Periodista, Buenos Aires. número 97. 18 al 24 de julio de 1986.
(17) Ob. cit., pág. 359/360.
(18) Revista Humor, número 137, octubre de 1984.
(19) Padre Mugica. Una vida para el pueblo. Prólogo de Justo Oscar Laguna,
obispo de Morón. Introducción de Jorge Vernazza. Buenas Aires. Pequén Ediciones.
1984. 224 págs
VOLVER A CUADERNOS DE LA
MEMORIA