Asesinados
y fusilados en junio de 1956. Presentes
Por Daniel Brión *
El Ejército Argentino nacional nació junto al pueblo en aquellas gloriosas
jornadas de 1806 cuando nuestros paisanos formaron sus milicias para rechazar al
invasor inglés, no se creó por un decreto o una resolución administrativa sino
por una necesidad: la supervivencia de una identidad nacional y la soberanía de
su territorio.
Pero hablar del Ejército también significa señalar sus victorias y sus derrotas,
sus grandezas y sus debilidades, los aciertos y los errores que cometieron sus
integrantes.
Tomar estos hechos, como lo son las jornadas del 9 al 12 de
junio de 1956, nos muestra una de las mayores tragedias de nuestra historia,
cuando la recordamos lo hacemos como quienes la sobrevivieron y como los
familiares de quienes allí cayeron lo hacen, sin odio y sin rencor; pero sí
resaltando el heroísmo y el idealismo que guiaba a esos héroes y mártires
patriotas, en contra cara de quienes pretendían con el odio, la muerte y el
terror destruir la nación y paralizar al pueblo.
Sin odio y sin rencor no significa sin memoria y esa memoria es también
generadora de conciencia, de una conciencia nacional que deja atrás revanchismos
y enfoca en su mira la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo.
Ese fue su mismo mensaje, el idealismo y el heroísmo, que claramente los
diferencia con quienes fueron los instigadores y los ejecutores de sus muertes.
Basta la simple lectura de la carta del general Valle a su fusilador para
entenderlo, pero también aunque menos difundidas es el mismo mensaje de las
cartas de Abadie, de Pugnetti, de Alvedro, de Cortinez, ninguno de ellos clamaba
por venganzas personales, les decían a sus familias, a todos los argentinos, que
ojalá su sangre sirviera para la unión del pueblo.
No se necesita hablar sobre como fueron estos asesinatos y fusilamientos de
junio de 1956 para comprobar la crueldad con la que se desarrolló la represión
de estos hechos.
Ellos sabían o presumían que la represión podía estar esperándolos, siguieron
adelante, lo hicieron porque tenían un ideal, que era recuperar para el pueblo
la soberanía popular, el derecho a vivir en justicia y libertad bajo el amparo
de una Constitución Nacional que había incorporado
los derechos del niño, de la ancianidad, del trabajador, estableciendo
claramente que los recursos naturales eran propiedad inalienable del Estado y
dándole a la propiedad, al capital y a la actividad económica un fin social;
querían también devolver al pueblo la soberanía popular de poder elegir a quien
debía gobernarlo.
Una vez apresados por las fuerzas gubernamentales, que estaban esperándolos en
los objetivos a los que concurrirían, algunos son asesinados y otros fusilados,
sin juicio previo, sin más trámite.
Todo se hizo contrariando no sólo el código de justicia militar, también a todas
las leyes existentes en la república, y sin tener en cuenta las resoluciones de
los consejos de guerra, convocados al efecto, y los decretos dictados por esa
misma dictadura.
No cabe ninguna duda que todos los que aquí, y en el resto de los diferentes
lugares cayeron, lo hicieron con una gran lealtad a sus ideales, una gran
dignidad y mostrando que eran hombres de honor.
Esos ideales y sentimientos profundos de patria lo demuestra la templanza y la
serenidad con que enfrentaron los pelotones de fusilamiento; como sólo lo hace
un hombre de coraje y honor: de frente, negándose a que se les venden los ojos o
a recibir una copa de alguna bebida alcohólica par moderarse o tranquilizarse.
Otros, como mi padre y quienes con el cayeron en los basurales de José León
Suárez, no tuvieron esa oportunidad, fueron asesinados por la espalda en un
basural.
El general Valle no podía contemplar impávido como su gente moría, por lo que
decide a entregarse, era tal la perfidia y el odio de esos otros militares que
todos le garantizaron que no sería fusilado, el mismo almirante Rojas le dice a
su captor “Ud. le ha salvado la vida al general Valle”… y el 12 de junio lo
fusilan en la entonces Penitenciaría de la calle Las Heras.
El único objetivo perseguido con la represión realizada por parte de los que
integraron esa autodenominada “revolución libertadora”
fue querer sembrar el escarmiento, no querían una reacción que devolviera al
pueblo argentino ese sueño que les había quedado trunco el 16 de septiembre de
1955, al tomar el poder por la fuerza los hombres de ese golpe de estado.
No podían permitir la esperanza de retornar a una patria socialmente justa,
económicamente libre y políticamente soberana, querían dejar de ser el país
industrializado, pujante, de la energía nuclear, de las escuelas fábrica, de la
universidades obreras, de las fábricas de aviones, de locomotoras, de arados, de
vehículos; en una palabra querían retornar a la colonia, donde la mayor parte de
nuestros compatriotas estaban excluidos del bienestar y la felicidad, una patria
sumida a la potencia dominadora del momento, Inglaterra, querían volver a ser
–al gusto inglés- “el granero del mundo”, un país donde se produjeran solamente
materias primas y alimentos.
Estaban mostrando la concepción y la manera de pensar de una parte del ejército;
aquella de raigambre antinacional y el sentimiento de casta de los militares que
a él adherían.
Eran fieles a su historia, ellos mismos se ufanaban de ser integrantes de la
línea conocida como Mayo/Caseros/Libertadora, en realidad la línea fusiladora de
la historia, la misma que fusiló a Liniers, a Chilavert, a
Dorrego, a 600 civiles para imponer “orden” en Buenos
Aires, la que pasó a degüello a toda la División Aquino al otro día de Caseros,
una línea que, además, ha sido entreguista y ajena al interés nacional, en
contraposición a las grandes causas nacionales, porque el 9 de junio fue una
gran gesta nacional.
Una gesta nacional es aquella que se caracteriza cuando sigue el impulso y el
sentimiento de la mayoría del pueblo, y hay un grupo de militares y civiles que
la encabeza y quiere cumplir con esos objetivos y el Movimiento de Recuperación
Nacional del 9 de junio de 1956 fue eso, integrado por civiles y militares que
dejaron todo de lado. Los sobrevivientes, a quienes debemos honrar
permanentemente, los muertos del 9 de junio eran la punta de lanza de lo que
sentía el pueblo argentino, ellos le pusieron el pecho a las balas, expusieron
sus vidas, dejando todo de lado, representando el sentimiento de la gran mayoría
de ese pueblo.
Como también fue una causa nacional la lucha contra las invasiones inglesas,
como lo fue el Ejército Libertador del general San Martín, como lo fue la
Campaña al Norte del general Belgrano, como lo fue el Combate de la
Vuelta de Obligado, como lo fue la lucha de nuestros
caudillos federales contra los jacobinos de Buenos Aires y como lo fue también
la gesta de Malvinas.
El 9 de junio de 1956 es una de las fechas más importantes para ese movimiento
nacional que es el peronismo, el 4 de junio de 1943 da nacimiento publico a
Perón y lo proyecta políticamente, y el 17 de octubre de
1945 lo rescata como líder indiscutido de la Nación, y es el 9 de Junio de
1956 la fecha donde la sangre de estos patriotas encendió la mecha apagada al
caer su gobierno en septiembre de 1955, lo revitaliza y le da una de las mayores
motivaciones para continuar su lucha.
Bien dice el general Juan José Valle “Nuestro fracaso material es un gran
triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación
incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado.”
Por eso, hoy más que nunca, debemos señalar el ejemplo de aquellos hombres, que
lo dieron todo, hasta sus vidas, por lograr esa patria soñada.
Hoy en este homenaje y en cada homenaje que se realicen en estos días, los
recordamos a todos, a los treinta y dos patriotas caídos en las jornadas del 9
al 12 de junio de 1956, en un intento por recuperar la vigencia de la
Constitución Nacional dejada de lado por una proclama militar de un gobierno de
facto y la soberanía nacional.
Por todos ellos pido a los presentes que nos unamos en una sola voz VIVA LA
PATRIA.
Mensaje del general Perón desde el exilio (1958) al cumplirse 2 años
de los fusilamientos de 1956. |
Asesinados en Lanús el 10 de Junio de 1956
simulando fusilamiento
Tte. Coronel José Albino Yrigoyen,
Capitán Jorge Miguel Costales,
Dante Hipólito Lugo,
Clemente Braulio Ros,
Norberto Ros y
Osvaldo Alberto Albedro.
Asesinados en los basurales de José León Suárez, ametrallándolos por la
espalda el 10 de junio de 1956
Carlos Lizaso,
Nicolás Carranza,
Francisco Garibotti,
Vicente Rodríguez y
Mario Brión
Muertos por la represión en La Plata, el 10 de junio de 1956
Carlos Irigoyen,
Ramón R. Videla y
Rolando Zanetta.
Fusilados en La Plata, el 11 y 12 de junio de 1956
Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno,
Subteniente de Reserva Alberto Abadie
Fusilados en Campo de Mayo, el 11 de junio de 1956
Coronel Eduardo Alcibíades Cortines,
Capitán Néstor Dardo Cano,
Coronel Ricardo Salomón Ibazeta,
Capitán Eloy Luis Caro,
Teniente Primero Jorge Leopoldo Noriega y
Teniente Primero Maestro de Banda de la Escuela de
Suboficiales Néstor Marcelo Videla
Asesinados en la Escuela de Mecánica del Ejercito, el 11 de junio de 1956
Sub Oficial Ernesto Gareca;
Sub Oficial Miguel Ángel Paolini;
Sargento José Miguel Rodríguez;
Sargento Hugo Eladio Quiroga.
Ametrallado en el Automóvil Club Argentino el 11 de junio de 1956 (falleció
el 13 de junio de 1956 en el Hospital Fernández)
Miguel Ángel Mauriño
Fusilados en la Penitenciaria Nacional de la Av. Las Heras, el 11 de junio de
1956
Sub Oficial Isauro Costa
Sargento carpintero Luis Pugnetti y
Sargento músico Luciano Isaías Rojas
Fusilado en la Penitenciaria Nacional de la Av. Las Heras el 12 de junio de
1956
Gral. Juan José Valle
Asesinado, simulando suicidio por ahorcamiento, en la Divisional de Lanús, el
28 de junio de 1956, donde estuvo detenido desde el 9 de junio de 1956
Aldo Emil Jofré
¡Presentes, ahora y siempre!
* Hijo de Daniel Brión, fusilado en los basurales de José León Suárez.
Imagen: General Juan José Valle