ZONA LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL
“La revista Barrilete supuso un fuerte
compromiso político-cultural”
Entrevista a Marcos Silber por Rolando Revagliatti
Marcos Silber nació el 4 de agosto de 1934 en Buenos Aires, ciudad en la que
reside, la Argentina. A partir de 1958 ha publicado los poemarios “Volcán y
trino”, “Las fronteras de la luz”, “Libertad” (poema escénico), “Sumario del
miedo”, “Dopoguerra”, “Ella” (Faja de Honor de la Sociedad Argentina de
Escritores), “Suma poética”, “Historias del oeste”, “Primera persona”, “Boca a
boca: cuaderno del resucitado”, “Thrillers (Historias en “16”)” (finalista en
certamen de Casa de las Américas, Cuba), “Bajo continuo”, “Noticia sobre el
incendio en la nave mayor”, “Doloratas” (con Carlos Levy), “Cono de sombra y
casa de pan”, “Preposiciones y buenos modales” (primer premio en Mérida,
España), “Roca viva” (Primer Premio Concurso de Poesía “La Luna Que”), “Cabeza,
tronco y extremidades”. En 2010, la Editorial Monte Ávila, de Venezuela, editó
“Convocados”, antología de su obra poética. El volumen “Visita guiada” es otra
selección de sus textos, desde 1968 hasta 2012 más algunos inéditos, por él
realizada y con prólogo de Ivonne Bordelois (Ediciones Desde la Gente, Instituto
Movilizador de Fondos Cooperativos, 2013). Además de ser incluido en numerosas
antologías de su país y de Francia, Venezuela, Colombia, Perú y Cuba, colaboró
en innumerables diarios y revistas soporte papel, y muestras de su poética es
hallable en la Internet. Es uno de los fundadores de la Sociedad de los Poetas
Vivos (integrada por Carlos Carbone, Eugenio Mandrini, Santiago Espel, Hugo
Toscadaray y Carlos Levy). Participó en el Programa de Lecturas del Ciclo
“Poetas del ‘60”, desarrollado durante 2004 en bares notables, invitado por la
Secretaría de Educación del Gobierno de su ciudad. Obtuvo el Primer Premio
Municipal en el género poesía, correspondiente al bienio 1998-1999.
1 — “Nací en un barrio donde el lujo fue un albur…” (primer verso del tango “El
corazón al sur” de nuestra compatriota Eladia Blázquez; ella se refería a un
barrio pobre de la ciudad de Avellaneda, del otro lado del Riachuelo, lindando
con la Capital Federal; y nos cedía allí un esbozo sobre su infancia, su entorno
familiar, su nostalgia, su devenir). Te transfiero, Marcos, aunque sea en prosa
y a vuelapluma la inquietud: “Nací…”
MS — Nací pegado al Mercado de Abasto: ese universo que define a la época: algo
así como el hotel de inmigrantes del trabajo. La polifonía representativa del
hervor social —1930-1940—; la infancia o los juegos (que es lo mismo) se
desarrolló en un campo de batalla, el escenario mundial de entonces. Jugábamos a
la guerra, a la vida y a la muerte. Mamá, la mensajera del incendio europeo, con
las cartas cada vez más espaciadas, hasta que cesó. Por entonces, la memoria
visual se remonta hasta la mesa de la cocina, ella y yo; el silencio, la noche
donde se repetiría la ceremonia de la lectura de ella para los dos. Por eso
siento a veces que escribo para ella que leyó por mí. Me nutrió con alimento del
mayor valor calórico: Dostoievski, Tolstoi, Puskin, Chejov, Gorki… Oigo su voz
todavía, apenas cascada, su dulce afonía. No es posible precisar por qué
ventanal ingresó el entusiasmo, el trabajo con la palabra, su necesidad. Sí debo
señalar esos encuentros como nacimientos, puntos de partida, fuente de
emociones, destino de una travesía ineludible. Marea fatal, forzosa, que se
instaló y va conmigo, convive conmigo y completa mi identidad. Si uno no
asume
esa realidad, no la atiende, padecerá un fatal desvelo como castigo por
“incumplimiento del deber de creador”. Mi cabeza no dejó de generar y fraguar
imaginerías, invenciones, fantasías que consiguieron se me premie con el título
de mentiroso. Ignorancias y confusiones de entonces. Mi ser y mi quehacer
asumieron la sobrecarga de la pulsión creativa. Pinté y no prosperó; toqué el
violín y tampoco. Cada intentona se derrumbaba ante la ansiedad de la conquista
del “absoluto”, lo grande y definitivo. Y las empresas se vieron interferidas
por la oleada incontenible del desvelo y la imperiosa proclividad a cantar
presente y expresarlo. La provisión materna de literatura convivió con la dura
limitación de papá analfabeto. “Suma poética” abre con lo siguiente: “NOTICIA –
Papá era analfabeto y durante toda su esforzada vida padeció esa infame
condición. Tal vez, de allí, provenía esa veneración, ese como culto reverencial
por la palabra impresa. Cierta vez descubrí el faltante de algunos ejemplares de
un título que acababa yo de publicar. A mi requisitoria, mamá, no sin previo
juramento de reserva, me confesó: ‘Es tu papá que se los lleva al mercado (donde
trabajaba), allí los reparte’. Con el tiempo, una de mis más caras aspiraciones,
apunta a que cada una de las palabras escritas por mí, acuda al espacio desierto
de cada una de las palabras no escritas por él. Ése, tal vez se constituya en el
lugar más intenso del encuentro, el del deseo satisfecho, el del consuelo y la
reparación; al fin, el de la victoria de la palabra de los dos sobre los hielos
del silencio.” Se fueron sucediendo trabajos variados en un contexto de agitado
transcurrir. Siempre perturbado por la visita infalible de la pulsión “escribidora”.
Como mandato, como fiera hambrienta que nunca abandonó el centro del ring. En el
revés del papelerío laboral se apuntaba la idea urgente, una sola palabra
espontánea, resumen de una ráfaga emocional o una evocación. Persistía la
impronta de construir la “gran sinfonía”, la sonoridad, esa voz, ese tono de
cada vocablo, y el ritmo, la marcha musical, la cadencia acosándome (con gusto).
Sobre el papel escribo —con pretensión de escritor— pero el dictado proviene del
adentro del compositor. La poesía —amante inmortal— actuará como dueña, con
rigurosa presencia soberana. Sobre mis veinte años el contacto con el periodismo
militante permite que participe con notas y entrevistas. Se destaca —foto
mediante— la realizada a Nicolás Guillén. Y fue Raúl González Tuñón quien me
condujo hasta el “último de los editores románticos”, como lo denominó a don
Manuel Gleizer. El último título de su sello fue mi primer poemario. (Suelo
repetir con Julio Rutman, periodista de la provincia de Mendoza, y nieto de
Gleizer, que el editor murió por la publicación de mi trabajo…) A esos tiempos
corresponde la lectura sembradora y generadora de Vladimir Maiakovsky, Serguéi
Esenin, Miguel Hernández, César Vallejo, los chilenos Vicente Huidobro y Pablo
Neruda, Juan L. Ortiz, T. S. Eliot, Whitman, Fernando Pessoa, Eluard, Aragón,
Ungaretti, Quasimodo, Eugenio Montale, los norteamericanos. El vértigo aluvional
de éstos acompañaron mis años juveniles. Ingreso a la Facultad de Medicina con
el sueño de una profesión de entusiasta sentido solidario y el mandato de “mi
hijo el Doctor”. Todo se dispone y propone como labor poética central. En la
casa del sentimiento conviven la anécdota callejera, el guión doméstico, la
expectante mirada sobre el mundo. Con pedido de ubicación preferencial aterriza
mi fascinación por el cine, que se me instala e incorpora con inusitada
intensidad y seguirá presente en toda mi obra. La pantalla parroquial del barrio
me ganó con vigor de fe. El “biógrafo” del barrio con “las de convoy”…
2 — Aprovechemos la cámara, encendámosla, e improvisá unos acercamientos sin
afán cronológico ni exhaustivo, una “panorámica” sobre tus libros y algún apunte
de contexto.
MS — “Las de convoy” me remiten a “Historias del oeste”; la pasión amorosa, no
sin alguna incursión atrevida: “Dopoguerra”. Un episodio histórico provoca el
poema escénico “Libertad”, representado varias veces y dedicado a don David
Álvaro Siqueiros (de quien atesoro una carta de agradecimiento desde su
prisión). Con papeles especiales aparece la carpeta “Las palomas”, ilustrada por
Mabel Rubli y con tirada reducida para bibliófilos. Es mientras aparece “Cono de
sombra y casa de pan” cuando me integro al Grupo Barrilete, con los poetas
Carlos Patiño (1934-2013), Alberto Costa, Horacio Salas, Martín Campos, Rafael
Alberto Vásquez, Roberto Santoro (1939; director de la revista “Barrilete” y
detenido-desaparecido en 1977 por la última dictadura cívico-militar), Miguel
Ángel Rozzisi, y otros cercanos al Grupo, como Humberto Costantini. Aquello
supuso un fuerte compromiso político-cultural. Del que surgió la colección
conformada por siete separatas cuyo título fue “Informes”. A través del sello
Ediciones El Barrilete aparece “Sumario del miedo”. “Doloratas” es una suerte de
oratorio que memora el Holocausto. “Noticia sobre el incendio en la nave mayor”
surge desde los cuentos de piratas que le contaba a mi nieto. “Bajo continuo” se
distribuyó acompañando, en un sobre de plástico, una edición de la revista de
poesía “La Guacha”, por lo que llegó a unos 2500 lectores. “Cabeza, tronco y
extremidades” vale como pago de asignatura pendiente saldada con el médico —yo—
que desertó.
3 — ¿Cuál es el hecho histórico que provocó la concepción de “Libertad”?
¿Quiénes lo representaron?
MS — “Libertad” fue generado a raíz de la detención de él, que parece que había
liquidado a un tipo a los tiros. Fue editado por “El Barrilete” y lo
representaron los actores Adriana Aizemberg, Hugo Álvarez y Jorge Amosa en la
primavera de 1963.
4 — Me encantaría que nos cuentes sobre una experiencia que conozco desde la
excelente edición en C. D.: textos de “Thrillers” que con tu lectura y en
contrapunto con el saxo de Sergio Paolucci, se representó en unas cincuenta
ocasiones y no sólo en nuestra ciudad. ¿Alguna anécdota?
MS — Así es: además de dar funciones, la mayoría en nuestra ciudad y en el Gran
Buenos Aires, las dimos en las provincias de Mendoza, Córdoba y Tucumán. Un
episodio que recuerdo aconteció cuando ofrecimos el espectáculo en la sala
central de la Biblioteca Nacional: Paolucci solía entonarse un tantito antes de
cada función. Esa vez llegaba la hora de inicio y no apareció sino recién cuando
yo ya estaba a punto de suicidio público. De lo más exultante copó el centro del
escenario acostándose en el piso, desde donde la emprendió con lo suyo. Los
espectadores, sorprendidos, habrán pensado que actuaba. Cuando se puso se pie,
lo ovacionaron.
5 — ¿Qué ha caracterizado a los encuentros internacionales de poesía en los que
participaste como invitado? ¿Hallaste alguna marcada diferencia con los que se
realizan en estas pampas…? Si llegaras a colaborar en la organización de uno,
¿qué propondrías? ¿Qué “le faltan” a los festivales?
MS — Estimo que las motivaciones organizativas son semejantes: auténtico interés
cultural y de difusión de una honesta minoría y afán de protagonicidad en el
resto (la condición humana, ¿vio?). El festival de mayor peso y nivel en el que
participé fue el de Medellín, en junio de 1993. Luego concurrí al de Bogotá, en
dos ocasiones. Funcionaba la Casa de Poesía Silva, fundada por Belisario
Betancourt (excelente poeta él mismo y ex presidente de Colombia). La Casa
estaba dirigida por la poeta María Mercedes Carranza, quien en 2003 llegó a
quitarse la vida en la misma habitación donde José Asunción Silva lo había
hecho. Ella y yo estuvimos en el Festival de Poesía Internacional de Lima.
Impactante resultó el Festival Mundial de Poesía en Caracas, en el Teatro
“Carreño” (equivalente a nuestro Teatro “Colón”): lectura individual en un
escenario enorme. Además, lecturas en varios estados de Venezuela: conmovedor.
Conocí al Nobel caribeño Derek Walcott, de quien me traje un texto con su firma.
Los encuentros que se conciben en nuestras pampas, básicamente, conllevan
similares virtudes y defectos. ¿Qué propondría yo?: que los organizadores se
abstengan de incluirse en la programación. No considero ético que lo hagan. Los
festivales carecen de dinamismo, sentido crítico (mirada y oído de espectador /
oyente). Debieran ingeniárselas para no mortificar ni aburrir. Imbuirse del cómo
juega la imagen y la actuación y operar en consecuencia.
6 — Atmósfera de homenajes y reconocimientos explícitos o implícitos —y no sólo
por tu trayectoria de seis décadas— es la que advertimos alrededor tuyo, desde
hace un largo rato, los que estamos atentos.
MS — Homenajes y reconocimientos sospechosos de avisos de esos que señalan la
recta final y que resultan, por lo menos, inquietantes. Con Joaquín Giannuzzi
jodíamos: “Estamos en lista de espera”. Procuro ubicarme en términos
existenciales y soy conciente de ello: prolongar el recorrido con trabajo
poético como resistencia, como vital expresión afirmativa.
7 – Siempre quise preguntarte sobre aquella intervención tuya como co-adaptador
al castellano nuestro, el de los porteños, junto con Jorge Hacker, de “Raíces”,
la pieza teatral del prolífico inglés (ahora Sir) Arnold Wesker, que inicia la
trilogía que prosigue con “Sopa de pollo” y “La cocina”.
MS — La primera traducción de esa pieza fue en la Argentina a través de
Ediciones Nueva Visión, en 1966. En 1971 salió con el sello del Centro Editor de
América Latina. Se representó, con la dirección de Jorge Hacker y actuaciones de
Norma Aleandro, Héctor Alterio, Rubens Correa, Alejandra Boero… Tres años en
cartel. Eso fue comenzar a bailar con la más linda: “no conveniente”, porque lo
que sigue queda por debajo…
8 — Dirijámonos ahora a tus primeros encuentros personales con escritores que
más se te hayan grabado.
MS — De impacto emocional: con Olga Orozco (también ella había sido invitada a
Colombia, pero se negó a concurrir en nombre de no sé qué conjuro que la
esperaba para atentar contra ella; en vano —me lo habían encomendado— procuré
disuadirla). Con gran placer charlé con Juan L. Ortiz,
Raúl González Tuñón,
Marco Denevi, Nicolás Olivari (en un cabarute del barrio de La Boca),
Leopoldo Marechal (a quien visité con
Roberto Santoro). Por teléfono te conté que de
jovencito yo me paseaba como novio —presuntuoso, ¿no?— con Lila Guerrero, la
notable traductora al español de Vladímir Maiakovsky: ella me introdujo en el
mundo social de la literatura. Con Bernardo Ezequiel Koremblit, fallecido en
2010, tuve una especial amistad y profundo afecto. Talentoso como pocos e
ingenioso como ninguno: arrancó con la presentación de uno de mis poemarios
declarando: “Yo este libro no lo leí para evitar que influya en mi opinión…”
¿Otros?: Sábato había dejado en mi casa una copia del todavía inédito “Informe
sobre ciegos” y se me extravió entre tanto papelerío. A Neruda lo conocí donde
vivía Margarita Aguirre, su secretaria. Y en Santa Fe, en ocasión de aquel
largometraje memorable, “Los inundados”, charlé con Juan José Saer.
9 — En 2007, en el departamento de la fallecida poeta Graciela Wencelblat,
estábamos comiendo, bebiendo y chacoteando, la dueña de casa, nosotros, y varios
escritores; después de canturrear un tramo de la milonga “Yo soy Graciela
oscura” —letra de Ulises Petit de Murat y música de Astor Piazzola—, te pregunté
si habías llegado a tratar a Petit de Murat. Vos hiciste un chiste, tipo “¿qué
se creen, que soy tan mayor como para haber conocido a Esteban Echeverría o José
Hernández o Miguel Cané?”, y me quedé sin saber siquiera si te habías cruzado
con él. Y bueno, pues: aquí estoy con el interrogante. Y como también recuerdo
que algunos jóvenes poetas de tu generación fueron a visitar a Antonio Porchia,
en una época de mucha difusión de sus aforismos, me gustaría saber si lo
conociste.
MS — De Ulises Petit de Murat tengo presente que me contó no pocas intimidades
de su amigo Jorge Luis Borges. (Estela Canto, que visitó mi casa —cabe
destacar—, jamás se refirió a su relación con Borges.) A Porchia no llegué a
conocerlo: le había enviado uno de mis primeros poemarios y me respondió con
manuscritos de sus textos originales —que me dedicó— y que también atesoro.
Tanto como cartas manuscritas de Vicente Alexandre y Carlos Fuentes.
10 — Fuiste uno de los responsables de la colección de poesía Elefante en el
Bazar, que a través de ediciones de La Sociedad de los Poetas Vivos promovió
certámenes —Concurso Nacional de Poesía “Ramón Plaza”— y ediciones no sólo de
los ganadores de dichos certámenes.
MS — La Sociedad de los Poetas Vivos surge, claro, después de ver el film de
Peter Weir con Robin Williams: “La sociedad de los poetas muertos”, decadente y
desalentador. Con una práctica político-cultural, el grupo encaró la impresión y
difusión de miles de pequeños volantes con poemas breves y ocasionales. El
concurso homenaje al poeta Ramón Plaza resultó un acierto: participación masiva
y nivel creativo.
11 — ¿Algún suceso que vos consideres que ha incidido muchísimo en tu inmersión
en la vida literaria?
MS — Uno de los dos que ha sido determinante en mi vida literaria —que es mi
única y elegida vida—, es éste: Sobre los ’80 yo llevaba ya varios años como
representante de ventas —o como se nos denominaba: corredor— en el rubro textil,
con zona de privilegio. Gané suficiente dinero como para convertirme en
propietario de varias viviendas y otros bienes. En el ’84, a la salida de un
Banco, me asaltaron. Fue muy cruento. Terminé internado con serias lesiones
craneanas. La tomografía (“desgracia con suerte” asevera el vulgo) detectó un
tumor hipofisario con mal pronóstico. Fui operado durante ocho horas y el
postoperatorio demandó quince días en terapia intensiva. La empresa me jubiló
por incapacidad y por la tremenda depresión que me invadió. Aspirando a eludir
interpretaciones sicologistas de ocasión y sin atribuirme “mano mágica” o
fatalismo, sigo creyendo que los acontecimientos tendieron a ubicarme en la
centralidad de mi pasión creativa, sobre todo con la poesía. Gracias (vale la
ironía) a la depre fui perdiendo los bienes. Al punto de sólo quedarme con mi
pequeño departamento, y ninguna otra cuestión más que atender fuera del trabajo
poético. Y sin percibirme contrariado, en la medida en que prevalece la
satisfacción, tras haber logrado conciliar el ser y el quehacer. Dentro del
laburo poético estoy vivo, presente y digno. Fuera de él: huérfano en el
desierto.
*
Marcos Silber selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
Un cabello apareció en el lavatorio;
suficiente para interrumpir el inmaculado paisaje,
suficiente para quebrar su casta blancura.
Vaya a saberse qué asuntos lo afligían,
qué pesadumbre lo abatió,
porqué decidió saltar, vaya a saberse.
Allí aparece ahora el moribundo, vencido, entregado.
Pero no se exhibirá más de la cuenta
su ya esmirriado cadáver. Alguien irá por agua
y el desdichado rodará y entrará
en tinieblas de abismos sin retorno.
Un cabello.
También fue vida.
Es todo.
(De “Primera persona”)
*
TRES
La pelirroja se para en medio de la pista
como en el trono del centro del mundo.
Los hombres susurran y ella lo sabe,
por eso avanza las tetas,
el mascarón de su proa.
La rubia de pelito corto sonríe,
los hombres susurran y ella lo sabe,
por eso todo el tiempo sonríe
con dibujo de tonta felicidad.
La morena planta en la escena
su cabeza de mar nocturno que perturba,
y ella lo sabe.
Los hombres apuntan
al camino de seda negro de su pelo
después que pone el cielo en el grito:
"el que no se desnuda bajo la lluvia
no juega;
el que no trepa hasta la cocina de la pasión
no juega.
Vamos muchachos, vamos,
hasta la victoria siempre"!...
(Inédito incluido en “Visita guiada”)
*
LLUVIA
La lluvia es Dios.
Con mano una de piedad
y de furia la otra.
Si la lluvia se retira
la tierra abandona la tierra
el mar cierra la boca
y toda la palidez se cita
para caerle a la soñadora del ventanal.
La lluvia es Dios.
Si se niega la lluvia
encallan los barquitos de papel,
ningún corazón se dibuja en los cristales
y se queda sin bendición
el pelo de las mujeres de la casa.
Si se retira la lluvia
cómo se lava el demasiado dolor del mundo
y a la carne de la tontita
echada sobre las lozas del patio
quién la lava?
Si se queda la lluvia, si no sale,
se miran perdidos los amantes
debajo del cinc difunto.
Dios es la lluvia.
Si la lluvia se retira
qué será de la sin rostro
que viene cada vez que agua
y no sabe que canta para mí.
(Inédito incluido en “Convocados”)
*
LA MOJADITA
(A la sagrada de su entrepierna)
Allí vive, allí, en el centro
del arco de triunfo de sus caderas;
al pie de los terciopelos del horizonte pubiano.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
Habla la siempreviva o lo que es lo mismo
deja oír sus correntadas.
Con mi nave a la vista
se aluviona, se anega,
y a mi mano responde con sus fuentes termales.
Ni pensar cuando el llamado del timbre divino;
entonces ocurren olas de una marea incontenible.
Juega. Juego. Jugamos.
Los disparos que dan en el blanco
agitan el carrillón de su cielo.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
La insaciable, la voraz
muerde el collar que la visita
y en cada pequeña muerte me devora.
Lavas nacidas en el centro de la tierra
trepan hasta la caldera
de una y otra boca de los dos.
A la conclusión
la mojadita va a decir y dice:
que haya paz, una breve tregua.
Yo, el amador voy a decir y digo:
estamos vivos y esto que sucede es la felicidad.
Ella, la amada, va a decir y dice:
me dio un poquito de frío,
tápame por favor.
(Inédito incluido en “Convocados”)
*
Estampida, fogonazo; los dos dieron en el blanco.
Para que todo se corra, se retire.
Abrió sus ventanas el cielo. Y apareció el Arco Iris.
Allí, en la noche. En el cielo de la noche.
(Vale, adentro de la caja del sueño.)
Vértigo, luego vahído, desarreglo, sismo.
Nada deja de temblar.
Cada algo se asusta, huye, se guarda.
Impasible el Arco. El de la noche.
En el cielo de la noche.
Y continúa fantasmal con luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
(y tiene, no sé...)
Que ocurrió? Por qué ruta llegó el hechizo?
Se dislocó el destino?
Se le fue la mano a la razón?
(Tomó de más, seguro.)
Afónica, la vitrola alumbra el entonces.
No cuenta preguntar: en la noche,
en el cielo de la noche, qué ocurrió?
Se amotinó el sentido?
De todos modos, a quien le importa.
Dejémoslo así.
Estampida hubo y fogonazo.
En la noche. En el cielo de la noche.
Con Arco Iris y luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
(y tiene, no sé...)
(Inédito)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Marcos Silber y Rolando Revagliatti.
*
www.about.me/rrevagliatti
http://www.revagliatti.com.ar/030714.html
*
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