![](vs/gombr1.jpg)
LA FILOSOFÍA
"En cuanto al curso de filosofía me gustaría dictarlo a partir de Kant,
con él empieza el pensamiento moderno, calculo una hora para Kant, otra
para Hegel, treinta minutos para Marx, una hora para Husserl, otra para
el existencialismo y otra para el estructuralismo, en total, cinco horas
y media. Pero no estoy seguro de poder hacerlo, pues me fatigo cuando
hablo demasiado"
Éste es el fragmento de una carta que Gombrowicz le escribe Al Hasídico
anunciándole que estaba trabajando en la preparación del curso. Gombrowicz
es un hombre de letras que le hizo honor al viejo nombre de Facultad
de Filosofía y Letras, cosa que la mayoría de los escritores no hacen.
Los apuntes que armó la Vaca Sagrada sobre estas lecciones, con el asesoramiento
especializado del Cagamármoles, no tienen el nivel de los que armaron
los estudiantes de la Universidad de Tucumán sobre las lecciones de
García Morente, pero dieron oportunidad de nacimiento a un panegírico
mortuorio que escribió el Boxeador Amateur cuando apareció "Curso de
filosofía en seis horas y cuarto"
A mí me sirvieron para recordar episodios de la filosofía que viví con
Gombrowicz y con los contertulios del Rex, y para vincularlos con pasajes
de sus diarios en los que se pasea de la mano con la madre puerca de
las ciencias. Siguiendo un itinerario un tanto caprichoso se me ocurrió
que Gombrowicz es una especie de bastonero de estos pensadores. Los
odia y los quiere como si fueran de la familia, es lo que se deja ver
en un opúsculo al que di en llamar "Los Filósofos" que los gombrowiczidas
pueden leer en El Ortiba, y que mira con el rabillo del ojo a ese "Curso
de filosofía en seis horas y cuarto" que también aparece en esa revista
como lectura recomendada.
En este camino peripatético nos vamos a encontrar con nueve filósofos:
Kant,
Schopenhauer,
Hegel,
Nietzsche,
Marx,
Husserl,
Heidegger,
Sartre y
Foucault.
![](graph/linegoth.gif)
LOS FILÓSOFOS
Esquema del curso de filosofía
|
|
KANT
Andamos dando vueltas alrededor de los rastros que dejaron los filósofos
en la obra artística de Gombrowicz. Algunas huellas ya encontramos,
de Heidegger en "Cosmos" y de Hegel en "Opereta", pero debe haber más.
El primer amor filosófico que tuvo Gombrowicz fue Kant, a los quince
años ya le echaba una mirada de vez en cuando a la "Crítica de la razón
pura" de la que conservó notas que había escrito sobre los juicios sintéticos
a priori. También intentaba entender algo de "Prolegómenos a toda metafísica
futura", una obra que revelaba la importancia fundamental de ese yo
tan maltratado en Polonia.
Pero, ¿qué relación puede existir entre un hombre tan serio como Kant
y Gombrowicz? Es seguro que Kant no era una persona totalmente seria,
pero el acceso a su inmadurez y a sus suciedades no es posible, le estaba
vedado a Kant también. Es un misterio cómo el Kant niño se transformó
en el Kant filósofo, pero no está de más recordar que el desarrollo
de la cultura y de la ciencia tiene mucho de ligero y caprichoso.
Gombrowicz empieza el curso de filosofía que dicta en su casa de Vence,
en vísperas de su muerte, hablando de Kant al que le dedica más tiempo
que a los otros filósofos, en esas lecciones que son interrumpidas por
la enfermedad. De los pensadores que integraron esas lecciones Kant
fue el de origen más modesto, el que menos viajó, el más longevo después
de Hiedegger, el menos exagerado, y el más grande. Cuando murió sus
conciudadanos le rindieron los mismos honores que se le rendían a los
príncipes cuando fallecían.
Antes de descubrir en qué obra de Gombrowicz aparece Kant vamos a dar
un breve paseo por la filosofía de este maestro. La actitud idealista
iniciada con Descartes basó el razonamiento filosófico sobre la convicción
de que los pensamientos nos son más inmediatamente conocidos que los
objetos de los pensamientos. Sin embargo, en todos los pensadores anteriores
a Kant quedaba siempre un residuo de realismo que recaía en una existencia
transcendente, en sí, de algún elemento que encontraban por el camino:
el espacio, Dios, el alma, las mónadas... Kant trata de terminar definitivamente
con la idea del ser en sí. Para el conocimiento el ser no es en sí,
sino que es un ser para ser conocido, puesto por el sujeto pensante
como objeto del conocimiento.
Kant se encuentra en el cruce de la tres
corrientes ideológicas más importantes del siglo XVIII. El racionalismo
de Leibniz que distingue entre verdades de razón y verdades de hecho
y cuyo ideal es estructurar el conocimiento científico como una malla
de verdades de razón. El empirismo de Hume con sus reflexiones sobre
las percepciones y sobre las conexiones no causales de los hechos. Y
la ciencia positiva físico matemática de Newton. El pensamiento de Kant
huele mucho más a Newton que a otra cosa, es por eso que su sistema
filosófico es imponente pero no exagerado. Newton había puesto en caja
a todos los fenómenos de la naturaleza con su desarrollo de la mecánica
racional, un sistema grandioso y seguro, alejado de las quimeras. Kant
tiene en la mano pues todas las cartas de la ideología de su tiempo.
La vida que llevó ha pasado a la historia como un ejemplo de existencia
metódica y rutinaria. Acostumbraba a dar un paseo vespertino, a diario
a la misma hora y con idéntico recorrido, al punto que llegó a convertirse
en una especie de señal horaria para sus vecinos. La filosofía necesitaba
de una teoría del conocimiento y de eso escribe en "Prolegómenos a toda
metafísica futura".La diferencia fundamental entre Kant y sus predecesores
es que mientras estos hablan del conocimiento de una ciencia que se
está estableciendo, Kant habla de la ciencia físico matemática de Newton
ya establecida.
El hecho de la razón pura es pues el hecho de la ciencia físico matemática
de la naturaleza que está compuesta de juicios en los que, en resumidas
cuentas, algo se dice de algo. Estos juicios son el punto de partida
de todo el pensamiento de Kant, son enunciaciones objetivas acerca de
algo, son juicios que se dividen en dos grandes grupos: los analíticos
y los sintéticos. Y esta clasificación nos lleva de la mano a "Filifor
forrado de niño", y a cómo Kant se metió dentro de una novela corta
de Gombrowicz.
Los juicios analíticos son aquellos en los que el predicado está contenido
en el concepto del sujeto. Contrario sensu, en los sintéticos no está
contenido. Son sintéticos porque unen sintéticamente elementos heterogéneos
en el sujeto y en el predicado. Los juicios analíticos son verdaderos
porque son tautológicos, son juicios de identidad. En cambio la verosimilitud
de los sintéticos proviene de la experiencia, de la percepción sensible.
Los juicios analíticos son verdaderos, universales y necesarios, por
lo tanto no pueden tener origen en la experiencia, son pues a priori.
La validez de los juicios sintéticos es, en cambio, limitada a una experiencia,
son juicios particulares y contingentes, son entonces a posteriori.
Si la ciencia estuviera constituida por juicios analíticos solamente,
por verdades de razón, la ciencia sería vana, y si estuviera constituida
por juicios sintéticos, por enlaces casuales de hechos como piensa Hume,
no sería ciencia, sería una costumbre sin fundamento. Pero la ciencia
físico matemática de Newton no es ni tautológica ni está compuesta de
hechos de conciencia casuales. Aquí Kant está preparando el caramelo
para Gombrowicz. Los juicios de la ciencia tienen que ser a priori,
es decir, universales y necesarios, como los analíticos sin ser analíticos,
y también tienen que ser sintéticos, es decir, deben aumentar nuestro
conocimiento sobre las cosas. Los juicios de la ciencia deben ser pues
sintéticos y a priori, y lo son, tanto en la matemática como en la física.
No es el caso aquí de poner ejemplos ni de hacer demostraciones, pero
sí podemos preguntarnos cómo son posibles estos juicios, y si son posibles
en la metafísica.
Kant llega a la conclusión de que el espacio y el tiempo son formas
de nuestra sensibilidad que hacen posible la existencia de los juicios
sintéticos a priori en la matemática, la condición primera para que
las cosas puedan ser conocidas. Pero la ciencia humana no es sólo matemática
sino también física, determina la forma de los objetos pero también
tiene que determinar las leyes que rigen la aparición y la desaparición
de los fenómenos mismos, es decir, el conocimiento a priori de los objetos
reales. Las leyes que se anuncian en la mecánica racional no son derivadas
de la experiencia sino de nuestro propio pensamiento. Mientras la intuición
del espacio y del tiempo hace posible la forma de los objetos, las doce
categorías del conocimiento hacen posible la realidad, son las condiciones
de existencia de los juicios sintéticos a priori en la física.
Las condiciones del conocimiento son al mismo tiempo las condiciones
de la objetividad, es lo que Kant llama la inversión copernicana. Las
condiciones de la objetividad no nos pueden ser enviadas por las cosas
pues las cosas sólo nos envían impresiones, entonces son las cosas las
que se deben ajustar a nuestros conceptos. Para redondear este paseo
por los juicios sintéticos a priori de las lecciones que Gombrowicz
les dio a la Vaca Sagrada y al Hasídico, el curso de filosofía más extenso
que dictó y también el menos concurrencia, vamos a decir que los objetos
del mundo material sirven tan sólo como materia pura a partir de la
cual se nutren las sensaciones. Los objetos, en sí mismos, no tienen
existencia, y el espacio y el tiempo pertenecen a la realidad sólo como
parte de la mente, como intuiciones con las que las percepciones son
medidas y valuadas. Las formas de la sensibilidad, el espacio y el tiempo,
más las doce categorías del conocimiento cuya reina es la causalidad,
al punto que Schopenhauer suprimió las otras once, hacen posible la
existencia de los juicios sintéticos a priori en la matemática y en
la física. Este tipo de juicios no son posibles en la metafísica, pero
ésta es harina de otro costal, nosotros vamos a detenernos aquí.
La existencia de estos dos mundos opuestos de los juicios analíticos
y de los juicios sintéticos pusieron en marcha la imaginación de Gombrowicz,
le empezaron a rondar la cabeza y a los treinta años los metió en "Filifor
forrado de niño" "Filifor forrado de niño" es el otro relato corto que
Gombrowicz incluye en "Ferdydurke". Escrito, como Filimor, en 1934 es
presentado en el libro con un prefacio, uno de cuyos pasajes se convirtió
con el tiempo en el manifiesto ferdydurkysta.
Esta novela corta es una muestra del talento que tiene Gombrowicz para
componer estructuras lógicas con elementos absurdos. Ya conocemos la
enorme desconfianza que le tenía Gombrowicz a la crítica literaria.
En algunas ocasiones cuando los críticos, o los escritores puestos en
actitud de críticos, discutían sobre el significado de una obra les
recomendaba que le preguntaran al autor, quién mejor que el autor podía
conocerlo, y si el autor no estaba presente les ofrecía el número de
teléfono para que lo consultaran. Ahora bien, ¿cuál es el significado
de esta narración? En el año 1934 Gombrowicz ignoraba la existencia
de Joyce y de Kafka, conocía muy poco del surrealismo y tenía unas nociones
vagas sobre Freud, captaba lo que estaba en el aire, en las conversaciones
y hasta en los chistes. El aparato formal que había puesto en movimiento
era pues, en buena parte, de su propia cosecha. Cuando le preguntaron
qué significaba "Filifor forrado de niño" respondió que era una historia
que convocaba a la lucha a dos partes antitéticas alrededor de un eje
central, en la que triunfaba la función sobre la idea. Pero no dijo
que la fuente de su inspiración habían sido los juicios analíticos y
sintéticos de Kant.
![](graph/linegoth.gif)
![](vs/gombr1.jpg)
SCHOPENHAUER
Gombrowicz y sus hermanos bien sabían que los libros del filósofo inglés,
que fundamentó el proceso social en la lucha por la existencia y la
supervivencia del más apto, permanecían en los estantes de la biblioteca
con las páginas sin abrir. Sin embargo, a Marcelina Antonina se le ocurría
presentarse de otra manera: –Confieso que pueda parecer un poco extraño,
pero tengo una gran debilidad por la filosofía, por el pensamiento riguroso
y en ocasiones me deleito leyendo Spencer.
"En lo tocante al intelecto, apenas estaba en el sexto curso, a los
quince años, y ya echaba de vez en cuando una hojeada a la "Crítica
de la razón pura"; conservo de esa época notas sobre los juicios sintéticos
a priori (...)"
Esa pasión por la filosofía de Gombrowicz iniciada a los quince años
seguramente tiene que ver con los desvaríos de su madre, pero la mantiene
durante toda la vida.. Los filósofos a los que a menudo acusaba de un
exceso de abstracción y desinterés hacia los problemas de la vida serán
sus fieles compañeros, unos con relaciones ambiguas, como en el caso
de Sartre, y otros con adoración, como en el caso de Schopenhauer.
"Lo único que me asusta es que el General se halla ya en posesión de
mis modestos libros. En cuanto al curso de filosofía me gustaría dictarlo
a partir de Kant, con él empieza el pensamiento moderno, calculo una
hora para Kant, otra para Hegel, treinta minutos para Marx, una hora
para Husserl, otra para el existencialismo y otra para el estructuralismo,
en total, cinco horas y media. Pero no estoy seguro de poder hacerlo,
pues me fatigo cuando hablo demasiado"
Es el fragmento de un carta que le escribe al Hasídico. ¿Por qué no
nombra a Schopenhahuer? Porque es difícil nombrar a lo que nos deslumbra,
sin embargo, luego habló de Schopenhauer en el curso. Pero no lo nombra
también porque Francia no conoce a Schopenhauer y por eso trata al arte
en forma extraordinariamente ingenua e incompleta.
Schopenhauer había heredado de su padre la energía de la voluntad y
el orgullo, y de su madre la penetración intuitiva y la flexibilidad
de la expresión. Lo mismo se podría decir de Gombrowicz, pero ésta es
una condición bastante común de hombres insignes, pues el padre es el
que gana el dinero y la madre la que lo gasta. Schopenhahuer tenía devoción
por su padre, en la segunda edición de su obra fundamental aparece una
tierna dedicatoria en la que le manifiesta su gratitud por haberle proporcionado
una posición independiente y a cubierto de las humillaciones de la miseria.
Las relaciones con su madre, en cambio, no eran buenas:
"Es necesario para mi felicidad, saber que tú eres feliz, pero no es
preciso que yo sea testigo de tu dicha"
Este es el fragmento de una carta que le escribió la madre al anunciarle
el hijo que se proponía volver a la casa de Weimar. Cuando Schopenhauer
le leyó el título de su obra "La cuádruple raíz del principio de razón
suficiente", le preguntó si era un libro para boticarios: –Mi libro
se leerá cuando de los tuyos quede, si acaso, algún ejemplar en la covacha
de un trapero; –De los tuyos quedarán las ediciones enteras.
Schopenhauer toma como base el criticismo kantiano, sin embargo, sostiene
que con la introspección es posible acceder al conocimiento esencial
del yo. Identificó este principio metafísico como voluntad de vivir,
sosteniendo que la misma substancia animaba realmente la aparente pluralidad
de las criaturas. Redujo las doce categorías del sistema kantiano a
una sola : el principio de razón suficiente o de causalidad.
El concepto de voluntad se refiere a un fundamento de carácter metafísico
cuyo correlato sensible es el mundo fenoménico. El mundo de los fenómenos
está sujeto al tiempo y al espacio por el principio de individuación,
y a la ley de casualidad, es la voluntad misma objetivada, a la que
Schopenhauer llama representación. La voluntad se manifiesta desde una
simple piedra hasta el hombre en quien alcanza su grado máximo porque
adquiere la forma del deseo constante, en cuyo único caso se identifica
con la noción corriente de voluntad. La voluntad misma, sin embargo,
no es otra cosa que una afán ciego, un impulso carente de fundamento
y motivos. Está lejos de los conceptos vacíos del absoluto, del infinito,
de la idea, es el fundamento y la base de toda explicación, es el núcleo
de la realidad misma.
En la medida en que la voluntad se expresa en la vida anímica del hombre
bajo la forma de un continuo deseo siempre insatisfecho, toda vida será
entonces esencialmente sufrimiento. Y aún cuando el hombre consiga mitigar
o escapar momentáneamente al sufrimiento, termina por caer en el insoportable
vacío del aburrimiento. De ahí que la existencia humana es un constante
pendular entre el dolor y el tedio, un periplo que la inteligencia sólo
puede anular a través de fases que conducen a una negación consciente
de la voluntad de vivir. Reconoce como válidas tres alternativas para
esta negación: la contemplación de la obra de arte como acto desinteresado;
la práctica de la compasión; la autonegación del yo mediante una vida
ascética.
Schopenhauer fue el pensador que le dio a Gombrowicz la noción más acabada
para organizar el mundo en una visión. La contemplación es un juego
superior a la vida, el artista contempla el mundo y se maravilla como
un niño, en forma desinteresada. Schopenhauer construye una teoría artística
que deslumbra a Gombrowicz como lo manifiesta en el curso de filosofía
que dio dos meses antes de la muerte:
"El arte nos muestra el juego de la naturaleza y de sus fuerzas, es
decir, la voluntad de vivir. ¿Por qué nos encanta el frontispicio de
una catedral y una simple pared no nos interesa? Porque la voluntad
de vivir de la materia se manifiesta en la pesantez y en la resistencia.
La pared no expresa el juego de estas fuerzas porque cada una de sus
partículas pesa y resiste a la vez. Mientras el frontispicio de la catedral
muestra a esas fuerzas en acción: las columnas resisten y los capiteles
pesan"
El pensamiento de Schopenhauer es aristocrático hasta la médula, distingue
la inteligencia mediocre de la superior: la primera, como una linterna,
ilumina lo que busca; la segunda, como el sol, lo ilumina todo. El genio
no puede vivir en forma normal, el artista, cuando alcanza el grado
de la objetividad y del desinterés, tiene siempre que enfrentar obstáculos:
las enfermedades y las anormalidades. Beethoven era un ser desgraciado,
pero supo expresar en su arte la salud y el equilibrio porque no los
tenía. Gombrowicz atribuía a esta antinomia la máxima importancia. El
artista debe compensar sus desórdenes con la disciplina y el rigor.
"La filosofía de Schopenhauer es más que una filosofía, es una intuición
y una moral. Se indignaba porque en una isla del Pacífico las tortugas
del mar salían cada año del agua para procrear en la playa donde los
perros salvajes de la isla las daban vueltas y las devoraban. He ahí
la vida, esto es lo que cada primavera se repite en forma sistemática
desde hace milenios. La filosofía de Schopenhauer no es popular, es
tremendamente aristocrática, y de ella no se pueden sacar consecuencias
políticas, como de la de Hegel o la de Sartre. Para mí es un misterio
que libros tan interesantes como los de Schopenhauer y los míos no encuentren
lectores"
![](graph/linegoth.gif)
![](vs/gombr1.jpg)
HEGEL
Gombrowicz era una persona seria que parecía poco seria. Que parecía
poco seria lo supe de inmediato cuando me lo presentó Arrillaga y se
despachó con el poema del chip chip, y que era una persona seria lo
supe una semana después. En efecto, el mismo Arrillaga lo amenazó con
desparramarle mierda en la cara cuando Gombrowicz lo examinó en presencia
mía sobre el origen del materialismo histórico y puso al descubierto
que el desconcertado comunista no conocía ni siquiera el título de un
libro de Hegel.
A raíz de este episodio decidí profundizar mis conocimientos sobre los
títulos de los libros del filósofo, asunto del que me convertí en un
especialista en muy poco tiempo, no fuera cosa que en un santiamén se
malograra mi relación con una persona que me resultaba muy interesante.
A medida que fui conociendo a Gombrowicz me di cuenta que era muy cierto
lo que después supe leyendo sus diarios: él quería hacer de sí mismo
un personaje como Hamlet o Don Quijote mientras andaba detrás de las
siete llaves para abrir el arcón de los conocimientos más importantes.
Vivió en una época que experimentó un ascenso irresistible de la actividad
política cuya forma más representativa fue el marxismo, así que Hegel
estaba siendo para las nuevas concepciones de la historia lo que Kant
había sido para la física moderna. Gombrowicz afirmó en el curso de
filosofía que dictó en su casa de Vence que la biografía de Hegel era
un tanto aburrida. Puede ser que tuviera razón, sin embargo, el filósofo
alguna picardía se mandó. Tuvo un hijo ilegítimo en la vida real, en
tanto que Gombrowicz sólo lo pudo tener en la vida imaginaria de los
diarios. Quizás lo más aburrido de Hegel es que se pasó la mayor parte
de su vida dictando clases en los claustros universitarios y no en los
cafés, como lo hicieron después Gombrowicz y Sartre.
¿Pero es que las ideas de los filósofos se metieron acaso en la obra
de Gombrowicz? Que se metieron en los diarios dicho está por él mismo,
pero, en los cuentos, en las piezas de teatro, en las novelas, ¿se metieron?
De pura casualidad pude saber antes de leer el libro, que algunas de
las ideas de Heidegger habían entrado en "Cosmos", como ya tuvimos oportunidad
de mostrarlo. Y las ideas de Hegel, ¿se metieron? La idea más grande
de Hegel es la historia, por esta razón Schopenhauer escupió sobre su
obra considerándola pseudo filosófica. Pero Gombrowicz no despreciaba
tanto a la historia.
Seis años después de muerto Gombrowicz el Príncipe Bastardo descubrió
unos manuscritos con la misma esencia de "Opereta", pero con personajes
y acciones distintos: una madre puerca, un enviado especial que se pasea
descalzo por las cortes europeas invitando a los reyes a que se quiten
los zapatos para liberar a los hombres. En una hoja separada, perdida
entre las notas, encontró su título: "Historia". El primer título que
tuvo entonces "Opereta" fue "Historia", porque el asunto de esta obra
era precisamente la historia. ¿Y por qué metió la historia en un estilo
tan monumental y esclerosado como el de la opereta? Le costó mucho trabajo
conseguir que los contenidos formales e ideológicos de la obra fueran
aceptados por ese estilo cristalizado.
Pero volvamos a Hegel. Las opiniones sobre la calidad del pensamiento
de Hegel están divididas. Schopenhauer decía que era un charlatán; Stuart
Mill era más drástico, clamaba a los cuatro vientos que el que se sentaba
a conversar con Hegel se quedaba sin cerebro; el Asiriobabilónico Metafísico,
bromeando con el Dandy, chapuceaba que no sabía nada de nada y que era
un bruto; y más recientemente un historiador de la filosofía dijo que
el sistema de Hegel era tan imponente como el de Aristóteles y que no
comprendía cómo había sido tan estúpido. Sin embargo, su pensamiento
dejó huellas profundas en los economicistas históricos y en Marx que
se reconoció "discípulo del gran pensador"
Hegel introduce un sistema para estudiar la historia de la filosofía
y el mundo mismo, llamado a menudo dialéctica, una progresión en la
que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones
inherentes al movimiento anterior. Dice Gombrowicz, en ese último curso
de filosofía que les dictó la Vaca Sagrada y al Hasídico, que el mundo
de Hegel va deviniendo en real en la medida que es asimilado por la
razón, y para mostrárselo con mayor claridad utiliza una comparación
muy ilustrativa. Al entrar a una catedral vemos fragmentos de muros
y detalles arquitectónicos que no se explican por sí mismos, se ve la
catedral de un modo fragmentario. A medida que avanzamos por sus naves
vemos más de sus partes y, al final, cuando nuestra mirada se ha paseado
por la catedral entera, descubrimos el sentido de cada fragmento, la
catedral ha penetrado en nuestra razón y entonces deviene en real.
El mundo existe en nosotros un poco cada vez, sólo al final de la historia
será completamente asimilado. Desaparecerán el tiempo y el espacio,
el sujeto y el objeto llegarán a ser idénticos y se transformarán en
el absoluto. Este sistema filosófico tiene una estructura fantástica
pero sirve para comprende mejor la realidad y el mundo. El progreso
de la razón se realiza a través del sistema dialéctico. De una posición
histórica, por ejemplo, la Revolución Francesa, deviene, por su negación,
otra posición superior, y de la negación de esta negación deviene otra
posición más alta en la jerarquía histórica, y así sucesivamente. De
esta negatividad originaria surge la contradicción que progresa en todos
los asuntos humanos: la nación, la familia, las leyes, el gobierno,
las guerras, el estado...
Esta marcha incontenible es un proceso dialéctico que nos coloca a cada
paso en un escalón superior y es el logro progresivo de la razón en
el desenvolvimiento de la historia. La actividad espiritual está formada
por dos elementos opuestos que no se encuentran, y el hombre está en
el medio de esta abertura como el ser a cuyo través la razón del mundo
llega a tener conciencia de sí misma
El mundo hegeliano es una verdad en marcha, el lugar donde la humanidad
forma sus leyes y el hombre se convierte en un peldaño de la historia.
La importancia que Hegel le dio a la historia contribuyó en forma excepcional
a la difusión de sus ideas. Este filósofo es capaz de deducir la racionalidad
del mundo a partir de un lápiz, no le costó mucho entonces demostrar
que lo inmoral de la guerra deviene en moral y que el estado se va transformando
en la encarnación de lo divino. Tras la muerte de Hegel, sus seguidores
se dividieron en dos cuerpos principales y contrarios: los de derecha
y los de izquierda. Los de izquierda interpretaron a Hegel en un sentido
revolucionario, fueron ateos y se atuvieron a los principios de la democracia
liberal. El más famoso fue Marx. Los múltiples cismas de esta facción
llegaron finalmente a la variedad anarquista de Stirner y a la versión
marxista del comunismo.
Esta es la historia que nos cuenta Hegel. ¿Y qué historia nos cuenta
Gombrowicz en "Opereta"? No hay mejores representantes de la historia
que la guerras y las revoluciones y en "Opereta" están presentes la
dos guerras mundiales y la revolución comunista. Estos cambios violentos
en el comportamiento general atrajeron la atención de Gombrowicz sobre
el papel de la forma en la vida, sobre la poderosa influencia del gesto
y de la máscara en nuestra esencia más intima. Y si lo sintió con tanta
fuerza fue porque le tocó entrar en la vida en un momento en que las
formas moribundas de aquella época que ya se alejaban, gozaban aún de
cierta vitalidad y podían morder. El ascenso desde el individuo hasta
la historia, que pasa por la familia, el pue¬blo, la nación, el estado,
es también el ascenso de una forma cada vez más pesa¬da que termina
por aplastar al hombre, dictándole su destino.
A medida que ascendemos por la colina de la forma hacia la historia
la montaña de cadáveres va llegando al cielo, pero para Hegel las cosas
no son así. La historia progresa aprendiendo de sus propios errores
y de estas experiencias deviene la existencia de un estado constitucional
de ciudadanos libres, que consagra tanto el poder organizador y benévolo
del gobierno racional, como los ideales revolucionarios de la libertad
y la igualdad. "En el pensamiento es donde reside la libertad"
"Opereta" y "Transatlántico", contrario sensu de Hegel, son ajustes
de cuentas que hace Gombrowicz entre el individuo y la nación, un pedido
de cuentas a ese pedazo de tierra creado por las condiciones de su existencia
histórica y por su situación especial en el mundo. El propósito de Gombrowicz
es reforzar y enriquecer la vida del individuo haciéndola más resistente
al abrumador predominio del estado y de las instituciones colectivas
que presionan sobre el hombre.
Gombrowicz es un Anti-Hegel, pero... La dia¬léctica en el sistema de
Hegel, es el momento negativo de toda la rea¬lidad. Pues bien, no hay
un caso más claro de cómo funciona el no en el mundo que Gombrowicz.
Siempre se definió por la contradicción: con la familia, con sus condiscípulos,
con sus colegas escritores, con cada uno de los temas de la cultura
y, como si esto fuera poco, consigo mismo. Igual que Hegel, Gombrowicz
utiliza la contradicción como base del movimiento interno de la realidad.
La negación le producía fascinación, y la negación de la negación lo
dejaba de cama.
![](graph/linegoth.gif)
![](vs/gombr1.jpg)
NIETZSCHE
"–¡A partir de este momento ya no quiero ser polaco! Estaré solo por
completo; –¿Solo? ¿No ves que la soledad hará de ti la víctima de tus
propias miserias?; –Entonces, ¡dadme un cuchillo! ¡Debo realizar una
amputación más radical todavía! ¡He de amputarme de mí mismo! Imagino
que Nietzsche habría definido mi dilema más o menos en esos términos.
Procedí a amputar. El cuchillo verdugo fue el pensamiento siguiente:
acepta, comprende que no eres tú mismo, pues nadie es jamás él mismo,
con ningún otro, en ninguna situación, ser hombre significa ser artificial"
En 1960 un diario alemán publicó una encuesta internacional a la que
respondieron treinta y cinco grandes maestros de la literatura. La pregunta
era: –¿Cuáles son los cinco escritores que más han influido en usted,
y qué libros de ellos elegiría? Entre los interrogados estaban Hermann
Hesse, André Breton, John Dos Passos, Georg Lukács. Gombrowicz figuraba
en esa lista. Aún vivía en Buenos Aires, acababa de ser traducido al
alemán y su fama europea crecía semana a semana, en medio de la más
ciega indiferencia argentina.
"La elección que haré está vinculada con el lugar que ocupo en el mapa
literario mundial (...) Estoy en el punto donde se desencadena la lucha
por defender el Yo, donde ese Yo tiende a afirmarse e intensificarse,
en busca de la Inmortalidad (...) Como ustedes habrán advertido ya aquí
no están Proust ni Joyce ni Kafka ni nada de lo que se está haciendo
ahora. Me apoyo en autores que los precedieron porque ellos medían al
hombre con una vara más alta"
Entre los cinco estaba Friedrich Nietzsche, un alemán que mantuvo la
ilusión sin fundamento de que sus antepasados habían sido nobles polacos:
"Yo soy un aristócrata polaco pur sang". Y Gombrowicz se refiere a este
alemán pur sang polaco.
"Nietzsche. Con frecuencia me irrita el ridículo de su Superhombre.
No comparto sus opiniones. Y sin embargo le debo, como a Dostoievski,
una agudeza de visión llevada al extremo y también, debo añadir, un
orgullo irresistible. Esas cualidades son necesarias en una época como
la nuestra, en la que el inevitable crecimiento demográfico conduce
–como toda inflación– a la devaluación del ser humano. Entonces: La
gaya ciencia"
Tal como le ocurría con el existencialismo y con el marxismo, Gombrowicz
está de acuerdo con el punto de partida del nietzschianismo, pero no
con sus deducciones. Andaba buscando puntos de apoyo para su filosofía
de la insuficiencia y de la inferioridad, por aquel entonces aún no
sabía que, por conflictos bastante parecidos relacionados con el deseo
de aprehender la vida en caliente, se estaban rompiendo la cabeza los
existencialistas que sólo después de la guerra llegaron a tener resonancia.
La afirmación de la vida de Nietzsche no andaba del todo bien con sus
nervios, le resultaba difícil imaginar algo tan artificial, ridículo
y del peor gusto como la idea de su superhombre y de su bestia rubia,
pero el alemán ponía al descubierto cómo detrás de los sentimientos
nobles del hombre se ocultaba la suciedad de la vida.
Nietzsche no era un filósofo en el sentido estricto de la palabra, escribía
aforismos, y de estas anotaciones va surgiendo una moralidad que se
basa en el hecho de que la especie humana es como todas las demás, se
mejora con la lucha y la selección natural. La moral nietzschiana se
pone en entredicho con la moral cristiana, una moral de los débiles
que le ha sido impuesta a los fuertes, perniciosa para la especie humana
y, por lo tanto, inmoral.
"En verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su bien y su mal.
En verdad, no lo tomaron, no lo encontraron, no les cayó como una voz
del cielo. Los valores los puso el hombre en las cosas para conservarse;
dio un sentido a las cosas, ¡un sentido humano! Por eso se llamó hombre,
es decir, valuador (...) Valuar es crear. ¡Oidlo, vosotros los creadores!
La valuación en sí es el tesoro y la joya de las cosas valuadas. Sólo
por la valuación hay valor, y sin valuación estaría hueca la nuez de
la existencia"
Esta preocupación profunda de Nietzsche, que comienza a desconfiar de
los sistemas abstractos, a sentir la vida cada vez más amenazada, y
ese carácter de valuador que le da al hombre, le vienen a Gombrowicz
como anillo al dedo. El pesimismo es una debilidad condenada por la
vida, y el optimismo una cosa superficial, sólo le queda al hombre elegir
un optimismo trágico, la adoración de la vida y de sus leyes crueles,
a pesar de la debilidad del individuo. Gombrowicz y Nietzsche realizan
una crítica cruel a todas las ideas, a la moral y a la filosofía, y
demuestran que el pensamiento filosófico no se realiza fuera de la vida,
sino que la acompaña y la expresa cuando no está falsificado. El alemán
tensa demasiado una cuerda que lo conduce a la admiración por la crueldad,
por la dureza inmisericorde, por el látigo y por las armas, una orientación
que deviene en una filosofía casi militar.
"Cuando apenas estamos en la cuna, ya se nos provee de palabras pesadas
y de valores pesados. Bien y Mal, así se llama este patrimonio. A causa
de estos valore se nos perdona la vida... Ésta es la obra del espíritu
de pesantez. Y nosotros arrastramos fielmente la carga que se os impone,
con fuertes espaldas y a través de áridas montañas. Y si sudamos se
nos dice: –¡Sí, la vida es una carga pesada! ¡Pero la única carga pesada
es el hombre! Porque arrastra consigo y lleva sobre los hombros una
porción de cosa extrañas. Semejante al camello, se arrodilla para que
lo carguen bien. Sobre todo el hombre vigoroso y paciente, tocado de
veneración: carga sobre sus hombros demasiadas palabras y valores extraños
y pesados; ¡entonces la vida le parece un desierto!"
Pero algunas ideas de Nietzsche le producían hipo a Gombrowicz. "La
idea es y siempre será un biombo detrás del cual ocurren cosas más importantes".
Platón, frente al lío que se le armó, pues en principio a cada cosa
le correspondía una idea, redujo la cantidad de ideas y solo fueron
ideas las de los objetos matemáticos y las de los valores generales:
bondad, belleza, etc. Aquí Gombrowicz tampoco se queda quieto: cuanto
más abstracta y general es una idea, más atenta contra el hombre; es
necesario formar un mundo y un Dios más limitados: "Vivo en un mundo
que todavía se nutre de sistemas, de ideas, doctrinas, pero los síntomas
de indigestión son cada vez más evidentes, el paciente ya tiene hipo".
Una idea que le pone los pelos de punta es la idea más abisal de Nietzsche:
la del eterno retorno, que libera al espíritu de las venganzas, que
supera el tiempo que pasa y el tiempo que se aproxima, y que confiere
al devenir el carácter del ser: "Yo no me dejo embaucar por ellos; conozco
este infantilismo que juguetea con el Infinito, sé demasiado bien cuánta
despreocupación e irresponsabilidad hacen falta para entrar con orgullo
en los terrenos de esos pensamientos impensables y de esa severidad
inaguantable, conozco este tipo de genialidad. Y ese Heidegger, en su
conferencia sobre Nietzsche, suspendido sobre esos abismos... ¡payasos!
Despreciar el abismo y no digerir los pensamientos excesivos: hace tiempo
que lo decidí así. Me río de la metafísica... que me devora"
Las ideas del superhombre y de la bestia rubia, que le gustaban a Hitler,
y la idea del eterno retorno, que le gustaba a Borges, lo ponían hecho
una furia. El hombre, que como fenómeno pasajero tiene que ser superado,
ese ser problemático que no puede ser un fin en sí mismo sino un medio
para llegar al ser superior que requiere un amor y una devoción más
importantes que el amor al prójimo. Y esa bestia rubia que habita en
el fondo de todas las razas nobles, ¡atención!, Nietzsche nos llama
a ser de nuevo bárbaros. ¡Cuidado, hay un alemán que se está volviendo
loco!
Y ese eterno retorno en el que el tiempo tiene un principio y un fin,
un fin que vuelve a generar un principio ateniéndose a las leyes de
la causalidad. Pero no nos las estamos viendo con ciclos sino con, exactamente,
los mismos acontecimientos que se repiten en el mismo orden, sin ninguna
posibilidad de variación. Se repiten los acontecimientos, los sentimientos
y las ideas vez tras vez, en una repetición infinita e incansable.
Esta idea no es tan peligrosa como lo son la del superhombre y la de
la bestia rubia y, además, tiene la ventaja que nadie va a poder demostrar,
ni ahora ni en el futuro, que es una idea falsa, como arguyó Eddington
cuando contó el número de partículas que tenía el universo. Como si
esto fuera poco, las extensiones imaginativas de las teorías físicas
modernas, a veces le pasan raspando a la idea del eterno retorno. El
Big-Bang, y las duplicaciones de los sucesos que viajan por las geodésicas
del cosmos a la velocidad de la luz, y se encuentra otra vez en las
antípodas del universo finito e ilimitado, lo hubieran puesto loco de
alegría al alemán, más loco aún de lo que estaba.
"La creencia en que el mundo, tal como debiera ser, existe realmente,
es la convicción de los hombres improductivos que no quieren crear un
mundo tal como debiera ser (...) ¿Qué es la libertad? Es la voluntad
de sentirnos como únicos responsables de crearlo"
Mientras que para Nietzsche el individualismo moral creador de valores
es sólo un privilegio de unos pocos seres excepcionales, pues el que
no puede mandarse así mismo tiene que obedecer, el mundo de Gombrowicz
es más elástico, o de temperaturas medias como le gustaba decir a él.
"Para elevarse, luchando, de este caos a esta configuración surge una
necesidad, hay que elegir: o perecer o imponerse. Una raza dominante
sólo puede desarrollarse en virtud de principios terribles y violentos.
Debiendo preguntarnos: ¿dónde están los bárbaros del siglo XX? Se harán
visibles y se consolidarán después de enormes crisis socialistas; serán
los elementos capaces de la mayor dureza para consigo mismos los que
puedan garantizar la voluntad más prolongada (...) ¿Vas a juntarte a
mujeres? Pues, ¡no te olvides del látigo!"
Aparte de la agudeza de visión y del orgullo irresistible que Gombrowicz
comparte con Nietzsche, me parece que la idea del hombre como valuador
es la que más los aproxima. El polaco, igual que el alemán, valuó el
mundo rebelándose contra todas las posiciones de la cultura y se preparó
para amputar en sí mismo todo lo que los polacos tienen de exagerado:
la virilidad, la violencia psíquica, el amor a la patria, la fe, la
honradez, el honor. Trató con sangre fría y sin reparos sus sentimientos
más queridos a la espera de que otros valores le salieran al encuentro.
Valuó a la familia, a la cultura, a Dios, a la patria, a la realidad
y a la historia. Se fugó de una cárcel en la que tropezaba todos los
días con estos obstáculos y creó un mundo superior soñando con la libertad.
Pero las cimas del espíritu que alcanzó con su conciencia terriblemente
perfilada se le convirtieron otra vez en una cárcel.
"¿Renacerá mi rebelión de antaño en la imaginación de algún otro, de
nuevo joven y cautivadora? No lo sé. Pero, ¿y yo?, ¿lograré siquiera
una vez rebelarme contra él, contra ese Gombrowicz? No estoy muy seguro.
Desembarazarme de Gombrowicz, comprometerle, destruirle, eso sí sería
vivificante... pero no hay nada más arduo que luchar contra el propio
caparazón"
Valuó y se rebeló contra el mundo en su obra y en su vida y no le fue
tan mal. Fue nimbado con la aureola del genio y se convirtió en un héroe
que peleó contra un mundo muy pesado que le habían puesto sobre los
hombros desde el nacimiento. Empezó a rebelarse contra la familia en
Ivona y terminó rebelándose contra la historia en Opereta, convirtió
a su vida en un Campo de Marte y declaró una guerra muy vasta con muchas
batallas, como lo había hecho Nietzsche.
![](graph/linegoth.gif)
![](vs/gombr1.jpg)
MARX
La realidad que el hombre va descubriendo poco a poco rompe los moldes
y las teorías que la contuvieron durante un largo tiempo; los viejos
barriles son reemplazados por otros, pero ni Einstein es tan distinto
de Newton, ni Marx de Cristo, ni Sartre de Sócrates, para poner unos
ejemplos. La realidad tiende a volverse teórica cuando está tranquila,
pero cuando está intranquila produce revoluciones sociales como la francesa,
o reducciones del pensamiento como la antropológica de Feuerbach, la
fenomenológica de Husserl y la sociológica de Marx.
Gombrowicz formó su conciencia en el período más agitado del siglo XX
y se vio obligado a reflexionar sobre concepciones tan amplias como
lo son el existencialismo y el comunismo, pues estas dos concepciones
juntas constituyen la verdadera introducción a nuestra época. A pesar
de las críticas que le hizo al existencialismo Gombrowicz aceptaba su
punto de partida, pero no sus deducciones. El punto de partida de esa
filosofía pone a la existencia y no a la idea en el centro de las reflexiones
sobre el hombre, las deducciones, en cambio, instalan las ideas de la
muerte y de la responsabilidad en una conciencia abstracta que está
lejos del hombre. Gombrowicz estaba convencido de que su idea sobre
la forma pertenecía al tronco de la inspiración existencialista y que
el existencialismo no pertenece al pasado, que perdurará por más de
mil años, para siempre, como han perdurado las filosofías del realismo
y del idealismo, repetidamente perdidas y vueltas a encontrar.
El existencialismo era una forma del pensamiento que no tenía una representación
política pero el comunismo sí que la tenía, y esta característica del
comunismo le daba un aspecto bifronte, porque una cosa era hablar de
Marx y otra de Stalin. Una tarde Gombrowicz expulsó al Mariposón de
la mesa porque la única objeción que tenía para hacerle a Stalin era
que había prohibido el arte abstracto: –Usted pone a un cuadro pintado
por un pintamonas por encima de treinta millones de cadáveres. Cuentan
los de Tandil que nunca vieron tan enojado a un hombre.
Estaba de acuerdo con el sentido moral del comunismo, con su pedido
de justicia distributiva y con esa conciencia que se torturaba frente
a la injusticia. Estaba de acuerdo también con la concepción marxista
del valor en la que la necesidad es el fundamento del valor, pues un
vaso de agua en el desierto no puede tener el mismo valor que al lado
de un río. Para Sartre, en cambio, un hombre tiene necesidad de agua
en el desierto porque elige la vida y no la muerte; en el marxismo no
existe esta libertad de elección, el hombre está obligado a elegir la
vida. Marx ha desenmascarado muchas mistificaciones históricas, del
mismo modo que lo hicieron Freud y Nietzsche, son hombres que demostraron
que detrás de nuestros sentimientos que parecen nobles, se ocultan complejos,
bajezas y toda la suciedad de la vida.
Gombrowicz piensa que la crisis del marxismo tenía mucho que ver con
el hecho de que en los países comunistas se trabajaba mal y se producía
poco, y esto porque nadie tenía interés en producir ni en obligar a
los demás a que lo hagan, pues no había ningún beneficio en juego. Si
bien el pensamiento marxista ha servido para desenmascarar muchas hipocresías
históricas, es también utópico y no conduce a nada, por tal razón se
animó a profetizar que dentro de veinte o de treinta años sería puesto
de patitas en la calle. Sin embargo, sabía que en el sentido filosófico
el marxismo propone la liberación de la conciencia para que no se presente
deformada en la actividad que debe realizar, para que sea auténtica
frente al mundo y el hombre.
En la primera fase de la realización del comunismo el Estado debe dominarlo
todo y cada uno debe ser remunerado por el valor que tienen los servicios
que le presta a la sociedad. En la segunda fase, en la fase celestial
que Gombrowicz considera estúpida, desaparece el Estado, aparece un
orden universal fundado en la justicia y cada hombre no será remunerado
ya según sus méritos o sus servicios, sino según sus necesidades. Una
fase radiante que aparecerá en un futuro lejano, en un tiempo indefinido.
El existencialismo puede considerarse como un reflujo de la historia
del pensamiento que intenta reducir la majestad y la tiranía de las
ideas para hacerle lugar a la existencia, es decir, al hombre. Y el
comunismo es también un reflujo histórico del pensamiento que intenta
hacerle lugar a la justicia, la misma justicia que propuso el cristianismo,
pero esta vez sin Dios. Son movimientos profundos del alma que, como
todos, pasan por períodos de exageración y marginación pero siempre
vuelven a la fuente de su revelación original.
![](graph/linegoth.gif)
![](vs/gombr1.jpg)
HUSSERL
Aunque Gombrowicz no le dedica una clase especial a Husserl, habla de
este filósofo para introducir el existencialismo. Mientras a él le habían
puesto un cero en álgebra y trigonometría, Husserl se doctoró en matemática
con "Contribución al cálculo de las variaciones".
A partir de Descartes la filosofía se convierte en una filosofía de
la conciencia. El cogito llega a ser el punto de partida de toda la
filosofía desde el cual se intenta alcanzar el mundo real. Descartes,
Kant y Husserl, hablando del pensamiento, de la razón y de la conciencia
corrigen el rumbo de la filosofía en tres momentos cruciales. La filosofía
en el tiempo de Husserl estaba dominada por el psicologismo, así que
sus primera reflexiones las orientó a distinguir los actos psíquicos
de los objetos ideales.
Los actos psíquicos son reales y están en el tiempo, los objetos ideales
no. Objetos ideales son los números, las figuras, las especies, los
colores, los principios lógicos... Para poner un ejemplo de cómo se
distinguen los actos psíquicos de los objetos ideales podríamos decir
que la validez del principio de contradicción no quiere decir que no
se pueda pensar en sentido contrario (acto psíquico), sino que los objetos
ideales no pueden ser A y no A al mismo tiempo.
Los objetos ideales tienen una validez universal y objetiva y no están
afectados por las vicisitudes del mundo real. Husserl va construyendo
poco a poco un método descriptivo que tiene prohibido afirmar, negar
o dudar sobre algo que tenga que ver con la existencia, a la que pone
entre paréntesis.
La percepción va acompañada en la creencia en lo percibido, es entonces
un juicio sobre la existencia, por la tanto también es puesta entre
paréntesis. El método fenomenológico comporta una actitud idealista
que se desentiende de la toma de posición sobre la existencia.
Describe tan solo vivencias de la conciencia pura. Los contenidos de
la conciencia pura se convierten en contenidos esenciales a través de
un proceso de reducción; son esencias de las esencias de la conciencia
pura. Es un método que garantiza la evidencia y evita la toma de una
posición existencial, todo queda reducido al mundo de los objetos ideales.
Heiddeger le da una especie de consentimiento a este mundo del entre
paréntesis, pero de hecho no lo practica.
"Se trata de tu asunto", les dice Husserl a los que hacen mal uso de
su fenomenología.
La filosofía de Husserl es pues también una filosofía de la conciencia,
pero de la conciencia intencional. Esto significa que la conciencia
lejos de ser una cosa o un ámbito vacío, es siempre una relación con
un objeto, y el conjunto de las vivencia tiene una estructura bipolar,
a cada acto intencional corresponde un objeto intencional. La conciencia
pura es el resultado de una reducción fenomenológica, y todo lo que
contiene su ámbito se llama trascendenatal, por oposición al ámbito
del mundo empírico. La fenomenología es un ciencia de fenómenos reducidos
en la que el fenómeno dejan e tener una apariencia engañosa y e manifiesta
como algo que contiene una esencia. Como resultado de las reducciones
fenoménica, filosófica y trascendental queda un residuo fenomenológico:
una conciencia pura con sus vivencias e intuiciones.
La reducción fenomenológica es considerada por Hursserl el método de
acceso al trabajo de la nueva ciencia, porque si se quiere filosofar
resulta abandonar el ámbito en que nos sitúa la actitud natural y situarnos
en otro ámbito, el de la "conciencia pura". Es en este ámbito trascendental
en donde el filósofo se sitúa como un espectador desinteresado de la
vida de la conciencia.
Gombrowicz, para darle calabazas al existencialismo, había amagado con
echarse en los brazos de la fenomenología, porque es más pura como forma,
pero enseguida se echó atrás. Sí, la fenomenología quiere poner entre
paréntesis la creencia en la realidad del mundo natural y las proposiciones
a que dé lugar esa creencia. No presupone nada: ni el mundo natural
ni el sentido común ni las proposiciones de la ciencia ni las experiencias
psicológicas. Se coloca antes de toda creencia y de todo juicio para
explorar simplemente lo dado. Es un positivismo absoluto. ¡Otra estratagema!:
la fenomenología es más cartesiana que el existencialismo, nacida del
espíritu científico, fría como el hielo.
![](graph/linegoth.gif)
![](vs/gombr1.jpg)
HEIDEGGER
"Usted parece interesarse más por los filósofos que por los escritores;
–Sin embargo, la filosofía sigue siéndome tan extraña como la ciencia.
Como escritor estoy más interesado que nunca en el mundo de las pasiones"
Este fragmento de una conversación que mantuvo con François Bondy en
el año 1969 nos lleva directamente al punto, al te odio y te quiero
que tenía Gombrowicz con la filosofía y con la madre. Diez años antes
había dado cuatro conferencias sobre Heidegger en el Círculo de Amigos
del Arte de Buenos Aires, y el mismo año de la conversación, en el último
curso de filosofía que dictó, lo presentó como el filósofo más creador
del pensamiento existencialista. No obstante, también tiene con Heidegger
algunas reservas.
Es difícil saber qué le pasaba a Gombrowicz con la madre y con los filósofos,
yo creo que estos conflictos tienen que ver con sus diferencias caracterológicas.
Marcelina Antonina era una persona poco seria que parecía seria; Heidegger
era una persona seria que parecía seria; y Gombrowicz era una persona
seria que parecía poco seria.
Heidegger fue el filósofo de los malos entendidos, tanto por sus simpatías
con el nazismo, como por su obra inconclusa, oscura y poco sistemática.
Mientras a los diecisiete años el filósofo se preparaba para su carrera
sacerdotal, a la misma edad Gombrowicz resistía como podía la terminación
de sus estudios en el liceo. Heidegger se casó a los veintiocho años
con la hija de un oficial prusiano, Gombrowicz a los sesenta y cuatro
con una estudiante canadiense. A los cuarenta y cuatro años, en el mismo
año que muere Jan Onufry, el padre de Gombrowicz, el filósofo se afilia
al partido nacionalsocialista cuando los nazis llegan al poder. A la
misma edad Gombrowicz empieza a trabajar en el Banco Polaco. Ambos son
desafectados del servicio militar por insuficiencias físicas, y ambos,
nacidos católicos, se volvieron ateos.
Dar clases sobre Heidegger no es una tarea sencilla, pero Gombrowicz
tomó la batuta, les pidió atención a la Vaca Sagrada y al Hasídico,
y empezó a dictarlas. Sólo vamos a mencionar las conclusiones más generales
de este filósofo que tanto influyó en el pensamiento del mundo contemporáneo,
la protesta global de Gombrowicz contra el existencialismo, y un detalle
que tiene que ver con "Cosmos"
El hombre es un decir inconcluso, un proyecto incompleto que debe asumir
la muerte como fin radical. Estamos arrojados a un mundo que es nuestro
espacio y posibilidad de realización y, por lo tanto, puede ser considerado
un utensilio, un instrumento que utilizamos para realizarnos. En la
medida en que nos servimos del mundo y lo instrumentalizamos para nuestras
acciones y proyectos, creamos una relación con él que varía dependiendo
no sólo de los condicionantes históricos y temporales, sino con cada
individuo. El hombre crea mundo, hace mundo, dependiendo del uso y de
los fines que lleve a cabo. Heidegger advierte de los peligros de la
técnica cuando ésta menoscaba nuestra relación originaria con el ser
y nos hunde en la facticidad de los entes, instrumentalizándonos a nosotros
mismos y dejándonos atrapar por los propios objetos que hemos creado.
Nuestra existencia es preocupación surgida de la angustia de vernos
proyectados en un mundo en el que tenemos que ser a nuestro pesar. Provenimos
de una nada y nos realizamos como un proyecto encaminado hacia la muerte,
por eso, la angustia es constitutiva del Dasein, porque es la condición
de un ser caído y solitario que no puede contar con Dios ni remedio
alguno a su condición. Debemos hacernos responsables de nuestra propia
vida, asumir nuestra propia muerte sin dejarnos fagocitar en nuestra
relación con los objetos y sus funciones. La vida inauténtica nace del
ocultamiento de lo terrible de nuestra condición. La autenticidad consiste,
según Heidegger, en reconocer que somos un ser para la muerte, única
vía de acceso a la libertad. Pese al rechazo que ha supuesto su posición
política frente al nazismo, es indudable que Heidegger ha sido uno de
los filósofos más importantes e influyentes en el nuevo panorama de
la filosofía contemporánea, muchas de cuyas corrientes, como el existencialismo,
se han configurado en un inevitable diálogo con su obra.
La protesta global de Gombrowicz se inicia cuando descubre el fracaso
y la muerte de la teoría existencialista hablando de ella en un cursillo
de filo¬sofía. Gombrowicz, que no era filósofo ni tampoco profesor de
filoso¬fía, se impone la tarea de caricaturizar a estos señores para
sacárse¬los de encima. Como no quiere, y por eso no puede, seguir todas
las intrincadas operaciones mentales que requiere la comprensión de
estas teorías, corta por lo sano, empieza por el final. En otras disciplinas
teóricas, como la matemática y la física por ejemplo, no se puede em¬pezar
por el final, porque no existe un final, pero el existencialismo tiene
un final: el hombre que propone y el género de vida que se deriva de
sus conclusiones fundamentales. La carga que estos muchachos le quie¬ren
poner sobre los hombros sólo puede convertirlo en un ser trágico, como
le ocurría al burro de Nietzsche, y esa perspectiva le resulta inaguantable.
Gombrowicz empieza a serruchar el árbol muy cerca de las raíces y recuerda
una de las proposiciones del existencialismo: cuan¬to más profunda es
la conciencia, tanto más auténtica es la existencia. Esto es así para
los dos extremos, es decir, para Kierkegaard ("lo más difícil en Kierkegaard
es pronunciar bien su nombre") y para Heidegger, y para los del medio
también. ¿Pero acaso nuestra humanidad está cons¬truida sobre nuestra
conciencia? Gombrowicz dibuja una representación mental para probar
que la vida auténtica del existencialismo es una gigantesca falsedad.
Confronta las responsabilidades derivadas del Da¬sein y de la conciencia
con las banalidades de la vida corriente y con¬cluye que en la base
de esta confrontación hay una ridiculez elemental que resulta insoportable
como, por ejemplo, una conciencia en pantalo¬nes que habla por teléfono.
Acto seguido explica el por qué de esta rebelión: en tanto que productos
exclusivos de la razón, los sistemas de Cartesius y de Kant eran tolerables,
se los podía apropiar como productos para alimentar un poder del hombre,
la facultad de razonar, co¬mo una expansión de una función vital; venían
por una parte del hombre. Pero el existencialismo no viene por una parte,
viene por todo el hom¬bre, por la razón, por la conciencia, por la vida.
Esto ya no es una teoría sino un intento de anexión que no se puede
responder con argu¬mentos sino viviendo de una manera radicalmente diferente
a la que ellos proponen, de un modo suficientemente categórico como
para que nuestra vida se les vuelva impenetrable. Gombrowicz abre un
gran interrogante acerca de la fa¬cultad de pensar: ¿cómo es posible
que los pensadores más intensos cai¬gan en semejantes tonterías? El
Dasein como único ente que se pregun¬ta por el sentido del ser, tomando
café con facturas Se pregunta por la seriedad Sócrates y Kant, ¿eran
hombres totalmente serios? Seguro que no, pero el acceso a su inmadurez,
a sus infantilismos, a su suciedad, es impo¬sible, les está vedado a
ellos mismos. Es un misterio cómo Kant ni¬ño devino en Kant filósofo,
pero no estaría de más recordar que el de¬sarrollo de la cultura y de
la ciencia tiene mucho de ligero y capri-choso, a pesar de que el imperialismo
de la razón es terrible, de que se ex¬tiende como una serpiente y devora
todo lo que puede. Gombrowicz pien¬sa que la razón no sabe controlarse
a sí misma, que debe ser controla¬da desde afuera.
"Las cosas son absurdas porque están aquí sin decir nada, no tiene historia
y no están en el tiempo. Las cosas no tienen límites, no puede decirse
dónde termina una mesa, por ejemplo, y dónde empieza el suelo, los define
el hombre de acuerdo a sus necesidades y a sus proyectos"
Esto le dice en 1969, en el curso de filosofía, después de la aparición
de "Cosmos", pero ya antes, en 1961, ocurrían algunas cosas respecto
a su última novela y a esta idea de Heidegger. Para la época de nuestro
viaje a Piriápolis Gombrowicz había empezado a escribir "Cosmos" y aunque
no me participaba del plan general de la obra –quizás en ese momento
él tampoco lo tenía– empezó a ejercitar conmigo las ideas sobre las
cuales la ciencia y la filosofía forman la noción de realidad.
Mientras paseábamos por los bosques de Piriápolis Gombrowicz trataba
de desentrañar cuáles eran los límites de la naturaleza, ¿por qué este
árbol terminaba aquí y no allá?, ¿y por qué luego empezaba la tierra?,
¿por qué no era todo un continuo?, ¿cómo es que se establecen los límites
de la realidad?, a él le parecía que se formaban artificialmente o,
mejor dicho, por una intervención violenta de la voluntad. La asociación
entre la boca de Katasia y la boca de Lena, por ejemplo, tiene mucho
que ver con esto. Gombrowicz se detiene bruscamente delante de un arbusto,
y pregunta: –¿qué es esto?; Cuando el silencio nos empezó a incomodar,
dije: –es el presentimiento de la forma. Gombrowicz se puso de rodillas,
juntó las manos como si fuera a rezar y empezó a adorarme como si yo
fuera el Dios mismo. Claro, el arbusto es una planta indefinida, una
planta que no llega a ser un árbol, y la forma es una línea, es como
el límite de la realidad. El arbusto tenía pues, para los propósitos
de Gombrowicz, una naturaleza esfumada, tenía límites pero no tanto,
pertenecía también a ese continuo donde las cosas están indiferenciadas.
¿Un arbusto no venía a ser entonces algo así como un presentimiento
de la forma? Como yo conocía lo que andaba buscando Gombrowicz no me
fue tan difícil hacerlo arrodillar.
![](graph/linegoth.gif)
![](vs/gombr1.jpg)
SARTRE
Gombrowicz no fue existencialista pero le pasó raspando. El hecho de
que la falta de seriedad fuera, a su juicio, tan importante para el
hombre como la seriedad explica el porqué, a pesar de su conflicto tan
agudo entre la vida y la conciencia, no se refugió en ninguno de los
existencialismos contemporáneos. La autenticidad y la inautenticidad
de la vida le resultaban igualmente preciosas y por eso la insuficiencia
y el subdesarrollo tenía para él la misma importancia que las grandes
categorías de la existencia humana.
"La juventud se me apareció como el más alto y más absoluto valor de
la vida... Pero este valor tenía una característica inventada seguramente
por el mismísimo diablo: estaba por debajo de cualquier otro valor"
El mundo de "Ferdydurke" y de "Pornografía" está degradado, y el espíritu
sumergido en la ligereza y la inferioridad, en estas dos novelas la
juventud tiene el papel estelar. Pero es en "Pornografía" donde aparece
más claramente su intención de llegar a través del cuerpo a las antinomias
del espíritu, una metafísica erótica que está más allá del mundo carnal.
En algunas ocasiones Gombrowicz tenía dudas sobre el título que debía
ponerle a sus libros, a "Cosmos" le hicieron competencia Figura y Constelación
porque no le aparecía con claridad qué idea tenía más relevancia en
la novela, si la de forma o la de realidad. A "Pornografía" le hizo
competencia Acteón. Acteón era un cazador que sorprendió a la hermosa
Diana bañándose desnuda. Se quedó mirándola fascinado por su belleza,
la diosa se irritó, lo convirtió en ciervo y fue devorado por sus propios
perros.
En "El ser y la nada", Sartre, al que no le alcanzaban los complejos
de Edipo y de inferioridad, se inventó otros dos: el de Acteón y el
de Jonás. El de Acteón está relacionado con la mirada curiosa y lasciva
cuya sublimación es el origen de toda búsqueda. Se diferencia del voyeurismo
tradicional en que es la búsqueda más que el encuentro lo que caracteriza
al complejo. Llegados a este punto vamos a ver qué tiene que ver el
complejo de Acteón con el intento que hace Gombrowicz en "Pornografía"
de pasar el mundo maduro por el cedazo de la juventud, el pensamiento
por el sexo y la metafísica por el cuerpo. Las tres grandes categorías
del psicoanálisis existencialista son: tener, hacer y ser, siendo la
de tener la más importante pues está relacionada con la idea de posesión.
Para Sartre, la esencia de las relaciones humanas, incluido el amor,
es una tentativa de posesionarse de la libertad del otro, de esclavizarlo.
Pero esta actividad de apropiación del hombre no está relacionada solamente
con las personas sino también con las cosas. El conocimiento, en el
sentido de descubrimiento de la verdad, es un cazador que sorprende
una desnudez blanca y virgen, para robarla, apropiarse de ella y violarla
con la mirada. El conocimiento o descubrimiento de la verdad es un modo
de apropiación, es algo análogo a la posesión carnal, que nos ofrece
la seductora imagen de un cuerpo que es perpetuamente poseído y perpetuamente
nuevo, y en el cual la posesión no deja rastro alguno.
"Pornografía es una novela en la que las transformaciones las sufren
los maduros, los jóvenes son poseídos por las miradas de los adultos
pero permanece intactos. Es una narración metafísica más que psicológica,
donde la fascinación por la juventud presiona más que en "Ferdydurke"
y en los diarios. Las relaciones que se establecen entre el erotismo
y la muerte dan prueba de la inmensa intuición que inspiraba a Gombrowicz
mientras escribía la "Pornografía". Las transacciones entre la mirada,
lo sagrado, el conocimiento, la santidad, el cuerpo y la guerra son
una manifestación viviente del complejo de Acteón, no por nada este
fue el primer nombre que se imaginó para su novela.
Sartre nació en Francia en 1905, Gombrowicz en Polonia en 1904. Sartre
proviene de una familia de clase media, Gombrowicz de la nobleza terrateniente.
Sartre, de una familia protestante por parte de la madre y católica
por parte del padre, Gombrowicz de una católica solamente. El padre
de Sartre era un ingeniero naval, el de Gombrowicz un propietario de
tierras y un gerente de grandes empresas. Sartre se graduó en filosofía,
Gombrowicz en derecho. Sartre publicó su primera novela en 1938, Gombrowicz
la suya en 1937. Sartre tenía una constitución física débil y era feucho,
Gombrowicz no. Sartre fue prisionero de los alemanes y miembro de la
resistencia, Gombrowicz no. Ambos fueron burros en matemática. Ambos
pertenecieron a la generación de la alforja vacía, educada después de
la primera guerra mundial, cuando todos los valores tradicionales se
derrumbaron el Europa. Ambos buscaron la grandeza. Y ambos fueron adictos
a los cafés.
Si el objetivo de la superioridad y de la grandeza es una compensación
de un complejo de inferioridad, podríamos decir que Sartre quería compensar
su fealdad, mientras Gombrowicz quería compensar su propia inferioridad,
es decir, la inferioridad de su situación personal y nacional tal como
él la sentía. Pero no vamos a hablar de los complejos de inferioridad,
vamos a hablar de los cafés. Sartre pasa gran parte de su vida y escribe
la mayoría de sus obras en la atmósfera impersonal del humo del cigarrillo,
el olor de café, el entrechocar de tazas, los fragmentos de conversaciones,
y el ir y venir de un café parisiense. El Café Flore y el Café Pont
Royal se convirtieron con el tiempo en la Meca de la filosofía existencialista.
La atmósfera del café está tan arraigada en la mente de Sartre que incluso
explica teorías metafísicas en el más erudito de sus libros con ejemplos
tomados de la vida de café. Doscientos años antes ya decían que en París
sabían como preparar esa bebida de tal manera que engendrara el ingenio
en aquellos que la tomaban. Por lo menos cuando salían de allí, todos
ellos se consideraban cuatro veces más inteligentes que cuando entraban.
¿Cómo fue posible que Sartre publicara sus libros y artículos, y viera
representadas sus piezas de teatro en el París ocupado por las tropas
de Hitler, cuyos jefes se mostraban tan recelosos de cualquier manifestación
intelectual francesa? Es un misterio, pero es posible que la estrecha
relación de Sartre con la filosofía existencialista del profesor nazi
Heidegger, le haya dado a las autoridades germanas la impresión de que
se hallaba de su lado.
"Frecuentar un café puede convertirse en un vicio, igual que el del
vodka. Para un verdadero adicto, el no acudir a su café a una hora determinada
significa sencillamente sentirse enfermo. En poco tiempo llegué a ser
tan maniático que renuncié a todas las demás ocupaciones de las tardes,
como el teatro, el cine y la vida mundana (...) Mi actitud en el café
Ziemianska se caracterizaba por una desenvoltura que demostraba claramente
que no tenía necesidad de ganarme la vida con la pluma ni apresurar
nerviosamente mi carrera de escritor (...) Supongo que la cantidad de
tonterías, absurdos e idioteces proferidos por mi en el Ziemianska debería
alcanzar unas cifras astronómicas y, sin embargo, a través de todas
esas locuras, se trasparentaba mi natural sentido común y esta lucidez
y este realismo que siempre ha estado alerta en mí"
Sin embargo no siente de igual modo su performance del Ziemianska que
la del Rex. Poco a poco en el café polaco fue encontrando su lugar en
el mundo, y como no hay mal que dure cien años, las cosas empezaron
cambiar. Escribiendo y frecuentado los cafés consiguió un prestigio
considerable. Su mesa, a la que concurría un gran número de admiradores,
era testigo de sus bromas, sus gestos, sus dichos, su dialéctica, sus
elevaciones líricas, sus razonamientos filosóficos y psicológicos, sus
declaraciones artísticas, sus ataques arrolladores y sus provocaciones
taimadas que electrizaban a sus oyentes.
"Y aquí, en la Argentina, estoy privado hasta de una café literario,
de un grupito de amigos artistas en cuyo seno puede acogerse en las
ciudades de Europa cualquier bohemio, innovador o vanguardista (...)
Yo me veía en el café Rex con mi amigo Eisler, a quien conseguía sacarle
algunas monedas ganándole al ajedrez (...) Hubo un tiempo más animado
cuando emprendía la audaz tarea de traducir...(...)"
El Café Flore y el Café Pont Royal fueron para Sartre lo mismo que lo
fueron el Ziemianska y el Rex para Gombrowicz, donde cada uno llenaba,
o trataba de llenar, sus alforjas vacías.
Heidegger tenía que escribir una segunda parte de "El ser y el tiempo",
pero no supo organizar hasta el final su pensamiento, un pensamiento
difícil y torturado. Sartre, en cambio, no tenía estas dificultades
y escribió la segunda parte de "Crítica de la razón dialéctica", un
libro contra el que me rompía la cabeza tratando de comprenderlo. A
medida que lo releía y que me acostumbraba a los nuevos vocablos se
me aclaraban un poco las ideas: –Sabe, Gombrowicz, la comprensión de
un texto es casi la misma cosa que el acostumbramiento a algunas de
sus palabras fundamentales; –Tiene razón, Gómez. Las discusiones del
Rex y de la Fragata sobre Sartre eran más o menos tranquilas, las cosas
se complicaron bastante cuando se fue a Europa.
"Todas las estupideces de Sartre provienen del hecho que se relacionó
con el dolor de una manera tranquila y doctoral, típica del cartesianismo.
No comprendió ni el cuerpo ni el dolor. Por lo tanto le sugiero, Goma,
amistosamente que diga a todos los amigos que lo considero a usted bastante
tarado (...) a las fórmulas les tengo alergia, sobre todo si son de
Sartre o de Heidegger, me producen eczema, ¿sabe?"
"Crítica de la razón dialéctica" es una obra abstracta y difícil de
leer, es un intento de clarificación de las relaciones entre el existencialismo
y el marxismo, y yo quería que Gombrowicz me ayudara a pensar en este
asunto porque las idas y vueltas del franchute con el comunismo no tenían
fin. La cuestión es que en este libro Sartre designa al marxismo como
la filosofía insuperable de nuestro tiempo, y que lo seguirá siendo
hasta que la situación histórica y económica que expresa haya sido superada.
Pero si el marxismo es la filosofía insuperable de nuestro tiempo, ¿cuál
es, entonces, la razón de ser del existencialismo de Sartre?
Para los filósofos comunistas el existencialismo traduce la decadencia
burguesa en un escape de lo real, en el aislamiento del individuo, en
la afirmación de la autonomía absoluta del ego y de su superioridad
al mundo. Sartre, en cambio, está convencido de que el marxismo ofrece
la única interpretación válida de la historia, pero que su existencialismo
es el único camino que conduce a la realidad concreta. Sobre esta base
le hace al comunismo una acusación:
"Hay dos maneras de caer en el idealismo: una consiste en disolver lo
real en la subjetividad; la otra, en negar toda subjetividad real en
beneficio de la objetividad"
Ambos se acusan de idealismo, pero Sartre acepta sin restricciones el
materialismo histórico, es decir, que el modo de producción de la vida
material domina, en general, el desarrollo de la vida social, política
e intelectual. El salto del reino de la necesidad a un reino de la libertad,
que Marx y Engels anunciaron como un ideal futuro, marcará, según Sartre,
el fin del marxismo y el principio de una filosofía de la libertad.
Pero este futuro está lejano y, mientras tanto, el marxismo, para no
degenerar en una antropología inhumana, debe ser complementado por el
existencialismo sartriano, que le proporciona su fundamento subjetivo,
humano y existencial. Dice Sartre que la comprensión de la existencia
se presenta como el fundamento humano de la antropología marxista pero:
"A partir del día en que la investigación marxista tome la dimensión
humana como fundamento del saber antropológico, el existencialismo no
tendrá ya razón de ser"
Las concepciones juntas del marxismo teórico y del existencialismo constituían
para Gombrowicz la verdadera introducción a nuestra época, sin embargo,
aceptaba solamente sus puntos de partida pero no sus deducciones. Está
de acuerdo con el comunismo en el sentido moral de su pedido de justicia
distributiva y con esa concien¬cia que se tortura frente a la injusticia
social, que le devora el hí¬gado como a Prometeo. Conoce el cinismo
latente del capitalismo y la naturaleza de la rebelión surgida del más
humano de los sentimientos, pero considera a esa doctrina como una de
las grandes mistificaciones de la historia, porque lo más importante
para ellos no eran la conciencia y la ética, sino el triunfo de la revolución.
Está de acuerdo también con el punto de partida de Sartre que pone a
la existencia y no a la idea en el centro d las reflexiones sobre el
hombre, pero no acepta las ideas de la muerte, de la angustia y de la
responsabilidad en una conciencia abstracta que está lejos del hombre.
En fin, al Pterodáctilo le decía que el gran modelo era Estados Unidos,
que los supermercados y la Coca-Cola eran grandes inventos, y a mí:
"Acaso sabe que en su último libro ‘Les Mots’ ese asno ha confesado
que todo su existencialismo es una asnada? Ya ve, Goma: su situación
está arruinada, su prestigio intelectual aniquilado, todos se ríen y
dicen, ¡qué gomadas dice el pobre Goma!"
Nunca nada más cierto que todo es según el color del cristal con que
se mira. Mientras la muchacha de Coronel Pringles se ponía histérica
porque la familia sabía que se había convertido en una cualquiera pero
no le decía nada y sólo la miraba, una joven de Adrogué, vecina del
Vate Marxista, a la que su hermano sorprendió mirándose al espejo desnuda,
no se preocupaba tanto: –¿Sabés que estás muy apetecible; –Sí, lo mismo
me dijo papá.
En el año del centenario estaba en el Borges tomando un café con el
Pequeño K y con el Pato Criollo hojeando un calendario muy bonito editado
por los polacos para la ocasión. Yo hacía de cicerone con las fotos
pero el Pato siempre tenía algo que objetar. Cuando les mostré una foto
mía que no estaba en el calendario, pero sacada en la misma época de
otra que sí estaba, en la que el Príncipe Bastardo al lado de Gombrowicz
lucía una camisa y un cinturón igual a los míos, comentó que no tenía
nada de extraordinario porque la moda recorría el mundo como un reguero
de pólvora. Pero la réplica que se llevó las palmas de oro fue la que
hizo cuando mirábamos una foto de Gombrowicz a los tres años en la que
Marcelina Antonina lo había vestido y peinado como si fuera una nena.
Cuando el Pequeño K señaló que al presentarlo de esa manera la madre
había sellado el destino sexual del pequeño Witold, el Pato Criollo
contestó que a muchos niños de buenas familias de esa época los vestían
así: –¿Sí, a ver, decime uno por ejemplo?; –Oscar Wilde, sin ir más
lejos
El comentario del Pequeño K me recordó a uno que hacía Gombrowicz sobre
Sartre, pues para él buena parte de la filosofía del franchute estaba
relacionada con su estrabismo y su fealdad. Pero hagamos un poco de
historia. Cuando Kierkegaard le declara la guerra a Hegel se produce
uno de los momentos más dramáticos de la cultura del pensamiento contemporáneo
pues se empieza a perfilar en forma clara la oposición entre la abstracción
y la existencia. Sin embargo, esta dirección hacia lo concreto que toma
el pensamiento tropieza con la dificultad de que la filosofía sólo puede
hacerse con razonamientos. Este destino trágico con el que nace el existencialismo
perdurará hasta el día de hoy a pesar del auxilio que le dio Husserl
con la clasificación y depuración de los fenómenos de la conciencia.
Al pastor danés se le ponían los pelos de punta con lo de que todo lo
que es real es racional y todo lo que es racional es real, era una afirmación
mediante la cual Hegel podía deducir la racionalidad del mundo a partir
de un lápiz. Objeta la verdad de Hegel porque está concebida de antemano,
su sistema no es una consecuencia del razonamiento sino de una elección
previa. Este mundo premeditado pone a la razón en el camino de la bancarrota
y le cierra el paso a las condiciones que hacen posible su existencia.
Heidegger y Sartre se daban la cabeza contra la pared para resolver
esta aporía, entonces, en forma providencial Husserl les da una mano.
Puesto que el razonamiento es impotente para acercarse a las cosas tal
cual son pongámoslas entre paréntesis y tratemos de verlas tan sólo
como se nos aparecen. La fenomenología pone entre paréntesis al mundo
y a las certezas derivadas de todas las ciencias que conciernen al mundo,
el centro de las cosas pasa a ser la conciencia. Es una conciencia que
está obligada a ser conciencia de algo, y esta intencionalidad de su
actividad que le impide estar separada del objeto nos lleva de la mano
a las concepciones de Sartre.
La existencia está pues a la mitad de camino de esas cosas que Husserl
puso entre paréntesis, pero la fenomenología nos permite organizar esa
soledad en la que nos deja la conciencia, eso es lo único que nos queda,
la intuición de un saber directo sin la mediación de la razón, una descripción
última de los fenómenos referidos a la existencia. Pero la razón es
un monstruo que se come todo y, por lo tanto, el existencialismo es
devorado otra vez por el sistema que Sartre arma más o menos así.
El ser-en-sí es el de los objetos inanimados, es lo que es, coincide
consigo mismo. El ser-para-sí es la conciencia humana, es lo que no
es, y no es lo que es, está creándose siempre y no coincide nunca consigo
mismo. Le abre la puerta a la nada, es un hueco que se pregunta por
el futuro, y por este agujero la libertad obliga al hombre a transformase
a sí mismo. Y el ser-para-otros es un ser que sólo por la mirada es
diferente de los objetos inanimados que percibo a mi alrededor. Con
la mirada convertimos al otro en un objeto que es exactamente lo mismo
que el otro puede hacerme a mí con su mirada. Al mirar a los otros,
mido mi poder, y al mirarme, los otros miden el suyo. Así, básicamente,
el ser-para-otros es un conflicto, es una lucha de dos trascendencias,
cada una de las cuales trata de exceder en trascendencia a la otra.
No son precisamente los ojos los que miran, es la otra persona como
sujeto.
De la combinación de los poderes de la libertad y de la mirada Sartre
deduce su axiología. No existen valores absolutos, hay que elegirlos.
Él elige el comunismo porque, a su juicio, cualquier otro sistema social
supone una mayor explotación del hombre por el hombre y, por lo tanto,
una mayor limitación de la libertad. Al elegir el comunismo, elige la
libertad.
Los franceses se las arreglan bastante bien con las limitaciones, o
Dios hizo el menos malo de los mundos posibles, o el hombre elige los
valores del menos malo de los mundos posibles. Los valores de Kierkegaard
están cerca de Dios y de la fe. Los de Sartre más cerca de la política
y de la ausencia de Dios. Y los de Gombrowicz están cerca de Kirkegaard
en su guerra con las teorías, y de Sartre en su búsqueda de libertad,
pero también de Don Quijote de la Mancha, ese ilustre caballero español
que cabalgaba su Rocinante buscando justicia.
![](graph/linegoth.gif)
![](vs/gombr1.jpg)
FOUCAULT
Todo lo que concierne a la naturaleza del hombre, salvo los misterios
trinos, suele dividirse en dos: el cuerpo y el alma, la tierra y el
cielo... Gombrowicz, siguiendo él también la línea binaria del pensamiento,
eligió la inmadurez y la forma. En su visión del mundo irreverente y
libertaria la cultura y las ideas juegan un papel paradójico pues lo
ponen al hombre en el camino de la inmadurez en vez de hacerlo crecer.
No son las ideas las que mueven a las personas sino las funciones, un
pensamiento fundamental del estructuralismo que apareció bastante después
de que Gombrowicz empezara a darle vueltas a esta nueva manera de ver
las cosas.
Antes de decir nada sobre Gombrowicz y el estructuralismo vamos a recordar
que el término estructura suele traducir al vocablo alemán Gestalt y
por ello se habla de gestaltismo lo mismo que de estructuralismo. La
noción de estructura está muy vinculada a las nociones de forma y configuración
por lo que no resulta nada extraño que, aunque no fuese nada más que
por razones morfológicas, las ideas de Gombrowicz estén vinculadas al
estructuralismo.
Cuando conocí a Gombrowicz en el Rex asistí a varias discusiones en
las que el Alemán lo acusaba al polaco de que sus concepciones de la
forma estaban copiadas de la Gestalt. A Gombrowicz no le disgustaba
esta analogía pero le respondía que su concepción de la forma era más
bien asimilable, en el campo lógico, a una contraposición con los métodos
analítico y sintético de descomposición y recomposición de elementos,
y le ponía como ejemplo el "Filifor forrado de niño", una historia en
la que luchan dos partes antitéticas alrededor de un eje central en
la que triunfa la función sobre la idea.
Para no complicar las cosas vamos a decir que el estructuralismo es
una teoría común a varias ciencias humanas, como la lingüística, la
antropología social y la psicología que concibe cada objeto de estudio
como un todo cuyos miembros se determinan entre sí, tanto en su naturaleza
como en sus funciones, en virtud de leyes generales. Antes de que surgiera
la moda del estructuralismo Marx ya había intentado establecer científicamente
las condiciones de la estructura social que, según su concepción materialista,
estaba determinada por el modo de producción y por las relaciones entre
las clases sociales sobre la que se apoya la superestuctura institucional,
jurídica, moral e ideológica de la sociedad. Y Freud había elaborado
un modelo estructural para el inconsciente reprimido con su sistema
del yo, del ello y del super yo.
Y, también, antes de la moda estructuralista, Saussure diferencia en
sus estudios sobre lingüística a la "lengua" del "habla", considerando
a la lengua como un sistema de signos independiente del uso que de él
hace el individuo, habiendo sido esta idea la inspiradora del estructuralismo.
Durante las décadas del 40 y el 50, la escena filosófica francesa se
caracterizó por el existencialismo, fundamentalmente a través de Sartre,
aparecen también la fenomenología, el retorno a Hegel y la filosofía
de la ciencia. Pero hay algo que cambia en la década del 60 cuando Sartre
se orienta hacia el marxismo y surge una nueva moda, el estructuralismo.
Strauss en la etnología, Lacan en el psicoanálisis, Altuhusser en el
marxismo y Foucault en la epistemología, por decir algo, aunque él no
se reconocía como estructuralista.
Gombrowicz afirma que él era estructuralista treinta años antes de que
apareciera el estructuralismo. Puntualiza que afirmaciones tales como:
"ya no se actúa, uno es actuado, ya no se habla, uno es hablado", características
del estructuralismo, son equivalentes a las de "El casamiento": "No
somos nosotros quienes decimos las palabras, son las palabras las que
nos dicen a nosotros", y que esta coincidencia no es incidental, toda
su obra tiene sus raíces en el drama de la forma. Si en afirmaciones
como: "Tal como yo lo veo, el hombre es creado por la forma, creador
de la forma y su infatigable productor", cambiamos el vocablo forma
por estructura, queda demostrado lo que había que demostrar.
Gombrowicz consideraba que en cierto modo era estructuralista del mismo
modo que era existencialista, que se hallaba ligado al estructuralismo
por la afirmación de la forma. Si la personalidad se crea entre los
hombres, en el marco humano que la define, entonces es natural que sea
una función de un sistema de dependencias cercano a lo que llamamos
estructura. Pero el mundo de los estructuralistas, si bien tiene analogías
con el suyo, es también su contrario. El estructuralismo tiene sus raíces
en la etnología, la lingüística, las matemáticas, y en una acepción
más amplia como la de Foucault, en la epistemología, mientras que el
estructuralismo de Gombrowicz es artístico, procede de la calle y de
la realidad de todos los días, es práctico, y por ser práctico se halla
cercado por la angustia y la pasión.
La literatura de Gombrowicz no era un derivado del estructuralismo,
una derivación muy común en esa época, en forma independiente había
llegado a conclusiones similares a partir de un estado de ánimo diferente,
de otras experiencias, en otro plano. Lo que los separaba contaba más
que lo que los ligaba:
"Yo, individuo privado y concreto, odio las estructuras, y si descubro
la Forma a mi manera, es precisamente para defenderme de ella"
Gombrowicz quiso darle una lección al último de los estructuralistas
o, mejor dicho, al primer postestructuralista, a Michael Foucault. Afirma
que desde el punto de vista de Foucault él tiene razón cuando anuncia
el eclipse del hombre, su gradual liquidación. Sí, el hombre desaparece,
pero solamente para Foucault, en el estricto campo de su teoría. Sin
embargo, una fórmula no pude ser más que una fórmula y el agujero que
atraviesa el razonamiento de los estructuralistas terminará por engullirlos.
En la ciencias exactas se puede razonar en contra de la más evidente
realidad cotidiana y personal, pero en las ciencias humanas no ocurre
lo mismo:
"Foucault se propone destruir al hombre en el epísteme. ¿Pero para qué?
Para afirmarse en su personalidad, para ganarle la batalla a los demás
filósofos, para llegar a ser un hombre eminente. Henos aquí nuevamente
ante la simple realidad. Admiro la ciencia puesto que soy ignorante
(como ustedes, señores, y como Sócrates), pero me temo que esa pequeña
palabra llamada ‘yo’ no se va a dejar eliminar tan fácilmente, porque
nos ha sido impuesta con demasiada brutalidad"
![](graph/linegoth.gif)
VOLVER A LA PORTADA DEL DOSSIER
VOLVER A CUADERNOS DE LITERATURA
![](home.gif)