Por Juan Carlos Gómez

LECTURAS RECOMENDADAS
Juan Carlos Gómez - La obra de Gombrowicz  |  Witold Gombrowicz, Curso de filosofía en seis horas y cuarto

LA OBRA DE GOMBROWICZ

Escribir sobre la totalidad de la obra artística de Gombrowicz no es una tarea fácil, es una empresa más grande que la que emprendí cuando me puse a garabatear sobre sus diarios en "Gombrowicz, este hombre me causa problemas", y sobre su epistolario con los argentinos y la relación personal que tuvo con nosotros en "Gombrowicz, y todo lo demás". Trasponer las ideas y el idioma literario de sus obras artísticas a otro lenguaje sin malograr la inspiración original es un propósito difícil de alcanzar.

En este libro hago reflexiones sobre la creación y la persona de un escritor acerca del cual vale la pena poner la atención siguiendo las historias que se relatan en los trece cuentos, las tres piezas de teatro, las cuatro novelas y el diario. Gombrowicz nunca reconoció como sus obras a "Historia" y a "Los hechizados" así que no forman parte de este elenco.

La curiosidad que tienen las personas cultas por saber cuáles han sido las lecturas de los hombres de letras eminentes es análoga al deseo de conocer sus antecedentes familiares, es una necesidad que se manifiesta en todos los campos del conocimiento humano, la necesidad de clasificar y de darle una estructura lo más simple posible al desorden. Pero ni de sus antecedentes familiares ni de sus lecturas podemos deducir la naturaleza de Gombrowicz.

El arte es siempre algo más que los comentarios que se hacen sobre las obras y la vida del autor, la obra de Gombrowicz se encuentra en otra parte, es algo más que una visión del mundo y del hombre, su creación es más bien un juego sin ninguna intención precisa, sin plan ni objeto.

Esta ausencia me impulsó a escribir un resumen de toda su obra, cuento por cuento, pieza de teatro por pieza de teatro, novela por novela y, finalmente, sobre los diarios. Tuve que transponer la barrera del idioma polaco que yo no conozco y del leguaje de Gombrowicz.

En este resumen se asoma un hombre inexplicable, como todos los hombres lo somos, que nos cautiva con la lógica perversa de una existencia deformada en un lecho de Procusto que maltrecha y degradada busca en la noche un camino hacia lo humano.

"¿Cuántas páginas he escrito a lo largo de mi vida? Unas tres mil. ¿Con qué resultado, si nos referimos a mí personalmente? He abordado estas conversaciones con la intención de ligar mi literatura a mi vida (...)"

En verdad el problema más grande que tuve cuando emprendí este trabajo fue el de meter las tres mil páginas que había escrito Gombrowicz en ciento catorce, y es lo que hice en LOS CUENTOS, EL TEATRO, LAS NOVELAS, EL DIARIO y LA FILOSOFIA.


PUBLICIDAD


LA FILOSOFÍA

"En cuanto al curso de filosofía me gustaría dictarlo a partir de Kant, con él empieza el pensamiento moderno, calculo una hora para Kant, otra para Hegel, treinta minutos para Marx, una hora para Husserl, otra para el existencialismo y otra para el estructuralismo, en total, cinco horas y media. Pero no estoy seguro de poder hacerlo, pues me fatigo cuando hablo demasiado"

Éste es el fragmento de una carta que Gombrowicz le escribe Al Hasídico anunciándole que estaba trabajando en la preparación del curso. Gombrowicz es un hombre de letras que le hizo honor al viejo nombre de Facultad de Filosofía y Letras, cosa que la mayoría de los escritores no hacen.

Los apuntes que armó la Vaca Sagrada sobre estas lecciones, con el asesoramiento especializado del Cagamármoles, no tienen el nivel de los que armaron los estudiantes de la Universidad de Tucumán sobre las lecciones de García Morente, pero dieron oportunidad de nacimiento a un panegírico mortuorio que escribió el Boxeador Amateur cuando apareció "Curso de filosofía en seis horas y cuarto"

A mí me sirvieron para recordar episodios de la filosofía que viví con Gombrowicz y con los contertulios del Rex, y para vincularlos con pasajes de sus diarios en los que se pasea de la mano con la madre puerca de las ciencias. Siguiendo un itinerario un tanto caprichoso se me ocurrió que Gombrowicz es una especie de bastonero de estos pensadores. Los odia y los quiere como si fueran de la familia, es lo que se deja ver en un opúsculo al que di en llamar "Los Filósofos" que los gombrowiczidas pueden leer en El Ortiba, y que mira con el rabillo del ojo a ese "Curso de filosofía en seis horas y cuarto" que también aparece en esa revista como lectura recomendada.

En este camino peripatético nos vamos a encontrar con nueve filósofos: Kant, Schopenhauer, Hegel, Nietzsche, Marx, Husserl, Heidegger, Sartre y Foucault.





LOS FILÓSOFOS

Esquema del curso de filosofía
 
KANT

Andamos dando vueltas alrededor de los rastros que dejaron los filósofos en la obra artística de Gombrowicz. Algunas huellas ya encontramos, de Heidegger en "Cosmos" y de Hegel en "Opereta", pero debe haber más. El primer amor filosófico que tuvo Gombrowicz fue Kant, a los quince años ya le echaba una mirada de vez en cuando a la "Crítica de la razón pura" de la que conservó notas que había escrito sobre los juicios sintéticos a priori. También intentaba entender algo de "Prolegómenos a toda metafísica futura", una obra que revelaba la importancia fundamental de ese yo tan maltratado en Polonia.
Pero, ¿qué relación puede existir entre un hombre tan serio como Kant y Gombrowicz? Es seguro que Kant no era una persona totalmente seria, pero el acceso a su inmadurez y a sus suciedades no es posible, le estaba vedado a Kant también. Es un misterio cómo el Kant niño se transformó en el Kant filósofo, pero no está de más recordar que el desarrollo de la cultura y de la ciencia tiene mucho de ligero y caprichoso.
Gombrowicz empieza el curso de filosofía que dicta en su casa de Vence, en vísperas de su muerte, hablando de Kant al que le dedica más tiempo que a los otros filósofos, en esas lecciones que son interrumpidas por la enfermedad. De los pensadores que integraron esas lecciones Kant fue el de origen más modesto, el que menos viajó, el más longevo después de Hiedegger, el menos exagerado, y el más grande. Cuando murió sus conciudadanos le rindieron los mismos honores que se le rendían a los príncipes cuando fallecían.
Antes de descubrir en qué obra de Gombrowicz aparece Kant vamos a dar un breve paseo por la filosofía de este maestro. La actitud idealista iniciada con Descartes basó el razonamiento filosófico sobre la convicción de que los pensamientos nos son más inmediatamente conocidos que los objetos de los pensamientos. Sin embargo, en todos los pensadores anteriores a Kant quedaba siempre un residuo de realismo que recaía en una existencia transcendente, en sí, de algún elemento que encontraban por el camino: el espacio, Dios, el alma, las mónadas... Kant trata de terminar definitivamente con la idea del ser en sí. Para el conocimiento el ser no es en sí, sino que es un ser para ser conocido, puesto por el sujeto pensante como objeto del conocimiento.

Kant se encuentra en el cruce de la tres corrientes ideológicas más importantes del siglo XVIII. El racionalismo de Leibniz que distingue entre verdades de razón y verdades de hecho y cuyo ideal es estructurar el conocimiento científico como una malla de verdades de razón. El empirismo de Hume con sus reflexiones sobre las percepciones y sobre las conexiones no causales de los hechos. Y la ciencia positiva físico matemática de Newton. El pensamiento de Kant huele mucho más a Newton que a otra cosa, es por eso que su sistema filosófico es imponente pero no exagerado. Newton había puesto en caja a todos los fenómenos de la naturaleza con su desarrollo de la mecánica racional, un sistema grandioso y seguro, alejado de las quimeras. Kant tiene en la mano pues todas las cartas de la ideología de su tiempo.
La vida que llevó ha pasado a la historia como un ejemplo de existencia metódica y rutinaria. Acostumbraba a dar un paseo vespertino, a diario a la misma hora y con idéntico recorrido, al punto que llegó a convertirse en una especie de señal horaria para sus vecinos. La filosofía necesitaba de una teoría del conocimiento y de eso escribe en "Prolegómenos a toda metafísica futura".La diferencia fundamental entre Kant y sus predecesores es que mientras estos hablan del conocimiento de una ciencia que se está estableciendo, Kant habla de la ciencia físico matemática de Newton ya establecida.
El hecho de la razón pura es pues el hecho de la ciencia físico matemática de la naturaleza que está compuesta de juicios en los que, en resumidas cuentas, algo se dice de algo. Estos juicios son el punto de partida de todo el pensamiento de Kant, son enunciaciones objetivas acerca de algo, son juicios que se dividen en dos grandes grupos: los analíticos y los sintéticos. Y esta clasificación nos lleva de la mano a "Filifor forrado de niño", y a cómo Kant se metió dentro de una novela corta de Gombrowicz.
Los juicios analíticos son aquellos en los que el predicado está contenido en el concepto del sujeto. Contrario sensu, en los sintéticos no está contenido. Son sintéticos porque unen sintéticamente elementos heterogéneos en el sujeto y en el predicado. Los juicios analíticos son verdaderos porque son tautológicos, son juicios de identidad. En cambio la verosimilitud de los sintéticos proviene de la experiencia, de la percepción sensible. Los juicios analíticos son verdaderos, universales y necesarios, por lo tanto no pueden tener origen en la experiencia, son pues a priori. La validez de los juicios sintéticos es, en cambio, limitada a una experiencia, son juicios particulares y contingentes, son entonces a posteriori.
Si la ciencia estuviera constituida por juicios analíticos solamente, por verdades de razón, la ciencia sería vana, y si estuviera constituida por juicios sintéticos, por enlaces casuales de hechos como piensa Hume, no sería ciencia, sería una costumbre sin fundamento. Pero la ciencia físico matemática de Newton no es ni tautológica ni está compuesta de hechos de conciencia casuales. Aquí Kant está preparando el caramelo para Gombrowicz. Los juicios de la ciencia tienen que ser a priori, es decir, universales y necesarios, como los analíticos sin ser analíticos, y también tienen que ser sintéticos, es decir, deben aumentar nuestro conocimiento sobre las cosas. Los juicios de la ciencia deben ser pues sintéticos y a priori, y lo son, tanto en la matemática como en la física. No es el caso aquí de poner ejemplos ni de hacer demostraciones, pero sí podemos preguntarnos cómo son posibles estos juicios, y si son posibles en la metafísica.
Kant llega a la conclusión de que el espacio y el tiempo son formas de nuestra sensibilidad que hacen posible la existencia de los juicios sintéticos a priori en la matemática, la condición primera para que las cosas puedan ser conocidas. Pero la ciencia humana no es sólo matemática sino también física, determina la forma de los objetos pero también tiene que determinar las leyes que rigen la aparición y la desaparición de los fenómenos mismos, es decir, el conocimiento a priori de los objetos reales. Las leyes que se anuncian en la mecánica racional no son derivadas de la experiencia sino de nuestro propio pensamiento. Mientras la intuición del espacio y del tiempo hace posible la forma de los objetos, las doce categorías del conocimiento hacen posible la realidad, son las condiciones de existencia de los juicios sintéticos a priori en la física.
Las condiciones del conocimiento son al mismo tiempo las condiciones de la objetividad, es lo que Kant llama la inversión copernicana. Las condiciones de la objetividad no nos pueden ser enviadas por las cosas pues las cosas sólo nos envían impresiones, entonces son las cosas las que se deben ajustar a nuestros conceptos. Para redondear este paseo por los juicios sintéticos a priori de las lecciones que Gombrowicz les dio a la Vaca Sagrada y al Hasídico, el curso de filosofía más extenso que dictó y también el menos concurrencia, vamos a decir que los objetos del mundo material sirven tan sólo como materia pura a partir de la cual se nutren las sensaciones. Los objetos, en sí mismos, no tienen existencia, y el espacio y el tiempo pertenecen a la realidad sólo como parte de la mente, como intuiciones con las que las percepciones son medidas y valuadas. Las formas de la sensibilidad, el espacio y el tiempo, más las doce categorías del conocimiento cuya reina es la causalidad, al punto que Schopenhauer suprimió las otras once, hacen posible la existencia de los juicios sintéticos a priori en la matemática y en la física. Este tipo de juicios no son posibles en la metafísica, pero ésta es harina de otro costal, nosotros vamos a detenernos aquí.
La existencia de estos dos mundos opuestos de los juicios analíticos y de los juicios sintéticos pusieron en marcha la imaginación de Gombrowicz, le empezaron a rondar la cabeza y a los treinta años los metió en "Filifor forrado de niño" "Filifor forrado de niño" es el otro relato corto que Gombrowicz incluye en "Ferdydurke". Escrito, como Filimor, en 1934 es presentado en el libro con un prefacio, uno de cuyos pasajes se convirtió con el tiempo en el manifiesto ferdydurkysta.
Esta novela corta es una muestra del talento que tiene Gombrowicz para componer estructuras lógicas con elementos absurdos. Ya conocemos la enorme desconfianza que le tenía Gombrowicz a la crítica literaria. En algunas ocasiones cuando los críticos, o los escritores puestos en actitud de críticos, discutían sobre el significado de una obra les recomendaba que le preguntaran al autor, quién mejor que el autor podía conocerlo, y si el autor no estaba presente les ofrecía el número de teléfono para que lo consultaran. Ahora bien, ¿cuál es el significado de esta narración? En el año 1934 Gombrowicz ignoraba la existencia de Joyce y de Kafka, conocía muy poco del surrealismo y tenía unas nociones vagas sobre Freud, captaba lo que estaba en el aire, en las conversaciones y hasta en los chistes. El aparato formal que había puesto en movimiento era pues, en buena parte, de su propia cosecha. Cuando le preguntaron qué significaba "Filifor forrado de niño" respondió que era una historia que convocaba a la lucha a dos partes antitéticas alrededor de un eje central, en la que triunfaba la función sobre la idea. Pero no dijo que la fuente de su inspiración habían sido los juicios analíticos y sintéticos de Kant.



 

SCHOPENHAUER

Gombrowicz y sus hermanos bien sabían que los libros del filósofo inglés, que fundamentó el proceso social en la lucha por la existencia y la supervivencia del más apto, permanecían en los estantes de la biblioteca con las páginas sin abrir. Sin embargo, a Marcelina Antonina se le ocurría presentarse de otra manera: –Confieso que pueda parecer un poco extraño, pero tengo una gran debilidad por la filosofía, por el pensamiento riguroso y en ocasiones me deleito leyendo Spencer.
"En lo tocante al intelecto, apenas estaba en el sexto curso, a los quince años, y ya echaba de vez en cuando una hojeada a la "Crítica de la razón pura"; conservo de esa época notas sobre los juicios sintéticos a priori (...)"
Esa pasión por la filosofía de Gombrowicz iniciada a los quince años seguramente tiene que ver con los desvaríos de su madre, pero la mantiene durante toda la vida.. Los filósofos a los que a menudo acusaba de un exceso de abstracción y desinterés hacia los problemas de la vida serán sus fieles compañeros, unos con relaciones ambiguas, como en el caso de Sartre, y otros con adoración, como en el caso de Schopenhauer.
"Lo único que me asusta es que el General se halla ya en posesión de mis modestos libros. En cuanto al curso de filosofía me gustaría dictarlo a partir de Kant, con él empieza el pensamiento moderno, calculo una hora para Kant, otra para Hegel, treinta minutos para Marx, una hora para Husserl, otra para el existencialismo y otra para el estructuralismo, en total, cinco horas y media. Pero no estoy seguro de poder hacerlo, pues me fatigo cuando hablo demasiado"
Es el fragmento de un carta que le escribe al Hasídico. ¿Por qué no nombra a Schopenhahuer? Porque es difícil nombrar a lo que nos deslumbra, sin embargo, luego habló de Schopenhauer en el curso. Pero no lo nombra también porque Francia no conoce a Schopenhauer y por eso trata al arte en forma extraordinariamente ingenua e incompleta.
Schopenhauer había heredado de su padre la energía de la voluntad y el orgullo, y de su madre la penetración intuitiva y la flexibilidad de la expresión. Lo mismo se podría decir de Gombrowicz, pero ésta es una condición bastante común de hombres insignes, pues el padre es el que gana el dinero y la madre la que lo gasta. Schopenhahuer tenía devoción por su padre, en la segunda edición de su obra fundamental aparece una tierna dedicatoria en la que le manifiesta su gratitud por haberle proporcionado una posición independiente y a cubierto de las humillaciones de la miseria. Las relaciones con su madre, en cambio, no eran buenas:
"Es necesario para mi felicidad, saber que tú eres feliz, pero no es preciso que yo sea testigo de tu dicha"
Este es el fragmento de una carta que le escribió la madre al anunciarle el hijo que se proponía volver a la casa de Weimar. Cuando Schopenhauer le leyó el título de su obra "La cuádruple raíz del principio de razón suficiente", le preguntó si era un libro para boticarios: –Mi libro se leerá cuando de los tuyos quede, si acaso, algún ejemplar en la covacha de un trapero; –De los tuyos quedarán las ediciones enteras.
Schopenhauer toma como base el criticismo kantiano, sin embargo, sostiene que con la introspección es posible acceder al conocimiento esencial del yo. Identificó este principio metafísico como voluntad de vivir, sosteniendo que la misma substancia animaba realmente la aparente pluralidad de las criaturas. Redujo las doce categorías del sistema kantiano a una sola : el principio de razón suficiente o de causalidad.
El concepto de voluntad se refiere a un fundamento de carácter metafísico cuyo correlato sensible es el mundo fenoménico. El mundo de los fenómenos está sujeto al tiempo y al espacio por el principio de individuación, y a la ley de casualidad, es la voluntad misma objetivada, a la que Schopenhauer llama representación. La voluntad se manifiesta desde una simple piedra hasta el hombre en quien alcanza su grado máximo porque adquiere la forma del deseo constante, en cuyo único caso se identifica con la noción corriente de voluntad. La voluntad misma, sin embargo, no es otra cosa que una afán ciego, un impulso carente de fundamento y motivos. Está lejos de los conceptos vacíos del absoluto, del infinito, de la idea, es el fundamento y la base de toda explicación, es el núcleo de la realidad misma.
En la medida en que la voluntad se expresa en la vida anímica del hombre bajo la forma de un continuo deseo siempre insatisfecho, toda vida será entonces esencialmente sufrimiento. Y aún cuando el hombre consiga mitigar o escapar momentáneamente al sufrimiento, termina por caer en el insoportable vacío del aburrimiento. De ahí que la existencia humana es un constante pendular entre el dolor y el tedio, un periplo que la inteligencia sólo puede anular a través de fases que conducen a una negación consciente de la voluntad de vivir. Reconoce como válidas tres alternativas para esta negación: la contemplación de la obra de arte como acto desinteresado; la práctica de la compasión; la autonegación del yo mediante una vida ascética.
Schopenhauer fue el pensador que le dio a Gombrowicz la noción más acabada para organizar el mundo en una visión. La contemplación es un juego superior a la vida, el artista contempla el mundo y se maravilla como un niño, en forma desinteresada. Schopenhauer construye una teoría artística que deslumbra a Gombrowicz como lo manifiesta en el curso de filosofía que dio dos meses antes de la muerte:
"El arte nos muestra el juego de la naturaleza y de sus fuerzas, es decir, la voluntad de vivir. ¿Por qué nos encanta el frontispicio de una catedral y una simple pared no nos interesa? Porque la voluntad de vivir de la materia se manifiesta en la pesantez y en la resistencia. La pared no expresa el juego de estas fuerzas porque cada una de sus partículas pesa y resiste a la vez. Mientras el frontispicio de la catedral muestra a esas fuerzas en acción: las columnas resisten y los capiteles pesan"
El pensamiento de Schopenhauer es aristocrático hasta la médula, distingue la inteligencia mediocre de la superior: la primera, como una linterna, ilumina lo que busca; la segunda, como el sol, lo ilumina todo. El genio no puede vivir en forma normal, el artista, cuando alcanza el grado de la objetividad y del desinterés, tiene siempre que enfrentar obstáculos: las enfermedades y las anormalidades. Beethoven era un ser desgraciado, pero supo expresar en su arte la salud y el equilibrio porque no los tenía. Gombrowicz atribuía a esta antinomia la máxima importancia. El artista debe compensar sus desórdenes con la disciplina y el rigor.
"La filosofía de Schopenhauer es más que una filosofía, es una intuición y una moral. Se indignaba porque en una isla del Pacífico las tortugas del mar salían cada año del agua para procrear en la playa donde los perros salvajes de la isla las daban vueltas y las devoraban. He ahí la vida, esto es lo que cada primavera se repite en forma sistemática desde hace milenios. La filosofía de Schopenhauer no es popular, es tremendamente aristocrática, y de ella no se pueden sacar consecuencias políticas, como de la de Hegel o la de Sartre. Para mí es un misterio que libros tan interesantes como los de Schopenhauer y los míos no encuentren lectores"



 

HEGEL

Gombrowicz era una persona seria que parecía poco seria. Que parecía poco seria lo supe de inmediato cuando me lo presentó Arrillaga y se despachó con el poema del chip chip, y que era una persona seria lo supe una semana después. En efecto, el mismo Arrillaga lo amenazó con desparramarle mierda en la cara cuando Gombrowicz lo examinó en presencia mía sobre el origen del materialismo histórico y puso al descubierto que el desconcertado comunista no conocía ni siquiera el título de un libro de Hegel.
A raíz de este episodio decidí profundizar mis conocimientos sobre los títulos de los libros del filósofo, asunto del que me convertí en un especialista en muy poco tiempo, no fuera cosa que en un santiamén se malograra mi relación con una persona que me resultaba muy interesante. A medida que fui conociendo a Gombrowicz me di cuenta que era muy cierto lo que después supe leyendo sus diarios: él quería hacer de sí mismo un personaje como Hamlet o Don Quijote mientras andaba detrás de las siete llaves para abrir el arcón de los conocimientos más importantes.
Vivió en una época que experimentó un ascenso irresistible de la actividad política cuya forma más representativa fue el marxismo, así que Hegel estaba siendo para las nuevas concepciones de la historia lo que Kant había sido para la física moderna. Gombrowicz afirmó en el curso de filosofía que dictó en su casa de Vence que la biografía de Hegel era un tanto aburrida. Puede ser que tuviera razón, sin embargo, el filósofo alguna picardía se mandó. Tuvo un hijo ilegítimo en la vida real, en tanto que Gombrowicz sólo lo pudo tener en la vida imaginaria de los diarios. Quizás lo más aburrido de Hegel es que se pasó la mayor parte de su vida dictando clases en los claustros universitarios y no en los cafés, como lo hicieron después Gombrowicz y Sartre.
¿Pero es que las ideas de los filósofos se metieron acaso en la obra de Gombrowicz? Que se metieron en los diarios dicho está por él mismo, pero, en los cuentos, en las piezas de teatro, en las novelas, ¿se metieron? De pura casualidad pude saber antes de leer el libro, que algunas de las ideas de Heidegger habían entrado en "Cosmos", como ya tuvimos oportunidad de mostrarlo. Y las ideas de Hegel, ¿se metieron? La idea más grande de Hegel es la historia, por esta razón Schopenhauer escupió sobre su obra considerándola pseudo filosófica. Pero Gombrowicz no despreciaba tanto a la historia.
Seis años después de muerto Gombrowicz el Príncipe Bastardo descubrió unos manuscritos con la misma esencia de "Opereta", pero con personajes y acciones distintos: una madre puerca, un enviado especial que se pasea descalzo por las cortes europeas invitando a los reyes a que se quiten los zapatos para liberar a los hombres. En una hoja separada, perdida entre las notas, encontró su título: "Historia". El primer título que tuvo entonces "Opereta" fue "Historia", porque el asunto de esta obra era precisamente la historia. ¿Y por qué metió la historia en un estilo tan monumental y esclerosado como el de la opereta? Le costó mucho trabajo conseguir que los contenidos formales e ideológicos de la obra fueran aceptados por ese estilo cristalizado.
Pero volvamos a Hegel. Las opiniones sobre la calidad del pensamiento de Hegel están divididas. Schopenhauer decía que era un charlatán; Stuart Mill era más drástico, clamaba a los cuatro vientos que el que se sentaba a conversar con Hegel se quedaba sin cerebro; el Asiriobabilónico Metafísico, bromeando con el Dandy, chapuceaba que no sabía nada de nada y que era un bruto; y más recientemente un historiador de la filosofía dijo que el sistema de Hegel era tan imponente como el de Aristóteles y que no comprendía cómo había sido tan estúpido. Sin embargo, su pensamiento dejó huellas profundas en los economicistas históricos y en Marx que se reconoció "discípulo del gran pensador"
Hegel introduce un sistema para estudiar la historia de la filosofía y el mundo mismo, llamado a menudo dialéctica, una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones inherentes al movimiento anterior. Dice Gombrowicz, en ese último curso de filosofía que les dictó la Vaca Sagrada y al Hasídico, que el mundo de Hegel va deviniendo en real en la medida que es asimilado por la razón, y para mostrárselo con mayor claridad utiliza una comparación muy ilustrativa. Al entrar a una catedral vemos fragmentos de muros y detalles arquitectónicos que no se explican por sí mismos, se ve la catedral de un modo fragmentario. A medida que avanzamos por sus naves vemos más de sus partes y, al final, cuando nuestra mirada se ha paseado por la catedral entera, descubrimos el sentido de cada fragmento, la catedral ha penetrado en nuestra razón y entonces deviene en real.
El mundo existe en nosotros un poco cada vez, sólo al final de la historia será completamente asimilado. Desaparecerán el tiempo y el espacio, el sujeto y el objeto llegarán a ser idénticos y se transformarán en el absoluto. Este sistema filosófico tiene una estructura fantástica pero sirve para comprende mejor la realidad y el mundo. El progreso de la razón se realiza a través del sistema dialéctico. De una posición histórica, por ejemplo, la Revolución Francesa, deviene, por su negación, otra posición superior, y de la negación de esta negación deviene otra posición más alta en la jerarquía histórica, y así sucesivamente. De esta negatividad originaria surge la contradicción que progresa en todos los asuntos humanos: la nación, la familia, las leyes, el gobierno, las guerras, el estado...
Esta marcha incontenible es un proceso dialéctico que nos coloca a cada paso en un escalón superior y es el logro progresivo de la razón en el desenvolvimiento de la historia. La actividad espiritual está formada por dos elementos opuestos que no se encuentran, y el hombre está en el medio de esta abertura como el ser a cuyo través la razón del mundo llega a tener conciencia de sí misma
El mundo hegeliano es una verdad en marcha, el lugar donde la humanidad forma sus leyes y el hombre se convierte en un peldaño de la historia. La importancia que Hegel le dio a la historia contribuyó en forma excepcional a la difusión de sus ideas. Este filósofo es capaz de deducir la racionalidad del mundo a partir de un lápiz, no le costó mucho entonces demostrar que lo inmoral de la guerra deviene en moral y que el estado se va transformando en la encarnación de lo divino. Tras la muerte de Hegel, sus seguidores se dividieron en dos cuerpos principales y contrarios: los de derecha y los de izquierda. Los de izquierda interpretaron a Hegel en un sentido revolucionario, fueron ateos y se atuvieron a los principios de la democracia liberal. El más famoso fue Marx. Los múltiples cismas de esta facción llegaron finalmente a la variedad anarquista de Stirner y a la versión marxista del comunismo.
Esta es la historia que nos cuenta Hegel. ¿Y qué historia nos cuenta Gombrowicz en "Opereta"? No hay mejores representantes de la historia que la guerras y las revoluciones y en "Opereta" están presentes la dos guerras mundiales y la revolución comunista. Estos cambios violentos en el comportamiento general atrajeron la atención de Gombrowicz sobre el papel de la forma en la vida, sobre la poderosa influencia del gesto y de la máscara en nuestra esencia más intima. Y si lo sintió con tanta fuerza fue porque le tocó entrar en la vida en un momento en que las formas moribundas de aquella época que ya se alejaban, gozaban aún de cierta vitalidad y podían morder. El ascenso desde el individuo hasta la historia, que pasa por la familia, el pue¬blo, la nación, el estado, es también el ascenso de una forma cada vez más pesa¬da que termina por aplastar al hombre, dictándole su destino.
A medida que ascendemos por la colina de la forma hacia la historia la montaña de cadáveres va llegando al cielo, pero para Hegel las cosas no son así. La historia progresa aprendiendo de sus propios errores y de estas experiencias deviene la existencia de un estado constitucional de ciudadanos libres, que consagra tanto el poder organizador y benévolo del gobierno racional, como los ideales revolucionarios de la libertad y la igualdad. "En el pensamiento es donde reside la libertad"
"Opereta" y "Transatlántico", contrario sensu de Hegel, son ajustes de cuentas que hace Gombrowicz entre el individuo y la nación, un pedido de cuentas a ese pedazo de tierra creado por las condiciones de su existencia histórica y por su situación especial en el mundo. El propósito de Gombrowicz es reforzar y enriquecer la vida del individuo haciéndola más resistente al abrumador predominio del estado y de las instituciones colectivas que presionan sobre el hombre.
Gombrowicz es un Anti-Hegel, pero... La dia¬léctica en el sistema de Hegel, es el momento negativo de toda la rea¬lidad. Pues bien, no hay un caso más claro de cómo funciona el no en el mundo que Gombrowicz. Siempre se definió por la contradicción: con la familia, con sus condiscípulos, con sus colegas escritores, con cada uno de los temas de la cultura y, como si esto fuera poco, consigo mismo. Igual que Hegel, Gombrowicz utiliza la contradicción como base del movimiento interno de la realidad. La negación le producía fascinación, y la negación de la negación lo dejaba de cama.



 

NIETZSCHE

"–¡A partir de este momento ya no quiero ser polaco! Estaré solo por completo; –¿Solo? ¿No ves que la soledad hará de ti la víctima de tus propias miserias?; –Entonces, ¡dadme un cuchillo! ¡Debo realizar una amputación más radical todavía! ¡He de amputarme de mí mismo! Imagino que Nietzsche habría definido mi dilema más o menos en esos términos. Procedí a amputar. El cuchillo verdugo fue el pensamiento siguiente: acepta, comprende que no eres tú mismo, pues nadie es jamás él mismo, con ningún otro, en ninguna situación, ser hombre significa ser artificial"
En 1960 un diario alemán publicó una encuesta internacional a la que respondieron treinta y cinco grandes maestros de la literatura. La pregunta era: –¿Cuáles son los cinco escritores que más han influido en usted, y qué libros de ellos elegiría? Entre los interrogados estaban Hermann Hesse, André Breton, John Dos Passos, Georg Lukács. Gombrowicz figuraba en esa lista. Aún vivía en Buenos Aires, acababa de ser traducido al alemán y su fama europea crecía semana a semana, en medio de la más ciega indiferencia argentina.
"La elección que haré está vinculada con el lugar que ocupo en el mapa literario mundial (...) Estoy en el punto donde se desencadena la lucha por defender el Yo, donde ese Yo tiende a afirmarse e intensificarse, en busca de la Inmortalidad (...) Como ustedes habrán advertido ya aquí no están Proust ni Joyce ni Kafka ni nada de lo que se está haciendo ahora. Me apoyo en autores que los precedieron porque ellos medían al hombre con una vara más alta"
Entre los cinco estaba Friedrich Nietzsche, un alemán que mantuvo la ilusión sin fundamento de que sus antepasados habían sido nobles polacos: "Yo soy un aristócrata polaco pur sang". Y Gombrowicz se refiere a este alemán pur sang polaco.
"Nietzsche. Con frecuencia me irrita el ridículo de su Superhombre. No comparto sus opiniones. Y sin embargo le debo, como a Dostoievski, una agudeza de visión llevada al extremo y también, debo añadir, un orgullo irresistible. Esas cualidades son necesarias en una época como la nuestra, en la que el inevitable crecimiento demográfico conduce –como toda inflación– a la devaluación del ser humano. Entonces: La gaya ciencia"
Tal como le ocurría con el existencialismo y con el marxismo, Gombrowicz está de acuerdo con el punto de partida del nietzschianismo, pero no con sus deducciones. Andaba buscando puntos de apoyo para su filosofía de la insuficiencia y de la inferioridad, por aquel entonces aún no sabía que, por conflictos bastante parecidos relacionados con el deseo de aprehender la vida en caliente, se estaban rompiendo la cabeza los existencialistas que sólo después de la guerra llegaron a tener resonancia. La afirmación de la vida de Nietzsche no andaba del todo bien con sus nervios, le resultaba difícil imaginar algo tan artificial, ridículo y del peor gusto como la idea de su superhombre y de su bestia rubia, pero el alemán ponía al descubierto cómo detrás de los sentimientos nobles del hombre se ocultaba la suciedad de la vida.
Nietzsche no era un filósofo en el sentido estricto de la palabra, escribía aforismos, y de estas anotaciones va surgiendo una moralidad que se basa en el hecho de que la especie humana es como todas las demás, se mejora con la lucha y la selección natural. La moral nietzschiana se pone en entredicho con la moral cristiana, una moral de los débiles que le ha sido impuesta a los fuertes, perniciosa para la especie humana y, por lo tanto, inmoral.
"En verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su bien y su mal. En verdad, no lo tomaron, no lo encontraron, no les cayó como una voz del cielo. Los valores los puso el hombre en las cosas para conservarse; dio un sentido a las cosas, ¡un sentido humano! Por eso se llamó hombre, es decir, valuador (...) Valuar es crear. ¡Oidlo, vosotros los creadores! La valuación en sí es el tesoro y la joya de las cosas valuadas. Sólo por la valuación hay valor, y sin valuación estaría hueca la nuez de la existencia"
Esta preocupación profunda de Nietzsche, que comienza a desconfiar de los sistemas abstractos, a sentir la vida cada vez más amenazada, y ese carácter de valuador que le da al hombre, le vienen a Gombrowicz como anillo al dedo. El pesimismo es una debilidad condenada por la vida, y el optimismo una cosa superficial, sólo le queda al hombre elegir un optimismo trágico, la adoración de la vida y de sus leyes crueles, a pesar de la debilidad del individuo. Gombrowicz y Nietzsche realizan una crítica cruel a todas las ideas, a la moral y a la filosofía, y demuestran que el pensamiento filosófico no se realiza fuera de la vida, sino que la acompaña y la expresa cuando no está falsificado. El alemán tensa demasiado una cuerda que lo conduce a la admiración por la crueldad, por la dureza inmisericorde, por el látigo y por las armas, una orientación que deviene en una filosofía casi militar.
"Cuando apenas estamos en la cuna, ya se nos provee de palabras pesadas y de valores pesados. Bien y Mal, así se llama este patrimonio. A causa de estos valore se nos perdona la vida... Ésta es la obra del espíritu de pesantez. Y nosotros arrastramos fielmente la carga que se os impone, con fuertes espaldas y a través de áridas montañas. Y si sudamos se nos dice: –¡Sí, la vida es una carga pesada! ¡Pero la única carga pesada es el hombre! Porque arrastra consigo y lleva sobre los hombros una porción de cosa extrañas. Semejante al camello, se arrodilla para que lo carguen bien. Sobre todo el hombre vigoroso y paciente, tocado de veneración: carga sobre sus hombros demasiadas palabras y valores extraños y pesados; ¡entonces la vida le parece un desierto!"
Pero algunas ideas de Nietzsche le producían hipo a Gombrowicz. "La idea es y siempre será un biombo detrás del cual ocurren cosas más importantes". Platón, frente al lío que se le armó, pues en principio a cada cosa le correspondía una idea, redujo la cantidad de ideas y solo fueron ideas las de los objetos matemáticos y las de los valores generales: bondad, belleza, etc. Aquí Gombrowicz tampoco se queda quieto: cuanto más abstracta y general es una idea, más atenta contra el hombre; es necesario formar un mundo y un Dios más limitados: "Vivo en un mundo que todavía se nutre de sistemas, de ideas, doctrinas, pero los síntomas de indigestión son cada vez más evidentes, el paciente ya tiene hipo". Una idea que le pone los pelos de punta es la idea más abisal de Nietzsche: la del eterno retorno, que libera al espíritu de las venganzas, que supera el tiempo que pasa y el tiempo que se aproxima, y que confiere al devenir el carácter del ser: "Yo no me dejo embaucar por ellos; conozco este infantilismo que juguetea con el Infinito, sé demasiado bien cuánta despreocupación e irresponsabilidad hacen falta para entrar con orgullo en los terrenos de esos pensamientos impensables y de esa severidad inaguantable, conozco este tipo de genialidad. Y ese Heidegger, en su conferencia sobre Nietzsche, suspendido sobre esos abismos... ¡payasos! Despreciar el abismo y no digerir los pensamientos excesivos: hace tiempo que lo decidí así. Me río de la metafísica... que me devora"
Las ideas del superhombre y de la bestia rubia, que le gustaban a Hitler, y la idea del eterno retorno, que le gustaba a Borges, lo ponían hecho una furia. El hombre, que como fenómeno pasajero tiene que ser superado, ese ser problemático que no puede ser un fin en sí mismo sino un medio para llegar al ser superior que requiere un amor y una devoción más importantes que el amor al prójimo. Y esa bestia rubia que habita en el fondo de todas las razas nobles, ¡atención!, Nietzsche nos llama a ser de nuevo bárbaros. ¡Cuidado, hay un alemán que se está volviendo loco!
Y ese eterno retorno en el que el tiempo tiene un principio y un fin, un fin que vuelve a generar un principio ateniéndose a las leyes de la causalidad. Pero no nos las estamos viendo con ciclos sino con, exactamente, los mismos acontecimientos que se repiten en el mismo orden, sin ninguna posibilidad de variación. Se repiten los acontecimientos, los sentimientos y las ideas vez tras vez, en una repetición infinita e incansable.
Esta idea no es tan peligrosa como lo son la del superhombre y la de la bestia rubia y, además, tiene la ventaja que nadie va a poder demostrar, ni ahora ni en el futuro, que es una idea falsa, como arguyó Eddington cuando contó el número de partículas que tenía el universo. Como si esto fuera poco, las extensiones imaginativas de las teorías físicas modernas, a veces le pasan raspando a la idea del eterno retorno. El Big-Bang, y las duplicaciones de los sucesos que viajan por las geodésicas del cosmos a la velocidad de la luz, y se encuentra otra vez en las antípodas del universo finito e ilimitado, lo hubieran puesto loco de alegría al alemán, más loco aún de lo que estaba.
"La creencia en que el mundo, tal como debiera ser, existe realmente, es la convicción de los hombres improductivos que no quieren crear un mundo tal como debiera ser (...) ¿Qué es la libertad? Es la voluntad de sentirnos como únicos responsables de crearlo"
Mientras que para Nietzsche el individualismo moral creador de valores es sólo un privilegio de unos pocos seres excepcionales, pues el que no puede mandarse así mismo tiene que obedecer, el mundo de Gombrowicz es más elástico, o de temperaturas medias como le gustaba decir a él.
"Para elevarse, luchando, de este caos a esta configuración surge una necesidad, hay que elegir: o perecer o imponerse. Una raza dominante sólo puede desarrollarse en virtud de principios terribles y violentos. Debiendo preguntarnos: ¿dónde están los bárbaros del siglo XX? Se harán visibles y se consolidarán después de enormes crisis socialistas; serán los elementos capaces de la mayor dureza para consigo mismos los que puedan garantizar la voluntad más prolongada (...) ¿Vas a juntarte a mujeres? Pues, ¡no te olvides del látigo!"
Aparte de la agudeza de visión y del orgullo irresistible que Gombrowicz comparte con Nietzsche, me parece que la idea del hombre como valuador es la que más los aproxima. El polaco, igual que el alemán, valuó el mundo rebelándose contra todas las posiciones de la cultura y se preparó para amputar en sí mismo todo lo que los polacos tienen de exagerado: la virilidad, la violencia psíquica, el amor a la patria, la fe, la honradez, el honor. Trató con sangre fría y sin reparos sus sentimientos más queridos a la espera de que otros valores le salieran al encuentro.
Valuó a la familia, a la cultura, a Dios, a la patria, a la realidad y a la historia. Se fugó de una cárcel en la que tropezaba todos los días con estos obstáculos y creó un mundo superior soñando con la libertad. Pero las cimas del espíritu que alcanzó con su conciencia terriblemente perfilada se le convirtieron otra vez en una cárcel.
"¿Renacerá mi rebelión de antaño en la imaginación de algún otro, de nuevo joven y cautivadora? No lo sé. Pero, ¿y yo?, ¿lograré siquiera una vez rebelarme contra él, contra ese Gombrowicz? No estoy muy seguro. Desembarazarme de Gombrowicz, comprometerle, destruirle, eso sí sería vivificante... pero no hay nada más arduo que luchar contra el propio caparazón"
Valuó y se rebeló contra el mundo en su obra y en su vida y no le fue tan mal. Fue nimbado con la aureola del genio y se convirtió en un héroe que peleó contra un mundo muy pesado que le habían puesto sobre los hombros desde el nacimiento. Empezó a rebelarse contra la familia en Ivona y terminó rebelándose contra la historia en Opereta, convirtió a su vida en un Campo de Marte y declaró una guerra muy vasta con muchas batallas, como lo había hecho Nietzsche.



 

MARX

La realidad que el hombre va descubriendo poco a poco rompe los moldes y las teorías que la contuvieron durante un largo tiempo; los viejos barriles son reemplazados por otros, pero ni Einstein es tan distinto de Newton, ni Marx de Cristo, ni Sartre de Sócrates, para poner unos ejemplos. La realidad tiende a volverse teórica cuando está tranquila, pero cuando está intranquila produce revoluciones sociales como la francesa, o reducciones del pensamiento como la antropológica de Feuerbach, la fenomenológica de Husserl y la sociológica de Marx.
Gombrowicz formó su conciencia en el período más agitado del siglo XX y se vio obligado a reflexionar sobre concepciones tan amplias como lo son el existencialismo y el comunismo, pues estas dos concepciones juntas constituyen la verdadera introducción a nuestra época. A pesar de las críticas que le hizo al existencialismo Gombrowicz aceptaba su punto de partida, pero no sus deducciones. El punto de partida de esa filosofía pone a la existencia y no a la idea en el centro de las reflexiones sobre el hombre, las deducciones, en cambio, instalan las ideas de la muerte y de la responsabilidad en una conciencia abstracta que está lejos del hombre. Gombrowicz estaba convencido de que su idea sobre la forma pertenecía al tronco de la inspiración existencialista y que el existencialismo no pertenece al pasado, que perdurará por más de mil años, para siempre, como han perdurado las filosofías del realismo y del idealismo, repetidamente perdidas y vueltas a encontrar.
El existencialismo era una forma del pensamiento que no tenía una representación política pero el comunismo sí que la tenía, y esta característica del comunismo le daba un aspecto bifronte, porque una cosa era hablar de Marx y otra de Stalin. Una tarde Gombrowicz expulsó al Mariposón de la mesa porque la única objeción que tenía para hacerle a Stalin era que había prohibido el arte abstracto: –Usted pone a un cuadro pintado por un pintamonas por encima de treinta millones de cadáveres. Cuentan los de Tandil que nunca vieron tan enojado a un hombre.
Estaba de acuerdo con el sentido moral del comunismo, con su pedido de justicia distributiva y con esa conciencia que se torturaba frente a la injusticia. Estaba de acuerdo también con la concepción marxista del valor en la que la necesidad es el fundamento del valor, pues un vaso de agua en el desierto no puede tener el mismo valor que al lado de un río. Para Sartre, en cambio, un hombre tiene necesidad de agua en el desierto porque elige la vida y no la muerte; en el marxismo no existe esta libertad de elección, el hombre está obligado a elegir la vida. Marx ha desenmascarado muchas mistificaciones históricas, del mismo modo que lo hicieron Freud y Nietzsche, son hombres que demostraron que detrás de nuestros sentimientos que parecen nobles, se ocultan complejos, bajezas y toda la suciedad de la vida.
Gombrowicz piensa que la crisis del marxismo tenía mucho que ver con el hecho de que en los países comunistas se trabajaba mal y se producía poco, y esto porque nadie tenía interés en producir ni en obligar a los demás a que lo hagan, pues no había ningún beneficio en juego. Si bien el pensamiento marxista ha servido para desenmascarar muchas hipocresías históricas, es también utópico y no conduce a nada, por tal razón se animó a profetizar que dentro de veinte o de treinta años sería puesto de patitas en la calle. Sin embargo, sabía que en el sentido filosófico el marxismo propone la liberación de la conciencia para que no se presente deformada en la actividad que debe realizar, para que sea auténtica frente al mundo y el hombre.
En la primera fase de la realización del comunismo el Estado debe dominarlo todo y cada uno debe ser remunerado por el valor que tienen los servicios que le presta a la sociedad. En la segunda fase, en la fase celestial que Gombrowicz considera estúpida, desaparece el Estado, aparece un orden universal fundado en la justicia y cada hombre no será remunerado ya según sus méritos o sus servicios, sino según sus necesidades. Una fase radiante que aparecerá en un futuro lejano, en un tiempo indefinido.
El existencialismo puede considerarse como un reflujo de la historia del pensamiento que intenta reducir la majestad y la tiranía de las ideas para hacerle lugar a la existencia, es decir, al hombre. Y el comunismo es también un reflujo histórico del pensamiento que intenta hacerle lugar a la justicia, la misma justicia que propuso el cristianismo, pero esta vez sin Dios. Son movimientos profundos del alma que, como todos, pasan por períodos de exageración y marginación pero siempre vuelven a la fuente de su revelación original.


HUSSERL

Aunque Gombrowicz no le dedica una clase especial a Husserl, habla de este filósofo para introducir el existencialismo. Mientras a él le habían puesto un cero en álgebra y trigonometría, Husserl se doctoró en matemática con "Contribución al cálculo de las variaciones".
A partir de Descartes la filosofía se convierte en una filosofía de la conciencia. El cogito llega a ser el punto de partida de toda la filosofía desde el cual se intenta alcanzar el mundo real. Descartes, Kant y Husserl, hablando del pensamiento, de la razón y de la conciencia corrigen el rumbo de la filosofía en tres momentos cruciales. La filosofía en el tiempo de Husserl estaba dominada por el psicologismo, así que sus primera reflexiones las orientó a distinguir los actos psíquicos de los objetos ideales.
Los actos psíquicos son reales y están en el tiempo, los objetos ideales no. Objetos ideales son los números, las figuras, las especies, los colores, los principios lógicos... Para poner un ejemplo de cómo se distinguen los actos psíquicos de los objetos ideales podríamos decir que la validez del principio de contradicción no quiere decir que no se pueda pensar en sentido contrario (acto psíquico), sino que los objetos ideales no pueden ser A y no A al mismo tiempo.
Los objetos ideales tienen una validez universal y objetiva y no están afectados por las vicisitudes del mundo real. Husserl va construyendo poco a poco un método descriptivo que tiene prohibido afirmar, negar o dudar sobre algo que tenga que ver con la existencia, a la que pone entre paréntesis.
La percepción va acompañada en la creencia en lo percibido, es entonces un juicio sobre la existencia, por la tanto también es puesta entre paréntesis. El método fenomenológico comporta una actitud idealista que se desentiende de la toma de posición sobre la existencia.
Describe tan solo vivencias de la conciencia pura. Los contenidos de la conciencia pura se convierten en contenidos esenciales a través de un proceso de reducción; son esencias de las esencias de la conciencia pura. Es un método que garantiza la evidencia y evita la toma de una posición existencial, todo queda reducido al mundo de los objetos ideales. Heiddeger le da una especie de consentimiento a este mundo del entre paréntesis, pero de hecho no lo practica.
"Se trata de tu asunto", les dice Husserl a los que hacen mal uso de su fenomenología.
La filosofía de Husserl es pues también una filosofía de la conciencia, pero de la conciencia intencional. Esto significa que la conciencia lejos de ser una cosa o un ámbito vacío, es siempre una relación con un objeto, y el conjunto de las vivencia tiene una estructura bipolar, a cada acto intencional corresponde un objeto intencional. La conciencia pura es el resultado de una reducción fenomenológica, y todo lo que contiene su ámbito se llama trascendenatal, por oposición al ámbito del mundo empírico. La fenomenología es un ciencia de fenómenos reducidos en la que el fenómeno dejan e tener una apariencia engañosa y e manifiesta como algo que contiene una esencia. Como resultado de las reducciones fenoménica, filosófica y trascendental queda un residuo fenomenológico: una conciencia pura con sus vivencias e intuiciones.
La reducción fenomenológica es considerada por Hursserl el método de acceso al trabajo de la nueva ciencia, porque si se quiere filosofar resulta abandonar el ámbito en que nos sitúa la actitud natural y situarnos en otro ámbito, el de la "conciencia pura". Es en este ámbito trascendental en donde el filósofo se sitúa como un espectador desinteresado de la vida de la conciencia.
Gombrowicz, para darle calabazas al existencialismo, había amagado con echarse en los brazos de la fenomenología, porque es más pura como forma, pero enseguida se echó atrás. Sí, la fenomenología quiere poner entre paréntesis la creencia en la realidad del mundo natural y las proposiciones a que dé lugar esa creencia. No presupone nada: ni el mundo natural ni el sentido común ni las proposiciones de la ciencia ni las experiencias psicológicas. Se coloca antes de toda creencia y de todo juicio para explorar simplemente lo dado. Es un positivismo absoluto. ¡Otra estratagema!: la fenomenología es más cartesiana que el existencialismo, nacida del espíritu científico, fría como el hielo.



 

HEIDEGGER

"Usted parece interesarse más por los filósofos que por los escritores; –Sin embargo, la filosofía sigue siéndome tan extraña como la ciencia. Como escritor estoy más interesado que nunca en el mundo de las pasiones"
Este fragmento de una conversación que mantuvo con François Bondy en el año 1969 nos lleva directamente al punto, al te odio y te quiero que tenía Gombrowicz con la filosofía y con la madre. Diez años antes había dado cuatro conferencias sobre Heidegger en el Círculo de Amigos del Arte de Buenos Aires, y el mismo año de la conversación, en el último curso de filosofía que dictó, lo presentó como el filósofo más creador del pensamiento existencialista. No obstante, también tiene con Heidegger algunas reservas.
Es difícil saber qué le pasaba a Gombrowicz con la madre y con los filósofos, yo creo que estos conflictos tienen que ver con sus diferencias caracterológicas. Marcelina Antonina era una persona poco seria que parecía seria; Heidegger era una persona seria que parecía seria; y Gombrowicz era una persona seria que parecía poco seria.
Heidegger fue el filósofo de los malos entendidos, tanto por sus simpatías con el nazismo, como por su obra inconclusa, oscura y poco sistemática. Mientras a los diecisiete años el filósofo se preparaba para su carrera sacerdotal, a la misma edad Gombrowicz resistía como podía la terminación de sus estudios en el liceo. Heidegger se casó a los veintiocho años con la hija de un oficial prusiano, Gombrowicz a los sesenta y cuatro con una estudiante canadiense. A los cuarenta y cuatro años, en el mismo año que muere Jan Onufry, el padre de Gombrowicz, el filósofo se afilia al partido nacionalsocialista cuando los nazis llegan al poder. A la misma edad Gombrowicz empieza a trabajar en el Banco Polaco. Ambos son desafectados del servicio militar por insuficiencias físicas, y ambos, nacidos católicos, se volvieron ateos.
Dar clases sobre Heidegger no es una tarea sencilla, pero Gombrowicz tomó la batuta, les pidió atención a la Vaca Sagrada y al Hasídico, y empezó a dictarlas. Sólo vamos a mencionar las conclusiones más generales de este filósofo que tanto influyó en el pensamiento del mundo contemporáneo, la protesta global de Gombrowicz contra el existencialismo, y un detalle que tiene que ver con "Cosmos"
El hombre es un decir inconcluso, un proyecto incompleto que debe asumir la muerte como fin radical. Estamos arrojados a un mundo que es nuestro espacio y posibilidad de realización y, por lo tanto, puede ser considerado un utensilio, un instrumento que utilizamos para realizarnos. En la medida en que nos servimos del mundo y lo instrumentalizamos para nuestras acciones y proyectos, creamos una relación con él que varía dependiendo no sólo de los condicionantes históricos y temporales, sino con cada individuo. El hombre crea mundo, hace mundo, dependiendo del uso y de los fines que lleve a cabo. Heidegger advierte de los peligros de la técnica cuando ésta menoscaba nuestra relación originaria con el ser y nos hunde en la facticidad de los entes, instrumentalizándonos a nosotros mismos y dejándonos atrapar por los propios objetos que hemos creado. Nuestra existencia es preocupación surgida de la angustia de vernos proyectados en un mundo en el que tenemos que ser a nuestro pesar. Provenimos de una nada y nos realizamos como un proyecto encaminado hacia la muerte, por eso, la angustia es constitutiva del Dasein, porque es la condición de un ser caído y solitario que no puede contar con Dios ni remedio alguno a su condición. Debemos hacernos responsables de nuestra propia vida, asumir nuestra propia muerte sin dejarnos fagocitar en nuestra relación con los objetos y sus funciones. La vida inauténtica nace del ocultamiento de lo terrible de nuestra condición. La autenticidad consiste, según Heidegger, en reconocer que somos un ser para la muerte, única vía de acceso a la libertad. Pese al rechazo que ha supuesto su posición política frente al nazismo, es indudable que Heidegger ha sido uno de los filósofos más importantes e influyentes en el nuevo panorama de la filosofía contemporánea, muchas de cuyas corrientes, como el existencialismo, se han configurado en un inevitable diálogo con su obra.
La protesta global de Gombrowicz se inicia cuando descubre el fracaso y la muerte de la teoría existencialista hablando de ella en un cursillo de filo¬sofía. Gombrowicz, que no era filósofo ni tampoco profesor de filoso¬fía, se impone la tarea de caricaturizar a estos señores para sacárse¬los de encima. Como no quiere, y por eso no puede, seguir todas las intrincadas operaciones mentales que requiere la comprensión de estas teorías, corta por lo sano, empieza por el final. En otras disciplinas teóricas, como la matemática y la física por ejemplo, no se puede em¬pezar por el final, porque no existe un final, pero el existencialismo tiene un final: el hombre que propone y el género de vida que se deriva de sus conclusiones fundamentales. La carga que estos muchachos le quie¬ren poner sobre los hombros sólo puede convertirlo en un ser trágico, como le ocurría al burro de Nietzsche, y esa perspectiva le resulta inaguantable. Gombrowicz empieza a serruchar el árbol muy cerca de las raíces y recuerda una de las proposiciones del existencialismo: cuan¬to más profunda es la conciencia, tanto más auténtica es la existencia. Esto es así para los dos extremos, es decir, para Kierkegaard ("lo más difícil en Kierkegaard es pronunciar bien su nombre") y para Heidegger, y para los del medio también. ¿Pero acaso nuestra humanidad está cons¬truida sobre nuestra conciencia? Gombrowicz dibuja una representación mental para probar que la vida auténtica del existencialismo es una gigantesca falsedad. Confronta las responsabilidades derivadas del Da¬sein y de la conciencia con las banalidades de la vida corriente y con¬cluye que en la base de esta confrontación hay una ridiculez elemental que resulta insoportable como, por ejemplo, una conciencia en pantalo¬nes que habla por teléfono. Acto seguido explica el por qué de esta rebelión: en tanto que productos exclusivos de la razón, los sistemas de Cartesius y de Kant eran tolerables, se los podía apropiar como productos para alimentar un poder del hombre, la facultad de razonar, co¬mo una expansión de una función vital; venían por una parte del hombre. Pero el existencialismo no viene por una parte, viene por todo el hom¬bre, por la razón, por la conciencia, por la vida. Esto ya no es una teoría sino un intento de anexión que no se puede responder con argu¬mentos sino viviendo de una manera radicalmente diferente a la que ellos proponen, de un modo suficientemente categórico como para que nuestra vida se les vuelva impenetrable. Gombrowicz abre un gran interrogante acerca de la fa¬cultad de pensar: ¿cómo es posible que los pensadores más intensos cai¬gan en semejantes tonterías? El Dasein como único ente que se pregun¬ta por el sentido del ser, tomando café con facturas Se pregunta por la seriedad Sócrates y Kant, ¿eran hombres totalmente serios? Seguro que no, pero el acceso a su inmadurez, a sus infantilismos, a su suciedad, es impo¬sible, les está vedado a ellos mismos. Es un misterio cómo Kant ni¬ño devino en Kant filósofo, pero no estaría de más recordar que el de¬sarrollo de la cultura y de la ciencia tiene mucho de ligero y capri-choso, a pesar de que el imperialismo de la razón es terrible, de que se ex¬tiende como una serpiente y devora todo lo que puede. Gombrowicz pien¬sa que la razón no sabe controlarse a sí misma, que debe ser controla¬da desde afuera.
"Las cosas son absurdas porque están aquí sin decir nada, no tiene historia y no están en el tiempo. Las cosas no tienen límites, no puede decirse dónde termina una mesa, por ejemplo, y dónde empieza el suelo, los define el hombre de acuerdo a sus necesidades y a sus proyectos"
Esto le dice en 1969, en el curso de filosofía, después de la aparición de "Cosmos", pero ya antes, en 1961, ocurrían algunas cosas respecto a su última novela y a esta idea de Heidegger. Para la época de nuestro viaje a Piriápolis Gombrowicz había empezado a escribir "Cosmos" y aunque no me participaba del plan general de la obra –quizás en ese momento él tampoco lo tenía– empezó a ejercitar conmigo las ideas sobre las cuales la ciencia y la filosofía forman la noción de realidad.
Mientras paseábamos por los bosques de Piriápolis Gombrowicz trataba de desentrañar cuáles eran los límites de la naturaleza, ¿por qué este árbol terminaba aquí y no allá?, ¿y por qué luego empezaba la tierra?, ¿por qué no era todo un continuo?, ¿cómo es que se establecen los límites de la realidad?, a él le parecía que se formaban artificialmente o, mejor dicho, por una intervención violenta de la voluntad. La asociación entre la boca de Katasia y la boca de Lena, por ejemplo, tiene mucho que ver con esto. Gombrowicz se detiene bruscamente delante de un arbusto, y pregunta: –¿qué es esto?; Cuando el silencio nos empezó a incomodar, dije: –es el presentimiento de la forma. Gombrowicz se puso de rodillas, juntó las manos como si fuera a rezar y empezó a adorarme como si yo fuera el Dios mismo. Claro, el arbusto es una planta indefinida, una planta que no llega a ser un árbol, y la forma es una línea, es como el límite de la realidad. El arbusto tenía pues, para los propósitos de Gombrowicz, una naturaleza esfumada, tenía límites pero no tanto, pertenecía también a ese continuo donde las cosas están indiferenciadas. ¿Un arbusto no venía a ser entonces algo así como un presentimiento de la forma? Como yo conocía lo que andaba buscando Gombrowicz no me fue tan difícil hacerlo arrodillar.

SARTRE

Gombrowicz no fue existencialista pero le pasó raspando. El hecho de que la falta de seriedad fuera, a su juicio, tan importante para el hombre como la seriedad explica el porqué, a pesar de su conflicto tan agudo entre la vida y la conciencia, no se refugió en ninguno de los existencialismos contemporáneos. La autenticidad y la inautenticidad de la vida le resultaban igualmente preciosas y por eso la insuficiencia y el subdesarrollo tenía para él la misma importancia que las grandes categorías de la existencia humana.
"La juventud se me apareció como el más alto y más absoluto valor de la vida... Pero este valor tenía una característica inventada seguramente por el mismísimo diablo: estaba por debajo de cualquier otro valor"
El mundo de "Ferdydurke" y de "Pornografía" está degradado, y el espíritu sumergido en la ligereza y la inferioridad, en estas dos novelas la juventud tiene el papel estelar. Pero es en "Pornografía" donde aparece más claramente su intención de llegar a través del cuerpo a las antinomias del espíritu, una metafísica erótica que está más allá del mundo carnal. En algunas ocasiones Gombrowicz tenía dudas sobre el título que debía ponerle a sus libros, a "Cosmos" le hicieron competencia Figura y Constelación porque no le aparecía con claridad qué idea tenía más relevancia en la novela, si la de forma o la de realidad. A "Pornografía" le hizo competencia Acteón. Acteón era un cazador que sorprendió a la hermosa Diana bañándose desnuda. Se quedó mirándola fascinado por su belleza, la diosa se irritó, lo convirtió en ciervo y fue devorado por sus propios perros.
En "El ser y la nada", Sartre, al que no le alcanzaban los complejos de Edipo y de inferioridad, se inventó otros dos: el de Acteón y el de Jonás. El de Acteón está relacionado con la mirada curiosa y lasciva cuya sublimación es el origen de toda búsqueda. Se diferencia del voyeurismo tradicional en que es la búsqueda más que el encuentro lo que caracteriza al complejo. Llegados a este punto vamos a ver qué tiene que ver el complejo de Acteón con el intento que hace Gombrowicz en "Pornografía" de pasar el mundo maduro por el cedazo de la juventud, el pensamiento por el sexo y la metafísica por el cuerpo. Las tres grandes categorías del psicoanálisis existencialista son: tener, hacer y ser, siendo la de tener la más importante pues está relacionada con la idea de posesión.
Para Sartre, la esencia de las relaciones humanas, incluido el amor, es una tentativa de posesionarse de la libertad del otro, de esclavizarlo. Pero esta actividad de apropiación del hombre no está relacionada solamente con las personas sino también con las cosas. El conocimiento, en el sentido de descubrimiento de la verdad, es un cazador que sorprende una desnudez blanca y virgen, para robarla, apropiarse de ella y violarla con la mirada. El conocimiento o descubrimiento de la verdad es un modo de apropiación, es algo análogo a la posesión carnal, que nos ofrece la seductora imagen de un cuerpo que es perpetuamente poseído y perpetuamente nuevo, y en el cual la posesión no deja rastro alguno.
"Pornografía es una novela en la que las transformaciones las sufren los maduros, los jóvenes son poseídos por las miradas de los adultos pero permanece intactos. Es una narración metafísica más que psicológica, donde la fascinación por la juventud presiona más que en "Ferdydurke" y en los diarios. Las relaciones que se establecen entre el erotismo y la muerte dan prueba de la inmensa intuición que inspiraba a Gombrowicz mientras escribía la "Pornografía". Las transacciones entre la mirada, lo sagrado, el conocimiento, la santidad, el cuerpo y la guerra son una manifestación viviente del complejo de Acteón, no por nada este fue el primer nombre que se imaginó para su novela.

Sartre nació en Francia en 1905, Gombrowicz en Polonia en 1904. Sartre proviene de una familia de clase media, Gombrowicz de la nobleza terrateniente. Sartre, de una familia protestante por parte de la madre y católica por parte del padre, Gombrowicz de una católica solamente. El padre de Sartre era un ingeniero naval, el de Gombrowicz un propietario de tierras y un gerente de grandes empresas. Sartre se graduó en filosofía, Gombrowicz en derecho. Sartre publicó su primera novela en 1938, Gombrowicz la suya en 1937. Sartre tenía una constitución física débil y era feucho, Gombrowicz no. Sartre fue prisionero de los alemanes y miembro de la resistencia, Gombrowicz no. Ambos fueron burros en matemática. Ambos pertenecieron a la generación de la alforja vacía, educada después de la primera guerra mundial, cuando todos los valores tradicionales se derrumbaron el Europa. Ambos buscaron la grandeza. Y ambos fueron adictos a los cafés.
Si el objetivo de la superioridad y de la grandeza es una compensación de un complejo de inferioridad, podríamos decir que Sartre quería compensar su fealdad, mientras Gombrowicz quería compensar su propia inferioridad, es decir, la inferioridad de su situación personal y nacional tal como él la sentía. Pero no vamos a hablar de los complejos de inferioridad, vamos a hablar de los cafés. Sartre pasa gran parte de su vida y escribe la mayoría de sus obras en la atmósfera impersonal del humo del cigarrillo, el olor de café, el entrechocar de tazas, los fragmentos de conversaciones, y el ir y venir de un café parisiense. El Café Flore y el Café Pont Royal se convirtieron con el tiempo en la Meca de la filosofía existencialista. La atmósfera del café está tan arraigada en la mente de Sartre que incluso explica teorías metafísicas en el más erudito de sus libros con ejemplos tomados de la vida de café. Doscientos años antes ya decían que en París sabían como preparar esa bebida de tal manera que engendrara el ingenio en aquellos que la tomaban. Por lo menos cuando salían de allí, todos ellos se consideraban cuatro veces más inteligentes que cuando entraban. ¿Cómo fue posible que Sartre publicara sus libros y artículos, y viera representadas sus piezas de teatro en el París ocupado por las tropas de Hitler, cuyos jefes se mostraban tan recelosos de cualquier manifestación intelectual francesa? Es un misterio, pero es posible que la estrecha relación de Sartre con la filosofía existencialista del profesor nazi Heidegger, le haya dado a las autoridades germanas la impresión de que se hallaba de su lado.
"Frecuentar un café puede convertirse en un vicio, igual que el del vodka. Para un verdadero adicto, el no acudir a su café a una hora determinada significa sencillamente sentirse enfermo. En poco tiempo llegué a ser tan maniático que renuncié a todas las demás ocupaciones de las tardes, como el teatro, el cine y la vida mundana (...) Mi actitud en el café Ziemianska se caracterizaba por una desenvoltura que demostraba claramente que no tenía necesidad de ganarme la vida con la pluma ni apresurar nerviosamente mi carrera de escritor (...) Supongo que la cantidad de tonterías, absurdos e idioteces proferidos por mi en el Ziemianska debería alcanzar unas cifras astronómicas y, sin embargo, a través de todas esas locuras, se trasparentaba mi natural sentido común y esta lucidez y este realismo que siempre ha estado alerta en mí"
Sin embargo no siente de igual modo su performance del Ziemianska que la del Rex. Poco a poco en el café polaco fue encontrando su lugar en el mundo, y como no hay mal que dure cien años, las cosas empezaron cambiar. Escribiendo y frecuentado los cafés consiguió un prestigio considerable. Su mesa, a la que concurría un gran número de admiradores, era testigo de sus bromas, sus gestos, sus dichos, su dialéctica, sus elevaciones líricas, sus razonamientos filosóficos y psicológicos, sus declaraciones artísticas, sus ataques arrolladores y sus provocaciones taimadas que electrizaban a sus oyentes.
"Y aquí, en la Argentina, estoy privado hasta de una café literario, de un grupito de amigos artistas en cuyo seno puede acogerse en las ciudades de Europa cualquier bohemio, innovador o vanguardista (...) Yo me veía en el café Rex con mi amigo Eisler, a quien conseguía sacarle algunas monedas ganándole al ajedrez (...) Hubo un tiempo más animado cuando emprendía la audaz tarea de traducir...(...)"
El Café Flore y el Café Pont Royal fueron para Sartre lo mismo que lo fueron el Ziemianska y el Rex para Gombrowicz, donde cada uno llenaba, o trataba de llenar, sus alforjas vacías.

Heidegger tenía que escribir una segunda parte de "El ser y el tiempo", pero no supo organizar hasta el final su pensamiento, un pensamiento difícil y torturado. Sartre, en cambio, no tenía estas dificultades y escribió la segunda parte de "Crítica de la razón dialéctica", un libro contra el que me rompía la cabeza tratando de comprenderlo. A medida que lo releía y que me acostumbraba a los nuevos vocablos se me aclaraban un poco las ideas: –Sabe, Gombrowicz, la comprensión de un texto es casi la misma cosa que el acostumbramiento a algunas de sus palabras fundamentales; –Tiene razón, Gómez. Las discusiones del Rex y de la Fragata sobre Sartre eran más o menos tranquilas, las cosas se complicaron bastante cuando se fue a Europa.
"Todas las estupideces de Sartre provienen del hecho que se relacionó con el dolor de una manera tranquila y doctoral, típica del cartesianismo. No comprendió ni el cuerpo ni el dolor. Por lo tanto le sugiero, Goma, amistosamente que diga a todos los amigos que lo considero a usted bastante tarado (...) a las fórmulas les tengo alergia, sobre todo si son de Sartre o de Heidegger, me producen eczema, ¿sabe?"
"Crítica de la razón dialéctica" es una obra abstracta y difícil de leer, es un intento de clarificación de las relaciones entre el existencialismo y el marxismo, y yo quería que Gombrowicz me ayudara a pensar en este asunto porque las idas y vueltas del franchute con el comunismo no tenían fin. La cuestión es que en este libro Sartre designa al marxismo como la filosofía insuperable de nuestro tiempo, y que lo seguirá siendo hasta que la situación histórica y económica que expresa haya sido superada. Pero si el marxismo es la filosofía insuperable de nuestro tiempo, ¿cuál es, entonces, la razón de ser del existencialismo de Sartre?
Para los filósofos comunistas el existencialismo traduce la decadencia burguesa en un escape de lo real, en el aislamiento del individuo, en la afirmación de la autonomía absoluta del ego y de su superioridad al mundo. Sartre, en cambio, está convencido de que el marxismo ofrece la única interpretación válida de la historia, pero que su existencialismo es el único camino que conduce a la realidad concreta. Sobre esta base le hace al comunismo una acusación:
"Hay dos maneras de caer en el idealismo: una consiste en disolver lo real en la subjetividad; la otra, en negar toda subjetividad real en beneficio de la objetividad"
Ambos se acusan de idealismo, pero Sartre acepta sin restricciones el materialismo histórico, es decir, que el modo de producción de la vida material domina, en general, el desarrollo de la vida social, política e intelectual. El salto del reino de la necesidad a un reino de la libertad, que Marx y Engels anunciaron como un ideal futuro, marcará, según Sartre, el fin del marxismo y el principio de una filosofía de la libertad. Pero este futuro está lejano y, mientras tanto, el marxismo, para no degenerar en una antropología inhumana, debe ser complementado por el existencialismo sartriano, que le proporciona su fundamento subjetivo, humano y existencial. Dice Sartre que la comprensión de la existencia se presenta como el fundamento humano de la antropología marxista pero:
"A partir del día en que la investigación marxista tome la dimensión humana como fundamento del saber antropológico, el existencialismo no tendrá ya razón de ser"
Las concepciones juntas del marxismo teórico y del existencialismo constituían para Gombrowicz la verdadera introducción a nuestra época, sin embargo, aceptaba solamente sus puntos de partida pero no sus deducciones. Está de acuerdo con el comunismo en el sentido moral de su pedido de justicia distributiva y con esa concien¬cia que se tortura frente a la injusticia social, que le devora el hí¬gado como a Prometeo. Conoce el cinismo latente del capitalismo y la naturaleza de la rebelión surgida del más humano de los sentimientos, pero considera a esa doctrina como una de las grandes mistificaciones de la historia, porque lo más importante para ellos no eran la conciencia y la ética, sino el triunfo de la revolución. Está de acuerdo también con el punto de partida de Sartre que pone a la existencia y no a la idea en el centro d las reflexiones sobre el hombre, pero no acepta las ideas de la muerte, de la angustia y de la responsabilidad en una conciencia abstracta que está lejos del hombre.
En fin, al Pterodáctilo le decía que el gran modelo era Estados Unidos, que los supermercados y la Coca-Cola eran grandes inventos, y a mí:
"Acaso sabe que en su último libro ‘Les Mots’ ese asno ha confesado que todo su existencialismo es una asnada? Ya ve, Goma: su situación está arruinada, su prestigio intelectual aniquilado, todos se ríen y dicen, ¡qué gomadas dice el pobre Goma!"
Nunca nada más cierto que todo es según el color del cristal con que se mira. Mientras la muchacha de Coronel Pringles se ponía histérica porque la familia sabía que se había convertido en una cualquiera pero no le decía nada y sólo la miraba, una joven de Adrogué, vecina del Vate Marxista, a la que su hermano sorprendió mirándose al espejo desnuda, no se preocupaba tanto: –¿Sabés que estás muy apetecible; –Sí, lo mismo me dijo papá.
En el año del centenario estaba en el Borges tomando un café con el Pequeño K y con el Pato Criollo hojeando un calendario muy bonito editado por los polacos para la ocasión. Yo hacía de cicerone con las fotos pero el Pato siempre tenía algo que objetar. Cuando les mostré una foto mía que no estaba en el calendario, pero sacada en la misma época de otra que sí estaba, en la que el Príncipe Bastardo al lado de Gombrowicz lucía una camisa y un cinturón igual a los míos, comentó que no tenía nada de extraordinario porque la moda recorría el mundo como un reguero de pólvora. Pero la réplica que se llevó las palmas de oro fue la que hizo cuando mirábamos una foto de Gombrowicz a los tres años en la que Marcelina Antonina lo había vestido y peinado como si fuera una nena. Cuando el Pequeño K señaló que al presentarlo de esa manera la madre había sellado el destino sexual del pequeño Witold, el Pato Criollo contestó que a muchos niños de buenas familias de esa época los vestían así: –¿Sí, a ver, decime uno por ejemplo?; –Oscar Wilde, sin ir más lejos
El comentario del Pequeño K me recordó a uno que hacía Gombrowicz sobre Sartre, pues para él buena parte de la filosofía del franchute estaba relacionada con su estrabismo y su fealdad. Pero hagamos un poco de historia. Cuando Kierkegaard le declara la guerra a Hegel se produce uno de los momentos más dramáticos de la cultura del pensamiento contemporáneo pues se empieza a perfilar en forma clara la oposición entre la abstracción y la existencia. Sin embargo, esta dirección hacia lo concreto que toma el pensamiento tropieza con la dificultad de que la filosofía sólo puede hacerse con razonamientos. Este destino trágico con el que nace el existencialismo perdurará hasta el día de hoy a pesar del auxilio que le dio Husserl con la clasificación y depuración de los fenómenos de la conciencia.
Al pastor danés se le ponían los pelos de punta con lo de que todo lo que es real es racional y todo lo que es racional es real, era una afirmación mediante la cual Hegel podía deducir la racionalidad del mundo a partir de un lápiz. Objeta la verdad de Hegel porque está concebida de antemano, su sistema no es una consecuencia del razonamiento sino de una elección previa. Este mundo premeditado pone a la razón en el camino de la bancarrota y le cierra el paso a las condiciones que hacen posible su existencia. Heidegger y Sartre se daban la cabeza contra la pared para resolver esta aporía, entonces, en forma providencial Husserl les da una mano. Puesto que el razonamiento es impotente para acercarse a las cosas tal cual son pongámoslas entre paréntesis y tratemos de verlas tan sólo como se nos aparecen. La fenomenología pone entre paréntesis al mundo y a las certezas derivadas de todas las ciencias que conciernen al mundo, el centro de las cosas pasa a ser la conciencia. Es una conciencia que está obligada a ser conciencia de algo, y esta intencionalidad de su actividad que le impide estar separada del objeto nos lleva de la mano a las concepciones de Sartre.
La existencia está pues a la mitad de camino de esas cosas que Husserl puso entre paréntesis, pero la fenomenología nos permite organizar esa soledad en la que nos deja la conciencia, eso es lo único que nos queda, la intuición de un saber directo sin la mediación de la razón, una descripción última de los fenómenos referidos a la existencia. Pero la razón es un monstruo que se come todo y, por lo tanto, el existencialismo es devorado otra vez por el sistema que Sartre arma más o menos así.
El ser-en-sí es el de los objetos inanimados, es lo que es, coincide consigo mismo. El ser-para-sí es la conciencia humana, es lo que no es, y no es lo que es, está creándose siempre y no coincide nunca consigo mismo. Le abre la puerta a la nada, es un hueco que se pregunta por el futuro, y por este agujero la libertad obliga al hombre a transformase a sí mismo. Y el ser-para-otros es un ser que sólo por la mirada es diferente de los objetos inanimados que percibo a mi alrededor. Con la mirada convertimos al otro en un objeto que es exactamente lo mismo que el otro puede hacerme a mí con su mirada. Al mirar a los otros, mido mi poder, y al mirarme, los otros miden el suyo. Así, básicamente, el ser-para-otros es un conflicto, es una lucha de dos trascendencias, cada una de las cuales trata de exceder en trascendencia a la otra. No son precisamente los ojos los que miran, es la otra persona como sujeto.
De la combinación de los poderes de la libertad y de la mirada Sartre deduce su axiología. No existen valores absolutos, hay que elegirlos. Él elige el comunismo porque, a su juicio, cualquier otro sistema social supone una mayor explotación del hombre por el hombre y, por lo tanto, una mayor limitación de la libertad. Al elegir el comunismo, elige la libertad.
Los franceses se las arreglan bastante bien con las limitaciones, o Dios hizo el menos malo de los mundos posibles, o el hombre elige los valores del menos malo de los mundos posibles. Los valores de Kierkegaard están cerca de Dios y de la fe. Los de Sartre más cerca de la política y de la ausencia de Dios. Y los de Gombrowicz están cerca de Kirkegaard en su guerra con las teorías, y de Sartre en su búsqueda de libertad, pero también de Don Quijote de la Mancha, ese ilustre caballero español que cabalgaba su Rocinante buscando justicia.



 

FOUCAULT

Todo lo que concierne a la naturaleza del hombre, salvo los misterios trinos, suele dividirse en dos: el cuerpo y el alma, la tierra y el cielo... Gombrowicz, siguiendo él también la línea binaria del pensamiento, eligió la inmadurez y la forma. En su visión del mundo irreverente y libertaria la cultura y las ideas juegan un papel paradójico pues lo ponen al hombre en el camino de la inmadurez en vez de hacerlo crecer. No son las ideas las que mueven a las personas sino las funciones, un pensamiento fundamental del estructuralismo que apareció bastante después de que Gombrowicz empezara a darle vueltas a esta nueva manera de ver las cosas.
Antes de decir nada sobre Gombrowicz y el estructuralismo vamos a recordar que el término estructura suele traducir al vocablo alemán Gestalt y por ello se habla de gestaltismo lo mismo que de estructuralismo. La noción de estructura está muy vinculada a las nociones de forma y configuración por lo que no resulta nada extraño que, aunque no fuese nada más que por razones morfológicas, las ideas de Gombrowicz estén vinculadas al estructuralismo.
Cuando conocí a Gombrowicz en el Rex asistí a varias discusiones en las que el Alemán lo acusaba al polaco de que sus concepciones de la forma estaban copiadas de la Gestalt. A Gombrowicz no le disgustaba esta analogía pero le respondía que su concepción de la forma era más bien asimilable, en el campo lógico, a una contraposición con los métodos analítico y sintético de descomposición y recomposición de elementos, y le ponía como ejemplo el "Filifor forrado de niño", una historia en la que luchan dos partes antitéticas alrededor de un eje central en la que triunfa la función sobre la idea.
Para no complicar las cosas vamos a decir que el estructuralismo es una teoría común a varias ciencias humanas, como la lingüística, la antropología social y la psicología que concibe cada objeto de estudio como un todo cuyos miembros se determinan entre sí, tanto en su naturaleza como en sus funciones, en virtud de leyes generales. Antes de que surgiera la moda del estructuralismo Marx ya había intentado establecer científicamente las condiciones de la estructura social que, según su concepción materialista, estaba determinada por el modo de producción y por las relaciones entre las clases sociales sobre la que se apoya la superestuctura institucional, jurídica, moral e ideológica de la sociedad. Y Freud había elaborado un modelo estructural para el inconsciente reprimido con su sistema del yo, del ello y del super yo.
Y, también, antes de la moda estructuralista, Saussure diferencia en sus estudios sobre lingüística a la "lengua" del "habla", considerando a la lengua como un sistema de signos independiente del uso que de él hace el individuo, habiendo sido esta idea la inspiradora del estructuralismo. Durante las décadas del 40 y el 50, la escena filosófica francesa se caracterizó por el existencialismo, fundamentalmente a través de Sartre, aparecen también la fenomenología, el retorno a Hegel y la filosofía de la ciencia. Pero hay algo que cambia en la década del 60 cuando Sartre se orienta hacia el marxismo y surge una nueva moda, el estructuralismo. Strauss en la etnología, Lacan en el psicoanálisis, Altuhusser en el marxismo y Foucault en la epistemología, por decir algo, aunque él no se reconocía como estructuralista.
Gombrowicz afirma que él era estructuralista treinta años antes de que apareciera el estructuralismo. Puntualiza que afirmaciones tales como: "ya no se actúa, uno es actuado, ya no se habla, uno es hablado", características del estructuralismo, son equivalentes a las de "El casamiento": "No somos nosotros quienes decimos las palabras, son las palabras las que nos dicen a nosotros", y que esta coincidencia no es incidental, toda su obra tiene sus raíces en el drama de la forma. Si en afirmaciones como: "Tal como yo lo veo, el hombre es creado por la forma, creador de la forma y su infatigable productor", cambiamos el vocablo forma por estructura, queda demostrado lo que había que demostrar.
Gombrowicz consideraba que en cierto modo era estructuralista del mismo modo que era existencialista, que se hallaba ligado al estructuralismo por la afirmación de la forma. Si la personalidad se crea entre los hombres, en el marco humano que la define, entonces es natural que sea una función de un sistema de dependencias cercano a lo que llamamos estructura. Pero el mundo de los estructuralistas, si bien tiene analogías con el suyo, es también su contrario. El estructuralismo tiene sus raíces en la etnología, la lingüística, las matemáticas, y en una acepción más amplia como la de Foucault, en la epistemología, mientras que el estructuralismo de Gombrowicz es artístico, procede de la calle y de la realidad de todos los días, es práctico, y por ser práctico se halla cercado por la angustia y la pasión.
La literatura de Gombrowicz no era un derivado del estructuralismo, una derivación muy común en esa época, en forma independiente había llegado a conclusiones similares a partir de un estado de ánimo diferente, de otras experiencias, en otro plano. Lo que los separaba contaba más que lo que los ligaba:
"Yo, individuo privado y concreto, odio las estructuras, y si descubro la Forma a mi manera, es precisamente para defenderme de ella"
Gombrowicz quiso darle una lección al último de los estructuralistas o, mejor dicho, al primer postestructuralista, a Michael Foucault. Afirma que desde el punto de vista de Foucault él tiene razón cuando anuncia el eclipse del hombre, su gradual liquidación. Sí, el hombre desaparece, pero solamente para Foucault, en el estricto campo de su teoría. Sin embargo, una fórmula no pude ser más que una fórmula y el agujero que atraviesa el razonamiento de los estructuralistas terminará por engullirlos. En la ciencias exactas se puede razonar en contra de la más evidente realidad cotidiana y personal, pero en las ciencias humanas no ocurre lo mismo:
"Foucault se propone destruir al hombre en el epísteme. ¿Pero para qué? Para afirmarse en su personalidad, para ganarle la batalla a los demás filósofos, para llegar a ser un hombre eminente. Henos aquí nuevamente ante la simple realidad. Admiro la ciencia puesto que soy ignorante (como ustedes, señores, y como Sócrates), pero me temo que esa pequeña palabra llamada ‘yo’ no se va a dejar eliminar tan fácilmente, porque nos ha sido impuesta con demasiada brutalidad"



VOLVER A LA PORTADA DEL DOSSIER

VOLVER A CUADERNOS DE LITERATURA
 

      Todos los libros están en Librería Santa Fe