El 15 de agosto de 1972, en la
postrimería de la dictadura cívico-militar del general Lanusse, veinticinco
presos políticos pertenecientes al PRT-ERP (Partido Revolucionario de los
Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo); las FAR (Fuerzas Armadas
Revolucionarias) y Montoneros, se fugaron del penal de Rawson en la provincia de
Chubut. Seis de ellos lograron llegar a Chile, donde gobernaba Salvador Allende.
Diecinueve no alcanzaron a subir al avión. Se entregaron luego de acordar
públicamente garantías para su integridad física. El 22 de agosto los diecinueve
prisioneros fueron fusilados a mansalva con ráfagas de ametralladoras en la base
naval Almirante Zar. Como antes había sucedido en la masacre de José León
Suárez, algunos sobrevivieron para contar la historia y mantener viva la
memoria.
Carlos
Alberto Astudillo (FAR). Nació en Santiago del Estero en el 17 de agosto de
1944 (28 años), estudiante de medicina en la Universidad de Córdoba. Detenido el
29 de diciembre de 1970 y brutalmente torturado.
Rubén Pedro
Bonet (PRT-ERP). Nació en Buenos Aires el 1 de febrero de 1942 (30 años),
casado y padre de dos chicos, Hernán y Mariana, de 4 y 5 años. Perteneciente a
una familia muy modesta abandonó sus estudios para ingresar como obrero en
Sudamtex y Nestlé. Detenido en febrero de 1971.
Eduardo
Adolfo Capello (PRT-ERP). Nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1948 (24
años), estudiante de ciencias económicas y empleado. Detenido cuando intentaba
expropiar un auto en febrero de 1971.
Mario Emilio
Delfino (PRT-ERP). Nació en Rosario el 17 de septiembre de 1942 (29 años),
casado. Estudió ingeniería en la Universidad de Santa Fe. Inició su militancia
en Palabra Obrera, que confluiría en el PRT. Abandonó sus estudios
universitarios para ingresar como obrero en el frigorífico Swift de Rosario,
donde trabajó 5 años. Detenido el 14 de abril de 1970. El V congreso del PRT lo
eligió miembro del Comité Central en ausencia.
Alberto
Carlos del Rey (PRT-ERP). Nació en Rosario el 22 de febrero de 1949 (23
años), estudió ingeniería química en la Universidad de Rosario, donde se integró
al PRT. Participó del congreso fundacional del ERP. Detenido el 27 de abril de
1971.
Alfredo
Elías Kohon (FAR): Nació en Entre Ríos el 22 de marzo de 1945 (27 años),
estudiaba ingeniería en la Universidad de Córdoba y trabajaba en una fábrica
metalúrgica. Formó parte de los comandos Santiago Pampillón y fue fundador de
las FAR local. Detenido el 29 de diciembre de 1970.
La fuga del penal - Noticiero de época
Clarisa Rosa
Lea Place (PRT-ERP). Nació en Tucumán el 23 de diciembre de 1948 (23 años),
estudió derecho en la Universidad de Tucumán, donde se integró al PRT. Participó
del congreso fundacional del ERP. Detenida en diciembre de 1970 durante un
control de rutina.
Susana
Graciela Lesgart de Yofre (MONTONEROS). Nació en Córdoba el 13 de
octubre de 1949 (22 años), maestra. Se radicó en Tucumán donde enseñaba y
compartía la vida con los trabajadores cañeros. Fue una de las fundadoras de
Montoneros en Córdoba. Detenida en diciembre de 1971.
José Ricardo
Mena (PRT-ERP). Nació el 28 de marzo de 1951 en Tucumán (21 años), obrero
azucarero. Integró los primeras grupos del PRT en Tucumán. Detenido tras la
expropiación a un banco, en noviembre de 1970.
Miguel Ángel
Polti (PRT-ERP). Nació en Córdoba el 11 de julio de 1951 (21 años), estudió
ingeniería química en la Universidad de Córdoba, era hermano de José Polti,
muerto en abril de 1971. Detenido en Córdoba, en julio de 1971.
Mariano
Pujadas (MONTONEROS). Nació en Barcelona el 14 de junio de 1948 (24
años), fue fundador y dirigente de Montoneros en Córdoba. Participó en la toma
de La Calera. Estaba a punto de terminar la carrera de ingeniero agrónomo cuando
fue detenido en una redada, en junio de 1971.
María
Angélica Sabelli (FAR). Nació en Buenos Aires el 12 de enero de 1949 (23
años), conoció a Carlos Olmedo cuando estudiaba en el Colegio Nacional Buenos
Aires. Cursaba matemática en la facultad de ciencias exactas, trabajaba como
empleada y como profesora de matemática y latín. Detenida en febrero de 1972 y
salvajemente torturada.
Ana María
Villareal de Santucho (PRT-ERP). Nació en 9 de octubre de 1935 (36 años),
era compañera de Mario Roberto Santucho y madre de tres chicos. Licenciada en
artes plásticas por la Universidad de Tucumán. Junto a Santucho empezó a militar
en el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano y Popular) que luego confluyó en
el PRT. Detenida en un control de rutina en un colectivo.
La
causa judicial 35 años después [Notas Página|12]
Humberto
Segundo Suarez (PRT-ERP). Nació en Tucumán el 1 de abril de 1947 (25 años),
de origen rural, fue cañero, obrero de la construcción y oficial panadero.
Detenido en marzo de 1971.
Humberto
Adrián Toschi (PRT-ERP). Nació en 1 de abril de 1947 en Córdoba (25 años),
trabajaba en una empresa familiar hasta que eligió ser obrero. Detenido, junto
con Santucho y Gorriarán Merlo, en una redada el 30 de agosto de 1971.
Jorge
Alejandro Ulla (PRT-ERP). Nació en Santa Fe el 23 de diciembre de 1944 (27
años), maestro; abandonó sus estudios para trabajar como obrero en una fábrica
metalúrgica. Participó del congreso fundacional del ERP y en la primera
operación armada. Detenido junto con Humberto Toschi en Córdoba, en agosto de
1971.
Los sobrevivientes:
Maria
Antonia Berger (MONTONEROS). Licenciada en sociología, había sido detenida
el 3 de noviembre de 1971. Herida por una ráfaga de metralla logró introducirse
en su celda, donde recibió un tiro de pistola; fue la última en ser trasladada a
la enfermería. En la fecha de la masacre tenía 30 años. Secuestrada a mediados
de 1979.
Alberto
Miguel Camps (FAR). Estudiante, había sido detenido el 29 de diciembre de
1970. Eludió la metralla arrojándose dentro de su propia celda, donde fue
baleado. En la fecha de la masacre tenía 24 años. Su cuerpo, enterrado como NN
en el cementerio de Lomas de Zamora, fue identificado en el año 2000.
Ricardo René
Haidar (MONTONEROS). Ingeniero químico, había sido detenido el 22 de febrero
de 1972. Evadió las ráfagas de ametralladoras introduciéndose en su celda, donde
fue herido. En la fecha de la masacre tenía 28 años. Secuestrado el 18 de
diciembre de 1982.
Salvaron sus vidas porque los fusiladores los
creyeron muertos. Los tres están desaparecidos.
Seis presos lograron fugar el 15 de agosto,
llegar a Chile y luego a Cuba:
Roberto
Quieto. Secuestrado el 28 de diciembre de 1975. Desaparecido
Marcos
Osatinsky. Detenido en Córdoba, en la Jefatura de Policía se le aplicó la
"ley de fugas" y fue asesinado el 21 de agosto de 1975. Su cadáver fue
dinamitado.
Enrique
Gorriarán Merlo. Sobrevivió. Fue secuestrado en México en octubre de
1995 y trasladado a Argentina. Procesado y condenado por los hechos de
La Tablada permaneció 8 años preso. Fue indultado por el presidente Duhalde
en 2003. Falleció de un paro cardiorrespiratorio en Buenos Aires, el 22 de
septiembre de 2006, a los 64 años.
A 40 años de la Masacre de Trelew.
Atrapados en libertad,
AM 530, La Voz de las Madres, 2012.
Fernando
Vaca Narvaja. Sobreviviente.
Los militantes que participaron en el
secuestro del avión:
Víctor
Fernández Palmeiro. Murió luego de participar en el operativo de ejecución
del almirante Hermes Quijada, portavoz de la versión oficial de la dictadura de
Lanusse sobre la masacre. La lápida que había en su tumba fue hallada en las
excavaciones de las instalaciones del campo de exterminio Club Atlético, en
Paseo Colón y Cochabamba, Buenos Aires, durante la dictadura cívico-militar.
Por otro ladoFrancisco "Paco" Urondo entrevistó a los tres
sobrevivientes de la masacre en la cárcel de Devoto, donde los cuatro estaban
detenidos, la noche del 24 de mayo de 1973. La entrevista fue publicada por
El Descamisado y la revista Crisis con el título "La
patria fusilada". Franciso Urondo murió enfrentando a la dictadura militar
en Mendoza, en julio de 1976.
Represalias sufridas por los familiares de
algunos de los asesinados en la Base Almirante Zar:
Los padres y dos hermanos de
Mariano Pujadas fueron secuestrados y asesinados el 14 de agosto de 1975
en Córdoba, por el Comando Libertadores de América, integrado por militares del
Tercer Cuerpo de Ejército (ver nota al final de pagina y
documento desclasificado).
El 25 de abril de 1976 fueron secuestrados
Rogelio y María Amelia Lesgart (hermanos de Susana Lesgart). El padre de
ambos, Rogelio, también fue secuestrado y liberado pocos días después.
Arturo
Lea Place, padre de Clarisa fue asesinado el 22/08/76.
Ver foto de la voladura de la casa de la familia Lea Place por militares y
policías. Después del atentado, los encapuchados asesinaron a balazos en medio
de los escombros a Arturo Lea Place, en tanto Luis, hermano de Clarisa, fue
detenido. Una vez liberado abandonó el país.
Hugo
Vaca Narvaja, padre de Fernando Vaca Narvaja, fue decapitado y su cabeza
apareció en una bolsa de nylon.Miguel Hugo Vaca Narvaja (h)fue asesinado en un fraguado intento de fuga de la
Unidad Penitenciaria Nº 1,
el 12 de agosto de 1976.
Destino de algunos de los abogados de los
presos políticos del penal de Rawson que llevaron adelante las acciones
judiciales luego de la masacre:
Rodolfo
Ortega Peña, asesinado por la Triple A (Alianza
Anticomunista Argentina) el 31 de julio de 1974. Mario
Amaya, asesinado por la dictadura. Roberto
Sinigaglia y Mario Hernández, desaparecidos. Eduardo
Luis Duhalde, sobrevivió a la dictadura, fue secretario de Derechos
Humanos de la Nación desde 2003 hasta que falleció, el 3 de abril de 2012.
En 2006 fue colocada una placa en el
lugar de los hechos, que junto a los nombres de los 16 caídos dice: "Nunca
más terrorismo de Estado. En este lugar el 22 de agosto de 1972 fueron
asesinados 16 presos políticos y otros 3 heridos de gravedad. Por siempre
respeto a la Constitución Nacional, verdad y justicia".
El juicio y
las condenas, 40 años después
El 15 de octubre de 2012 el
Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a prisión perpetua e
inhabilitación absoluta a Emilio Jorge Del Real, Carlos Amadeo Marandino y Luis
Emilio Sosa por considerarlos autores de los 16 fusilamientos de presos
políticos y el intento de asesinato de otros tres en 1972, en la base Almirante
Zar de Trelew, y absolvió a Rubén Norberto Paccagnini y Jorge Enrique Bautista.
Mas información
Las emblemáticas fotografías de
Emilser Pereyra, del momento en que los fugados deponen las armas y se
entregan en el aeropuerto (clic para agrandar)
Casi primavera en la Patagonia. Sol
radiante, fresco, los arbolitos recién plantados se agitan en el viento suave,
que apenas molesta, que se desplaza casi ignorado por los más de 500 compañeros
de casi todo el país.
Las madres y las abuelas, como
siempre: con sus pañuelos, con sus ojos húmedos y afectuosos, con su sonrisa,
hoy, casi triunfante.
Revista El Descamisado Nº 3, 5 de junio 1973.
Clic para descargar
Me abrazo con Alicia Bonet, mientras
ella ríe y llora y ambos susurramos: "¡Qué día!" y nos miramos cómplices,
subversivamente implicados en otro pedacito de utopía. La busco a la mamá de
Capelo y la encuentro. Me mira desde su pequeña altura, desde su alma inmensa, y
su mirada sabia y dolorida de décadas sigue consolándome, hoy mucho más que
otras veces. Hoy, ella también se ha despojado de un cacho de duelo, hoy ha
plantado por su hijo un nuevo árbol, que en esta oportunidad no será robado.
Elisa, eléctrica, va de un lado a
otro, preguntando, confirmando, dando indicaciones de lo que viene después.
Desde su subsecretaría de Derechos Humanos provincial, este es en gran medida su
logro. Pero desde su recuerdo, los 35 años de lucha no se cumplieron hoy, sino
el día que asumió como obligación personal ser la "apoderada" de Mariano
Pujadas. Elisa Martínez, a la que no le importó no ser peronista, ni estar en
desacuerdo con la lucha armada. Los compañeros estaban presos. Los ciudadanos de
Trelew y de Rawson tenían que ser solidarios. Así de simple. Así de claro.
Los abrazos se han multiplicado en
la mañana que se acaba. Incontables, estrechos, furiosos de nostalgia,
recuperando años de soledad, de desencuentros, ecos de discusiones lejanas que
se subsumen en una bandera con las dos estrellas. Nadie cuenta las puntas. ¿Para
qué? Como en ese 15 de agosto, hoy da lo mismo.
Ya ha pasado la "hora formal". Los discursos, concretos pero breves, dieron el
marco necesario para institucionalizar el acto. Sin embargo, sospecho que fueron
algunas palabras de ellos, algunas pequeñas frases, las que calaron más adentro
en todos: "nunca será tarde para hacer justicia" dijo Das Neves. "Eran cinco
bellos corazones" memorió Duhalde cuando surgieron a su frente los fantasmas
vivos de las cinco compañeras.
Por supuesto que el aire olía a muerte en aquellos días de agosto del 72.
Treinta y cinco años demoraron nuestras ropas –las de todos- para sacudir un
poco de ese hedor maligno que nos acompañaba. Hedor que se fue disipando a
medida que la tarde comenzaba, derrotado por el aroma de las rosas rojas,
oscuras, q familiares, los amigos, los desconocidos, iban dejando caer, como al
descuido, frente a las fotografías. Me abrazo con el hijo del Turco Haidar, con
José. El Vasco se ríe a carcajadas y le dice: "si tu viejo te viera, te mata".
Porque José es un chico de hoy. Se viste y se comporta como un chico de hoy. Y
charlamos, Y descubrimos que piensa como nosotros. Y que también es un chico de
ayer, y de mañana.
Entramos
juntos, con Fernando y Celedonio. Ayer el Cele, sin darle importancia, nos
refregó por la cara su estrellita federal. Una de aquellas. Ayer por la noche
revolví placares y hoy por la mañana, solamente para joderlo al Cele, le di al
Vasco una y me prendí otra para mi. (Pero debe ser cierto que dios castiga la
malicia, porque la perdí ni bien llegamos).
El aeropuerto ya no es viejo. Pero
es el mismo. Algunos preguntan: ¿las pintadas reproducen las que se fueron
haciendo durante estos años? Les decimos que son las que se hicieron en estos
años. Que no las hemos tocado. Por algún lado se oye un emocionado y suavecito:
¡mieerda!
"La memoria se construye cada día,
luchando en el presente", y es por eso, también por esa pintada, que insistimos
tanto en estos años. "Tiene que ser un Centro Cultural, no queremos un Museo".
Ellos también insistieron. Pero el gobierno provincial decidió: Centro Cultural.
Aquí estamos. "Ahora viene el desafío, Enrique, nosotros cumplimos" me dice
Norberto. Es cierto. Ahora hay que hacerlo funcionar. Ahora hay que lograr que
sus puertas abiertas las atraviese gente. La que no es compañera "de antes". La
que no sabe, la que nació después, la que todavía tiene en su cabeza dos
demonios, y no sólo uno. Los que continuarán en un camino que no empezamos
nosotros, y que no podremos terminar. Hace muchos años, leyendo a Omar Khayyam,
una de sus frases me golpeó: "eres una hebra en el tapiz del mundo".
¿Tan sólo una hebra? Si, pero ¡qué tapiz!
HEROE
- El tema me afectó muchísimo; en ningún momento he reconocido la
culpabilidad. Lo triste es que todos los marinos, sin excepción, no me creen,
creen que peco de modesto. Me tienen como un individuo decidido, como un héroe,
y yo no quiero ser un héroe, fue una cosa que no tiene nada que ver. Si me
dijera que yo di la orden, bueno, pero yo no di ninguna orden.”
(Respuesta del capitán de la Armada Luis Sosa al juez federal Hugo Sastre, que
investiga la masacre donde fueron fusilados 16 presos indefensos.) Pirulo
de tapa de Página|12, 16/02/08
Hoy, aunque con parches, con muchas,
demasiadas hebras faltantes, el tapiz de nuestra generación pudo visualizarse
por algunos minutos, extendiéndose a través de kilómetros desde las barricadas
del mayo francés y de las tonadas cordobesas, los montes cerrados de la Sierra
Maestra, atravesando el "sertao" brasilero, compartiendo la gloria del compañero
Salvador, y descansando suavemente sus flecos aquí, en el fin del mundo, en
medio de la árida planicie patagónica. El milagro de un diseño inconcluso, pero
inteligible, remendado pacientemente durante décadas por esos pañuelos blancos,
por los viajes, las protestas, las manifestaciones, las lágrimas.
El predio va quedando vacío. El
Vasco me ha pedido que esperemos, cuando la gente se vaya, cuando se apague la
melodía de las voces, "para mirar". Quiere pararse, supongo, solo frente a la
pista. Aquella en la que el "Gallego" Fernández Palmeiro le colocó un fierro en
la cabeza porque creyó que era un militar que quería subir al avión tomado. "me
salvó el Roby –cuenta Fernando- que venía atrás mío y tuvo tiempo de gritarle:
`pará, Gallego, que es Vaca Narvaja´". Quiere llorar tranquilo, me imagino,
aunque todos simularemos que los montoneros no lloramos. Mi turno llegará a la
noche, cuando todos se hayan ido. Cuando mi encuentro con el hijo del querido
"Negro" Quieto sea un recuerdo más, y una deuda menos. Será entonces, cuando
queden sólo un par de amigos de aquí o de allí, y las últimas casi agotadas
copas de vino. Salud. Hasta la victoria.
Enrique Gil Ibarra | Trelew / 22 de agosto del 2007.
Fernando Vaca Narvaja, el último sobreviviente de la
Masacre de Trelew (Entrevista 2016)
En agosto de 1972, con mi socio profesional Rodolfo Ortega Peña, teníamos cerca
de trescientas defensas jurídicas de presos políticos. No fue de extrañar
entonces que lo de los 19 prisioneros que se entregaron a las autoridades en el
aeropuerto de Trelew -tras haber fugado de la cárcel y no poder abordar el avión
en que se alejaron sus restantes seis compañeros- fueran defendidos nuestros, en
algunos casos, en patrocinio compartido con otros abogados.
Aquella madrugada en que nos
anoticiamos por llamadas periodísticas de lo ocurrido en el atardecer y la noche
anterior entre la Cárcel de Rawson y el aeropuerto, los primeros nombres
conocidos nos indicaban que se trataba de varias de las personas cuyas defensas
técnicas teníamos a nuestro cargo. No vacilamos en tratar de viajar a la cárcel
de Rawson: fue imposible hacerlo en avión. El gobierno militar había bloqueado
todas las plazas para el vuelo de ese día. Fue así como, a media mañana,
iniciamos con Ortega Peña junto a otros abogados (Rodolfo Mattarollo, Carlos
González Gartland, Miguel Radrizzani Goñi, Pedro Galín) un tenso viaje en dos
automóviles, que de Bahía Blanca para abajo fue objeto de trabas en sucesivos
controles policiales, tendientes a impedir o demorar nuestro arribo a destino.
Al llegar, comenzó una de las situaciones más dramáticas que me tocó vivir en mi
larga e intensa vida profesional. Muy pocas veces sentí tanta impotencia y pude
comprobar en tal grado el desamparo que trae aparejado la ausencia de respeto a
ley y a las garantías individuales con que someten los gobiernos militares a los
ciudadanos.
Desde la mañana del 17 de agosto, Rawson parecía, por un lado, una ciudad
ocupada, las patrullas militares la controlaban, incluyendo hasta el comedor del
Hotel Provincial. Pero, por otro, era un páramo sólo recorrido por los fuertes
vientos invernales: los habitantes -sensatamente- sólo se dejaban ver lo
indispensable. Una indescriptible sensación de muerte nos embargaba, era una
crónica anunciada. íbamos de la cercanía de la cárcel a la zona próxima a la
base Almirante Zar, donde tenían a los prisioneros, sin que en ningún lado nos
permitieran acercarnos. Constantemente pedíamos entrevistar al juez de la Cámara
Federal Jorge V. Quiroga, que había viajado desde Buenos Aires y que instruía el
sumario, sin que accediera a recibirnos: hasta llegamos a presentarle escritos
pasándolos por debajo de la puerta de su habitación del hotel, reclamándole
seguridad para nuestros defendidos.
Cuarteto Cedrón / Juan Gelman - Glorias - Con versos de Juan Cedrón y
arreglo musical del Cuarteto Cedrón sobre el motivo tradicional de La Pulpera de
Santa Lucía, este tema que evoca el asesinato de los 16 militantes populares en
Trelew. Lo que equivale a decir todas las masacres, todos los asesinatos, todos
los ultrajes que debió sufrir el pueblo por el atrevimiento de soñar con la
justicia social.
Todo era vano. Salíamos a la calle y
éramos vigilados, mientras los despachos militares y judiciales continuaban
herméticamente cerrados para nosotros. El clima era cada vez más lúgubre:
advertíamos que estábamos jugando tiempo de descuento: a vida de los prisioneros
corría cada hora más peligro y se nos escurría entre las manos. Ortega Peña,
Mattarollo, González Gartland y yo fuimos detenidos junto al abogado de Trelew,
Mario Amaya, asesinado luego por el golpe del 76, que no le perdonó su
participación en la defensa de aquellos prisioneros. Se nos amenazó con
fusilarnos, y tras un recurso de hábeas corpus presentado en Buenos Aires,
fuimos liberados. Amaya continuó detenido. Intentamos entonces hacer una
conferencia de prensa en el estudio de Romero, otro abogado de dicha ciudad. Un
explosivo en su puerta, impidió hacerla.
Comprendimos que nada podíamos hacer
allá. Nos embargaba el dolor, la impotencia, el sentirnos absolutamente inútiles
frente a la negación de todo derecho. Lo único posible era volver de inmediato a
la ciudad de Buenos Aires, a denunciar que el crimen avanzaba a pasos
agigantados.
En la tarde del 22 de agosto, en la sede de la Asociación Gremial de Abogados,
en nombre de los profesionales intervinientes, Rodolfo Ortega Peña, en
conferencia de prensa, hizo pública denuncia de la situación y reclamó por la
vida de los 19 prisioneros. Esa noche un artefacto explosivo estalló en dicho
organismo.
Concomitante con aquella denuncia, en la base Almirante Zar la pedagogía
criminal del terrorismo de Estado producía la masacre de Trelew. Una danza de
horror, en el pasillo y las celdas, dejaba 16 cuerpos inertes y tres heridos
graves. La sangre en las paredes, los restos de masa encefálica, las marcas de
los centenares de balas disparadas contra las víctimas indefensas, mostraba en
plenitud la furia homicida y ejemplificadora.
Masacraban a estos jóvenes militantes, pero apuntaban más que a sus corazones, a
matar las utopías que anidaban en ellos, sus sueños transformadores y su pasión
argentina: no se condenaba su metodología violenta; por lo contrario, aquel
hacer de los marinos a cargo del capitán Sosa era un himno a la violencia más
extrema (sólo la perversión hipócrita asesina sin piedad en nombre del derecho a
la vida).
TRELEW
- ¿Cuántas muertes nos hubiéramos ahorrado todos los
argentinos si las prisiones preventivas dictadas la semana pasada por el juez
federal Hugo Sastre contra los responsables de la Masacre de Trelew hubieran
sido dictadas el mismo 22 de agosto de 1972? Es difícil responder, pero seguro
que muchas, miles. Porque, para mi generación, la impunidad de aquella masacre
fue determinante cuando debíamos decidir qué hacer, cuando tuvimos que decidir
si mirábamos hacia otro lado o nos incorporábamos a alguno de los movimientos
políticos vigentes, independientemente del compromiso que estuviéramos
dispuestos a asumir. Del compromiso y de los riesgos que, por cierto, no
dependían de nosotros. En mi caso, los fusilamientos de Trelew terminaron con la
felicidad de nuestra casa familiar, un ambiente muy politizado pero siempre
pacifista, por donde habían pasado intelectuales, artistas, militantes políticos
de distintos partidos, con nombre y apellido verdaderos, con trayectorias
públicas reconocibles, cargados de historias que el tiempo transformó en
leyendas.
El bombardeo a Plaza de Mayo pertenecía a la historia, era parte de la leyenda
urbana, tenía algo de irreal para los adolescentes que en 1972 teníamos 16 años.
Los fusilamientos de Trelew, en cambio, eran una canallada que se podía sentir
en carne propia, eran una amenaza. Y cualquiera de nosotros se podía identificar
fácilmente con cualquiera de los jóvenes que habían intentado escaparse de la
cárcel de Rawson una semana antes de que los fusilaran. Envidiábamos la
tranquilidad con la que se habían entregado luego de perder el avión que los
hubiera llevado a la libertad, la convicción con la que actuaban.
En aquel entonces yo me devoraba toda la prensa política que caía a mis manos y,
aunque confieso que me costaba creer, ya en aquel entonces, que fuéramos capaces
de torcer el rumbo del mundo, no podía dejar de sentirme solidario con aquellos
militantes que habían sido fusilados por un puñado de cobardes.
De a poco fueron llegando a casa algunos militantes relacionados con la
tragedia. Un viudo, la hermana de una de las mujeres asesinadas, que no usaba
corpiño (ante mi ingenuidad, siempre repetía “el que no conoce que aprenda y el
que conoce que admire”), el abogado de uno de ellos, y de a poco todos nosotros
fuimos reemplazando a nuestros antiguos amigos por otros, nuestras fantasías de
estudio y de progreso profesional por otros proyectos, y aprendimos a crecer con
la sombra y la amenaza de Trelew sobre nuestras conciencias.
Cuántas vidas nos hubiéramos ahorrado si las prisiones dictadas hoy contra los
asesinos de aquel entonces se hubieran decidido en el momento adecuado,
estableciendo una barrera infranqueable entre el bien y el mal, entre lo justo y
lo injusto. Es verdad que ni la democracia ni los derechos humanos pertenecían a
nuestro universo político, pero si en algún momento hubiéramos recibido desde el
Estado alguna señal inequívoca de justicia, otra hubiera sido nuestra historia,
y mejor. Quizás haya sido necesario el sacrificio de gran parte de una
generación para que el juez Sastre hoy pueda dictar estas prisiones. Ojalá no
haya sido en vano. Ni la muerte de mi hermana Soledad, ni la de su marido, ni la
de Liliana Lesgart, que no usaba corpiño y que me permitió soñar durante diez
años de cárcel con un amor redondo y completo.
Juan Schjaer, febrero 2008
Tampoco fue el exceso de una guardia
ebria. Esta había sido la mera ejecutora de una orden secreta y directa del
presidente Lanusse y de los comandantes en jefe. Trataban de restablecer la
autoridad de los militares, golpeada en su orgullo envanecido, ahogando en
sangre a los que habían osado desafiarla.
Pero la vida de la Nación, que es mucho más rica que los lineales propósitos
dictatoriales, hizo que Trelew fuera para el régimen de Lanusse lo que Malvinas
para el gobierno de Galtieri. Un gran espasmo, un enorme escalofrío e
indignación recorrió el cuerpo social. Un creciente sentimiento colectivo de
repudio y espanto embargó al pueblo argentino. Ocho meses después, el 25 de mayo
de 1973, esos militares debieron entregar el gobierno, aunque tres años más
tarde volverían a asaltar el poder para producir el vasto genocidio.
En mi modesta historia personal, percibí en Trelew, tan palpable como nunca
antes, la diferencia entre un estado de derecho y la barbarie autoritaria. En
esa comunión con la tragedia sentí la reafirmación del compromiso con los
derechos humanos y con la vida, que en medio de tanta impotencia y fracaso
recibía como un mandato irrenunciable.
Palabras de un padre
A un año de la matanza, Manfredo Sabelli, padre de María Angélica, revivió su
último encuentro con su hija en el texto emocionado que se transcríbe a
continuación.
Llegué a Rawson el domingo 13, preocupado por las noticias de una epidemia de
gripe en la cárcel, pero mi hija me tranquilizó apenas la vi. Ella también había
caído enferma, y a pesar de que se la notaba débil y pálida, tenía un aspecto
animoso. Sus compañeros médicos la habían tratado con vitaminas y antibióticos
(me contó ella) y lo único que echaba de menos eran los mimos de esos días.
Hablamos de nuestras cosas y nos divertimos en grande. Siempre sonreía, María
Angélica, con la mirada despierta y la cara llena de luz.
No nos importó separarnos ese domingo, sentíamos que aún nos quedaban muchas
horas juntos y esperábamos disfrutarlas sin pensar en la soledad de mañana.
Desde algún tiempo atrás, el régimen de visitas al Penal primero se había
extendido a cinco días por semana y luego reducido a cuatro, de 9 a 11.30 y de
14.30 a 16. Las horas pasaban volando y yo me preguntaba si habría una red para
cazar las horas que se iban, como si fueran mariposas.
Siempre era lo mismo en Rawson: yo me alojaba en casa de unos parientes de buena
voluntad y llenaba mis ratos vacíos hablando de María Angélica. El martes llegué
al Penal a las 9 en punto. Al rato apareció ella en la capilla. Sonreía, me
acuerdo.
Volvimos a hablar de su madre y de Chela, de mis máquinas de escribir y
calcular. Yo le repetí las historias que ya le había contado.
Al despedirnos me dijo: -No vengas
esta tarde, papá. Tengo una conferencia con las chicas delegadas. Amagué una
protesta. ¿Te molestaría no venir, papá?, insistió ella. Yo le mentí que de
ningún modo, que me daba lo mismo. Al fin de cuentas, nos quedaba todo el
miércoles para vernos y todos los días del año para escribirnos cartas.
Me acuerdo bien de aquel 15 de agosto: hacía frío, con un poco de viento y el
cielo estaba nublado. De lo que no me acuerdo es de si besé a María Angélica por
última vez en la frente o en la mejilla.
La cárcel de Rawson, una de las más
seguras del país, comenzó a relacionarse con la represión política poco después
del
Viborazo de marzo de 1971, cuando el gobierno militar trasladó ese penal a
los detenidos durante la rebelión popular cordobesa. En abril de 1972, alrededor
de 200 prisioneros políticos compartían seis pabellones colmando prácticamente
la capacidad del penal. En las inmediaciones, una base aeronaval con 600
soldados, dos aviones de reconocimiento, una compañía de Gendarmería con
refuerzo de Ejército estacionada a cinco cuadras de la prisión, 500 efectivos de
la policía provincial y una delegación de la Policía Federal, además de los 60
hombres del Distrito Militar de Trelew y la Base Naval de Puerto Madryn, con
helicópteros a 60 kilómetros de Rawson, y la octava brigada del V Cuerpo de
Ejército en Comodoro Rivadavia.
Diario Noticias 22 de agosto 1974, numero
especial. Homenaje a los caídos 1955-1974. Clic para descargar
(…) En el aeropuerto de Trelew el 15
de agosto, Rubén Pedro Bonet también había señalado a los periodistas: "Nuestro
objetivo, haber tomado la cárcel, haber venido hasta aquí e intentado la fuga,
ha sido reincorporarnos a la lucha activa", y agregaba "ya que estamos en la
Patagonia concebimos esta Nación y esta lucha como la continuación de la que
libraron todos los obreros rurales y los obreros industriales en el año 1921 y
que fueron asesinados por el Ejército, por la represión".
(…) Cerca de las 18 horas, a medida
que se cumplían las últimas tareas previas de cada pabellón, los combatientes
convergían sobre las rejas entonando una canción salteña, "la de Luis Burela"
que recuerda la historia de los primeros montoneros de Güemes. A las 18.24
horas, llegó desde afuera el aviso de que estaba en camino el avión previsto,
era el límite máximo de espera y ya se estaba por levantar la operación, los
guerrilleros coparon todo el interior del penal (cuatro puestos centrales que
controla respectivamente dos pabellones cada uno), la sala de biblioteca, aulas,
cocina, enfermería y sobre todo dirección y la sala de armas. Luego un grupo de
vanguardia llega hasta la caseta que controla la entrada al penal donde se
produjo el único enfrentamiento armado en el que resultó muerto un
guardiacárcel, y finamente los otros dos puestos de muralla que controlaban el
frente del establecimiento penitenciario. El grupo 1, Quieto, Osatinsky,
Santucho, Mena, Gorriarán, Vaca Narvaja, ocupan el auto que trae el apoyo
externo.
La camioneta y los dos camiones previstos no llegaron.
Se intentó llegar al aeropuerto en
remises de Rawson que fueron abordados por los otros 19 de la "vanguardia".
Antes de irse Bonet volvió a la caseta de entrada al penal para informar que no
había camiones y que sólo fugaría la vanguardia y recordó la forma en que se
había previsto la entrega del penal en caso de derrota.
Los 19 tuvieron un camino
accidentado y llegaron cuando el avión ya decolaba. Los que quedaron en el
penal, con solo un par de FAL lo mantuvieron en sus manos hasta que se garantizó
el respeto a sus vidas. Luego, al entregar el establecimiento a las fuerzas de
Ejército y Gendarmería fueron encerrados en cada celda del pabellón 7. Una
ráfaga de FAL que erró por milímetros a dos combatientes rendidos fue el inicio
de la etapa de más abierta represión.
LANUSSE
- "En 1993 entrevisté al general Alejandro Lanusse, que comandaba el
Ejército y el gobierno de facto cuando se produjo la masacre. Era un Lanusse
terminal, castigado por tragedias personales, al que los horrores perpetrados
por los generales que lo sucedieron y las sagas de algunos periodistas cercanos
habían convertido en una suerte de paradigma del militar democrático. Puse el
tema de Trelew sobre la mesa y el anciano intentó derivar la responsabilidad de
la masacre hacia algunos de sus subordinados de entonces, como el general
Eduardo Betti, jefe de la Zona de Emergencia, que no habría cumplido la orden de
restituir a los 19 guerrilleros fugados del penal de Rawson a la cárcel de donde
se habían evadido. Cuando le recordé la famosa “responsabilidad de comando”, el
viejo general intentó regresar a la mentira de 1972, el intento de fuga de los
prisioneros. Cuando le dije que yo, personalmente, había visto en el maxilar
inferior de María Antonia Berger la cicatriz del tiro de gracia que le pegaron
aquella madrugada en la base aeronaval Almirante Zar, guardó un silencio
expresivo y cambió de tema." Miguel Bonasso
(…) Desde la llegada a la base
Almirante Zar, rigurosamente incomunicados, sancionados cada vez que eran
encontrados hablando, los prisioneros mantuvieron diálogos usando le lenguaje de
las manos y a veces el sistema morse con los golpes. Creyeron que la presencia
de numerosos periodistas, médicos y jueces en el aeropuerto eran una garantía
suficiente para sus vidas, aunque no para evitar la tortura.
(…) En el último minuto, cuando los
están haciendo formar a los 19 en los pasillos, a las 3.30 de la madrugada del
22 de agosto, el capitán Sosa le pone a Haidar la pistola en la cabeza para que
apoye la barbilla contra el pecho y mire al piso. Haidar piensa que el marino
está loco, y alcanza a comentarlo con Kohon. Después las ráfagas de Sosa, Bravo
y Marchard, se abatieron sobre los guerrilleros. Sosa, Bravo y el teniente
Fernández recorrieron las celdas rematando a los caídos y matando a quienes ni
siquiera habían sido alcanzados, como Delfino o Kohon.
Seis horas más tarde recibieron atención de enfermeros, y recién al mediodía la
de médicos. En ese tiempo murieron Astudillo, Kohon, Polti y Bonet.
El 30 de abril de 1973, el presidente general Lanusse premió al capitán de
corbeta Luis Emilio Sosa con una beca para instruirse en la infantería de marina
norteamericana, en Estados Unidos, con sobresueldos y otras recompensas. Los
paraderos de Sosa, Bravo y Marchand son de los secretos más celosamente
guardados por la Marina hasta hoy.
Al tiempo de la masacre, los prisioneros que seguían en Rawson recibieron cartas
de los hijos de Pedro Bonet de 4 y 5 años, contaban a sus "queridos tíos" que la
gente les decía que su padre "era como San Martín pero que todavía por unos
años" no iban a encontrar estatuas con su figura. Las tres hijas de Ana María
Villarreal de Santucho no creían que su madre había muerto, "lo que pasa es que
mamita es pícara y está escondida para que no la encuentren". El montonero
Miguel Bustos escribía: "No olvido las sombras de los rendidos en el aeropuerto
(las armas en el suelo/sonrientes como acabados de nacer/ con el coraje
intacto/entregados a un enemigo infame)".
Por Alicia L. de Bonet- Krueger | 22 de agosto 2007
Omar Cerasuolo dialoga con Fernando Vaca Narvaja, sobreviviente de los
fusilamientos de Trelew (Radio Nacional, 22/08/12)
El 15 de Agosto de 1972, un grupo de 6 dirigentes
de FAR, Montoneros y ERP integrado por Mario Santucho, Roberto Quieto, Fernando
Vaca Narvaja, Enrique Gloriarán Merlo, Domingo Mena y Mario Osatinsky logran
fugarse del penal de máxima seguridad de Rawson y abordar un avión en el
aeropuerto de Trelew, esperaron al resto de compañeros. El avión es tomado y
despega con rumbo a Chile y a Cuba.
"Pensad que esto ha sucedido, os encomiendo estas palabras"
Primo Levi sobreviviente de los campos de concentración nazis.
El segundo grupo integrado por miembros de
dichas organizaciones llega al aeropuerto con retraso sin posibilidad de
despegar. Toman el Aeropuerto de Trelew 19 compañeros: Ana Villarreal de
Santucho, Carlos Astudillo, Eduardo Capello, Carlos del Rey, José Mena, Clarisa
Lea Place, Humberto Suarez, Humberto Toschi, Jorge Ulla, Mario Delfino, Alfredo
Kohon, Miguel Angel Polti, Mariano Pujadas, Ricardo Haidar, Susana Lesgart,
Maria Angelica Sabelli, Maria Antonia Berger, Alberto Camps y mi esposo Rubén
Bonet después serán conducidos a la Base Almirante Zar.
Fue la más grande operación que se concibió de manera unitaria por las
organizaciones peronistas y no peronistas en esos años de militancia.
El gobierno del Gral. Lanusse declara el Estado de Emergencia y la zona queda
bajo el mando de V Cuerpo del ejército.
Al enterarnos de la fuga, familiares de los compañeros decidimos viajar a Rawson
y alquilamos una avioneta. Por su lado, los abogados de los compañeros (Los
Dres, Ortega Peña, Duhalde, Galin, González Garland y Mattarollo) viajan también
a Rawson en remises.
Estos compañeros eran muy jovencitos (entre 20 y 30 años), la mayoría de los
familiares eran los padres, eran pocos los que ya tenían esposa e hijos. En
Rawson, nos vamos unos a hablar con los militares que estaban al mando en la
región, otros, con la iglesia y otros con políticos. Queríamos que les hagan
llegar mantas y comida y sobretodo que supieran que nos estábamos ocupando de
ellos. Pero nadie nos escuchó, seguimos tratando de hacer algo y nos detuvieron.
En
la comisaría de Rawson, estaba con los padres de Mariano, de Susana, de Maria
Angélica, entre otros, nos tomaron las impresiones digitales y nos hicieron el
prontuario mientras nos "aconsejaban" que volviéramos a nuestras casas. Esta era
la condición para liberarnos. Los “viejos” no podían creer que se las agarraran
con ellos y me decían: “yo soy medico en mi pueblo y lo único que quiero saber
es como esta mi hija, ¿por qué no me van a dejar acercarme a ella?” - “Si mi
hijo hizo lo que considero que tenia que hacer, ¿Por qué se la agarran conmigo?”
- “Che ¿te parece que tengo cara de gangster?”. Tenían fuerza, humor, orgullo
por el camino que habían elegido sus hijos. Para salir, prometimos a los
policías que nos iríamos a nuestras casas.
Nos fuimos a Trelew y seguimos
buscando información. Yo era maestra y un poco periodista de “Nuevo Hombre” de
esa manera conseguí fotos del aeropuerto cuando estaba tomado y una cinta
grabada por la televisión de la Conferencia de Prensa. En esa cinta, los
compañeros explican las razones de sus luchas y las negociaciones antes de
entegarse. En ese momento, se encontraban con ellos en el aeropuerto los
periodistas del diario Jornada y Chubut, el Dr. Amaya, abogado, el Juez Godoy y
el Dr. Viglione, médico que los revisó y verificó que se encontraban en buen
estado de salud. En las negociaciones, autorizan su traslado nuevamente a la
cárcel de Rawson: El Capitán Sosa da “su palabra de honor". Mariano habla en
nombre de Montoneros, Maria Antonia de la FAR y Rubén del ERP. Firman un acta.
Sin embargo, finalmente se los llevan a la Base Almirante Zar.
Esa Conferencia de Prensa queda
inmortalizada en la película “Ni olvido, ni perdón” de
Raymundo Gleyzer.
Intentamos ir a la Base pero había
militares por todos lados controlando, nos vuelven a detener y nos llevan a la
comisaría de Trelew. Los abogados se enfrentan a un hermético cerco de silencio
que les impide todo contacto con los detenidos de la Base y de la cárcel de
Rawson. Los detienen también para su identificación, al igual que los chóferes
de los remises que los condujeron. Los Doctores Amaya y Solari Irigoyen que eran
abogados locales tampoco logran tomar contacto con los presos y el Dr. Amaya
queda detenido. Los jueces Quiroga y Godoy no reciben ninguna petición ni habeas
corpus de los abogados. Los abogados convocan una Conferencia de Prensa en el
estudio del Dr. Romero y del Dr. Amaya. Poco después, el estudio es allanado. Lo
que obliga a realizar sus declaraciones en la calle. Al día siguiente, decidimos
todos regresar a nuestras casas.
El 22 de Agosto, muy temprano, escucho en la radio, una de las primeras
versiones de los militares diciendo que los compañeros presos en la Base
intentaron fugarse, que hay muertos y heridos. Inmediatamente, todos los
familiares nos ponemos en contacto con los abogados. Nos dicen que nos vayamos
directamente al Aeroparque para viajar a Trelew, sobretodo nos aconsejan no
pasar por sus oficinas ni por la Asociación Gremial de Abogados donde solíamos
reunirnos. Poco después una bomba explota y destruye el local de la Asociación.
Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Duhalde. Fragmento de un documental del Frente
Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI) utilizado como material de
campaña para las elecciones del 11 de marzo de 1973, Ortega Peña se compromete
como candidato a diputado a investigar la masacre de Trelew.
Y explico a mis hijos, Hernán de 6
años y Mariana de 4 años que les llevo “curitas” para curar a papá y a los tíos
y a las tías que se habían peleado con los militares (ellos hacia dos años que
visitaban a su papá en las cárceles de Devoto y de Rawson). Tomo un taxi y le
pido al chofer que ponga la radio, le explico por qué; cuando llegamos al
aeropuerto, no me cobra y me dice Sra. si a su marido lo matan es porque él
luchaba por todos nosotros. Era así que se vivió desde un primer momento la
masacre de Trelew en el pueblo.
Tomo un taxi aéreo con los Dres Landaburu, Sandler, Cavilla y Lombardi hasta
Bahía Blanca para ir al Hospital donde se encontraban los heridos. En el camino,
anuncian por la radio que Rubén acaba de morir. Regreso, entonces a Ezeiza para
recuperar el féretro. Al llegar, recupero a mis hijos y nos enteramos que los
cuerpos de los compañeros los enviaron a sus lugares de nacimiento; en Rosario,
Córdoba, Tucumán, Entre Ríos, Santa Fé, Santiago del Estero, Capital y a
Pergamino en mi caso. Seguramente, viendo las manifestaciones estudiantiles y
populares que se estaban produciendo en Capital, los militares deciden de esta
manera evitar todo funeral popular. A Capital, llegan los cuerpos de Eduardo
Capello, Maria Angélica Sabelli y Ana Maria Villarreal de Santucho. Quienes
serían velados en la Sede Justicialista de Avenida de La Plata.
Tomo un ómnibus para ir a Pergamino con mis hijos, les explico que no se pudo
curar a papa y a los tíos y tías que estaban muertos. Mariana, mi hija quería
saber si el tío Chupete había muerto también (Eduardo Capello, era su
preferido). Empezaron a hacerme preguntas sobre la muerte “¿cómo se hace para
respirar y comer dentro de un cajón?” Hicieron dibujos para su papa, que pegué
en el cajón.
Mientras yo estaba convencida que jamás, ni Rubén, ni Mariano, ni los otros
compañeros podían haber hecho un solo gesto para fugarse. Tenían una fuerte
moral revolucionaria, ya habían sido torturados y se mantenían siempre firmes,
sabían que estaban rodeados por la Marina, que el lugar estaba en medio del
desierto, que no tenían comunicación con el exterior. Simplemente yo pensaba que
los habían matado a sangre fría, a pesar de las versiones “oficiales” que
aumentaban la confusión. En esos años, no había antecedentes que se hubiera
matado a un grupo tan grande de presos políticos en el país y todos comenzamos a
hablar de “Masacre”, hasta gente que no estaba de acuerdo con los grupos
armados.
Entrevista realizada el 13 de octubre de 1972 en un patio de La Habana donde
funcionaba Radio Habana Cuba. Casi dos meses después de los hechos, Mario
Roberto Santucho, Roberto Quieto y Fernando Vaca Narvaja dialogaban con el
periodista cubano Orlando Castellanos sobre la fuga de Trelew.
Cuando llego a Pergamino, de la
misma manera que a todos los familiares fuimos interrogados por la policía, se
tenia que firmar una orden militar para que no hubiera ceremonia, velatorio, y
que se enterrara inmediatamente al familiar; Para mí, era imposible aceptar
estas condiciones, yo quería comprobar que el que estaba en el cajón era Rubén y
lo que le habían hecho. Por eso, dejé el cajón en la morgue y empecé a realizar
gestiones con la policía para poder abrir el cajón. No fue fácil, ya que
hicieron circular en el pueblo, que el ERP iba a recuperar el cuerpo con lo cual
el cementerio estaba rodeado de militares. Al final, entre amenazas y
tratativas, me permiten identificarlo. Entro con un lápiz y un papel, escribo
todo lo que veo; era Rubén, tenia hematomas, tenia especies de grandes lunares
(después supe que era la entrada de balas) y una parte de la cabeza destrozada.
Me entero, luego, que en diferentes
lugares del país se abrieron los cajones, que había enormes manifestaciones y
que con tanques habían desalojado la Sede Justicialista.
A partir de ese momento, estaba convencida que no se podía ocultar la verdad de
lo que había pasado, era necesario denunciarlo para que no se continuara matando
con total impunidad.
Unos días después inicio el juicio
caratulado “Alicia de Bonet contra el Estado Nacional (Comando en Jefe de la
Armada)” en el Juzgado de primera instancia n°6. El juez ordena la autopsia de
Rubén. En la autopsia, se menciona 3 heridas de bala de distancia y calibre
semejante, una herida en la cabeza de bala de otro tipo de proyectil, disparado
a corta distancia por lo cual se verifica que es “un tiro de gracia”.
El mismo juicio lo inicia la familia de Ana Villareal de Santucho representada
por la Dra. Manuela Santucho. El 26 de Octubre 1972 acompaño a mi abogado Dr.
Mario Diehl Gainza a la cárcel de Villa Devoto donde se constituyo el tribunal,
para tomar declaraciones a los tres sobrevivientes. Están presentes todos los
abogados de los compañeros. Primero declara Alberto Camps, luego Ricardo Haidar
y finalmente Maria Antonia Berger quienes a pesar de estar heridos e
incomunicados nombran al Teniente Bravo, al Suboficial Marechal, al oficial Sosa
y explican con detalles similares cómo procedieron a fusilarlos.
Estos testimonios fueron recogidos
por Francisco Urondo el 23 de mayo 1973 en la cárcel de Villa Devoto, los
publicó en dos libros “Trelew” y “Trelew, La patria fusilada”.
El Juicio siguió su curso hasta
1974, en que empezó a actuar las triple A con sus asesinatos y bombas. Cuando
asesinaron al abogado de Rubén, el Dr. Rodolfo Ortega Pena, hablé con los padres
de Mariano, Susana, de Clarisa y me decían “pero querida, no te preocupes por
nosotros, somos personas mayores, cuídate vos y los chicos” .No podían imaginar
tanta crueldad.!!!
Juan Gelman escribe, en 1972 "Glorias", versos premonitorios de lo que iba a
suceder:
..¿Acaso no esta corriendo la sangre de los fusilados en Trelew?…
...¿hay algún sitio del país donde esa sangre no este corriendo ahora?....
Relataré algunos de los casos de ”la sangre que siguió corriendo“ después de
Trelew:
- Alberto Camps murió el 16 de agosto de 1977 en un enfrentamiento en su
domicilio,
- Maria Antonia Berger murió en 1979 en un enfrentamiento y su cuerpo fue
mostrado en la ESMA como trofeo,
- Ricardo Haidar está desaparecido desde 1980.
- Roberto Quieto fue secuestrado y está desaparecido desde 1975,
- Marcos Osatinsky fue ejecutado en 1975, sus hijos José y Mario de 18 y 15 años
murieron en un enfrentamiento en su domicilio, su esposa Sara fue secuestrada,
- Mario Santucho murió en un enfrentamiento en 1976, gran parte de su familia
permanece desaparecida (hermanos, esposas, sobrinas).Entre ellos la Dra. Manuela
Santucho.
- El padre y el hermano de Fernando Vaca Narvaja fueron asesinados en 1976.
El 14 de agosto de 1975 fueron secuestrados los padres de Mariano Pujadas, José
Maria y Josefa junto a su hija Maria José, su hijo José Maria y su compañera
Mirta. Fueron ametrallados, dinamitados y tirados sus cuerpos en un pozo: Mirta
se salva y muere años después de las secuelas.
Arturo Lea Place padre de Clarisa fue matado y su hermano Luis detenido. Una vez
liberado abandono el país.
El hermano de Eduardo Capello, Jorge es secuestrado junto con su compañera Irma
y el hijo de ella de 12 años. Están desaparecidos.
El hermano de Susana Lesgart, Rogelio es arrestado en 1976, sus hermanas Maria
Amelia y Adriana se encuentran desaparecidas desde 1979.
Muchos familiares han sobrevivido por haber vivido clandestinamente y/o haber
salido del país.
LA
REACCION DE LA GENTE DE TRELEW
- El 15 de agosto de 1972 se produce la fuga del penal de
Rawson que concluye con seis presos evadidos y una semana después, el 22 de
agosto, con el fusilamiento de los 16 que no habían llegado a tiempo para tomar
el avión. Trelew quedó paralizado por el terror y la sorpresa. Fue recién en la
madrugada del 11 de octubre, cuando el ejército secuestra y traslada a la cárcel
de Devoto a 16 ciudadanos de Trelew que habían participado en la comisión de
solidaridad, que la ciudad entera reacciona tomando un teatro como sede de una
asamblea popular masiva y paralizando la ciudad. Esta gesta popular se mantuvo
despierta y en la calle hasta que se liberó al último de los presos. El 27 de
octubre Trelew había ganado, gracias a una protesta compacta y espontánea, una
batalla inolvidable frente al poder militar del momento.
El relato de estos hechos fue plasmado en 2004 en el largometraje "Prohibido
dormir. Crónica de la asamblea del pueblo. Trelew 1972, de Paula Bassi, que
cuenta la historia a partir de los relatos de sus protagonistas.
Raymundo Gleyzer está desaparecido desde mayo de
1976.
Paco Urondo muere en un enfrentamiento junto a su mujer en marzo de 1976.
El 22 de agosto de 1976 se descubren
60 cuerpos de personas que habían sido
secuestradas por las Fuerzas Armadas.
Los presos políticos y sindicales de las cárceles del país en especial los de
Rawson fueron duramente castigados, muchos de ellos están desaparecidos o
tuvieron que salir del país.
Entre 1974 y 1983, hubo más de 200 abogados, asesinados y desaparecidos, en el
ejercicio de su profesión; defendiendo el derecho a la libertad y a la vida de
presos políticos y sindicales. Con ellos se eliminó la defensa legal y se
silenció la Justicia. Los que pudieron salvarse vivieron en la clandestinidad
hasta salir del país.
La población de Rawson y de Trelew sufrió persecución, tortura, por haber sido
testigos, apoderados, sindicalistas, políticos, periodistas, amigos, médicos,
docentes, obreros, estudiantes o miembros de la comisión de solidaridad con los
presos de Rawson y de Trelew.
Estas informaciones no son exhaustivas, solo son una parte del iceberg que
constituyó en nuestro país la aplicación de la política llamada de "Terrorismo
de Estado" que se tradujo por la eliminación física de todos aquellos que se
suponía opositores al régimen gubernamental vigente, sin respeto de ninguna ley
nacional o internacional de protección de la vida de las personas y que culmino
con los 30 000 muertos y desaparecidos.
A
partir de agosto de 1974, viví en la clandestinidad con mi familia. Mis
compañeros de trabajo me avisaron que los militares habían ido a buscarme a la
escuela y que la directora había recibido la orden de mi captura de parte de la
Marina. En 1977, salí del país con mi familia.
Una vez restablecida la democracia en Argentina, comencé a mandar cartas a los
presidentes argentinos para que se hiciera justicia por Trelew. Traté de reabrir
el juicio iniciado pero había desaparecido de los Tribunales.
En 2005 fui invitada junto a otros familiares y ex- presos de Rawson a “los
actos oficiales” de conmemoración de los 33 años de la Masacre de Trelew. Fuimos
recibidos por la Secretaria de Derechos Humanos de Chubut, Sra. Elisa Martines,
por el Subsecretario Dr. Mattarollo y el Secretario de Derechos Humanos de la
Nación Dr. Duhalde y más tarde por el Sr. Presidente de la Nación Dr. Kirchner.
Por primera vez después de 33 años que reclamaba justicia era escuchada por las
más altas autoridades del país. Todos nos dieron su apoyo para que la masacre de
Trelew no quede impune.
Se decidió transformar el Aeropuerto de Trelew en Monumento a la Memoria.
Unos meses después varios familiares iniciamos una Querella contra el Estado,
esto fue en el mes de febrero 2006. Nuevamente comenzaron a llover las amenazas
sobre algunos de los testigos y poco después se denunciaban a los Servicios de
Inteligencia de la Marina, situados en la Base de Trelew por sus actuaciones.
Así pudimos saber que nunca dejaron de funcionar, ni antes de la democracia, ni
ahora. Los que quedaron vivos y se manifestaron contra la impunidad de Trelew
teníamos seguimientos, fotografías, informes, datos sobre las actividades que
realizábamos desde los espectadores que fueron a ver la valiente película
"Trelew" de Mariana Arruti, que restituye la verdad histórica de estos hechos
hasta la entrevista que los familiares tuvimos con el Presidente, pasando por
altos funcionarios, abogados, familiares, piqueteros, gente del pueblo. Todos
estábamos en esas carpetas que retiró el juez de la Base Almirante Zar.
La Querella iniciada esperamos que
permita que la Masacre sea considerada como un "crimen de lesa humanidad" o sea
imprescriptible, que los marinos que ayer salieron protegidos del país a las
embajadas de EEUU y de Sudáfrica entre otras y que hoy siguen viviendo en
barrios protegidos y que fueron los que actuaron en la masacre sean juzgados y
que se haga justicia por los compañeros fusilados el 22 de Agosto de 1972.
22 de agosto 2013. Recuerdan en Caballito la
Masacre de Trelew ocurrida en 1972.
En la actualidad el juez federal
Hugo Sastre, a cargo de la querella, ha procesado a 9 marinos por el caso de
espionaje ilegal por delito de abuso de autoridad y separados de sus cargos.
Se están tomando declaraciones a gran cantidad de personas que han podido
aportar sus testimonios.
Se ha citado al médico que firmó las actas de defunción de los militantes
fusilados, para que declare.
El equipo de física forense del Instituto Balseiro realizara una pericia sobre
las paredes de las celdas donde fueron acribillados. La justicia está haciendo
su trabajo.
Es el primer 22 de agosto que puedo
tener confianza que el compromiso que asumí junto a mis hijos por la Memoria, la
Verdad y la Justicia de la Masacre de Trelew se transforme en realidad.
Bibliografía:
Libros
"Abogados Desaparecidos", Familiares de detenidos y desaparecidos
"Proceso de explotación y represión en la Argentina", Foro de Buenos Aires por
la vigésima de los Derechos Humanos
"Trelew" de Francisco Urondo
"Nunca Mas", CONADEP
"Argentine:dossier d'un génocide", Commission Argentine des Droits de l'Homme
"Héroes", Gregorio Levenson y Ernesto Jauretche
"Trelew: La Patria Fusilada" de Francisco Urondo
Películas
"Ni olvido ni Perdón", Raymundo Gleyzer
"Trelew" de Mariana Arruti
Sra. Alicia L. de Bonet – Krueger
22 de agosto de 2007
"Una semana por mes veníamos con mi
marido a verlo desde Buenos Aires. Teníamos un Citröen 3 CV y siempre llegábamos
con los vidrios rotos por los ripios del camino. Nos emponchábamos con todo.
Pensaba en el frío y le tejía pullóveres y medias. El los repartía para todos...
Acá lo mataron, fue al primero que le llegó la ráfaga de ametralladora." A los
84 años, la mirada cristalina de Soledad Capello, la madre de Eduardo, se nubla
un instante al señalar el salón de la Base Naval Almirante Zar de Trelew, donde
la Armada trató de borrar las huellas de las celdas en las que el capitán de
corbeta Sosa y el teniente Bravo asesinaron a dieciséis presos políticos y
dejaron mal heridos a tres en la madrugada del 22 de agosto de 1972. En ese
lugar el Ministerio de Defensa y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación
colocaron ayer una placa con el lema "Nunca Más, terrorismo de Estado" con los
nombres de los fusilados y un compromiso "Por siempre respeto a la Constitución
nacional, por la Verdad y la Justicia".
Todo el entorno es hostil. La
estepa, el viento, la nada que rodea ese lugar todavía treinta y cuatro años
después de la masacre le da otra dimensión a la fuga del penal de Rawson. El 15
de agosto, los líderes de la conducciones guerrilleras del ERP Mario Roberto
Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Mena; Fernando Vaca Narvaja
(Montoneros) y Marcos Osatinsky y Roberto Quieto de las FAR habían logrado
llegar al aeropuerto de Trelew para huir rumbo a Chile en un avión secuestrado.
Los diecinueve cuadros políticos que salieron en segundo término llegaron tarde
y tuvieron que rendirse. Violando el compromiso asumido por el capitán Sosa, no
los devolvieron al penal sino que los recluyeron en la Base Almirante Zar. Una
semana después los ejecutaron a mansalva. La investigación judicial recién se
abrió el año pasado y pasó a Rawson en febrero. Está a cargo del juez Hugo
Sastre.
Eduardo Luis Duhalde era en aquella época abogado de varios de los fugados y
detenidos en Chubut. Junto a Rodolfo Ortega Peña, Carlos González Garland y
Rodolfo Mattarolo fueron los primeros abogados en llegar a Trelew. Sumaron a su
periplo a Hipólito Solari Yrigoyen y Mario Abel Amaya, pero ningún recurso legal
era considerado. "Es muy raro que la historia te dé una segunda oportunidad para
tratar de que se haga justicia", dice el ahora secretario de Derechos Humanos
que se presentó como querellante en la causa. "La forma en la que se protegió a
los autores materiales es la mejor prueba de que este episodio criminal no lo
hizo la guardia, ni siquiera los mandos de la Marina. Fue una decisión de la
Junta de Comandantes en Jefe. En ese momento (Alejandro Agustín) Lanusse estaba
negociando con Perón ‘si le daba el cuero’ o no para volver. La fuga fue un
golpe durísimo al poder de las Fuerzas Armadas. Los psicoanalistas dirían que
fue una tremenda herida narcisista", dijo a Página/12.
Revista Punto Final Nº 165, Chile, 20 de agosto de 1972. Se transcribe una
entrevista a Santucho y Gorriarán Merlo en Tucumán, la fuga de Trelew, el arribo
a Chile y el status legal del grupo de fugados en Chile. Descargar facsímil pdf,
13,3 Mb
El paradero de los ejecutores del
fusilamiento, Sosa y Bravo, que pidieron el retiro de la Armada durante la
última dictadura, es uno de esos secretos que nadie explica. El secretario de
Asuntos Militares, José María Vásquez Ocampo, sugirió ante este diario que se
podría haber cambiado la identidad y señaló que "es un tema de la Justicia".
Duhalde recordó que uno de los jefes de la ESMA, Jorge "El Tigre" Acosta, invitó
a Sosa a ese centro clandestino y lo paseó ante los prisioneros como
reconocimiento a su "trabajo" precursor en la aplicación del terrorismo de
Estado.
Las secuelas de la masacre en la que
murieron Clarisa Lea Place, Susana Lesgart, María Angélica Sabelli, Ana María
Villarreal de Santucho, Carlos Astudillo, Pedro Bonnet, Eduardo Capello, Alberto
Del Rey, Mario Emilio Delfino, Alfredo Khon, José Ricardo Mena, Mariano Pujadas,
Humberto Suárez, Miguel Angel Polti, Humberto Toschi y Alejandro Ulloa y fueron
heridos María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y René Haidar siguieron
generando más muertes. Fueron asesinados el almirante Hermes Quijano, quien
desde el gabinete de Lanusse puso la cara para justificar los fusilamientos en
un supuesto intento de fuga, y el juez federal del "Camarón" Jorge Quiroga, que
se trasladó a Trelew para conjurar todo intento de justicia. Los represores se
ensañaron con las familias de las víctimas: asesinaron a los padres, dos
hermanos y una cuñada de Pujadas; a la familia de Vaca Narvaja la diezmaron;
hicieron desaparecer al hermano de Capello y su esposa.
El hostigamiento alcanzó también a los posibles testigos del horror. Recién el
año pasado, Miguel Marilco, empleado de la funeraria de Trelew que había tenido
que poner los cuerpos en los cajones, se atrevió a dar su testimonio. "No hablés
porque vamos a reventar a tu hijo", le habían dicho y durante treinta y tres
años el temor clausuró su memoria.
Alicia Sanguinetti era una de las presas políticas de Rawson. "Era una de los
que íbamos a salir en los camiones que no llegaron", recuerda y explica
"estábamos frustrados pero contentos por los que salieron. Teníamos una
disciplina militante. Lo importante era la dirigencia, después los cuadros
políticos y después los militantes". El traslado a celdas individuales, el
verdugueo constante, los interrogatorios arreciaron en el penal y "gracias a la
solidaridad de afuera no fue una masacre adentro", dice esta mujer que tiene a
su compañero Alberto Funarris, a tres primos y a un cuñado desaparecidos.
Los fantasmas de aquel pasado invadieron ayer la recorrida de funcionarios,
familiares y sobrevivientes de aquella tragedia. En la puerta de la Base
Almirante Zar, uno de los pocos marinos que apareció se acercó a saludar a Nora
Cortiñas, madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora.
Una tensa mano extendida frenó al uniformado.
–¿Nos va a seguir espiando? Le cuento que llegamos ayer, hoy estamos acá y más
tarde vamos a hacer un acto con Hijos...
El marino optó por el silencio. La historia y la crónica reciente no deja margen
para la inocencia. En marzo pasado en esa misma base, un suboficial denunció las
tareas de espionaje interno a las que lo obligaban sus jefes. La causa avanza a
tientas en la Justicia, pero provocó el relevo de parte de la cúpula de la
Armada y la reformulación de la Inteligencia Interior.
Fuente: Página/12, 23/08/06
La
demanda de la memoria
Por Pablo Dratman |
22 de agosto 2007
Un puñado de versos atravesó el
tiempo y ancló la memoria en el viejo Aeropuerto de Trelew. Conmovedora y
entrañable, la voz de Tati Almeida desgranó la poesía de su hijo Alejandro,
detenido y desaparecido en la década del setenta. La mujer, un emblema de las
Madres de Plaza de Mayo, ofrendó el legado que dejó aquel adolescente cuando
escribió hace más de tres décadas un poema sobre el asesinato de los militantes
en la Base Zar y que títuló "Trelew". Ayer, esa palabra resonó como un trueno,
pese a que Tati Almeida la pronunció con serenidad, sin dramatismo.
Ese hilo de plata que enhebró aquel retazo trágico y deslumbrante de nuestra
historia con la búsqueda actual de verdad y justicia, sintetizó el espíritu del
acto que inauguró el Centro Cultural de la Memoria en la terminal aérea y que
abre un espacio de recuerdo y reflexión sobre la Masacre de Trelew, sin dudas el
hito inicial del sangriento camino que desembocó, más tarde, en el mayor
genocidio de la historia argentina.
Fue
un acto que reivindicó conceptualmente la memoria, planteada como un desafío que
compromete con la verdad y la Justicia. No fue un acto político, ni siquiera
institucional; las mujeres y los hombres -muchos de ellos víctimas de los más
terribles tormentos- desplegaron sus banderas, saludaron con sus puños en alto y
sus dedos en "v", en el marco del más terrible ensordecedor de los silencios.
Fue una convocatoria a evitar el olvido, pero al mismo tiempo una renovación del
compromiso con la democracia a partir de la política como condición inherente al
hombre.
Quienes ayer fueron reivindicados y cuyo martirologio aún demanda una respuesta
de la Justicia, enfrentaron a una dictadura que había monopolizado la política
condenando al ostracismo político al conjunto del pueblo.
Sin política la existencia del hombre resulta inconcebible, y por consiguiente
la eliminación de la política es imposible, a menos que se la reduzca
exclusivamente al ajetreo de los comités en vísperas electorales. La experiencia
de la historia contemporánea de nuestro país muestra que cada vez que las
dictaduras lo intentaron, en verdad lo que pretendían era convertir al pueblo en
una masa de consentimiento, para una política que otros procuraban hacer en su
nombre, para acentuar el privilegio económico de las minorías poseedoras de la
riqueza, o para desintegrar el patrimonio económico y moral de la nación. Contra
eso lucharon los militantes que ayer fueron recordados en el Aeropuerto Viejo de
Trelew.
Hubo discursos, pero el acto fue esencialmente una imagen cargada con hechos de
nuestro pasado reciente, aún no debidamente debatidos en los planos ideológico y
político, y mucho menos resueltos en el ámbito de la Justicia. Ese recorte de la
historia plantado con indudable coraje político en el centro de la escena donde
comenzó a labrarse la masacre, fue en si mismo una convocatoria a la memoria y
la reflexión para pensar en el futuro. Ese es el punto.
Alguien dijo que Trelew no debería ser asociada a la muerte, sino a la memoria.
Otros, después de escuchar a Tati Almeida, pensaron que había que asociarla a la
vida. Y no se equivocaron: ¿Que otra sensación puede despertar la actitud de una
madre que convoca a la esperanza desde la poesía que escribió aquel hijo
adolescente que busca sin resignación desde hace más de tres décadas? La poesía,
como se dijo, se llama "Trelew" y fue un canto a la vida.
Fuente: www.diariodemadryn.com
Revista Estrella Roja Nº 23 (PRT-ERP) con informes sobre
Trelew. Clic para descargar pdf
En la cárcel de Rawson el PRT ERP le
propuso a las FAR una fuga conjunta, que éstas aceptaron. También fue invitado
Montoneros como organización, pero la dirección externa no estuvo de acuerdo y
dejó la resolución final librada a sus propios presos. La participación de la
"eme" quedó limitada a la decisión de los montoneros presos.
En verdad, tampoco la dirección externa del PRT ni de las FAR estaban del todo
convencidas de las posibilidades de éxito. Esa falta de confianza acarrearía
graves consecuencias.
Tomó cuerpo, pues, el intento de fuga de más de un centenar de presos políticos
de diferentes organizaciones armadas.
Desecharon cavar un túnel por la dureza del terreno (aunque en los años 80 la
requisa descubrió un principio de excavación disimulada bajo las baldosas de una
celda).
El plan contempló escapar en camiones hasta el aeropuerto de Trelew, distante
unos 20 kilómetros, y de ahí en avión hasta Santiago de Chile.
Facio, un guardiacárcel amigo de Mena, aceptó entrar algunas armas a cambio de
dinero. Más tarde la represión lo descubrió y asesinó.
A último momento se invitó a Tosco, quien declinó por su carácter de dirigente
de masas. Pero aclaró que estaba a disposición en todo lo que pudiera colaborar.
Y en efecto, ayudó a controlar el penal mientras los guerrilleros intentaban
fugar.
Constituyó todo un acuerdo no sólo militar sino político, de unidad entre las
principales organizaciones guerrilleras.
Es conocido que el copamiento interno del penal fue cumplido perfectamente. En
la última guardia se produjo un ligero tiroteo, durante el cual Osatinsky abatió
al guardiacárcel Valenzuela.
Estos disparos llevaron a que José Luis Marcos del PRT y Jorge Omar Lewinger de
las FAR, que estaban a cargo de los camiones, pensaran que la fuga había sido
descubierta y fracasado. Por tanto, precipitadamente, ordenaron retirarse con
los camiones.
En cambio, otro joven compañero de las FAR, Carlos Goldemberg, desobedeció la
orden de retirada. Valientemente, se aproximó con su coche al portón del penal.
En ese vehículo pudieron trasladarse los 6 compañeros de la vanguardia.
Un avión de Austral procedente de Río Gallegos había sido copado por otros
compañeros: Ana Weissen de las FAR y Fernández Palmeiro y Ferreira Beltrán del
PRT-ERP.
Al
salir del penal el segundo contingente de 19 compañeros, no encontró los móviles
para la retirada. Aunque apelaron a taxis de la zona, perdieron minutos
preciosos. Cuando llegaron al aeropuerto vieron que el avión, que los había
esperado más de lo previsto, ya despegaba.
Santucho, Mena, Gorriarán del ERP, Osatinsky y Quieto de las FAR, Vaca Narvaja
de Montonoeros, más los 4 compañeros de apoyo (Ana Weissen, Carlos Goldemberg,
Ferreira Beltrán, Fernández Palmeiro) aterrizaron en Chile. Quedaron demorados.
El MIR, la izquierda del Partido Socialista y de la Democracia Cristiana,
ganaron las calles exigiendo su libertad.
Argentina y el continente se estremecieron.
(…)
A la semana, en Trelew fueron asesinados fríamente 16 de los 19 capturados.
Entre ellos 4 compañeras. Fue el primer crimen múltiple de compañeras. La
primera guerrillera muerta en combate había sido Liliana Gelín, de las FAR.
Esa noche, los recluidos en las celdas de Rawson, rabiosos de dolor, escucharon
la voz potente y solidaria de Agustín Tosco. De allí en adelante el Gringo
pasaría a ser un estrecho aliado del PRT.
Los 3 baleados que sobrevivieron, Antonia Berger, Alberto Camps y René Haidar,
caerían años después en la nueva Resistencia a la barbarie fascista.
Finalmente Allende, que 5 años antes había ayudado a la evacuación de Pombo y
otros guerrilleros sobrevivientes de la columna del Che, extendió un
salvoconducto y los prófugos arribaron a Cuba. Allí Roby pudo entrevistarse con
Fidel.
Paradójicamente, las relaciones políticas del PC cubano eran más afines con
Montoneros y las del Ejército Rebelde con el PRT ERP.
(1) Militante Histórico del PRT y del ERP. En 1968 participó junto a Mario
Roberto Santucho y otros militantes, en la primera expropiación del Banco de
Escobar, donde sería detenido en la fuga. Confundador del actual PRT Santucho.
Falleció el 14 de diciembre de 2004.
Fuente: PRT Santucho
La dictadura estaba herida de muerte con el Cordobazo. La
estrategia para producir los cambios necesarios para que todo siguiera igual
estaba montada, el "Gran Acuerdo Nacional" buscaba recomponer el sistema
político con un proyecto sustentado por la burguesía nacional y el acatamiento
de las masas obreras a su condición de supuestos socios del capital. En
cualquier otro país capitalista estos propósitos hubiesen tenido un trámite que
evitara la masacre, pero vivimos en Argentina y Argentina es un país demasiado
joven y muy cruel.
Regreso
a Trelew
Por Tomás Eloy Martínez | 25 de agosto 2007
Trelew no se parece en casi nada a la ciudad que era hace 35 años, cuando la vi
por primera vez. Su población se ha multiplicado cuatro veces: de los veintiséis
mil habitantes de entonces a los casi cien mil de ahora. En el centro abundan
los cafés, los negocios atareados, los turistas que tratan de acercarse a las
ballenas en el océano próximo. Sólo no han cambiado las ondulaciones que separan
el casco urbano de la estepa, el té de la tarde que los galeses dejaron como una
costumbre de siempre cuando colonizaron la región en 1865, las siestas
inevitables.
El aeropuerto de 1972, donde se refugiaron y se rindieron sin condiciones los
diecinueve guerrilleros fugitivos del penal de Rawson, ya no está donde estaba.
El nuevo es un imponente conjunto de dos plantas situado en el camino a Gaiman,
siete kilómetros hacia el Oeste, en vez del modesto edificio que antes desafiaba
la soledad quince kilómetros al Este, cerca del mar.
A las pocas horas de llegar tuve que declarar como testigo ante el juez federal
Hugo Sastre por un libro que publiqué en 1973, La pasión según Trelew. Allí se
relata la fuga en masa de 115 guerrilleros desde Rawson, el 15 de agosto de
1972, el fracaso de casi todos en alcanzar a tiempo el avión de Austral
capturado por sus compañeros en Comodoro Rivadavia, y la rendición sin
condiciones de los diecinueve que llegaron tarde y se quedaron en tierra,
mientras los otros rezagados volvían a la cárcel.
Los que se rindieron fueron sacados de sus celdas la madrugada del 22 de agosto
y ametrallados por los oficiales de la Marina encargados de su custodia. Así lo
recuerda Trelew, el documental de Mariana Arruti que vi el día del 35°
aniversario. Pocos relatos de esa tragedia sin drama –o de cualquier tragedia en
general– me han parecido tan ascéticos y a la vez tan conmovedores. Arruti logra
el prodigio de restablecer el pasado tal como fue –el pasado en sí que Proust
aspiraba a resucitar– desplegando con prolijidad imágenes de los noticiarios,
declaraciones de testigos y retratos silenciosos de los lugares tal como el
tiempo los ha dejado.
En sus primeros minutos, Trelew relata la solidaridad que poco a poco despertó
entre los habitantes comunes de la ciudad cuando los primeros presos políticos
llegaron al penal de Rawson y cómo se crearon amistades imposibles entre los que
ya estaban en la ciudad y los familiares que iban llegando de lugares distantes
con medicamentos y ropa. Casi en seguida, la película se detiene en los
preparativos de una fuga en masa que parecía empresa de locos y que fracasa a
última hora por una señal mal comprendida. Es el mejor momento de Trelew. En la
narración de Arruti hay un despojamiento visual y un ascetismo expresivo que
hace pensar en Un condenado a muerte se escapa, la obra maestra que Robert
Bresson dirigió en 1957. Los detalles de los muros, de las escaleras
descascaradas, de las celdas sin nadie, tienen una densidad casi metafísica.
Cuando me propuse narrar esa fuga en 1973, Ana Wiessen, una de las guerrilleras
que esperaban a los fugitivos en Trelew para llevarlos al aeropuerto, me dijo
que, al no verlos llegar a la hora convenida, tuvo “un pensamiento judío”. “Los
judíos –explicó– siempre comparamos los signos que nos envía Dios con otros
signos más terrenales para averiguar si aquéllos son falsos. Pero también Dios
puede querer engañarnos. Por lo tanto, Dios nos ha engañado, me dije. Y ése fue
un verdadero pensamiento judío.” Ana Wiessen hablaba en tiempos inclementes.
Todo lo que entonces decía podía incriminarla, devolverla a la cárcel,
arrastrarla a la muerte.
La película de Arruti lleva esa duda metafísica más lejos, porque la transforma
en culpa. Uno de los responsables de transportar a los fugitivos, Jorge
Lewinger, confiesa que interpretó mal las señales que le daban desde el penal, o
que las confundió, y que ese error no ha dejado de atormentarlo. Trelew reúne,
por fin, los testimonios de mucha gente que se había negado a hablar. De hecho,
cuando emprendí la investigación para mi libro de 1973, me dijeron que Jorge
Lewinger había participado en la fuga pero que hablar podía costarle la vida. Y
no hay libro en el mundo que valga la vida de un solo ser humano.
Tanto el juez federal Hugo Sastre como la película de Mariana Arruti cuentan que
la Marina sigue negándose a colaborar en la investigación. Nadie ha querido
echar luz sobre un grave episodio de sangre que sigue atribuyéndose al
descontrol de dos o tres oficiales navales durante la madrugada del 22 de
agosto. Hubo dieciséis muertos aquel día –y casi todos ellos fueron rematados
por una descarga final–, más tres sobrevivientes que inculparon a esos oficiales
antes de que los tres desaparecieran a su vez, años más tarde, en los campos de
tormento de la dictadura. Acaso los señalados tengan una versión indulgente de
lo que hicieron pero, mientras sus camaradas de armas callen, los habitantes de
Trelew y los que escriben esa historia seguirán creyéndolos culpables.
Más que los relatos de la fuga y de la matanza, que todavía arrebatan el corazón
de tanta gente, lo que sigue impresionándome es la simetría entre lo que sucedió
la madrugada del 22 de agosto de 1972 en la base naval y lo que padecieron los
habitantes de Trelew cuarenta días más tarde. Al amanecer del 11 de octubre,
aquel mismo año, diecinueve ciudadanos fueron detenidos en el viejo aeropuerto
por las patrullas del ejército que habían invadido las calles y bloqueado las
salidas hacia Rawson, Puerto Madryn y la zona de las chacras galesas. Ninguno de
esos prisioneros era digno de sospecha. Se trataba de militantes pacíficos de
partidos políticos que actuaban en la democracia, profesores secundarios o
universitarios, dirigentes sindicales y hasta un intendente radical recién
elegido Algunos de ellos ni siquiera sabían por qué los llevaban, con las manos
atadas a las espaldas, hacia un campamento improvisado junto a un avión Hércules
C-130. Las cifras, quizá por azar, son simbólicas: dieciséis prisioneros cayeron
en la base naval; tres sobrevivieron a la matanza. Cuarenta días más tarde, de
los diecinueve rehenes a los que levantaron de la cama en medio de la noche,
tres fueron liberados sin explicaciones a las pocas horas. Los otros dieciséis
fueron enviados a la cárcel de Villa Devoto.
Llegué a Trelew en esos días y fui testigo de la indignación con que la ciudad
entera respondió al arresto de algunos de sus habitantes. Más de tres mil
personas –la décima parte de la población– colmó durante una semana la sala del
teatro Español desde el amanecer hasta la noche para reclamar la devolución de
sus presos sin causa. Nadie dormía. La gente comía en los asientos de la platea,
florecían las asambleas y los discursos. Allí encontré, convertida en una
Pasionaria patagónica, a Teresita Belfiore, una compañera de la Escuela de
Letras de Tucumán, que enseñaba Lenguas Clásicas en el Instituto Universitario
de Trelew. Se cantaban sin tregua poemas compuestos al calor de la vigilia, se
leían mensajes de solidaridad de los pueblos vecinos. Salvo en la Patagonia
misma, ya casi nadie se acuerda de aquella rebelión espontánea, desatada por
ciudadanos de a pie. Es, sin embargo, una rebelión ejemplar. Demuestra la fuerza
que puede tener un pueblo entero cuando lo enciende una causa justa.
La matanza de Trelew cambió los vientos de la política argentina y se convirtió
en una semilla de odio. Aunque nadie lo sabía entonces, faltaban pocos meses
para que Juan Perón regresara de su exilio de dieciocho años. El gobierno de
Alejandro Lanusse prometía elecciones libres, sin proscripciones. Sin las
heridas de Trelew, acaso habría sido más fácil apagar los incendios que vinieron
después. Pero aquel 22 de agosto se abrió una grieta inútil, y por allí fluyó la
sangre de mucha gente.
Somos hijos del cordobazo, en las calles de
Córdoba aprendimos que el dueño de la Revolución era el propio pueblo, sus masas
explotadas; en las calles de Córdoba el pueblo argentino enterró igual que lo
está haciendo hoy el régimen de terror que nos habían impuesto los bombardeos de
junio sobre la Plaza de Mayo contra un gobierno electo por el pueblo y sobre
miles de ciudadanos inermes. ¿Podíamos creer en la democracia que nos proponían
18 años después los mismos asesinos del pueblo?
En este contexto, la lucha armada no sólo era legítima, son que no tenía nada
que ver con cualquiera de los numerosos precedentes históricos que esta forma de
lucha tuvo en la historia de los partidos políticos de la Argentina, como lo
demuestran sin ir más lejos los miles de radicales inmolados durante los motines
yrigoyenistas, y hoy olvidados por sus propios correligionarios. O esa masacre
que, en un Día de la Bandera destruyó en el cuerpo de la multitud un movimiento
histórico y le dejó al país el escarnio que hoy padecemos.
Yo era joven y no se vayan a creer que en ese momento la gente estaba encantada
de ir a votar o que la juventud y las amplias mayorías se desvivían por ser
candidatos en una lista sábana. Hoy, que ya no tengo esos años sé que a nuestro
país le costó menos vidas imponer la jornada de 8 horas que lograr la ley Sáenz
Peña.
Yo era joven y estaba prisionera cuando los compañeros decidieron la fuga del
tenebroso penal de Rawson.
Todos ustedes saben que el primer deber de u prisionero es la libertad. Fuimos
una generación avisada por la Historia. Sabíamos que el Gran Acuerdo Nacional,
igual que la Ley Sáenz Peña, podía ser otra de esas primaveras destinadas por
las clases dominantes a desposeer a los explotados de la utopía de protagonizar
su propia historia. El escándalo de nuestra generación no fueron las armas, sino
el propósito de que asumimos incorporarnos a la causa del pueblo como sujeto
activo de su propio acontecer.
Trelew es la expresión más acabada de lo que acabo de decirles, la alegría
popular por la fuga se transformó en un instante en la indignación más profunda
que atravesó aquella sociedad al intuir la burda mentira de los verdugos para
encubrir una impunidad que todavía hoy persiste, en un Estado que sumó a su
dimensión criminal las políticas sociales y económicas.
Trelew unió a todos los combatientes y esa unidad llevó a una escala hasta
entonces desconocida la homogénea respuesta popular que terminó de desalojar a
los militares de los poderes formales de la República. En el aeropuerto de
Trelew y frente a las cámaras de televisión la vieja resistencia popular
adquirió para millones de argentinos el rostro público de la revolución. Los
verdugos sin embargo permanecieron en el mismo sitio y si lo miramos más
atentamente, ahí tenemos a los jefes del Ejército y de la Marina actuales yendo
a reclamarle a un presidente inelecto por los juicios de la verdad.
El gobierno que en 1973 fue electo por el pueblo no castigó a los hechores de la
masacre. Apenas en Salta el gobierno democrático de Ragone encarceló y juzgó a
torturadores con el resultado que ya sabemos: ninguno de los responsables
políticos de esa medida ejemplar, comenzando por el propio Miguel Ragone, se
salvó de que los asesinaran las bandas fascistas de los militares y oligarcas
argentinos.
Los asesinos de Trelew, como el huevo de la serpiente, alumbraron la noche del
24 de marzo de 1976.
La única diferencia que mantenían con el gobierno militar de Lanusse consistía
en no haber sido beneficiarios de las monumentales coimas de los altos mandos en
su gran acuerdo con la entonces llamada burguesía nacional y de la que apenas
hoy queda el adjetivo.
Ninguno de los errores que hemos cometido, ni nuestro vanguardismo, ni la mirada
insuficiente al ritmo colectivo que la profunda crisis traía, han llegado a
adquirir la monstruosa dimensión desplegada por el terrorismo de Estado y la
revancha de los burgueses depredadores que aún hoy dominan sobre nuestro país.
La distancia que el tiempo nos permite ilumina minuciosamente zonas de la
realidad que cuando éramos jóvenes permanecían en el terreno de nuestras
consignas. Toda la confrontación de los 70 estaba monitoreada al detalle desde
el centro de lo que hoy conocemos como un Estado mundial de las empresas
transnacionales, ninguno de los verdugos disparó un solo balazo sin el OK de los
yanquis. Los primeros desaparecidos datan de los tiempos de Lanusse, la CIA
tenía una oficina en la Policía Federal, la embajada virreinal verificaba la
limpieza de los sectores juveniles del sindicalismo y de las cúpulas sindicales,
una práctica que venía de los lejanos años 60, el Plan Conintes; y la sociedad
argentina demoró más de 20 años en conocer la existencia del Plan Cóndor.
Y así Trelew sigue sucediendo. Tanto sus enseñanzas para el campo popular, para
lo que el pueblo puede y sus conciencias deben, como en lo referente a las
intenciones criminales del poder.
Trelew ha sucedido en el Puente Pueyrredón. ¿Hemos sabido sacar las lecciones de
unidad que la sangre de los caídos nos impuso durante los primeros días?
¿Preferimos seguir ignorando que la cadena de impunidad configura un verdadero
estado de guerra contra el pueblo?
¿Volveremos a ignorar que ante este estado de cosas nadie es dueño de la verdad?
Ninguno de los sacrificios que atravesó nuestra generación, la generación de
Trelew, fue en vano, por la sencilla razón de que lo primero que poníamos en
juego a la hora de proponer una verdad, era nuestra disposición de dar la vida
en practicarla.
Jamás en nuestra historia el poder depredador de las clases dominantes en
Argentina ha sido desafiado por un arco social más amplio y seguro de sí que el
establecido por la consigna "que se vayan todos y no quede ni uno solo".
La dictadura y 160 años de democracia representantiva y delegativa han sido
enterrados en la noche y la tarde del último mes de diciembre y lo que nunca
había sucedido, tampoco estaba previsto acaso, en las palabras y conceptos que
daban lugar a nuestros sueños.
Estamos en la tierra que abrieron nuestros queridos compañeros y que fue abonada
por la complicidad y la ternura inmortal de nuestros caídos. El pueblo nos
quiere unidos.
La unidad del pueblo es un desafío ético y lo que Trelew hoy nos dice es que sin
esa moral no habrá condiciones para una fuerza que sostenga el futuro sin
impunidad, ni habrá oportunidades para el poder, la democracia será
participativa o la noche se hará cargo de nuestros sueños.
Las Madres abrieron la primera trinchera en la noche de la dictadura preguntando
dónde estaban todos nuestros compañeros. Y nosotros, treinta años después
también estamos aquí preguntando: señores Stella y Brinzoni, ministro Jaunarena,
presidente Duhalde, ¿dónde están el capitán de corbeta Luis Emilio Sosa y el
teniente de fragata Roberto Guillermo Bravo?
Ahora quisiera agregar unas palabras en relación a la presencia en ese momento
en la cárcel que me tocó vivir después de la fuga.
Días anteriores a la fuga, dos o tres días antes, yo estaba en el penal de
Rawson. Me llaman desde el Camarón y dos o tres días antes de la fuga me
trasladan al buque Granaderos. Por supuesto que ahí también los verdugos
cumplieron con su cometido. Éramos escasa mujeres, y fuimos víctimas de los
mayores atropellos. Permanentemente nos tenían con requisas, con atropellos
verbales, impidiendo que pudiéramos ver a nuestros familiares. Las mayoría
éramos mujeres con hijos. En cada lugar ellos cumplieron con un cometido:
perseguirnos psíquicamente e impedirnos cosas elementales, nos sacaron el
recreo, nos limitaron en la comida, requisas permanentes. En ese momento creo
que estaba Ruiz –después pasó al penal de Rawson– y fue terminante. Me dijo
personalmente, a mí y a otras compañeras: "Si se fugaban todos de Rawson no
sabemos cuál hubiera sido el destino de ustedes".
[Exposición oral en FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS - CATEDRA LIBRE DE DERECHOS
HUMANOS - A 30 AÑOS DE LA MASACRE DE TRELEW - Resistencia popular y terrorismo
de Estado - Foro Nº 2, 23 de agosto de 2002]
El 15 de agosto de 1972, en la
postrimería del gobierno dictatorial de General Alejandro A. Lanusse,
veinticinco presos políticos, pertenecientes al ERP (Ejército Revolucionario del
Pueblo); las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y Montoneros, se fugaron del
penal de Rawson en la provincia de Chubut. Seis de ellos lograron llegar al
Chile de Salvador Allende. Diecinueve no alcanzaron a subir al avión. Se
entregaron luego de acordar públicamente garantías para su integridad física.
El 22 de agosto los diecinueve
prisioneros fueron fusilados a mansalva con ráfagas de ametralladoras en la base
naval Almirante Zar.
Como antes había sucedido en la masacre de José León Suárez, algunos
sobrevivieron para contar la historia, para mantener viva la memoria, para no
olvidar, ni perdonar.
LA FUGA
La cárcel de Rawson tenía ocho
pabellones. Los cuatro primeros eran de presos comunes y los restantes, de los
políticos. Los pabellones de mujeres estaban en los pisos superiores. El 15 de
agosto a las 18.30 comenzó la toma del penal y la fuga. En diez minutos tomaron
los puntos neurálgicos y redujeron a un grupo de aproximadamente 60 guardias. El
guardiacárcel Juan Gregorio Valenzuela, que intentó impedir la fuga, resultó ser
el único muerto en los sucesos.
Los guerrilleros estaban numerados jerárquicamente para la fuga del 1 al 110.
Fuera de la cárcel, no encontraron los camiones que debían estar esperándolos
para llevarlos al aeropuerto de Trelew; los disparos que se escucharon
provenientes del penal, los habían dispersado.
El primer contingente formado por los seis máximos jefes guerrilleros tomó el
único coche que había permanecido, con el estudiante de Agronomía y Veterinaria
Carlos Goldenberg (FAR) al volante. Los 19 guerrilleros restantes, que habían
logrado salir, llamaron taxis desde la guardia del penal. Llegarían al
aeropuerto de Trelew con un retardo fatal.
Los seis jefes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR) y Montoneros, integrado por Mario Roberto Santucho,
Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo, Domingo Mena, Marcos Osatinsky y
Fernando Vaca Narvaja, lograron abordar en el aeropuerto un avión de Austral que
previamente había sido copado y escaparon hacia Chile donde el gobierno de
Salvador Allende les permitió seguir viaje a Cuba.
Los otros presos que se habían escapado llegaron al aeropuerto justo cuando
despegaba el avión que llevaba a sus compañeros. Intentaron tomar, sin éxito,
otro avión que debía arribar pero que finalmente no descendió al ser alertado
desde la base naval Almirante Zar.
Después de una conferencia de prensa en el aeropuerto, se entregaron ante los
periodistas y con la promesa de las autoridades judiciales y militares de que
sus vidas serían respetadas, fueron alojados en la base naval Almirante Zar.
LA
MASACRE
"El 22 de agosto de 1972, a las 3.30 de la mañana, los 19 presos fueron
obligados a salir de sus celdas, los hicieron pararse en fila en el pasillo y
los ametrallaron a mansalva. Los gritos se mezclaron con la furia de las
ametralladoras, el humo se confundió con la sangre. Gritaban de dolor los
heridos, gritaban de locura asesina sus verdugos. Quienes sobrevivieron a la
primera ráfaga se tiraron dentro de los calabozos.
María Antonia Berger, luego de recibir un primer impacto en el estómago se
arrojó dentro de su celda, la sangre brotaba de su vientre tiñendo su revolución
de carmesí. Escuchó ruido de botas y escuchó tiros de gracia. Los quejidos e
insultos de sus compañeros en la hora final, se fueron acallando. María Antonia,
con su dedo ensangrentado, escribió "papá", "mamá" en la pared. De pronto, un
segundo impacto le destrozó la mandíbula. Los asesinos borraron su escrito con
zaña. Ella todavía estaba viva, sentía que le estallaba la cabeza, pero no se
movió, no se quejó. Creyeron que estaba muerta y siguieron su masacre por las
otras celdas.
María Antonia, volvió a pintar su dedo con sangre, pero esta vez escribió en la
pared la palabra LOMJE, consigna que durante mucho tiempo se pintó en los muros
de la ciudad "Libres o Muertos, Jamás Esclavos".
Virginia Giussani
Al amanecer del martes 22 de agosto, la armada hizo circular la versión de que
las muertes habían sido el resultado de un nuevo intento de fuga. Mariano
Pujadas, uno de los guerrilleros había intentado, según la versión oficial,
arrebatarle el arma al teniente de corbeta Luis Emilio sosa. María Antonia
Berger; Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar los únicos sobrevivientes de
la masacre se encargaron de que el mundo supiera la verdad.
En los días sucesivos, hubo manifestaciones en las principales ciudades de la
Argentina y más de 60 bombas fueron colocadas en protesta por la matanza.
Peronistas, radicales, intransigentes, socialistas, comunistas, trotskistas y
democristianos, condenaron al gobierno. Perón calificó a las muertes de
"asesinatos". La opinión pública descreyó de la versión oficial. El 25 de agosto
la CGT declaró un paro activo de 14 horas. Se prohibieron los velatorios
públicos de los guerrilleros ejecutados.
El comisario Alberto Villar -luego jefe de policía de Perón y uno de los
mentores de la Triple A- irrumpió con tanquetas en la sede del Partido
Justicialista donde se velaban los cadáveres de tres de los guerrilleros
asesinados.
Ana Villareal, compañera de Santucho, fue sepultada en el cementerio de
Boulogne.
Pero allí no terminó todo. La sede de la Asociación Gremial de Abogados fue
dinamitada, se exterminó a las familias de Clarisa Lea Place, Roberto Santucho y
Mariano Pujadas, la mayor parte de los hermanos y hermanas de los fusilados
están hoy desaparecidos y el letrado Mario Amaya, que escoltó con su auto al
micro de la armada que el 16 trasladó a los detenidos hasta la base naval, fue
asesinado durante la última dictadura.
Agencia Walsh
Nota sobre Trelew en La Causa Peronista Nº 6, 13 de agosto de 1974. Clic para
descargar la revista completa en pdf (19,4 mb)
Fuentes: La Voluntad de Eduardo
Ánguita y Martín Caparrós.
Artículo de "La Fogata" basado en Todo o Nada" de María Seone y "A vencer o
morir" de Daniel De Santis (22-8-02)
Artículo de Virginia Giussani publicado por "La Insignia" (23-8-02)
Memorias de vidas
Los revolucionarios de esos años arriesgaban todo por el supremo objetivo de la
revolución socialista, aun aquellos que aceptaban el liderazgo de Juan Perón,
por muy contradictorias que pudieran resultar esas dos opciones simultáneas para
los que identificaban al veterano General con la contrarrevolución. Lo mismo que
en el resto de la sociedad, también en la guerrilla el peronismo era un
parte-aguas excluyente. Esa diferencia no impidió, sin embargo, que para
organizar y ejecutar la fuga del penal de Rawson, punto inicial de la tragedia
que hoy se recuerda, reunieran inteligencias y recursos en un comando unificado
ni que el estereotipado antiperonismo de la Marina hiciera ninguna distinción al
momento de fusilar a los prisioneros de la base naval de Trelew. Los muertos
fueron once miembros del PRT-ERP, tres de FAR y dos de Montoneros, y tres
sobrevivieron a sus heridas porque los verdugos no hicieron a tiempo, antes que
llegaran otros testigos, a rematarlos de un balazo, como sucedió con otras
víctimas y pudieron aguantar por horas hasta que recibieron cuidados médicos.
Aquel momento de coincidencia logró la hazaña de perforar la "máxima seguridad"
que los militares le atribuían a ese penal, tan lejos de todo y tan cerca de
bases y cuarteles militares. Fue una humillación que las fuerzas armadas y el
gobierno de facto encabezado por el general Alejandro Agustín Lanusse se
cobraron de la peor manera, con premeditación y alevosía, con tiempo suficiente
para elaborar la decisión y cumplirla a sangre fría. Aunque los carceleros de
aquella madrugada del 22 de agosto alegaron defensa propia el inverosímil relato
careció de consistencia y no pudo resistir el testimonio de María Antonia
Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar, los sobrevivientes.
Esa incapacidad para justificar la conducta criminal pudo haber influido en la
decisión posterior de clandestinizar el plan represivo del terrorismo de Estado
a partir de marzo de 1976. En todo caso, esa madrugada quedó instalada la opción
de la muerte como "solución final" para el desafío de la insurgencia. Desde la
perspectiva del poder establecido, había que quebrar de cualquier modo la
voluntad popular de tomar en sus manos el destino propio. En ese momento,
fracasaron en el propósito de dominar por el terror, ya que apenas seis meses
después la mayoría popular impuso en las urnas al hasta entonces proscrito
peronismo, representado por la candidatura de Héctor J. Cámpora, quien asumiría
en mayo de 1973 escoltado por los presidentes de Cuba, Osvaldo Dorticós, y de
Chile, Salvador Allende.
Hijos de su época, ninguno de los guerrilleros buscó la muerte con vocación
suicida, ni en la toma del penal ni en el copamiento del aeropuerto de Trelew o
en la rendición incondicional. Para detener ese ímpetu y retroceder la historia,
el establishment conservador tuvo que empeñar el máximo esfuerzo durante el
último cuarto del siglo XX, cometer asesinatos masivos y aplicar tormentos de
todo tipo.
Recordar no es tarea vana ni mera deformación necrofílica. Forma parte
sustancial de una misma y única batalla entre los fundamentalistas que quieren
ponerle fin a la historia y los soñadores del futuro, los que atesoran la
premonición cierta de lo que vendrá. En La Patria fusilada,texto en el que
Francisco Urondo recopila los recuerdos de aquellos tres sobrevivientes sobre la
tragedia de Trelew, la primera página está ocupada por un poema de Juan Gelman
("Condiciones") que termina así: "...el ciego a los oleajes de dolor y de sueño
bajo las condiciones objetivas ¿no será oportunista? / por falta de memoria o
miedo ¿quiere enterrar al ave?". Hoy en día, aunque hay otros cielos, otras las
"condiciones", aun con las alas recortadas o enjaulada el ave nunca pierde la
tentación de volar. Las memorias de vidas enseñan que sólo se trata de encontrar
la oportunidad.
Fuente: La Fogata
La base Almirante Zar de la Marina, donde se asesinó a los 16 guerrilleros
Por Osvaldo Bayer
Cuesta pensarlo, cuesta finalmente entenderlo. Y no se entiende. La ferocidad,
la brutalidad, la vocación del crimen. ¿Qué calificativo cabe para sus autores?
En una Argentina católica, apostólica, romana. Donde todos los miembros de
nuestras fuerzas armadas, sin excepción, han tomado la primera comunión y por
supuesto se han casado por la iglesia, y se confiesan regularmente. Lo de Trelew
es sólo imaginable en Siberia, en un relato de Dostoiewski. Diecinueve
prisioneros –mujeres y hombres, todos jóvenes; Ana María Santucho, encinta de
ocho meses– son mantenidos en calabozos, molestados, desnudados, maltratados,
para luego fusilarlos impunemente. Los fusiladores son oficiales y suboficiales
de la Marina de Guerra. Mientras se asesina a los presos, se los insulta. ¿Qué
educación recibieron esos marinos? ¿Qué conducta llevaban y llevan esos marinos
en sus hogares?
Después del bárbaro asesinato, la mentira. Se inventa una subversión, se aplica
la ley de fugas. Los comunicados de los altos jefes de la Marina, aceptados y
elogiados por el propio presidente de la Nación, general Lanusse, hombre probo y
religioso, según sus biógrafos.
Pero,
¿y después? ¿Qué se hizo después cuando retornó la democracia?: ¿se juzgó a los
asesinos? ¿Se esclareció el hecho hasta sus últimas consecuencias? No, nada de
eso, todo siguió su camino habitual. Los muertos, muertos están. Al contrario,
se protegió a los dos asesinos máximos del hecho: el capitán de corbeta Luis
Emilio Sosa y el teniente de fragata Roberto Guillermo Bravo fueron enviados a
la embajada argentina en Washington a "hacer cursos". Hoy los asesinos estarán
paseando sus nietos por los parques de la Recoleta con una buena pensión en el
bolsillo. De los 16 jóvenes asesinados en forma tan vil, queda esa última foto.
En el aeropuerto de Trelew. Están todos expectantes. Entre la vida y la muerte.
Tienen un rasgo de nobleza que los marinos de guerra pagarán con falsa moneda.
Los revolucionarios no toman rehenes para después negociarlos por su libertad.
No. Prefieren entregarse y no crear más problemas. Ya se ha llegado al pacto:
ellos se entregan y el capitán de corbeta Sosa los devolverá al penal de Rawson.
Pero el marino de guerra argentino los traiciona como lo pudiera sólo hacer un
villano de la peor especie... El transporte se dirigirá directamente a la base
naval del lugar. Allí los asesinarán.
No hubo ningún oficial de la Marina de Guerra que protestara o pidiera la baja
ante tal ignominia realizada por jefes de esa arma. Todos se callan la boca. Y
tal vez aplaudan la ignominia. Después serán proclamados "héroes de Malvinas"
por Hadad en Radio Diez. El ministro del Interior de ese gobierno de Lanusse es
nada menos que el radical Mor Roig, íntimo de Ricardo Balbín. Mira hacer y se
calla la boca. Igual que el tuerto Gómez, ministro de Yrigoyen cuando el
Ejército Argentino fusiló a centenares de gauchos, peones rurales, en la
Patagonia. Los dos ministros radicales no oyeron, no vieron, no comentaron.
Tradición democrática. Traición a la República.
Pero la valentía armada de esa tragedia tendrá su fin operístico de máxima
cobardía. Serán atacados con tanques los velatorios de los fusilados. Además
nuestra valiente policía al mando del comisario general Villar les sacudirá una
paliza indecible a las madres y hermanas de los fusilados, que defienden a sus
muertos. Esa orden la dio el general Sánchez de Bustamante, que ganó esa única
batalla de su vida contra los deudos de los asesinados y las velas de luto. Ah,
general, con ese apellido, usted ha pasado para siempre a la historia del
ejército sanmartiniano.
Las heroicas avanzadas de la Patria se llevaron hasta los ataúdes. Siempre en
perfecto orden y con gesto altruista. No será éste hoy un análisis ni histórico
ni sociológico. Expresará toda nuestra sorpresa ante el proceder sanguinario y
traidor de la Marina de Guerra argentina. Y la profunda torpeza y oportunismo
que atestiguan el hecho de que el último decreto de Lanusse como presidente de
facto será otorgarle un sobresueldo especial al capitán de corbeta Sosa y al
teniente Bravo para que la pasen bien en Estados Unidos. Así terminó su mandato
Lanusse, mandato que había robado a la democracia argentina. Un final muy digno
del señor general.
Hemos querido hacer un análisis ético, en esta Argentina de hoy sin ética. Si
todavía se tiene dignidad habría que obligar al comandante de la Marina, a hacer
un juicio de la verdad acerca del crimen de Trelew. Es la propia Marina la que
tiene que dejar en claro quiénes fueron los responsables y los culpables
directos. Alejar para siempre de ese cuerpo uniformado a los asesinos
calificándolos de indignos traidores a la Patria. Y en la base naval almirante
Zar de Trelew levantar una escultura que recuerde la tragedia del cobarde
fusilamiento de prisioneros. Y que en esa escultura se haga alusión precisamente
a que entre los asesinados figuraba una criatura a quien le faltaba apenas un
mes para nacer del vientre de la joven Ana Villarroel de Santucho.
Luis
Emilio Sosa, el fusilador
Por Liliana Cheren
(De "La Masacre de Trelew, institucionalización del terrorismo de Estado")
Sosa, el capitán de corbeta. Sosa, el que se comprometió -en presencia de un
juez y frente a testigos- a trasladar a los evadidos nuevamente al penal de
Rawson, Sosa, el que les garantizó que no los recluiría en la Base Aeronaval
Almirante Zar. Sosa, el que se mostró ofendidísimo cuando los presos políticos
le manifestaron que su negativa a quedar detenidos en una base de la Marina
obedecía a experiencias personales de torturas y vejámenes por parte de personal
de esa fuerza. Sosa, el mismo que se asombró porque alguien pudiera temerle.
Sosa, el mismo que traicionó su palabra de ¿honor? y apenas los diecinueve
jóvenes se entregaron, después de deponer sus armas, los subió a un colectivo
para hacer exactamente lo opuesto a aquello que había pactado. Sosa, el que se
sintió dueño y señor de hacer su voluntad y que los depositó, seguramente con
regocijo, en la Base Aeronaval donde consumaría su masacre.
El asesino de Trelew
Capitán de Corbeta Luis Emilio Sosa
¿Quién es este Sosa ¿Dónde está? Sosa? ¿Dónde lo escondieron? El capitán de
corbeta Luis Emilio Sosa recibió adiestramiento en Fort Gulick, Panamá.
¿Lo adiestraron para qué? Para ser un idóneo en la "lucha antiguerrillera".
Aprendió bien.
Cuando mata, mata.
Ahora, para mentir hace falta un poquito de inteligencia, y de eso no pudieron
inyectarle en Fort Gulick.
En la revista Marcha, del 8 de setiembre de 1972, en la nota titulada Trelew..
la obra de los marines, Martín Virasoro refiere, con bronca contenida pero
explícita, la insólita versión suministrada por el capitán de corbeta de que los
evadidos habían muerto en un intento de fuga en un relato totalmente
inverosímil, al que Virasoro describe como "cuento infantil el relato del
militar que asevera que "el guerrillero Pujadas, mediante un golpe de karate lo
arrojó al suelo (a Sosa) y le quitó el arma, no obstante lo cual él, Sosa, logró
zafarse y dio la orden de reprimir suena raro definitivamente". Y continúa:
"Diecinueve a cero es una cifra concluyente para estimar que Sosa es una especie
de Batman, si no fuese porque corresponde simplemente denominarlo con el nombre
correcto: criminal, asesino, psicópata. Pujadas y el resto del grupo, incluida
la mujer de Santucho, grávida de ocho meses, sabían perfectamente que no tenía
sentido alguno pretender huir, como lo asevera la versión oficial. Ni estando
completamente locos podrían tener la esperanza de que, dada la voz de alarma,
pudiesen hacer nada, aun con una metralleta, contra los dos mil hombres de la
guarnición, contra los tanques, los carriers, las tanquetas. Y menos todavía en
la inhóspita zona a la que debían ingresar, supuesto de que hubiesen logrado
salir de la Base. Por eso soportaron todas las provocaciones, escupitajos
incluidos del capitán Sosa El cronista de Marcha saca la conclusión más
coherente: "Sosa la pensó bien, No debía haber soldados conscriptos. Sólo
oficiales y suboficiales de los más fieles, los más gorilas. Por eso eligió la
hora que eligió. Nada de testigos que, al volver a ser civiles al terminar la
conscripción, no puedan con su conciencia y refieran la verdad. De todos modos
la imaginación gorila es corta para todo lo que no sea represión y violencia.
Trescientos ex presos políticos de la dictadura se dieron cita en Rawson para
conmemorar el 35 aniversario de la masacre de Trelew (2007).
De ahí que, alrededor de las 4 de esa madrugada,
cuando Lanusse fue despertado telefónicamente por el general Betti, quien le
refirió la primera versión (la de Sosa), estalló en los más gruesos improperios
del repertorio de la caballería y los coronó con preguntas tales como: ¿Ni
siquiera cinco heridos, general?; ¿cómo, tampoco uno solo entre los nuestros con
heridas ¿Qué le vamos a decir al país ahora?-.
Aunque a las Fuerzas Armadas nunca les importó dar explicaciones creíbles, la de
Sosa era tan pueril que hasta a los más recalcitrantes representantes de la
dictadura los dejaba sin respuestas. Cuando el contralmirante Hermes Quijada
concluyó de brindarle a la prensa otra versión oficial (parecida, pero
diferente), un periodista le preguntó si Sosa estaba herido. La respuesta de
Quijada -que como se recordará tuvo su bautismo como aviador naval ametrallando
a los civiles en la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955- sonó tan absurda como
la versión: "No puedo contestar. Es secreto de sumario". La nota de Virasoro
concluye con una gráfica sentencia: "El capitán de corbeta Sosa no es un
torturador, no le gusta eso. Prefirió el nombre de asesino".
Y a Sosa, el fusilador, no se lo
volvió a ver por los alrededores de Trelew. Ni por ningunos otros alrededores.
Se tejieron muchas versiones: que la Marina lo guardaba" para protegerlo era una
de ellas. Otra decía que lo "guardaba" para utilizarlo en situaciones similares,
que era un "duro" entrenado para "misiones especiales" (léase asesinar a
víctimas indefensas). Lo cierto es que no se supo nada de él.
Pero el Boletín Oficial de la República Argentina, que registra a diario los
textos de decretos, leyes y resoluciones del Gobierno, publicó en junio del 73
el último decreto firmado por Lanusse a sólo veinticinco días de entregar el
poder: el 30 de abril de 1973 la dictadura lanussista parió el decreto 3.495
cuyo el texto completo dice: VISTO, lo informado por el señor comandante en jefe
de la Armada y lo propuesto por el Ministerio de Defensa y CONSIDERANDO: que es
muy conveniente para la Armada Argentina que un oficial jefe realice el curso de
infantería para Infantería de Marina, en los Estados Unidos de América; que por
la naturaleza de la comisión, la misma no puede ser cumplida por integrantes de
nuestra representación diplomática, debiendo estar integrada por personal
seleccionado, teniendo en cuenta la necesidad de una continuidad de la
experiencia que se obtenga y su futura actividad dentro del servicio; que la
fecha de iniciación de la presente comisión está prevista a partir del 15 de
mayo de 1973, con una duración de trescientos sesenta y seis (366) días,
incluyendo los tiempos de traslados."que tal providencia se halla incluida en el
programa de viajes al exterior - Armada Argentina- año 1973, a elevarse
oportunamente al Poder Ejecutivo; Por ello, el Presidente de la Nación Argentina
decreta:
Artículo 1º - Nómbrase para prestar
servicios en la Agregaduría Naval a la Embajada de la República Argentina en los
Estados Unidos de América y Canadá en "misión transitoria" y por el término de
trescientos sesenta y seis (366) días, al señor capitán de corbeta de Infantería
de Marina don Luis Emilio Sosa, a fin de que realice el curso de infantería para
Infantería de Marina.
Artículo 2º - El citado oficial jefe, percibirá en compensación de todo gasto,
hasta un máximo diario de cuarenta dólares estadounidenses (u$s 40).
Artículo
Y - Los gastos que demanda la presente comisión deberán ser imputados a la
partida del ejercicio 1973 que se indica: 2. 10; 52; 0.379; 1; 1233; 228; 01;
2.10; 52; 01; 0.379-1 1; 12; 1223; 2371, 13.
Artículo 40 - En las oportunidades que lo solicite el Comando en Jefe de la
Armada, se procederá a girar los importes correspondientes a los haberes
mensuales respectivos Artículo 5º - Por el Ministerio de Relaciones Exteriores y
Culto, se extenderá el pasaporte correspondiente.
Artículo 6º - Comuníquese, publíquese dése a la Dirección Nacional de Registro
Oficial, al Tribunal de Cuentas de la Nació y a la Contaduría General de la
Nación. anótese ,, archívese en el Ministerio de Defensa. Comando en Jefe de la
Armada.
Dirección General del Personal Naval. Agustín LANUSSE, Carlos G.N. CODA, Eduardo
E, AGUIRRE OBARRIO, Eduardo F. MCLOUGLILIN.
La revista Marcha, que en su edición del 30 de junio del 73 lo publicó íntegro,
con el título de El último decreto de Lanusse hizo los siguientes comentarios:
"Lanusse era Comandante en Jefe del Ejército; Coda, su colega en la Armada
nacional; Agarre Obarrio, ministro de Defensa nacional; y McLouglilin, ministro
de Relaciones Exteriores y Culto. El capitán Sosa era segundo jefe de la base
aeronaval Almirante Zar, de Trelew, Chubut, la madrugada del 22 de agosto de
1972, cuando fueron fusilados a mansalva, sin juicio previo y sin aviso,
dieciséis presos políticos, salvándose milagrosamente otros tres aunque con
graves heridas. El valiente y pundonoroso marino, que ya había recibido
instrucción "antiguerrillera" en bases de Estados Unidos con antelación a su
hazaña del 22 de agosto, fue el oficial jefe que dirijio la matanza. Cumplido su
patriótico deber, descansará de sus fatigas occidentales y cristianas en otra
base yanqui, lejos de las miradas acusadoras de sus compatriotas y camaradas de
oficio. El reposo del guerrero".
La pregunta que cabe es sobre qué antecedentes se lo consideró a Sosa "personal
seleccionado" y, en todo caso, seleccionado para qué. Lo que es obvio, a la luz
de los años de plomo que se vivirían en la Argentina, es para qué las Fuerzas
Armadas sentían como imprescindible la necesidad de una continuidad (de la
experiencia que se obtenga y su futura actividad dentro del servicio. En
particular de los Sosa que repetirían una y otra vez, treinta mil veces, su
accionar de machos bravíos.
Como para ratificar que Sosa aún continuaba en su período de reinstrucción
antiguerrillera en una base yanqui, un escrito presentado en 1974 por el doctor
Jorge Carlos Ibarborde -en respuesta a uno de los juicios entablados contra la
Armada por la masacre de Trelew - daba cuenta de que el fusilador y sus
cómplices "no podrian concurrir a declarar en las audiencias señaladas, por
cuanto ,se encuentran en el extranjero" y, genti1mente, indicaba los domicilios
de los homicidas para que, la parte que los propuso adopte las medidas que
considere Capitán de Corbeta D. Luis Emilio Sosa. Agregaduría Naval Argentina S
1, 6 Corcoran St. N W. Washington D.C. - EE.UU.", el mismo domicilio consignaba
para su brazo derecho y coejecutor en la Masacre de Trelew el Teniente de
Fragata D. Roberto Guillermo Bravo".
Luego durante años, su paradero fue uno de los secretos guardados con más por la
Armada. Según la revista Hechos y Noticias, del 19 de agosto de 1984 "durante la
guerra de las Malvinas se sostenía que el fusilador estaba anclado en Puerto
Belgrano. Un año más tarde, aparecía como agregado militar en la Embajada
argentina en Honduras. Y ¡oh sorpresa!, con el advenimiento del gobierno
democrático una foto de la agencia oficial Télam (de] 21 de junio último -
1984-) revela que el capitán de navío Luis Emilio Sosa está aquí, No usa más
distintivo de Infantería de Marina ni de paracaidista militar; utiliza el del
Crucero General Belgrano Sin embargo, esté donde esté, Sosa puede sentirse
orgulloso. Ni la masacre de 23 de enero de 1989 contra los miembros del
Movimiento Todos por la Patria (MTP) ejecutada en La Tablada por nuestras
Fuerzas Armadas contra jóvenes que depusieron sus armas, ni la del 22 de abril
de este año realizada por los centuriones de Fujimori contra los integrantes del
Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), en Perú, superan su hazaña.
Las lamentables excusas que "en nombre de la democracia y las instituciones"
esgrimen los los justificadores de estas trágicas muertes sustentan el pobre
argumento de que los subversivos estaban armados. Los muertos de Sosa eran
detenidos políticos y estaban indefenso ni siquiera sospechaban que él tenía una
guerra personal contra ellos, contra su juventud y sus utopías- los masacrados
de Trelew, inermes, no sabían de su sed sangre, no conocían su vampirismo. Si
aún ronda por este mundo, el asesino Sosa puede sentirse seguro de que nadie
batió su récord, aunque sus fusilamientos no hayan sido transmitidos por
televisión.
Con la amnistía del 25 de mayo de 1973, Camps, Berger y Haidar salieron en
libertad. Ese mismo día y cuando aún no habían abandonado la prisión, el poeta
Francisco Urondo les hizo una larga entrevista donde relataron los
fusilamientos. Dos de ellos fueron desaparecidos durante la dictadura de Videla,
y Camps murió en un enfrentamiento. Haciendo clic aquí, podes descargar el
reportaje realizado por Paco Urondo a los sobrevivientes
Suplemento Documentos de la mítica revista
chilena de izquierda
Punto Final del 12 de septiembre de 1972.
Relata la fuga y los fusilamientos de Trelew y una entrevista a Roberto Mario
Santucho (PRT-ERP), Marcos Osatinsky (FAR) y Fernando Vaca Narvaja (Montoneros)
poco antes que partieran hacia La Habana.
Fragmento entrevista
¿Cómo se enteraron ustedes de la matanza de sus
compañeros en la base aeronaval de Trelew? ¿Cuándo les llegó la noticia y cuál
fue la reacción de ustedes?
SANTUCHO: Primero nos llegó a través de los diarios y de la radio. Después, en
la noche del 22, nos fue confirmada por el director de investigaciones, quien
nos dio los nombres de los compañeros muertos. Está claro que la acción de la
dictadura fue perfectamente consciente, planificada, pensada y selectiva, en el
sentido de que se dirigió contra cuadros de nuestras organizaciones, contra
compañeros que expresaban lo mejor de nuestro pueblo, la vanguardia
revolucionaria del pueblo argentino. El enemigo conocía su capacidad, sus
características. Por el temor irracional que siente ante la lucha
revolucionaria, porque ve a los revolucionarios como su enterrador, fue llevado
a esta acción, pese a que se tomaron todos los recaudos, a que se movilizaron
sectores del pueblo en la Argentina, organizaciones de masa, sindicales,
comisiones de solidaridad.
Una semana después, la dictadura se decidió por la eliminación física de estos
compañeros. Porque tal es su temor a cada uno de estos combatientes
revolucionarios que prefieren afrontar todas las consecuencias políticas en una
acción de este tipo y no tener que enfrentar a un grupo de compañeros como los
que asesinaron. En esto son coherentes con la situación de nuestro país desde
que se estableció la dictadura militar de Onganía. Desde entonces se produce
esta forma de violencia desesperada del partido militar, que se debate para
mantener el capitalismo en la Argentina. Frente al embate de las masas, ha
creado la situación de un ejercicio de la violencia permanente contra el pueblo
argentino.
Ante eso, nuestro pueblo se ha movilizado también violentamente. Ha aceptado el
desafío y se expresa tanto en las movilizaciones del conjunto del pueblo como en
la existencia y desarrollo de nuestras organizaciones. El pueblo argentino
aceptó llevar la lucha al terreno planteado por el enemigo, y lo hace
masivamente y de manera organizada.
Esta dinámica irreversible ha de continuar desarrollándose en el doble terreno
de la lucha armada y la lucha no armada de las masas. En este proceso se
forjarán y crecerán las organizaciones guerrilleras, convirtiéndose en fuerzas
poderosas. Apoyado sobre esta fuerza militar revolucionaria, nuestro pueblo
terminará por derribar al partido militar, destruir el injusto sistema
capitalista y establecer una perspectiva de felicidad para nuestro pueblo y de
independencia para nuestra patria en el socialismo.
¿Podría informar cuáles eran las características de los compañeros asesinados en
Trelew?
SANTUCHO: Los compañeros pertenecían a un grupo seleccionado para salir. Eran
los mejores compañeros. Al reducirse la perspectiva de sacar a todos, salen los
compañeros más necesarios. De manera que esos diecinueve compañeros formaban el
grupo de los más capaces, más experimentados y mejores que había en el penal.
¿Ustedes creen que la masacre es una represalia por la fuga?
SANTUCHO: Efectivamente. Es un derivado de la fuga y una expresión de la
desesperación de la dictadura ante su incapacidad para controlar a los
revolucionarios.
(continúa)
Descargar
facsímil pdf tal como fue publicado en Punto Final en 1972.
A las 3.30 del 22 de agosto de 1972 eran masacrados,
en la base aeronaval Alte. Zar de la Armada, los 19 combatientes revolucionarios
que se habían rendido en el aeropuerto local, luego del combate de Rawson. Tres
sobrevivieron: Ricardo René Haidar (Montonero), María Antonia Berger (FAR),
Alberto Miguel Camps (FAR). Los mártires fueron: Ana Villareal de Santucho,
Clarisa Lea Place, Pedro Bonnet, Eduardo Capello, Carlos Alberto del Rey, Mario
Delfino, José Mena, Miguel Polti, Humberto Suárez, Humberto Toschi y Jorge
Alejando Ulla (PRT-ERP, Mariano Pujadas, Susana Lesgart, María Angélica Sobelli
(Montoneros).Carlos Astudillo y Alfredo Kohon (FAR).
Ese día fue sellada con sangre la unidad de los revolucionarios
que luchaban por la patria socialista y fue una derrota política de la
dictadura, acelerando su retirada. Consideramos útil para la militancia de la
resistencia reproducir parte de la declaración conjunta de las organizaciones
armadas peronistas (FAR y Montoneros) y marxistas (PRT-ERP) en el aeropuerto de
Trelew el 15 de agosto de 1972. Esta declaración fue hecha por Mariano Pujadas,
Pedro Bonnet y María Antonia Berges en representación de los 19 combatientes que
luego de la toma del penal de Rawson y del aeropuerto de Trelew, tuvieron que
rendirse ante las fuerzas superiores de la infantería de Marina, Ejército y
policía. Recordemos que los cuadros de conducción pudieron copar un avión y
fugar a Chile, burlando todos los cercos militares. Ellos eran Mario Roberto
Santucho, Domingo Mena y Enrique Gorriarán Merlo, todos del PRT-ERP, Marcos
Osatinsky y Roberto Quieto, de las FAR y Montoneros.
PALABRA DE COMPAÑEROS
"El objetivo de haber tomado la cárcel, el haber venido hasta
aquí e intentar la fuga, ha sido el deseo de reincorporarnos a la lucha activa.
Hemos fracasado, pero por suerte varios compañeros nuestros en este momento
están arribando a Puerto Montt, lo cual significa que una serie de cuadros de
las distintas organizaciones armadas FAR, ERP, Montoneros, se van a reincorporar
activamente a la lucha. Esto, para nosotros, ha sido un éxito entonces, aquí en
la Patagonia concebimos esta lucha, esta acción como la continuación de la lucha
que libraron los obreros rurales, industriales, que en el año 21 fueron
asesinados por el Ejército, por la represión. Entre ellos se encontraban
compañeros uruguayos, argentinos, como Pinto y Uteredo, como Frant, como
continuadores de ellos somos los continuadores tambièn del comandante Che
Guevara porque estamos por la revolución, por la liberación del imperialismo
yanqui y por la construcción de la patria socialista".
La sentencia después de 40 años.
Atrapados en libertad,
AM 530, La Voz de las Madres, 2012.
Cristian Luna
COMO FUERON LOS HECHOS
Al entererarse de su traslado a
Rawson, Santucho conversó con Agustín Tosco la posibilidad de la fuga de Rawson.
"Che gringo, ¿cuántos kilómetros hay del
penal de Rawson al aeropuerto mas próximo?", dijo Santucho.
"Ni se te ocurra, Negro, es imposible
fugarse de allí, ni con un submarino ruso", respondió Tosco.
A principios de junio de 1972,
Santucho ya había aceitado suficientemente los contactos con el exterior como
para poner en marcha el operativo de la fuga. Las noticias que le llegaban sobre
la coyuntura política lo convencían de que no habría elecciones limpias: Lanusse
había congelado los fondos sindicales y suspendido la personería gremial de la
CGT por el respaldo de ésta a Perón; además, había establecido el 25 de agosto
como fecha tope para que los candidatos de la futuras elecciones fijaran
residencia en el país. La intención obvia era dejar fuera de carrera a Perón.
Santucho también descartaba la posibilidad de un golpe de Estado que frenara el
proceso electoral. En cuanto a la necesidad de que la guerrilla abandonara las
armas decía que "al no darse posibilidad alguna de una elección verdaderamente
limpia y al no encabezar a las masas en este terreno ninguna corriente
antiimperialista (el Partido Justicialista, el radicalismo y la burocracia
sindical no lo son el desarrollo del proceso electoral no obliga a la tregua, y
hace posible y necesario el entrelazamiento de la lucha armada con la lucha
democrática ( ... )". Sin embargo, insistía en la idea de preparar una fórmula
con candidatos obreros en caso de participar en las elecciones.") Ello era, en
realidad, una respuesta a Montoneros, quienes ya habían anticipado su posición
favorable a una tregua ante el inminente retorno de Perón.
Santucho seguía creyendo que una
organización que se denominaba revolucionaria no debía someterse a "una
dirección burguesa". Jamás dejaría de presionar a Montoneros para que se
radicalizara hacia la izquierda. Ese momento llegará, pero por la combinación de
tres circunstancias: las propias concepciones de Montoneros; la presencia del
ERP, disputándole el terreno político de la izquierda armada; y la futura
relación traumática con Perón.
El hecho de que Lanusse estuviera realizando
los últimos movimientos en el tablero para condicionar la salida electoral y la
arremetida contra las organizaciones sindicales - también había sido intervenida
la CGT de Córdoba y apresados u obligados a la clandestinidad sus dirigentes,
proporcionaba a Santucho el principal argumento para insistir en la fuga y no
confiar, como Montoneros, en que el nuevo gobierno, si lo había, dejaría en
libertad a los presos políticos, y mucho menos si éstos eran guerrilleros. Las
FAR coincidían con Montoneros en la necesidad de una tregua pero pensaban que
había que asegurar la libertad de los presos, sin apostar todas las cartas a la
bondad de un gobierno peronista. Por eso cuando el ERP decidió la fuga del
penal, sólo contó con el apoyo decidido de las FAR y cierta complicidad de
Montoneros.'
La idea de Santucho parecía, al principio,
descabellada. Pretendía organizar la evasión de cerca de ciento diez militantes
políticos de las tres fuerzas guerrilleras más importantes del país, romper una
inexpugnable fortaleza del régimen ubicada en una zona semidesértica, y
enfrentarse con éxito a un contingente de 70 soldados, 1000 infantes de marina,
200 gendarmes y unos cien policías, que eran la custodia del lugar.
Lo que sucedió después fue documentado en
numerosas entrevistas y libros, pero hubo una historia íntima de la fuga y de
los hechos de Trelew que es posible narrar tres décadas después de acuerdo a los
testimonios de varios de sus protagonistas.
LA FUGA
TRELEW Y UNO
16 rosas rojas
nacidas de madrugada
regresarán cada noche
de la tierra liberada
(pintada callejera)
retomo la vida de ustedes inconclusa
retomo la poesía aquella también inconclusa
retomo mi propio camino entonces
(hace tres años Trelew 22 de agosto)
y busco
mientras voy desempacando las viejas letras
casi abandonadas
intentando nuevamente redondear
esta pequeña ofrenda
este canto inútil
este trágico recuerdo
este renovado lamento
y así reconstruir aquel poema
consciente de que ni las viejas letras
ni las nuevas sirven para mucho llegado el caso
como tampoco sirven para mucho las buenas
intenciones y los mejores deseos
que si acaso alcanzaran para reemplazar a
alguien carajo
aunque este intento no pretenda eso
aunque sólo se trate de regresar la memoria
hasta aquella vida inconclusa de ustedes y seguirla
hasta aquí y hasta más allá reflexivamente
hasta el propio instante en que intentamos
cuestionar nuestra ajetreada conciencia diaria
aunque sólo se trate de contabilizar si querés
Trelew bandera y grito de guerra de cuántos
Trelew más
aunque sólo se trate de volcar medio
complicadamente la bronca que viene amontonándose
de lejos en tiempo y esperanzas
y que te enciende los puños y también la
mirada
aunque sólo se trate de escribir buscando
escupir toda esa bronca amontonada todo el odio toda
esa necesidad que te invade por momentos de acabar
con medio mundo y un poco más si querés de mandar
todo a la mierda
aunque sólo se trate de escribir pensando (no
como la forma más comprometida de pensar) en una
fecha
en un lugar en 16 compañeros y
cómo y dónde te agarró todo eso
y cómo lo trasladas a otras fechas a otros
lugares y a otros 16
por cuántos más compañeros y qué tiene que
ver todo eso con la vida con el compromiso con la
necesidad de escribir entre otras cosas que sabés más
necesarias
y entonces te surge la reflexión mezcla de
ironía y sonrisa cansada y las palabras que ya son
lugares comunes
morir para que la vida viva
morir buscando recorrerle su cono de
sombra a la vida
morir rastreando la luz entre tanta
mierda junta
morir para que el hombre viva
morir apostándole a las tan
vapuleadas esperanzas y alegrías
morir a manos de los señores
defensores oficiales del amor que empuñan su
civilización y democracia calibre 9
morir a manos de la propia historia
que vos ayudas a hacer y que escriben otros... todavía
morir... vivir... morir... vivir
tal vez se trate de pura necesidad dialéctica
que se yo
retomo la vida de ustedes inconclusa
retomo la poesía aquella también inconclusa
retomo mi propio camino entonces
(hace tres años trelew 22 de agosto) y busco
mientras la memoria sentenciada que transcurre
recompone aquella mañana fría de otra
Patagonia trágica unos 50 años después
junto a la soledad fría de aquella cárcel
regimentosa
junto a la trampa fría muy mal disimulada
16 vidas fusiladas
lo único caliente
16 rosas que custodian el camino de esperanzas
y alegrías
16 puños que se alzan por haberse acercado a
la victoria
y más allá de toda esta metáfora repensada mil
veces complicada contradictoria lo real lo cierto
una fe cada vez mayor en el triunfo
por ustedes cumpas
por ustedes.-
El ERP había estado discutiendo
varios planes de fuga. Uno, que Santucho consideró como alocado, incluía un
rescate en un avión alquilado que aterrizara en el campo de la cárcel. Había
sido diseñado por el comité militar de Buenos Aires. El otro, que finalmente se
llevó a cabo, fue diseñado por Santucho, Gorriarán Merlo y Osatinsky, pero había
sido resistido por el comité militar bonaerense del ERP, lo que Santucho
considerará como una de las causas de las dificultades posteriores a la fuga.
La evasión debía comenzar con una señal
enviada por los contingentes guerrilleros desde afuera del penal. Recibida la
señal, Santucho que ya era sin duda el jefe indiscutido de todos los grupos
armados dijo: "Ahora, y se quitó su pullover, como contraseña. Mientras, Marcos
Osatinsky se dirigía hacia la puerta enfundado en un gabán de bolsillos anchos y
grandes, cargado con una pistola con silenciador entrada pacientemente por las
visitas en latas de dulce de batata. La sospecha de que el abogado radical Mario
Amaya había colaborado en ello le costará la vida en 1976. Los guerrilleros
tenían pocas armas, algunas púas, cuchillos y palos. A su vez, Roberto Quieto
marchaba hacia una cita con el director del penal.
Eran, exactamente, las 18 del
martes 15 de agosto de 1972.
Cuando comenzó la fuga, Osatinsky
disparó sobre el guardiacárcel Juan Gregorio Valenzuela, que intentó impedir el
escape, matándolo. Los guerrilleros lograron copar el penal. Los sindicalistas
presos habían decidido no participar en la fuga. Los primeros en alcanzar la
puerta fueron Santucho, Menna, Osatinsky, Vaca Narvaja, Gorriarán Merlo y
Quieto. Los guerrilleros estaban numerados para el orden de fuga del 1 al 110.
Cuando ya estaban afuera de la cárcel, Santucho y los demás no encontraron los
camiones que debían estar esperándolos para llevarlos al aeropuerto de Trelew;
los tiros adentro de la cárcel los habían dispersado. El primer contingente de
los seis máximos jefes guerrilleros tomó el único coche que había permanecido,
con el estudiante de Agronomía y Veterinaria Carlos Goldenberg (FAR) al volante.
Los 19 guerrilleros restantes, que habían logrado salir, llamaron desde la
guardia del penal a taxis y remises. Llegarían al aeropuerto de Trelew con un
retardo fatal.
Santucho y el primer grupo entraron al
aeropuerto cuando el avión de Austral -un BAC 111 con 96 personas a bordo-
estaba carreteando. Santucho cruzó la pista corriendo junto a Vaca Narvaja que,
disfrazado de mayor del Ejército, hizo señas al avión para que parara. De la
torre de control no entendían lo que estaba sucediendo. El avión se detuvo en
ese momento porque los guerrilleros que habían subido antes en Trelew -el
estudiante de Medicina Alejandro Ferreyra Beltrán (ERP); la maestra Ana Wiesen
(FAR) y Víctor José Fernández Palmeiro (ERP)-- ocuparon la cabina y amenazaron
al comandante de a bordo. Los primeros seis guerrilleros subieron, y ordenaron
esperar unos minutos. Desde la torre de control del aeropuerto ya se había
avisado a un avión de Aerolíneas Argentinas próximo a llegar, que no aterrizara.
El piloto del BAC 111 intentó resistirse. Dijo: "No hay combustiblepara llegar a
Puerto Montt". Encañonándolo, Santucho respondió: "Pues habrá que llegar igual".
LA SEMANA DE VIGILIA
* A las once y cuarto de la noche,
el 15 de agosto de 1972, los diecinueve combatientes que no habían podido
evadirse de Trelew entregaron las armas en la rotonda del aeropuerto y fueron
llevados en ómnibus a la base Almirante Zar. El capitán de corbeta Luis Emilio
Sosa, jefe de las tropas de represión, les explicó que la medida era provisional
y se tomaba porque la zona había sido declarada en estado de emergencia.
* Una hora antes había aterrizado
en el aeropuerto de Pudahuel, Santiago, el avión de Austral capturado en Trelew.
Las carreteras de acceso a la capital chilena estaban cerradas por los
carabineros y los periodistas eran mantenidos a distancia, para evitar todo
contacto con los guerrilleros fugitivos. Caía una lluvia intensa. A las once y
media (hora de Buenos Aires), Santucho, Osatinsky y dos jefes policiales
comenzaron a parlamentar en un salón central del aeropuerto de Santiago. La
conversación duró seis horas y cinco minutos.
* En Trelew, el ómnibus militar
llegó a la base poco antes de medianoche. El juez Alejandro Godoy, el director
del diario Jornada, el subdirector del diario El Chubut y el abogado Mario Abel
Amaya no pudieron franquear el portón de entrada y fueron invitados a marcharse.
* A las dos de la madrugada, el 16
de agosto, el comandante de la brigada de infantería, general Eduardo Ignacio
Betti, llegó a Rawson desde Comodoro Rivadavia y tomó el mando de la zona de
emergencia. A las cinco se reunió con el comandante del V cuerpo de ejército,
general Manuel Angel Ceretti, quien acababa de viajar desde Bahía Blanca. Se
movilizaron dos millares de efectivos para rastrillar el área. Se reforzó la
vigilancia en la frontera entre las provincias de Chubut y Río Negro. Fueron
alertados todos los puestos policiales para evitar que los guerrilleros -en cuyo
poder estaba el penal todavía- y sus eventuales auxiliares externos ensayaran
otra fuga. Ambos generales decidieron la suspensión de todas las ceremonias de
homenaje a José de San Martín que se preparaban para el día siguiente en la zona
de emergencia, por falta de garantías". Al amanecer, el alerta militar se
extendió desde la cordillera a la costa en las provincias de Chubut, Neuquén y
Río Negro, norte de Santa Cruz y sur de Buenos Aires.
* A las 5.20, hora de Buenos Aires,
Santucho y Osatinsky informaron a sus compañeros -aún refugiados en el avión de
Austral- sobre las negociaciones en el aeropuerto, parlamentaron otra vez con
los jefes policiales y regresaron al BAC III. A las 5.45, los seis fugitivos del
penal y sus cuatro ayudantes -Wiessen, Goldenberg, Ferreyra, Fernández Palmeiro-
bajaron a tierra. Siete minutos más tarde, los pasajeros varones retenidos a
bordo se reunieron en el vestíbulo con sus esposas e hijos, liberados cinco
horas antes. El avión emprendió el regreso y llegó al aeroparque de Buenos Aires
a las 7.32 de la mañana, bajo una lluvia implacable.
* Las autoridades militares
detuvieron a siete de los pasajeros, acusándolos de conversar con los
combatientes sin ocultar su simpatía.
* A las 8.08, los detenidos que
mantenían bajo control el penal de Rawson se rindieron incondicionalmente a las
tropas del general Betti. La prohibición de acercarse al penal era absoluta. A
las 11, el periodista Horacio Augusto Finoli, de la agencia Associated Press,
fue herido por un soldado cuando intentaba tomar fotografías.
* Hacia el mediodía, los abogados
González Garland, Matarollo, Ortega Peña, Duhalde y Galín, defensores de algunos
de los guerrilleros, trataron de llegar a Trelew en automóviles de remise.
Tropezaron con un cerco militar que les impidió acercarse a la ciudad. A la
misma hora, los abogados Amaya e Hipólito Solari Yrigoyen, quienes no se habían
movido de Rawson, trataron de visitar a los presos. Las autoridades militares
les informaron que "ese día no era posible, y que ya no lo sería nunca".
*.A las 18, el grupo completo de abogados
entrevistó a Jorge V Quiroga, juez de la cámara federal especial, quien estaba a
cargo del sumario que se inició después de la fuga.' Quiroga declaró que él no
había decidido
incomunicar a los reclusos del penal, "de modo que los
abogados pueden visitar a sus defendidos normalmente
* Esa cámara, conocida como
"carnarón" en la jerga de la época, fue uno de los tribunales especiales creados
por el gobierno militar violando la Constitución.
". Pero la prohibición siguió en
pie sin que nadie diera explicaciones. A las 20, Amaya fue detenido y puesto a
disposición del Poder Ejecutivo. No saldría de la cárcel sino después de cien
días.
* A las 22, el mismo 16 de agosto,
los abogados Ortega Peña, Duhalde y González Garland procuraron arrancar al juez
Quiroga una orden que permitiera la asistencia de médicos y defensores cuando
los diecinueve detenidos en la base aeronaval fueran interrogados. Quiroga
desestimó la petición.
* En la mañana del 17 de agosto, el
partido Justicialista envió un telegrama al ministro del interior, Arturo Mor
Roig: "Reclamamos respeto derechos humanos presos políticos unidad carcelaria
Rawson responsabilizándolo por su integridad física amenazada por medidas de
represión".
* El ministro, que siempre había
negado la existencia de presos políticos en la Argentina y que descreía de las
torturas a pesar de las evidencias, envió esta respuesta: "Requiero se sirvan
precisar a qué medidas concretas de represión se hace referencia y cuáles son
las amenazas a la integridad física y derechos humanos con relación a los
responsables de los sucesos de la víspera en Rawson y Trelew. El poder ejecutivo
nacional no acepta que mediante acción psicológica se pretenda presentar a los
protagonistas del luctuoso suceso como víctimas. Firmado: Arturo Mor Roig,
ministro del Interior".
* El gobierno militar de Alejandro
Agustín Lanusse reclamó en Chile la detención preventiva de los diez
combatientes que habían pedido asilo, antes de que se iniciara el proceso de
extradición. El canciller chileno Clodomiro Almeyda manifestó que su país
consideraría el caso de acuerdo con sus leyes nacionales y con los tratados en
común con la Argentina. Las agrupaciones chilenas de izquierda se movilizaron en
Santiago para que Salvador Allende concediera un salvoconducto -a falta de asilo
político- para que los fugitivos salieran rumbo a Cuba.
*
El lunes 21, ciento cuarenta soldados de gendarmería llegaron a Rawson para
reforzar la vigilancia del penal. La mitad de ellos tomó posición en los
extremos de los pabellones, con armas largas; la otra mitad patrullaba el patio
exterior y las salidas. Según un oficial del Ejército, "hay versiones de que se
trama un nuevo intento de evasión". Uno de los guardiacárceles explicó que los
refuerzos llegaron para "prevenir posibles alteraciones del orden en el penal".
* A las seis de la tarde de ese
lunes, el comandante de la zona de emergencia, general Eduardo Ignacio Betti,
difundió el bando militar N' 1. Su texto: "El que incurra en actitudes que
perturben la normal convivencia, el orden y la tranquilidad públicos, será
reprimido con la sanción de arresto, salvo que el hecho constituya una
infracción más grave, en cuyo caso será juzgado según corresponda. La sanción de
arresto será aplicada por orden irrecurrible, y se cumplirá en el lugar que se
determine, conforme con las disposiciones del caso para esta zona de emergencia.
El presente bando regirá desde las 14 del día de la fecha, 21 de agosto".
* En la edición N° 499 del
semanario Primera Plana que comenzó a distribuirse la noche de ese lunes, se
publicó una declaración del teniente coronel Muñoz, jefe de operaciones de las
tropas regulares que actuaban en Chubut: "Estoy desilusionado -dijo en el
aeropuerto de Trelew, luego de la rendición de los fugitivos-. Veníamos a
liquidarlos a todos y están vivos. Si se hubieran animado a disparar un tiro, no
dejábamos ni a uno. Pero se rindieron, los muy cobardes". Otro oficial, que
comandaba a un grupo de quinientos efectivos entrenados para la lucha
antiguerrilla, dijo (según la versión de Primera Plana): "Esperábamos una
resistencia feroz, pero son unos patoteros. No pelean, son cagones".
* El mismo lunes 2 1, desde las 11.
10 de la mañana, la junta de comandantes que gobernaba la Argentina se reunió en
la Casa Rosada. Asistieron Alejandro Agustín_Lanusse, presidente de la nación y
jefe del ejército; Carlos Alberto Rey, comandante en jefe de la fuerza aérea;
Guído Natal Coda, comandante en jefe de la armada; Ezequiel Martínez, secretario
de la junta; Rafael Panullo, secretario general de la presidencia, y -Arturo Mor
Roig, ministro de Interior,poco después del mediodía, el lenguaje de la
reunión asumió una rigidez militar. Se incorporaron entonces José Rafael
Herrera, jefe del estado mayor general del ejército,y Hermes Quijada, jefe del
estado mayor conjunto. Antes de la una de la tarde, el canciller Eduardo
McLoughlin -un brigadier- conferenció en otro salón con el general chileno
Sepúlveda y con el embajador Ramón Huidobro sobre los diez fugitivos que habían
pedido asilo en Santiago; allí se enteró de que el gobierno socialista, cediendo
a las movilizaciones internas, les entregaría salvoconductos para viajar a La
Habana o a Argel.
El domingo 27 de agosto, el diario La Nación
contaría que, durante el diálogo, "McLoughlin rechazó, en nombre de Lanuse, el
pedido del el presidente chileno Salvador Allende de que se lo dejara actuar en
función de la situación interna de su país. McLough1in adelantó al embajador
Huidobro que causaría un profundo desagrado al gobierno argentino cualquier
decisión chilena que se apartara de las normas jurídicas en vigor, advirtiéndole
que también el gobierno argentino tenía razones de política interna para
insistir en la posición en la cual se había situado".
Los informes periodísticos sobre la reunión
militar del mediodía y el parte oficial coinciden en los nombres, en los
objetivos de la conversación, en los horarios: Quijada llegó a las 13.40 para
"dar cuenta de los recientes sucesos en Rawson y Trelew"; McLoughlin entró una
hora más tarde y refirió los pormenores de su entrevista con Huidobro.
Según conjeturó el matutino Crónica en su
edición de agosto 22, la primera parte de la asamblea fue destinada a analizar
la ley de enmiendas a la Constitución, que unificaría los mandatos e impondría
la elección directa de presidente y vice.
El resto del tiempo se habló de la represión.
* Poco antes de la medianoche, en
la sala de periodistas de la casa de gobierno, los corresponsales analizaron las
decisiones que quizás había tomado la junta de comandantes en jefe. Enumeraron
las confidencias que habían recogido después de las reuniones militares de la
última semana (el 16 en el despacho de Lanusse, el jueves en Olivos y el 18 en
la llamada Sala de Situación), evaluaron el escarmiento que jefes de las tres
armas querían imponer a los guerrilleros y los diversos castigos de los que se
habría hablado. Al terminar la ronda de especulaciones, un corresponsal inglés
dijo en voz alta: "Esta noche los matan a todos".
* Como contarían más tarde los
sobrevivientes de la matanza, el trato que recibieron en la base fue "en parte
razonable y en parte irrazonable". Los despertaban a gritos, varias veces
durante la noche, y les ordenaban quedarse cuerpo a tierra, desnudos o vestidos,
en un patiecito que daba a las oficinas. Dos grados tres décimas fue la mínima
del 16 de agosto; uno bajo cero hubo el 22, a las tres de la madrugada.
Comían de a uno por turno, o de a dos,
apuntados por una doble hilera de soldados que tenían orden de disparar al menor
movimiento inusual. "¡Si seremos boludos! -admitió durante uno de los almuerzos
el teniente de corbeta Roberto Guillermo Bravo-. En lugar de matarlos estamos
engordándolos."
Iban al baño de a uno, con las manos en la
nuca, atravesando también la doble hilera y con un centinela detrás que les
apuntaba a la cabeza. 'la próxima vez no va a haber negociación -los desafiaba
el capitán Sosa. Los vamos a cagar a tiros, sin tantos miramientos".
Pero esas humillaciones -dirá después
Gustavo Peralta- eran poca cosa para un grupo de guerrilleros que no había
flaqueado ante la picana eléctrica, los cadenazos, los simulacros de
fusilamiento, la sed y las asfixias en agua del inodoro.
Forzados al silencio, oirían al viento ir y
venir por la meseta yerma, reptando entre los molles y los calafates espinosos,
o el chillido de algún ratón de campo aplastado por las camionetas que pasaban.
Sabían que toda fuga era imposible, que no podrían siquiera pensar en ella hasta
que no los sacaran de esa guarnición con novecientos hombres en estado de alerta
y dos kilómetros de campo por cubrir hasta la carretera Madryn-Trelew. Ni soñar,
compañero.
Toda la historia de la semana final cabe en
unos pocos planos: el de las comidas, el de los interrogatorios, el de la
matanza. Se supone que los mudaron algunas veces de calabozo, que Pujadas estuvo
junto a Ulla una tarde y la mitad de una noche, en la primera celda de la
derecha; que María Angélica Sabelli y Susana la Gorda Lesgart compartieron
durante un par de días la última celda de la izquierda. Pero esos detalles ya no
importan. Sólo sirven para reconstruir la parte más opaca de la historia, los
movimientos sin sentido que tan a menudo son en la vida de los seres humanos el
preludio de la muerte.
El 22 de agosto a las 3.30 de la
madrugada los 19 prisioneros de la base Almirante Zar fueron acribillados, por
una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, y del teniente
Roberto Bravo. Entre los muertos estaban la mujer de Santucho y Clarisa Lea
Place. El gobierno explicó que se había tratado de un intento de fuga. Los tres
sobrevivientes de la masacre lo desmintieron. El presidente Lanusse asumió, como
comandante en jefe, la responsabilidad de lo actuado por la Marina. La versión
oficial la difundió el jefe del Estado Mayor Conjunto, contralmirante Hermes.
La noche del 22, el gobierno sancionó la ley
19797 que prohibía la difusión de informaciones sobre o de organizaciones
guerrilleras. En los días sucesivos, hubo manifestaciones en las principales
ciudades de la Argentina. Y más de 60 bombas fueron colocadas en protesta por la
matanza.
Peronistas, radicales, intransigentes,
socialistas, comunistas, trotskistas y democristianos, condenaron al gobierno.
Perón calificó a las muertes de "asesinatos". La opinión pública descreyó de la
versión oficial. El 25 de agosto la CGT declaró un paro activo de 14 horas. Se
prohibieron los velatorios públicos de los guerrilleros ejecutados. El comisario
de la Policía Federal Alberto Villar desocupó con tanquetas la sede del Partido
Justicialista en la Capital Federal, donde se velaba a algunos de los
"combatientes", como los llamaban sus compañeros de lucha, que fueron enterrados
luego clandestinamente. Ana Villareal fue sepultada en el cementerio de
Boulogne.
Lanusse envió emisarios a Chile para
solicitar la extradición de los guerrilleros prófugos. Intentaba juzgarlos como
delincuentes comunes. Allende tenía dos opciones: poner a los evadidos a
disposición de lajusticia chilena por el delito de piratería aérea, en cuyo caso
la Corte Suprema debía ocuparse del pedido de extradición del gobierno
argentino, o concederles el asilo y un salvoconducto para viajar a Cuba como
solicitaban los guerrilleros. Allende, en principio, no descartaba la primera
alternativa porque estaba convencido de que la Corte de ninguna manera podía
considerarlos delincuentes comunes. De todos modos, encomendó al asesor jurídico
de la presidencia, Juan Bustos, que les comunicara que él nunca los devolvería a
las autoridades argentinas. En las principales ciudades de Chile se realizaron
manifestaciones populares convocadas por el Partido Socialista y el MIR para
exigir al gobierno de Allende que se les otorgara a los prisioneros el
salvoconducto a Cuba.04)
El abogado Duhalde y su colega
Gustavo Roca fueron testigos privilegiados de lo sucedido en Chile y de la
decisión final de Allende de permitir la salida de los guerrilleros hacia Cuba.
En l990, Duhalde revelará detalles inéditos del episodio:
MILONGA DEL FUSILADO
No me pregunten quién soy,
ni si me habían conocido,
los sueños que había tenido,
crecerán aunque no estoy.
Ya no vivo, pero voy
en lo que andaba buscando,
y otros que siguen peleando,
verán nacer otras rosas,
que en el nombre de esas cosas,
todos me estarán nombrando.
No me recuerden la cara,
que fue mi cara de guerra,
mientras hubiera en mi tierra,
necesidad de que odiara.
En el cielo que ya aclara,
verán cómo era mi frente.
Me oyó reir poca gente,
y aunque mi risa ignorada
la hallarán en la alborada,
del día que se presiente.
No me pregunten la edad,
tengo los años de todos,
yo elegí entre muchos modos,
ser más viejo que mi edad.
Y los años de verdad,
son los tiros que he tirado,
nazco en cada fusilado,
y aunque el cuerpo se me muera,
tendré la edad verdadera,
del niño que he liberado.
Mi tumba no anden buscando,
porque no la encontrarán,
mis manos son las que van
en otras manos tirando.
Mi voz la que va gritando,
mi sueño el que sigue entero,
y sepan que solo muero,
si ustedes van aflojando.
Porque el que murió peleando,
vive en cada compañero.
Carlos María Gutiérrez y Guerra
"El mismo día 15 de agosto, al
enterarnos de la fuga, dieciséis abogados viajamos a Rawson. Fuimos, entre
otros, Raúl Radizani Goñi, Rodolfo Mattarollo, Carlos González Garland, Rodolfo
Ortega Peña y Pedro Galín. No pudimos tomar el avión porque los pasajes estaban
reservados para el gobierno. Alquilamos dos remises para que nos llevaran. Nos
pararon en todos los puestos policiales desde Bahía Blanca. Cuando llegamos la
muerte se respiraba en el ambiente, estaba muy pesado. En seguida nos hospedamos
en el mismo hotel que el juez Jorge Quiroga, quien intervenía en los hechos e
integraba la Cámara Federal conocida como el Camarón, algunos de cuyos jueces
tenían denuncias entre otros, de presenciar las torturas a los detenidos y
tomarles declaración en esas condiciones. Pero él se negó a vernos. Esa misma
madrugada presentamos un habeas corpus tirándoselo por debajo de la puerta de su
habitación. El 16 de agosto Rawson era como un territorio ocupado. Tampoco
pudimos entrar a la base naval Almirante Zar. Se nos unieron Mario Amaya e
Hipólito Solar¡ Yrigoyen, radicales y abogados del lugar. No pudimos trabajar.
Tuve el presentimiento de que la muerte rondaba sobre los prisioneros. Mario
Amaya es detenido; intentamos realizar u na conferencia de prensa en su estudio
de Trelew pero media hora antes de la hora convenida lo volaron de un bombazo.
"Regresamos a Buenos Aires Con la certeza de
que debíamos denunciar lo que después, trágicamente, sucedería. La situación de
los presos en Chile, además, era muy difícil, así que nos dividimos las tareas.
Ortega Peña permaneció en Buenos Aires para ocuparse de las defensas; Jorge
Yampar, que años después será asesor del ministro del Interior Julio Mera
Figueroa durante la presidencia de Carlos Menem, le envía un telegrama al
ministro del Interior de Lanusse, Arturo Mor Roig, diciéndole que ante el
peligro que corrían las vidas de los prisioneros en la base de la Marina, lo
responsabilizaba de lo que pudiera pasarles. Un telegrama histórico, porque no
es que la muerte fue casual sino que se advirtió que se mataría a los
prisioneros. Vuela de otro bombazo, en Buenos Aires, la gremial de abogados
donde Ortega Peña debía dar una conferencia de prensa.
"En la mañana del 22 de agosto partimos
hacia Chile Mario Amaya, Gustavo Roca y yo. El que nunca supo por qué venía y
después se arrepintió toda su vidafue Andrés López Acoto, del Partido
Socialista. Los abogados del Partido Comunista argentino se negaron a ir. En
Ezeiza nos enteramos, pero muy confusamente, de lo que estaba pasando en Trelew.
Recién en Chile, mientras íbamos en un taxi al Palacio de La Moneda, supimos de
la masacre de los prisioneros, y los nombres de los muertos. Nosotros llegábamos
para ir a ver a unos prisioneros y, en cambio, más que en defensores nos
convertimos en portadores de la noticia del asesinato de la mujer de Santucho y
de la compañera de Vaca Narvaja. Al resto de losfugados debíamos comunicarles el
asesinato de sus mejores amigos.
"Antes de verlos, marchamos a dejar nuestros equipajes en
un hotel, hondamente preocupados por la situación y por tener que darles
noticias tan tremendas. Cuando bajamos al hall del hotel nos estaba esperando un
personaje singular, que en esos años estaba por la Argentina:
Raymond Molinier, conocido en la IV Internacional como 'Marcos', hijo de un
banquero francés que un buen día se había llevado los dineros de su padre y se
había incorporado al trotskismo. Molinier llegó a ser secretario de Trotsky y
estaba casado con la alemana Elizabeth Kesselman, con quien vivía en Monte
Grande. Ella fue asesinada por las FFAA en 1976. El viejo, que toda su vida fue
un gran conspirador, acercándose con disimulo nos dice: 'ustedes están sentados
sobre un polvorín, es algo muy peligroso lo que hacen. Por eso me alojé en una
habitación al lado de la de ustedes.
Cualquier cosa me llaman. Pero necesito
urgentemente una entrevista con Robi. Partimos para la cárcel, Gustavo Roca y
yo. Encontramos a los Presos hechos casi una jauría. Aparte de que les resultaba
difícil entender que los tuvieran presos dado el régimen socialista, estaban
exasperados porque les habían sacado la radio y porque alguien les había dicho
algo de lo que había sucedido.
"Estaban en un gran salón del primer piso,
con rejas en las ventanas y una larga mesa. Algunos estaban parados. Me acuerdo
de que Robi estaba sentado a la cabecera de esa mesa. Yo les digo que había
habido una masacre de presos y termino diciendo los nombres de los muertos. Ahí
cada uno reaccionó de manera diferente. Los más impulsivos, como Fernández
Palmeiro o Gorriarán, gritaban, maldecían. Robi puso sus brazos cruzados sobre
la mesa, apoyó la cara y quedó así por más de dos horas. No pronunció una sola
palabra. Quedó como petrificado mientras a su alrededor los gritos llenaban el
cuarto. Fue una escena desgarradora y aún hoy no sé qué fue más conmovedor: si
el llanto y los gritos, o el silencio petrificado de Santucho.
"A partir de ese momento iniciamos una
delicada gestión en dos direcciones: por un lado los cubanos, y por otro el
gobierno de Allende. Luego de dos días, en la mañana del 25 de agosto, la
secretaria de Allende nos llamó a Roca y a mí para invitarnos a almorzar. Cuando
llegamos a La Moneda nos sorprendimos porque el almuerzo era con todo el
gabinete. Era una mesa larga y solemne, como todas en esas ocasiones. Allende
presidía la reunión. Nos dice que quiere que asistamos porque cada uno de sus
ministros expondrá sobre la tesis de extradición o de encarcelamiento en Chile.
La ronda la comenzó Clodomiro Almeyda explicando las dificultades serias que
planteaba la situación para las relaciones bilaterales con Argentina, y aun con
el resto de los gobiernos vecinos como Bolivia y Brasil. A suposición se sumaron
todos los ministros, unos veinte, con una tibia diferenciación de Tomic y una
decidida defensa en favor de la libertad de los guerrilleros, la única, del
secretario del Tesoro, Antonio Novoa Montreal.
"La comida ya había terminado y pensamos que
las cartas estaban echadas. Tomó la palabra Allende, y dijo: "Chile no es un
portaviones para que se lo use como base de operaciones. Chile es un país
capitalista con un gobierno socialista y nuestra situación es realmente dificil
Repitió, haciéndolos propios, todos los argumentos de sus ministros. Nosotros
nos hundíamos cada vez más en las sillas. De pronto, Allende dijo: 'La
disyuntiva es entre devolverlos o dejarlos presos...'. Hubo un segundo de
silencio que Allende rompió con un puñetazo sobre la mesa: 'Pero éste es un
gobierno socialista, mierda, así que esta noche se van para La Habana'. No
podíamos creer lo que escuchábamos; corrimos a realizar las gestiones con Cuba
para que volaran esa misma noche. Una vez tomada la decisión, Allende nos
solicitó tres cosas: que consiguiéramos una declaración de Perón condenando la
masacre de Trelew y a favor de la liberación; también una declaración de condena
a la masacre de los partidos políticos argentinos y de la CGT. La tercera, que
nos costó bastante conseguir, era que Vaca Narvaja se quitara el uniforme del
Ejército argentino que aún tenía puesto. Cumplimos con todo. Ellos viajaron esa
noche a Cuba, dejaron las armas y el uniforme que llevaba Vaca Narvaja para que
fueran devueltos al gobierno argentino. Lo único que se llevaron fue una enorme
llave, del penal de Rawson, que luego le regalaron a Fidel Castro. Esa fue la
historia íntima de Trelew. Santucho nunca creyó que el gobierno peronista podía
liberar a los presos. Decía: Nosotros somos enemigos estratégicos, nosotros
cuestionamos el sistema, el poder. No nos van a largar'. Era como una obstinada
cuestión de principios que no le dejaba ver los matices. Sentía que si los
dejaban en libertad les rebajaban la categoría de enemigos fatales."
Horas se
podría estar contando esta historia
y otras parejamente tristes
sin calentar un solo gramo del país
sin calentarle ningún pie
¿Acaso no está corriendo la sangre
de los 16 fusilados de Trelew?
por las calles de Trelew y demás calles del país
¿No está corriendo la sangre?
¿Hay algún sitio del país donde esa sangre
no está corriendo ahora?
Juan Gelman
Antes de partir para La Habana,
Santucho recibió la visita de Beatriz Allende, hija mayor del presidente
chileno, quien se había iniciado en las lides políticas en la Juventud
Socialista y se sentía orgullosa de haber sido una de las primeras integrantes
de las redes de apoyo al Che en Chile, entre 1966 y 1967.
-Mi padre te envía su pistola, pa' que te
defendai. Lamenta mucho lo de tu compañera. Dice que no comparte el camino que
elegiste para Chile, pero que jamás te olvides de ser fiel a tus ideas. Y que te
abraza. Beatriz
-Gracias. Dile a tu padre que lo respeto por
su honestidad, su valentía. Y que deseo que el pueblo chileno pueda derrotar a
los momios y al imperialismo. Defenderemos a Chile donde quiera que estemos
-contestó Santucho.
La misma noche del 25, dos horas antes de
embarcarse en el avión de línea de Cubana que lo llevaría en vuelo directo a La
Habana, Santucho habló con sus tres hijas, sus padres y su hermano Julio, que
esperaban la llamada en un departamento de la calle Cangallo al 4000 en Buenos
Aires. Quería explicarles personalmente a cada una de sus hijas la muerte de su
madre. Estaba desesperado por la pérdida, pero con la tozudez del dolor volcada
sobre la obsesión de continuar la lucha. La matanza, interpretaba, era la mayor
muestra de agonía de la dictadura. Había que apretar el acelerador para terminar
de voltearla.
Los diez guerrilleros aterrizaron en el
aeropuerto José Martí en la madrugada del 26 de agosto. Los esperaban honores
protocolares del Partido Comunista de Cuba y manifestaciones populares en su
homenaje.
En una improvisada conferencia de prensa,
Santucho, Osatinsky y Vaca Narvaja dieron, por primera vez desde la fuga, su
opinión sobre la masacre de Trelew. La consideraban una "salvaje y desesperada
respuesta de la dictadura" a los reclamos populares. Reafirmaban, con la
consigna "la sangre derramada no será negociada" que seguirían en la lucha
"hasta la victoria final" y que "la unidad de los revolucionarios, sellada con
sangre en Trelew" sería el legado a conservar por las organizaciones armadas.
Santucho agregó: "El ERP, las FAR y Montoneros han demostrado que los muros de
ninguna prisión, ni ningún asesinato salvaje del régimen,pueden detener el deseo
de los revolucionarios de reunirse nuevamente con su pueblo, de volver a la
lucha contra la dictadura y el imperialismo por una patria libre y socialista-.
El grupo permaneció en Cuba hasta la primera
semana de noviembre de 1972, partió de allí escalonadamente hacia distintos
destinos en Europa y retornó después a la Argentina. En el curso de los dos
meses, según las crónicas públicas de la prensa cubana, los guerrilleros
visitaron la isla y participaron en las brigadas de trabajos voluntarios
habituales en la Cuba revolucionaria. Durante el verano de 1991 en La Habana, el
periodista de Radio Reloj, Amable Amador, SO, barbero antes de la revolución
socialista, periodista de la revista Juventud Rebelde y dirigente sindical,
recordaría así al contingente guerrillero:
"Yo estaba al firente de la microbrigada de
trabajo voluntario de la revista Juventud Rebelde, en Alamar, un barrio de La
Habana donde estábamos construyendo un edificio para los trabajadores de la
revista. De repente llegó una guagüita con un contingente de argentinos. Me
habían avisado de que era un grupo muy especial. Si mal no recuerdo, se habían
fugado recientemente de una cárcel y no podíamos hacerles preguntas
impertinentes ni permitir a los periodistas que les tomaran fotos, porque ellos
pensaban continuar la lucha en su país. Esos días, principios de setiembre de
1972, había estado Silvio Rodríguez trabajando con nosotros y cantándonos, y
recuerdo que Santucho y Osatinsky se habían aprendido de memoria esa canción de
Silvio que se llama 'Si tengo un hermano".
Marcos Osatinsky y Roberto Quieto con los
abogados Eduardo Luis Duhalde y Gustavo Roca (Chile, 1972)
"Santucho tenía un humor estupendo,
y no me equivoco cuando digo que se distinguía de los otros argentinos. A pesar
de que yo quería darle trabajos suaves, él insistía en cargar bloques de
cemento, o ser el primero en descargar camiones con materiales de construcción.
Ibamos al comedor y no quería ser el primero: le cedía el puesto a otro. En el
grupo era como un imán. La atracción se centraba en él, era sin duda el
principal dirigente, aunque también Marcos Osatinsky se le parecía. Trabajábamos
de siete de la mañana a siete de la tarde. En las siestas, que desde que ellos
estaban no dormíamos, Santucho parloteaba con nosotros. Era un devoto del Che, y
sentía cierto orgullo infantil de que hubiera sido argentino. Era un
americanista convencido, y soñaba mucho con una latinoamérica como Cuba, y nos
ilustraba mucho sobre la situación de la Argentina, que nosotros conocíamos poco
entonces. Tenía, también, una curiosidad desmesurada por todo. Quería aprovechar
su estadía con nosotros, que no duró más de veinte días, para aprender lo que
pudiera del oficio de albañil y de electricista. Su complexión era robusta y
estaba sano, a diferencia de Fernando Vaca Narvaja que tenía una pierna
fracturada -si mal no recuerdo- y lo teníamos enderezando clavos. Han pasado
dieciocho años y se han borrado muchos detalles, pero sí recuerdo que era tan
discreto que se hablaba de su mujer, asesinada en Trelew, y se sumía en un
silencio doloroso. Su muerte nos conmovió. Era el hombre noble del grupo. Y
aunque en su vida de revolucionario haya hecho cosas dolorosas -cuántos de
nosotros hemos tenido que tomar el fusil en nuestra vida nos parecía injusto que
un ser tan generoso tuviera que morir."
Por el secreto que rodeó la permanencia del
grupo en la isla --quedan apenas algunas fotos y reportajes que fueron
reproducidos por la revista Bohemia- sólo se sabe que Santucho se entrevistó esa
vez -la única con Fidel Castro. Que escuchó una vastísima exposición sobre la
historia de la revolución cubana, y que habló en escasas oportunidades, como era
su costumbre, para explicar su estrategia y tácticas políticas. Ya entonces
Castro no simpatizaba con el cerrado antiperonismo del PRT, aunque respetaba las
convicciones de Santucho y, sobre todo, su indomable visión guevarista. Esta
tesitura de Fidel---que signará la historia de las relaciones con Santucho- pudo
tener varias explicaciones: una, que los cubanos imaginaban semejanzas entre el
Movimiento 26 de Julio y el movimiento peronista; otra, que Cuba y Argentina no
mantenían relaciones diplomáticas desde el derrocamiento de Frondizi, cuando el
gobierno argentino se había sumado al bloqueo dispuesto por la OEA a petición de
EEUU, y Castro tenía la promesa de Perón de que, en caso de volver al poder, se
normalizarían las relaciones bilaterales.
Para la elaboración de este resumen
se utilizó material de los libros "Todo o Nada" de la periodista María Seone y
de la recopilación hecha por Daniel De Santis "A vencer o morir" Tomo 1 y 2.
Fuente: La Fogata
Entrevista a
Agustín Tosco, Diario El Mundo, viernes 24 de agosto de 1973
-¿Puede usted relatarnos sintéticamente qué pasó el 22 de agosto de 1972 en el
Penal de Rawson?
-Desde el 15 de agosto, día de la evasión, vivíamos en un clima de gran
ansiedad. Habíamos sido reagrupados en pabellones distintos a los que ocupábamos
en aquella fecha, y aislados rigurosamente en cada una de las celdas
individuales. La puerta de la celda era maciza, con algunos agujeros de un
centímetro de diámetro, que hacían de mirilla para los celadores que nos
observaban y controlaban constantemente. Una especie de pequeña ventana, con
barrotes cruzados, semejante a una claraboya sin vidrios, colocada sobre la
puerta, nos permitía mirar directamente a algunos compañeros, a los ubicados en
las cinco o seis celdas de enfrente; para ello debíamos subirnos a la cabecera
de la cama y estar en posición muy incómoda. Pero lo hacíamos con entusiasmo,
pues eso nos permitía contactarnos de alguna manera, plantearnos los
interrogantes que la situación de incomunicación nos obligaba, e ir trasmitiendo
las opiniones con el lenguaje mudo de la mano, en lo que ya éramos expertos.
Dados los cuarenta y cinco metros de longitud del pabellón y las dos series de
veintiún celdas a cada costado del mismo, la retrasmisión se iba haciendo en
forma de zigzag hasta completar la totalidad.
Nuestra preocupación mayor era la suerte corrida por los compañeros que se
habían fugado. Muchos de los prisioneros pertenecían a organizaciones armadas y
otros no; es decir, los que nos encontrábamos en el pabellón. Más a todos nos
embargaba una serie inquietud pues la noche del 15 de agosto, habíamos escuchado
por radio que todavía en ese entonces se nos permitía tener, que habían sido
apresados en el Aeropuerto de Trelew; que se les había dado garantías de
reintegrarlos al Penal; que estaban en marcha hacia el mismo, en una columna que
encabezaban Pujadas, el juez Godoy, el Dr. Amaya y miembros de las fuerzas de
represión. La noche del 15 de agosto, en la que permaneció tomado interiormente
el Penal, escuchamos las emisoras de Chile, donde se daba cuenta del secuestro
del avión, y que en él viajaban Santucho, Osatinsky, Vaca Narvaja, Gorriarán,
Quieto y Mena. Pero el 16 de agosto a la mañana, que se nos incomunicó, no
sabíamos casi nada de los diecinueve restantes.
Teníamos la posibilidad de informarnos muy precariamente por dos vías: en la
guardia los celadores solían escuchar los informativos y todos hacíamos un
profundo silencio para tratar de pescar algo; el contacto con algunos celadores
más "flexibles". Cuando nos abrían la puerta para ir al baño o cuando nos traían
la comida, también podía damos una "pista".
Antes del mediodía del 22 de agosto, algunos compañeros comenzaron a transmitir
con el lenguaje mudo que parecía que tres prisioneros que estaban en la Base
Naval de Trelew habían sido asesinados. Una gran angustia experimentó todo el
pabellón. Por la mañana habían requisado en forma muy dura -ellos ya sabían lo
acontecido en la madrugada- y propinaron golpes de puño a varios, además de
hacernos correr desnudos desde el baño a cada una de las celdas. Habíamos
gritado y protestado con toda nuestra fuerza.
A medida que lográbamos noticias, precarias todas, iba aumentando el número de
muertos. Decían que Pujadas había intentado apoderarse de la ametralladora de un
guardia, que se había generalizado un tiroteo y que habían , caído todos. A las
17 horas estaba prácticamente confirmado que habían sido muerto los diecinueve
compañeros en la Base Aeronaval.
Fueron horas de intenso dramatismo. Todos estábamos encaramados y tomados de los
barrotes cruzados de la ventana de la celda hacia el interior del Pabellón.
Había rostros enmudecidos. Otros lloraban con profundo dolor y rabia. Algunos
gritaban y daban vivas a cada uno de los caídos y a las organizaciones
guerrilleras, a la clase obrera, a la revolución y a la Patria.
A la noche se preparó un homenaje simultáneo en los seis pabellones ocupados por
los presos políticos y sociales. Espontáneamente cada uno relataba aspectos de
la vida, las convicciones, la personalidad de los caídos, hasta completarlos a
todos. Posteriormente hablaron varios enjuiciando y condenando el alevoso crimen
y fijando la responsabilidad en la Dictadura y el sistema. Luego a voz de cuello
se gritó el nombre de cada uno y cada vez se respondía en forma vibrante y
unánime: ¡Presente! ¡Hasta la victoria siempre!
Se entonaron colectivamente las distintas marchas partidarias. Todo quedó en
silencio. Los guardias ordenaron acostarse. Esa noche nadie durmió. El recuerdo
de los mártires caídos, la imágen de cada uno, el heroico ejemplo de cada uno,
llenaba la imaginación, hacía estremecer los sentimientos y daba una pauta más
del duro y glorioso camino revolucionario que recorren la Clase Obrera y el
Pueblo hasta su total y definitiva liberación.
Discurso del Cro. Agustín Tosco a poco de ser liberado, denunciando la masacre
de Trelew
LIBERADO POR LA LUCHA DEL PUEBLO
Queridos compañeros y compañeras:
Quiero expresar en primer término el profundo reconocimiento a esta solidaridad
combatiente de la gloriosa Córdoba, del glorioso Cordobazo. Después de
prácticamente un año y medio de prisión en las cárceles de la Dictadura vengo
aquí como trabajador, como revolucionario, como argentino a ratificar ante todos
ustedes el compromiso de continuar, hasta las últimas consecuencias la lucha por
la Liberación Nacional y social de Argentina. Quiero agradecer profundamente
esta solidaridad. La solidaridad de Córdoba, la solidaridad de Rawson y Trelew,
la solidaridad de toda la clase obrera que me ha arrancado a mí de las garras de
la dictadura, como antes ha arrancado a otros compañeros y como arrancará hasta
el último prisionero. Quiero aquí como ha sido norma de, conducta militante
rendir un gran homenaje a todos los Compañeros caídos en esta heroica lucha por
la Liberación Nacional y Social.
Yo vengo de una cárcel que ha sido rebautizada por los prisioneros políticos y
sociales a la cual denominamos Campo de Concentración 22 de Agosto. Y tengo la
obligación de trabajador de repudiar un hecho que costó la vida de compañeras y
compañeros que compartían la prisión, que nos conocíamos, que hablábamos de los
comunes ideales. La Dictadura que impera en nuestra Patria aprobó legalmente la
pena de muerte. Pero no espera a cubrir ese disfraz legal; ha masacrado a lo
largo y a lo ancho de todo el país a los hijos del Pueblo que luchan sin
distinciones y sin discriminaciones.
Yo quiero nombrar aquí, corno una gran recordación a los compañeros:
Clarisa Lea Place
Susana Lesgart
María Angélica Sabelli
Ana María Villarreal de Santucho
Carlos Astudillo
Pedro Bonnet
Eduardo Capello
Alberto del Rey
Mario Emilio Delfino
Alfredo Khon
José Ricardo Mena
Miguel Angel Polti
Mariano Pujadas
Humberto Suárez
Humberto Toschi
Alejandro Ulla
PRESENTES: HASTA LA VICTORIA SIEMPRE
Dictadura ha descargado toda su furia y los compañeros que aún se encuentran
detenidos en el Campo de Concentración de Rawson están sometidos a un régimen de
opresión y represión incalificable. Nosotros queremos denunciar aquí, una vez
más, como lo hicimos en Trelew y Rawson, como lo hicimos ayer en Buenos Aires,
que el régimen que impera en la cárcel, es un régimen que atenta contra los más
elementales derechos humanos. El castigo de reclusión bajo celda cerrada, la
prohibición de todo medio de información como diarios, revistas o radio y la
construcción de un locutorio enrejado de típica contextura medieval impide el
ejercicio mínimo de la defensa pues son dos rejas que separan un espacio de más
de un metro y detrás de una reja está el abogado o está el familiar y detrás de
la otra reja está el prisionero que ha sido trasladado desde esta celda cerrada,
con cadenas, hasta ese locutorio. Denunciamos también la falta de atención mes¡-
ea. Durante 30 días la requisa del penal, el personal penitenciario golpeó y
trató de humillar a los prisioneros; nos llevaban al baño, nos hacían desvestir,
nos hacían correr desnudos por el pabellón y luego nos "encanutaban" de nuevo,
usando un término propio del penal. Pero la actitud de todos los compañeros del
penal no es de temor y menos de sometimiento. Se enfrentó a gritos toda esta
serie de atropellos, se denunciaron en la precaria medida de las posibilidades.
Y hoy yo vengo desde la cárcel, a denunciar públicamente toda esta serie de
atropellos para conseguir de inmediato que se normalice la situación del penal,
pues esa situación es verdaderamente insoportable.
Sabemos que la Clase Obrera, que los sectores populares democráticos,
revolucionarios, antimperialistas, antioligárquicos de nuestro pueblo, han de
lograr que se vuelva aun régimen mínimo de consideración humana dentro del
penal. - Transcurridos los 30 días del castigo pudimos obtener algunas
entrevistas con el Interventor del Penal, el Cte. Mayor de Gendarmería Juan
Ramón López Carballo.
Y le planteamos la necesidad de resolver en forma urgente esos problemas. El
dijo que sólo podía resolver los problemas accesorios y que la resolución de
reclusión bajo celda cerrada, la incomunicación de toda noticia, el problema del
locutorio, dijo que esas eran disposiciones de la Junta de Comandantes en Jefe,
del Servicio Penitenciario Federal, y en ese aspecto él no tenía posibilidades
de hacerlo. Algunas cuestiones accesorias se han logrado ante el reiterado
planteo,, ante la reiterada protesta de los Compañeros detenidos, pero lo
fundamental no está logrado y desde el Penal sabemos que la lucha fundamental
está en el seno del Pueblo y aquí debemos una vez más comprometernos para que de
inmediato se resuelva este problema y para que también con una acción más
poderosa de todos los sectores unidos de nuestro Pueblo arranquemos a todos esos
prisioneros de la Dictadura. Allí hay muchos compañeros aún en prisión.
Yo traigo un saludo de los que estaban en mi pabellón particularmente de Martín
Federico, de Curuchet y de otros compañeros. Les puedo decir que todos tienen
una moral muy alta, que tienen un espíritu de lucha que no va a ser afectado por
esta situación penosa por la cual se atraviesa, y también quiero destacar aquí
en nuestro enjuiciamiento a la política ultrarreaccionaria de la dictadura, que
ellos nos llevaron allí para aislarnos de todo contacto popular, para tratar de
impedir que recibiéramos esa inmensa solidaridad, pero la población de Trelew y
de Rawson se ha convertido en una porción de nuestra Patria, en una porción
patagónica que vibra de solidaridad; y el régimen ha castigado también la
solidaridad; el compañero Dr. Mario Abel Amaya , abogado de varios compañeros,
apoderado de otros, hombre afectado en su salud, que permanentemente acercaba su
solidaridad, su aporte para la solución de los problemas de los compañeros ha
sido detenido, puesto a disposición del Poder Ejecutivo y remitido al penal de
Devoto por ejercer esa solidaridad combatiente. Amaya es el abogado de la
solidaridad, es la solidaridad reprimida por la dictadura y Amaya merece
también, como todos los demás, que lo arranquemos de la cárcel.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
Revista Primera Plana , 20 de Junio de 1972 (en la cárcel de Rawson)
Desde el locutorio del penal de Rawson, el lunes 12, Agustín Tosco, dirigente
sindical cordobés (detenido el 28 de abril del año pasado a disposición del
Poder Ejecutivo), contestó este reportaje cuyo formulario le fue entregado por
su abogado defensor, Hipólito Solari Yrigoyen, a pedido de PRIMERA PLANA.
PRIMERA PLANA: ¿Cómo define usted la tendencia
que representa dentro del panorama gremial cordobés?
AGUSTÍN TOSCO: Los Gremios Independientes de Córdoba constituyen un importante
grupo de Sindicatos, no embanderados partidariamente, pero con una clara
política de unidad combativa dentro del movimiento obrero.
Sostienen que el sindicalismo no es sólo un medio de reivindicación
económico-social de la clase obrera, sino que debe constituir una palanca
política principal, en coincidencia con los demás sectores populares, para la
liberación nacional y social argentina. Dentro de ese concepto han votado y
sostienen la consigna fundamental aprobada por la Regional Córdoba de la CGT de
llevar adelante "la lucha antiimperialista hacia el socialismo". Adhieren a la
Comisión Nacional Intersindical y definen una básica identificación con la CGT
de los Argentinos y los Gremios Peronistas Combativos, de acuerdo a lo fijado
por los Programas de La Falda y Huerta Grande, el Manifiesto del 1° de Mayo y el
Documento de Octubre.
El Grupo Moncada popularizó el alegre "Chamamé a Cuba", cuya letra -según cuenta
la periodista Ana María Radaelli- es obra colectiva de los presos políticos de
Trelew.
P.P.: ¿Merece una autocrítica el proceso
Sitrac-Sitram? ¿Cuál sería?
A.T.: Si correspondiera una autocrítica ella debería ser formulada por los
respectivos gremios.
Considero como centro del problema la incalificable agresión de que fueron
objeto los trabajadores del Sitrac-Sitram, tanto en el campo laboral como en el
institucional, al ser disueltos los Sindicatos y despedidos cientos de
militantes, delegados y dirigentes. Además del encarcelamiento que padecen diez
de ellos y sus asesores letrados.
Corresponde reclamar enérgicamente el respeto al derecho de sindicalización
según lo decidan las propias bases; la reincorporación de los cesantes y la
libertad de los detenidos.
P.P.: ¿Qué experiencia ha extraído de su cautiverio junto a Raimundo Ongaro?
A.T.: Desde el 14 de mayo de 1971 hasta el 7 de enero de 1972, estuve
encarcelado con el compañero Raimundo Ongaro, juntos, pero totalmente aislados
de todo contacto con los demás detenidos, en el último entrepiso de una planta
del Penal de Villa Devoto.
Nos unió una gran solidaridad humana, y preciso es destacar la constante
entereza y espíritu de lucha de Ongaro.
En el aspecto político sindical, lo esencial se dio en la coincidencia de
promover, alentar y trabajar por la unidad combativa de la clase obrera y los
sectores populares, enfrentando a todo tipo de participacionismo y
colaboracionismo con el régimen.
P.P.: ¿Cuál debe ser, a su juicio, la misión del sindicalismo?
A.T.: En todo el país, que como el nuestro, lucha por su liberación nacional y
social, el sindicalismo debe cumplir fundamentalmente la doble función que marca
el proceso de la clase obrera y el pueblo.
Por lo tanto le corresponde encarar la reivindicación consecuente de los
derechos económicos, sociales, políticos y culturales de los trabajadores y
simultáneamente sumar los máximos esfuerzos desde su terreno específico para que
políticamente el poder sea ejercido por el Pueblo.
P.P.: ¿Qué opinión le merece el sindicalismo peronista combativo?
A.T.: Al definir que existen importantes coincidencias básicas entre nuestra
orientación y la de los Gremios Peronistas Combativos, destacamos una valoración
positiva de la actividad y los objetivos que se este nucleamiento obrero en su
permanente accionar por los derechos sindicales y populares.
P.P.: ¿Cómo ve Agustín Tosco, desde la cárcel, la convocatoria de Alejandro
Lanusse a un Gran acuerdo Nacional?
A.T.: Desde el mismo momento que se dio a publicidad el denominado Gran Acuerdo
Nacional, lo denunciamos como un claro propósito continuista del actual régimen
usurpador; como un intento mal disimulado de pretender entrampar al Pueblo
argentino en una supuesta salida institucional que sirviera a los objetivos de
la oligarquía y del imperialismo; como un sinuoso plan para montar una gran
farsa electoral para dar una imagen de un consentimiento popular, a lo que el
Pueblo no sólo no elige sino que rechaza terminantemente.
El GAN es un aparatoso gigante con pies de barro. Tanto como cayeron las
mentiras y ficciones de las anteriores etapas de la mal llamada Revolución
Argentina ante la poderosa verdad del Pueblo, así también sucederá con el GAN.
Absolutamente nada de lo que surja de la mentalidad conservadora reaccionaria de
los detentadores del poder puede conjugarse con la voluntad soberana de los
argentinos.
Tan es así, que el 31 de mayo desde San Nicolás, Alejandro Lanusse se ha visto
obligado a desnudar hasta las entrañas del GAN: pactar a espaldas del Pueblo y
al pie de la Dictadura; imponer la "acuerdocracia" y enterrar el "juego limpio"
que tan siquiera se recordó; convenir, no ya sólo las características y
contenido del continuismo, sino hasta... ¡su filosofía!. Ni el general Agustín
P. Justo había llegado a tanto en sus pretensiones.
El discurso del 31 de mayo constituye así una referencia mistificadora de la
historia, de las ideas políticas, de la lucha de nuestro Pueblo y de sus
genuinas aspiraciones.
Además, con sus sofismas discursivos, Lanusse pretende fabricar realidades que
no son otras que las que interesan sostener a las minorías explotadoras y a los
grandes monopolios internacionales.
La verdad de nuestra historia es que el Pueblo, con sus pronunciamientos,
movilizaciones y luchas, determinará inexorablemente que su voluntad de Justicia
Social, Soberanía Popular y Liberación Nacional sea respetada. Así sucederá, más
allá de las tutorías, los grandes acuerdos o los golpes de estado, como
variantes reiterativas de un sistema y un régimen en irreversible decadencia.
P.P.: El Ministro Mor Roig, en declaraciones periodísticas, ha minimizado el
problema de la tortura en el país. ¿Coincide usted con esa apreciación?
A.T.: Bajo ningún punto de vista. Mor Roig trara de descargar su inoperancia
como Ministro político del régimen, desmintiendo o minimizando lo que es la
dramática realidad de una constante y probada violación a los más elementales
derechos humanos en argentina, hasta el grado de la barbarie organizada para la
tortura a muchos prisioneros políticos y sociales –hombres y mujeres- de nuestro
Pueblo.
P.P.: ¿Considera usted correcta la permanencia de Mor Roig en el Ministerio
político a esta altura del proceso de "institucionalización"
A.T.: Nunca consideré correcta la permanencia en el Gobierno de ningún
funcionario de la dictadura. Lo único correcto es que todos los que ejerzan las
principales funciones en el Estado sean expresión de la libre y soberana
voluntad de los argentinos.
P.P.: ¿Qué piensa usted de la coincidencia La Hora del Pueblo"
A.T.: La Hora del Pueblo padece del pecado original de creer que la Dictadura
permitiría un ejercicio más o menos libre de la llamada democracia
representativa; de allí colaboró para un desenlace en esos términos.
El discurso de Lanusse del 31 de mayo ha terminado con los sueños de la Hora del
Pueblo. Ahora ésta deberá probar definitivamente la consistencia de su propia
identidad o su dependencia de los planes continuistas.
P.P.: Se le atribuyeron simpatías hacia el Encuentro Nacional de los Argentinos.
¿Cuál es su punto de vista?
A.T.: Así es. Comparto los lineamientos, la acción y los objetivos del Encuentro
Nacional de los Argentinos.
P.P.: ¿Cómo vislumbra usted el camino hacia el socialismo nacional?
A.T.: El camino de todos los pueblos hacia el socialismo lleva intrínsecas las
características nacionales de cada país.
Resultaría aventurado señalar un camino específico y esquemático. Sí hay un
ancho camino por el que transitan simultáneamente todas las fuerzas que luchan
en todas las escenas de la vida nacional para erradicar un sistema de opresión,
injusticias y miseria y construir una nueva sociedad, más justa y más humana. La
unidad de esas fuerzas será un factor de aceleración del proceso histórico, con
el cumplimiento de las etapas intermedias que deben recorrerse y con el
aprovechamiento de las coyunturas favorables, cualesquiera que fueren,
compatibles con el objetivo fundamental trazado.
P.P.: Sobre la propuesta de Perón en vistas a un Frente Cívico de Liberación
Nacional hay muchas interpretaciones y distorsiones. Pero ateniéndose a lo que
el propio Perón ha definido, no se trata de una estructura orgánica sino de una
coincidencia de hecho que se concreta a dos niveles: uno, superestructural, con
las cúspides de los partidos y organismos populares; y otro infraestructural, a
nivel de bases, mediante las mesas de trabajo y la movilización de masas, ambos
teniendo como objetivo revolucionario la toma del poder por parte del Pueblo, ya
sea a través de las elecciones (si es posible) o a través de otras vías, si el
camino comicial es cerrado por el fraude y la trampa. Así definido, ¿qué opina
usted del Frente Cívico?
A.T.: Siempre he expuesto y sostenido con vehemencia que sólo la unidad de
acción programática en los puntos fundamentales, e instrumentalmente orgánica de
las fuerzas políticas populares, sin discriminaciones y sin la pérdida de la
individualidad partidaria, será el factor fundamental para que el Pueblo acceda
al poder, se consolide en el mismo y materialice las transformaciones de
contenido revolucionario que son de urgencia para nuestro tiempo.
Tengo entendido que sobre eso se trabaja y espero que sus resultados sean
fructíferos.
Mientras tanto, la lucha debe continuar. Trabajadores, estudiantes,
profesionales, sacerdotes, campesinos, entidades económicas nacionales, hombres
y mujeres de toda condición y militancia, no renunciarán a su compromiso
histórico de producir los hechos determinantes de un profundo cambio en las
condiciones económicas, sociales y políticas actuales, con o sin formalismos
electorales.
P.P.: ¿No cree usted que resistirse a una opción política concreta a nivel
nacional colocará a su tendencia, tarde o temprano, en el callejón sin salida de
un aislacionismo estéril?
A.T.: Nuestra lucha ni la opción de la unidad de las fuerzas políticas
populares, tal como lo expresé precedentemente, de ninguna manera puede
colocarnos en un aislamiento estéril: porque la unidad y la lucha están en la
conciencia y el corazón del Pueblo.
¿Qué otra cosa expresarían entonces la infinidad de movilizaciones populares
masivas protagonizadas heroicamente en los últimos años?
¿Y la de tantos hombres y mujeres argentinos que por su militancia popular y
revolucionaria responden con su libertad o con su sangre por esos mismos ideales
comunes?
Allí estuvieron y están todos los que, sin distinciones partidarias, luchan
efectivamente por la liberación del Pueblo y la Patria.
Aquí, los que estamos en la cárcel, ratificamos nuestras posiciones
manteniéndolas indeclinablemente, con el pleno optimismo que la causa popular y
liberadora triunfará.
Mariano nació el 14 de junio de 1948 en Barcelona, catalán por los cuatro
costados y a fines de 1953 emigró a la Argentina con toda la familia.
Al año siguiente empezó a ir a la escuela nacional Nro 55 de Guiñazu, ingresando
a 3er grado, pues a pesar de tener seis años solamente se hallaba en ese nivel
por haber asistido a la escuela en Barcelona. Durante sus años de escuela y
después en el colegio nacional de Monserrat fue acusando una faceta
característica de su personalidad: su genio alegre, su "ángel" como diría un
gitano, que le ganaba amigos por doquier. Excelente alumno en matemáticas y
ciencias físico-naturales, con innata facilidad para los idiomas Fue becado por
el intercambio estudiantil del rotary, graduándose en el colegio de agricultura
de la Universidad de Nebraska. Su año de permanencia en Curtis, viviendo con
varias familias, sirvió de mucho para afinar su escala de valores y madurar su
juicio. Como siempre dejo un estela de simpatía y afecto: a los pocos días de su
fusilamiento casi ochos años después de su estadía en Curtis, recibíamos
sentidas cartas de condiscípulos y profesores suyos, y entre ellas la del juez
Floy Hecht en cuya casa vivió varios meses, en la que decía que conociendo a
mariano estaba seguro de que había muerto defendiendo una causa de justicia y
libertad.
Paso del Monserrat a la Universidad Católica, en la facultad de agronomía, y sin
que ello le impidiera ser un excelente alumno siempre encontraba tiempo no solo
para ayudar en la actividad de la familia, sino también de preocuparse de los
problemas estudiantiles. Sus numerosos viajes hacia el norte de la provincia
especialmente practicando estudio y análisis de suelos le pusieron en contacto
con las zonas mas pobres, despertando en él una afán de justicia y la amarga
certeza de que no se podría hacer nada de provecho para remediar los males que
tenia ocasión de palpar, sin un cambio fundamental de estructuras, en lo
económico y en lo social.
Así se fue plasmando la personalidad de Mariano, el idealista que no vacilaba en
darse por entero con alegría e inmensa cordialidad frente a sus semejantes y
también el muchacho transformándose en hombre con un juicio sereno y ecuánime,
con una voluntad férrea para seguir en una lucha dura y riesgosa buscando
alcanzar mejor bienestar y mayor justicia para un pueblo con el que se había
integrado y sentido absolutamente suyo.
Del Cordobazo a la fría madrugada del 22 de agosto en Trelew con los años de
militancia tan intensamente vividos, se concreta la transformación de nuestro
Mariano en el "Gaita", como cariñosamente lo llamaban sus compañeros. Prófugo
desde la Calera, es detenido en junio del 71 en Córdoba y tras pocos meses de
estar en Encausados, forma parte del primer grupo de presos políticos llevados a
Rawson: de allí habría de volver a su casa en la noche de un 23 de agosto en un
ataúd gentilmente proporcionado por la Armada.
Fue entonces cuando empezamos a comprender la exacta dimensión alcanzada por
Mariano y no a causa de su papel protagónico en el aeropuerto de Trelew, sino al
ver la cantidad de gente para nosotros desconocida, pueblo, "pueblo", de
alpargata rotosa y pollera deshilachada que sin intimidarse por la presencia de
carros de asalto en las inmediaciones de la casa, entraban silenciosos con ojos
húmedos a dar el ultimo adiós al muchacho guerrillero que por ellos había
ofrendado su vida mirando su rostro exangüe pero sereno y sonriente, y tocando
la bandera de su patria de adopción que cubría el féretro, cruzada con una
leyenda que él llevaba grabada a balazos en el pecho: MONTONEROS. Esa misma
palabra que un hermano, con un clavo, grabo en el revoque fresco que tapa el
nicho, hasta donde lo llevaron a pulso sus compañeros en un mediodía soleado d e
agosto.
Hermosos son todos los recuerdos que conservamos de Mariano, y creo que todos
los que lo conocieron, por siempre tendrán presente el maravilloso don de esa
sonrisa que siempre se dibujaba en sus labios, su entereza, su serenidad y su
espíritu de conciliación y justicia.
Para muchos de nosotros es mas que un ejemplo un recuerdo: antes Mariano estaba
con nosotros, ahora esta en nosotros, pues lo llevamos en nuestra mente, en
nuestra sangre, en nuestro corazón.
El papá de Mariano autor de esta nota se llamaba José Maria conjuntamente con su
esposa Josefa y dos de sus hijos: Madre y hermanos de Mariano respectivamente,
fueron asesinados por fuerzas parapoliciales y paramilitares el 14 de agosto de
1975 en Córdoba. Los sacaron a todos de la misma casa mientras dormían, los
arrojaron a un pozo de ocho metros de profundidad, los ametrallaron y luego
sobre sus cuerpos exánimes arrojaron explosivos.
[Del libro "CAMPANA DE PALO" de Roberto Baschetti]
Casi se han cumplido 35 años de la masacre de Trelew. El 22 de agosto de 1972
fueron fusilados a mansalva, en la Base Almirante Zar de esta ciudad, 19
militantes de distintas organizaciones político militares, que se habían rendido
a fuerzas de la Marina en el Aeropuerto, con la condición de que se respetaran
sus vidas. La promesa no se cumplió. Sólo tres de ellos sobrevivieron, y fueron
muertos, secuestrados o desparecidos algunos años más tarde, durante la
siguiente dictadura militar.
Este 22 de agosto, 35 años después, inauguraremos el Centro Cultural por la
Memoria del Aeropuerto Viejo de Trelew, en homenaje a esos compañeros.
Fueron para los habitantes de la ciudad, largos años de lucha, de preservación
del recuerdo, de debates.
Hay varios tipos de memoria. Existe aquella memoria edulcorada que en realidad
es una añagaza del olvido: "Guardemos el recuerdo allí, bien encerrado, y que
jamás se salga".
Hay también de la otra, la complaciente, que se conforma con un día al año, con
una flor, un discurso y una lágrima.
Por suerte, también existe otra: la que comprende que la memoria no es pasado;
que es presente y que será futuro. Que lo que hagamos hoy es un camino que no
termina con nosotros, porque tampoco lo empezamos.
Esa masacre, que es considerada internacionalmente como la primera manifestación
del Terrorismo de Estado en Argentina, no puede guardarse en un Museo. Quisimos
que fuera, y lo será, memoria viva.
Por eso un Centro Cultural. Porque la comunidad no vive de recuerdos, sino de
accionares. De nuevas expresiones, formas distintas de decir las mismas cosas.
Tenemos que aprender -ya para siempre- que la Memoria, la Verdad y la Justicia
se defienden y se mantienen luchando, todos los días. Y transmitir ese
conocimiento a nuestros hijos, a nuestros hermanos, también a nuestros padres.
Aunque no se comparan con lo que vino después, esos años de principios de la
década del 70 no fueron fáciles. Era el comienzo de una ruta de esperanza, que
se reveló fallida. Y aunque todos sabemos que el tiempo puede endulzar la
mayoría de los recuerdos, algunos, como esta masacre, no pueden ser endulzados.
A lo sumo, se hacen más entrañables, más propios.
Sabemos que para muchos, los fusilados en Trelew no pasan de ser subversivos o
–injustamente- terroristas. Para otros, entre los que me cuento, son parte de
nuestra vida, de nuestra historia, de nuestra Patria.
Vendrá a la ciudad mucha gente, muchos compañeros de todos los puntos del país.
Familiares de los 16 compañeros muertos, ex-presos del penal de Rawson,
organismos de derechos humanos, HIJOS, madres y abuelas de Plaza de Mayo,
estudiantes, etc.
Todos han esperado largo tiempo. El sobrino de Pujadas, que también se llama
Mariano. La prima de Susana. Alicia, la esposa de Bonet, que viene desde
Francia. La mamá de Capello, que con sus años a cuestas, su sonrisa y su abrazo
cariñoso, no falta cada año.
Porque aunque a algunos no les guste, seguimos estando aquí.
Conversando con amigos de la ciudad, algunos me manifestaron estar cansados de
que nuestro pueblo fuera conocido como "la ciudad de la Masacre". Pero el pasado
no puede cambarse y negarlo, es necio e infructuoso.
Trelew será siempre la ciudad de la masacre.
Pero desde el 22 de agosto del 2007, 35 años después, podremos orgullosamente
adjuntarle otro calificativo: Trelew: ciudad de la Memoria.
[Imagen: Haidar y Camps saludando
a la multitud en la cancha de Atlanta el 22/08/73]
Con seguridad la oportunidad en que más gente hubo en el Gran León, superando
incluso al acto de proclamación de la candidatura de Héctor Cámpora en febrero
de ese mismo año, y al que organizaron la Juventud Peronista (JP) y Montoneros
en marzo de 1974.
Cámpora y Solano Lima habían renunciado, y el presidente interino era Raúl
Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados. Juan Domingo Perón estaba de
regreso en el país y se postulaba para presidente de la Nación en las elecciones
llamadas para el 23 de septiembre. La fórmula la completaba su controvertida
esposa, Isabel Perón, sobre quien circulaban versiones de que renunciaría, algo
que entusiasmaba a los sectores juveniles que se congregaron en Villa Crespo esa
noche invernal de aquel emblemático 1973. Es más, especulaban con que el doctor
Taiana la sustituiría en la postulación y que el derechista y oscuro ministro de
Bienestar Social, José López Rega, sería designado embajador en Europa.
Se calcula que casi 50.000 personas asistieron y colmaron y debordaron la
capacidad de la platea, las tribunas y sus pasillos, el campo de juego y las
calles aledañas al estadio.
La convocatoria había estado a cargo de la JP y Montoneros -que ya habían
absorbido a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)-, para homenajear a los
dieciséis presos políticos que habían sido asesinados un año atrás en la base
aeronaval Almirante Zar, en Trelew (Chubut). También se evocaba el 22.°
aniversario del renunciamiento de Evita a la vicepresidencia de la Nación, once
meses antes de su muerte y se recordaba al obrero metalúrgico Felipe Vallese,
secuestrado y desaparecido el 23 de agosto de 1962. Este sector de la juventud
ya había realizado un acto en ocasión de la campaña electoral para los comicios
de marzo en la cancha de Argentinos Juniors.
En el llamamiento al mitin la JP Regional I llamaba a respetar la única consigna
central del acto: "Patria sí, colonia no" y aconsejaba "impedir una
superposición de consignas que a lo único que conduce es a la confusión y al
desgaste de la gente".
El palco fue decorado con una larga cinta roja y negra de la JP y dos grandes
fotos de Juan Domingo Perón y Evita. Los militantes de las columnas de las
Regionales de la JP, la Juventud Universitaria Peronista (JUP), la Juventud
Trabajadora Peronista (JTP), la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), portaban
carteles con leyendas como "Perón, Evita, la patria socialista", "Perón
presidente, Evita presente", "A un combatiente no se lo llora, se lo reemplaza"
y "Murieron para que el pueblo viva". (Ver cantitos)
El ambiente era festivo y con mucho fervor militante. Luego de que se cantaron
el Himno Nacional y la Marcha Peronista, se hizo un minuto de silencio por los
caídos en la lucha y por Evita, mientras en una pantalla se proyectaban escenas
del Cabildo Abierto del justicialismo realizado el 22 de agosto de 1951. Por los
caídos en el bombardeo a Plaza de Mayo en 1955, los fusilados de 1956, los
asesinados en Trelew y Ezeiza, hubo una oración a cargo del sacerdote
tercermundista Jorge Goñi. Más tarde, un grupo de militantes quemó una bandera
norteamericana en el centro de la cancha, a la vez que ésta era recorrida por
otros pertenecientes al Frente de Lisiados Peronistas, con sus sillas de rueda.
Entre otros, por la zona del palco se pudo ver al ex secretario del Movimiento
Nacional Justicialista, Juan Manuel Abal Medina; el sacerdote Carlos Mugica; los
dirigentes de la Junta Coordinadora Nacional del radicalismo, Marcelo Stubrin y
Enrique "Coti" Nosiglia; dos de los tres sobrevivientes de la masacre de Trelew,
Ricardo Haidar y Alberto Camps -ambos fueron detenidos-desaparecidos en la
última dictadura militar-; varios familiares de los caídos en la ciudad
patagónica, y la madre de Juan Pablo Maestre, trabajador bibliotecario
secuestrado y asesinado dos años antes.
Los primeros oradores fueron Lidia Laferrère, madre del guerrillero Manuel
Belloni, muerto en el Delta; Mario Marzocca, de la JTP; Alberto Camps,
sobreviviente de los sucesos de Trelew, y Roberto Vidaña, diputado nacional por
la provincia de Córdoba.
Continuó en el uso de la palabra Juan Carlos Añón, que habló por las Regionales
de la JP en lugar de Dante Gullo, ausente por razones de salud. El dirigente
juvenil afirmó que "nosotros no somos ni infiltrados ni troscos ni bichos
colorados. Lo único colorado que tenemos es nuestra sangre de peronistas leales
a Perón". Y añadió: "La candidatura de Isabel abre fisuras en el frente del 11
de marzo y no es la figura más representativa de 18 años de lucha", admitió,
mientras los militantes cantaban: "No rompan más las bolas, Evita hay una sola".
El multitudinario acto fue cerrado por Mario Eduardo Firmenich, quien afirmó que
"no tiene sentido la alianza de clases si el proceso no es conducido por
trabajadores. Pero no sucede eso porque en la CGT hay cuatro burócratas que no
representan ni a su abuela". Los asistentes repudiaron mediante gritos hostiles
al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, que fue asesinado un mes
más tarde.
Firmenich criticó la integración de la fórmula justicialista para los cercanos
comicios. No obstante, convocó a "votar masivamente por Perón y a una intensa
campaña barrio por barrio, manzana por manzana".
El acto transcurrió sin incidentes, mientras en la plaza del Congreso otro acto
de menor concurrencia organizado por sectores de izquierda no peronista
(PRT-ERP) terminó con enfrentamientos con la policía y varios detenidos.